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Día Internacional del Fósil

Algunas joyitas paleontológicas en el

Museo de Ciencias Naturales de Miramar.

Por Mariano Magnussen. Laboratorio Paleontológico del Museo de Ciencias Naturales de Miramar y Fundación Azara. marianomagnussen@yahoo.com.ar . Ilustraciones Daniel Boh y Marcos Cenizo.

Para conmemorar el Día Internacional del Fósil, les mostramos algunas “joyitas” paleontológicas conservadas en las colecciones científicas del Museo de Ciencias Naturales de Miramar.

Inaugurado en 2019 por un convenio entre la Municipalidad de General Alvarado y la Fundación Azara, se viene trabajando en las últimas tres décadas en nuestro patrimonio local, con algunas piezas, únicas en el mundo, que vale la pena conocer y resaltar.

Seleccionar algunos de nuestros fósiles para citarlos ha sido difícil, si bien algunas de ellos, han sido mediáticos en los medios de comunicación, también hay otros, de relevancia científica. Todos merecen ser nombrados y mostrados, por la curiosidad misma de su origen o preservación. Un sinfín de centenares de especímenes de otros tiempos que se preservan en nuestras colecciones, están a disposición de los investigadores que deseen estudiarlos.

En 2017, la Asociación Paleontológica Internacional (IPA) estableció el Día Internacional del Fósil, que se conmemora cada 16 de octubre. Mientras tanto, la Asociación Paleontológica Argentina (APA) en conjunto con otras asociaciones latinoamericanas de paleontología, decidió que el 30 de octubre se difunda este tipo de actividad. La finalidad que se persigue es crear conciencia sobre el valor testimonial de los restos y huellas del pasado de la vida en la Tierra, que denominamos fósiles. En esta fecha, se proponen e incentivan actividades a escala mundial con la participación de museos, asociaciones paleontológicas, universidades y otros actores relacionados con el tema.

La paleontología brinda herramientas para entender la evolución de los seres vivos, ya que podemos encontrar en el registro fósil, evidencias de las modificaciones anatómicas, climáticas y ambientales. Cualquier evidencia de vida del pasado, con más de 5 mil años de antigüedad, es considera un fósil. Esto significa que no solamente los esqueletos de los animales vertebrados como peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos son fósiles, sino además otras partes de estos, como dientes, cuernos, garras, conchillas, excrementos o regurgitaciones. También las plantas logran fosilizarse, es así que llegan a nuestros días, restos de piñas, troncos, ramas, frutos secos, granos de polen, semillas entre otros. No olvidemos de las huellas o icnitas de actividad biológica, estructuras fosoriales, impresiones, como marcas de las hojas y flores en la tierra, inclusiones de seres vivos en ámbar o moldes de sus cuerpos, que también forman parte del registro fósil.

Una parte del edificio del Museo de Ciencias Naturales de Miramar, está destinado a las salas de exhibición, mientras que otra parte está destinado al Departamento Científico. Más allá de todos los materiales y objetos que se encuentra en exhibición, el Museo, cuenta con depósitos o repositorios para las colecciones científicas locales de paleontología, que se suman permanentemente a la institución, y que son resguardadas para futuras muestras, pero principalmente para estudio o investigaciones académicas, tanto paracientíficos nacionales e internacionales.

El Departamento Científico comprende gabinetes y laboratorios donde trabajan científicos y técnicos de nuestro Museo, de la Fundación Azara, de la Universidad Maimónides y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), entre otros.

Las colecciones se encuentran constituidas principalmente por restos de grandes mamíferos, aves, reptiles entre otros, que vivieron en el Partido de General Alvarado en los últimos 4 millones de años, que proceden de los afloramientos geológicos marítimos de la zona. También se encuentran en las colecciones materiales procedentes de distintas provincias del país pertenecientes a otros tiempos geológicos, y en menor medida, se conservan muestras colectadas en otros países de Latinoamérica, Norteamérica, Europa y del sector Antártico.

Bueno, pasamos a nombrar algunas de esas “joyitas” que merecen ser conocidas de nuestro registro fósil local, recuperadas por el personal de este museo, como así también, por investigadores y técnicos que trabajan asociados a esta prestigiosa institución.

Sin dudas, las piezas de mayor importancia, las conforman las únicas huellas fósiles halladas en el mundo, pertenecientes a un tigre dientes de sable, el cual, junto a investigadores del Museo Argentino de Ciencias Naturales de Buenos Aires, Fundación Azara y Conicet, bautizamos a la nueva icnoespecie como Felipeda miramarensis, en honor a nuestra ciudad, que proporciono mucha evidencia a la paleontología de Argentina desde fines del siglo XIX.

Estos rastros, fueron recuperados en sedimentos del Pleistoceno, de unos 100 mil años, junto a las huellas de otros animales como, los extintos ungulados sudamericanos (Eumacrauchenichnus patachonicus), roedores (Porcellusignum  conculcator), y aves (Aramayoichnus rheae) de gran tamaño, que caminaron en una antigua laguna que ya no existe, a metros del muelle de pescadores en nuestra ciudad y en plena zona turística. De este lugar, hemos recuperado además decenas de fósiles de megafauna, animales extintos de más de una tonelada de peso. Este hallazgo tan particular, fue el que permitió la gestión para la creación del nuevo Museo de Ciencias Naturales de Miramar a partir de las colecciones reunidas hasta entonces en el ex Museo Municipal.

Entre los grandes y curiosas formas de la fauna originada en Sudamérica, recuperamos enormes caparazones del genero Glyptodon, en 1993 y en 2005. Estos enormes armadillos sin bandas móviles, totalmente acorazados, incluyendo cola y cráneo, corresponden a enormes herbívoros que transitaban la región. Ambos especímenes muy completos proceden de sedimentos del Pleistoceno del Bosque del Vivero Dunicola Florentino Ameghino, próximos a nuestro museo. Estos animales de unos 3,5 metros de largo y más de una tonelada de peso, son frecuentes, de cuya familia tenemos numerosas muestras adicionales de distintas partes del esqueleto.

Otro representante de la megafauna autóctona fue rescatado durante el mes de enero de 2004. En una excavación en la que se extrajeron los restos fósiles de un extinto perezoso gigante, cuya antigüedad en estos terrenos se presume en unos 100 mil años. Las tareas para recuperar los restos demandaron unas dos semanas de arduo trabajo, en las que se lograron exhumar los restos fósiles de dos esqueletos de Scelidotherium leptocephalum, un gran mamífero de tres metros de largo y una tonelada de peso. Este animal realizaba enormes cuevas que utilizaba para refugiarse. El mismo fue encontrado asociado a su cría que tiene aproximadamente 1, 3 metros de largo y se la encontró debajo de la cabeza y la mano de que presumimos que era su madre, algo totalmente inédito. La preservación fue tan buena, que se pudieron recuperar los huesos hioides, estructura base de la lengua. Además, cerca de la zona del campo de golf local, encontramos una enorme paleocueva o madriguera atribuible a estos animales.

Esta cueva, tenía una conexión tapada con la superficie, con una larga galería de unos 20 metros y dos cámaras donde en paredes y techos estaban marcadas las garras llamadas icnitas, las cuales fueron recuperadas con moldes en cemento instantáneo. Tuvimos el placer de caminar en una de estas cámaras subterráneas, cuyo diámetro máximo era de 1,9 metros, y con una antigüedad de unos 20 mil años antes del presente.

Otra de nuestras joyitas, lo conforma un cráneo y mandíbula de un ejemplar de caballo americano extinto hallado a fines del verano de 2003, cuya antigüedad se estima en unos 60.000 años. Hasta ese momento, se lo habia clasificado por los especialistas como Onohippidium, contemporáneo del Hippidion, otro caballo fósil más conocido. Científicos españoles y argentinos, determinaron, luego de revisar diversos cráneos en todo el continente, y este en particular, llegando a la conclusión en el año 2005.

Se trataría de un dimorfismo sexual (diferencias de formas entre macho y hembra) de una misma especie, el Hippidion, poseyendo el macho unas fosas frente a sus ojos que probablemente alojaban una glándula que podría ser usada para marcar su territorio, tal cual lo hacen los ciervos y otros animales actuales, adaptados a suelos y climas más duros que hoy en día. Se extinguieron hace unos 8000 años y se ha demostrado que los primeros seres humanos que llegaron a la región bonaerense se alimentarán de ellos. El cráneo en nuestra institución es uno de los pocos que se conoce con estos caracteres.

No todos los fósiles son de tamaño grande, también hay otros muy curiosos, e incluso totalmente escasos, como el extraño fósil atribuido a un escarabajo que vivió en la región hace unos 10 mil años antes del presente. Fue recuperado asociado al cráneo de un perezoso gigante. En esa oportunidad, un trozo del sedimento que era separado junto a los restos óseos del megamamífero, se rompió en dos fragmentos, y en ambas partes se divisaron las improntas con detalles muy íntimos de la morfología del escarabajo.

Solo se preservó un molde de la estructura original, ya que los sedimentos portadores de fósiles de la región pampeana no conservan los restos blandos.  El material estudiado fue identificado como perteneciente a la familia de escarabajos Tenebrionidae, del genero Scotobius s.p. Son básicamente detritívoros, es decir, generalmente se alimentan de sólidos permanentes, que provienen de la descomposición de fuentes orgánicas (vegetales y animales), lo cual indicaría la presencia del escarabajo fósil en ese lugar. También hemos recuperado nidos de escarabajos peloteros del Plioceno, con una antigüedad de 3 millones de años atribuidos al icnogenero Coprinisphaera, cuya estructura estaría hecha originalmente de bosta de grandes herbívoros, hoy desaparecidos.

Otra pieza de interés la conforma el cráneo de una nueva especie de gliptodonte, un armadillo extinto, presentado en 2014, el cual bautizamos junto a investigadores del Conicet, UNMdP Y Museo de La Plata, como Neosclerocalyptus castellanosi, en honor al paleontólogo Alfredo Castellano, que exploro notablemente toda la región. Este gliptodonte de unos 2 millones de años era herbívoro y peso unos 250 kilogramos, siendo este, uno de los más pequeños del grupo para el Cuaternario sudamericano. La particularidad de estos animales eran sus huesos nasales, los cuales le daban un aspecto inflado a su rostro y cuya función tendría que ver con algún tipo de "acondicionamiento" del aire o posiblemente un adorno atractivo para sus congéneres.

Posteriormente, otro el peculiar hallazgo de restos parciales del esqueleto de un carnívoro prociónido que vivió en la región pampeana bonaerense hace unos 3 millones de años, fueron recuperados y dados a conocer en 2016. Encontrados en sedimentos pertenecientes al interior de una crotovina (o madriguera prehistórica). Los huesos fósiles entremezclados, y que pertenecieron a un Cyonasua lutaria, estaba emparentado con los coatíes y los mapaches actuales, pero de tamaño mayor y extinto, se parecía a un canido de cola mucho más larga. 

Cyonasua, guarda importancia en los estudios paleogeograficos, ya que pertenece a la fauna invasora, cuya estirpe evoluciono en Sudamérica desde el Mioceno, es decir, hace 10 millones de años, siendo unos de los primeros carnívoros placentarios que invadieron el continente isla de Sudamérica, luego de un largo proceso de aislamiento geográfico por más de 35 millones de años. Además de este esqueleto, se recuperaron varios coprolitos, es decir, fecas o excrementos fosilizados, fácil de reconocer por su alto contenido de calcio, huesos triturados en su interior y con una matriz fosfática.

Otra de las figuritas difíciles en el registro paleontológico sudamericano, son los marsupiales dientes de sable (sin ninguna relación con Smilodon). El género Thylacosmilus típico del Plioceno, se lo conoce principalmente por restos aislados de cráneos, mandíbulas y piezas dentarias.

Hace poco tiempo, se recuperaron restos fósiles del esqueleto de lo que consideramos un Thylacosmilidae que se encuentra en estudio, y podría estar relacionado a Thylacosmilus atrox. Fue encontrado en sedimentos de 2,5 millones de años, cerca del campo de golf de Miramar, lo que nos permitirá conocer mejor su biología. Thylacosmilus llevaba unos largos y afilados colmillos proyectados hacia abajo y adentro de unos 15 centímetros, y su tamaño corporal era menor al de un puma viviente.

Entre los raros gigantes, presentamos un estudio que fue publicado en la revista especializada Neues Jahrbuch für Geologie und Paläontologie - Abhandlungen de Alemania, en donde investigadores de este museo, junto a cientificos de la Fundación Azara, la Universidad Maimónides, el Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, el Centro de Investigaciones Científicas y Transferencia de Tecnología a la Producción de Entre Ríos, confirmaron la existencia de una especie “enana” de Megaterio, llamada Megatherium filholi. Esta especie fue descubierta por primera vez por el Perito Francisco P. Moreno en el año 1888, y desde entonces quedó olvidada por la mayoría de los investigadores. Los ejemplares resguardados en nuestro museo, confirma y revalida su existencia, la cual fue dudosa desde entonces.

También hemos recuperado decenas de muestras de roedores fósiles. Pero investigadores del Museo de La Plata (MLP), Conicet y Fundación Azara, dieron a conocer en 2019, el cráneo de una nueva especie de rata espinosa extinta, la cual llamaron Proclyodontomys dondasi. El descubrimiento se produjo en los acantilados de la costa atlántica, unos 30 kilómetros al sur de la ciudad de Miramar.

Se estima que la nueva especie medía unos 20 centímetros y, posiblemente, habría usado sus espinas para defenderse de los depredadores. Se extinguió entre unos 500 y 400 mil años atrás. Este estudio permitió, además, establecer que otra especie emparentada, Proclinodontomys mordax, sobrevivió hasta al menos unos 10 mil años atrás en el sur de Brasil.

No todos los restos que resguardamos son de organismos continentales. En 2020, identificamos junto a investigadores de la Fundación Azara, los primeros restos fósiles bonaerenses de un Carcharodon carcharias, es decir, un Tiburón blanco prehistórico de unos 10 mil años antes del presente. Fueron hallados casualmente por dos vecinos de la ciudad balnearia. El tiburón blanco es la especie de pez más afamada por ser uno de los depredadores marinos con una contextura imponente y contar con un prontuario extenso de ataques a seres humanos. Sin dudas es una de las especies más grandes de tiburones, alcanzando los 6 metros de longitud.

A su vez, un equipo interdisciplinario que incluye investigadores del LACEV DEL Museo Argentino de Ciencias Naturales, Fundación Azara, Museo de Ciencias Naturales de Miramar, Centro de Geología de Costas y Cuaternario de la UNMDP y el Laboratorio de Paleontología de Vertebrados (CICYTTP) dieron a conocer el hallazgo de un cráneo de megaterio juvenil de una antigüedad que supera los tres millones y medio de años, y seria junto a otros restos de Bolivia, los fósiles más antiguos del genero Megatherium en el mundo.

El megaterio, más bien conocido en sedimentos del Pleistoceno, fue un enorme perezoso terrestre que alcanzó los 5 metros de longitud y las 6 toneladas de peso (comparable a los más grandes elefantes). Su hocico era estrecho y tendría una larga lengua con la que arrancaría las ramas vegetales que constituían su alimento. De esta última versión, también conservamos restos varios del esqueleto, incluyendo un gran cráneo. Su extraña anatomía, grandes garras y tamaño descomunal hacen del megaterio un animal misterioso, y como tal, ha despertado curiosidad entre los investigadores.

Un grupo que rara vez se conserva en estado fósil, lo conformas las aves, de las cuales tenemos restos de diferentes especies, como aves de terror, inambúes, ñandúes entre otras con representantes vivientes y extintas. Entre los fosiles, aparte de restos oseos, también conservamos cascaras de huevo y regurgitaciones.

En 2021, un equipo de investigadores argentinos comunicó en la revista Journal of Vertebrate Paleontology el hallazgo de nuevos teratornos en las provincias argentinas de Buenos Aires y Santa Fe, revelando detalles acerca de la evolución tardía de estas aves en América del Sur. Se cree que los teratornítidos se originaron en América del Sur ya que sus restos más antiguos fueron hallados en yacimientos con edades de entre 25 y 5 millones de años ubicados en Brasil y Argentina. Luego de este periodo de tiempo los teratornos desaparecen del registro fósil sudamericano, pero se vuelven notablemente abundantes y diversos en América del Norte hasta su extinción al final del Pleistoceno, unos 12 mil años atrás. El equipo halló nuevos restos, uno dentro de la proyectada Reserva Natural Centinela del Mar, próxima a Mar del Sud y Miramar. El estudio comparativo de los restos sugiere que podría tratarse de una nueva especie afín al norteamericano Teratornis merriami, sin embargo, su confirmación requiere de restos más completos.Teratornis tenía una envergadura alar de 4 metros, una altura de 80 centímetros y unos 15 kilogramos de peso.

Por último, citamos el interesante resto fósil que fue presentado en la revista Ameghiniana a la comunidad científica internacional, y fue atribuido a un vampiro extinto del Pleistoceno, de tamaño mayor a los conocidos hasta el presente, en las inmediaciones del arroyo La Ballenera, a unos 10 kilómetros de Miramar, por parte de investigadores de la UNMDP, Conicet y Museo de Ciencias Naturales Pachamama.

Los vampiros en la actualidad, son mamíferos que solo viven solo en América, perteneciente a la familia de los desmodóntidos, conocidos por alimentarse de sangre de animales, o sea, son hematófagos. Son la única familia de murciélagos en el mundo, que despierta curiosidad a partir de las leyendas de las Transailvania y su espeluznante conde Drácula. La rama mandibular del vampiro fue identificada como Desmodus draculae, especie encontrada por primera vez en Venezuela en 1988, la cual, alude al fantasmal personaje de ficción. Vivió en el Cuaternario de América, y tuvo un tamaño 30 % mayor que el actual vampiro común (Desmodus rotundus). Lo que indica este nuevo resto fósil, y otros materiales en varios puntos de Sudamérica, es que Desmodus draculae, fue el último de los grandes mamíferos voladores, y se extinguió durante la época colonial, en 1820 aproximadamente.

Terminamos este recorrido para conmemorar el Día del Fósil, con nuestras joyitas paleontológicas, dejando afuera varios centenares de especímenes que merecían seguramente ser mostrados o nombrados, y que conforman nuestro patrimonio paleontológico y cultural. Tarea difícil el de seleccionar, pues, hay gustos para todos. Pero este es el resultado del compromiso del personal de nuestro museo, de las instituciones e investigadores que confían en nuestra tarea y conforman equipos de exploración y estudio en conjunto. 

Recordamos que todos los fósiles y yacimientos están protegidos por la ley 25.743/03 y por la ordenanza municipal 248/88 donde el estado provincial (a través del Centro de Registro del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico) tiene jurisdicción ante estos temas de recuperación de fósiles. Los fósiles son patrimonio de todos, y resultan materia de fascinación para los visitantes de los Museos y una fuente de constante de información para conocer el pasado de nuestra región. Es sumamente importante preservarlos entre todos.

Bibliografía consultada:

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Santiago Brizuela and Daniel A. Tassara "New Record of the Vampire Desmodus draculae (Chiroptera) from the Late Pleistocene of Argentina," Ameghiniana 58(2), 169-176, (30 April 2021).


El Tiburón de Miramar. El único ataque registrado en Argentina. Según la prensa de la época.

Por Mariano Magnussen Saffer. Boletín del Museo Municipal Punta Hermengo. Diciembre de 2006. marianomagnussen@yahoo.com.ar

El litoral marítimo bonaerense, en la actualidad viven unas treinta especies de tiburones, pero tal vez, una de ellas despierta la curiosidad y la alarmante fantasía sobre su presencia. El tiburón Blanco (Carcharodon carcharias) una especie de pez cartilaginoso de la familia Lamnidae, que se encuentra en las aguas cálidas y templadas de casi todos los océanos, aunque su presencia en las costas de Argentina, ha tenido largos debates. Pero popularmente, no podemos dejar de asociarlo con la famosa película “Tiburon” de 1975. La película está basada en la novela homónima (1974) del escritor estadounidense Peter Benchley, que se inspira vagamente en un suceso histórico, como fue la muerte de cuatro personas y la mutilación de otra, causadas durante la ola de ataques de un tiburón de Nueva Jersey de 1916. 

El Tiburón Blanco durante su ataque, abre sus mandibular a tal punto que la forma de la cabeza se deforma,  pues la mandíbula se proyecta, y se cierran luego con una fuerza 300 veces superior a la de una mandíbula humana. La longitud más frecuente entre los tiburones blancos adultos es de 4 a 5,5 metros (siendo los machos menores que las hembras), aunque se han citado casos de individuos excepcionales que superaban ampliamente esas medidas.

La mañana del 22 de Enero de 1954 se presentaba clara, con un cielo limpio y un sol que calentaba la arena desde las primeras horas. La playa se fue poblando poco a poco, los niños corrían por la orilla de la playa. Todo indicaba que seria un día normal.

Ángel Fulco, el bañista del Balneario Gallina, había llegado temprano. Al medio día el calor era insoportable. El viento había calmado y el mar parecía un lago de aguas quietas y azules.

A la una de la tarde, Fulco bajo la bandera celeste y izo la roja. La prohibición de entrar al agua seguiría hasta que los turistas volvieran del almuerzo. Instantes después el joven Alfredo Aubone pasó por su lado y le comento a Fulco: “Don Ángel voy a nadar un rato” Fulco se quedo tranquilo. Sabia que Alfredo era un gran nadador y lo conocía desde hacia muchos años.

Alfredo no iba solo, Guillermo y José Maria, sus dos amigos, iban a nadar con el. Fulco observo a los jóvenes metiéndose al agua. Realizo una observación general y se concentro en su almuerzo. Los jóvenes comenzaron a nadar, se sumergían y movían la arena del fondo, jugaban entre si y se divertían.

Pronto llegaron a unos 70 metros de la orilla y no había más de dos metros de profundidad. Alfredo, que era el mejor nadador de los tres, se relajo y comenzó a hacer la plancha, mientras que Guillermo y José Maria seguían nadando a su alrededor y manteniendo el flote.

Minutos después, Guillermo estaba frente a Alfredo. José Maria, algo fatigado decidió volver a la orilla. Guillermo lo vio primero. Señalo que era una sombra gris que avanzaba a gran velocidad casi sobre la superficie del agua, y de pronto su amigo Alfredo en menos de un segundo se sumergió abruptamente. El pánico fue tremendo. Guillermo conmocionado no podía mover las piernas, a duras penas comenzó a nadar hacia la costa.

Alfredo sintió el primer tirón en el hombro derecho, algo lo sumergió y lo llevaba hacia el fondo y lo golpeaba fuertemente sobre el piso de arena. Sintió una gran puntada y trago agua. No tenía aire y se ahogaba. De pronto la presión aflojo y pudo llegar a la superficie. Sus pulmones se llenaron de oxigeno e intento mover sus brazos para nadar y no pudo, estaban totalmente desgarrados, le faltaban grandes partes de carne y su sangre se ponía negra al mezclarse con el agua.

Ángel Fulco y Alfredo Aubone, años después del ataque. Nótese las importantes cicatrices en las piernas del joven. (Archivo de la Revista Gente y MPH).

Braceo con su brazo izquierdo hacia la orilla y pocos segundos después, la misma punta y la gran fuerza lo sumergí nuevamente de sus piernas. Sintió como los filosos dientes desgarraban su pierna izquierda, poco a poco. No vio, ni tampoco imagina que criatura estaba destrozando su cuerpo. Golpeo dos o tres veces mas sobre el fondo arenoso, y la criatura se adueño de su pierna.

Alfredo logra llegar otra vez a la superficie, rodeado de una gran mancha de sangre, y comienza a gritar “Socorro….por favor….Socorro”. Fulco escucho, corrió hacia la orilla y Guillermo gritaba “ Es un tiburón ….. se lo esta comiendo un tiburón”.

Fulco nada rápidamente hacia el joven, levanta la cabeza y observa a Alfredo sobre una gran mancha negra. Pensó que eran algas y que estaba enredado. Y de repente, otra vez un ataque, pero en la pierna derecha. Ahora Fulco claramente pudo ver que pasaba. Se dio cuenta que era un gran tiburón. Y otra vez, Alfredo se hunde rápidamente pero no golpea con el fondo. Instintivamente Alfredo quiso desprender su pierna de los dientes del tiburón, estaba desgarrada desde la rodilla hasta el talón, no soporto la presión del dolor y pego un gran grito que se escucho claramente desde la orilla.

Cuando Fulco logro llegar hasta a Alfredo, pensó que todo estaba perdido. Es un tiburón, grito Fulco. El tiburón paso nuevamente por al lado de las dos personas, pero no ataco. Paso dejando una estela en el agua hasta que desapareció. Fulco temía una envestida del animal desde abajo, dentro de su desesperación, tomo al joven Alfredo de su cintura, le coloco el salvavidas y de apoco ganaron la orilla.

Alguien había colocado una lona sobre la arena. Allí reposo Alfredo mientras sangraba gravemente. Su brazo literalmente colgaba de su cuerpo, y se podía observar los huesos de su pierna, prácticamente no tenia músculos.

Alguien había colocado una lona sobre la arena. Allí reposo Alfredo mientras sangraba gravemente. Su brazo literalmente colgaba de su cuerpo, y se podía observar los huesos de su pierna, prácticamente no tenia músculos. Lo trasladaron al hospital de Miramar, y el joven Alfredo Aubone de 18 años luchaba por su vida en el quirófano, las operaciones duraron muchas horas. Todos opinaban del ataque del tiburón, nunca había pasado en Argentina algo así.

La noticia apareció rápidamente en todos los medios de comunicación. Fue la primera plana de “Critica”, quien titulo “ EN BRAVA LUCHA CON UN TIBURON, UN JOVEN BAÑISTA ENFRENTO LA MUERTE”,  y el diario “La Razón” hizo eco de la noticia y publico al día siguiente” IMPRESIONANTE EPISODIO EN MIRAMAR: UN BAÑISTA FUE ACOMETIDO POR UN TIBURON”, y siguió en todos los medios de la época durante todo un mes, era la primera vez que sucedía un hecho de estas características.

Fulco declaro a los medios de la época que en el momento del ataque pudo ver claramente que era un tiburón, ya que se hallaba a solo un metro de el, calculo luego que pesaría mas de 150 kilos, y agrego, “al otro día lo pudimos ver en la misma zona, fuimos muchos los testigos en ese momento”, Algunos especialistas piensan que el tiburón blanco, llego persiguiendo algún barco pesquero (comportamiento normal del animal) alimentándose de los desechos, se perdió y se desoriento”. Durante os siguientes días nadie ingreso al mar, no siquiera en las ciudades vecinas.

Algún tiempo después, cuando Alfredo Aubone llego al hospital de Stanford, en Los Ángeles, para terminar sus largas curaciones, llevo un diente que había sido retirado de su pierna, fue entregado a Walter Follet, director de la Academia de Ciencias del Estado de California, lo examino y dio su  veredicto.

La noticia del tiburón miramarense apareció rápidamente en todos los medios de comunicación. Como toda gran historia, había algo de exageración, mitos y realidad. Los años se encargaron de modificar las cosas. Muchos tenían dudas de que se tratara de un tiburón, e incluso de un animal, y se tejieron varias hipótesis. Pero cuando se supo la verdad mucho tiempo después, ya no era noticia en los medios.

La conclusión fue que se trataba del comúnmente llamado “Tiburón  Blanco”. Si bien solo hay unos pocos registros de esta especie en las costas de Argentina, se supo que una semana antes del ataque, un barco portaaviones norteamericano arribo al puerto de Mar del Plata y posiblemente el tiburón siguió la estela de agua calida que deja el buque, y además se aseguraba su alimento del desperdicio del barco, aunque esta teoría es bastante descabellada.

El escualo que atacó a Aubone en Miramar, fue un gran tiburón blanco de unos cinco metros. Se determinó con precisión porque científicos norteamericanos estudiaron un enorme diente que los cirujanos recuperaron de las profundas heridas que suturaron, como así lo demuestran los documentos a los que tuvimos acceso de la Marina Argentina, del Museum of Natural History United States-National Museum Smithosonian Institution Washington.y certificación medica archivada, que indican además que Aubone recibió 250 puntos de sutura.

<<<Descargar gratis: El tiburón Blanco en Miramar. Registros paleontológicos, arqueológicos e históricos. Aquí encontraras todos los datos históricos sobre este tiburón en la costa de Miramar.

El joven atacado por el Tiburón Blanco se recuperó, regreso sorpresivamente a Miramar en varias oportunidades, y volvió a nadar, convirtiéndose en una leyenda viviente. Alfredo Aubone, años más tarde, por razones personales dejó la Argentina. Se estableció en Bolivia hasta su muerte, al parecer, a principios de los noventa.

Bibliografía consultada:

Magnussen Saffer, Mariano. (2006). El Tiburón de Miramar. El único ataque registrado en Argentina. Según la prensa de la época.  Boletín de divulgación del Museo Municipal Punta Hermengo de Miramar. (Sec. His) Publicación 13.

Magnussen Saffer, Mariano y Boh, Daniel. (2005). Rarezas Marinas en las Costas Miramarenses. Museo Municipal de Ciencias Naturales Punta Hermengo de Miramar, Prov. Buenos Aires, Argentina. Publicación 18.

Revista Gente “¿Se acuerda del tiburón que apareció en Miramar”. 11 de diciembre de 1975

Registro de ataque de tiburón blanco en Argentina del Museum of Natural History United States-National Museum Smithosonian Institution Washington.


Los carpinchos ya estaban presentes en el Plioceno de Miramar.

Por Mariano Magnussen. Laboratorio Paleontológico del Museo de Ciencias Naturales de Miramar y Fundación Azara. marianomagnussen@yahoo.com.ar . Ilustraciones Daniel Boh. Tomado de; Mariano Magnussen Saffer, 2022. Los carpinchos ya estaban presentes en el Plioceno de Miramar. Paleo, Revista Argentina de Divulgación Paleontológica. Año XV. Número 151. 38-42.

La “carpinchomania” generada en 2021, debido a los reclamos por la “invasión” en la zona de nordelta de este simpático roedor, aprovechamos para contarles que, en la localidad bonaerense de Miramar, se han recuperado en varias oportunidades, restos fósiles de estos animales, que atestiguan su remoto reinado.

En la actualidad, el carpincho de la especie Hydrochoerus hydrochaeris, es el roedor más grande del mundo, y pertenece, a la subfamilia Hydrochoeridae, según recientes estudios genéticos. En otros tiempos geológicos estuvo representado por verdaderos gigantes, hasta llegar a la versión que conocemos, y que tanta polémica protagonizaron en los medios de comunicación y redes sociales en los últimos días.

En el Museo de Ciencias Naturales de Miramar, se exhiben y resguardan en las colecciones científicas, varias piezas de los últimos 3,5 millones de años antes del presente.

Se trata de Phugatherium novum, una versión primitiva de los actuales carpinchos o capibaras, pero de tamaño mayor, con una talla comparable a la de un tapir asiático. 

Sus primeros restos corresponden al Mioceno, hace 9 millones de años, hasta el Plioceno, hace 3 millones de años, momento en que se extinguió. Para entonces, Sudamérica se unía a Norteamérica, provocando el intercambio faunistico entre ambos hemisferios, sumado al cambio de las corrientes marinas y el enfriamiento continental a nivel global. Además, la caída de un asteroide en la zona próxima a Chapadmalal, provoco una lluvia de sedimento fundido en toda la región y grandes incendios, y la explosión de una supernova, habrían influenciado dramáticamente sobre muchos grupos faunísticos autóctonos o primitivos invasores.

El cráneo de Phugatherium refleja un rostro alargado y estrecho. La longitud del cráneo es la doble a la atribuida al carpincho actual, superando fácilmente los 50 centímetros.

Su fémur y humero, guardan la misma relación en su longitud con el género actual, pero el ulna o cubito, radio, tibia, peroné y demás huesos de las patas, son mucho más desarrollados y largos que sus representantes actuales, por lo cual Phugatherium, parecía un carpincho de patas largas, lo que morfológicamente concuerda con mamíferos corredores, y con un peso superior a los 200 kilos, mientras que el carpincho actual, llega a los 65 kilogramos.

Su dentición está conformada por incisivos desarrollados y largos, y una serie molariforme laminada, demostrando gran diferencia entre ejemplares adultos y juveniles, lo que llego a confundir durante décadas a los científicos, conformando, géneros y especies nuevas que terminaron siendo la misma. Su alimentación estaría basada principalmente de vegetales que crecían en las inmediaciones de zonas pantanosas.

No sabemos muy bien cuando apareció el género y especie viviente, pero fue inmediatamente luego de la desaparición del Phugatherium, seguramente en el Pleistoceno temprano, hace unos dos millones de años.

Además de encontrar restos óseos de la versión más primitiva del Plioceno, hemos recuperado en Miramar, huellas fósiles de un carpincho de 100 mil años antes del presente, llamado Porcellusignum conculcator, en sedimentos próximos al muelle de pescadores de esta localidad balnearia, asociados al Felipeda miramarensis, un diente de sable que también dejo sus rastros en una laguna que hoy en día ya no existe

<<<Huellas fósiles de carpinchos del Pleistoceno junto a ñandues.

Si bien, estos animales no tienen la talla de sus antepasados prehistóricos encontrados en varias regiones de Argentina y América, no deja de ser un animal fascinante que invitamos a descubrir y entender. La destrucción de su ambiente natural en los humedales, con el fin de generar zonas de pastoreo para bovinos, el relleno y ocupación para el negocio inmobiliario, provoca el desplazamiento de grandes poblaciones que no pueden encontrar alimento en su propia naturaleza, invadiendo centros urbanos en busca de cualquier planta, las cuales, muchas de ellas no están en su dieta natural provocándoles distintas patologías.

Estas poblaciones de carpinchos han perdido por la destrucción de su hábitat, a sus depredadores naturales, como zorros, pumas, yaguaretés entre otros, un claro ejemplo del delicado equilibrio ecológico que debemos respetar.

Bibliografía Sugerida:

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Mariano Magnussen, Daniel Boh, Cristian Oliva  & Cristian  Favier Dubois. (2017). Hallazgos paleoicnológicos en el Pleistoceno tardío (Piso/Edad Lujanense) de Punta Hermengo (provincia de Buenos Aires, Argentina). XXXI Jornadas Argentinas de Paleontología de Vertebrados. Santa Clara del Mar. Libro de Resúmenes.

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Reptiles y anfibios fósiles encontrados en General Alvarado. 

Por Mariano Magnussen. Laboratorio Paleontológico del Museo de Ciencias Naturales de Miramar . Fundación Azara. Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados (Macn-Conicet)  marianomagnussen@yahoo.com.ar .

Otros animales pocos frecuentes en el registro fósil del Plioceno y Pleistoceno, son los reptiles y anfibios.  Los Reptiles son animales vertebrados que se caracterizan por su especial manera de andar, ya que se desplazan arrastrando el vientre por el suelo. Su piel está recubierta de escamas, o tienen caparazón, en el caso de las tortugas.  

Los reptiles se originaron a partir de reptiliomorfos, un grupo de tetrápodos que poseía características tanto de anfibio como de reptil, durante el periodo Carbonífero, hace 290 millones de años, diversificándose durante el Mesozoico.

Tienen circulación doble e incompleta por no haber separación total entre la sangre arterial y la venosa. Tienen dientes que cortan, pero no mastican y en algunos casos son venenosos.  La temperatura del cuerpo es muy variable. Son ovíparos. Todos tienen cuatro patas excepto las serpientes. Su respiración es pulmonar. La capacidad para controlar su temperatura corporal, es una enorme ventaja para los animales activos, por lo cual, son ectotérmicos, y utilizan esta conducta para controlar la temperatura del cuerpo. Para calentarse, se tienden bajo el sol todo el día.

Como ya se mencionó, el registro de reptiles fósiles en la región pampeana es escaso, a comparación de aves y mamíferos que suelen ser más frecuentes. Igualmente, los reptiles mostraron una interesante diversificación en los últimos 4 millones de años antes del presente.

El género Salvator (=Tupinambis), era el representante fósil del actual lagarto overo. Se caracteriza por la diferenciación de sus dientes. Éstos se especializan en incisivos, dientes con forma de canino y otros aplanados semejantes a molares. Su alimentación consistía en la caza de anfibios, gusanos y otros reptiles, como así también, mamíferos de tamaño reducido, como los cricetidos y algunos marsupiales. Sus restos ocasionalmente aparecen articulados dentro de antiguas paleocuevas realizadas por Salvator o bien, excavadas por otros vertebrados y luego invadidos por este último.

Los reptiles escamosos, llamados Squamata, son el segundo grupo más numeroso de vertebrados terrestres, con más de 8200 especies, superados únicamente por las aves. En Miramar, se han encontrado en varias oportunidades restos de Tupinambis, conformado por cráneos, mandíbulas, vértebras, falanges entre otros, atribuidos al Plioceno local.

Pero aun, no hemos encontrado restos del género durante el Pleistoceno y Holoceno, aunque seguramente los habrá. Hoy la distribución regional del lagarto overo, se suscribe al sector más serrano, aunque tenemos reportes aislados sobre la costa atlántica. También se han encontrado restos de otros pequeños lagartos en la localidad de Centinela del Mar.

 Durante el Plioceno, se ha registrado en nuestra zona, la culebra de dos cabezas, o lagartija gusano. Por convergencia evolutiva, superficialmente, parecidas a lombrices de tierra, presentan claras adaptaciones al medio subterráneo, como la capacidad de excavar y deslizarse plegando su piel como un acordeón. Su cabeza maciza, de ojos atrofiados, no se distingue del extremo opuesto del cuerpo, es por ello, que algunos las conocen como viboritas ciegas. Son capaces de desplazarse tanto en dirección de la cola como de la cabeza.

Las especies de Amphisbaena viven la mayor parte de su vida enterradas, excavando túneles con el propósito de conseguir su alimento.  Restos fósiles de Amphisbaena sp. fueron identificados en sedimentos del Plioceno temprano - medio, cerca de la ciudad de Miramar, representando hasta el momento, el más antiguo registro del grupo en América del Sur para un Amphisbaenia.

También había serpientes, como Lystrophis  (=Xenodon), un género de la familia Dipsadidae. Incluye doce especies que se distribuyen por el sur de América del Norte, América Central, y Sudamérica. Seguramente, al igual que sus representantes actuales, era diurna, de hábitos terrestres, que se alimentaba de escuercitos, sapos y renacuajos, principalmente de los géneros Odontophrynus, Rhinella Leptodactylus, que también aparecen en el registro fósil regional.

En la actualidad, las especies del género Lystrophis  (=Xenodon), se alimentan de sapos, cuyo mecanismo de defensa, es inflar sus pulmones para evitar ser capturados. Sin embargo, este género de serpientes se ha especializado para atraparlos con éxito, ya que, la serpiente desplaza al sapo con sus dientes anteriores, permitiendo que los incisivos penetren en el sapo, desinflando sus pulmones para poder engullirlo.

Seguramente, este tipo de estrategia alimentaría llevo un largo proceso evolutivo y adaptativo.  De esta última, se han encontrado restos en la zona, atribuibles al Plioceno superior, unos 2,5 millones de años, y también en refugios rocosos utilizados por humanos, como en la Cueva Tixi, con una antigüedad no superior a los 11 mil años antes del presente.

En cambio, la fauna de anfibios de América del Sur está dominada por los anuros. Estos Anfibios, son animales vertebrados que se caracterizan por tener su piel desnuda, sin escamas y tienen metamorfosis, es decir, cuando nacen viven en el agua, respiran por branquias y no tienen patas, sólo una larga cola que les sirve para nadar. Cuando son adultos respiran por pulmones y tienen cuatro patas con membrana interdigital y algunos tienen colas. Los anfibios adultos viven en el agua y en la tierra.

Los datos paleontológicos indican que al menos en el Jurásico Temprano los linajes representados por anuros, salamandras y cecilias estaban diferenciados. Los arqueobatracios, incluye la casi totalidad de las especies vivientes, los neobatracios. Entre los primeros, se registran en el Jurásico Superior son los pipoideos y los discoglosoideos. En el Cretácico Superior, hace 70 millones de años se encuentran los pelobátidos.

A nivel local, tenemos registrado fósiles del escuerzo extinto Ceratophrys ameghinorum, que tenía una cabeza ancha e hidrodinámica como la de un animal nadador y cubierta por ásperas molduras óseas. Sus mandíbulas eran anchas y semi-circular provistas de una hilera de pequeños dientecillos aserrados, portando 48 dientes maxilares, mientras que la mandíbula inferior carecía de estos, pero poseía un borde muy afilado en forma de pico.

Excavaban cuevas en el suelo utilizando unos tubérculos córneos de bordes afilados que poseen en las patas posteriores. Es probable que este raro animal se moviera torpemente en tierra firme, pero en el agua se movía rápidamente y con astucia para capturar pequeñas aves, mamíferos, insectos, peces e incluso miembros juveniles de su misma especie.

Durante el Pleistoceno, se han recuperado restos que corresponden a las llamadas “Ranas de Uñas” una familia (Pipidae) de anuros totalmente acuáticos y muy primitivos, cuyos representantes actuales viven en las zonas tropicales de América del Sur y África, por ello se los considera como indicadores paleoambientales y paleoclimaticos durante el Pleistoceno de la región pampeana. Seguramente compartieron los cuerpos de agua con enormes mamíferos ya extintos, en el área del hallazgo, en la localidad de Centinela del Mar.

Bibliografía sugerida

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