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El Pleistoceno del Partido de General Alvarado.

 Por Mariano Magnussen. Laboratorio de Paleontología del Museo de Ciencias Naturales de Miramar, Provincia de Buenos Aires, República Argentina. Fundación de Historia Natural Félix De Azara. Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados (MACN – Conicet). marianomagnussen@yahoo.com.ar

El Pleistoceno abarca los desde los 2,59 millones de años hasta los 11 mil años antes del presente, de la Era Cuaternaria. Estos sedimentos, están representadas en las formaciones geológicas entre las localidades de Santa Clara del Mar y Monte Hermoso en la Provincia de Buenos Aires, cuyo registro fosilífero y estratigráfico son unos de los más importantes del Cenozoico de todo el mundo.

Durante los últimos 2 millones de años, se produjo un descenso del nivel del mar, hasta alcanzar su actual nivel, después de varios sucesos significativos de avances y retrocesos.

En el Pleistoceno, vivieron tal vez, las criaturas más grandes y raras de toda la Era Cenozoica, resultado final de un largo proceso evolutivo durarte todo el Terciario. Pero presenta una paradoja, pues se extinguen el 96 % de la megafauna sudamericana, y aquellas de origen norteamericano, ocurrido en un lapso de tiempo entre los 12 y 8 mil años. El término megafauna comprende al conjunto de animales cuya masa corporal adulta excede la tonelada de peso.

Como ya hemos comentado, Sudamérica era un continente isla, con climas muy diversos y condiciones cambiantes propicias para la adaptación evolutiva en aislamiento geográfico. Durante el Eoceno, hace unos 45 millones de años, los herbívoros, incluyendo a los meridiungulados y xenarthros, desarrollaron en poco tiempo una fauna muy rica y variada, que incluía animales de gran tamaño, cuyos mayores exponentes, se encuentran bien registrados en el Pleistoceno miramarense.

Pero entre mediados del Plioceno, y principios del Pleistoceno, sucedió el Gran Intercambio Biótico Americano, suceso que acaeció durante los últimos 3 millones de años, cuando se restableciera la unión de Sudamérica con el resto del continente, por medio del istmo de Panamá, un puente natural formado por el descenso del mar y la actividad volcánica del caribe.

Este evento geológico posibilito que la fauna de América del sur se desplazara hacia el hemisferio norte, y la de este, hacia hemisferio sur. Así fue que hacia el norte se movilizaron los grandes gliptodontes, megaterios, toxodontes, aves del terror etc. en tanto que los emigrantes del norte, llegaron a nuestras tierras fueron los cervidos, mastodontes, caballos, camélidos y carnívoros como lobos, osos y tigres dientes de sable, entre otros.

El impacto de este fluido intercambio trajo aparejadas consecuencias dramáticas, como la competencia por los nichos ecológicos, la falta de readaptación, enfermedades etc, logrando la disminución de especies autóctonas, algunas llevadas a la extinción.

Entre los mamíferos que entraron tardíamente por medio de este puente natural, se encuentra el Homo sapiens, el humano, invasor reciente que logro interpretar y modificar su propio medio ambiente.

Hasta hace más de 10.000 años, había mamíferos de gran rareza y tamaño, que vivían en grandes manadas. Esos fueron los amos y señores de estas tierras durante el Pleistoceno.  Desde luego esos mamíferos convivieron con la fauna silvestre actual.  El Pleistoceno, se encuentra muy bien representado en los afloramientos geológicos de nuestro litoral marítimo a lo largo de todo el Partido de General Alvarado y zonas aledañas.

La extinción es la desaparición definitiva de alguna especie animal o vegetal sobre nuestro planeta. Es un proceso irreversible. Hace millones y miles de años se produjeron extinciones por causas naturales. Hace unos 10 mil años antes del presente, desaparecieron para siempre de estas tierras perezosos terrestres gigantes, gliptodontes, toxodontes, macrauquenias, mastodontes, tigres dientes de sable, osos y caballos americanos.

En esa época las grandes planicies secas y arbustivas se fueron reemplazando paulatinamente por vegetación más verde y por pastizales. El clima fue tornándose cada vez más húmedo y cálido.

El Pleistoceno tardío se caracterizó localmente por al menos de 16 especies de megafauna, es decir, mamíferos terrestres que superaron la tonelada de peso, y otros no tan pequeños ni pesados, que vivieron, sobrevivieron y se extinguieron paulatinamente entre 20.000 a 8.000 años antes del presente. La extinción de la megafauna tuvo efectos devastadores y catastróficos para los ecosistemas terrestres, que llegan hasta nuestros días, y cuyas dimensiones en pérdidas de biodiversidad y de ecosistemas, solo se están empezando a dilucidar, por medio de nuevas tecnologías y estudios.

Las extinciones, rara vez, se las interpreta a un fenómeno en particular, ya que estos suceden por acontecimientos relativamente complejos por lo cual, la extinción de un grupo o estirpe puede estar favorecida por varios acontecimientos que jugaron en contra, y paralelamente, en otros casos en forma dispar con un mismo resultado.

En un principio, se atribuyó la disminución de especies autóctonas o la extinción de una gran parte de la megafauna a la competencia por nichos ecológicos o parches ambientales. Esta teoría sostenía que los inmigrantes de origen norteamericano estaban mejor adaptados a las condiciones desfavorables para los organismos originales, logrando la extinción y posterior reemplazo.

El cambio de las corrientes oceánicas contribuyo sin ninguna duda, al cambio ambiental no solo de la región pampeana argentina, sino lugares como Australia, África, Europa y Norteamérica. Pero fue más pronunciada a fines del Pleistoceno durante el retroceso de grandes glaciaciones, y el aumento del nivel del mar, llegando a ingresar a vastas zonas continentales de manera abrupta, con un retroceso posterior y dramático.

Otra teoría probable y que afecto indirectamente a la fauna sudamericana, fue el intercambio bacteriológico o virócico, es decir, enfermedades transportadas por los nuevos invasores del hemisferio norte. Los ejemplares autóctonos no habrían desarrollado defensas naturales suficientes para combatir nuevas cepas, haciendo que su defensa inmunológica no resistiera.

La especie que pudo trasportar las bacterias mortales hace 14 mil años antes del presente, fue tal vez el Homo sapiens, ya que conquisto y colonizo todos los continentes. Si bien, cuando llego el humano, las poblaciones animales habían sufrido un retroceso, creemos que el humano cazo algunos de estos gigantes, pues, hay una decena de sitios arqueológicos donde se han encontrado megaterios, toxodontes, gliptodontes y caballos americanos consumidos por los primeros grupos paleoamericanos que arribaron a la región, y que tal vez, dieron el golpe de gracia.

Lo que sí sabemos, es que en nuestra región desapareció casi un 70 % del total de organismos que vivían en el Pleistoceno superior, y que para el Holoceno medio solo quedaban aquellos que hoy sabemos observar como parte de nuestro paisaje natural.

Los cambios ambientales, el stress por competencia y sobrevivencia, cazadores especializados, la presencia humana y el intercambio bacteriológico, son hechos compatibles, que, en su conjunto, llevaron a la extinción a especies hasta entones exitosas, que habían evolucionado en América del Sur durante los últimos 60 millones de años. Ninguna especie mayor a 350 kilogramos sobrevivió a la gran extinción del Pleistoceno.

 En el Partido de General Alvarado, encontramos en un sector, referencias y restos fósiles, que nos cuenta las distintas fluctuaciones que tuvo el mar a lo largo de millones de años, sobre todo durante el Holoceno.

Se denominan transgresiones o ingresiones marinas a los avances de la línea de costa sobre un espacio continental, y regresiones marinas al fenómeno inverso. Durante el Pleistoceno, época de los glaciares, el borde costero de la región pampeana se encontraba a unos 300 kilómetros al este de su actual ubicación, sobre el borde de la actual plataforma marina.

De la misma manera, durante el interglaciar (el momento opuesto) hubo más agua, en donde, por momentos en que el mar subió hasta seis metros sobre el nivel actual, de modo, lo que hoy es tierra firme, en otro tiempo se hallaba por debajo del nivel de mar. 

Durante el Cuaternario también hubo algunas transgresiones marinas sobre todo a los periodos interglaciares, donde el agua del deshielo en los casquetes polares, aumentaba los niveles de los océanos. Hubo al menos, tres ingresiones marinas sucesivas, que han sido registradas en esta zona costera de Miramar, llamadas Mar Belgranense, Mar Querandinense y Mar Platense. En este momento, tenemos en estudio, sedimentos y fósiles de otro Mar, llamado Interensenadense.

La primera de ellas data de 120.000 años (Pleistoceno). En el Partido de General Alvarado son pocos los sitios donde afloran. Uno de ellos está bien identificado en el bosque del vivero dunicola, que, entre otras evidencias, se han colectado lamelibranquios y gasterópodos, además del cangrejo fósil más antiguo de la provincia de Buenos Aires. De estos sedimentos se recuperaron fósiles característicos de Adelomelon beckii, Erodona mactroides, Mactra isabelleana, Tagelus gibbus, entre otros. Luego, este mar, se retrajo unos 200 kilómetros, y las nuevas tierras fueron pobladas nuevamente por animales y plantas.

Por suerte, en Miramar y el Partido de General Alvarado, hemos recuperado ricos nichos ecológicos con muchos integrantes de los ecosistemas prehistóricos.

Bibliografia sugerida.

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El tiburón Blanco en Miramar. Registros paleontológicos, arqueológicos e históricos.

Tomado de; El tiburón Blanco en Miramar. Registros paleontológicos, arqueológicos e históricos. Mariano Magnussen. Departamento Científico, Laboratorio Paleontológico, Museo de Ciencias Naturales de Miramar. Fundación Azara. marianomagnussen@yahoo.com.ar. Enero de 2020.

En las costas de Miramar y Partido de General Alvarado, ubicados en el S.E de la provincia de Buenos Aires, República Argentina, se ha documentado un excepcional registro de la presencia del vulgarmente conocido Tiburón Blanco, a partir de evidencia científica de origen paleontológico, arqueológico e incluso histórico, sobre uno de los máximos depredadores marinos, lo que abarcaría los últimos 10 mil años hasta el único ataque un bañista en nuestras costas.

El litoral marítimo bonaerense, en la actualidad viven unas treinta especies de tiburones, pero tal vez, una de ellas despierta la curiosidad y la alarmante fantasía sobre su presencia. El Tiburón Blanco (Carcharodon  carcharias) una especie de pez cartilaginoso de la familia Lamnidae, que se encuentra en las aguas cálidas y templadas de casi todos los océanos, aunque su presencia en las costas de Argentina, ha tenido largos debates. Pero popularmente, no podemos dejar de asociarlo con la famosa película “Tiburón” de 1975. La película está basada en la novela homónima (1974) del escritor estadounidense Peter Benchley, que se inspira vagamente en un suceso histórico, como fue la muerte de cuatro personas y la mutilación de otra, causadas durante la ola de ataques de un tiburón de Nueva Jersey de 1916. 

En 1758 Carlos Linneo dio al tiburón blanco su primer nombre científico, Squalus  carcharias. Andrew Smith le dio el nombre genérico Carcharodon en 1833, y en 1873 el nombre genérico fue identificado con el nombre específico de Linnaeus, y el nombre científico actual, Carcharodon  carcharias.

El gran tiburón blanco existe desde el Mioceno. Los fósiles más antiguos conocidos del Tiburón Blanco datan de hace unos dieciséis millones de años aproximadamente. Sin embargo la filogenia del gran tiburón blanco sigue siendo objeto de debate. La hipótesis original de los orígenes del tiburón blanco, es que comparte un ancestro común con un tiburón prehistórico, como el Megalodon, que recientemente llego también a la pantalla grande bajo la dirección de Jon Turteltaub en 2018. Las similitudes entre los restos físicos y el tamaño extremo de ambos llevó a muchos científicos a creer que estos tiburones estaban estrechamente relacionados, y el nombre de Carcharodon  megalodon se aplicó a este último. El registro fósil de seláceos es muy fragmentario, y solo se los conoce por sus dientes y algunas vértebras que llegaron hasta nuestros días.

<<<Descargar gratis: El tiburón Blanco en Miramar. Registros paleontológicos, arqueológicos e históricos.

Su mayor distribución en la actualidad, corresponde a aguas de las Antillas Menores, algunas partes de las Antillas mayores, el Golfo de México, Florida y Cuba hasta la Patagonia Argentina, y desde Alaska a Chile, archipiélagos del Pacifico, Oceanía, entre otros sitios.

Los dientes son grandes, aserrados, de forma triangular y muy anchos. A diferencia de otros tiburones, no poseen diastema (espacio entre los dientes) ni reducción de diente alguno, sino que tienen toda la quijada provista de dientes alineados e igualmente capaces de aferrar, cortar y desgarrar.

Detrás de las dos hileras de dientes principales, los Tiburones Blancos tienen dos o tres más en continuo crecimiento que se reemplazan constantemente durante roturas o el degaste. Dándole una apariencia inconfundible en forma de “punta de flecha”.

En el Museo de Ciencias Naturales de Miramar, se han podido documentar con muestras propias, registros de colegas y documentación fehaciente, tres momentos en el tiempo de la presencia de Carcharodon  carcharias en estas costas, con evidencia de origen paleontológico, arqueológico e histórico, que rara vez se dan en cualquier parte del mundo, lo que abarcaría un periodo de los últimos 10 mil años, hasta mediados del siglo XX, con un terrible hecho que los testigos circunstanciales nunca pudieron olvidar.

Desde el punto de vista paleontológico, Miramar ha proporcionado a la ciencia mundial un sinfín de evidencias del pasado geológico y biológico de la región, desde las últimas décadas del siglo XIX, habiendo pasado por aquí los más talentosos y reconocidos investigadores de la época, como Heusser, Claraz, Doering, Bravard, Burmeister, Roth, Frenguelli, Rovereto, Windhausen, Castellanos, Rusconi, Kraglievich y los Ameghino.

Más reciente en el tiempo, investigadores del Museo Argentino de Ciencias Naturales de Buenos Aires y del Museo de La Plata, y en la actualidad por miembros del Conicet, Universidad Maimonides, Fundación Azara y del Museo de Ciencias Naturales de Miramar.

Durante el Pleistoceno local, época que abarca  desde los 2,5 millones de años hasta los 10 mil años antes del presente, y que correspondiente al Periodo Cuaternario, sucedieron transgresiones y regresiones marinas, es decir, avances y retrocesos del océano sobre el continente. De ello hemos recuperado muestras fósiles, principalmente invertebradas.

Pero tiempo atrás, Mariano Magnussen, revisando las colecciones del museo miramarense, nos encontramos con dos dientes fosilizados y que indudablemente correspondían a unos tiburones prehistóricos que consideramos posiblemente de Tiburón Blanco.

Fue así que Daniel Boh de la misma institución, comento que fueron hallados casualmente y traídos tiempo atrás por dos vecinos, uno de ellos, encontrado en las playas del bosque del vivero “Florentino Ameghino” por Miguel Babarro, y el segundo en las playas de la localidad vecina de Mar del Sud por José Puente. Estos aislados gestos realizados por estos vecinos, dieron mucha información sobre el pasado de estos peces. Aquí, la importancia de la comunidad en reportar los hallazgos al museo, de lo contrario hubiese quedando guardados en un cajón o se hubiesen perdido.

Durante el año 2018, fueron observados por Federico Agnolin (Conicet, Museo Argentino de Ciencias Naturales y Fundación Azara), quien noto la importancia que podrían tener, y sobre todo para saber de donde salieron y cuáles podrían ser los organismos asociados, ya que estos y otros invertebrados que sospechamos que corresponden al mismo origen, estarían señalando océanos más cálidos durante un momento geológico no muy lejano.

Durante agosto de 2019, y mientras estábamos trabajando en el edificio para la inauguración del Museo de Ciencias Naturales de Miramar junto a Adrián Giacchino, presidente de la Fundación Azara, los dientes fósiles fueron observados por Sergio Bogan, de la misma fundación, que determino que sin dudas se trataba de un diente de la mandíbula superior y otro de la mandíbula inferior del inconfundible Carcharodon carcharias.

El problema de estas piezas surge de su origen. Las mismas fueron encontradas “desplazadas” de su yacimiento fosilífero original, y depositadas sobre la playa, junto a miles de invertebrados marinos fosilizados, muchos de ellos, señalando un clima más cálido que el actual y presentando una excelente  fosilización, los cuales, se observan con facilidad de gran parte del litoral marítimo bonaerense.

Lo que no sabe el público común, es que entre caracoles y caracoles, que se juntan en la playa, algunos de ellos tienen una antigüedad entre 11 y 9 mil años antes del presente. El personal del Museo de Ciencias Naturales de Miramar, ha colectado durante años, numerosas muestras que evidencian distintas oscilaciones del nivel del mar, e incluso, fragmentos de sedimento solidificado con estas muestras biológicas.

Luego de estas observaciones paleontológicas, se obtuvieron nuevas muestras de la presencia del Tiburón Blanco justo en el límite del Partido de General Alvarado, cuya ciudad cabecera es Miramar. Se descubrió un sitio arqueológico sorprendente por varios motivos, donde grupos humanos transitaron el lugar.

En el año 2003 se dio a conocer el asombroso hallazgo de dientes de Tiburón Blanco (Carcharodon carcharias) en un contexto arqueológico que data de los últimos 9000 años atrás. Los ejemplares fueron descubiertos a orillas del arroyo Nutria Mansa en el límite sur. El nuevo material fue hallado junto a restos de actividad de cazadores-recolectores especializados principalmente en la cacería de guanacos (Lama guanicoe), aunque también se recuperaron restos de yaguareté, guara guazú, ciervos, etc. 

El grupo de investigadores del Conicet, Departamento Científico de Arqueología de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de La Plata y de Inculpa, integrado por Mariano Bonomo, María José Cigorraga, Catriel León, Agustina Massigoge, Alejandra Matarrese entre otros, son los que vienen estudiando y trabajando  en las investigaciones del Sitio Arqueológico “Nutria Mansa 1”. Justamente, Alberto Cione, un prestigioso especialista argentino en peces, y Mariano Bonomo, quien encabeza estas investigaciones, dieron a conocer el nuevo hallazgo de dos dientes de Carcharodon carcharias, los cuales están datados en 3100-2700 años antes del presente, y que gentilmente se encuentran en la sala de arqueología de nuestro museo.

Los dientes de Tiburón Blanco muestran marcas de haber sido utilizados como pendientes, aunque la presencia de un fuerte desgaste en sus superficies de filo indicaría un uso activo como herramientas de corte.

Sin duda han tenido un fuerte significado simbólico para los antiguos habitantes de la región costera interserrana. Y se suma a otros interesantes registros de este gran pez cartilaginoso en estas aguas oceánicas.  Pero sorprendentemente, no solo la evidencias paleontología y zooarqueologica acompañan a este fascinante depredador marino en nuestras costas miramarenses, sino un suceso histórico reciente, acompañado por testigos, protagonistas y evidencia científica lo demuestran como tal.

Fue el único ataque de tiburón conocido en el país. Ocurrió en Miramar, en el balneario “Gallina” (actualmente balneario Tiburón) a la altura de la calle 15 de nuestra ciudad.

En el mediodía del 22 de enero de 1954 (veintiún años antes del estreno de la película Tiburón), en un día despejado y de mar calmo, en épocas que el servicio de guardavidas se interrumpía al mediodía, desde las 13 a 15 horas.

Ángel Fulco, por entonces guardavidas del balneario del incidente, permitió que Alfredo Aubone de unos 18 años para entonces, junto a dos amigos, se metieran al agua en momentos de bandera roja sin imaginar lo que sucedería minutos después, y que marcaría el destino de varios testigos y de sus protagonistas.

Entraron a las tranquilas aguas de ese día. Pronto llegaron a unos 70 metros de la orilla y no había más de dos metros de profundidad. Alfredo, que era el mejor nadador de los tres, se relajó y comenzó a hacer la “plancha”, mientras que Guillermo y José María seguían nadando a su alrededor y manteniendo el flote.

Minutos después, Guillermo estaba frente a Alfredo. José María, algo fatigado decidió volver a la orilla. Guillermo lo vio primero. Señalo una sombra gris que avanzaba a gran velocidad, casi sobre la superficie del agua, y de pronto su amigo Alfredo en menos de un segundo se sumergió abruptamente. El pánico fue tremendo. Guillermo conmocionado no podía mover las piernas, a duras penas comenzó a nadar hacia la costa. Algo desconocido había atacado al joven Alfredo Aubone.

Alfredo sintió el primer tirón en el hombro derecho. Algo lo sumergió y lo llevaba hacia el fondo, golpeándolo fuertemente sobre el piso de arena. Sintió una gran puntada y trago agua. No tenía aire y se ahogaba. De pronto la presión aflojo y pudo llegar a la superficie. Sus pulmones se llenaron de oxigeno e intento mover sus brazos para nadar y no pudo, estaban totalmente desgarrados, le faltaban grandes partes de carne y su sangre se ponía negra al mezclarse con el agua salada.

Braceo con su brazo izquierdo hacia la orilla y pocos segundos después, la misma puntada y la gran fuerza lo sumergía nuevamente de sus piernas. Sintió como los filosos dientes desgarraban su pierna izquierda, poco a poco. No vio, ni tampoco imagina que criatura estaba destrozando su cuerpo. Golpeo dos o tres veces más sobre el fondo arenoso, y la criatura se adueñó de su pierna.

<<<Ángel Fulco y Alfredo Aubone, años después del ataque. Nótese las importantes cicatrices en las piernas del joven. (Archivo de la Revista Gente y MPH).

Cuando Fulco logro llegar hasta a Alfredo, pensó que todo estaba perdido. Es un tiburón, grito Fulco. El tiburón paso nuevamente por al lado de las dos personas, pero no ataco. Paso dejando una estela en el agua hasta que desapareció. Fulco temía una envestida del animal desde abajo, dentro de su desesperación, tomo al joven Alfredo de su cintura, le coloco el salvavidas y de apoco ganaron la orilla, junto a la ayuda de los señores Villamil y Carlos Puelles. Unos de los primeros médicos en darle los primeros auxilios al joven, fue el reconocido medico local el Dr Luchini, que curiosamente, fue un naturalista regional, que gustaba en coleccionar fósiles y muestras marinas.

El tiburón no ataca a la víctima con intención de comérsela, sino porque la considera un intruso en su actividad diaria al que interpreta como una amenaza potencial. Por ello, la mordida y posterior retirada no sería más que una simple aunque desproporcionada advertencia.

La noticia del tiburón miramarense apareció rápidamente en todos los medios de comunicación. Como toda gran historia, había algo de exageración, mitos y realidad.

Los años se encargaron de modificar las cosas. Muchos tenían dudas de que se tratara de un tiburón, e incluso de un animal, y se tejieron varias hipótesis. Pero cuando se supo la verdad mucho tiempo después, ya no era noticia en los medios.

Cuando Alfredo Aubone llego al hospital de Stanford, en Los Ángeles, para terminar sus largas curaciones, llevo un diente que había sido retirado de su pierna, y le fue entregado al Dr Walter Follet, director de la Academia de Ciencias del Estado de California, lo examino y dio su  veredicto.

El escualo que atacó a Aubone en Miramar, fue un gran tiburón blanco de unos cinco metros. Se determinó con precisión porque científicos norteamericanos estudiaron un enorme diente que los cirujanos recuperaron de las profundas heridas que suturaron, como así lo demuestran los documentos a los que tuvimos acceso de la Marina Argentina, del Museum of Natural History United States-National Museum Smithosonian Institution Washington.y certificación medica archivada, que indican además que Aubone recibió 250 puntos de sutura. El joven atacado por el Tiburón Blanco se recuperó, regreso sorpresivamente a Miramar en varias oportunidades, y volvió a nadar, convirtiéndose en una leyenda viviente.

Alfredo Aubone, años más tarde, por razones personales dejó la Argentina. Se estableció en Bolivia hasta su muerte, al parecer, a principios de los años noventa.

 Sin dudas, una especie que parecía invisible a la vista de investigadores y público en general, tiene una presencia en la zona y en sus habitantes en los últimos 10 mil años, desde tiempos prehistóricos a vivencias históricas, lo que es una particularidad que pocas veces se da en cualquier parte del mundo.

Bibliografía sugerida:

Aguirre, M. L. 1995. Cambios ambientales en la región costera bonaerense durante el cuaternario tardío, evidencias malacológicas. 4  jornadas geológicas y geofísicas bonaerense.(Junin), actas 1: 35-45.

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Bonomo, M. 2004 Ocupaciones humanas en el litoral marítimo pampeano: un enfoque arqueológico. Tesis de doctorado en Ciencias Naturales, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata.

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Registro de ataque de tiburón blanco en Argentina del Museum of Natural History United States-National Museum Smithosonian Institution Washington.


Una madriguera prehistórica en el Plioceno de Miramar y su contenido fosilifero.

 Por Mariano Magnussen Saffer, Integrante del Museo Municipal Punta Hermengo de Miramar, Provincia de Buenos Aires, Republica Argentina. Publicado en Paleo - Revista Argentina de Paleontología.  marianomagnussen@yahoo.com.ar

Se dio a conocer el hallazgo y estudio de una antigua madriguera de 2,5 millones de años antes del presente, donde se recuperaron numerosos restos fósiles de animales, algunos ya extintos. El hallazgo fue realizado tiempo atrás en la ciudad bonaerense de Miramar.

Las investigaciones realizadas por Marcos Cenizo de la Fundación Azara, Universidad Nacional de La Pampa y Universidad Maimónides, junto a Esteban Soibelzon del Museo de La Plata, y Mariano Magnussen Saffer del Museo Municipal Punta Hermengo de Miramar, dieron a conocer un conjunto de fósiles inusuales encontrados dentro de una madriguera de finales del Plioceno en la ciudad de Miramar, Provincia de Buenos Aires, y publicada días atrás en la prestigiosa revista científica Historical Biology, An International Journal of Paleobiology

Los investigadores describen en un extenso estudio (en ingles) cuatro tipos de tamaño en general para madrigueras prehistóricas que se encuentran en el Plioceno al Holoceno (últimos 4 millones de años) de Argentina y Brasil, de las cuales la más grande está relacionada a un armadillo gigante extinto, identificado como Ringueletia simpsoni.

<<<Aspecto del marsupial Thylophorops chapadmalensis.

Este hallazgo realizado en la ciudad balnearia, contiene la mayor diversidad de vertebrados recuperados dentro de una madriguera de este tipo, incluyendo restos óseos de armadillos (Ringueletia simpsoni), zarigüeyas extintas (Thylophorops chapadmalensis), prociónidos (Cyonasua lutaria), anuros de hábitos depredadores (Ceratophrys) y roedores (Microcavia y Lagostomopsis), como así también, sorprendió la presencia de coprolitos (materia fecal fósil) y residuos escatológico desagregados.

Los investigadores de las instituciones participantes, sostienen por medio de estas evidencias descubiertas, que hace 2,5 millones de años, había “reocupación” de madrigueras es un comportamiento común en los mamíferos carnívoros pequeños, al menos desde principios del Plioceno.

Además, se sugiere una relación depredador-presa entre los carnívoros estudiados y los más abundantes pequeños mamíferos excavadores de la prehistoria en la región pampeana, época, en que la actual provincia de Buenos Aires y ciudad de Miramar ubicada  a orillas del océano atlántico, se encontraba en el centro continental a cientos de kilómetros de la costa marina de entonces.

<<<Imagen ilustrativa.

Este y otros hallazgos, confirman una vez más, el potencial paleontológico y científico de la región, cuyos estudios comenzaron en el siglo XIX y potenciados mundialmente por Florentino Ameghino.

Fuente fundamental.

Marcos Cenizo, Esteban Soibelzon & Mariano Magnussen Saffer (2015): Mammalian predator–prey relationships and reoccupation of burrows in the Pliocene of the Pampean Region (Argentina): new ichnological and taphonomic evidence, Historical Biology, DOI: 10.1080/08912963.2015.1089868.


Los fósiles más antiguos de nuestro distrito en rocas cuarciticas.

Por Mariano Magnussen. Laboratorio de Paleontología del Museo de Ciencias Naturales de Miramar, Provincia de Buenos Aires, República Argentina. Fundación de Historia Natural Félix De Azara. Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados (MACN – Conicet). marianomagnussen@yahoo.com.ar

Publicado como; Magnussen Mariano (2022). Los rastros fósiles más antiguos de la región pampeana en rocas cuarciticas. Paleo, Revista Argentina de Divulgación Paleontológica. Año XV. 158. 47-57.

El Ordovícico es la fragmentación de la escala temporal geológica que pertenece a la Era Paleozoica, y abarca un lapso de 600 a 245 millones de años antes del presente, ósea, mucho anterior a los primeros dinosaurios del Triásico de la Era Secundaria o Mesozoica.

Durante la primera parte de la Era Paleozoica (Cámbrico, Ordovícico y Silúrico), el continente sudamericano estaba unido a África, Antártida, Australia e India formando la masa continental de Gondwana que estaba separada por el mar del norte de América, Europa y Asia, que constituían bloques continentales independientes, ubicados en la franja ecuatorial.

En este momento, la República Argentina probablemente haya estado cubierta casi por completo por las aguas. En el Devónico, América del norte y Europa se unieron en un único bloque llamado Euroamérica, e iniciaron una lenta deriva hacia Gondwana, con la cual comenzó a funcionarse en el Carbonífero.

<<<Aspecto de la vida del mar durante el Ordovicico.

Gondwana en ese momento se encontraba ubicada sobre el polo de rotación con lo cual una gran parte de las tierras estaban cubiertas por gruesos mantos de hielo. Durante el Carbonífero las condiciones climáticas eran muy cálidas y húmedas. El sustrato estaba permanentemente anegado y abundaban los pantanos.

En el periodo Pérmico, Euroamerica se fusiono finalmente con Gondwana, formando el supercontinente Pangea.  Recién a fines de esta Era, los anfibios y reptiles que se habían originado en Euroamerica en el carbonífero, comenzaron a dispersarse hacia Gondwana.

Las algas verdes eran comunes en el Cámbrico Superior y en el Ordovícico. Las primeras plantas terrestres aparecieron en forma de pequeñas plantas no vasculares parecidas a hepáticas.

Los hongos marinos eran muy abundantes en los mares del Ordovícico descomponiendo los cadáveres de los animales y otros desechos. Entre los primeros hongos terrestres podrían haber jugado un papel fundamental en la colonización de la tierra por las plantas a través de la simbiosis micorrizal, que hace los nutrientes minerales disponibles a las células de las plantas.

Se han encontrado hifas de hongos y esporas fosilizados del Ordovícico de Wisconsin (Estados Unidos) con una edad de aproximadamente de 460 millones de años, un momento en que la flora terrestre probablemente constaba sólo de plantas similares a las briofitas.

En el sector bonaerense, es muy rico en restos fósiles en los estratos y sedimentos que componen el subsuelo, cuya importancia ha sido reconocida en el país y en el extranjero, y como se sabe están protegidos por una ley nacional, una ley provincial y ordenanzas municipales.  La misma impide su extracción sin asesoramiento y es obligatorio entregarlos a algún Museo para su conservación o exhibición, ya que suelen tener importancia para la ciencia.

Son más populares los fósiles de mamíferos gigantes de fines de la Era Terciaria y Cuaternaria, constituidos por la Megafauna de los últimos 4 millones de años antes del presente, que se encuentran a lo largo de acantilados costeros o de arroyos.

Pero además de estos, también es posible hallar restos fósiles en otros sitios particulares, como edificaciones urbanas o en las rocas de los espigones que se usan para proteger las playas y acumular arena.

Especialmente en los últimos, debido a su abundancia y distribución en la costa atlántica bonaerense, podemos observar con algo paciencia, que hay gran cantidad de marcas de diverso tipo y tamaño, las cuales corresponden principalmente a marcas o huellas provocadas por animales que vivieron en el fondo arenoso de antiquísimas playas y océanos.

La mayoría de estas rocas fueron extraídas de las canteras de la localidad de Batán y Chapadmalal, cuyos sedimentos tienen una antigüedad de 480 millones de años (correspondientes al periodo Ordovícico de la Era Paleozoica) y están formados principalmente por arena con cuarzo, denominado por los geólogos Ortocuarcita y popularmente, como “Piedra Mar del Plata”.

En esos antiguos tiempos, aún no existía la vida animal fuera de los mares, ya que la temperatura del ambiente terrestre era superior a los 50 grados, he incluso en los polos.  Había un solo océano y comenzaba a separarse el único continente al que se denominó “Pangea”.

Los seres vivos no eran muy parecidos a los de ahora, por lo cual hay que imaginarlos según los moldes que dejaron sus cuerpos, los cuales eran blandos en su mayoría, o las huellas de sus actividades, tales como rastros, excavaciones, desplazamientos, entre otros  

A este último tipo de fósiles se los denomina “Icnitas” o “paleoicnitas”, y son las marcas dejadas por los seres vivos que, en muchos casos, se les ha dado un nombre propio ya que no siempre es posible determinar qué animal provocó esas huellas en particular.

En el caso de las Icnitas halladas en estas rocas, también son denominados como “fósiles problemáticos” ya que si bien, se les ha dado un nombre definido, no se sabe qué las produjo, o si son parte de un mismo individuo o de varios, incluso, a veces cuesta saber si son de origen animal o vegetal.

Si hacemos un recorrido por estos espigones es posible hallar algunas rocas con marcas de diverso tipo. Las más significativas y comunes son las que se parecen a pequeñas herraduras denominadas Herradurichnus y se cree que corresponderían a las marcas dejadas por los Trilobites, que son los artrópodos más comunes de esta Era geológica. También se pueden ver galerías rellenas, que se denominan Scolicia. Estos seres que las formaron seguramente vivían o se trasladaban por debajo de la arena. También se pueden apreciar perforaciones provocadas por gusanos que aparentemente formaban una “U” ya que se las encuentra por ubicaciones pares.

Además, se ha podido analizar que, en muchos casos, y debido a la forma en que se fractura la roca, es posible observar la dimensión de estas marcas, tanto vertical como horizontal, o en diversos estados de erosión, antes que fueran tapadas por otra capa de arena y finalmente endurecidas por el tiempo, por lo que el estudio de estas evidencias se complica y engaña al ojo de los expertos.

<<<En rocas cuarciticas transportadas para defensa costera, se hallan mucho icnofosiles paleozoicos.

Otra marca interesante, es la de las ondas de un fondo marino tranquilo, las cuales se parecen a las actuales, que podemos observar en cualquier playa, o por cualquier superficie blanda por donde se desplazó el agua, las que se denominan “ondulitas”.

A los fósiles hallados en estos lugares se los suele llamar “fósiles urbanos”, y si bien no son muy importantes a nivel científico ya que no se sabe su origen, ni el nivel estratigráfico original, pueden servir para que los docentes y guías puedan mostrar sin grandes riesgos, diversos tipos de fósiles cuyas características son muy extrañas y pueden ser analizados cómodamente, con solo acercarse a una de estas construcciones y pasar una interesante jornada reconociendo marcas e imaginando un mundo tremendamente distante en el tiempo.

Aparte de encontrar estas antiquísimas evidencias de fósiles en rocas trasportadas artificialmente para defensas costeras, espigones y revestimientos de casas y veredas, se las puede hallar naturalmente en todo el sistema serrano de Tandilia y Ventania, disminuyendo por debajo de la superficie hacia el Este, cubiertos por sedimentos más modernos, de origen Cenozoico.

Una curiosidad, es que, en la década de 1920, se encontró un posible yacimiento de petróleo en las inmediaciones de lo que hoy es el predio del ferrocarril de Miramar, pero no se pudo llegar a él, debido a una gruesa capa de roca cuarcitica se encuentra por debajo de la ciudad a inos 180 metros de profundidad, y no pudo ser perforada.

Volviendo a los icnofosiles que hemos observado, y registrado principalmente en los espigones costeros, recordamos que estas rocas están formadas por arenas finas y gruesas de un mar de playas con poca profundidad hace unos 490 a 480 millones de años. Hemos registrado actividades de Trilobites, como zonas de desplazamiento, madrigueras u apoyo sobre la superficie.

Uno de esas marcas se las denomina Rusoficus (Rusophycus) un paragénero de icnofósiles presente en rocas sedimentarias de facies marina profunda, marina superficial, fluvial y lacustre. Es uno de los icnofósiles más representativos de la actividad etológica de trilobites, que, si bien son realizados por una gran variedad de organismos, en esta ocasión son fáciles de interpretar.

Las trazas de Rusoficus son característicamente bilobuladas con simetría bilateral, de pequeño o mediano tamaño, de altura variable y que pueden ser perfectamente paralelas entre sí o fusionarse en su zona posterior. Se corresponden con trazas de reposo al funcionar como cubil o madriguera, de alimentación. Algunos investigadores incluso han sugerido que pudieran tratarse de nidos excavados para depositar huevos. 

Estos icnofósiles fueron interpretados en un principio junto a las trazas de Cruziana como fósiles de vegetales. En 1864 William Dawson publicó un trabajo demostrando que eran rastros de la actividad excavadora de trilobites. Posteriormente en 1873 un estudio similar fue dado a conocer por Alfréd Naforst con más éxito que su predecesor.

Estos fósiles, junto a otros, se han sido registrados en el Ordovícico temprano (480 millones de años) de la Cordillera Oriental, en la Puna, en las Sierras Subandinas, en la Precordillera, y en las sierras de Ventania y Tandilia, en Argentina, como así también en otros lugares del mundo.

Otro icnofosil de esta antigüedad fue encontrado en 2015 en una roca cuarcitica próxima al muelle de pesca de nuestra ciudad. Se trata de icnofosiles de Palaficus es probable que estas marcas se deban a la pista originada por el desplazamiento de anélidos o gusanos marinos de tamaño grande.

Este icnofosil se caracteriza por surcos semirellenos de sutil trazado, flexionados, mostrando a veces giros y superposiciones sumamente variadas. Antecedentes de estos hallazgos corresponden a la Estancia La Celina en la provincia de Buenos Aires en 1945. Se encuentran en sedimentos de arenas cuartiticas de grano fino. El promedio de medida de estas trazas es de 1 metro de longitud, y entre1 y 2 centímetros de ancho.

En algunas oportunidades se encuentra asociados a trazas de otros organismos como Corofides y Tigillites. Además, es estos icnogeneros citados hay muchos otros, pero recuerden que, al ser fósiles problemáticos, su interpretación es más compleja, lo cual no creo necesario ampliar más el tema.

Lo que debemos tener en claro, es que no hemos encontrado vertebrados, ósea, animales con estructura ósea o esqueleto, sino más bien, animales de cuerpo blando, que no se han conservado debidamente, y aunque parezca singular, son marcas de su actividad.

Seguramente, se preguntarán como se preservaron durante casi 500 millones de años estas huellas o trazas.

Bien, estos organismos una vez que realizaron actividades de desplazamiento o fosorial, ósea, por debajo de la superficie, estas muestras eran cubiertas por capas de arena más finas y totalmente distintas al sedimento hospedante, formando por decirlo de una manera práctica, una roca sedimentaria heterogenia. Al endurecerse durante millones de años, llegaron a nuestros días. Algunas de ellas se erosionaron y dejaron al descubierto estas muestras, otras debido a la actividad minera han sido separadas, y es ahí como las divisamos e interpretamos.

Si bien la mayoría de los organismos experimentaron grandes radiaciones adaptativas durante este periodo, hacia fines del mismo se produce la gran primera extinción masiva. La vida marina experimento una crisis con la extinción gradual de Trilobites, Fitoplancton, Braquiópodos, Nautiloideos, Briozoos, y Equidermos. Sin embargo, en los continentes las condiciones climáticas comenzaban a ser favorables para el desarrollo de vida más compleja.

Esas trazas fósiles que se encuentran en nuestra zona, y que podemos hallar en los espigones, se pudieron comparar con registros de las islas Malvinas y también de Marruecos; se trata de huellas que se han hallado en forma exclusiva en los territorios que pertenecieron a Gondwana, el antiguo continente que abarcaba Sudamérica, África, Australia, Nueva Zelanda, isla de Madagascar y Antártida. Es decir, no se han encontrado huellas similares fuera de ese antiguo continente.

Por distintas circunstancias geológicas, los sedimentos posteriores no se preservaron, debido a los distintos fenómenos orogénicos. Es por ello, que en nuestra región no hay sedimentos posteriores, como del Silúrico, Devónico, Carbonífero y Pérmico de la Era Paleozoica, o del Triásico, Jurásico y Cretácico de la Era Mezozoica, por esta razón no se han encontrado dinosaurios en la provincia de Buenos Aires, y sobre todo, no hay sedimentos del Paleoceno, Eoceno, Oligoceno y del Mioceno de la Era Terciaria, y recién afloran en nuestra región, sedimentos del Plioceno, Pleistoceno y Holoceno, los cuales son geológicamente más modernos, y no por ello menos interesantes que los anteriores, siendo pruebas del pasado biológico y geológico de nuestra región en los últimos 4 millones de años.

Estas rocas que vemos a menudo en las defensas costeras, espigones y revestimiento de construcción, parecen algo común, Pero para el ojo observador de un geólogo o un paleontólogo, es una importante muestra de información de la vida del pasado y nos ayuda a comprender el pasado biológico de nuestro planeta.

Para generar un rápido resumen de lo que hemos visto, les recuerdo que la Era Paleozoica la tenemos representada en la provincia de Buenos Aires, en el sistema de Tandilia y Ventania, en el sector serrano.

En nuestro caso, muchas de estas muestras, los sedimentos están presentes en afloramientos geológicos naturales, en el sector noroeste, limitando con el partido de Balcarce, y se lo ha registrado en el subsuelo miramarense.

En forma artificial se los pueden encontrar en rocas que conforman los espigones, defensas costeras y revestimientos de construcción. Las misma, proceden de canteras de roca cuarcitica, en la zona de Batan y Chapadmalal.

Tienen un origen marino, durante el ordovícico, hace 480 millones de años antes del presente, y contiene una importante variedad de fósiles problemáticos, ósea, icnofosiles, que son huellas o marcas de actividad de animales y plantas, que vivían en mares de poca o prolongada profundidad, en una época en donde a la vida no existía aun en tierra firme, debido a la alta temperatura terrestre y el pobre oxígeno.

Estas rocas que vemos normalmente, estas formadas por capas de arenas finas y gruesas de un antiguo mar, donde hemos podido colectar y documental fielmente la vida primitiva que quedo preservada en el tiempo. Así que, la próxima vez que vayas a la costa bonaerense, recorre los espigones a ver si encuentras un icnofosil, nosotros, ya tenemos un amplio registro.

Bibliografía sugerida:

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