NATUar: Articulos de Reptiles y Anfibios: Sobre las mordeduras de serpientes. Anfibios del Delta.
   

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Sobre las mordeduras de serpientes.

 

Por Mariano Magnussen Saffer, publicado en el Semanario “El Sol” el día 12 de Diciembre de 2002, Sección Ecología, Pagina 21. Reproducido y mejorado en el Cd ROM de "Naturaleza Pampeana". Copyright © 2005.

En nuestra ciudad un tema que preocupa a nuestros turistas y residentes todos los años, es la eventual aparición de la fauna Ofidica que se halla presente en nuestra región, que por lo general, son visibles en su ciclo mas activo que ocurre entre el mes de noviembre hasta mediados de abril, y que por falta de información se atenta contra las mismas, cuando en realidad son controladoras de plagas de roedores, transmisores de enfermedades muy comunes como el mal de los rastrojos, fiebre hemorrágica, hantavirus entre otras, que producen un porcentaje elevado de victimas a comparación de las mordeduras provocadas por serpientes.

En el Partido de General Alvarado podemos considerar a tres especies de ofideos en categoría de “Peligrosas”, ellas son Yarará Ñata (Bothrops ammodytoides), la Yarará Chica (Bothrops newiedii) y la Yarará o víbora de la cruz (Bothrops alternatus). Esta ultima especie corresponde a la fotografía adjunta al articulo, tomada en las inmediaciones de la desembocadura del arroyo La Ballenera. Dentro de las admirables adaptaciones que poseen estos vertebrados, alcanza su máxima expresión en el desarrollo mandibular, en las que un par de dientes anteriores tubulares, se vinculan con glándulas salivales modificadas productoras de veneno. Si de peligrosidad hablamos, las yararaes se llevan los laureles: son las únicas responsables de las entre seis y diez picaduras de serpientes que ocurren en nuestra Provincia todos los años, de acuerdo a datos de Epidemiología Provincial.

Según la especie involucrada los casos presentan características y pronósticos diferentes. La víbora de la cruz (foto) por ejemplo, con un tamaño que puede alcanzar los 1,70 metros es la que suele provocar los cuadros más complicados por la importante cantidad de veneno inoculado con la mordedura. Sin embargo esta yarará, que se distribuye principalmente por el centro y nordeste de la provincia, es poco común, por lo que los envenenamientos atribuibles a ella son escasos. El grueso de los accidentes ofídicos es producto de las dos especies restantes, la yarará chica y la ñata, aunque es difícil establecer en qué grado contribuye cada una al número para nada despreciable de afectados en el territorio bonaerense.

Ambas tienen una amplia distribución en la provincia, faltando solo talvez en el extremo nordeste, pero la yarará ñata es mucho más abundante que su congénere chica.

No obstante, esta situación se ve compensada por el hecho de que la yarará chica es de hábitos expuestos y de temperamento agresivo, mientras que la ñata es relativamente mansa y menos propensa al ataque. De esta forma son capaces de inocular dosis fatales de ponzoña en sus víctimas a la manera de una artera inyección hipodérmica. En  las llamadas culebras, estos dientes no existen, o bien se implantan en la parte posterior de la boca, siendo la picadura inerme en la gran mayoría de los casos puesto que no alcanzan a inyectar el veneno con el primer mordisco.

Diferencias entre especies venenosas y no venenosas.

Las culebras inofensivas, habitantes muy comunes en nuestra localidad, pueden diferenciarse de las serpientes venenosas por varios rasgos más o menos fáciles de reconocer. Las yararaes presentan sobre la cabeza pequeñas escamas similares a las del resto del cuerpo, mientras que las culebras tienen en ese lugar grandes placas. A cada lado del hocico las víboras tienen dos orificios, el nasal y el correspondiente a la foseta loreal, entretanto que las culebras carecen de este último.

Además la cola de las yararaes es más corta. La característica principal es reconocer el tipo de cabeza, en las venenosas, su cabeza es chata y en forma triangular con un cuello bien definido, mientras que las especies inofensivas poseen una cabeza redondeada, siguiendo la morfología de su cuerpo sin definición clara del cuello. En la ilustración comparativa adjunta, se observa a la Culebra (Izq) y a la serpiente venenosa (Der).

La mordida de especies venenosas y su tratamiento.

El veneno de las yararaes no está compuesto por un solo principio activo sino por un verdadero cóctel de sustancias que actúan secuencialmente. Su acción es local, afectando la sangre y  destruyendo los tejidos en las cercanías de la mordedura. El dolor es intenso, y si el accidente ha ocurrido en los miembros inferiores (el lugar más común), se hace imposible caminar después de unos minutos. La zona afectada se vuelve entre negra y púrpura, y este color cianótico avanza conforme pasa el tiempo. Luego de unas horas se forman inmensas ampollas llenas de un líquido sanguinolento.

Habitualmente a esta altura se ha administrado el suero que neutraliza las moléculas del veneno permitiendo la recuperación casi siempre total del paciente, aunque por lo general el miembro quedará permanentemente debilitado y magullado. Si no se aplica el antiveneno oportunamente casi siempre sobreviene la muerte entre uno y doce días después, normalmente por fallo renal.

El suero antiofidico es el único tratamiento contra la mordedura. El cual se presenta dos características. 1 - Polivalente: Se utiliza cuando se desconoce la especie que provocó el accidente. 2- Específicos: Son exclusivamente para la mordedura de un solo tipo de serpientes, siendo estos los mas efectivos y pueden ser: Antibothopico, Anticrotalico, Antilachesico y Antimicrurico (Anti-Black Widow, Bothrops Bivalent y Tropical Polivalent) preparados por el Instituto Nacional de Microbiología de Argentina.

Cabe mencionar que en la Provincia no ha habido decesos, a los menos registrados, provocados por yararaes en los últimos quince años. Se dispone de suero en los centros sanitarios de casi todas las localidades de la provincia (incluyendo Miramar), por lo que lo más recomendable en caso de un accidente ofídico será acudir a uno de estos centros asistenciales, desaconsejándose totalmente la aplicación de torniquetes, quemar la zona afectada o tratar de succionar el veneno, o cualquier medicina improvisada o casera.

Si la mordedura ocurrió en una zona aislada o fuera del casco urbano, es aconsejable pedir ayuda, evitando movilizarse uno mismo en bicicleta, caminando o corriendo, ya que al agitarse, moviliza rápidamente la sangre infectada de veneno hacia el corazón. Así mismo, en lo posible, es importante capturar a la serpiente luego del ataque, ya que los sueros antiofidicos son preparados químicamente según la especie, y así tener una rápida recuperación luego de su identificación sistemática. La captura, en un caso urgente como este, por lo general termina con la muerte del animal, pero es necesario que su cráneo este entero y sin daño para poder determinar el género, y saber fehacientemente si es venenosa, o si es una serpiente falsa (como la falsa Yarara).

Prevención en zonas urbanas y rurales.

Las culebras y serpientes, como todo animal salvaje, intenta evitar el enfrentamiento inútil contra otro ser vivo de mayor tamaño, que por lo general al encontrarse enfrente de un niño, perro o gato, busca rápidamente un refugio, e intenta morder únicamente si es atacada como ultima alternativa.

En el caso de las serpientes venenosas, son más cuidadosas, ya que su veneno tarda varios días para reponerse por su bajo metabolismo al igual que en otros reptiles. Muchas personas cometen la terrible equivocación de matarlas, cuando estas en realidad ayudan a la controlar la población de roedores transmisores de enfermedades mortales ya descriptas. Lo que se debe hacer con mucho cuidado y sobre todo no pasar un mal momento, es acorralar a la serpiente e introducirla dentro de una caja o balde de plástico y liberarla en zonas abiertas y seguras tanto para ellas como para las personas.

Así mismo en nuestra ciudad, son frecuentes los terrenos con pastizales altos, los cuales son proclives en tener pequeñas comunidades de serpientes, teniendo en cuanta que una hembra puede tener de 2 a 25 crías. Algunas personas creen que, cortando o quemando estos pastizales, se soluciona el problema.

En realidad pasa todo lo contrario, porque cuando es destruido un microambiente como un pastizal urbano con posibles ofidios en su interior, estos emigran a terrenos y casas vecinas, escondiéndose en caños abandonados, baldosas, troncos y juguetes de niños, en donde se producen los encuentros con los seres humanos.

Es posible verlas por la mañana en zonas abiertas, calles o como por ejemplo, en la ruta a  Mar del Sud, donde se acercan a solearse para controlar su metabolismo, y son arrolladas por distintos vehículos, logrando la muerte de varias centenares por temporada.

Esperamos haber demostrado,  que las yararaes son animales fascinantes y admirables, que deben interactuar con el bienestar del ser humano. Por supuesto, las víctimas de sus mordeduras pueden no compartir nuestra apreciación. Pero lo cierto es que gran parte de los accidentes se deben a la arrogancia de las personas que ante su encuentro, no las dejan escapar o fastidiar. La mejor manera de evitar ser picados es, simplemente, hacer como los araucanos: dejarlas en paz, seguir nuestro camino y permitir hacer lo propio a las serpientes. Y en caso de cualquier accidente acudir a cualquier centro sanitario.

Bibliografía Sugerida.

Arnold, E. y otros. Guía de campo de los reptiles y anfibios de España y Europa. Barcelona: Ediciones Omega, 2ª ed., 1982. Guía clásica para identificar anfibios y reptiles; incluye dibujos y mapas.

Barbadillo, Luis Javier. La guía de Incafo de los anfibios y reptiles de la península Ibérica, islas Baleares y Canarias. Madrid: Editorial Incafo, 1987. Guía fotográfica; incluye claves, mapas y glosario.

Bellairs, A y otros. Los reptiles. Madrid: Ediciones Hermann Blume, 1978. Obra de introducción al mundo de los reptiles; ilustrado con dibujos en blanco y negro.

Bruno, Silvio y otros. Guía de las serpientes de Europa. Barcelona: Ediciones Omega, 1992. Guía de identificación; incluye bibliografía.

Ferri, Vincenzo. El libro de las serpientes de todo el mundo. Barcelona: Ediciones De Vecchi, 1992. Guía de identificación; con ilustraciones en color.

Ferri, Vincenzo. Las serpientes de España y Europa. Barcelona: Ediciones De Vecchi, 1994. Guía de identificación; incluye ilustraciones en color y bibliografía.

Horton, Michael. Guía completa de las serpientes. Barcelona: Editorial Hispano Europea, 1994. Guía sobre el cuidado de las serpientes; con ilustraciones en color.

Oberon, Jake. Conoce y cuida tu serpiente: evolución, clasificación, anatomía y biología. Barcelona: Editorial Hispano Europea, 1994. Breve obra divulgativa; con ilustraciones en color.

Magnussen Saffer, M. 2005. Notas para la actualización, reconocimiento, sistemática y ecología de los mamíferos adaptados al bosque artificial del Vivero Dunicola Florentino Ameghino de Miramar, Provincia Buenos Aires, Republica Argentina. Boletín de divulgación Científico Técnico del Museo Municipal de Ciencias Naturales Punta Hermengo de Miramar. (Sec. Mazt) publicación 4: pp 03 -  17. 

Magnussen Saffer, Mariano y Boh, Daniel. 2005. El Bosque del Vivero Dunicola Florentino Ameghino de Miramar. Aspectos Históricos y Biológicos. Boletín de divulgación Científico Técnico del Museo Municipal de Ciencias Naturales Punta Hermengo de Miramar. (Sec. Div) publicación 7: pp 03 – 13.

Magnussen Saffer, M. Notas para la actualización, reconocimiento y sistemática de reptiles y anfibios adaptados al bosque artificial de Vivero Dunicola Florentino Ameghino de Miramar, Buenos Aires, Republica Argentina. Boletín de divulgación Científico Técnico del Museo Municipal de Ciencias Naturales Punta Hermengo de Miramar. (En Prensa).

Magnussen Saffer, M. Variación estacional de la dieta de Tyto alba  (Aves: Tytonidae)  en el bosque artificial del Vivero Dunicola Florentino Ameghino de Miramar, Buenos Aires, Republica Argentina. Boletín de divulgación Científico Técnico del Museo Municipal de Ciencias Naturales Punta Hermengo de Miramar. (En Prensa).

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Anfibios del Delta.

Fragmento del articulo publicado originalmente por Marcelo Canevari. Sección Herpetología del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia de Buenos Aires. Revista de Divulgación Científica y Tecnológica de la Asociación Ciencia Hoy. Volumen 1 - Nº 1 - Diciembre/ Enero 1989. Imágenes del archivo de NATUar.

El noreste de Buenos Aires, en las cercanías de la Capital Federal, recibe permanentemente aportes genéticos de las regiones subtropicales del país, debido a la acción de los ríos Paraná y Uruguay, que constituyen importantes vías de penetración para la fauna y la flora.

Una densa franja de vegetación selvática se desarrolla a lo largo de estos cursos de agua en islas y riberas, donde los sedimentos acarreados por los ríos forman un lomo conocido como albardón. Paralelos al río, se encuentran los madrejones, nombre que reciben los cauces abandonados, en general cubiertos por un denso tapiz flotante; hacia el interior aparecen bañados, pajonales y lagunas. Aunque empobreciéndose paulatinamente hacia el sur, esta vegetación alcanza las riberas del Río de la Plata y su extremo austral se encuentra en Punta Lara, en las cercanías de la ciudad de La Plata.

Durante las grandes crecientes, las aguas penetran en el interior de las islas inundando madrejones y lagunas, y arrastrando con potencia arrolladora troncos, camalotales y otras masas de vegetación flotante, que son llevados hacia el sur, a menudo hasta las costas del Río de la Plata. Una multitud de habitantes que vive en los sitios inundados, y que se refugia en las islas flotantes, es transportada con ellas. Actualmente se trata de fauna menor, pero en el pasado llegaban hasta el delta del Paraná embalsados que transportaban yaguaretés y otros grandes mamíferos.

Luego de las grandes crecientes de 1977 y 1983, a lo largo de las costas del Río de la Plata hemos encontrado en sitios tales como la Ciudad Universitaria, Costanera Norte o Punta Lara, once especies de ofidios, quince de anfibios y gran diversidad de vida animal. Muchas de las especies transportadas encuentran en la nueva región condiciones propicias para su desarrollo y reproducción, y colonizan el área; otras no prosperan y van desapareciendo paulatinamente. Un ejemplo de colonización es el área de relleno donde actualmente existe la reserva de la Costanera Sur, sobre la costa del Río de la Plata, en Capital Federal, que comenzó a rellenarse en el año 1977. Actualmente se han citado para la reserva nueve especies de anfibios y ocho de ofidios; así es altamente probable que nuevas especies aparezcan en el futuro.

Los requerimientos de los anfibios están relacionados con la humedad y temperatura, pero también, y muy especialmente, con el régimen de precipitaciones y los diversos tipos de cuerpos de agua necesarios para la reproducción.

La cercanía del Río de la Plata, verde y húmeda gran parte del año, les ofrece una variada disponibilidad de ambientes: lagunas permanentes, con el espejo de agua limpio o cubierto por vegetación flotante, charcos temporarios de poca profundidad, pequeños arroyos de aguas lentas, etc. Hay, además, múltiples lugares que sirven de refugio en épocas adversas, y diversas posibilidades alimenticias. Alrededor de 22 especies de anfibios viven en esta zona aprovechando las posibilidades de refugio, alimentación y sitios reproductivos que ofrece el área.

Hacia el Oeste y el sur de la provincia de Buenos Aires disminuye la variedad de ambientes, las posibilidades alimenticias, los índices pluviométricos y las temperaturas; en consecuencia también disminuye la diversidad de especies. Todos los anfibios que viven en los alrededores de la Capital Federal hibernan durante los meses fríos; los sitios que utilizan para ocultarse durante este período son muy variados. Las ranas trepadoras de la familia Hylidae, por ejemplo, utilizan con frecuencia escondrijos entre la vegetación acuática arraigada que rodea los cuerpos de agua donde se reproducen.

Todas ellas pertenecen a especies de tamaño mediano o pequeño, por lo tanto con mayores riesgos de deshidratación que otros grupos, lo que les impide alejarse de los sitios de cría. Un refugio frecuentemente utilizado por todas las especies de esta familia que viven en Buenos Aires son las serruchetas (Eryngium spp.), plantas de la familia Umbeliferae, cuyas hojas alargadas y dispuestas en roseta están defendidas por una hilera de espinas en cada borde. Las axilas de las mismas constituyen, por lo tanto, no sólo un sitio húmedo, gracias al agua acumulada por la lluvia o rocío, sino también una excelente defensa contra predadores. Los troncos caídos o la corteza de los árboles también sirven de escondrijo a este grupo de ranas trepadoras.

Los sapos tienen piel mucho más resistente a la desecación qué la de otros anfibios y por lo tanto pueden independizarse del agua en mayor medida, alejándose a veces, a grandes distancias de los sitios de cría.

Existen dos tipos en el área. El mayor, Bufo arenarum, es muy conocido, ya que se acerca a las casas en busca de insectos atraídos por la luz. Durante el invierno se oculta bajo troncos o piedras, en resquebrajaduras y en cuevas. La otra especie, Bufo granulosus, es cavadora y construye pequeñas cuevas en el suelo ablandado por la lluvia; vive allí la mayor parte del año, capturando insectos que se acercan a su guarida. Al ser agredido, infla su cuerpo y cierra los ojos, obstruyendo totalmente la entrada de la cueva, de donde es casi imposible retirarlo.

También los escuerzos (Ceratophrys ornata) cavan cuevas en el barro utilizando un tubérculo córneo de borde afilado que poseen en las patas posteriores. En épocas secas, las viejas mudas de piel forman una capa protectora contra la deshidratación. Pero con las lluvias, semienterrado en el barro, acecha a la espera de sapos, roedores y hasta pequeñas aves. También el escuercito (Odontophrynus americanus) cava con sus miembros posteriores, permaneciendo oculto la mayor parte del año. Estas dos últimas especies salen de sus refugios únicamente después de grandes lluvias, para buscar más activamente el alimento y reproducirse. Los Pseudidae, que son los únicos anfibios de la zona con membranas interdigitales, no se alejan nunca del agua y se refugian entre las plantas acuáticas durante los meses fríos.

La mayoría de las especies de la región comienza la reproducción a fines del invierno o comienzos de la primavera, con la llegada de las grandes lluvias. Pero como las condiciones ambientales varian mucho de un año a otro, varía, también, el éxito reproductivo. Algunas especies son más exigentes que otras en cuanto a requerimientos ambientales y aparecen solamente con temperaturas elevadas, luego de lluvias torrenciales; en tales circunstancias se produce una verdadera invasión de estos anfibios en la región.

Hay otras especies (como Hyla pulchela, Bufo arenarum, Leptodactylus ocellatus) con menores requerimientos de humedad, temperatura y sitios reproductivos, capaces de reproducirse a lo largo de toda la época estival. Son, en general, las especies más abundantes en el área y, aparentemente, las mejor adaptadas al clima y geografía de la zona. Hay alguna (Physalaemus barbouri) que puede comenzar su período reproductivo en pleno invierno o prolongarlo hasta muy entrado el otoño.

Para evitar competencia, las diferentes especies del área aprovechan los distintos y abundantes cuerpos de agua existentes. Algunas (Bufo granulosus, Hyla nana, Ceratophrys ornata, entre otros) utilizan principalmente los cuerpos de agua temporarios que se forman con las lluvias estivales. Una de las ventajas de estos ambientes es la menor proporción de predadores (peces, belostómidos y otros insectos acuáticos); una segunda circunstancia favorable está dada por la menor competencia con otros anfibios. Los renacuajos de estas especies son poco nadadores (renacuajos de fondo) y tienen una velocidad de desarrollo de uno a dos meses. En años lluviosos tienen buen éxito reproductivo y sus poblaciones se incrementan, pero en años secos muchos charcos desaparecen y con ellos muchas puestas que no llegan a término. En estos períodos se encuentran los restos secos de individuos que no recibieron las lluvias esperadas antes de completar la metamorfosis, o los renacuajos de varias especies concentrados en los pequeños restos de agua, a veces sirviendo de alimento a garzas, cigüeñas y otras aves. En ocasiones los renacuajos pueden sobrevivir hasta la llegada de nuevas lluvias, gracias a la humedad que queda debajo de los restos de algas o plantas flotantes.

Las especies cavícolas de la familia Leptodactylidae (L.mistacinus, gracilis, latinasus) presentan una particular adaptación para la reproducción en charcos temporaríos. Se reproducen dentro de cuevas que el macho cava en el barro, con la llegada de las primeras lluvias estivales, en el borde de charcos y lagunas, y a menudo en el lecho seco de estos ambientes.

Durante el amplexo, que ocurre dentro de la cueva, la hembra deposita, junto con los huevos, una sustancia albuminosa que la pareja bate con las patas posteriores, formando un nido de espuma. Los huevos quedan inmersos en esta espuma, que servirá de alimento a los renacuajos en los primeros estadíos.

El éxito reproductivo de estas ranas depende de lluvias escalonadas. Con las nuevas lluvias la cueva se inunda y la espuma con los renacuajos o los huevos es arrastrada al exterior por el agua. Dado que estas lagunas pueden desaparecer rápidamente, la metamorfosis de los renacuajos de este grupo dura aproximadamente 15 ó 20 días. Posiblemente la concentración de individuos o el aumento de la temperatura del agua incida en la velocidad del proceso metamórfico, ya que en cautiverio se han obtenido metamorfosis más lentas.

Hay especies (Hyla pulcheIIa, Lysapsus mantidactylus, Odontophrynus americanus, Bufo arenarum) que prefieren lagunas permanentes de aguas más profundas para la reproducción, y muchas veces con el espejo de agua cubierto por una densa capa de vegetación flotante. En muchos casos poseen renacuajos nadadores, que pueden pasar como larvas el período invernal, completando el desarrollo con la llegada de la primavera. La especie mejor adaptada a los cuerpos de agua permanente es Lysapsus mantidactylus; la larva de este anfibio tiene el cuerpo aplanado) lateralmente y posee un gran desarrollo de la aleta caudal, siendo un excelente nadador.

Hyla pulcheIIa es uno de los anfibios más adaptables de la región. Aprovecha cuerpos de agua muy diversos, canta, se aparea aun con bajas temperaturas y las larvas pueden variar la velocidad de metamorfosis según la época. En semicautiverio hemos criado individuos que completaron la metamorfosis en primavera, alcanzaron el tamaño adulto y comenzaron a cantar a mediados de enero; a comienzos de marzo el canto más intenso indicaba el comienzo de la reproducción y a fines del mismo mes ya había posturas.

Aunque existen gritos de amenaza, como los que puede emitir el escuerzo, o sonidos de "angustia", que emiten algunas especies al ser capturadas por un predador, la principal función de la vocalización en los anfibios es permitir el canto que emiten los machos, dilatando el saco vocal que actúa como caja de resonancia, para llamar a las hembras e iniciar el proceso de reproducción. En algunos casos el canto también atrae a los machos de las mismas especies; de esta manera se concentran en los sitios de reproducción formando coros.

El canto de un individuo puede estimular al resto y es posible motivar al conjunto con una grabación o incluso imitando artificialmente el sonido. Cada especie tiene sitios particulares para emitir el canto, por lo que aun cuando coincidan los cuerpos de agua en que se reproducen varias de ellas, generalmente no coinciden los lugares de canto. Por lo tanto, tampoco coinciden los sitios de encuentros entre ambos sexos ni los de la puesta de los huevos.

Es así que las ranas trepadoras (Hylidae) cantan sobre las plantas acuáticas arraigadas. Hyla pulchella tiende a hacerlo a escasa altura del agua. Otras, como Hyla nana e Hyla Squalirostris, lo hacen en la vegetación arraigada más densa (totorales, espadañales, cortaderales). Lysapsus mantidactylus canta flotando en el centro de las lagunas, a veces semiescondida entre la vegetación. Como una adaptación para cantar flotando, esta especie posee un par de sacos vocales que se dilatan a ambos lados de la boca. Physalaemus barbouri emite su llamado escondido en la base de los tallos de las plantas. Otras especies (Bufo arenarum, Leptodactylus ocellatus) cantan en lugares muy expuestos, en las orillas de vegetación baja.

Pseudopaludicola falcipes lo hace en campos inundados, incluso en pequeños huelIones. Las especies cavicolas, por su parte, cantan en cuevas construidas en el barro, a orillas de charcos y lagunas.

LECTURAS SUGERIDAS

AMBROSINI, S. Etología de anfibios de ambienles temporarios del N.E. de lo provincia de Buenos Aires. Seminario de Licenciatura, C.A.E.S.E., 1985.

CEI, I.M. Amphibians of Argentina, Monitore Zoológico italiano, Florencia, 1980

GALLARDO. J.M. Anfibios de los alrededores de Buenos Aires, Buenos Aires, Eudeba, 1974.

GALLARDO, J.M. Anfibios y reptiles del partido de Magdalena (Provincia de Buenos Aires), Buenos Aires, Artes Gráficas Rioplatenses, 1987.

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