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La presencia humana en la Región Pampeana desde el Pleistoceno superior hasta el siglo XVI.

Mariano Magnussen Saffer, Presidente de la Asociación de Amigos del Museo Municipal. Año 2009. e- mail: marianomagnussen@yahoo.com.ar

La presencia del hombre en el continente americano, y sobre todo en Argentina, merece un largo y extenso desarrollo para comprender los distintos momentos y sucesos durante milenios.

Uno de lkos primeros grandes observadores, fue Florentino Ameghino se basó en los hallazgos realizados en las costas de la provincia de Buenos Aires para desarrollar una teoría. En esta afirmaba la coexistencia entre seres humanos y la megafauna extinta en la zona pampeana. Incluyendo un posible origen del ser humano y posterior evolución en América.

Por lo tanto, según Ameghino, América fue foco de otro proceso de evolución. En su obra “Antigüedad del Hombre en el Plata”, se refiere a restos óseos a los que supuso gran antigüedad y consideró antecesores del hombre. En 1890 lanzó la teoría de que tales restos pertenecían nada menos a la época Terciaria y 14 años más tarde elaboró su cuadro Filogénico de la Humanidad que la inicia con una especie de mono muy antiguo que llamó Prosimio Primitiva. Por evolución, esta especie dio origen a otra denominada Simioidea Primitiva, aún cuando siguieron existiendo simultáneamente seres de la especie original.

En la actualidad,  conocimiento de los primitivos habitantes humanos de la región pampeana, esta constituido principalmente a partir de las excavaciones realizadas especialmente por los arqueólogos y estudiantes de universidades, museos e instituciones dedicadas a resolver como vivían nuestros antepasados. Igualmente pasa con la paleontología, que estudia el pasado animal.

Para conocer de que se alimentaban los paleoindios pampeanos y patagónicos, la arqueología debe trabajar asociada a otras ciencias auxiliares, como la paleontología, geología, biología molecular, química entre otras.

Así mismo, el registro Paleontológico de la región pampeana del actual territorio Argentino, es uno de los más significativos para el estudio y documentación de especies vivientes y extintas de los últimos diez mil años que proviene principalmente de sitios arqueológicos de lugares abiertos y libres.

La temprana colonización humana de América, se produjo durante el último período glaciar, se calcula que fue entre los 25.000 y 20.000 años atrás del presente.

En esa época el clima era muy frío y grandes masas de hielo cubrían amplísimos territorios de América del Norte y sectores montañosos de los Andes. Cuando este fenómeno alcanzó su máxima intensidad, descendió en nivel de los océanos. Esto provocó que el Estrecho de Bering (hoy sumergido bajo el mar), quedando libre de agua y se formo una unión intercontinental de unos 2.000 kilómetros de ancho (Beringia) entre Siberia y Alaska.

Esta fue la vía terrestre por donde muchas especies de animales y plantas migraron hacia ambos continentes. A su vez, los antiguos cazadores siberianos iniciaron la última gran expansión territorial de la humanidad al ingresar y poblar un nuevo continente. Muchas de estas pruebas están basadas por el testimonio arqueológico y paleontológico, y recientemente con nuestras de ADN molecular.

Estos primeros grupos humanos prehistóricos se fueron expandiendo desde el norte por toda Sudamérica, arribando a la región pampeana, hace aproximadamente  11.000 ó 10.000 años atrás. Las particularidades del paisaje y la riqueza natural de esta región  favorecieron la ocupación humana durante esos milenios. El nuevo escenario que encontraron estaba constituido por abrigos rocosos, agua, materia prima, caza, pesca y recolección.

El modo de vida característico hacia entonces, estuvo basado principalmente en la caza de animales como ciervos, guanacos, armadillos, caballos primitivos, lobos marinos y ñandúes, y en la explotación de otros recursos complementarios de su dieta, como fue la recolección de vegetales y productos marinos, que obtenían durante los desplazamientos estaciónales hacia las zonas adyacentes a las sierras, llanuras abiertas y litoral atlántico.

Esta forma de asociación socioeconómica, llamada cazador-recolector, estuvo presente durante la mayor parte de la historia prehispánica regional, sólo transformada profundamente por las nuevas condiciones históricas desencadenadas a partir de la conquista europea.

Las pruebas de esto se hallan en varios yacimientos arqueológicos pampeanos, como el Arroyo Seco, Estancia La Moderna, Cerro La China, Cueva Los Antiguos, Cerro El Sombrero, Cueva Burucuyá, Abrigo Los Pinos entre otros.

Numerosos instrumentos de piedra y fragmentos de roca talladas, permiten hoy reconstruir los procesos de producción de herramientas y sus usos.  En tanto los fogones y huesos de animales indican la fecha, el clima y fauna de la época.

Uno de los primeros sitios arqueológicos más antiguos descubiertos en la región, se llama “Estancia La Moderna” y fue estudiado por el arqueólogo Floreal Palanca, quien halló restos de gliptodonte junto a artefactos de piedra y los interpretó como evidencias claras de la presencia humana en épocas en que aún vivían estos animales. De este modo, Palanca propuso la antigüedad del poblamiento pampeano en coexistencia con animales hoy totalmente extinguidos.

El paraje llamado “Cerro La China”, comprende varios refugios rocosos que brindaron abrigo a sus antiguos ocupantes, como también la materia prima para producir ciertas herramientas de piedra. En estos sitios arqueológicos se hallaron instrumentos especializados para la caza, que se denominan puntas de proyectil del tipo "cola de pescado", llamadas así por su semejanza en el formato.  Estos descubrimientos son indicativos del grado de tecnología de la talla en piedra alcanzado hacia entonces, como también de la especialización en la caza, que exigió la fabricación de instrumentos de mucha precisión y eficiencia. Este asentamiento es relevante, por ubicarse temporalmente hacia los 10.750 años antes del presente.

Las investigaciones posteriores del arqueólogo Gustavo Politis y su equipo, son importantes en la reconstrucción del poblamiento de la región. Ellos encontraron en el sitio “Arroyo Seco”, entre numerosos restos óseos de diversos animales, los de un caballo americano, animal que se extinguiría poco tiempo después.  En el mismo sitio hallaron enterrados una gran cantidad de esqueletos humanos, junto a evidencias del ritual de la muerte (collares, adornos y pigmentos minerales).  Estas manifestaciones fueron una parte importante de las expresiones sociales y simbólicas de los cazadores-recolectores de hace casi 10.000 años.

A pesar que hace miles de años atrás el clima era más frío y árido y la posición de la costa, estaba muchos kilómetros más hacia el Este, la región siempre se caracterizó por articular el paisaje serrano y el ambiente costero.

Durante miles de años se encontraron organizados en pequeñas unidades domésticas emparentados.  A esta forma de organización humana se las llamó y aún perdura la denominación de bandas. Fueron núcleos muy móviles, estimándose en un número de entre 30 ó 40 personas. 

Estas tuvieron un patrón de vida donde la movilidad fue una estrategia fundamental para no sobreexplotar la naturaleza. Se trasladaban de un lugar a otro. Lamentablemente, existen pocas pruebas arqueológicas sobre como vivieron en las costas en la época del poblamiento temprano, debido a que estos antiguos sitios, se hallan hoy cubiertos por el mar. 

Quedan pruebas indirectas de sus excursiones por el litoral, como la presencia de rocas (rodados marinos) y caracoles, recolectados en las playas y hallados en sitios de las sierras.  Sobre las barrancas y cercano a los arroyos de Chapadmalal, se encontraron diez sitios arqueológicos, indicativo del interés indígena por la costa (pesca, recolección de moluscos y caza de lobos marinos). Seleccionaron conchillas para adornos y rocas de buena calidad, para la talla de instrumentos.

Las cuevas y cavernas funcionaron como lugares fijos de permanencia temporaria. Los de mejor ubicación fueron utilizados como campamentos de unidad doméstica (familiares) y en otros refugios ocasionales manufacturaban la piedra y desmembraban sus presas (guanacos o ciervos) y obtener médula ósea, productos que luego transportaban al campamento familiar.

En otros sitios de las sierras de Lobería, en el cerro “La China” y cerro “El Sombrero”, se obtuvieron fechados por carbono 14, cuyos resultados llevan la frontera del poblamiento inicial de la región pampeana a los 11.000 y 10.700 años, antes del presente.

Los arqueólogos denominan Paleoindios a estas primeras sociedades, para indicar que fueron los colonizadores más antiguos de la pampa. Estos grupos tallaron unas puntas de lanza, llamadas puntas “cola de pescado”, por la forma de la base que se inserta en el astil.  Estos instrumentos se hallaron en varios yacimientos sudamericanos y en las pampas orientales argentinas y solo se elaboraron dentro de un rango temporal entre los 11.000 y 9.000 años, antes del presente.

Las sociedades indígenas pampeanas que vivieron durante el período, que los geólogos llaman Holoceno Medio (entre 7.000 y 3.000 años aproximadamente), se vieron favorecidas por mejoras climáticas, pues el período glacial había terminado. Así, vieron ampliada la oferta de recursos para la subsistencia.  Los abundantes guanacos y venados, fueron los principales animales cazados para consumo y manufactura del cuero e instrumentos de hueso. Algunos arqueólogos, en otras regiones del país, llaman Arcaico a este período.

Los habitantes de esta región posteriores a los "paleoindios", introdujeron algunas transformaciones importantes en la producción tecnológica, es decir en la fabricación de artefactos de piedra, hueso y posiblemente de madera.  Esto se debió a partir de nuevas necesidades sociales y otras como las alimenticias. Las boleadoras y las puntas de proyectil continuaron siendo elaboradas durante milenios, porque eran instrumentos eficientes para cazar animales.  Las innovaciones tecnológicas que se produjeron fueron para mejorar las técnicas de pulido o talla de la piedra y lograr así formas y dimensiones variadas en los instrumentos (puntas, raspadores, cuchillos, etc.). Estos cambios se detectan en varios sitios de la pampa, donde los cazadores-recolectores mas recientes, elaboraron puntas de proyectil de menor tamaño y nuevas formas: triangulares y sin pedúnculo.

Durante los últimos 2.000 años, se produjeron otros cambios socio-económicos. Los sitios arqueológicos correspondientes a este período, son más numerosos y la alfarería y el arte rupestre presentan diferenciaciones estilísticas. Éstas hablan de distinciones entre una región y otra y tal vez, estuvieron ligadas a formas de identificaciones étnicas.

Se cuenta con información que permite caracterizar a las civilizaciones que vivieron en la región en tiempos cercanos al siglo XVI. 

En el sitio "Lobería I" encontraron los primeros indicios vinculados con la ideología de los pueblos cazadores-recolectores.  Estos son, manifestaciones simbólicas como las pinturas rupestres y otras evidencias relacionadas muy probablemente, con el ritual. Esas evidencias surgen a partir del descubrimiento de pinturas en una de las cuevas, probablemente también conectadas a 88 pequeñas puntas de proyectil, descubiertas en un sector muy reducido del abrigo.

Este fenómeno se da en el mismo momento en que los nuevos ajustes tecnológicos ligados a la producción de puntas de proyectil (que reducirán, aún más, su tamaño) y a un mayor uso de instrumentos elaborados con huesos de animales. En este sentido sobresale la manufactura de punzones, puntas y finas agujas óseas muy pulidas que pudieron ser instrumentos destinados mayoritariamente al trabajo con cueros. El uso de vasijas de cerámica permitió ampliar la posibilidad de almacenar alimentos, así como también ampliar las maneras de preparación y cocción de los mismos.

Los indígenas decoraban estas piezas de uso doméstico.  En la pampa los diseños fueron geométricos y se hacían mediante incisiones sobre la pasta fresca. Después, cuando la vasija estaba seca, pintaban sus caras internas y externas con pintura roja. La decoración de la alfarería y el arte rupestres (pintura sobre rocas), tienen una relación muy fuerte con el mundo de las ideas y de la comunicación simbólico-social de los grupos indígenas. Tal vez estos dibujos indicaban pasos, ojos de agua o lugares de reunión de varias "bandas".

A partir del siglo XVI, estas sociedades se enfrentaron de manera compulsiva a vivir de otra manera, generándose un nuevo proceso histórico: había comenzado la conquista española, del continente sudamericano. Con la introducción de caballos, vacuno y otros productos europeos, se iniciaron profundas transformaciones en la economía y organización social cazadora-recolectora. 

Las llanuras pampeanas y, se constituyeron durante unos siglos en un importante centro de abastecimiento y engorde de ganado caballar.

Se constituyó durante el período colonial un vértice del circuito mercantil, donde la obtención de ganado fue la base de la nueva estructura indígena, pues la información paleontológica recogida, ya indicó la ausencia de ciervos y guanacos para épocas cercanas a la expansión europea. Se puede pensar en fenómenos de retracción y/o extinción de estas especies, que fueron hasta entonces la base de la alimentación de los grupos indígenas. El descubrimiento de construcciones de piedra, llamadas por los lugareños "corrales de indios", en las serranías locales y en los alrededores de Tandil, pone en evidencia un nuevo panorama y la conformación de un complejo social, que resultará típico en la etapa colonial

Nuestros pampas serranos, tuvieron también apoyo e influencia de algunas costumbres de los indígenas que fueron los Mapuches o Araucanos. La palabra Mapuche significa "Gente de la Tierra" y es el nombre con que se identifica a los pueblos indígenas del centro-sur de Chile y de la cordillera neuquina de Argentina. Los conquistadores y aún la Nación Argentina, los llamó Araucanos. 

Bibliografía Sugerida:

Cabrera, A., 1957. Catalogo de los mamíferos de América del Sur. I. Rev. Mus. Cs. Nat. “B. Rivadavia”, Zool. 4(1); 1-307.Bs.As.

Francesco C.G. y Zarate, M.A.1999. Análisis tafonomico de Littoridina Souleyet, 1852 (Gastropoda: Hydrobiidae) en perfiles holocenos del rio Quequen grande (Prov. Buenos Aires): significativo paleobiologico y paleoambental. Ameghiniana 36 (3): 297-310 Bs.As.

Fidalgo, F. y Tonni, E.P. 1983. Geología y paleontología de los sedimentos encausados del pleistoceno tardío y holoceno de Punta Hermengo y arroyo Las Brusquitas (Partido de General Alvarado y General Pueyrredon, Provincia de Buenos Aires). Ameghiniana 20 (3-4): 281-296.

Fidalgo, F; Meo Guzmán, L; Politis, G; Salemme, M. y Tonni E. 1986. Investigaciones arqueológicas en el sitio 2 de Arroyo Seco (Partido de Tres Arroyos, provincia de Buenos Aires, Republica Argentina). New Evidence for the Pleistocene Peopling of the Americas. Center for the Study Of Early Man. Alan Bryan Ed. Orono Maine.

Frenguelli, J. 1920. Los terrenos de la costa atlántica en los alrededores de Miramar (prov. Bs.As.) y sus correlaciones. Bol. Acad. Nac. Cienc. Cordoba 24: 325-385.

Palanca, F. Y Politis, G. 1979. Los cazadores de fauna extinguida de la provincia de Buenos Aires. Prehistoria Bonaerense, pp. 71-91, Olavaria.

Politis, G. 1984. Investigaciones arqueológicas en el área Interserrana Bonaerense. Etnia 32: 7-52. Olavaria.

Tonni, E. P. Y Fidalgo, F. 1982. Geología y Paleontología de los sedimentos del Pleistoceno en el área de Punta Hermengo (Miramar, prov. Bs. As, Repub. Argentina); Aspectos paleoclimaticos. Ameghiniana 19 (1-2): 79-108


Nuestros Primeros Vecinos.

Por Daniel Boh. Museo Municipal de Miramar. Publicado originalmente en la Revista El Espigon. Numero 33. jdanielboh@yahoo.com.ar

Mucho antes de la llegada de los conquistadores españoles estas tierras eran recorridas por grupos humanos cuyas características apenas son conocidas por nosotros pero, gracias a los esfuerzos de años de investigación de científicos e historiadores es posible saber algo sobre su vida y costumbres.

Tal como la mayoría sabe y las actuales pruebas así lo muestra el poblamiento de América fue concretado por el extremo de América del Norte por algunas tribus de nómades provenientes de Asia que cruzaron el Estrecho de Bering hace unos 30.000 años. Posteriormente se cree que existió influencia de la Polinesia y aún de Europa en tiempos prehistóricos antes que Colón y los vikingos.

La expansión de esos primeros grupos fue muy rápida puesto que en la Provincia de Buenos Aires existen pruebas de antiguos habitantes de una antigüedad de aproximadamente 11.000 años, las cuales fueron ubicadas en un sitio dentro de nuestro Partido de General Alvarado. Para esos tiempos aún existían los antiguos y gigantescos animales que caracterizaban la fauna fósil pampeana de finales del Período Pleistoceno y principios del Holoceno (hace unos 10.000 años).

Existen pruebas de que los primeros seres humanos cazaron estos seres en las localidades de Olavarría y Tres Arroyos, con restos de Megaterios o Gliptodontes que fueron cazados y faenados. Debido a esta convivencia de casi 3000 años y la extinción de aquellos se cree que los seres humanos provocaron la misma por una sobreexplotación de los mismos, aunque no existen pruebas contundentes la coincidencia es interesante y se repite en Australia y otros sitios aislados. Para lo que nos interesa a nosotros podemos decir que se cree que los grupos nómades que dejaron pruebas de su paso por nuestra región eran los mismos que recorrían el interior de la provincia y que posiblemente habitaban la zona serrana.
La estadía en estas playas era para recolectar material y fabricar sus herramientas. El principal componente era la piedra y en la costa es posible hallar rocas de gran dureza como el Basalto y otras, ideales para obtener cuchillos, raederas o raspadores. Aún es posible observar entre las zonas que los médanos dejan limpias por el viento, gran cantidad de restos del trabajo de tallado posiblemente acumuladas durante generaciones. Lamentablemente estas pruebas van desapareciendo debido a la gran cantidad de tránsito de vehículos aptos para la arena que circulan todos los años en esos lugares.

En el Museo Municipal Punta Hermengo se exhibe parte de un esqueleto humano hallado por unos vecinos de la ciudad hace mas de treinta años. El mismo apareció al borde de un arroyo de la zona en donde ahora existe un gigantesco médano.

Posiblemente existan más restos ya que era tradición el elegir los mismos lugares para ser usados como cementerios. La costumbre era a veces la de enterrar al muerto en un sitio provisorio si no se estaba cerca, para luego ser desenterrado y sus huesos limpiados y pintados, generalmente de rojo. Luego se lo transportaba en forma de paquete al lugar definitivo.

Un ejemplo de eso fue un impresionante hallazgo realizado en el año 1913 cerca de la desembocadura del arroyo Malacara. El mismo se une al Pescado y al Nutria Mansa en el límite de nuestro distrito con Lobería y cerca de la localidad de Centinela del Mar. En ese lugar fue desenterrado un cementerio con varios individuos, los cuales fueron enterrados directamente en el lugar o traídos desde lejos.

En el año 2002 fue encontrado un yacimiento arqueológico en inmediaciones del Arroyo Nutria Mansa que estaba compuesto principalmente por centenares de huesos de guanaco, siendo un lugar de desposte de piezas cazadas durante bastante tiempo. El lugar tiene un antigüedad de casi 3000 años y también se hallaron restos del cánido Aguará Guazú (indicando un clima más cálido al actual) y adornos confeccionados en dientes de Tiburón Blanco.

Ya en los primeros tiempos de la colonia se produce el viaje de Juan de Garay en 1582 hacia estas costas desde la recientemente refundada Buenos Aires. En su diario describe un lugar que es posible reconocer como los cerros de Mar del Plata, hoy tapados por el crecimiento urbano. Ahí se contacta con algunos nativos que le describen como es el interior de la llanura pampeana y la cantidad de gente que la habita. Se hace evidente que ya desde hacía siglos había contacto entre la zona de cuyo y la costa bonaerense. Posteriormente y con la llegada de los primeros sacerdotes Jesuitas aparecen las primeras descripciones sobre las costumbres y características de las tribus pampeanas. Generalmente se toma a las mismas como las más imparciales y confiables, si se tiene en cuenta el contexto histórico.

Entre los años 1740 y 1750 se fundaron tres reducciones. Las dos últimas en la Sierra del Vúlcan (hoy Sierra de los Padres). Las mismas intentaron conquistar por medio de la evangelización a las tribus de Tehuelches septentrionales y otras parcialidades que en ese entonces estaban comandadas por el Cacique Cangapol. Estos se llamaban así mismos como Güenaken ya que la palabra “tehuelche” es de origen Mapuche. Los españoles los llamaban Patagones o Pampas.

Las reducciones tuvieron cierto éxito en su tarea pero los comerciantes blancos buscaban aprovecharse de los aborígenes canjeando sus productos por ciertos objetos útiles pero principalmente por el alcohol, el cuál provocaba estragos entre los aborígenes. Cangapol toleraba a los religiosos y no ponía muchas objeciones al trabajo de los sacerdotes pero, varias desinteligencias y posteriormente el asesinato de su primo Tolmicháyá por parte de los españoles, provocó su ira. En poco tiempo reunió miles de guerreros que destruyeron las reducciones, salvándose los jesuitas por poco. Hasta la misma ciudad de Buenos Aires estuvo a punto de ser arrasada, pero el uso de las armas de fuego no permitieron que esto sucediera.

Posiblemente esa fue la última de la incursiones comandada por un cacique Tehuelche, ya que desde el siglo XVI comenzaron a cruzar desde Chile varios grupos de Mapuches, llamados por los españoles Araucanos debido a que se consideraba que los mismos eran provenientes de la región de Arauco en ese país. Estas tribus lentamente fueron asimilando a las parcialidades locales por medio de guerras o por la simple presión de su presencia. El antiguo idioma de nuestras pampas fue reemplazado por el de los recién llegados aunque algunas voces lograron sobrevivir hasta ahora especialmente en la región patagónica. Según las crónicas de la época el ganado era muy apreciado por estas tribus debido a que lo comerciaban en el vecino país, canjeándolo por telas, herramientas, ropas y metales preciosos, entre otros útiles. Por supuesto que esto derivó en las conocidas contiendas que culminaron con la expedición del General Roca en 1879.

Para nuestro distrito no existen datos registrados sobre incursiones o “malones”, puesto que para cuando se formaron las primeras estancias ya las tribus mapuches se hallaban mucho más al sur. El malón más cercano fue en Lobería en una estancia llamada “San Antonio” de Arruda, en 1857 y la famosa Zanja de Alsina recorría el sur de Córdoba hasta Tornquist en 1876-77. Existe un relato que indica el paso de un aborigen perdido que pasó una noche en lo que hoy es la estancia La Eufemia aproximadamente por 1885.

Por otra parte se cuenta que el nombre de estancia “El Infierno” se refería al constante acoso de los aborígenes aunque otros dicen que el nombre tiene que ver con lo difícil de la vida en ella. La estancia “Ballenera” o “Ballenera Vieja” es del año 1839 y sobre ella no se cuenta ninguno de estos casos aunque sí poseía un sótano al que se podía acceder desde una alacena, por si existía algún peligro de invasión. El casco aún existe aunque con reformas.

Es posible que el único topónimo aborigen en nuestro distrito sea el del arroyo “Chocorí”, quien fuera un importante cacique Tehuelche que desapareció en inmediaciones de Bahía Blanca en 1833 y que su armadura confeccionada con muchas capas de cuero está exhibida en el Museo de La Plata. Se cuenta que en los alrededores de Mar del Sud existía una toldería o al menos un pequeño grupo de aborígenes hasta la primera mitad del siglo XX, tema que todavía estamos investigando.

Bibliografía:

“La Conquista del Desierto”
Dirección de Geodesia, Ministerio de Obras Públicas de la Provincia de Buenos Aires. Noviembre de 1987.
“El indio del desierto, 1535-1879”, Dionisio Schoo Lastra, Editorial Goncourt, 1977.
“Costeando las llanuras”, Dr. Mariano Bonomo, Sociedad Argentina de Antropología, 2005.
“El cacique Cangapol llamado El Bravo”, Padre Guillermo Furlong, Revista Buenos Aires.

     

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