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*** Paleontología Internacional ***

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El largo origen de los camélidos.

Por Mariano Magnussen Saffer. Grupo Paleo. Museo Municipal Punta Hermengo de Miramar. Fundación Argentavis. marianomagnussen@yahoo.com.ar. Tomado de; Magnussen Saffer, Mariano. 2016. El largo origen de los camélidos. Paleo Revista Argentina de Paleontología. Boletín Paleontológico. Año XIV. 148: 22-26.

Los camélidos son estrictamente herbívoros, con largos y delgados cuellos y piernas prolongadas. Se diferencian de los rumiantes porque su dentición muestra rastros de incisivos centrales vestigiales en el maxilar superior, y la presencia de dientes caninos verdaderos, separados de los premolares por un espacio llamado diastema, tanto en el maxilar como en la mandíbula.

Todos los camélidos, tanto fósiles como actuales, caminan de una manera particular debido a su sistema de locomoción; en marcha, las dos extremidades del mismo lado se mueven simultáneamente, diferentes de los caballos por ejemplo que tienen un galope intercalado. Los camélidos no tienen pezuñas; a cambio tienen dos dedos con uñas en cada pie y almohadillas de plantar, únicos tilópodos.

La historia evolutiva de los camélidos comienza en América del Norte hace unos 45 millones de años.

Un pequeño antecesor de 30 centímetros de talla como Protylopus petersoni, genera una serie de especies con tendencia al aumento de tamaño hasta que, hace alrededor de tres millones de años, un gran camélido (Parazemelus) emigra a Asia por el estrecho de Behring, diversificándose en las dos especies de camellos que allí existen actualmente: el camello con dos jorobas (Camelos bactrianus) y el dromedario (Camelus dromedarius).

Aproximadamente para la misma época, Hemiauchenia, otro camélido norteamericano parecido a la llama actual, pasó por el istmo de Panamá (recién formado) hacia América del Sur. La evolución en Sudamérica a partir de este antecesor es poco conocida dado que el registro fósil es aun incompleto.

Los camélidos sudamericanos están emparentados con los camellos que habitan en África y Asia. La diferencia morfológica fundamental, es que éstos tienen joroba y son de mayor tamaño. La diferenciación y especialización ha sido el producto de un proceso evolutivo de millones de años.

Los hallazgos de restos fósiles muestran que hace aproximadamente 20 millones de años, los camélidos dominaban las zonas planas de América del Norte. Un estudio detallado de estos restos permitió clasificarlos en cuatro grupos con características propias (Titanotylopus, Paracamelus, Megatylopus y Hemiauchenia).

Debido al enfriamiento de la tierra durante el Mioceno y el Plioceno, las sabanas se incrementaron y los camélidos sufrieron procesos selectivos que dieron lugar a adaptaciones a las nuevas condiciones, como el alargamiento de sus patas, la aparición de coronas en sus dientes, necesarias para masticar los pastos.

A continuación se citaran algunos géneros característicos que dan luz sobre el origen y la biodiversidad de camelidos.

Protylopus. Wortman, 1898.

Es un género extinguido de camellos que vivió entre mediados y finales del Eoceno, hace entre 45 y 40 millones de años en América del Norte. Se trata del camello más antiguo que se conoce y el más pequeño, con una longitud de 80 centímetros y un peso de 26 kilogramos.

Por sus dientes, es posible que se alimentase de hojas tiernas. Las patas delanteras del Protylopus eran más cortas que las traseras y contaban con cuatro dedos. Las patas traseras también contaban con cuatro dedos, aunque la mayor parte del peso se apoyaba en el tercero y el cuarto, por lo que se podría elevar sobre las patas traseras para alimentarse, como el generó actual.

Stenomylus. Peterson, 1906

Es un género extinto de pequeños camélidos. El Stenomylus era mucho más pequeño que otros camélidos antiguos y modernos, con una altura media de tan sólo 0,6 metros.

Al contrario que los camélidos modernos, el Stenomylus carecía de relleno en las pezuñas; se le ha comparado con el berrendo de América del Norte y el género de África debido a diferentes teorías sobre su biomecánica.

Aepycamelus. MacDonald, 1956.

Es un género extinto de mamífero artiodáctilo de la familia Camelidae también conocida como Alticamelus en literatura científica, que vivió en el Mioceno entre 20.6 a 4.9 millones de años.

Su nombre se deriva del griego homérico απύς, "alto y empinado" y κάμελος - "camello"; por lo que traduce "camello alto"; su sinónimo Alticamelus tiene un significado similar en latín. Aepycamelus caminaba sólo sobre sus dedos. A diferencia de las primeras especies de camélidos, estos poseían almohadillas acolchadas en las patas como las de los camellos modernos.

Aepycamelus rondaba las praderas de Norteamérica (Colorado, etc.). Era un animal bastante especializado. Su cabeza era relativamente pequeña comparada con el resto del cuerpo, con un cuello muy alargado, dando como resultado un alargamiento de las vértebras cervicales a la manera de las jirafas, con patas largas y similares a zancos, con las articulaciones del codo y la rodilla al mismo nivel. Su altura máxima de la parte alta de la cabeza hasta el suelo pudo haber sido de 3 metros

Su extraña estructura corporal ha dado una gran cantidad de información acerca de su modo de vida y hábitos. Aepycamelus habitaba planicies secas con grupos de árboles. Se presume que se debió desplazar solo o en pequeños grupos, como las jirafas actuales, y como estas, ramoneaba en los árboles altos. En este aspecto no tenía competidores, sobreviviendo por un largo período de tiempo, y perduró por la entera extensión de la época del Mioceno, desapareciendo antes del inicio del Plioceno, posiblemente debido a los cambios climáticos.

Gigantocamelus. Barbour & Schultz, 1939.

Es un género extinto de mamíferos artiodáctilos de la familia Camelidae que vivió durante el período comprendido entre el Plioceno y el Pleistoceno tardío en Norteamérica, desde hace 4.9 millones hasta 300,000 años, existiendo por aproximadamente 4.68 millones de años.

Gigantocamelus fue nombrada por Barbour y Schultz (1939), siendo su especie tipo Gigantocamelus fricki.

Posteriormente fue considerada un sinónimo de Titanotylopus. Fue asignada a la familia Camelidae. Se han encontrado fósiles de Gigantocamelus en Texas, Nebraska, el oeste de Oregón y la Sierra Nevada, en Nevada, California.

Titanotylopus Barbour & Schultz, 1934.

Es un género extinto de mamíferos artiodáctilos de la familia Camelidae que vivió durante el período comprendido entre el Mioceno reciente y el Pleistoceno tardío en Norteamérica, hace entre 4,9 millones de años a 300,000 años

Titanotylopus se distingue por sus largos caninos superiores y la reducción en los huesos lacrimales, además de las relativamente amplias segundas falanges de sus patas, a diferencia de sus contemporáneos como Camelops, lo que sugiere que tenía patas con almohadillas como sus parientes actuales.

La especie Titanotylopus spatulus se caracterizaba por sus amplios dientes incisivos espatulados. Se ha hallado en Grand View (Idaho), Red Light, Condado de Hudspeth, Donnelly Ranch, White Rock, Mullen II (Kansas), Sandahl Local Fauna (Nebraska) y Vallecito Creek, Colorado, Ranch, Arizona en Estados Unidos.

Titanotylopus poseía extremidades grandes y largas, un neurocráneo comparativamente pequeño y una pendiente convexa entre los ojos. Su altura promedio era de 3.5 metros. Al igual que el camello moderno, probablemente poseía una joroba, evidencia de esto son las largas apófisis espinosas de las vértebras torácicas.

Hemiauchenia. Gervais & Ameghino, 1880.

Es una de las especies del género extinto Hemiauchenia. Este camélido de aspecto similar a una gran llama vivió en la porción austral de América del Sur. Se extinguió con la llegada de los primeros seres humanos.

Por otro lado, los Hemiauchenios se originaron de los pliauchenia que aparecieron entre 9 y 11 millones de años atrás en las praderas de América del norte. Dando origen al género hemiauchenia hace 10 millones de años. Algunas especies de este género migraron hacia el sur, hace aproximadamente 3 millones de años, durante la transición del Plioceno al Pleistoceno, (casi en la misma época en que los antecesores de la tribu camelini emigraron a Asia por el estrecho de Bering), pasando por el istmo centroamericano, invadiendo las planicies y pampas de Sudamérica.

Tenía costumbres corredoras, prefiriendo ambientes de pastizales abiertos. Sus hábitos tróficos eran herbívoros, especialmente ramoneadores. Los restos de esta especie fueron exhumados de sedimentos cuaternarios cronoestimados entre los 781 mil y los 12 mil años aP, correspondientes al Pleistoceno Medio y Tardío, hasta el límite con el Holoceno.

Hace unos diez mil años, los camélidos se extinguieron en América del Norte. Las causas de este fenómeno están aún en debate: algunos autores opinan que se debería a cambios climáticos y otros al arribo del predador más eficiente, el hombre. En América del Sur desaparecen los Hemiauchenia y los Paleolama, y quedan solamente los guanacos del género Lama y la vicuña del género Vicugna. De las seis especies actuales, dos se encuentran en Asia y cuatro en América del Sur.

Bibliografía sugerida.

Lamo, Daniel (2011). Camélidos Sudamericanos: Historia, usos y sanidad animal. Senasa.

Félix Pérez-Lorente; Cayetano Herrero; Emilio Herrero; Plinio Montoya (2009). «Paracamelichnum Jumillensis n.ichnogen. n.ichnosp., Upper Miocene Camelidae Ichnites from the Hoya de la Sima site (Murcia, Spain)». Ichnos (Universidad de La Rioja) 16 (3): 13.

Peng Cui; Rimutu Ji; Feng Ding; Dan Qi; Hongwei Gao; He Meng; Jun Yu; Songnian Hu et al. (18 de julio de 2007). «A complete mitochondrial genome sequence of the wild two-humped camel (Camelus bactrianus ferus): an evolutionary history of camelidae». BMC Genomics 8 (241).

Pinto Jiménez, Chris Evelyn; Martín Espada, Carmen; Cid Vázquez, María Dolores (2010). «Camélidos sudamericanos: clasificación, origen y características». Revista complutense de ciencias veterinarias 4 (1): 23-26.

Wilson, Don; Reeder, DeeAnn, eds. (2005). «Lama glama». Mammal Species of the World (en inglés) (3ª edición). Baltimore: Johns Hopkins University Press, 2 vols. (2142 pp.).

 


Los comienzos de la Paleobotánica.

Por Mariano Magnussen Saffer. Grupo Paleo. Museo Municipal Punta Hermengo de Miramar. marianomagnussen@yahoo.com.ar. Tomado de;  Magnussen Saffer, Mariano. 2016. Los comienzos de la Paleobotánica. Paleo Revista Argentina de Paleontología. Boletín Paleontológico. Año XIV. 147: 26-27.

La paleobotánica es una disciplina compartida por la Botánica y la Paleontología que estudia los restos de vegetales que vivieron en el pasado. También contempla el uso de los restos para la reconstrucción de ambientes antiguos y la historia de la vida. Incluye el estudio de los fósiles de las plantas terrestres, y los autótrofos marinos como las algas.

Los fósiles vegetales son restos de individuos que se han conservado en las rocas sedimentarias por un proceso fisicoquímico denominado fosilización. Por lo general sólo se conservan las partes más duras, siendo excepcional que se conserven también las partes más blandas, gracias a esto es posible que lleguen hasta nosotros algunas de las partes indispensables a la hora de clasificar una planta, estas son: las hojas, parte de sus tallos, semillas y resina fósil.

Es infrecuente hallar los restos completos de un individuo, con todos sus elementos, lo corriente es encontrar en el sitio una variedad de tipos de hojas, semillas, madera en estado fósil lo que hace muy difícil el relacionar unas con otras.

Esto ha dado lugar a que cada elemento (raíz, tallo, hoja, etc.) sea clasificado en forma independiente como si fueran especies distintas. Las categorías —y por extensión los componentes de las mismas— de esta sistemática paralela basada en elementos aislados se denominan parataxones, para diferenciarlas de los taxones formales.

Esta disciplina nos permite deducir el clima de entonces, su evolución y la influencia sobre otros organismos.

Durante el siglo XIX esta disciplina encuentra su origen. En 1828 el hijo de Alexandre Brongniart, el botánico Adolphe Brongniart, publicó la introducción a un trabajo más extenso sobre la historia de las plantas fósiles. Adolphe Brongniart concluyó que la historia de las plantas más o menos se podía dividir en cuatro partes.

El primer período se caracterizaba por la presencia de criptógamas. El segundo período se caracterizaba por la aparición de las coníferas. El tercer período incluía el surgimiento de las cícadas, y el cuarto el desarrollo de las plantas con floración (tales como las dicotiledóneas).

Las transiciones entre cada uno de estos períodos estaban marcadas por discontinuidades bruscas en el registro fósil, con cambios más graduales dentro de los períodos. El trabajo de Brongniart es la base de la paleobotánica y reforzó la teoría de que la vida en la tierra tenía una historia larga y compleja, y los diferentes grupos de plantas y animales aparecían en orden sucesivo.

También apoyó la idea de que el clima terrestre había cambiado con el tiempo, dado que Brongniart concluyó que el registro fósil de plantas demostraba que el clima del norte de Europa debía haber sido tropical durante el Carbonífero.

La atención cada vez mayor que se prestaba a las plantas fósiles durante las primeras décadas del siglo xix desencadenaría un cambio significativo en la terminología para el estudio de la vida pasada.

El editor de la influyente revista científica francesa Journal de Physique, un estudiante de de Cuvier llamado Henri Marie Ducrotay de Blainville, acuñó el término "paleozoología" en 1817 para referirse a la obra que Cuvier y otros estaban haciendo para reconstruir animales extintos a partir de huesos fósiles.

Sin embargo, Blainville comenzó a buscar un término que pudiera referirse al estudio tanto de fósiles de animales como de restos vegetales. Después de probar algunas alternativas sin éxito, se le ocurrió "palaeontología" en 1822. El término de Blainville para el estudio de los organismos fosilizados adquirió popularidad rápidamente y se derivó en el término actual "paleontología".

Bibliografia sugerida;

Bowler, Peter J. (2003). Evolution:The History of an Idea. University of California Press.

Cadbury, Deborah (2000), The Dinosaur Hunters: A True Story of Scientific Rivalry and the Discovery of the Prehistoric World, Fourth Estate.

Desmond, Adrian (1975). "The Discovery of Marine Transgressions and the Explanation of Fossils in Antiquity". American Journal of Science, Volume 275.

Larson, Edward J. (2004). Evolution: the remarkable history of scientific theory. Modern Library.

Everhart, Michael J. (2005). Oceans of Kansas: A Natural History of the Western Interior Sea. Indiana University Press.

Palmer, Douglas (2005) Earth Time: Exploring the Deep Past from Victorian England to the Grand Canyon. Wiley, Chichester.

Wikipedia.

 


Durante las primeras décadas del siglo XIX la paleontología comenzó su carrera.

Por Mariano Magnussen Saffer. Grupo Paleo. Museo Municipal Punta Hermengo de Magnussen Saffer, Mariano. 2016. Durante las primeras décadas del siglo XIX la paleontología comenzó su carrera. Paleo Revista Argentina de Paleontología. Boletín Paleontológico. Año XIV. 146: 24-26.Miramar. Fundación Argentavis. marianomagnussen@yahoo.com.ar. Tomado de;

Durante los primeros 30 años del siglo XIX, la paleontología comenzó a tomar un formato mas parecido al actual, con muestras comparativas y con nuevos términos revolucionarios para la época.

En 1808, Cuvier identificó un fósil encontrado en Maastricht como un reptil marino gigante que más tarde sería nombrado Mosasaurus. También identificó a partir de un dibujo otro fósil encontrado en Baviera como un reptil volador que denominó llamó Pterodactylus.

Especuló, con base en los estratos en los que se encontraron estos fósiles, que los grandes reptiles habían vivido antes de lo que él llamaba "la era de los mamíferos".  Las especulaciones de Cuvier serían confirmadas por una serie de hallazgos que se hicieron en Gran Bretaña en el transcurso de las siguientes dos décadas. Mary Anning, una coleccionista de fósiles profesional desde los once años, recolectó los fósiles de diversos reptiles marinos de los estratos marinos del Jurásico en Lyme Regis.

Entre estos fósiles se incluía el primer esqueleto de ictiosaurio que fue reconocido como tal, recolectado en 1811, y los dos primeros esqueletos de plesiosaurio encontrados en 1821 y 1823. Muchos de sus descubrimientos serían descritos científicamente por los geólogos William Conybeare, Henry De la Beche, y William Buckland.

Fue Anning quien observó que los objetos pétreos conocidos como "piedras bezoar" se encontraban a menudo en la región abdominal de los esqueletos de ictiosaurios, y señaló que si se rompían dichas piedras a menudo contenían huesos de peces y escamas fosilizados, incluso huesos de pequeños ictiosaurios.

Esto la llevó a sugerirle a Buckland que estaban tratando con heces fosilizadas, que él nombró coprolitos, y que utilizó para entender mejor las cadenas tróficas antiguas.

En 1824, Buckland descubrió y describió una mandíbula inferior de los depósitos del Jurásico en Stonesfield. Determinó que el hueso pertenecía a reptil carnívoro terrestre al que llamó Megalosaurus. Ese mismo año Gideon Mantell se dio cuenta de que algunos dientes grandes que había encontrado en 1822 en rocas del Cretácico en Tilgate pertenecían a un reptil herbívoro terrestre gigante. Lo nombró Iguanodon, debido a que sus dientes se asemejaban a los de una iguana. Este hecho condujo a Mantell a publicar en 1831 un influyente artículo titulado "La era de los reptiles" en el que se resumía la evidencia de que existió un largo período de tiempo durante el cual la Tierra se estuvo llena de grandes reptiles.

Dividió esta época basándose en los estratos de suelo en el que los distintos tipos de reptiles aparecieron por primera vez, es decir, en tres intervalos que se anticiparon a los períodos modernos del Triásico, Jurásico y Cretácico. En 1832, Mantell descubriría en Tilgate un esqueleto parcial de un reptil acorazado al que denominó Hylaeosaurus. En 1841 el anatomista Inglés Richard Owen crearía un nuevo orden de reptiles, al que nobró Dinosauria, para Megalosaurus, Iguanodon y Hylaeosaurus.

La evidencia de que grandes reptiles habían habitado la Tierra en el pasado causó revuelo y entusiasmo en la comunidad científica, e incluso entre algunos sectores del público general. Buckland describió la mandíbula de un pequeño mamífero primitivo, Phascolotherium, que se encontró en los mismos estratos que el Megalosaurus. Este descubrimiento, conocido como el mamífero de Stonesfield, fue una anomalía profundamente discutida.

En un principio, Cuvier pensó que era un marsupial, pero Buckland se dio cuenta más tarde de que era un mamífero placentario primitivo. Debido a su pequeño tamaño y la naturaleza primitiva del espécimen, Buckland no consideraba que se invalidaba el patrón general de la era de los reptiles, sino que indicaba los animales más grandes y visibles habían sido reptiles en vez de mamíferos.

Bibliografia sugerida;

Bowler, Peter J. (2003). Evolution:The History of an Idea. University of California Press 

Cadbury, Deborah (2000), The Dinosaur Hunters: A True Story of Scientific Rivalry and the Discovery of the Prehistoric World, Fourth Estate.

Desmond, Adrian (1975). "The Discovery of Marine Transgressions and the Explanation of Fossils in Antiquity". American Journal of Science, Volume 275.

Larson, Edward J. (2004). Evolution: the remarkable history of scientific theory. Modern Library.

Everhart, Michael J. (2005). Oceans of Kansas: A Natural History of the Western Interior Sea. Indiana University Press.

Palmer, Douglas (2005) Earth Time: Exploring the Deep Past from Victorian England to the Grand Canyon. Wiley, Chichester.

Wikipedia.

 


El límite K/T y la gran extinción masiva del Cretácico-Terciario.

Por Mariano Magnussen Saffer. Director de Grupo Paleo y Presidente de la Asociación de Amigos del Museo Municipal Punta Hermengo. marianomagnussen@yahoo.com.ar. Paleo, Revista Argentina de Paleontología. Boletín Paleontológico. Año 9. 64: 12-14.

El límite K/T es una huella geológica, presente como una estrecha capa en los estratos de la corteza terrestre, que data aproximadamente de hace 65 millones de años. El nombre proviene de K, abreviatura aplicada al periodo Cretácico (en alemán Kreide) y T, abreviatura normalmente aplicada al periodo Terciario (en alemán Tertiär). Se considera que el límite K/T marca el final de la era Mesozoica y el comienzo de la era Cenozoica. Según la hipótesis Alvarez, este límite se corresponde con el impacto de un objeto extraterrestre que provocó la Extinción masiva del Cretácico-Terciario

En 1980 un grupo de investigadores liderados por el físico Luis Álvarez (Premio Nobel) descubrieron, en las muestras tomadas por todo el mundo de las capas intermedias entre los períodos Cretácico y Terciario de hace 65 millones de años, una concentración de iridio cientos de veces más alta que lo normal. El final del cretáceo coincide con la extinción de los dinosaurios y de los ammonites.

Plantearon así la llamada "Hipótesis Álvarez" o "Hipótesis de Álvarez", conforme la cual la extinción de los dinosaurios y de muchas otras formas de vida habría sido causada por el impacto de un gran meteorito contra la superficie de la Tierra hace 65 millones de años. El nombre de la hipótesis se debe a los dos científicos que propusieron la hipótesis en 1980: Luis Álvarez y Walter Álvarez (padre e hijo).

Para demostrar esta hipótesis, las investigaciones se centraron en encontrar una capa en la corteza de la Tierra con niveles elevados de iridio. Los niveles del iridio son generalmente más altos en asteroides y otros objetos extraterrestres. La evidencia del iridio fue descubierta anteriormente al descubrimiento del cráter de Chicxulub

La extinción masiva del Cretácico-Terciario fue un período de extinciones masivas de especies hace aproximadamente 65 millones de años. Corresponde al final del período Cretácico y el principio del período Terciario. También se le conoce como extinción masiva del límite K/T (del alemán Kreide/Tertiär Grenze), para señalar la frontera entre el Cretácico-Terciario.

No se conoce la duración exacta de este evento. Cerca del 50% de los géneros biológicos desaparecieron, entre ellos la mayoría de los dinosaurios. Se han propuesto muchas explicaciones a este fenómeno; la más aceptada es que fue el resultado del impacto de un Asteroide sobre la Tierra proveniente del espacio.

Durante la década que siguió a la publicación del estudio, la hipótesis de la extinción por el choque de un asteroide continuó siendo tema de debate entre geólogos y paleontólogos. 

Uno de las mayores objeciones a esta hipótesis era que no se conocía un cráter cuyas dimensiones correspondieran al tamaño calculado, que debería tener entre 150 y 200 km de diámetro. Si bien no sería imposible que la Tierra hubiera cambiado desde entonces escondiendo una tal deformación, en 1990 se ubicaron indicios en Haití de un tsunami de grandes proporciones que arrastró residuos de iridio. Buscando estudios geológicos realizados desde los años 1960 en adelante se pudo ubicar un cráter en Chicxulub, en la península de Yucatán, con un diámetro de unos 180 km.

Para algunos científicos, un problema de esta teoría es que la lectura de los registros fósiles sugiere que la extinción masiva de hace 65 millones de años duró cerca de diez millones de años, lo que no cuadra bien con que su causa fuera el impacto. Otros autores sostienen que la extinción fue muy rápida para la mayor parte de las especies. Es evidente que gran parte de estas discusiones está condicionada por la escasez de restos fósiles en grupos como los dinosaurios, si se calcula que la población al momento de su extinción pudo ser de 10.000 millones de estos animales en todo el mundo. Hasta el momento, la única zona conocida rica en restos de dinosaurios con continuidad sedimentaria a través del límite K/T es la Formación Hell Creek de Norteamérica, donde los especialistas en dinosaurios llevan décadas discutiendo sobre si su extinción fue catastrófica o se produjo gradualmente a lo largo de los últimos 10 millones de años del Cretácico.

A pesar de la dificultad de encontrar series ricas en fósiles de dinosaurios donde se haya registrado el límite K/T, una buena aproximación al debate puede realizarse calculando cómo varía su diversidad con el tiempo. En este sentido, el equipo de D. E. Fastowsky publicó en 2004, en la prestigiosa revista Geology, un trabajo donde analizaban estadísticamente la base de datos más completa que existe sobre la diversidad de restos óseos, huevos, coprolitos y huellas de dinosaurios encontrados en los cinco continentes.

Dichos autores concluyeron que, lejos de descender, la diversidad de géneros fósiles relacionados con los dinosaurios dentro de los últimos 18,5 millones de años del Cretácico alcanzó un máximo justamente durante los dos millones de años previos al límite K/T, contradiciendo el aparente declive gradual que algunos autores han defendido.

Los foraminíferos planctónicos (organismos unicelulares marinos) son otro grupo muy estudiado en relación con las extinciones del límite K/T. Según los recientes resultados científicos de un equipo internacional de investigadores liderados por Gerta Keller (Universidad de Princeton, EE. UU.) y Thierry Adatte (Universidad de Neuchâtel, Suiza), el cráter es 300.000 años más antiguo que la lámina K/T (Cretácico-Terciario). Por el contrario, otros estudios con foraminíferos planctónicos llevados a cabo por el equipo de Jan Smit (Universidad Libre de Amsterdam) o por equipo de micropaleontología de la Universidad de Zaragoza (España), sostienen que el impacto meteorítico tuvo lugar coincidiendo con el límite K/T.

El Paleoceno es inmediatamente posterior a la extinción masiva del final del Cretácico, conocido como límite KT (Cretácico-Terciario), que marca la desaparición de los dinosaurios (la extinción masiva del Cretácico-Terciario). La desaparición de los dinosaurios dejó sin cubrir la mayoría de los nichos ecológicos en todo el mundo, y el nombre de "Paleoceno" proviene del griego (palaios), que significa "viejo", y (kainos), "nuevo" haciendo referencia a la fauna que apareció durante la época, antes de que los modernos órdenes de mamíferos surgieran en el Eoceno.

Bibliografía Sugerida.

Alvarez, L. W. (1983). «Experimental evidence that an asteroid impact led to the extinction of many species 65 million years ago. Proceedings of the National Academy of Sciences 80 (2):  pp. pp. 627-642.

Hooker, J.J., "Tertiary to Present: Paleocene", pp. 459-465, Vol. 5. of Selley, Richard C., L. Robin McCocks, and Ian R. Plimer, Encyclopedia of Geology, Oxford: Elsevier Limited, 2005. ISBN 0-12-636380-3 

Magnussen Saffer, Mariano (2011). Algunos vertebrados hallados cronológicamente en el Cretácico de la Republica Argentina. Paleo, Revista Argentina de Paleontología. Boletín Paleontológico. Año 9. 61: 16-27.

Molina, E.; Alegret, L., Arenillas, I.; Arz, J. A., Gallala, N., Grajales-Nishimura, J. M., Murillo-Muñetón, G. y Zaghbib-Turld, D. (2009). «The Global Boundary Stratotype Section and Point for the base of the Danian Stage (Paleocene, Paleogene, "Tertiary", Cenozoic): auxiliary sections and correlation» (en inglés). Episodes 32 (2):  84-95.

Stephen Jay Gould, ed., The Book of Life (New York: W.W. Norton & Company, 1993), p. 182.

Wikipedia.

 


Charles Robert Darwin.

El Británico que puso la evolución en boca de todos.

Fragmento del articulo publicado originalmente: Magnussen Saffer, Mariano. (2008). Charles Robert Darwin. El Británico que puso la evolución en boca de todos.  Paleo. Año 6 numero 31: 29 - 31. marianomagnussen@yahoo.com.ar  

Científico británico que sentó las bases de la moderna teoría evolutiva, al plantear el concepto de que todas las formas de vida se han desarrollado a través de un lento proceso de selección natural. Su trabajo tuvo una influencia decisiva sobre las diferentes disciplinas científicas, y sobre el pensamiento moderno en general.

Nació en Shrewsbury (Shropshire), el 12 de febrero de 1809. Fue el quinto hijo de una acomodada y sofisticada familia inglesa. Su abuelo materno fue el próspero empresario de porcelanas Josiah Wedgwood; su abuelo paterno fue el famoso médico del siglo XVIII Erasmus Darwin. Tras terminar sus estudios en la Shrewsbury School en 1825, estudió Medicina en la Universidad de Edimburgo. En 1827 abandonó la carrera e ingresó en la Universidad de Cambridge con el fin de convertirse en ministro de la Iglesia de Inglaterra. Allí conoció a dos influyentes personalidades: el geólogo Adam Sedgwick y el naturalista John Stevens Henslow. Este último no sólo ayudó a Darwin a ganar confianza en sí mismo, sino que también inculcó a su alumno la necesidad de ser meticuloso y esmerado en la observación de los fenómenos naturales y la recolección de especímenes. Tras graduarse en Cambridge en 1831, el joven Darwin se enroló a los 22 años en el barco de reconocimiento HMS Beagle como naturalista sin paga, gracias en gran medida a la recomendación de Henslow, para emprender una expedición científica alrededor del mundo.

Su trabajo como naturalista a bordo del Beagle le dió la oportunidad de observar variadas formaciones geológicas en distintos continentes e islas a lo largo del viaje, así como una amplia variedad de fósiles y organismos vivos. En sus observaciones geológicas, Darwin se mostró muy sorprendido por el efecto de las fuerzas naturales en la configuración de la superficie terrestre.

En aquella época, la mayoría de los geólogos defendían la teoría catastrofista, que mantenía que la Tierra era el resultado de una sucesión de creaciones de la vida animal y vegetal, y que cada una de ellas había sido destruida por una catástrofe repentina, por ejemplo una convulsión de la corteza terrestre (véase Geología: Siglos XVIII y XIX). Según esta teoría, el cataclismo más reciente, el diluvio universal, había acabado con todas las formas de vida no incluidas en el arca de Noé. Las demás sólo existían en forma de fósiles. En opinión de los catastrofistas, cada especie había sido creada individualmente y era inmutable, es decir, no sufría ningún cambio con el paso del tiempo. Este punto de vista (aunque no la inmutabilidad de las especies) había sido cuestionado por el geólogo inglés sir Charles Lyell en su obra en dos volúmenes Principios de Geología (1830-1833).

Lyell sostenía que la superficie terrestre está sometida a un cambio constante como resultado de fuerzas naturales que actúan de modo uniforme durante largos periodos de tiempo.

A bordo del Beagle, Darwin descubrió que muchas de sus observaciones encajaban en la teoría uniformitaria de Lyell. No obstante, durante su viaje por Sudamérica, también observó gran diversidad de plantas, animales y fósiles, y recogió gran número de muestras que estudió a su regreso a Inglaterra. En las islas Galápagos, situadas frente a la costa de Ecuador, observó especies estrechamente emparentadas pero que diferían en su estructura y en sus hábitos alimenticios, y concluyó que estas especies no habían aparecido en ese lugar sino que habían migrado a las Galápagos procedentes del continente. Darwin no se dio cuenta en ese momento que los pinzones de las diferentes islas del archipiélago pertenecían a especies distintas. Más tarde, ya en Inglaterra, llegaría a la conclusión de que, cuando los pinzones llegaron al archipiélago desde el continente encontraron gran variedad de alimento, y al no tener competidores y estar aislados geográficamente, sufrieron una rápida adaptación a los distintos ambientes; con lo cual aparecieron nuevas especies que descendían todas ellas de un antepasado común.

Tras su regreso a Inglaterra en 1836, Darwin comenzó a recopilar sus ideas acerca del cambio de las especies en sus Cuadernos sobre la transmutación de las especies. La explicación de la evolución de los organismos le surgió tras la lectura del libro Ensayo sobre el principio de la población (1798) del economista británico Thomas Robert Malthus, que explicaba cómo se mantenía el equilibrio en las poblaciones humanas. Malthus sostenía que ningún aumento en la disponibilidad de alimentos básicos para la supervivencia del ser humano podría compensar el ritmo de crecimiento de la población. Este, por consiguiente, sólo podía verse frenado por limitaciones naturales, como las hambrunas o las enfermedades, o por acciones humanas como la guerra.

Darwin aplicó de inmediato el razonamiento de Malthus a los animales y a las plantas, y en 1838, había elaborado ya un bosquejo de la teoría de la evolución a través de la selección natural. Durante los siguientes veinte años trabajó sobre esta teoría y otros proyectos de historia natural. Darwin disfrutaba de independencia económica y nunca tuvo necesidad de ganarse la vida. En 1839 se casó con su prima, Emma Wedgwood, y poco después se instalaron en la pequeña propiedad de Down House, en Kent. Allí tuvieron diez hijos, tres de los cuales murieron durante la infancia.

Darwin hizo pública su teoría por primera vez en 1858, al mismo tiempo que lo hacía Alfred Russel Wallace, un joven naturalista que había desarrollado independientemente la teoría de la selección natural. La teoría completa de Darwin fue publicada en 1859 como El origen de las especies por medio de la selección natural. Este libro, del que se ha dicho que “conmocionó al mundo”, se agotó el primer día de su publicación y se tuvieron que hacer seis ediciones sucesivas.

En esencia, la teoría de la evolución por selección natural sostiene que, a causa del problema de la disponibilidad de alimentos descrito por Malthus, los jóvenes miembros de las distintas especies compiten intensamente por su supervivencia. Los que sobreviven, que darán lugar a la siguiente generación, tienden a incorporar variaciones naturales favorables (por leve que pueda ser la ventaja que éstas otorguen), al proceso de selección natural, y estas variaciones se transmitirán a través de la herencia. En consecuencia, cada generación mejorará en términos adaptativos con respecto a las anteriores, y este proceso gradual y continuo es la causa de la evolución de las especies. La selección natural es sólo parte del amplio esquema conceptual de Darwin. Introdujo también el concepto de que todos los organismos emparentados descienden de antecesores comunes. Además ofreció un respaldo adicional al antiguo concepto de que la propia Tierra no es estática sino que está evolucionando.

Las reacciones ante El Origen de las especies fueron inmediatas. Algunos biólogos adujeron que Darwin no podía probar su hipótesis. Otros criticaron su concepto de variación, sosteniendo que ni podía explicar el origen de las variaciones ni cómo se transmitían a las sucesivas generaciones. Esta objeción en concreto no encontró respuesta hasta el nacimiento de la genética moderna a comienzos del siglo XX (véase Leyes de Mendel). Fueron muchos los científicos que siguieron expresando sus dudas durante los ochenta años siguientes. Sin embargo, los ataques a las ideas de Darwin que encontraron mayor eco no provenían de sus contrincantes científicos, sino de sus oponentes religiosos. La idea de que los seres vivos habían evolucionado por procesos naturales negaba la creación divina del hombre y parecía colocarlo al mismo nivel que los animales. Ambas ideas representaban una grave amenaza para la teología ortodoxa.

Darwin pasó el resto de su vida ampliando diferentes aspectos de los problemas planteados en El Origen de las especies. Sus últimos libros, entre los que se encuentran La variación de los animales y de las plantas bajo la acción de la domesticación (1868), La descendencia humana y la selección sexual (1871), y La expresión de las emociones en el hombre y en los animales (1872) eran exposiciones detalladas sobre temas que sólo disfrutaban de un espacio limitado en El origen de las especies. La importancia de su trabajo fue ampliamente reconocida por sus coetáneos. Darwin fue elegido miembro de la Royal Society (1839) y de la Academia Francesa de las Ciencias (1878). Tras su muerte en Down, el 19 de abril de 1882 se le rindió el honor de ser enterrado en la abadía de Westminster.

Bibliografía.  

Castrodeza, Carlos. Ortodoxia darwiniana y progreso biológico. Madrid: Alianza Editorial, 1988. Obra de carácter divulgativo.
Darwin, Charles R. Viaje de un naturalista alrededor del mundo. 2 tomos, Madrid: Ediciones Akal, 1983. Viaje que realizó el autor alrededor del mundo.
Darwin, Charles R. Autobiografía. 2 vols., Madrid: Alianza Editorial, 1984. Obra autobiográfica de Darwin.
Darwin, Charles R. El viaje del Beagle. Barcelona: Editorial Labor, 1984. Viaje que realizó el autor alrededor del mundo.
Darwin, Charles. Origen de las especies. 2ª ed., 1994. Madrid: Ediciones Akal. Libro donde el autor fundamenta su teoría de la evolución.
Ghiselin, Michael T. El triunfo de Darwin. Madrid: Ediciones Cátedra, 1983. Obra divulgativa sobre la teoría de la evolución de Darwin.
Howard, Jonathan. Darwin. Madrid: Alianza Editorial, 1987. Obra biográfica sobre la figura de Charles Darwin.
Mayr, Ernest. Una larga controversia: Darwin y el darwinismo. Barcelona: Editorial Crítica, 1992. Obra analítica sobre Darwin y sus ideas.
Microsoft Corporation, 2007. Charles Robert Darwin." Microsoft® Student 2008 [DVD].
Papp, Desiderio. Darwin. La aventura de un espíritu. Madrid: Editorial Espasa-Calpe, 1983. Obra biográfica sobre la figura de Darwin.
Ruse, Michael. La revolución darwinista. Madrid: Alianza Editorial, 1983. Obra divulgativa sobre la teoría de la evolución de Darwin.

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200 aniversario de Charles Darwin. Sus teorías nos insertaron en la naturaleza como una especie más.

 Publicado por José Luís Santos Fernández. Tomado de Terrae Antiqvae.

Una herencia científica en plena evolución. En el bicentenario de Darwin, cinco científicos de distintas ramas de la biología valoran la pervivencia del modelo evolutivo formulado por el inglés.

El día 12 de Febrero de 2009 se cumplieron 200 años del nacimiento del naturalista inglés Charles Darwin. En noviembre se conmemorará también el 150 aniversario de la publicación de su obra El origen de las especies, la primera que expuso de manera específica, exhaustiva y fundamentada la noción, ya intuida por otros científicos en el siglo XIX, de que las especies evolucionan a partir de ancestros comunes en un proceso continuo y gradual que las permite adaptarse a los embates de su medio.

La originalidad del británico consistió en proponer mecanismos directores de la evolución, sobre todo la llamada selección natural. Antes de Darwin, la aproximación más cercana a un esquema evolutivo era la formulada por el francés Jean-Baptiste Lamarck, para quien eran los organismos individuales, no las especies, los que se adaptaban a la fuerza a los cambios en el medio y legaban esas variaciones a sus descendientes. En un ejemplo clásico del lamarckismo, la jirafa habría surgido por la necesidad de estirar el cuello para alcanzar las hojas en las copas altas de los árboles.

Tanto Darwin como Lamarck desconocían la genética, el ADN y los mecanismos de la herencia, por lo que la hipótesis del francés no resultaba tan descabellada como hoy. Pero al contrario que el lamarckismo, el modelo de Darwin era fácilmente compatible con lo que a diario observaban los criadores de animales domésticos en sus procesos de selección de razas, aunque la herencia continuase siendo una caja negra para la ciencia de la época.

En el contexto de entonces, donde los descubrimientos científicos despuntaban en el magma de la crisis de fe de la sociedad victoriana, había ya una cierta apertura hacia las interpretaciones de la historia natural que se apartaban de las escrituras sagradas. Pese a ello, Darwin esperó casi un cuarto de siglo después de su viaje de exploración y recogida de datos en el navío HMS Beagle hasta publicar finalmente su modelo, y lo hizo en parte presionado por el descubrimiento de que el galés Alfred Russell Wallace había llegado a similares conclusiones de manera independiente.

Pero aún persistía un tabú: la posición del ser humano como algo esencialmente diferente y superior al resto de la naturaleza. Aunque la obra pionera de Darwin no indagaba en el ser humano, la aplicación del modelo era inmediata y evidente. Antes de que el naturalista abordase el asunto años más tarde en El origen del hombre, los círculos científicos ya discutían una paternidad común para los humanos y los simios, lo que soliviantó a la religiosidad del momento y multiplicó las caricaturas que encastraban la cabeza de Darwin en un cuerpo simiesco.

Dos siglos después, las hipótesis de Darwin gozan de buena salud. Su propuesta básica se ha contrastado en la naturaleza, se ha experimentado en el laboratorio y se ha simulado con modelos informáticos. Entretanto, la figura y su obra han sufrido innumerables asedios y manipulaciones. Voces acientíficas propagan presuntas dudas sobre su validez, otras falsean consanguineidades con el nazismo, y el ateísmo militante lo enarbola como bandera. Mientras el darwinismo se debate en contextos sociales y religiosos que su autor nunca exploró, expertos como el hispano-estadounidense Francisco J. Ayala (una de las máximas autoridades mundiales en evolución) se empeñan inútilmente en reclamar que se deje a la ciencia lo que es de la ciencia.

Darwin, desde luego, no era infalible. Aunque hoy ningún biólogo reconocido duda de que las especies evolucionen y que al menos uno de sus motores es la selección natural, la biología evolutiva maneja modelos que han adelantado en varias generaciones al darwinismo original. Incluso la representación del viaje de las especies en el tiempo como un árbol, algo que en su día fue revolucionario y que hoy parece incuestionable, es cuestionado en favor de un esquema más transversal en forma de red. Pero de algo no hay duda: la semilla de Darwin fructificó en un árbol del que brotaron muchas de las ramas de la biología moderna.

Cuatro preguntas para cinco científicos
 
 "Fundó la ciencia del hombre" Juan Luis Arsuaga. Paleoantropología
 Codirector de Atapuerca, Centro UCM-ISCIII de Evolución Humana
 
 1 ¿Cómo pervive la herencia de Darwin en su disciplina?
 
 Se puede decir que él la fundó, cambió las reglas del juego. Antes de él no existía una ciencia del hombre. Sus teorías nos insertaron en la naturaleza como una especie más.
 
 2 ¿En qué aspectos su modelo era incompleto o erróneo?
 
 No hay que momificar a Darwin. Él abrió las puertas, pero no cerró ninguna. Hizo las preguntas que los demás seguimos respondiendo. Por ejemplo, propuso dos mecanismos evolutivos, la selección natural y la sexual. Hoy continuamos discutiendo qué papel ha jugado cada uno.
 
 3 ¿Qué destacaría de su huella social?
 
 La evolución es indiscutida dentro del mundo científico, las alternativas son ideológicas. El creacionismo ya no cabe ni siquiera en el humanismo ni en la cultura; es el no pensamiento. Es cuestión de tiempo que desaparezca, como ocurrió con Copérnico. Hoy nadie cree en el geocentrismo.
 
 4 ¿Qué le preguntaría hoy a Darwin si tuviera ocasión?
 
 En qué momento vislumbró la evolución, si fue, como creemos, a su vuelta del Beagle, entre marzo y junio de 1837.
 
 "El peso del dogma es excesivo" Carlos Duarte. Ecología
 Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados CSIC-UIB
 
 1.
 Ha tenido un peso crucial en el desarrollo de la ecología de poblaciones. Por su condición de dogma, a veces el peso de esta herencia es excesivo y detrae de una exploración más libre de los resultados.
 
 2.
 Ignoraba la posibilidad de saltos evolutivos bruscos por dos procesos: los cooperativos en lugar de tanto énfasis en los competitivos, y la transferencia genética transversal entre organismos situados en ramas alejadas del árbol de la vida.
 
 3.
 El darwinismo social es uno de los fundamentos del capitalismo más salvaje, renacido en la fórmula del neoconservadurismo cuyas consecuencias padecemos en este momento.
 
 4.
 Estoy a punto de embarcarme en el Hespérides rumbo a la Antártida. Le preguntaría por su relación con el capitán Fitz-Roy. La colaboración entre armada y científicos es fuente de éxitos, pero hay algún desencuentro. Su experiencia podría enseñarnos algo.
 
 "Los genes aportaron otra prueba" Antonio Barbadilla. Genética
 Universidad Autónoma de Barcelona
 
 1.
 Es imprescindible. Consiguió que ningún científico dudase de la evolución. No podríamos entender la genética y la genómica sin él. Quizá lo más interesante es que lo que él vio a nivel morfológico se confirma en los genes, aportando otra prueba independiente.
 
 2.
 Al no conocer la genética, no entendía cómo los caracteres no se diluían al mezclarse en las sucesivas generaciones. Esto le producía cierta inseguridad. Pero no hemos hecho más que ampliar sus ideas mediante la genética. Es sorprendente cómo la filogenia del ADN nos revela las capas de la evolución a través de los genes que compartimos.
 
 3.
 Es alarmante el desfase entre científicos y ciertos sectores de la sociedad anclados en el creacionismo. Es la gran paradoja de la cultura moderna.
 
 4.
 Si habría imaginado que la genética vindicaría su teoría. Le habría entusiasmado, porque no sabía nada de este campo.
 
 "Le habría planteado la panspermia" Ricardo Amils. Astrobiología
 Universidad Autónoma de Madrid y Centro de Astrobiología CSIC-INTA
 
 1.
 Su primera piedra en los conceptos evolutivos ha madurado en la búsqueda de relojes moleculares que han facilitado la ordenación de los microorganismos.
 
 2.
 Hoy sabemos que los mecanismos evolutivos son mucho más complejos, sobre todo en bacterias, pero eso no le resta importancia. No hemos avanzado mucho más sobre el papel de las condiciones ambientales en la selección.
 
 3.
 En la sociedad culta, Darwin es incuestionable. Pero fuera de esta torre de marfil, mucha gente cree en el diseño inteligente o el creacionismo porque no requiere dar muchas explicaciones. Deberíamos salir más a menudo para divulgar, es nuestra responsabilidad social como científicos.
 
 4.
 Dónde colocaría los virus en su modelo evolutivo, o qué le parece la panspermia [origen extraterrestre de la vida] para explicar la rápida instauración de la vida en nuestro planeta.
 
 "Le debemos los modelos animales" Juli Peretó. Bioquímica
 Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva
 
 1.
 Hay una unidad de procesos metabólicos y bioquímicos en los seres vivos que nos permite emplear animales como modelos. Si no fuera por Darwin, no tendría sentido utilizar un ratón como modelo de enfermedad humana.
 
 2.
 La bioquímica no existía en su tiempo. Y a pesar de eso, Darwin está en los cimientos de la bioquímica moderna, que ha ampliado sus ideas al mundo subcelular.
 
 3.
 Lo curioso es que los creacionistas lo son sólo el fin de semana. De lunes a viernes se ponen en manos de Darwin: se tratan infecciones o aplican remedios contra plagas agrícolas, cosas que existen gracias a nuestro conocimiento de la evolución.
 
 4.
 Por qué, al sugerir la evolución previa a animales y plantas, nunca pensó en los microorganismos. Y también, qué sintió al recibir la carta de Wallace en la que descubría lo mismo que él.

Completando a Charles Darwin
 
La tectónica, la oceanografía o el clima están dando respuesta a los interrogantes pendientes sobre la evolución - Los nuevos hallazgos cierran lagunas en el 200º aniversario del científico.

Una crítica clásica contra Darwin es que, pese a haber titulado su libro El origen de las especies (1859), justo no aclaró cómo se originaban las especies. La selección natural -el mecanismo evolutivo descubierto por el naturalista- se basa en la acumulación gradual de pequeños cambios, mientras que las especies suelen ser entidades discretas y bien definidas: vemos leones y tigres, no una escala Pantone de leotigres. La investigación reciente, sin embargo, ha aclarado muchos puntos del problema de la especiación, o generación de nuevas especies, y ha confirmado que la especiación tiene una relación directa con la selección natural darwiniana. También han revelado unos principios generales que hubieran resultado sorprendentes para el padre de la biología moderna.
 
"La competencia por los recursos, las carreras de armamentos entre predadores y presas y otros factores biológicos dan forma a los ecosistemas locales durante periodos cortos", dice el evolucionista Michael Benton, de la Universidad de Bristol. "Pero son factores externos como el clima, la oceanografía y la tectónica continental los que explican las pautas de la evolución a gran escala". Benton es el autor de uno de los cinco artículos con que la revista Science celebra hoy el 200º aniversario del nacimiento de Charles Darwin (12 de febrero de 1809-19 de abril de 1882).
 
La idea de que la competencia entre seres vivos es el principal motor de la evolución arranca del propio Darwin y suele ser la preferida por los biólogos. Se la conoce como la hipótesis de la reina roja, por el personaje de Lewis Carroll que le dice a Alicia en A través del espejo: "En este país tienes que correr todo lo que puedas para permanecer en el mismo sitio".
 
El paradigma de la reina roja son las carreras de armamentos entre predador y presa: los conejos corren cada vez más para escapar de los zorros, lo que fuerza a los zorros a correr cada vez más para seguir comiendo lo mismo que antes; las corazas de las presas se hacen cada vez más duras y las pinzas de sus predadores cada vez más fuertes, con lo que todos corren lo más que pueden para que todo permanezca en el mismo sitio.
 
El problema es que la evolución a gran escala no permanece en el mismo sitio como Alicia. Los modelos del tipo reina roja, según Benton, no explican que los seres vivos se hayan hecho más complejos en la historia del planeta, ni que hayan colonizado nuevos espacios (como la tierra firme), ni que ciertos linajes concretos hayan brotado en explosiones evolutivas de radiación de nuevas especies. "Todas estas cosas han ocurrido muchas veces en los últimos 500 millones de años", afirma el científico británico.
 
La razón hay que buscarla en la geología, y algunos ejemplos son bien conocidos. Desde que el supercontinente Pangea empezó a quebrarse hace 250 millones de años, el baile de sus fragmentos por la corteza terrestre ha tenido un efecto decisivo. La biología alienígena de Australia -ornitorrincos, canguros, koalas, wombats, emús, cucaburras- y de Suramérica -llamas, anacondas, pirañas, vicuñas, tapires- se debe a que ambos territorios han sido islas durante casi 100 millones de años.
 
El sentido común no es la mejor guía para averiguar las relaciones de parentesco entre las distintas especies. El damán, un animalillo africano al que cuesta distinguir de una rata, se agrupa con el elefante en una gran rama evolutiva de los mamíferos, la de los afroterios. Las personas, los delfines y las vacas nos apiñamos junto a las ratas propiamente dichas en la segunda rama (los boreoterios), dejando la tercera (los desdentados) para el armadillo y el oso hormiguero.
 
La razón es que los mamíferos originales se dividieron físicamente en tres grupos hace 100 millones de años, cuando las actuales África, Eurasia y Suramérica se escindieron de un continente único.
 
En los últimos años, los geólogos también han encontrado fuertes correlaciones entre la diversidad del plancton -los organismos microscópicos que flotan en el mar- y la temperatura del agua en esa época. El enfriamiento oceánico de los últimos 70 millones de años, por ejemplo, se asocia a una gran radiación de especies de foraminíferos, los principales microfósiles marinos. En general, las fases de calentamiento por las que ha pasado el planeta se han caracterizado por una menor riqueza de géneros, y de familias enteras, de seres vivos.
 
Si la competencia entre seres vivos es la reina roja, la evolución guiada por las condiciones externas se conoce como la hipótesis del "bufón de corte". Los bufones sólo pretendían complacer a los poderosos, y jamás cambiaban sus números a menos que se vieran forzados por una catástrofe (como una guerra o un cambio de régimen). Si la reina roja es la idea preferida por los biólogos, el bufón de corte es la favorita de los geólogos, como parece lógico. Y es el motor del cambio que parece predominar a las escalas evolutivas, de 100.000 años para arriba en el tiempo, y de especie para arriba en la taxonomía, la ciencia que clasifica a los seres vivos en una jerarquía de especies, géneros, familias, órdenes, clases, filos y reinos.
 
La cuestión de la reina roja tiene mucha relevancia para el problema estrella de la biología evolutiva: la explosión cámbrica, la gran dificultad que atormentó a Darwin hace un siglo y medio. La Tierra tiene 4.500 millones de años, y los primeros microbios aparecieron poco después (hay evidencias fósiles de 3.500 millones de años). Pese a ello, la explosión de la vida animal sólo ocurrió al empezar el periodo Cámbrico, hace 543 millones de años. La evolución tardó poco en inventar a los animales, aunque tardó 3.000 millones de años en ponerse a ello. Ésta es la versión moderna del dilema de Darwin.
 
"Creo que la explosión cámbrica es un excelente ejemplo de evolución por el modelo del bufón de corte", confirma Benton a EL PAÍS. "Es un caso en que el cambio dramático del entorno físico tiene un profundo efecto en la evolución. Esto no tiene nada que ver con sugerir que la selección natural es errónea, o que Darwin se equivocó. Se trata simplemente de que los cambios dramáticos e inesperados, como el que ocurrió entonces, pueden abrumar a los procesos normales de la selección natural y poner a cero el reloj evolutivo, como solía decir Steve Gould". Stephen Jay Gould fue un destacado (y polémico) evolucionista norteamericano hasta su muerte en 2002.
 
El periodo anterior al Cámbrico (de 1.000 a 543 millones de años atrás) se llama Neoproterozoico, de mote "precámbrico", e incluye las más brutales glaciaciones conocidas por los geólogos, como la Sturtian y la Marinoan. Algunos científicos creen que fue una era de bola de nieve planetaria (snowball earth), en la que los casquetes polares cubrían incluso el ecuador terrestre.
 
Antes de esa era del hielo, los niveles de oxígeno en la atmósfera eran muy bajos, inferiores al 1% de la concentración actual, como habían sido en los 3.000 millones de años anteriores. La última de las grandes glaciaciones precámbricas, la Marinoan, terminó hace 635 millones de años, y los últimos datos indican que los primeros animales, las esponjas, ya habían evolucionado para entonces. Y los datos indican que el fondo marino no estuvo bien oxigenado hasta los tiempos de la explosión cámbrica. Si la biología tardó 3.000 millones de años en inventar a los animales, la razón parece ser que la geología no se lo permitió antes.
 
La mosca Drosophila ha resultado un modelo muy útil para estudiar los fundamentos genéticos de la especiación. Por ejemplo, la especie americana Drosophila pseudoobscura se separó hace 200.000 años en dos subespecies llamadas USA y Bogotá. Como los caballos y los burros, las moscas USA y Bogotá pueden cruzarse, pero sus hijos son estériles. En casos de especies más divergentes, los hijos suelen ser no ya estériles, sino directamente inviables. El punto es que la genética de la mosca permite hallar los genes exactos que son responsables de la esterilidad o de la inviabilidad.
 
Los resultados apuntan a muy pocos genes, y varios están relacionados con el transporte nuclear, el intercambio de materiales entre el núcleo y el resto de la célula. Dos de los genes de la especiación son Nup96 y Nup160, componentes del poro nuclear que comunica al núcleo con su entorno, y otro es RanGAP, que regula el mismo proceso. No hay ninguna razón a priori para que la especiación esté relacionada con un mecanismo tan concreto como el transporte nuclear, y estos resultados son inesperados en ese sentido.
 
Pero estos genes también tienen relación con un fenómeno que lleva décadas siendo un sospechoso central para los genetistas interesados en la especiación. Se llama impulso meiótico (meiotic drive), o más en general "conflicto intragenómico". Al igual que la selección natural clásica, se trata de un proceso de competencia, pero no entre individuos dentro de una especie, ni entre especies dentro de un ecosistema, sino entre genes dentro de un genoma, es decir, entre las partes de un mismo individuo.
 
Esto es posible porque cada individuo produce miles o millones de gametos (óvulos o espermatozoides, según su sexo), cada uno con una combinación distinta de genes. Y hay genes que sesgan a su favor la producción de gametos, de modo que se aseguran su presencia en más de la mitad de los espermatozoides o los óvulos, que es lo que les correspondería por azar. Estos genes son auténticas bombas evolutivas, porque pueden imponerse en una población en pocas generaciones aun cuando no hagan nada beneficioso para el individuo que los alberga. Los demás genes se ven forzados a adaptarse para convivir en el mismo genoma que ellos, y esto conduce a las poblaciones por caminos separados aun cuando sus entornos sean similares. Esto es la evolución por "conflicto intragenómico".
 
En el ejemplo mencionado antes de las dos subespecies de Drosophila pseudoobscura, USA y Bogotá, el grupo de Allen Orr, de la Universidad de Rochester, acaba de demostrar que un solo gen (llamado overdrive) es responsable a la vez de la esterilidad de los híbridos entre las dos subespecies, y de causar su propia representación en los gametos por encima del 50% que le correspondería por azar. "Nuestros resultados", afirma Orr, "indican que el conflicto intragenómico, una forma de adaptación al ambiente genómico interno, es una fuerza importante en la especiación".
 
Otro descubrimiento reciente es la importancia crucial de las duplicaciones de genes en la evolución. Las duplicaciones o pérdidas de genes son la principal fuente de variación genética en nuestra especie: cualquier persona se distingue de cualquier otra en un promedio de 70 regiones duplicadas o amputadas en uno de sus cromosomas.
 
Dos siglos después, la ciencia rellena huecos que a Darwin le hubiera encantado explicar.

Hoy se cumplen 200 años del nacimiento del científico en Shrewsbury. La teoría de la evolución resiste las envestidas creacionistas
 
El debate intelectual se produce en las universidades de Gran Bretaña | La Iglesia defiende que creacionismo y evolucionismo son complementarios | Las iglesias anglicana y católica han sufrido un declive del 27% en asistencia a misa.

Doscientos años después de su nacimiento, la teoría de Charles Darwin sobre la evolución de las especies para explicar el origen de la vida goza de más respeto que nunca entre científicos e intelectuales, y soporta las embestidas periódicas de grupos religiosos –sobre todo en Estados Unidos– empeñados en desprestigiarla para justificar sus creencias y aumentar su base electoral e influencia política.

En una cuestión tan intrínseca a la naturaleza humana, es inevitable que exista un intenso debate que tradicionalmente ha enfrentado creacionismo y evolucionismo, pero al que se ha incorporado de modo reciente –en una hábil maniobra de organizaciones interesadas en difundir una explicación religiosa o pseudorreligiosa del origen de la vida– la llamada teoría del diseño inteligente.

Esta teoría no habla estrictamente de un dios, sino de un ser superior con capacidad para concebir y configurar el mundo tal y como lo conocemos. Aunque la primera línea de fuego en esa guerra entre evolucionistas y antievolucionistas está en los estados del Medio Oeste y el cinturón industrial de EE.UU. (como Ohio, donde el voto cristiano fue decisivo en las dos victorias electorales de George Bush), el principal escenario del debate filosófico e intelectual son las universidades y centros de estudios científicos y teológicos de Inglaterra, una sociedad mucho más laica que la norteamericana y donde el enfrentamiento no es ni mucho menos tan venenoso.
 
"Podría decirse que lo que en Kansas o Pensilvania es casi un combate sucio para que se enseñe el creacionismo en los colegios públicos a pesar del amplísimo apoyo académico a las teorías de Darwin, en el Reino Unido es un pulso entre caballeros de acuerdo a las más estrictas normas del fair play donde ni una parte ni la otra pierde los papeles", dice el profesor de teología Leo Bentley. Un ejemplo es que la campaña humanista con anuncios en el metro de Londres y autobuses de todo el país, bajo el eslogan Dios probablemente no existe, así que no te preocupes y disfruta, se ha desarrollado sin tan siquiera una décima parte de la polémica suscitada en Barcelona.
 
Ello no quiere decir que no existan opiniones contrarias, como demuestra una encuesta encargada por el think tank religioso Theos con ocasión del 200.º aniversario del nacimiento de Charles Darwin en Shrewsbury, que se celebra hoy, y 150.º aniversario de la publicación de su obra maestra El origen de las especies, efectuada por la firma de sondeos ComRes entre poco más de 2.000 ciudadanos británicos. Los resultados son difíciles de interpretar, por la manera en que se formularon las preguntas y el hecho de que mucha gente diera credibilidad tanto al creacionismocomo a la teoría del diseño inteligente, en vez de escoger entre una y otra.
 
A la pregunta de "¿a qué atribuye usted el origen y desarrollo de la vida?", un 48% de los encuestados respalda la teoría darwiniana de la evolución, un 22% el creacionismo, un 17% la teoría del diseño inteligente, y el resto dice que no sabe. En cuanto a la pregunta de cuáles de estas explicaciones deberían formar parte del expediente académico de los colegios públicos de Gran Bretaña (con la posibilidad de optar por varias), un 69% dice que el evolucionismo, un 44% que el creacionismo, y un 41% que el diseño inteligente.
 
Además, un 51% está de acuerdo con la afirmación de que "la evolución por sí misma no es suficiente para explicar las complejas estructuras de algunos seres vivos, y por tanto debe haber sido necesaria la intervención de un diseñador". El problema es que la separación constitucional entre Iglesia y Estado constituye un obstáculo para la difusión de cualquier fe o precepto religioso en las escuelas estatales, y la creación por Dios del mundo en siete días, y de Eva a partir de una costilla de Adán, es uno de los pilares del cristianismo. "Tenemos suerte de que, comparados con EE.UU. y otros países, aquí no existe ningún grupo religioso o cultural de peso que se oponga a la enseñanza de la teoría de la evolución", señala lord Martin Rees, presidente de la Royal Society.
 
La cuestión en Gran Bretaña no es –como en algunos lugares de EE.UU. bajo presión de la derecha religiosa que contribuyó a auparaBush al poder– si el evolucionismo debería de dejarse de enseñar en los colegios públicos, sino si debería acaso ir acompañado del creacionismo o/y el diseño inteligente. A lo cual dos tercios de los maestros responde que no, y un tercio que sí.
 
La difusión por 60 escuelas británicas de un DVD creacionista procedente de Estados Unidos ha sembrado la alarma en el gobierno del Labour, que ha exigido su retirada porque ni el creacionismo ni el diseño inteligente son teorías científicas admitidas, y –en palabras del diputado Graham Stringer-"bajo ninguna circunstancia deben ser enseñados a la misma altura que la teoría de la evolución". "La atribución del desarrollo de la vida a una inteligencia superior es un sucedáneo religioso, una manera de envolver de una manera más neutra el concepto básico de que el mundo es obra de Dios", señala el teólogo Alfred Borthwick.
 
La Iglesia de Inglaterra es la primera que se aleja de las denuncias al darwinismo y quiere aprovechar el aniversario para difundir la noción (igual que el Vaticano) de que evolucionismo y creacionismo no son antagónicos sino complementarios, y la teoría del origen y evolución de las especies es perfectamente compatible con la intervención de Dios. "Dos siglos después de tu nacimiento, te debemos disculpas por haberte malinterpretado y animado a otros aque te malinterpreten", dice un mensaje póstumo a Darwin colocado en la web de la Iglesia anglicana.
 
La ausencia de un movimiento antievolucionista en Gran Bretaña se explica en el carácter cada vez más laico de la sociedad de este país, donde nueve millones de habitantes (un 15% de la población) son ateos o agnósticos, el grupo más importan después de los cristianos (un 71,8%, pero la gran mayoría de tipo social, es decir, que se definen como tales por tradición o pertenencia a un grupo cultural, pero sin compartir necesariamente los principios de la fe o tener una participación activa en la religión).
 
Todas las encuestas sobre religiosidad están llenas de contradicciones. Aunque un 75% de los habitantes del Reino Unido se consideran cristianos, musulmanes, judíos, budistas o sijs, al mismo tiempo un 66% afirma "no tener ninguna conexión práctica con la religión o la Iglesia", y menos de la mitad dice creer en Dios. Un sondeo realizado entre niños de nueve y diez años del condado de Cornualles, el más pobre de Inglaterra, concluye que sólo el 19% se ve a sí mismo como "religioso". Desde 1980 hasta ahora, las Iglesias anglicana y católica han sufrido un declive del 27% en asistencia a misa, y la única iglesia institucional que ha registrado un aumento de fieles es la ortodoxa griega y rusa, debido a la inmigración.
 
Para celebrar el 200.º aniversario del nacimiento de Darwin, mañana se abre al público como museo la casa de Orpington (Kent) donde el científico realizó sus experimentos y elaboró sus teorías, con una detalla explicación de su vida, trabajo y familia. El Museo de Historia Natural le dedica una exposición con el relato del viaje del Beagle,sus escritos personales y la ambientación de los invernaderos donde cultivaba sus orquídeas, y se han organizado congresos en Cambridge, Shrewsbury y otras ciudades.

La fe es algo que se tiene ó no se tiene; no entiendo esas corrientes tan de moda que quieren convencer a la gente de la existencia de Dios. Las creencias, creo, son algo muy íntimo. En la Edad Media o "creías´" ó "creías" si no querías morir en la hoguera. Galileo, según tengo entendido, era una persona muy religiosa pero no por ello negaba la evidencia: La Tierra no era el centro del Universo por mucho que la Iglesia se empeñara. Menos mal que hoy en día y Ya en tiempos de Darwin la Iglesia no tiene el poder de decidir lo que es Verdad.

En cuanto al orígen del Ser Humano, la evidencia es innegable por mucho que algunas religiones quieran convencernos de lo contrario. No hay más ciego que el que no quiere ver. La travesía del ser Humano ha sido larga y dura.. muy dura; BASTA YA DE SUBESTIMARNOS.

Bibliografía Sugerida.

Castrodeza, Carlos. Ortodoxia darwiniana y progreso biológico. Madrid: Alianza Editorial, 1988. Obra de carácter divulgativo.

Darwin, Charles R. Viaje de un naturalista alrededor del mundo. 2 tomos, Madrid: Ediciones Akal, 1983. Viaje que realizó el autor alrededor del mundo.

Darwin, Charles R. Autobiografía. 2 vols., Madrid: Alianza Editorial, 1984. Obra autobiográfica de Darwin.

Darwin, Charles R. El viaje del Beagle. Barcelona: Editorial Labor, 1984. Viaje que realizó el autor alrededor del mundo.

Darwin, Charles. Origen de las especies. 2ª ed., 1994. Madrid: Ediciones Akal. Libro donde el autor fundamenta su teoría de la evolución.

Ghiselin, Michael T. El triunfo de Darwin. Madrid: Ediciones Cátedra, 1983. Obra divulgativa sobre la teoría de la evolución de Darwin.

Howard, Jonathan. Darwin. Madrid: Alianza Editorial, 1987. Obra biográfica sobre la figura de Charles Darwin.

Mayr, Ernest. Una larga controversia: Darwin y el darwinismo. Barcelona: Editorial Crítica, 1992. Obra analítica sobre Darwin y sus ideas.

Papp, Desiderio. Darwin. La aventura de un espíritu. Madrid: Editorial Espasa-Calpe, 1983. Obra biográfica sobre la figura de Darwin.

Ruse, Michael. La revolución darwinista. Madrid: Alianza Editorial, 1983. Obra divulgativa sobre la teoría de la evolución de Darwin

 


Charles Darwin y su paso por Argentina.

 Por Graciela Cutuli. Tomado de Pagina 12.

El 2009 fue declarado el Año Darwin, en homenaje al naturalista inglés nacido hace 200 años. Durante su viaje a bordo del “Beagle”, exploró las costas argentinas, cuyo estudio contribuyó a su teoría sobre el origen de las especies. Un itinerario por los lugares que visitó el notable científico.

Hace casi 170 años, un joven naturalista llamado Charles Darwin zarpaba del puerto británico de Plymouth a bordo de la nave “HMS Beagle”, al mando del capitán Robert Fitz Roy. La expedición, que duraría cinco años –desde 1831 a 1836– recorrió las costas de Africa, Sudamérica y Australia, y permitió al estudioso realizar las observaciones que años más tarde desembocaron en su teoría sobre la evolución y selección de las especies. En su largo periplo pasó por Luján, Bahía Blanca, Pehuen-Có, Puerto Deseado y Tierra del Fuego, entre muchos otros lugares donde observó, recogió muestras y tomó notas y apuntes que luego se convirtieron en el Diario de viaje de un naturalista alrededor del mundo, uno de los éxitos editoriales de su tiempo. Dos siglos más tarde, entre algunos paisajes cambiados y otros intactos, su extraordinario aporte pone a nuestro país en el mapa del turismo científico.

EL PUENTE QUE YA NO ESTA Darwin llegó a la desembocadura del Río Negro el 3 de agosto de 1833, desde allí comenzaría largas y detalladas incursiones en nuestro territorio, buscando y recolectando fósiles de mamíferos y otros animales. Pasa por la actual Carmen de Patagones (“la villa es llamada indistintamente El Carmen o Patagones. Está edificada frente a un peñón que mira al río y muchas de las casas han sido excavadas en la arenisca”) en la frontera con los territorios indios, visita la salina cercana y avanza por el valle del río Negro y el río Colorado. Se entrevista con Juan Manuel de Rosas y se toma varias líneas para describir la hermosura de las jóvenes indias que cruza en el camino. Atraviesa la zona de médanos del sur de la provincia de Buenos Aires y llega a Bahía Blanca, que sin duda no lo impresiona demasiado: “Apenas merece el nombre de aldea”, apunta. Pero las tierras de la región, entre Bahía Blanca, la actual Pehuen-Có y Punta Alta, sin duda estaban destinadas a sorprenderlo, por la abundancia de fósiles y restos de animales ya extinguidos. Hoy, el museo de ciencias naturales de Punta Alta y su dependencia, el museo Ameghino de Pehuen-Có, conservan algunos restos de los megaterios, macrauquenias y gliptodontes que impresionaron a Darwin y lo llevaron a investigar con detenimiento las formaciones geológicas de la región, la fauna y la flora. Desde Bahía Blanca, Darwin puso rumbo a Sierra de la Ventana y Buenos Aires, que describe como una ciudad grande y de trazado regular, con calles en ángulo recto y casas de un solo piso. Siguiendo viaje, cuenta: “Hemos dejado atrás la pequeña ciudad de Luján, donde hay un puente de madera sobre el río, cosa rara en este país. También hemos pasado por Areco. Las llanuras parecían horizontales, es decir a perfecto nivel, pero en realidad no era así, porque en muchos sitios el horizonte estaba distante. Aquí hay grandes extensiones abandonadas entre estancia y estancia, pues los buenos pastos escasean a causa de estar la tierra cubierta de macizos de trébol acre y cardos gigantes”, escribe en su diario. Este puente, de 27 metros de largo y levantado en madera de ñandubay, había sido construido en 1773 por Pablo Márquez en tierras de su propiedad, y provocó el desplazamiento del Camino Real. Hoy ya no existe, aunque el sitio es Lugar Histórico Nacional y sus alrededores fueron escenario de importantes hechos y acontecimientos en la campaña libertadora. Sin embargo, Darwin confiesa que el sitio no le importaba demasiado, porque “apenas se hallan otros cuadrúpedos y aves que la vizcacha y su compañero ordinario, el mochuelo”.

AL CORAZÓN DEL PARANÁ El naturalista, fascinado con la exuberancia de la naturaleza y admirado de las costumbres de los locales, sigue remontando el Paraná: San Nicolás, Rosario, Santa Fe y río arriba, hasta volver a Buenos Aires y cruzar a Colonia por el Río de la Plata, “una anchurosa extensión de agua cenagosa sin grandiosidad ni belleza”. Después de una excursión por la Banda Oriental, vuelve a zarpar de Buenos Aires rumbo a Puerto Deseado, donde desembarca con entusiasmo: “El primer desembarco en un país nuevo es interesante y especialmente cuando, como en este caso, el aspecto del conjunto lleva el sello de una individualidad bien definida. A la altura de 60 a 90 metros sobre algunas masas de pórfido, se extiende una vasta llanura, que es peculiar y característica de la Patagonia”. El naturalista y sus acompañantes remontan la ría Deseado y llegan hasta el lugar que hoy se conoce como “los miradores de Darwin”, un paisaje espléndido y desolado, de belleza sin fin: “El sitio en que vivaqueamos estaba cercado de atrevidos ricos y empinados pináculos de pórfido.

No creo haber visto nunca lugar más apartado del resto del mundo que esta gran grieta rocosa en la extensa llanura”. Para los lectores en lengua inglesa, es un lugar mítico, que muchos quieren conocer durante su paso por Puerto Deseado en busca de descubrir la increíble avifauna de la ría. Los miradores pueden recorrerse desde lo alto, llegando por tierra, o bien navegando el cañón del río Deseado: de un modo u otro, las vistas son impresionantes. Darwin continuó luego hacia el sur, hasta Puerto San Julián, donde encontró un medio esqueleto de Macrauquenia patagónica, un cuadrúpedo grande como un camello: “Es imposible –escribe– reflexionar sobre el cambio que se ha realizado en el continente americano sin sentir el más profundo asombro. En remotas épocas, América debe haber sido un hervidero de grandes monstruos; ahora no hallamos más que pigmeos, cuando se los compara con las razas afines que los han precedido”.

>>>>> Imágenes superiores: Los miradores de Darwin, donde se unen la ría y el río Deseado. Un horizonte sin fin entre los macizos de pórfido. Islas Malvinas. Uno de los puntos que tocó el “Beagle” durante su largo viaje de cinco años. Una foto de Charles Darwin cuando tenía alrededor de 78 años. Huellas de megaterios, en la costa de Pehuen-Có, donde Darwin también descubrió una retama endémica de la zona.

Los expedicionarios aún estaban lejos del fin del viaje. Siempre en el extremo sur de la Patagonia, navegan el río Santa Cruz, cuya descripción es idéntica a la visión que podría tener el viajero de hoy, con su “agua de un hermoso color azul, pero con un ligero tinte lechoso. Fluye por un lecho de guijarros parecido a los que forman las riberas y llanos de los alrededores. Describe una trayectoria sinuosa por un valle que se extiende en línea recta hacia el oeste. La anchura del valle varía entre cinco y diez millas, y está limitado por terrazas escalonadas, que se levantan en casi todas partes, una sobre otra, a la altura de 150 metros, correspondiéndose de manera notable en las orillas opuestas”. Una vez más, Darwin se asombra de la uniformidad de fauna y flora en la Patagonia, poblada por grandes manadas de guanacos, multitud de pequeños roedores y el puma, visible sobre todo a través de sus huellas. El grupo avanza por el río Santa Cruz hasta la cordillera, donde avista el cerro Fitz Roy, así bautizado años más tarde por el Perito Moreno en homenaje al capitán del “Beagle”. En contraste con la desolación que encontraron los expedicionarios, hoy el Chaltén –pueblo jovencísimo nacido oficialmente en 1986– es hoy una de las capitales del turismo aventura en nuestro país, impulsado por el espectacular crecimiento del turismo en El Calafate. Sin embargo, en época de Darwin y sus compañeros la dureza de las condiciones para avanzar los obliga a regresar hacia la costa atlántica, para poner rumbo a las Islas Malvinas –”un país ondulante, de aspecto mísero y desolado, cubierto en todas partes por un suelo turboso y una hierba fina y dura, que presenta un color pardusco y uniforme”– y, finalmente, tocar el último punto en la actual Argentina: Tierra del Fuego.

LA ISLA La experiencia de Darwin al avistar Tierra del Fuego es sin duda irrepetible hoy: demasiada agua corrida bajo el puente y la extinción de los nativos de la isla permiten sólo imaginar lo que puede haber sido su desembarco en ese brumoso territorio del fin del mundo. Tras anclar en la Bahía del Buen Suceso, describe la extraña recepción de los indios, que se ocultaban en el bosque lanzando un fuente clamor mientras agitaban sus mantos, desde un pico que salía sobre el mar. A la noche “vimos sus hogueras y escuchamos de nuevo sus gritos salvajes”, evoca, describiendo con minuciosidad sus saludos, costumbres y hasta pequeñas vanidades, como la del indígena que se vanagloria de su altura y “se tiene por el hombre más hermoso de Tierra del Fuego”. O aquellos que por su total desconocimiento del peligro de las armas de fuego no se movían siquiera ante los disparos, tomándolos tal vez por algún golpe u otro fenómeno de poca letalidad.

Al naturalista le basta además una ojeada para descubrir que todo lo que lo rodea en la isla es muy distinto de la Patagonia continental. A pesar de las incomodidades, y en algunos casos del mal tiempo, su descripción del Canal de Beagle es entusiasta: “El paisaje aquí crece en grandiosidad. Las altas montañas del lado norte forman el eje granítico, o espinazo del país, y se elevan súbitamente 900 o 1000 metros, culminando en un pico que sube a unos 2000 metros. Están cubiertas de un amplio manto de nieves perpetuas; numerosas cascadas vierten sus aguas, por entre boscaje, en el hondo canal angosto. En muchas partes se extienden magníficos glaciares desde la ladera de los montes hasta el mar. Apenas es posible imaginar algo más bello que el azul berilo de estos glaciares, en especial por el contraste con la blancura mate de la nieve que corona las cimas”.

Como si los años no hubieran pasado, como si el territorio salvaje de ayer no se hubiera civilizado conservando grandiosidad, en las orillas de Tierra del Fuego, frente a las cumbres imponentes y los colores contrastantes del mar austral y los bosques, todo se puede mirar con los mismos ojos de Darwin. Que siguió su viaje, rumbo a las Galápagos y tantos otros lugares fantásticos del globo aún casi sin explorar en ese entonces, llevando en su diario y su equipaje las semillas de avances revolucionarios que cambiarían para siempre la historia de la ciencia y la mirada del mundo sobre su propio, lejanísimo pasado.

 


La selección natural; o la supervivencia de los más aptos.

Fuente: Darwin, Charles. El origen de las especies. Traducción de Juan Godo. Barcelona: Ediciones Zeus, 1970. Fragmento de El origen de las especies. Capítulo IV.

Si, bajo condiciones variables de vida, los seres orgánicos presentan diferencias individuales en casi todas las partes de su estructura, cosa que no puede discutirse; si hay una lucha rigurosa por la existencia, debido a la proporción geométrica de aumento en alguna época, estación o año, y esto tampoco puede discutirse; considerando la infinita complejidad en las relaciones de todos los seres orgánicos entre sí y con sus condiciones de vida, origen de infinita diversidad de estructura, constitución y hábitos que han de ser ventajosos, sería un hecho muy extraordinario el que nunca se hubiesen producido variaciones útiles para el propio bienestar de cada ser, de la misma manera que se han producido tantas variaciones útiles para el ser humano.

Mas si alguna vez se producen variaciones útiles para cualquier ser orgánico, seguramente los individuos así caracterizados tendrán la mayor probabilidad de ser conservados en la lucha por la vida; y debido al fuerte principio de la herencia, tenderán a producir descendencia caracterizada de un modo parecido. A este principio de conservación, o supervivencia de los más aptos, yo le he dado el nombre de Selección Natural. Conduce a la mejora de toda criatura en relación con sus condiciones orgánicas e inorgánicas de vida; y por consiguiente, en la mayoría de los casos, a lo que debe considerarse como un progreso en la organización. Sin embargo, las formas bajas y simples durarán mucho tiempo si están bien adaptadas para sus condiciones de vida también simples.

La selección natural, basada en el principio de que las cualidades se heredan en las edades correspondientes, puede modificar el huevo, la semilla o la cría, tan fácilmente como al adulto. Entre muchos animales, la selección sexual habrá prestado su ayuda a la selección ordinaria, asegurando a los machos más vigorosos y mejor adaptados el mayor número de descendientes. La selección sexual dará también caracteres útiles a los machos solos, en sus luchas o rivalidad con otros machos; y estos caracteres serán transmitidos a un solo sexo o a ambos sexos, según la forma de herencia que predomine.

Si la selección natural ha actuado realmente de este modo adaptando las diversas formas de vida a sus diversas condiciones y estaciones, debe juzgarse por el tenor general y el número de las pruebas en pro y en contra que presentamos en los capítulos siguientes. Pero ya hemos visto que ello acarrea la extinción, y hasta qué punto la extinción ha actuado en la historia del mundo, la geología nos lo indica claramente. Asimismo, la selección natural conduce a la divergencia de carácter; porque cuanto más diverjan los seres orgánicos en estructura, hábitos y constitución, tanto más puede sostenerse un número grande de individuos en la misma región, de lo cual tenemos una prueba con sólo mirar a los habitantes de cualquier lugar pequeño y a las producciones naturalizadas en tierras extranjeras. Por lo tanto, durante la modificación de los descendientes de cualquier especie, y durante la lucha incesante de todas las especies por aumentar en número, cuanto más diversificados lleguen a ser los descendientes, mayores serán sus probabilidades de éxito en la lucha por la vida. Así, las pequeñas diferencias que distinguen a las variedades de la misma especie tienden constantemente a aumentar, hasta que igualan las mayores diferencias entre las especies del mismo género, o incluso de géneros distintos.

Ya hemos visto que la especie que más varía es la especie común, muy difundida y muy distribuida, perteneciente a los géneros más numerosos dentro de cada clase; y estas especies tienden a transmitir a sus modificados descendientes aquella superioridad que ahora las hace ser dominantes en sus propios países. La selección natural, como acaba de observarse, conduce a la divergencia de carácter y a una gran extinción de las formas de vida menos perfeccionadas e intermedias. A base de estos principios puede explicarse la naturaleza de las afinidades y las distinciones generalmente bien definidas entre los innumerables seres orgánicos dentro de cada clase en el mundo entero. Es un hecho realmente maravilloso (pero tendemos a no considerarlo maravilloso, porque estamos familiarizados con el mismo) el de que todos los animales y todas las plantas a través de todo el tiempo y de todo el espacio se relacionen unos con otros formando grupos, subordinados a grupos, tal como observamos en todas partes, a saber, variedades de la misma especie estrechamente relacionadas, formando secciones y subgéneros, especies de distintos géneros mucho menos estrechamente relacionados, y géneros relacionados en diferentes grados, formando subfamilias, familias, órdenes, subclases y clases. Los varios grupos subordinados dentro de cualquier clase no pueden clasificarse en una sola fila, sino que parecen estar arracimados alrededor de puntos, y éstos alrededor de otros puntos, y así sucesivamente en ciclos casi interminables. Si las especies hubiesen sido creadas independientemente, no habría sido posible explicar esta clase de clasificación pero se explica por la herencia y la acción compleja de la selección natural, que provoca la extinción y la divergencia de carácter, según hemos visto ilustrado en el diagrama.

Las afinidades de todos los seres de la misma clase se han representado a veces mediante un gran árbol. Creo que este símil dice en gran parte la verdad. Las ramas verdes y florecientes pueden representar las especies existentes; y las producidas durante años anteriores pueden representar la larga sucesión de especies extinguidas. En cada período de crecimiento, todas las ramas, al crecer, han tratado de extenderse en todos los sentidos y de superar y matar a las ramitas y ramas que las rodeaban, de la misma manera que las especies y los grupos de especies han vencido en todo tiempo a otras especies en la gran lucha por la vida. Los troncos divididos en grandes ramas y éstas en ramas más y más pequeñas, fueron también en otro tiempo, cuando el árbol era joven, retoños florecientes; y esta conexión de los brotes antiguos y actuales en los ramificados brazos puede representar a las mil maravillas la clasificación de todas las especies extinguidas y vivientes en grupos subordinados a otros grupos. De los muchos retoños que florecieron cuando el árbol no era más que un arbusto, sólo dos o tres, convertidos en grandes ramas, sobreviven todavía y sostienen las otras ramas; lo mismo ocurre con las especies que vivieron durante los remotos períodos geológicos, las cuales muy pocas han dejado en pos de sí descendientes vivientes y modificados. Desde el primer crecimiento del árbol, más de una rama de todos los tamaños se ha deteriorado y caído; y estas ramas caídas de diversos tamaños pueden representar aquellos órdenes, familias y géneros enteros que ahora no tienen representantes vivientes y que sólo nos son conocidos en su estado fósil. De la misma manera que aquí y allá vemos una ramita solitaria que sale de la parte baja del tronco de un árbol, que por alguna circunstancia fortuita ha sido favorecida y todavía está viva en su parte superior, así vemos ocasionalmente un animal como el ornitorrinco o el lepidosiren, que en grado exiguo enlaza por sus afinidades a dos grandes ramas de la vida y que, al parecer, se ha salvado de la fatal competencia por haber habitado en un paraje resguardado. Del mismo modo que los retoños dan origen, al crecer, a otros retoños, y éstos, cuando son vigorosos, se ramifican y dominan por todos lados a muchas ramas más débiles, así creo que ha sucedido, por medio de la generación, con el gran Árbol de la Vida, que llena la corteza de la Tierra con sus ramas muertas y rotas, y cubre la superficie con sus incesantes y hermosas ramificaciones.

En 2009 se celebrará en todo el mundo el 150 aniversario de la publicación de dicha obra y 200 del nacimiento de su autor. Pero, más allá de los festejos, será un año para reflexionar sobre su legado, repensarlo, valorarlo, difundirlo y trasladarlo a nuestro tiempo, en el cual sus teorías recobran vigencia de manera continua. El 24 de noviembre se cumplen 150 años de la publicación del libro de Charles Darwin, por tal motivo, la Asociación Amigos del Museo Municipal Punta Hermengo de Miramar y Grupo Paleo Contenidos, presenta a modo de homenaje una interesante publicación titulada: Un Siglo y Medio de “El Origen de las Especies” de Chales Darwin. Mariano Magnussen Saffer, presidente de la Asociación Amigos del Museo Municipal Punta Hermengo y autor de la publicación, recorre en 166 paginas la vida de Charles Darwin, desde su juventud hasta el momento de escribir su obra, y una traducción y adaptación perfecta de la obra.

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