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De Simio a
Hominido |
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y los
principales Australopitecinos. |
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Por Mariano Magnussen Saffer.
Director de Grupo Paleo y Presidente de la Asociación de
Amigos del Museo Municipal Punta Hermengo.
marianomagnussen@yahoo.com.ar
Fuente: Magnussen Saffer,
Mariano (2011). Buscando
nuestros antepasados bípedos, los australopitecinos. Origen
y características del grupo. Paleo,
Revista Argentina de Paleontología. Boletín Paleontológico.
Año 9. 64: 21-25.
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Los restos encontrados de diferentes
especies australopitecinas primitivas que vivieron hace entre 4
y 2 millones de años muestran claramente diferentes adaptaciones
que marcan la transición de simio a ser humano. Sin embargo, el
primer periodo de esta transición, que data de hace más de 6
millones de años, está pobremente documentado en cuanto a
fósiles. Las combinaciones más antiguas de características
simias y humanas encontradas hasta la fecha pertenecen a un
género y una especie antiquísima, el Sahelanthropus
tchadensis.
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En el desierto de Djurab, al norte de Chad (África), se
descubrieron en 2001 los restos fósiles de seis individuos
diferentes pertenecientes a esta primitiva subfamilia de
Homínidos: dos fragmentos de mandíbula, tres dientes y el cráneo
de un ejemplar macho al que se bautizó con el nombre de Toumaï.
Según apuntan los indicios, Toumaï vivió entre hace 6 y 7
millones de años y presentaba ya algunos rasgos humanos, como la
estructura de la cara (frente prominente y rostro chato) y la
dentición (caninos reducidos). Poseía el tamaño de un chimpancé
y una capacidad craneal parecida —350 centímetros cúbicos. El
Sahelanthropus tchadensis está próximo a la
transición entre el simio y el ser humano, un punto situado en
la línea evolutiva entre los 5 y los 10 millones de años de
antigüedad. Hace aproximadamente unos
5 millones de años evolucionó en África una especie
parecida a los simios con dos características
importantes que le distinguían de éstos: pequeños
dientes caninos (contiguos a los cuatro incisivos) y
bipedación —es decir, la capacidad de andar erguido
sobre las dos piernas. |
Los científicos se refieren a estos
primitivos homínidos como los australopitecinos. La primera
especie conocida en la actualidad pertenece al género
Ardipithecus. Otras especies pertenecen al género
Australopithecus y, según algunas clasificaciones, al
Paranthropus. El término australopitecino significa literalmente
“simio meridional”, como referencia a Suráfrica, donde se
encontraron los primeros fósiles australopitecinos.
El valle del Rift, región de África oriental en donde
movimientos de la corteza terrestre han dejado al descubierto
antiguos depósitos de fósiles, se ha hecho famoso por haberse
encontrado en él numerosos restos arqueológicos de
australopitecinos. Otros países donde los científicos han
encontrado asimismo fósiles de este tipo son Etiopía, Tanzania,
Kenia, Suráfrica y Chad, lo que demuestra que los
australopitecinos poblaron ampliamente el continente africano.
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Los fósiles aportan gran cantidad de información sobre la
estructura física y las actividades de los primeros
australopitecinos, pero no así sobre las características físicas
externas tales como el color y la textura de la piel o del pelo,
o sobre ciertos comportamientos tales como los métodos de
obtención de alimentos o los patrones de interacción social. Por
esta razón los científicos estudian a los grandes simios
actuales —en particular a los africanos— para llegar a una mejor
comprensión del aspecto y de la conducta de los primeros, y de
cómo se produjo la transición de simio a ser humano. |
Así, por ejemplo, los australopitecinos probablemente se
parecían a los grandes simios en características como la forma
del rostro o la cantidad de pelo en el cuerpo. También el tamaño
del cerebro era aproximadamente igual, por lo que es probable
que tuvieran una capacidad mental similar. Su vida social
posiblemente se parecía a la de los chimpancés.
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Como caminaban los primeros
Australopitecus. |
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Por Mariano Magnussen Saffer. Integrante de Grupo
Paleo, Museo Municipal Punta Hermengo de Miramar y
Fundación Argentavis.
marianomagnussen@yahoo.com.ar
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Magnussen Saffer,
Mariano (2013).
Como caminaban los
primeros Australopitecus.
Paleo, Revista Argentina de Paleontología. Boletín
Paleontológico. Año 11. 90: 20-23. |
La mayor parte de las
principales características físicas humanas de los
australopitecinos estaban relacionadas con su postura bípeda.
Antes de ellos, nunca un mamífero había desarrollado una
anatomía que le permitiera andar erguido de forma habitual.
También tenían dientes caninos pequeños, comparados con los
grandes caninos que se encuentran en casi todos los demás
primates catarrinos.
Sin embargo, otras características de los australopitecinos
recordaban a sus antepasados simios: un cráneo bajo tras un
rostro prominente y un tamaño de cerebro de 390 a 550 cm3
—similar al de los simios. El peso de los australopitecinos,
estimado a partir de sus huesos, oscilaba entre 27 y 49 kg y su
altura entre 1,1 y 1,5 m, valores que se aproximan mucho a los
de los chimpancés (erguidos). Algunas especies de
australopitecinos presentaban un marcado dimorfismo sexual —los
machos eran mucho mayores que las hembras— rasgo también
encontrado en gorilas, orangutanes y otros primates.
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Los australopitecinos también tenían dedos curvos y pulgares
largos con amplia movilidad. En comparación, los dedos de los
simios son más largos, más potentes y más curvados, adaptación
que les permite perfectamente colgarse y balancearse en las
ramas. Los simios también presentan pulgares muy cortos que
limitan su capacidad para manipular objetos pequeños. Los
paleoantropólogos especulan con la posibilidad de que los
pulgares largos y diestros de los australopitecinos les
permitiesen utilizar utensilios de forma más eficaz que en el
caso de los simios.
La anatomía de los australopitecinos muestra una serie de
adaptaciones para la bipedación, tanto en la parte superior como
inferior del cuerpo. Entre las adaptaciones de la parte inferior
se incluyen las siguientes: el ilion, o hueso de la cadera que
sobresale por encima de la articulación, era mucho más corto y
ancho que en los simios, lo que permitía a los músculos
equilibrar el cuerpo tras cada paso. La pelvis también tenía
forma cóncava para alojar los órganos internos durante la
postura erguida. La parte alta de los miembros inferiores
formaban un ángulo hacia el interior desde la articulación de la
cadera, permitiendo así a las rodillas soportar mejor el peso
del cuerpo al andar erguido. Por el contrario, los miembros
inferiores de los simios están colocados casi en sentido
vertical desde la cadera, de forma que cuando andan erguidos su
cuerpo se balancea hacia los lados. Los australopitecinos tenían
los dedos de los pies más cortos y menos flexibles que los
simios, de forma que actuaban como palancas para impulsar el
cuerpo a cada paso. |
Por encima de la pelvis también se produjeron otras
adaptaciones. La columna australopitecina presentaba una curva
en S que disminuía la longitud total del torso y le confería
rigidez y equilibrio cuando se encontraba erguido; los simios,
por el contrario, tienen una columna relativamente recta. El
cráneo australopitecino también presentaba una adaptación
importante relacionada con la bipedación: la abertura en la base
del cráneo a través de la cual se conecta la médula espinal con
el cerebro, denominada foramen magnum, se encontraba en una
posición más adelantada que en los simios, lo que permitía a la
cabeza mantenerse en equilibrio sobre la columna erguida.
Está claro que los australopitecinos caminaban erguidos sobre el
suelo, pero los paleoantropólogos no tienen una opinión unánime
sobre si pasaban también una parte importante de su tiempo en
los árboles. Algunas características físicas como, por ejemplo,
los dedos curvos y largos y los brazos alargados parecen
confirmar que así era. Sin embargo, los dedos, a diferencia de
los de los simios, tal vez no eran lo suficientemente largos
como para permitirles balancearse de rama en rama.
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Los caninos del hombre, comparados con los de los simios, son
muy pequeños. Éstos —en especial los machos— tienen caninos
fuertes, prominentes y afilados que utilizan como arma
disuasoria en caso de agresión y en ocasiones como arma de
defensa. A lo largo de 4 millones de años los australopitecinos
fueron desarrollando unos caninos más pequeños y más planos,
característica común a los seres humanos. La reducción de los
caninos puede haber estado relacionada con un aumento en la
cooperación social entre los individuos y, por consiguiente, con
una menor necesidad por parte de los machos de mostrar su
agresividad. |
Los australopitecinos pueden dividirse en un primer grupo de
especies, conocido como australopitecinos gráciles, aparecidos
hace más de 3 millones de años, y un grupo posterior, conocido
como australopitecinos robustos, que evolucionó en los últimos 3
millones de años. Los primeros —a partir de los cuales
evolucionaron varias especies en los últimos 4,5 a 3 millones de
años— presentaban, por lo general, dientes y mandíbulas más
pequeñas. Los robustos, de evolución posterior, presentaban
rostros más anchos con mandíbulas y molares grandes. Estas
características indican una masticación potente y prolongada de
alimentos; los análisis realizados del desgaste de la superficie
de masticación de los molares de los australopitecinos robustos
apoyan esta idea. Algunos fósiles de la primera especie de
australopitecinos tienen características parecidas a las de la
especie posterior, lo que sugiere que los robustos evolucionaron
a partir de uno o más antepasados gráciles. Un fragmento de
mandíbula con un molar de hace 5 millones de años y otra
mandíbula con dos molares de hace 4,5 millones de años, ambos de
Kenia, pueden ser los fósiles de australopitecino más antiguos
encontrados hasta el momento.
Muchos
científicos creen que los australopitecinos robustos representan
un grupo evolutivo de homínidos diferente ya que comparten
características asociadas a una masticación poderosa. Según esta
hipótesis, el Australopithecus aethiopicus se
separó de los demás australopitecinos dando más tarde lugar a
las especies A. boisei y A. robustus.
Los paleoantropólogos que apoyan esta hipótesis piensan que los
robustos deben ser clasificados dentro del género
Paranthropus, nombre original dado a la especie
meridional, por lo que a veces a estas tres especies se las
denomina P. aethiopicus, P. boisei y P.
robustus.
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Otros paleoantropólogos piensan que las especies robustas
orientales, A. aethiopicus y A. boisei,
pueden haber evolucionado a partir de un primitivo
australopitecino de la misma región, tal vez el A.
afarensis. Según esta hipótesis, el A. africanus
dio lugar solamente a la especie meridional, el A.
robustus. Los científicos denominan a este tipo de casos
—en el que dos o más especies independientes evolucionan con
características similares en diferentes lugares o en momentos
diferentes— evolución paralela. |
En el caso de que se
hubiera producido una evolución paralela en los australopitecinos, las
especies robustas formarían dos ramas separadas del árbol
genealógico del ser humano.
Los últimos australopitecinos robustos se extinguieron hace unos
1,2 millones de años. Aproximadamente en esa época los patrones
climáticos en todo el mundo entraron en un periodo de
fluctuación lo que pudo dar lugar a una reducción de los
alimentos de los que dependían los robustos. La interacción con
miembros del género Homo de cerebro más grande, tales como el
Homo erectus, también puede haber contribuido al
declive de los últimos australopitecinos, aunque no existe
evidencia fehaciente de este tipo de contacto directo.
La
competencia con algunas otras especies de monos y cerdos
herbívoros, que vivían en aquella época en África, pudo haber
sido un factor todavía más importante. Pero las razones por las
que los australopitecinos robustos se extinguieron después de
haber vivido durante un periodo de tiempo tan prolongado todavía
no se conocen con certeza.
Los australopitecinos más
primitivos.
Por Mariano Magnussen Saffer. Integrante de Grupo
Paleo, Museo Municipal Punta Hermengo de Miramar y
Fundación Argentavis.
marianomagnussen@yahoo.com.ar
Magnussen Saffer,
Mariano (2014). Los australopitecinos más primitivos. Paleo, Revista Argentina de Paleontología. Boletín
Paleontológico. Año XII. 98: 24-28.
Los paleoantropólogos
reconocen al menos cuatro especies de australopitecinos: la
primera pertenece al género Ardipithecus y las
otras tres al género Australopithecus.
Australopithecus, es un género extinto de primates homínidos que
comprende seis especies. Las especies de este género habitaron
en África desde hace algo más de 4 millones de años hasta hace
unos 2 millones de años, del Zancliense (Plioceno inferior) al
Gelasiense (Pleistoceno inferior). La mayor novedad aportada por
los australopitecos es que se desplazaban de manera bípeda. El
tamaño de su cerebro era similar al de los grandes simios
actuales. Vivían en las zonas tropicales de África,
alimentándose de frutas y hojas. Existe consenso en que los
australopitecos jugaron un papel esencial en la evolución humana
al ser una de las especies de este género la que dio origen al
género Homo en África hace unos 2 millones de
años.
Ardipithecus ramidus.
White et al., 1994.
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Un científico etíope, miembro
de un equipo de investigación dirigido por el paleoantropólogo
estadounidense Tim White, descubrió en 1994 la especie
australopitecina más antigua conocida en Etiopía. Estos fósiles
identificados como homínidos fueron datados aproximadamente en
unos 4,4 millones de años de antigüedad. White y sus colegas
bautizaron a su descubrimiento como Ardipithecus ramidus.
Ramid significa ‘raíz’ en la lengua afar de Etiopía y hace
referencia a la proximidad de esta nueva especie a las raíces de
la humanidad. En el momento del descubrimiento, el género
Australopithecus ya estaba científicamente establecido.
White dio al género el nombre de Ardipithecus para
diferenciar a esta nueva especie de otros australopitecinos, ya
que sus fósiles presentaban una combinación muy antigua de
características simiescas y homínidas. Los dientes del
Ardipithecus ramidus presentaban una fina capa exterior
de esmalte —rasgo también observado en los simios africanos pero
no en otras especies de australopitecinos ni en la mayoría de
los fósiles de simios más antiguos. Este rasgo sugiere una
relación bastante estrecha con un antepasado simio africano.
Además, el esqueleto muestra grandes similitudes con el del
chimpancé aunque tiene caninos ligeramente más pequeños y
adaptaciones a la bipedación.
Australopithecus anamensis. Leakey
et al, 1995.
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Australopithecus anamensis Australopithecus
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Australopithecus anamensis Australopithecus anamensis
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En 1965 un equipo de
investigación de la Universidad de Harvard descubrió un hueso
procedente del brazo de un homínido en el yacimiento de Kanapoi,
en el norte de Kenia. Los investigadores estimaron la antigüedad
de este hallazgo en 4 millones de años, pero no pudieron
identificar la especie a la que pertenecía ni proseguir la
búsqueda de otros fósiles relacionados. No fue hasta 1994 que un
equipo de investigación, dirigido por el paleoantropólogo
keniata de origen británico Meave Leakey, encontró en este
yacimiento numerosos dientes y fragmentos de hueso que pudieron
relacionarse con el fósil anteriormente descubierto. Leakey y
sus colegas determinaron que los fósiles pertenecían a una
especie muy primitiva de australopitecino, al que se le dio el
nombre de Australopithecus anamensis. Desde
entonces, los investigadores han seguido encontrando otros
fósiles de A. anamensis en yacimientos cercanos
datados entre 4,2 y 3,9 millones de años de antigüedad. El
cráneo de esta especie es parecido al del simio, pero su larga
tibia (hueso de la parte inferior de la pierna) indica que al
caminar todo el peso del cuerpo se apoyaba alternativamente en
una de las extremidades inferiores, como es habitual en la
bipedación.
Australopithecus
afarensis.
Johanson; White & Coppens, 1978.
El Australopithecus
anamensis era bastante similar a otra especie mucho
mejor conocida, el A. afarensis, un
australopitecino grácil que vivió en África oriental hace unos
3,9 a 2,9 millones de años. El fósil más importante encontrado
de esta especie, conocido como Lucy, es parte del esqueleto de
un ejemplar femenino descubierto en 1974 por el paleoantropólogo
norteamericano Donald Johanson en Hadar, Etiopía. Lucy vivió
hace unos 2,6 a 3,6 millones de años. Los científicos han
identificado varios cientos de fósiles de A. afarensis
procedentes de Hadar, incluida una colección de fósiles
pertenecientes al menos a 13 individuos de ambos sexos y
diferentes edades, descubiertos todos ellos en el mismo
yacimiento. Los investigadores que trabajan en el norte de
Tanzania han descubierto asimismo huesos fosilizados de A.
afarensis en Laetoli. Este yacimiento, datado en unos
3,6 millones de años de antigüedad, es famoso por sus
espectaculares huellas de homínidos bípedos. Estas huellas,
conservadas en cenizas volcánicas fosilizadas, fueron
descubiertas en 1978 por un equipo de investigadores dirigido
por la paleoantropóloga británica Mary Leakey y proporcionan una
evidencia irrefutable de que los australopitecinos caminaban
normalmente erguidos. Los paleoantropólogos han barajado
diferentes interpretaciones de las características del A.
afarensis y del lugar que ocupan en el árbol genealógico
del ser humano. Una de las controversias se centra en las
huellas de Laetoli que, según algunos científicos, muestran que
la anatomía del pie y el porte del A. afarensis no
coincidían exactamente con los del hombre moderno. Esta
observación parece indicar que los primeros australopitecinos no
vivían básicamente sobre el suelo o que al menos una parte
importante de su tiempo lo pasaban en los árboles. El esqueleto
de Lucy indica asimismo que el A. afarensis tenía
unos brazos más largos y potentes que la mayoría de las especies
de homínidos posteriores, lo que sugiere que estaba
especialmente adaptada para trepar a los árboles. Otro debate se
centra en la clasificación científica de los fósiles de A.
afarensis. Comparados con Lucy, que tenía una altura
máxima de unos 1,2 m, otros fósiles procedentes de Hadar y
Laetoli identificados como A. afarensis
pertenecían a individuos de alturas de hasta 1,5 m. Esta gran
diferencia de tamaño llevó a algunos científicos a pensar que el
conjunto de fósiles actualmente clasificados como A.
afarensis realmente representaba a dos especies. La
mayoría de los científicos, sin embargo, piensan que los fósiles
pertenecen a una sola especie con un alto grado de dimorfismo
—diferencia de tamaño entre los sexos. Los defensores de esta
hipótesis destacan que los dos fósiles de adultos, el alto
(probablemente masculino) y el bajo (probablemente femenino)
fueron descubiertos juntos en un mismo yacimiento en Hadar. Un
tercer debate surge de la teoría de que el A. afarensis
era el antepasado común tanto de los posteriores
australopitecinos como del género Homo. Esta idea sigue siendo
una hipótesis sólida, aunque la similitud entre ésta y otra
especie de australopitecino —una del sur de África denominada
Australopithecus africanus— hace difícil decidir cuál
de las dos especies dio realmente lugar al género Homo.
Australopithecus
africanus. Dart,
1925.
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El Australopithecus
africanus habitó en la región del Transvaal de la actual
Suráfrica hace unos 3 a 2,5 millones de años. Fue el anatomista
de origen australiano Raymond Dart quien en 1924 descubrió esta
especie —el primer australopitecino conocido— en Taung,
Suráfrica. A este espécimen, una cría pequeña, se le bautizó
como el Niño Taung. Tras este descubrimiento y durante décadas
casi ningún científico apoyó la teoría de Dart de que el cráneo
procedía de un antepasado homínido. A finales de la década de
1930, diferentes equipos dirigidos por el paleontólogo
surafricano de origen escocés Robert Broom descubrieron otros
muchos cráneos y huesos de A. africanus en el yacimiento
Sterkfontein del Transvaal. El A. africanus tenía,
por lo general, un cráneo más globular y un rostro y dientes con
un aspecto menos primitivo que el del A. afarensis.
Por ello, algunos científicos consideran que la especie
meridional del primitivo australopitecino pudiera ser un
antepasado del género Homo. Según otros científicos, sin
embargo, ciertas características faciales y craneales que
denotan una complexión fuerte lo identifican como un antepasado
de los australopitecinos robustos que vivieron posteriormente en
la misma región. En 1998 un equipo de investigación dirigido por
el paleoantropólogo surafricano Ronald Clarke descubrió un
esqueleto casi completo de australopitecino primitivo en
Sterkfontein. Este importante hallazgo puede resolver algunas de
las cuestiones pendientes sobre la ubicación del A.
africanus dentro de la historia de la evolución humana.
Australopithecus sediba.
Lee Berger et al., 2010.
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Una nueva especie de homínido
descubierta en Sudáfrica podría ser el vínculo evolutivo entre
el simio y el hombre moderno, afirma un equipo internacional de
investigadores. Los científicos encontraron fósiles de dos
esqueletos de unos dos millones de años de antigüedad, un joven
y una hembra adulta, de una especie hasta ahora desconocida y
que ha sido llamada Australopithecus sediba.
Los esqueletos fueron hallados
en la región de Malapa, a 40 kilómetros de Johannesburgo, en un
lugar conocido como la "Cuna de la Humanidad". éste es un buen
candidato para pertenecer a la especie de transición entre el
hombre mono africano, el Australopithecus africanus
y el Homo habilis, o incluso podría ser un
antepasado directo del Homo erectus. Se cree que los
Australopithecus, un grupo de homínidos primates que
surgieron en África hace unos 3,9 millones de años, gradualmente
evolucionaron hasta convertirse en la primera especie de los
Homo. Con el paso del tiempo, los australopitecos
-que se desplazaban de forma bípeda- fueron perdiendo sus
características de primates, comenzaron a caminar erguidos y su
capacidad cerebral fue incrementándose.
Bibliografía sugerida:
Becklink =, Roger B.; Linda Black, Larry S. Krieger, Phillip C.
Naylor, Dahia Ibo Shabaka, (1999). World History: Patterns of
Interaction. Evans ton, IL: McDougal Littell.
Berger LR, de Ruiter DJ, Churchill SE, Schmid P,
Carlson KJ, Dirks PHGM, Kibii JM (2010). «Australopithecus
sediba: A New Species of Homo-Like Australopith from South
Africa». Science
328: pp. 195-204
Dart R. A.
(1925): Australopithecus africanus: the man-ape of South Africa.
Lorenzo, C.
(2005). «Primeros homínidos. Géneros y especies». En Carbonell,
E. (coord.) (en español).
Homínidos: las primeras ocupaciones de los continentes.
Barcelona, España: Editorial Ariel. pp. 784
Toth, Nicholas and Schick, Kathy (2005). African Origins in The
Human Past: World Prehistory and the Development of Human
Societies.
London: Thames and Hudson. pp. 60.
Los Australopitecinos
posteriores.
Por Mariano Magnussen Saffer. Integrante de Grupo
Paleo, Museo Municipal Punta Hermengo de Miramar y
Fundación Argentavis.
marianomagnussen@yahoo.com.ar
Magnussen Saffer,
Mariano (2014).
Los
últimos
australopitecinos.
Paleo, Revista Argentina de Paleontología. Boletín Paleontológico. Año XII. 103:
23-25.
Unos 2,7 millones de años después, los
australopitecinos robustos habían evolucionado. Estas especies
tenían lo que los científicos denominan molares megadónticos
—grandes molares y premolares recubiertos con una gruesa capa de
esmalte. Sus incisivos, por el contrario, eran pequeños. Los
robustos tenían asimismo un rostro ancho, aplanado y más
vertical que los australopitecinos gráciles. Esta constitución
les permitía mitigar el estrés causado por una masticación
fuerte. En la parte superior de la cabeza los australopitecinos
robustos tenían una cresta sagital (a lo largo de la parte
superior del cráneo desde la parte anterior a la posterior) a la
que estaban conectados los músculos de la mandíbula. Los arcos
cigomáticos (que se extienden desde los huesos de las mejillas a
las orejas) sobresalían curvados por los laterales del rostro y
del cráneo formando unas aberturas muy amplias para que los
fuertes músculos masticatorios pudieran llegar a insertarse en
la mandíbula inferior. En conjunto, estas características
indican que los australopitecinos robustos masticaban con fuerza
y durante largos periodos de tiempo.
Otras especies animales antiguas herbívoras, tales como algunos
tipos de cerdos salvajes, presentaban adaptaciones similares en
su anatomía facial, dental y craneana. Por lo tanto, los
científicos piensan que los australopitecinos robustos tenían
una dieta basada parcialmente en plantas duras y fibrosas tales
como vainas y tubérculos. El análisis al microscopio del
desgaste de los dientes de algunos especimenes de
australopitecino robusto parece apoyar la idea de una dieta
vegetariana, aunque los análisis químicos en fósiles sugieren
que la especie robusta meridional pudo haber comido también
carne.
En un principio los científicos utilizaron el término robusto
para referirse a los australopitecinos posteriores basándose en
la creencia de que éstos tenían un cuerpo mucho más grande que
los primitivos, los australopitecinos gráciles. Sin embargo,
investigaciones posteriores han revelado que los
australopitecinos robustos tenían aproximadamente la misma
altura y el mismo peso que las especies Australopithecus
afarensis y A. africanus.
Australopithecus
aethiopicus.
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Australopithecus aethiopicus Australopithecus aethiopicus |
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Australopithecus aethiopicus Australopithecus aethiopicus |
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La primera especie robusta
conocida, Australopithecus aethiopicus, vivió en
África oriental hace unos 2,7 millones de años. En 1985 el
paleoantropólogo estadounidense Alan Walker descubrió a orillas
del lago Turkana, Kenia, el fósil de un cráneo datado en 2,5
millones de años de antigüedad que ayudó a definir esta especie.
A este fósil se le denominó el “cráneo negro” por el color que
presentaba tras absorber los minerales del suelo. El cráneo
presentaba una elevada cresta sagital hacia la parte posterior
del cráneo y una parte inferior del rostro que sobresalía con
respecto a la frente. El A. aethiopicus compartía
algunas características primitivas con el A. afarensis
—es decir, rasgos que se habían originado en el primitivo
australopitecino de África oriental, lo que pudiera indicar que
el A. aethiopicus había evolucionado a partir del
A. afarensis.
Paranthropus boisei.
Louis Leakey, 1959.
Es una especie de homínido extinta de África
Oriental, que vivió en un entorno seco y se
alimentaba de vegetales duros, para lo que
desarrolló un potente aparato masticador destinado a
triturar semillas y raíces. Aparece en el registro
fósil en sedimentos del Pleistoceno inferior a
medio, de hace entre 2,3 (Gelasiense) y 1,2 millones
de años (Calabriense). El primer ejemplar conocido
fue un cráneo (OH 5), descubierto por Mary Leakey el
17 de julio de 1959 en la garganta de Olduvai,
Tanzania; datado en 1,75 millones de años. Louis
Leakey clasificó inicialmente la especie como
Zinjanthropus boisei; "boisei" por el
antropólogo Charles Boise; "zinj", una antigua
palabra para designar a África Oriental, y "anthropus",
hombre. Otro cráneo fue encontrado en 1969 por
Richard Leakey en Koobi Fora cerca del lago Turkana.
La especie fue adscrita al género Paranthropus
por Robinson en 1960, y posteriormente al género
Australopithecus por Leakey et al. en
1964, sin embargo ha prevalecido la adscripción de
Robinson. Su capacidad craneal era de alrededor de
515 cm3, la cara está muy reforzada, con
unos incisivos muy pequeños, pero unos enormes
molares y una cresta sagital a la que debían unirse
unos grandes músculos masticadores. Su foramen
magnum está más adelantado que en
Australopithecus (como en el género
Homo). Por lo demás, el peso, estatura y aspecto
general es muy parecido a los otros
Australopithecus. Los machos pesaban en promedio
49 kg y las hembras 34 kg. Paranthropus boisei
vivió en un medio ambiente más seco que sus
ancestros Australopithecus. Ante el cambio
climático, las especies de éste género recurrieron a
la especialización de su aparato masticador para
poder sobrevivir en un medio más seco. Así, con unas
poderosas mandíbulas pudo tener acceso a raíces,
tallos gruesos, etc. En cambio, el resto de su
estructura corporal no varió prácticamente nada con
respecto a sus antecesores Australopithecus.
Australopithecus
boisei.
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Australopithecus
boisei Australopithecus
boisei |
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Australopithecus
boisei Australopithecus
boisei
boisei |
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El Australopithecus
boisei, el otro australopitecino robusto conocido de
África oriental, vivió durante un largo periodo de tiempo hace
aproximadamente entre 2,5 y 1,5 millones de años. En 1959 Mary
Douglas Leakey descubrió un fósil original de esta especie —un
cráneo casi completo—en el yacimiento de la garganta de Olduvai,
en Tanzania. El paleoantropólogo de origen keniata Louis Leakey,
esposo de Mary, denominó en un principio a la nueva especie
Zinjanthropus (que significa ‘hombre de África
oriental’). Este cráneo —de más de 1.750.000 años— presenta las
características más específicas de todas las especies robustas:
tiene un rostro fuerte, ancho y hundido capaz de soportar un
esfuerzo de masticación extremo, así como molares de un tamaño
cuatro veces el del ser humano moderno. A partir del
descubrimiento del Zinjanthropus, reconocido
actualmente como un australopitecino, los científicos han
encontrado un gran número de fósiles de A. boisei en Tanzania,
Kenia y Etiopía.
Australopithecus
robustus.
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Australopithecus
robustus |
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Australopithecus
robustus Australopithecus
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La
especie meridional robusta, denominada Australopithecus
robustus, vivió hace entre unos 2 y 1,5 millones de años
en el Transvaal, la misma región en la que habitó el A.
africanus. En 1938 Robert Broom, que ya había
descubierto muchos fósiles de A. africanus,
adquirió un fósil de mandíbula con un molar que presentaba un
aspecto diferente al del A. africanus. Después de
descubrir el yacimiento de Kromdraai, del que procedía este
fósil, Broom recogió muchos otros huesos y dientes de este tipo
que le llevaron a establecer una nueva especie que denominó
Paranhtropus robustus (Paranthropus
significa ‘al lado del hombre’). Posteriormente los científicos
dataron este cráneo en aproximadamente 1,5 millones de años. A
finales de la década de 1940 Broom descubrió gran número de
fósiles de esta especie en el yacimiento de Swartkrans,
Transvaal.
Bibliografía Sugerida:
Barnett, S. A. y otros. Un siglo después de
Darwin. 2 vols. Madrid: Alianza Editorial, 1985. Obra
divulgativa sobre la evolución y el origen del hombre.
Benton, Michael J. Paleontología y evolución. Lleida: Editorial
Perfils, 1995. Obra divulgativa sobre la evolución de los
vertebrados.
Bernal, J. D. El origen de la vida. Barcelona: Ediciones
Destino, 1977. Obra divulgativa; incluye bibliografía y
glosario.
Darwin, Charles. Origen de las especies. Madrid: Ediciones Akal,
2ª ed., 1994. Libro donde el autor fundamenta su teoría de la
evolución.
Dobzhansky, Theodosius. Evolución. Barcelona: Ediciones Omega,
1988. Revisión de la teoría de la evolución.
Ghiselin, Michael T. El triunfo de Darwin. Madrid: Ediciones
Cátedra, 1983. Obra divulgativa sobre la teoría evolutiva de
Darwin.
Gould, Stephen Jay. El pulgar del panda. Barcelona: Ediciones
Omega, 1976. Obra divulgativa sobre diferentes aspectos de la
evolución.
Gould, Stephen Jay. Dientes de gallina y dedos de caballo.
Barcelona: Editorial Crítica, 1995. Obra divulgativa de
paleontología y evolución.
Gould, Stephen Jay. La sonrisa del flamenco. Barcelona:
Editorial Crítica, 1987. Obra divulgativa sobre diferentes
aspectos de la evolución.
Museo de Ciencias Naturales. Historia de la vida. Madrid: CSIC,
1991. Obra sobre la evolución de los organismos, muy bien
ilustrado.
Oparin, A. I. Origen de la vida sobre la Tierra. Madrid:
Editorial Tecnos, 1979. Obra divulgativa clásica sobre los
orígenes de la vida.
Reichholf, Josef H. La aparición del hombre. Barcelona:
Editorial Crítica, 1994. Origen y evolución del hombre desde las
últimas investigaciones en genética.
Ridley, Mark. La evolución y sus problemas. Madrid: Ediciones
Pirámide, 1987. Obra sobre las controversias originadas por la
teoría evolutiva.
Ruse, Michael. La revolución darwinista. Madrid: Alianza
Editorial, 1983. Obra divulgativa sobre la teoría de la
evolución de Darwin.
Weiner, J. S. El hombre: orígenes y evolución. Barcelona:
Ediciones Destino, 1980. Obra divulgativa; incluye glosario y
bibliografía. |