Paranthropus boisei,se alimentaba de chufas en África hace dos
millones de años.
Publicado
en Paleo.
Año XII. Numero 100. Marzo de 2014.
El análisis de la
dentadura del Paranthropus boisei,
el ‘hombre cascanueces’ que vivió al este de África hace millones de
años, revela que la alimentación de este antepasado homínido se basaba
en tubérculos como la chufa.
Un antepasado del ser
humano actual, el Paranthropus
boisei, conocido como el ‘hombre cascanueces’ por sus
dientes grandes y planos, tenía una dieta basada en tubérculos como la
chufa, la misma planta herbácea de la que se obtiene la horchata
valenciana. Así lo asegura un estudio de la de Oxford tras haber
analizado los restos fósiles de una dentadura de este homínido extinto y
compararlos con la alimentación de los monos babuinos contemporáneos.
El trabajo, publicado
hoy en la revista Plos One,
indica que el hombre cascanueces, que vivió en el este de África hace
entre 1,5 y 2,5 millones de años, se alimentaba en gran medida de bulbos
de chufa, un tubérculo común en esa región del continente muy rico en
almidón, y que completaba su dieta con pequeños insectos y gusanos.
“Lo más
emocionante de este descubrimiento es que, por primera vez,
podemos explicar todos los aspectos de la morfología de estos
ejemplares: la robusta estructura dentocraneal debido a la
masticación repetitiva y el espesor del esmalte por la abrasión
de los almidones”, explica a SINC Gabriele Macho, actualmente
investigadora de la Universidad de Oxford y autora principal del
estudio, que trabajó en el Instituto Catalán de Paleontología
Miquel Crusafont.
Los bulbos de
chufa son muy abundantes en el este de África, por lo que era
muy fácil que el homínido pudiera acceder al alimento.
“El Paranthropus boisei podía
obtener suficientes calorías y proteínas en periodos de entre dos a
cinco horas”, señala Macho. Los investigadores concluyen que la
alimentación del hombre cascanueces es similar a la que mantienen
actualmente algunos primates. “La dieta es esencialmente la misma que la
de los monos babuinos, basada preferentemente en bulbos de chufa de la
especie Cyperus esculentus”,
indica Macho.
Para comprobarlo, los
científicos utilizaron datos sobre la dieta de los babuinos del Parque
Nacional de Amboseli en Kenia, un entorno similar al que habitó el
hombre cascanueces. Macho observó el proceso de selección que los
babuinos llevaban a cabo intuitivamente para escoger los alimentos de
acuerdo a sus necesidades.
Con los datos de
investigaciones anteriores, Macho asegura que la dentadura del Paranthropus boisei tienen
un desgaste similar al de los dientes de los babuinos, causado por el
almidón de estos tubérculos, lo que demuestra un patrón de consumo
semejante. “Estos bulbos de chufa tienen propiedades físicoquímicas
específicas que explican la peculiar morfología dental del hombre
cascanueces”, subraya Macho.
Para digerir las chufas
y permitir que las enzimas de la saliva descompusieran los almidones de
estos tubérculos, los homínidos tendrían que masticar el alimento
durante mucho tiempo. El proceso aumentaba la presión sobre las
mandíbulas y los dientes, lo que explica la forma craneal de este
homínido, según los investigadores.
"Por primera
vez, podemos explicar todos los aspectos de la morfología del
'hombre cascanueces'" Estudios anteriores sugerían que la
dentadura de este homínido estaba preparada para la ingestión de
alimentos duros, como nueces, pero nuevos hallazgos señalaron
que la morfología de los dientes parecía mejor diseñada para
triturar alimentos blandos.
Una reciente
investigación afirmaba que el Paranthropus boisei
comía pastos y juncos, aunque existen dudas sobre si estos
vegetales, ricos en fibra, serían de una calidad suficiente para
un homínido de tamaño mediano y cerebro grande como el
cascanueces.
La comparación
realizada por la investigadora de la Universidad de Oxford entre
babuinos y los restos fósiles dentales indica que este homínido habría
tenido altas cantidades de minerales, vitaminas y ácidos grasos
especialmente importantes para el desarrollo de su cerebro gracias a la
chufa. “Nuestra investigación señala que estos homínidos fueron
selectivos con las hierbas que comían”, asegura Macho.
“Los Paranthropus boisei fueron
capaces de sobrevivir con chufas más de un millón años gracias a que
pudieron alimentarse con éxito y facilidad, incluso a través de los
períodos de cambio climático”, recalca la investigadora. Los expertos
calculan que un homínido podría extraer suficientes nutrientes para una
dieta a base de chufa, unas 2.000 calorías al día, en un periodo de
entre dos y tres horas
Españoles hallan por primera vez parte del esqueleto de
un Parántropo boisei.
Publicado
en Paleo.
Año XII. Numero 99. Marzo de 2014.
Investigadores
españoles han hallado por primera vez parte del esqueleto de un
Parántropo boisei, un homínido de la familia de los Australopitecus que
se extinguió hace 1,2 millones de años en el África Oriental y del que
hasta ahora sólo se habían encontrado fósiles del cráneo.
Los restos fueron
hallados por investigadores del Instituto de Evolución en África, un
equipo dirigido por el director del Museo Arqueológico Regional de
Madrid, Enrique Baquedano, y por el profesor de Prehistoria de la
Universidad Complutense de Madrid Manuel Domínguez.
El hallazgo,
descrito en el último número de la revista científica Plos One,
consta de varias
piezas dentales y de huesos de extremidades (un brazo y una
pierna) de un macho adulto de Parántropo boisei,
una especie descubierta en 1959 por el matrimonio de
antropólogos británicos Mary y Louis Leakey.
“Hasta ahora, sólo se habían hallado principalmente partes de la
cabeza;
en concreto, del cráneo y de la mandíbula, pero no del resto del
esqueleto, por lo que el cuerpo de estos homínidos se conocía
muy mal”, explica Baquedano en declaraciones a Efe.
De hecho, “esa es la
importancia de nuestro trabajo. Hasta ahora se pensaba que los homínidos
anteriores al género humano no eran muy fuertes pero estos restos
demuestran que ya había homínidos
tan robustos como los primeros seres humanos o incluso más“,
agrega Domínguez.
El estudio de estos
restos ha permitido a los investigadores constatar que esta especie
“tenía una fortaleza descomunal. Realmente excepcional, especialmente en
los brazos”, tal vez porque estos animales no caminaban “completamente
erguidos”, según Baquedano.
Este ejemplar de
Parántropo tenía además “unos molares muy
desarrollados y unos caninos e incisivos muy pequeños,
lo que permite pensar que no eran nada omnívoros y sí grandes
consumidores de vegetales”, añade el investigador.
Además, concluye
Domínguez, “la biomecánica nos demuestra que hace poco más de un millón
de años todavía había criaturas en el linaje evolutivo humano que
dependían de la vida en los árboles y no sólo del suelo”.
Los huesos
fueron encontrados hace tres años en el yacimiento Bel Korongo
(Bel en honor a un amigo de la familia Leakey y Korongo por
“barranco” en swahili), situado en la garganta de Olduvai en
Tanzania.
Pese a no estar en la filogenia directa de los humanos actuales,
los Parántropos despiertan una enorme pasión en los antropólogos porque el primer gran fósil descubierto en África, el 17 de junio de
1959, fue un cráneo de esta especie, el OH5, encontrado por Mary
Leakey en el yacimiento FLK.
“Ese cráneo dio la
vuelta al mundoporque durante un tiempo se pensó que era un ancestro
nuestro hasta que casi un año después, el propio Louis Leaky halló
restos del primer Homo habilis en el mismo yacimiento”.
“Con este hallazgo, los españoles hemos logrado abrirnos un hueco y
escribir una página importante de la historia de la evolución humana
africana”, porque “es la “primera vez que un equipo español contribuye a
la construcción de una parte de la evolución humana en África“, destaca Baquedano.
Pero no sólo eso,
puntualiza Domínguez, “este hallazgo, sumado al del ADN encontrado en
Atapuerca, demuestra que los españoles están aportando información devanguardia
en la historia de la evolución y la antropología“.
EFE futuro
Homo Ergaster,
el homínido más antiguo del mundo en África.
.Publicado
en Paleo.
Año XII. Numero 99. Marzo de 2014.
Un individuo
cercano al metro ochenta, adulto y con una edad que se aproxima a los
dos
millones de años ha sido encontrado por el Instituto de
Evoluciones en África (IDEA) en la que es conocida como la cuna de la
humanidad, la Garganta de
Olduvai, en Tanzania.
Se
trataba de un Homo Ergaster,
cuyos restos con principios de artrosis en una mano y sus piezas
dentales desgastadas han demostrado que era de edad adulta.
El
proyecto es llevado a cabo por un equipo de científicos
españoles (sin financiación pública) en una campaña que
ya ha organizado 7 excavaciones a lo largo del año. Los restos se
encontraron por casualidad y gracias a los geólogos que se encontraban
realizando sus trabajos en la zona.
Tanto encima del metacarpo de la mano como de la muela, se encontraron
restos de
cenizas de procedencia volcánica de 1.8 millones de años,
de esto se deduce que, los restos cuentan con 1.9 millones de años,
explicaba el arqueólogo Manuel Domínguez-Rodrigo junto con su compañero
de dirección del proyecto y director del Museo Arqueológico de Madrid
Enrique Baquedano.
También se
encontraron
herramientas de piedra, restos de animales y una
fuente natural a unos 100 metros del lugar.
La dimensión
de los hallazgos aumenta al ver la interpretación que los
científicos dan a los mismos, ya que se demuestra queal
mismo tiempo convivían especies de Homo más grandes y más
pequeñas, además de ser el erectus capaz de
cazar animales que pesaban toneladas, algo que hasta el momento
se le atribuía al Homo habilis.
De igual
manera se le
atribuían herramientas al primero que parecen ser del segundo.En ésta línea se desprende que resultaría fácil deducir que
sólo uno de los dos se comportaba complejamente pese a su
coexistencia durante más de 500.000 años.
Otro
gran descubrimiento en la zona ha sido el de partes de un esqueleto de
Parantrophus boisei que cuenta con 1.300.000 años de
edad con unas extremidades inferiores cuyo volumen era un 20% mayor al
de un neandertal, algo desconocido hasta el momento.
Esto
prueba que el que fuese bautizado como “cascanueces”,
se desenvolvía a través de los árboles, aunque también tocaba el piso,
lo cual le ayudó a sobrevivir más de 1.500.000 años.
También se halló un cráneo de un
recién nacido de más de un millón de años, probablemente
también de Homo ergaster, aunque está por analizar y confirmar.
Evolución humana en China.
Publicado
en Paleo.
Año XII. Numero 98. Marzo de 2014.
Un grupo de
científicos del Equipo Investigador de Atapuerca colabora en varias
materias con paleoantropólogos y arqueólogos del Instituto de
Paleontología de Vertebrados y Paleoantropología (IVPP) de Pekín
China tiene un
enorme potencial para el estudio de la evolución humana. En su haber
figuran cientos de yacimientos arqueo-paleontológicos, muchos de ellos
con restos fósiles humanos. La antigüedad de sus yacimientos lleva las
raíces de su primer poblamiento hasta el Pleistoceno Inferior, con
dataciones que rozan el millón y medio de años. Por descontado, su
historia milenaria más reciente es la de una civilización próspera y
rica en contribuciones al progreso de la humanidad.
La prehistoria de
China estuvo de moda en los años treinta y cuarenta del siglo XX,
gracias a los fabulosos hallazgos en el yacimiento de Chou-k’ou-tien (Zhoukoudian)
próximo a Pekín, que desgraciadamente se perdieron durante la segunda
guerra mundial. Desde entonces, la prehistoria de China estuvo sumida en
un gran desconocimiento para los científicos occidentales. Se publicaron
muchos trabajos sobre esos yacimientos en chino tradicional, el idioma
más hablado del mundo.
Pero esas
publicaciones han pasado inadvertidas por cuestiones obvias. Hasta hace
relativamente poco tiempo esta lengua (y otras muchas formas de la gran
familia de lenguas siníticas) apenas se han hablado fuera de las propias
fronteras de ese gran país.
Las cosas han
cambiado y lo están haciendo a gran velocidad. Los expertos chinos ya
han publicado docenas de trabajos en revistas científicas anglosajonas
(algunas de gran prestigio) y las cooperaciones están a la orden del
día. Recuerdo bien que durante los años ochenta del siglo XX el antiguo
poblamiento de China se percibía de manera muy simplista por falta de
información.
La idea
generalizada, que aún persiste, era la de un poblamiento
homogéneo por la especie Homo erectus, que colonizó el enorme
continente de Asia desde la región de Sunda (unidad territorial
de las grandes islas de Sumatra, Java y Borneo, etc. durante los
fuertes descensos del nivel del mar en las fases glaciales)
hasta más poco más allá del paralelo 45º. En pocos años los
prehistoriadores chinos más jóvenes han ido adaptando sus
hallazgos y descubrimientos a los paradigmas cambiantes
elaborados en el mundo occidental, tratando de eliminar ideas
conservadoras, casi dogmáticas.
Asia es un
enorme continente con una gran diversidad de ambientes. Antes
hablaba de las islas de Sumatra, Java y Borneo que, junto al
resto del sudeste asiático, gozan de un clima tropical.
En el norte de China
o en Mongolia, el clima continental y las frías temperaturas fueron una
barrera infranqueable para los homininos hasta la llegada de Homo
sapiens. Los miembros de nuestra especie se encontraron con poblaciones
reducidas y aisladas en zonas de clima aceptable (Homo erectus,
Denisovanos y quizá otras), con las que hibridaron de manera puntual y
tuvieron descendencia fértil. Así pues, no puede resultar extraño que
poco a poco se vaya descubriendo una gran diversidad morfológica en las
poblaciones humanas del Pleistoceno de China. Si durante el mismo
período la península europea tuvo una gran diversidad ¿que podemos
esperar del vastísimo territorio de Asia? Mi predicción es que pronto
habrá muchas sorpresas sobre el poblamiento de Asia.
El llamado “gigante
asiático” progresa en ciencia a enorme velocidad y sus cosmonautas ya
han pisado la luna. La arqueología y la paleoantropología de China
también han avanzado con paso firme. Sus científicos más jóvenes se han
ido formando en universidades de otros países y tienen un enorme interés
en dar a conocer el enorme patrimonio del país.
Muy pronto, esos
jóvenes estarán proponiendo sus propios paradigmas al mundo occidental.
Si China estuvo de moda en la primera mitad del siglo XX por los
hallazgos en Zhoukoudian, lo volverá a estar en los próximos decenios,
tanto por la puesta al día de sus innumerables yacimientos como por el
descubrimientos de otros muchos.
Un estudio de restos fósiles de Homo georgicus desvela su
dieta y enfermedades.
Publicado
en Paleo.
Año XII. Numero 98. Marzo de 2014.
Laura Martín-Francés
del CENIEH lidera un trabajo, portada de la revista 'Comptes Rendus
Palevol', sobre el resto mandibular del cráneo 5 hallado en el
yacimiento georgiano de Dmanisi
Un equipo del Centro
Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), liderado
por la investigadora del Grupo de Antropología Dental, Laura
Martín-Francés, es portada de la revista Comptes Rendus Palevol
con un artículo sobre restos fósiles mandibulares del cráneo 5, hallados
en el yacimiento georgiano de Dmanisi, que desvela la dieta y
enfermedades de Homo georgicus.
El análisis
paleopatológico de la mandíbula y de los restos dentales de este
individuo de 1,8 millones de años, conocido como D2600, ha revelado
signos de infección y dientes muy desgastados. Como explica Laura
Martín-Francés, presentan un severo e inusual patrón de desgaste, “lo
que nos llevó a realizar un estudio comparativo con otras especies del
registro fósil, ya que observamos que éste era diferente al de australopitecinos, H. heildebergensis y neandertales”.
La hipótesis presentada
sugiere que este patrón de desgate estaría relacionado con una ingesta
de alimentos fibrosos y abrasivos, como frutas y plantas, y, por tanto,
la dieta sería más parecida a la de chimpancés y gorilas. “Este tipo de
hábito alimenticio requiere procesos pre- y para-masticatorios que
serían los causantes de la morfología del desgate de la dentición
anterior y posterior”, señala. Laura Martín-Francés.
En este estudio también
se propone que la severidad del desgaste, producido por la
dieta, habría sido el causante del resto de patologías
observadas.
“Es decir, un
desgaste tan acusado deja, por una parte, la cavidad pulpar expuesta a
agentes infecciosos que habría derivado en los abscesos. Y, por otra
parte, el mismo desgaste, la ruptura del esmalte, y las migraciones
dentales afectan a la estabilidad de los movimientos masticatorios que
llegaron a causar la degeneración de la articulación mandibular o
artropatía temporomandibular”, explica Laura Martín-Francés.
Este artículo titulado
“Palaeopathology of the Pleistocene specimen D2600 from Dmanisi (Republic
of Georgia)” del que también se ha hecho eco la revista Nature es
fruto de de un Convenio de Cooperación entre España y la República de
Georgia, auspiciado por la Fundación Duques de Soria.
Encuentran fósiles de la mano de un Oreopithecus bambolii.
Publicado
en Paleo.
Año XII. Numero 97. Marzo de 2014.
Un extinto primate
lejano a nuestro linaje tenía la extrordinaria capacidad de sujetar
objetos con precisión haciendo una pinza con los dedos, parecido a lo
que hacemos nosotros
Investigadores del
Instituto Catalán de Paleontología Miquel Crusafont (ICP) han
descubierto que el Oreopithecus bambolii (mono del pantano), una especie
de primate hominoideo que habitó las actuales Toscana y Cerdeña hace
entre 8,2 y 6,7 millones de años, era capaz de sujetar objetos haciendo
una pinza con los dedos parecida a la que hacen los humanos, con una
precisión muy superior a la que realizan otros primates actuales.
Esta adaptación
habría permitido al mono obtener y procesar manualmente alimentos en un
ambiente insular donde los recursos eran escasos, según publica el autor
de la investigación, Sergio Almécija, en la revista American Journal of
Physical Anthropology.
El esqueleto más
completo de Oreopithecus bambolii fue descubierto en 1958 en una mina de
carbón. Corresponde a un joven adulto macho de unos 30 kilos conocido
con el apodo de "Sandrone". Aunque el Oreopithecus es un hominoideo
fósil europeo bien conocido, su clasificación ha sido siempre
controvertida.
Actualmente
es considerado un hominoideo, pero a mediados del siglo pasado,
algunos autores lo situaron cercano a cercopitécidos (grupo que
comprende los macacos o los babuinos, entre otros), o incluso
fue considerado como un representante de los primeros homininos
(el grupo que comprende los humanos y sus ancestros fósiles). La
dificultad en su clasificación es debida a que sus restos
parecen un puzzle de caracteres ancestrales y modernos.
La
morfología de la mano de Oreopithecus —y particularmente la de
su pulgar— ha sido objeto de gran controversia y muchas
publicaciones científicas durante los últimos 25 años, informan
desde el ICP.
En la nueva
investigación, el equipo de Sergio Almécija ha comparado la morfología
de la falange distal del pulgar de Oreopithecus con la de otras especies
actuales y fósiles: seres humanos, diversas especies de monos,
hominoideos actuales (gibones, orangutanes, gorilas y chimpancés), y
fósiles como Proconsul o Pierolapithecus (la especie encontrada en Els
Hostalets de Pierola y descrita por el espécimen conocido popularmente
como «Pau»).
El estudio concluye
que las proporciones de la falange distal del pulgar del Oreopithecus
son parecidas en especies actuales aparentemente tan diferentes como
gibones y gorilas, y también en especies fósiles como el Orrorin (uno de
los primeros miembros del linage humano) o el Proconsul, lo que los
investigadores han interpretado como una característica ancestral del
grupo.
Por otro lado, sin
embargo, la falange de Oreopithecus presenta algunas características
anatómicas que sólo se ha encontrado en humanos actuales y fósiles y que
estudios previos han relacionado con la capacidad humana de coger
objetos usando una pinza de precisión con las partes planas de las yemas
de los dedos del pulgar y el índice, una habilidad que se conoce en
inglés como pad-to-pad precision grip.
La gran
mayoría de primates no humanos son capaces de manipular objetos
con cierto grado de precisión utilizando el pulgar y uno o más
dedos, pero los humanos son los únicos que pueden sujetar
objetos de forma delicada pero segura entre las yemas del pulgar
y otros dedos. Esto es posible porque nuestro pulgar es robusto
y largo en relación al resto de dedos. En cambio, en los
hominoideos actuales como los chimpancés, el pulgar es
proporcionalmente mucho más corto que los otros dedos y sólo
pueden coger los objetos sujetándolos entre las puntas o los
lados de los dedos de una manera menos precisa.
En el Oreopithecus,
sin embargo, el pulgar era largo en relación al resto de dedos y usaba
una pinza de precisión de tipo humano para manipular alimentos.
Según los
investigadores, esta capacidad del Oreopithecus se puede explicar por
las características del ambiente donde vivió: hace 7 millones de años,
la zona de la Toscana y Cerdeña formaban parte de una isla. En
condiciones de insularidad, los animales desarrollan adaptaciones
particulares para minimizar el gasto energético, ya que el alimento
suele ser un recurso limitado y no suele haber depredadores terrestres
de los que huir. Estas adaptaciones incluyen cambios en la forma de
alimentarse y en la de desplazarse. En el caso de Oreopithecus, la
posibilidad de tomar alimentos con precisión la habría permitido ser más
eficiente en la recolección y sobrevivir en un entorno con escasez de
alimentos.
Los humanos éramos cuatro especies que se aparearon entre
sí.
Publicado
en Paleo.
Año XII. Numero 97. Marzo de 2014.
El genoma neandertal más completo hasta ahora revela que hubo
cohabitación entre este grupo, los sapiens modernos y los denisovanos,
además de una cuarta población que pudo ser Homo erectus.
Cuanto más se sabe
sobre la cronología evolutiva del linaje humano, más se aparta la
realidad del clásico dibujo que muestra una fila india de homínidos
caminando mientras se yerguen y pierden el vello hasta llegar a un
sapiens lampiño. En el Pleistoceno tardío, Eurasia estaba habitada por
al menos cuatro especies humanas diferentes: sapiens, neandertales, un
grupo poco conocido llamado denisovanos y una cuarta población aún por
determinar.
Las excavaciones y los
análisis de ADN están revelando que estas cuatro especies no solo
habitaron en los mismos lugares, sino que incluso llegaron a tener
descendencia común, mezclando sus genes y embrollando la comprensión que
tenemos de nuestros orígenes. Esta semana la revista Nature publica un
estudio que detalla el genoma neandertal más completo hasta la fecha,
complicando aún más el culebrón de las relaciones entre nuestros
ancestros y sus parientes.
El nuevo estudio se ha
elaborado a partir de una falange de neandertal hallada en 2010 y que
corresponde al cuarto o quinto dedo del pie de una mujer adulta que
vivió hace al menos 50.000 años en la cueva de Denisova, situada en las
montañas de Altai al sur de Siberia (Rusia).
Esta gruta
ha demostrado ser un filón para los paleoantropólogos, ya que
los restos descubiertos allí indican que fue una vivienda muy
popular, habitada en diferentes momentos por sapiens,
neandertales y un tercer grupo hallado por primera vez en 2008 y
que recibió su nombre de la cueva. El pasado año, científicos
del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig
(Alemania), con su director Svante Pääbo a la cabeza,
secuenciaron el genoma de los denisovanos a partir del hueso de
un dedo de una mujer joven que vivió en la cueva hace unos
40.000 años.
Pääbo, que en 2010
dirigió también el proyecto del primer genoma neandertal, ha liderado
ahora un equipo internacional de científicos en el análisis del ADN del
nuevo hueso para obtener una secuencia en alta resolución de los genes
de esta especie. Los resultados revelan que la propietaria de aquel dedo
del pie era fruto de una unión consanguínea.
“Hicimos simulaciones
de varios escenarios de endogamia y descubrimos que los padres de este
individuo neandertal eran medio hermanos de una misma madre, o dobles
primos carnales, o tío y sobrina, tía y sobrino, abuelo y nieta, o
abuela y nieto”, detalla el coautor del estudio Montgomery Slatkin, de
la Universidad de California en Berkeley (EE. UU.). Según los
investigadores, esta endogamia parece haber sido algo frecuente en los
neandertales y denisovanos, tal vez debido al pequeño tamaño de sus
poblaciones.
Los científicos han
comparado la secuencia con la de los denisovanos, con otro ADN
neandertal procedente de la región del Cáucaso y con los genomas de 25
humanos modernos, descubriendo una serie de huellas genéticas que
revelan un cierto entrecruzamiento de estas especies a lo largo del
tiempo. La secuencia demuestra que los neandertales estaban
estrechamente emparentados con los denisovanos, con quienes compartieron
un ancestro común hace unos 450.000 años. Este, a su vez, se separó del
linaje de los humanos modernos entre 550.000 y 765.000 años atrás.
Fruto de los probables
cruces entre las distintas especies fue el legado genético de los
neandertales y denisovanos en distintas poblaciones de los sapiens
modernos. Según los autores del estudio, entre un 1,5 y un 2,1% del
genoma de los humanos no africanos actuales es de origen neandertal.
Por otra parte,
análisis previos han mostrado que los denisovanos dejaron su
huella hasta en el 6% de los genes de aborígenes australianos,
papuanos y melanesios.
El nuevo
estudio descubre además que el 0,2% del genoma de los chinos de
la etnia Han, de los nativos americanos y de otras poblaciones
asiáticas se debe a la herencia denisovana. A su vez, los
denisovanos recibieron un 0,5% de su ADN de los neandertales,
incluyendo genes importantes relacionados con la inmunidad y la
función del esperma.
“El estudio realmente
muestra que la historia de humanos y homínidos durante este período fue
muy complicada”, concluye Slatkin. “Hubo un montón de entrecruzamientos
que ya conocemos y probablemente otros que aún no hemos descubierto”.
Entre estos últimos se
encuentra la contribución de entre el 2,7 y el 5,8% que el genoma de los
denisovanos recibió por parte de otro grupo de humanos arcaicos. Este
linaje, cuya identidad aún es un misterio, se separó del resto hace más
de un millón de años. “Esta antigua población de homínidos vivió antes
de la separación de neandertales, denisovanos y humanos modernos”, dice
la primera autora del estudio, Kay Prüfer, del Instituto Max Planck.
Respecto a la posible
identificación de este grupo, Prüfer sugiere una interesante hipótesis:
“Es posible que este homínido desconocido fuera lo que conocemos por el
registro fósil como Homo erectus. Se requieren más estudios para apoyar
o descartar esta posibilidad”, agrega. En el estudio, los investigadores
escriben que “este grupo comenzó a dispersarse desde África hace 1,8
millones de años, pero las poblaciones de Homo erectus asiáticas y
africanas pudieron separarse hace solo un millón de años”. Es más: su
descendencia pudo pervivir hasta hace poco más de 12.000 años en el
disputado Homo floresiensis de la isla de Flores (Indonesia).
Los autores subrayan
que aún no se conoce durante cuánto tiempo estas cuatro especies humanas
llegaron a coexistir, ya que la posible franja temporal de
entrecruzamientos abarca desde hace 12.000 años hasta hace 126.000. Hay
pruebas de que neandertales y sapiens convivieron en Eurasia durante al
menos 30.000 años.
“No sabemos si el
entrecruzamiento se produjo solo una vez por la mezcla de un grupo de
neandertales con los humanos modernos, y no volvió a ocurrir, o si ambos
grupos vivieron uno junto al otro y se entrecruzaron durante un período
prolongado”, dice Slatkin. En un comentario adjunto al estudio en Nature,
los genetistas Ewan Birney y Jonathan Pritchard, que no participaron en
la investigación, escriben: “Parece que, en el Pleistoceno tardío,
Eurasia era un lugar interesante para ser un hominino, con individuos de
al menos cuatro grupos separados viviendo, conociéndose y ocasionalmente
manteniendo relaciones sexuales”.
Desde el enfoque
contrario, el estudio ha ahondado además en lo que nos hace únicos a los
sapiens. Los investigadores han detectado al menos 87 genes de los
humanos actuales que son significativamente diferentes de sus versiones
en neandertales y denisovanos. En este pequeño conjunto de genes,
aventuran los autores, podría residir aquello que nos distingue de otros
parientes que sucumbieron a la extinción.
“No hay un gen al que
podamos señalar y decir que es el responsable del lenguaje o de alguna
otra característica única de los humanos modernos”, aclara Slatkin.
“Pero de esta lista de genes podemos aprender algo sobre los cambios que
tuvieron lugar en el linaje humano, aunque probablemente esos cambios
serán muy sutiles”. Por su parte, Pääbo apunta: “Esta lista de cambios
simples en la secuencia de ADN que distinguen a todos los humanos de hoy
de nuestros parientes extintos más próximos es comparativamente
pequeña”.
“Es un catálogo de
rasgos genéticos que diferencia a los humanos modernos de todo el resto
de organismos, vivos o extintos. Creo que en ella se esconden algunas de
las cosas que posibilitaron la enorme expansión de las poblaciones
humanas, así como de su cultura y tecnología, en los últimos 100.000
años”, concluye Pääbo.
Usted es el visitante
numeroque consulta esta sección.