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Un recorrido paleontológico en busca de fósiles urbanos.

 Por Mariano Magnussen. Laboratorio Paleontológico. Museo de Ciencias Naturales de Miramar. Fundación Azara. Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados.  marianomagnussen@yahoo.com.ar .

Si bien, nuestra localidad es muy conocida por sus fósiles de mamíferos Cuaternarios o de la edad de hielo, recuperados desde fines del siglo XIX a la actualidad, y que forman parte de extensas bibliografías especializadas, también hay otras sorpresas. Pero, aunque parezca mentira, podemos encontrar fósiles en lugares muy peculiares y cerca de nosotros.

Llamamos fósiles urbanos, aquellos materiales de origen biológico (cuerpos duros o trazas de actividad), que se han preservado durante el tiempo geológico y que, durante millones o en miles de años en una menor medida, se han preservado y se pueden encontrar en estado estratigráfico original, dentro de los cascos urbanos o en las rocas que los contienen.

<<<Trazas fósiles de grandes anélidos Paleozoicos.

Muchas trazas fósiles o también conocidas como marcas de actividad biológica (huellas, madrigueras, etc) aparecen en rocas del sistema de Tandilia. Estos mismos sedimentos arenosos solidificados, son muy resistentes al tiempo y a la erosión, por ello, se los utiliza desde hace más de un siglo para la construcción o revestimientos de viviendas, como así también, para la construcción de espigones, escolleras y defensas costeras en general, trasladándose millones de toneladas de rocas Paleozoicas desde las canteras de las localidades de Batan y Chapadmalal, con el fin de ser empleadas en distintos rubros de la construcción en un amplio sector de la provincia de Buenos Aires.

En algunas de estas rocas, ubicadas en paredes de viviendas, suelos de estacionamiento, veredas, paredones, murallas, monumentos etc, se pueden hallar distintas manifestaciones de origen paleontológico, de primitivos organismos, que, aunque parezca curioso, guardan mucha semejanza con las especies vivientes de nuestras costas marítimas sobre el océano atlántico.

<<<Roca con marcas de gusanos marinos gigantes de 490 millones de años, cerca del muelle de pesca de Miramar.

En el casco urbano de Miramar y alrededores, estos sedimentos se encuentran naturalmente a unos 180 metros de profundidad, pero hay grandes cantidades dispersados en la ciudad y la costa, por lo que, desde hace unos años, personal del laboratorio paleontológico del Museo de Ciencias Naturales de Miramar, Fundación Azara y Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados,  viene realizando un censo esquemático de los distintos icnofosiles que aparecen o divisan periódicamente, los cuales son fotografiados con escala, filmados y en algunos casos se toman moldes. Por ejemplo, en una roca cuarcitica a metros del muelle de pescadores de la ciudad de Miramar, se encontraron marcas de gusanos marinos gigantes, de más de 1,5 metros de longitud, o translacion y areas de reposo de Trilobites, un grupo fósil emblemático de los ecosistemas de la Era Paleozoica que habitaron los mares hace unos 522 millones de años y hasta hace alrededor de 252 millones de años.

Estos sedimentos, que contienen una gran variedad de icnofolsiles regionales, corresponden al Ordovícico de la Era Paleozoica, es decir, 490 millones de años, cuya fauna está constituida por invertebrados marinos, como moluscos, trilobites, anélidos, entre otros, como así también, primeros peces, que vivían en un mar de poca profundidad y agua fría.

Otro caso bien conocido, y que están presente al menos en gran parte de argentina, como fósiles urbanos, son las lajas con ammonites (o, más precisamente, los amonoides), una clase de moluscos cefalópodos marinos circulares, ya extintos, típicos de los océanos Mesozoicos. Los ammonites eran animales parecidos al calamar, con tentáculos que se proyectaban desde la cabeza, pero que vivían en una conchilla de forma espiral. Superficialmente, eran muy similares a los actuales nautilos. En la década de 1960 y desde entonces las rocas que contienen estos organismos fosilizados, se las distribuyeron comercialmente por gran parte del país. 

Para los que trabajamos en paleontología, es imposible no mirar y explorar cada laja de arenisca en paredes y pisos. Si bien, en casi toda su totalidad se tratan de ammonites enteros o parcialmente completos, cada tanto, alguna sorpresa aparece, como restos óseos de reptiles voladores o peces.

<<<Uno de los Ammonites encontrados en pleno centro de la ciudad de Miramar, en la fachada del edificio de la Mutual Cultural Circulo Italiano "Joven Italia", frente a la plaza central de juegos.

Los ammonites aparecieron hace unos 380 millones de años, y desaparecieron junto a los dinosaurios al final del cretácico, hace 65 millones de años, posiblemente debido a cambios ambientales drásticos, como la caída de un meteorito.

En la ciudad de Miramar, hemos encontrado decenas moldes del caparazón de estos ammonites en el revestimiento de paredes, veredas, e incluso, recientemente en la fachada de la Mutual Cultural Círculo Italiano "Joven Italia" de Miramar, frente a la plaza central de juegos.

Estos cefalópodos vivieron en un mar cálido, casi tropical. Estas aguas invadían lo que hoy es la provincia de Neuquén, ya que las lajas provienen de un yacimiento de la localidad de Zapala.

Cuando estas lajas de roca eran arena fina en el Jurásico, hace 150 millones de años, aún no existía la cordillera y por eso el Océano Pacífico inundó una parte importante de la región neuquina. Durante esa época los dinosaurios dominaban la tierra, pero además existía toda una variedad de fauna de reptiles marinos gigantes contemporáneos.

Los ammonites eran muy diversos en forma, tamaño y ornamentación de sus conchillas, lo que ha permitido a los paleontólogos utilizarlos como fósiles guía para datar rocas sedimentarias. Algunos de ellos eran de pocos centímetros hasta superar los 2 metros de diámetro.

<<<Aspecto en vida, de los populares Ammonites del Jurasico. Sus fósiles aparecen en rocas utilizadas en el revestimiento de construcciones.

Los organismos que vivían en esos medios terminaban siendo enterrados, pasando a formar parte de los sedimentos y, si las circunstancias son propicias, se conservan en el tiempo, dando lugar a los fósiles.

¿Y cómo llegan los restos a quedar inmortalizados en las piedras? Estas rocas, se forman por la acumulación y consolidación de sedimentos depositados en una superficie más o menos extensa, como puede ser el fondo de un mar o de un lago, conocida como “cuenca de sedimentación”. Los organismos que vivían en esos medios terminaban siendo enterrados, pasando a formar parte de los sedimentos, dando lugar a los fósiles que hoy en día podemos identificar. En tiempos más recientes, el humano, comenzó a utilizar estas rocas naturales, cortándolas en láminas y con distintas formas, dejando los fósiles de su interior a la vista. Algunos albañiles, consideran a estas marcas (los fósiles) son fallas de las rocas, sacando la estética de la construcción, volteando la roca al ser colocada, y dejando escondidos los fósiles. .

Seguramente, luego de leer sobre los fósiles urbanos, no podrás dejar de observar paredes o veredas revestidas de rocas. Si aparece alguna evidencia de las criaturas del pasado de nuestro continente sudamericano, podes acercarte a nuestro Museo, o enviarnos una fotografía del mismo, para que estemos en conocimiento sobre la presencia de ellos y generar conocimiento público, como científico.

Bibliografía sugerida.

Aceñolaza, F.G., 1978. El Paleozoico Inferior de Argentina según sus trazas fósiles. Ameghiniana 15(1-2), 15- 64. Buenos Aires.

Aceñolaza, F.G. and Ciguel, H., 1987. Análisis comparativo entre las formaciones Balcarce (Argentina) y Furnas (Brasil). 10º Congreso Geológico Argentino, 1: 229-305. Tucumán.

Borrello, A. 1966b Trazas y cuerpos problemáticos de la Formación La Tinta, sierras Septentrionales de la provincia de Buenos Aires. Publicación especial de la Comisión de Investigaciones Científicas de la provincia de Buenos Aires, Fascículo 5, 1-42, 46 pl. La Plata.

Del Valle, A., 1987b. Nuevas trazas fósiles de la Formación Balcarce, Paleozoico Inferior de las Sierras Septentrionales. Su significado cronológico y ambiental. Revista del Museo de La Plata, Nueva Serie, Sección Paleontología, 9: 19-41. La Plata.

Fischer, J.C. 1994. Révision critique de la Paléontologie Francaise d'Alcide d'Orbigny. Volume I. Céphalopodes Jurassiques. Muséum National d'Histoire Naturelle: 340 p. Paris.

Gulisano, C.A.; Gutiérrez Pleimling, A.R.; Digregorio, R.E. 1984. Esquema estratigráfico de la secuencia jurásica del oeste de la provincia del Neuquén. In Congreso Geológico Argentino, No. 9, Actas 1: 236-259. San Carlos de Bariloche.

Leanza, H.A. 1990. Estratigrafía del Paleozoico y Mesozoico anterior a los Movimientos Intermálmicos en la comarca del Cerro Chachil, provincia del Neuquén, Argentina. Revista de la Asociación Geológica Argentina 45 (3-4): 272-299. Buenos Aires.

Magnussen Mariano (2022). Los rastros fósiles más antiguos de la región pampeana en rocas cuarciticas. Paleo, Revista Argentina de Divulgación Paleontológica. Año XV. 158. 47-57.

Riccardi, A.C. 1984. Las asociaciones de amonitas del Jurásico y Cretácico de la Argentina. In Congreso Geológico Argentino, No. 9, Actas 4: 559-595.

Riccardi, Alberto C.. (2008). El Jurásico de la Argentina y sus amonites. Revista de la Asociación Geológica Argentina, 63(4), 625-643. Recuperado en 24 de mayo de 2024,

Veiga, G.D.; Schwarz, E.; Spalletti, L.A. 2011. Análisis estratigráfico de la Formación Lotena (Calloviano superior-Oxfordiano inferior) en la Cuenca Nequina Central, República Argentina. Integración de información de afloramientos y subsuelo. Andean Geology 38 (1): 171-197.


Tres fenómenos naturales registrados en nuestra zona y que cambiaron para siempre a Sudamérica y el mundo.

Por Mariano Magnussen. Laboratorio Paleontológico. Museo de Ciencias Naturales de Miramar. Fundación Azara. Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados.  marianomagnussen@yahoo.com.ar . Ilustración: Daniel Boh.

Durante mitad y final del Plioceno, hace 3,5 millones de años atrás, ocurrieron tres fenómenos naturales del tipo catastrófico, los cuales decidieron la suerte del 80 % de las especies endémicas y autóctonas, que habían evolucionado aislada en América del Sur, y que están presentes en el registro geológico y paleontológico de Miramar y alrededores. 

Las escorias encontradas en nuestras costas por los científicos suizos, publicadas en 1865, fueron atribuidas a un posible origen volcánico, y que, posteriormente Florentino Ameghino, atribuyo a fogones e incendios realizados por los primeros humanos en el Plioceno. Estos fueron estudiados exhaustivamente, y se determinó en 1998, que se trataba del impacto de un asteroide en la vecina localidad de Chapadmalal y en la ciudad de Miramar. Científicos argentinos y de la NASA, determinaron al menos el impacto de dos asteroides en distintos tiempos geológicos, cuyos efectos modificaron gradualmente el ambiente, trayendo aparejadas algunas consecuencias para los biomas sudamericanos.

La presencia de rastros geológicos abona esta teoría de que, rocas modificadas por altas temperatura llamadas escorias y la presencia de vidrios producidos por calentamiento y enfriamiento rápido de silicatos, parecen ser restos de un impacto desde el espacio. Estas escorias, en realidad, son impactitas, las cuales contienen entre otros, pequeñas esferas de vidrios con alto contenido de Níquel y Cromo.

Además, se detectó la presencia de cristobalita, una variedad de sílice que está sólo a temperaturas superiores a los 1300 grados, como resultado del sedimento fundido por el choque de una gran roca espacial sobre la superficie terrestre. Dejando evidencias sobre ellos en un radio de 50 kilómetros.

Si bien el meteorito que se estrelló en lo que hoy en día es la costa bonaerense, fue de proporciones menores al que extinguió a los dinosaurios, fue lo suficientemente fuerte para provocar una cicatriz a la superficie terrestre y una eventual modificación en la historia natural del hemisferio sur.

La cantidad de impactitas distribuidas a lo largo de los sedimentos del Plioceno miramarnse, y el alto contenido de sedimento quemado de color ladrillo, demuestra lo catastrófico de aquel evento. Los investigadores creen que el asteroide impacto en un área que está sumergida en el océano atlántico, el que provoco un cráter de gran tamaño, arrojando miles de toneladas de sedimentos fundidos a la atmosfera, oscureciendo toda la región pampeana durante meses, con importantísimos incendios.

A su vez, formación del istmo de Panamá, un puente natural terrestre que unió ambas Américas, provoco en un principio, un intercambio faunístico, el cual, seguramente también trajo acompañado de intercambio parasitológico y bacteriológico que afecto a las poblaciones animales y vegetales. Además, este puente natural, trajo la interrupción del intercambio genético entre el océano pacifico y atlántico, sumado al cambio de las corrientes oceánicas que normalmente controlan las temperaturas sobre la superficie terrestre, genero el enfriamiento en todo el planeta de una forma más acelerada. Algunos científicos sugieren que la unión de américa del norte con américa del sur, sumado al enfriamiento global por el cambio en las corrientes oceánicas, genero el comienzo de la edad del hielo.

Ha esto se le suma, hacia el final del Plioceno, una estrella del grupo de estrellas O y B de la Asociación estelar de Scorpius-Centaurus a unos 380 a 470 años luz de la Tierra, que explotó como supernova, lo suficientemente cerca de la Tierra como para provocar un gran deterioro en la capa de ozono, lo que pudo haber sido la causa de una extinción masiva en los océanos. Para ello se basaron en las anomalías del isótopo de esa época encontradas en los fondos oceánicos.

Como se observa, estos tres hechos aislados, como fue el impacto del asteroide, la unión de las américas y la explosión de una gran estrella, trajeron marcados cambios ambientales y faunísticos.  Sin dudas, las evidencias geológicas y biológicas en el área de Miramar y Chapadmalal brindaron suficiente información para comprender los procesos evolutivos de nuestro sub-continente y su relación con el resto del mundo.

Los cambios abruptos en la evidencia paleontológica, es la que ayuda a determinar el comienzo y fin una edad, en este caso, el fin del Plioceno y el principio del Pleistoceno. Estos fenómenos abren las puertas a la aparición de nuevas formas de vida. 

A través de la evolución biológica y la adaptación al medio, generan que nuevas especies surjan a través de la especiación, es decir, el proceso mediante el cual una población de una determinada especie da lugar a otra u otras especies, así como también otras especies se extinguen cuando ya no son capaces de sobrevivir en condiciones cambiantes o frente a otros competidores. Un ejemplo estrictamente local, son las diferentes especies de gliptodontes (armadillos grandes o gigantes de caparazón sin bandas móviles) que se extinguen durante el final del Plioceno. Ya durante el Pleistoceno, son reemplazados por otras especies similares, pero no iguales, de mayor tamaño. Para el Holoceno superior, todas las especies de gliptodontes se han extinto para siempre.

Bibliografía sugerida.

Bussing WA, Stehli FG y Webb SD 1985. El gran intercambio biótico estadounidense. Patrones de distribución de la ictiofauna centroamericana, 453–473.

Cione, A.L.; Tonni, E.P. 1995a. Bioestratigrafía y cronología del Cenozoico de la región pampeana. In Evolución biológica y climática de la región pampeana durante los últimos cinco millones de años. Un ensayo de correlación con el Mediterráneo occidental. Museo Nacional de Ciencias Naturales, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Monografías, p. 47-74. Madrid.

Cione, A.L. & Tonni, E.P. 2005. Bioestratigrafía basada en mamíferos del Cenozoico superior de la región pampeana. In: Geología y Recursos Minerales de la Provincia de Buenos Aires (de Barrio, R.; Etcheverry, R.O.; Caballé, M.F. & Llambías, E., eds.). XVI Congreso Geológico Argentino, La Plata, Relatorio 11, 183-200.

Prevosti, F. & Scanferla, A. 2006a. Aspectos paleofaunísticos y estratigráficos preliminares de las sucesiones plio-pleistocénicas de la localidad Centinela del Mar, provincia de Buenos Aires, Argentina. 90 Congreso Argentino de Paleontología y Bioestratigrafía, 105.

Donadío, O.E. 1982. Restos de anfisbénidos fósiles de Argentina (Squamata, Amphisbaenidae) del Plioceno y Pleistoceno de la provincia de Buenos Aires. Circ. Inf. Asoc. Paleont. Arg. 10: 10.

Frenguelli, J. 1920. Los terrenos de la costa atlántica en los alrededores de Miramar (prov. Bs.As.) y sus correlaciones. Bol. Acad. Nac. Cienc. Cordoba 24: 325-385.

Kraglievich, J. y A Olazabal, 1959, Los procionidos extinguidos del genero Chapadmalania Amegh. Rev. Mus. Arg. Cienc. Nat. (Cien Zool).

Novas Fernando 2006. Buenos Aires hace un millón de años. Editorial Siglo XXI, Ciencia que Ladra. Serie Mayor.

Quintana, C. A. 2008. Los fósiles de Mar del Plata. Un viaje al pasado de nuestra región. Buenos Aires, Argentina. Fundación de Historia Natural “Félix de Azara”. 242 pp.

Tonni E. P., 2016. Los acantilados de la costa atlántica bonaerense y su contribución al conocimiento geológico y paleontológico. En: J. Athor y C. E. Celsi (eds.): La costa atlántica de Buenos Aires. Naturaleza y patrimonio cultural. Fundación de Historia Natural Félix de Azara - Vázquez Mazzini Editores, pp. 42-65, Buenos Aires.

P. H. Schultz, M. Zarate, W. Hames, C. Camilion y J. King. A 3.3 – Ma Impact in Argentina and Posible Consequences. 11 dicember 1998, Volumen 282. pp. 2061 – 2063.

J.C Heusser and G. Claraz, Neue Denk. (Nov. Mems) der Allgemeine Schweiz. Gessell. XXI 27. Zurich (1865).

M. A. Zarate and J. L. Fasano, Palaeogeogr. Palaeoclimatol. Palaeoecol. 72, 27 (1989).

M, Magnussen Saffer. Un Impacto de Meteorito entre Mar del Plata y Miramar. Boletín de divulgación Científica Técnica. Publicación 2: pp 3 - 8 Museo Municipal de Ciencias Naturales Punta Hermengo de Miramar, Prov. Buenos Aires, Argentina.

M. Magnussen Saffer. 2005. Naturaleza Pampeana, pasado y presente. Libro Digitalizado. Museo Municipal de Ciencias Naturales Punta Hermengo de Miramar, Prov. Buenos Aires, Argentina.


Los primeros emigrantes, saltadores de islas y balseros, registrados en Miramar.

Por Mariano Magnussen. Laboratorio Paleontológico. Museo de Ciencias Naturales de Miramar. Fundación Azara. Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados. marianomagnussen@yahoo.com.ar . Ilustración: Daniel Boh.

En la sala de paleontología, también se exhiben en una vitrina, algunos representantes de especies que ingresaron a Sudamérica, cuando aún estaba aislada del resto del mundo. Dos teorías muy aceptables, tanto por el registro fosilífero como el genético, muestras que varios grupos de mamíferos llegaron a América del Sur durante el Oligoceno, Mioceno y Plioceno, entre ellos, algunos mamíferos carnívoros, roedores y primates (este último, no está registrado en la región, pero si en la Patagonia).

Se cree que, en varias oportunidades, entre 35 a 8 millones de años, antiguas balsas con sedimentos, plantas y animales viajaron por el océano atlántico desde África, cuando ambas estaban separadas por apenas 900 kilómetros, mientras que, otros grupos de animales (los saltadores de islas) emigraban de la misma forma, entre los archipiélagos aislados de lo que hoy conforman el caribe. Una vez llegados a estas tierras, se pudieron adaptar y diversificar fácilmente, ocupando los nichos ecológicos de muchos notoungulados y marsupiales, generando una importante competencia y estrés ambiental.

Entre algunos de los roedores histricomorfos, es decir, mamíferos placentarios con dos incisivos, de gran tamaño de crecimiento continuo, situados en el maxilar inferior y superior, y que solo están cubiertos de esmalte en la parte frontal, y también, otros caracteres de los esqueletos,  como la separación de la tibia y la fíbula o peroné, y la robustez del arco cigomático, que observamos en el Plioceno de Miramar, se exhiben restos mandibulares del gigantesco Telicomys giganteus, del tamaño de una vaca, o el Phugatherium novum, emparentado con los actuales capibaras, pero de mayor tamaño y patas largas adaptadas para correr y no de hábitos anfibios como sus parientes actuales.

También había otros más pequeños, como el Lagostomus (Lagostomopsis) antiquus, Actenomys latidens, por solo nombrar algunos.

Entre los nuevos emigrantes, se encontraban algunos representantes del orden Carnívora, que, nada tiene que ver con la dieta carnívora. Este orden solo agrupa a mamíferos con ciertas características del cráneo y composición dentaria (más allá de su alimentación). Los animales de hábitos carniceros, estaban representados hasta ese momento solo por las aves del terror y los marsupiales. Cyonasua lutaria, fue un Procionido extinto, emparentado con los actuales Coaties, Ositos lavadores, de la selva misionera o los mapaches de Norteamérica.

Cyonasua, perteneciente a la fauna aloctona cuya estirpe evoluciono en Sudamérica desde el Mioceno, es decir, hace 10 millones de años, siendo unos de los primeros carnívoros placentarios que invadieron el continente. Fueron hallados en sedimentos de las Provincias de Catamarca, Mendoza, Córdoba, Buenos Aires y La Pampa. A diferencia de otros carnívoros, Cyonasua lutaria poseía unos caninos muy desarrollados y robustos, y seguramente se habrá alimentado de mamíferos pequeños como el Paedotherium o de los antecesores de los actuales armadillos, pero también aprovecharía frutos, huevos y larvas. 

Sus primeros fósiles fueron clasificados en Argentina en 1885, sin embargo, Cyonasua sp. vivió entre los 3,6 y 2,5 millones de años, con grandes mamíferos que habitaban América del Sur. Debió ser parte importante del Gran Intercambio Biótico de las Américas, en el que la fauna emigró de América del Norte a través de Centroamérica hacia América del Sur y viceversa, como resultado del surgimiento del Istmo de Panamá, o bien, como “saltador de islas” o en “islotes flotantes”. De este género se ha rescatado parte de un esqueleto en  Miramar y preservado en el Museo de Ciencias Naturales de esta localidad.

En las colecciones científicas del Museo de Ciencias Naturales de Miramar, se resguardan otros restos de estos grupos de vertebrados, como así también otros organismos contemporáneos a estos, que nos permite establecer como eran esos ambientes y ecosistemas, que por espacio y por contar didácticamente nuestro pasado biológico, no se encuentran en exhibición, y se resguardan en las colecciones científicas.

Bibliografia sugerida.

Agnolin, F. L., Chimento, N. R., Campo, D. H., Magnussen, M., Boh, D. y De Cianni, F. 2019. Large Carnivore Footprints from the Late Pleistocene of Argentina. Ichnos, 26 (2), 119-126.

Alberdi, G. Leone y E.P. Tonni (eds)- Evolución biológica y climática de la región pampeana durante los últimos cinco millones de años. Un ensayo de correlación con el mediterráneo occidental. Monografía del Museo Nac. Cs. Nat. Consejo superior de investigaciones científicas. Madrid. pp. 77-104.

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De los Reyes, L.M; Cenizo, M.M.; Agnolin, F.; Lucero, S.; Bogan, S.; Lucero, R.; Pardiñas, U.F.J.; Prevosti, F. & Scanferla, A. 2006a. Aspectos paleofaunísticos y estratigráficos preliminares de las sucesiones plio-pleistocénicas de la localidad Centinela del Mar, provincia de Buenos Aires, Argentina. 90 Congreso Argentino de Paleontología y Bioestratigrafía, 105.

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Los Mamíferos Carnívoros que llegaron

a Sudamérica durante el GIBA.

Por Mariano Magnussen. Laboratorio Paleontológico. Museo de Ciencias Naturales de Miramar. Fundación Azara. Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados.  marianomagnussen@yahoo.com.ar . Ilustración: Daniel Boh.

Como se ha comentado reiteradamente, luego de la extinción de los Dinosaurios, ya sobre el Paleoceno, hace 60 millones de años atrás, América del Sur se convierte en una gran isla, un continente aislado, así como lo es Oceanía en la actualidad.

América del sur durante el aislamiento geográfico, desarrollo una rica y variada fauna de vertebrados, los cuales no se repitieron en otros continentes. De esta manera, Sudamérica tuvo animales de hábitos carniceros, como los mamíferos marsupiales, o las famosas aves del terror, que llegaron a ser los mayores depredadores que evolucionaron en el aislamiento geográfico.

Pero en realidad, ninguno de ellos, son mamíferos del orden Carnívora, ya que no poseían las características propias del orden.

El orden Carnívora, agrupa solo a mamíferos placentarios que incluye alrededor de 260 especies en la actualidad. Los carnívora, no debe confundirse con “carnívoro”, término utilizado en zoología para determinar una dieta alimenticia de un organismo.

Un ejemplo podría ser un carancho (Caracara plancus), un ave carnívora (obviamente, reiteramos en lo alimenticio), pero el orden Carnívora, solo incluye a mamíferos con ciertos caracteres dentarios, como, caninos o colmillos muy desarrollados, los molares y premolares por lo general tienen bordes cortantes, tienen seis incisivos (salvo alguna ocasión) y dos caninos en cada maxilar, entre otras características.

Además, en su mayoría son terrestres, la mayor parte tiene garras afiladas y mínimo cuatro dedos en cada extremidad. El orden Carnívora, incluye a los osos, que alimenticiamente son omnívoros, pero sus mandíbulas estas provistas del sistema dentario detallado anteriormente.

En los mamíferos carnívoros, el cráneo, la cresta sagital y los arcos cigomáticos son fuertes para soportar los músculos de las mandíbulas. La clavícula es reducida, el radio, la ulna, tibia y fíbula son huesos separados de los miembros, como el carpo, escafoide, lunar, los centrales están usualmente fusionados y bulla auditiva osificada.

Una teoría da luz sobre la llegada de los primeros mamíferos carnívoros a Sudamérica, tanto por el registro fosilífero como el genético. Mientras que, varios grupos de mamíferos llegaron a América del Sur durante el Oligoceno (roedores y primates) por medio de balsas naturales desde África, que solo se encontraba a unos 900 kilómetros de distancia, otros ingresaron durante el Mioceno, que se encontraban los “saltadores de islas” (carnívoros prociónidos) y Plioceno – Pleistoceno (otros mamíferos), entre ellos, y algunos mamíferos carnívoros de variable tamaño.

Estos saltadores de islas, emigraban entre los archipiélagos aislados de lo que hoy conforman el caribe, durante se producían erupciones volcánicas. Una vez llegados a estas tierras, durante el Mioceno, hace unos 8 millones de años, se pudieron adaptar y diversificar fácilmente, ocupando los nichos ecológicos de muchos mamíferos notoungulados y marsupiales, generando una importante competencia y estrés ambiental.

Cyonasua lutaria, fue un Procionido extinto, emparentado con los actuales Coaties, Ositos lavadores, de la selva misionera o los mapaches de Norteamérica. Este se encuentra en la lista de los primeros mamíferos placentarios carnívoros que invadieron América del sur de forma temprana.

Sus fósiles fueron hallados en sedimentos de las Provincias de Catamarca, Mendoza, Córdoba, Buenos Aires y La Pampa. A diferencia de otros carnívoros, Cyonasua lutaria poseía unos caninos muy desarrollados y robustos, y seguramente se habrá alimentado de mamíferos pequeños como el Paedotherium o de los antecesores de los actuales armadillos.

Otro Prociónido que llego a América del sur a fines del Mioceno, es decir, hace 6,8, es Chapalmalania altaefrontis. Se adaptaron rápidamente a las nuevas condiciones ambientales, diversificándose por todo el continente. Chapalmalania debió parecerse a un mapache gigante de 2 metros de longitud y 1,5 metro de altura, y un peso de 160 kilogramos. Era tan grande que la primera vez que se halló este animal, los paleontólogos creían que se trataba de un oso prehistórico como aquellos que vivieron durante el Pleistoceno.

Es muy probable que su dieta fuera variada, como plantas, huevos, peces, frutos, insectos y carroña. Su cráneo era ancho y parecido a un lobo. La dentición era completa, con incisivos curvados y anchos, caninos robustos y cortos, y sus molares presentan una superficie masticatoria para trituración de alimentos. Su similitud con el panda gigante de oriente es otro ejemplo de convergencia adaptativa o evolución paralela.

Posteriormente, luego de los saltadores de islas, los mamíferos carnívoros, comenzaron a ingresar durante el Gran Intercambio Biótico Americano, cuando Sudamérica dejo de ser una gran isla, y se unió por el sistema volcánico de las inmediaciones del istmo de Panamá, formando un puente terrestre con Norteamérica, hace unos 3 millones de años.

En el Pleistoceno, también ingresan los mamíferos del Orden Carnívora por este puente natural. Entre los sorprendentes animales que se adaptaron a la región pampeana, encontramos al enorme Arctotherium latidens, un extinto de mamíferos de la familia Ursidae, conocidos con el nombre común de oso sudamericano u oso de cara corta. Estos osos eran formas de gran tamaño, con masas que iban desde aproximadamente 800 a 1200 kilogramos de peso, según la especie y el sexo de los individuos.

Si bien aún no se ha podido determinar con precisión la dieta de cada especie extinta, el estudio de la morfología dentaria indica que probablemente predaban activamente sobre la diversa fauna de megaherbívoros pleistocénicos. Por otra parte, las lesiones observadas sobre los dientes indican que también consumían los cadáveres.

El tigre dientes de sable, fue uno de los grandes triunfos evolutivos de los mamíferos depredadores. Smilodon significa “dientes de sable”, característica que evidencia su acentuada especialización en la cacería de presas grandes, como el megaterio y el mastodonte.

El Smilodon populator, en vida superaba el peso y tamaño que el león actual, unos 450 kilogramos, sin embargo, sus proporciones corporales diferían de las de cualquier félido moderno. Las extremidades posteriores del Smilodon populator eran más cortas y robustas, su cuello proporcionalmente más largo, y el lomo más corto.

La extraordinaria peligrosidad de este félido se debía al gran desarrollo de la parte anterior de su cuerpo y al tamaño asombroso de sus caninos superiores, que llegaban a sobresalir más de 25 centímetros. Todo su cuerpo tenía una estructura poderosa y los músculos de los hombros y del cuello estaban dispuestos de tal manera que su enorme cabeza podía lanzarse hacia abajo con gran fuerza. Las mandíbulas se abrían formando un ángulo de más de 120 grados, permitiendo que el par de los inmensos dientes de sable que tenía en el maxilar superior se pudiera clavar en sus víctimas. 

En el año 2015, personal del Museo de Ciencias Naturales de Miramar y Fundación Azara, descubrió un sitio paleoicnologico en esa ciudad. Se identificaron las huellas de un gran tigre dientes de sable de gran tamaño, las cuales fueron recuperadas junto otros mamíferos y aves.

Posteriormente, en 2018, junto al Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados y científicos del Conicet, se presentó esta nueva icnoespecie como Felipeda miramarensis, en honor a nuestra ciudad, siendo las únicas huellas del mundo atribuidas a un tigre dientes de sable.

También ingresaron de esta forma, muchos otros mamíferos que tienen representantes en la actualidad y otros se han extinguido, entre ellos los canidos, constituidos por grandes Lobos y Zorros (Theriodictis, Canis, Lycalopex, Dusicyon, Chrysocyon, etc) felinos como Pumas y Yaguaretés (Puma, Panthera, Lynchailurus, Leopardus, Felis, etc), además de Hurones, Zorrinos (Conepatus, Galictis, etc), entre otros.

A pesar del importante ingreso de mamíferos carnívoros invasores, que se originaron tempranamente en otros continentes, porcentualmente, son muy pocos los integrantes del Orden Carnívora a comparación den otros grupos de mamíferos, sobre todos aquellos de dieta herbívora.

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Los artiodáctilos prehistóricos que vivieron

en la región pampeana.

Por Mariano Magnussen. Laboratorio Paleontológico del Museo de Ciencias Naturales de Miramar. Fundación Azara. Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados.  marianomagnussen@yahoo.com.ar . Ilustraciones Daniel Boh

Son mamíferos placentarios que se caracterizan porque en sus extremidades poseen un número par de dedos, que pueden ser dos dedos como el camello, o cuatro dedos como el hipopótamo, y al menos dos se encuentran apoyados en el suelo.

El registro fósil más antiguo de los artiodáctilos procede del Eoceno inferior, hace unos 56 millones de años, en Eurasia y Norteamérica. Los primeros ejemplares tenían un aspecto similar al ciervo ratón que tiene un tamaño pequeño, patas cortas y un estómago con cuatro partes.

Durante el Eoceno comenzaron a aparecer los pastos y posteriormente se expandieron. Si bien eran muy difíciles de digerir, estos animales estaban mejor adaptados a esta dieta de alimentos duros y de pocos de nutrientes

Los artiodáctilos que ingresaron a Sudamérica durante el Gran Intercambio Faunístico Americano, ocurrido al final del Plioceno, hace unos 2,8 millones de años antes del presente, pertenecían a las familias de los tayasuidos, camélidos y cérvidos, y generando una importante expansión durante el Pleistoceno, hace 1 millón de años.

Esta invasión genero además un estrés nutricional y ambiental en las especies autóctonas, que tenían un largo linaje evolutivo en el aislamiento continental de Sudamérica.  Algunas especies eran muy parecidas a las que hoy viven en nuestro continente, pero con formas y tamaños variables.

Entre los artiodáctilos que invadieron Sudamérica fácilmente, fueron los tayasúidos o pecaríes fósiles, que están representados por Platygonus, un género extinto, que fue un endémico de Norteamérica, conquistando ambientes abiertos y de pastizales. Era un animal gregario y, como los modernos pecaríes, posiblemente se movía en grupos, y cuerpo de un metro de longitud corporal, y poseía largas patas, permitiéndole correr rápidamente. También tenía un hocico similar al de un cerdo y largos colmillos rectos que probablemente usaba para defenderse de los depredadores.

En la actualidad, la familia Tayassuidae está representada en América del Sur por dos géneros vivientes, Catagonus, el pecarí de collar y Tayassu, pecarí labiado, que reemplazaron totalmente a Platygonus cuando comenzó a cambiar el ambiente.

Durante el Pleistoceno, encontramos los camélidos, que estaban representados por animales de gran tamaño, con cuello alargado, patas delgadas y cabeza considerablemente más pequeña que el resto de su cuerpo, y poseían dedos pares terminados en pezuñas.

Entre las formas más grandes, encontramos a Hemiauchenia paradoxa, a una Llama o Guanaco, pero su altura superaba la de un Camello viviente de Asia y África, con unos 2,5 metros aproximadamente de altura y un peso cercano a una tonelada. Se alimentaba principalmente del pastoreo.

En los tiempos prehistóricos, las llamas y los guanacos no estaban restringidos a su presente distribución andino-patagónica, y eran habitantes frecuentes de nuestras praderas. Posteriormente a la extinción de este y otros camélidos gigantes, fueron reemplazados por Lama guanicoe, de menor tamaño, y que sobrevivió naturalmente en la zona de la costa bonaerense, hasta el siglo XVII, aborígenes y criollos, seguramente contribuyeron a su desplazamiento.

Otros artiodáctilos invasores, fueron los ciervos. Morenelaphus brachiceros, al igual que otros cérvidos del Pleistoceno, llegaron a tener gran tamaño. Este grupo sufrió una rápida radiación durante el Pleistoceno, aumentando su diversidad hace 1 millón de años, situación que se manifiesta en la presencia de diversos géneros, tanto actuales como extintos.

Morenelaphus tenía cuernos muy robustos, cilíndricos y achatados, longitudinalmente arqueados y en forma de "s" terminado en tres puntas muy filosas, ideales para la defensa. Su alimentación y comportamiento no habrá sido muy diferente a los ejemplares actuales. Los descubrimientos de estos mamíferos se realizaron en abundancia en la localidad fosilífera de Centinela del Mar a unos 30 kilómetros de la ciudad de Miramar, donde se halla un enorme médano "fósil" o solidificado, con una antigüedad estimada de 200 mil años antes del presente.

En el Pleistoceno, también se conocen otros dos géneros de ciervos fósiles de gran tamaño, de los cuales hemos encontrado restos, como Antifer y Epieuryceros, pero con diferencias notables en la conformación de sus astas, utilizadas generalmente para una rápida identificación. También se registró el género Paraceros, de menor tamaño a los anteriores.

Luego de la extinción de estos cérvidos gigantes durante el final del Pleistoceno, hace unos 10 mil años atrás, estos fueron reemplazados por el Venado de las Pampas y el Ciervo de los Pantanos, los cuales, actualmente se encuentran en retroceso poblacional y son especies amenazadas.

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