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Necrolestes, un mamífero patagónico que sobrevivió a la extinción de los dinosaurios.

Por Federico L Agnolin, Fernando E Novas, Nicolás R Chimento para Nicolás R Chimento. Publicado en originalmente en la Revista Ciencia Hoy. Número 134. Noviembre 2013. Articulo parcial a la versión original.

En 1891, Florentino Ameghino (1854-1911) dio a conocer unos restos fósiles encontrados por su hermano Carlos (1865-1936) en las barrancas de Monte Observación, en la provincia de Santa Cruz, en yacimientos de unos 17 millones de años de antigüedad. Determinó que pertenecían a un pequeño –escasos 10cm de largo, del hocico a la cola– y desconocido mamífero extinguido.

Estudió los diminutos huesos y consideró que el animal habría sido un pariente lejano de los topos africanos vivientes. Le dio el nombre científico Necrolestes patagonensis, es decir, ladrón de tumbas de la Patagonia, en alusión a sus hábitos excavadores. El hallazgo, publicado por Ameghino en el número de la Revista Argentina de Historia Natural citado entre las lecturas sugeridas, atrajo la atención del ámbito científico, ya que hasta ese momento en Sudamérica no se habían encontrado restos fósiles de topos.

En décadas posteriores, expediciones de diversos paleontólogos a la misma zona de la Patagonia, cercana a la desembocadura del río Santa Cruz, descubrieron esqueletos fósiles prácticamente completos del Necrolestes. El estudio de esos esqueletos llevó a pensar que se trataba de un mamífero muy arcaico en la historia de la evolución, más que un ancestro de los topos, como había supuesto Ameghino. Por determinados rasgos se pensó que podía haber sido un marsupial, es decir, un pariente lejano de las comadrejas, los canguros y los coalas actuales.

La mayor parte de los mamíferos mesozoicos pertenece a grupos grupos hoy extinguidos, que no se relacionan directamente con los actuales, sean placentarios o marsupiales. Solo la descendencia directa de algunos escasos mamíferos del Mesozoico ha sobrevivido hasta nuestros días. Entre ella se cuentan los ornitorrincos y los equidnas, que integran un grupo llamado monotremas, restringidos a algunos sectores de Oceanía, como lo explicó un artículo publicado en 2009 en Ciencia Hoy (A Kornblihtt, ‘El genoma del ornitorrinco y la evolución’, 19, 113: 74-75).

Durante la segunda mitad del siglo XX, otro destacado paleontólogo argentino, José Bonaparte, recorrió la Patagonia en búsqueda de fósiles mesozoicos. Descubrió un importante yacimiento fosilífero en la provincia del Río Negro, en una estancia llamada Los Alamitos, del que fueron recuperados abundantes restos óseos de dinosaurios carnívoros y herbívoros, de tortugas, cocodrilos y peces, vivos hace unos 70 millones de años, es decir, a finales de la era mesozoica.

Uno de los hallazgos que más llamó la atención de los investigadores de Los Alamitos fue el de diminutos dientes de mamíferos, de solo algunos milímetros de largo, mezclados con cuantiosos restos de dinosaurios. Concluyeron que pertenecieron a animales de escasos centímetros de longitud que vivieron a la sombra de los enormes dinosaurios.

Además, pusieron de manifiesto que hubo una gran diversidad de especies extinguidas de mamíferos, entre ellas las pertenecientes a grupos denominados gondwanaterios y driolestoideos.

Luego de los hallazgos de Bonaparte se encontraron diversos mamíferos primitivos, incluyendo driolestoideos, en otros lugares de la Argentina, como los yacimientos de Cerro Tortuga y La Buitrera, en Río Negro, y La Colonia y Cerro Cóndor en el Chubut, como lo detalla la tabla siguiente.

Hasta hace una década se pensaba que esos mamíferos mesozoicos se habían extinguido junto con los dinosaurios hace 65 millones de años, por efecto de la caída de un gigantesco asteroide en México que habría desencadenado una serie de cambios climáticos catastróficos para numerosos grupos de animales, entre ellos los dinosaurios y gran parte de los mamíferos primitivos, por ejemplo, los driolestoideos.

Sin embargo, la historia de los mamíferos mesozoicos no parece haber sido tan simple. En 2001, dos paleontólogos del Museo de La Plata, Javier Gelfo y Rosendo Pascual, descubrieron en la provincia del Chubut, en estratos de alrededor de 60 millones de años de antigüedad, un driolestoideo que había sobrevivido a los mencionados cambios climáticos. Conocido por Peligrotherium tropicalis, habría sido del tamaño de un zorro y estado bien adaptado a machacar con sus dientes los alimentos vegetales que constituían la base de su dieta.

Del mismo modo, algunos gondwanaterios también parecen haber sobrevivido a la extinción de fines del Mesozoico, pues se ha encontrado esporádicamente restos de ellos en estratos de distintos momentos de la era cenozoica. Además, en la Patagonia se hallaron en tales estratos restos de un ornitorrinco extinto, conocido por Monotrematum sudamericanum, que también habría convivido con los dinosaurios.

En los últimos diez años los paleontólogos tomaron nuevo interés en el debate sobre el Necrolestes y publicaron numerosos artículos sobre su anatomía. Las hipótesis predominantes sugerían que habría sido un marsupial aberrante, cuyo esqueleto exhibía rasgos muy primitivos. En 2012, dos equipos de investigadores llegaron a otra conclusión: que el animal perteneció al mencionado linaje de los driolestoideos, es decir, era un sobreviviente de una de las especies de mamíferos mesozoicos que no se extinguió con las catástrofes que terminaron con los dinosaurios, pero que tampoco había seguido el camino de la evolución y dado lugar a descendencia de otras especies. Se mantuvo viviente y sin cambios cruciales hasta bien entrada la era cenozoica. De hecho, en su época habría sido casi un fósil viviente, un relicto arcaico de la era de los dinosaurios.

La historia el arcaico Necrolestes indica que los mamíferos placentarios y marsupiales avanzados convivieron con mamíferos primitivos como los driolestoideos, los gondwanaterios y los ornitorrincos, algo que no se ha observado en ningún otro lugar del mundo. Esos demuestra que estos antiguos linajes de mamíferos no se extinguieron con los dinosaurios al finalizar la era mesozoica hace 65 millones de años, sino que sobrevivieron hasta bien avanzada la era cenozoica.

La nueva luz sobre el Necrolestes plantea renovadas preguntas a la paleontología, ya que el diminuto mamífero sería el pariente más cercano hoy conocido del Cronopio dentiacutus, un driolestoideo de unos 95 millones de años de antigüedad descripto en 2011 por el mencionado Guillermo Rougier y sus colaboradores en un artículo publicado en Nature (479: 98-102). Pero hasta donde sabemos, ambas especies están separadas por más de 70 millones de años. Este lapso marca la magnitud de nuestra ignorancia y proclama que existe un vasto capítulo en la historia antigua de los mamíferos sudamericanos que espera ser escrito por los paleontólogos.

Lecturas Sugeridas

AMEGHINO F, 1891, ‘Nuevos restos de mamíferos fósiles descubiertos por Carlos Ameghino en el Eoceno inferior de la Patagonia austral. Especies nuevas, adiciones y correcciones’, Revista Argentina de Historia Natural, 1: 289-328.

BONAPARTE JF, 1966, ‘Cretaceous tetrapods of Argentina’, München Geowissenchaftliche Abhandlungen, 30: 73-130.

CHIMENTO NR, AGNOLIN FL y NOVAS FE(ed.), 2012, ‘The Patagonian fossil mammal Necrolestes: a Neogene survivor of Dryolestoidea’, Revista del Museo Argentino de Ciencias Naturales, nueva serie, 14, 2.

GELFO JN y PASCUAL R, 2001, ‘Peligrotherium tropicalis from the early Paleocene of Patagonia, a survival from a Mesozoic Gondwanan radiation’, Geodiversitas, 23, 3: 369-379.

ROUGIER GW, et al., 2012, ‘The Miocene mammal Necrolestes demonstrates the survival of a Mesozoic nontherian lineage into the late Cenozoic of South America’, Proceedings of the National Academy of Science.

Fuente; cienciahoy.org.ar

 


Tres fenómenos naturales registrados en nuestra zona

 y que cambiaron para siempre a Sudamérica y el mundo.

Por Mariano Magnussen. Laboratorio Paleontológico. Museo de Ciencias Naturales de Miramar. Fundación Azara. Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados.  marianomagnussen@yahoo.com.ar

Durante mitad y final del Plioceno, hace 3,5 millones de años a 2,5 millones de años atrás, ocurrieron tres fenómenos naturales del tipo catastrófico, los cuales decidieron la suerte del 80 % de las especies endémicas y autóctonas, que habían evolucionado aislada en América del Sur, y que están presentes en el registro geológico y paleontológico de la costa atlántica bonaerense y alrededores. 

Las escorias encontradas en los barrancos por científicos suizos, publicadas en 1865, fueron atribuidas a un posible origen volcánico, y que, posteriormente Florentino Ameghino, atribuyo a fogones e incendios realizados por los primeros humanos en el Plioceno. Estos fueron estudiados exhaustivamente, y se determinó en 1998, que se trataba del impacto de un asteroide en la localidad de Chapadmalal y en la ciudad de Miramar. Científicos argentinos y de la NASA, determinaron al menos el impacto de dos asteroides en distintos tiempos geológicos, cuyos efectos modificaron gradualmente el ambiente, trayendo aparejadas algunas consecuencias para los biomas sudamericanos.

La presencia de rastros geológicos abona esta teoría de que, rocas modificadas por altas temperatura llamadas escorias y la presencia de vidrios producidos por calentamiento y enfriamiento rápido de silicatos, parecen ser restos de un impacto desde el espacio. Estas escorias, en realidad, son impactitas, las cuales contienen entre otros, pequeñas esferas de vidrios con alto contenido de Níquel y Cromo.

Además, se detectó la presencia de cristobalita, una variedad de sílice que está sólo a temperaturas superiores a los 1300 grados, como resultado del sedimento fundido por el choque de una gran roca espacial sobre la superficie terrestre. Dejando evidencias sobre ellos en un radio de 50 kilómetros.

Si bien el meteorito que se estrelló en lo que hoy en día es la costa bonaerense, fue de proporciones menores al que extinguió a los dinosaurios, fue lo suficientemente fuerte para provocar una cicatriz a la superficie terrestre y una eventual modificación en la historia natural del hemisferio sur.

La cantidad de impactitas distribuidas a lo largo de los sedimentos del Plioceno miramanse, y el alto contenido de sedimento quemado de color ladrillo, demuestra lo catastrófico de aquel evento. Los investigadores creen que el asteroide impacto en un área que está sumergida en el océano atlántico, el que provoco un cráter de gran tamaño, arrojando miles de toneladas de sedimentos fundidos a la atmosfera, oscureciendo toda la región pampeana durante meses, con importantísimos incendios.

A su vez, formación del istmo de Panamá, un puente natural terrestre que unió ambas Américas, provoco en un principio, un intercambio faunístico, el cual, seguramente también trajo acompañado de intercambio parasitológico y bacteriológico que afecto a las poblaciones animales y vegetales. Además, este puente natural, trajo la interrupción del intercambio genético entre el océano pacifico y atlántico, sumado al cambio de las corrientes oceánicas que normalmente controlan las temperaturas sobre la superficie terrestre, genero el enfriamiento en todo el planeta de una forma más acelerada. Algunos científicos sugieren que la unión de américa del norte con américa del sur, sumado al enfriamiento global por el cambio en las corrientes oceánicas, genero el comienzo de la edad del hielo.

Ha esto se le suma, hacia el final del Plioceno, una estrella del grupo de estrellas O y B de la Asociación estelar de Scorpius-Centaurus a unos 380 a 470 años luz de la Tierra, que explotó como supernova, lo suficientemente cerca de la Tierra como para provocar un gran deterioro en la capa de ozono, lo que pudo haber sido la causa de una extinción masiva en los océanos. Para ello se basaron en las anomalías del isótopo de esa época encontradas en los fondos oceánicos.

Como se observa, estos tres hechos aislados, como fue el impacto del asteroide, la unión de las américas y la explosión de una gran estrella, trajeron marcados cambios ambientales y faunísticos. 

Sin dudas, las evidencias geológicas y biológicas en el área de Miramar y Chapadmalal brindaron suficiente información para comprender los procesos evolutivos de nuestro sub-continente y su relación con el resto del mundo.

Los cambios abruptos en la evidencia paleontológica, es la que ayuda a determinar el comienzo y fin una edad, en este caso, el fin del Plioceno y el principio del Pleistoceno. Estos fenómenos abren las puertas a la aparición de nuevas formas de vida. 

A través de la evolución biológica y la adaptación al medio, generan que nuevas especies surjan a través de la especiación, es decir, el proceso mediante el cual una población de una determinada especie da lugar a otra u otras especies, así como también otras especies se extinguen cuando ya no son capaces de sobrevivir en condiciones cambiantes o frente a otros competidores. Un ejemplo estrictamente local, son las diferentes especies de gliptodontes (armadillos grandes o gigantes de caparazón sin bandas móviles) que se extinguen durante el final del Plioceno. Ya durante el Pleistoceno, son reemplazados por otras especies similares, pero no iguales, de mayor tamaño. Para el Holoceno superior, todas las especies de gliptodontes se han extinto para siempre.

Bibliografía sugerida.

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M. Magnussen Saffer. 2005. Naturaleza Pampeana, pasado y presente. Libro Digitalizado. Museo Municipal de Ciencias Naturales Punta Hermengo de Miramar, Prov. Buenos Aires, Argentina.


Algunas curiosidades en reptiles marinos del Jurasico Argentino.

 Fragmento de articulo publicado: Magnussen Saffer, Mariano (2010). Algunas curiosidades en reptiles marinos del jurasico Argentino. Paleo, Revista Argentina de Paleontología. Boletín Paleontológico. Año 8. 52: 36 -41. 

El periodo Jurasico abarca un lapso de 208  a 144 millones de años antes del presenta, cuyos afloramientos geológicos son los mas escasos comparados a los otros periodos de la Era Mesozoica, pero a su vez son los mas significativos.

Con respecto al registro fosilífero de los grandes saurios del Jurasico, corresponden en su mayoría a los hallazgos realizados en la región Patagónica, por medio de enormes restos óseos correspondiente a Sauropodos. Así mismo se han realizado notables descubrimientos de huellas fósiles en areniscas del Jurasico medio de la Provincia de Santa Cruz, pertenecientes a pequeños Dinosaurios que vivían en zonas semiáridas. La antigüedad real de estos vestigios en nuestro país corresponde principalmente al Jurasico medio, lo que confiere una especial significación para evaluar la etapa evolutiva previa a los bien conocidos Dinosaurios de otros continentes. El sitio mejor conocido por el hallazgo de grandes vertebrados corresponden a los yacimientos fosilíferos del Cerro Cóndor, no muy lejos de Paso de los Indios en la Provincia de Santa Cruz, pero de estos grandes animales, hablaremos en el próximo numero.

Los estudios realizados de la paleogeografia sugieren que antes del Jurasico medio se había separado el único supercontinente de Pangea, fragmentándose en dos enormes islas. Al norte se encontraba Laurasia conformada por América del norte, Europa y Asia. Al sur se hallaba Gondwana la que reunía a América del sur, India, África, Australia y Antartida. A su vez, estos dos supercontinentes se hallaban separados por el mar de Tethys. Otro sitio Jurasico muy importante para Argentina la conforma la formación Los Lagaccitos en la Provincia de San Luis donde se han hallados los primeros restos de reptiles voladores en sedimentos pertenecientes a un antiguo lago.

En la porción continental en la que hoy se encuentra Argentina el vulcanismo era muy intenso, lo que posibilitaba conservación de grandes bosques, debido a esto, la Patagonia central y oriental, incluyendo la plataforma continental fueron cubiertas por cenizas volcánicas y lava.  

El intenso calor que se acumulo por debajo de la corteza terrestre, producto del magmatismo originado por el choque de las placas, ocasiono que la corteza Gondwanica se debilitara y terminara por fracturarse en diversos bloques. En Patagonia, durante el Jurasico el mar avanzo desde el oeste dando lugar a un mar epicontinental de aguas someras y cálidas, donde abundaban los arrecifes.

Caypullisaurus bonapartei, unop de los últimos Ictiosaurios fueron muy grandes, algunos como ballenas. Unos de ellos fue hallado en la Provincia de Chubut. Mide más de 8 metros de largo y se encuentra exhibido en la sala del departamento de Paleontología de vertebrados del Museo Argentino de Ciencias Naturales de Buenos Aires, aunque también existían formas que no superaban el metro. 

Esta especie en particular fue un reptil marino y guarda cierta semejanza con los delfines, pues a pesar de los millones de años que separan a estas especies, ambas cubrían el mismo nicho ecológico, y es probable que este magnifico animal se halla alimentado de otros reptiles como los Plesiosaurios, peces y dinosaurios que se aventuraban a las playas de marea baja. Sus aletas traseras eran considerablemente mas pequeñas que las delanteras. Los huesos de la mayor parte de la aleta delantera se derivan de los huesos normales de dedos que se han encontrado en todos los vertebrados terrestres, pero en ellos hay muchos mas. Mientras normalmente un vertebrado terrestre tiene de 3 a 4 falanges por dedos, algunos Ictiosaurios tenían de 20 a 25 falanges. Se extinguió al final del Cretácico.

Si bien la Patagonia Argentina tiene algo mas de un centenar de sitios donde se han hallado este tipo de reptil marino, recientemente se han descubierto formas nuevas en sedimentos de la Quebrada de Romoredo al sur de la Provincia de Mendoza. Otro ictiosaurio conocido es Mollesaurus periallus, recuperado en la Cuenca Neuquina. Caypullisaurus, este espécimen consta del cráneo y mandíbulas completos, vértebras troncales anteriores y posteriores, y algunas costillas.

El cráneo se encontró articulado con la columna vertebral. Como es muy frecuente en los ictiosaurios, las características estructurales del cráneo contribuyen a que no se preserve en tres dimensiones. Este ejemplar se depositó sobre su cara derecha, por lo que su cara izquierda es la que se ha preservado con todos sus elementos en posición natural y con una deformación mínima. Esta condición ha permitido la obtención de los coeficientes craneanos cuyos valores son comparables con los del holotipo de Caypuflisaurus bonapartei. Entre los caracteres más conspicuos de este material se destacan la gracilidad del rostro y la amplia reducción de la dentición. La longitud mandibular es de 1,57 m. Cabe destacar que hasta el presente, este ejemplar es el de mayor tamaño referible a esta especie.

Ophtalmosahurus, fueron enormes reptiles del tipo PIesiosaurios, que se alimentaban de peces y anmonites durante el Jurasico inferior y en el Cretácico, periodo donde desaparece sus restos fósiles en los depósitos sedimentarios marinos - continentales. Poseían una cabeza muy pequeña a comparación de su cuerpo, cuyas mandíbulas estaban provistas de afilados dientes y rodeado de fuerte musculatura.

Su cuello tenia entre 30 y 35 vértebras, a diferencia de las habituales 7 u 8 que poseen los demás reptiles. Tenia patas largas y anchas en forma de remo que le eran propias para nadar a gran velocidad. Las aletas delanteras se movían de arriba hacia abajo como si estuviera volando, mientras las traseras eran utilizadas para orientar los movimientos. Su aleta caudal heterocerca invertida (una aleta de la cola mas corta que la otra), debido a que la columna vertebral esta dirigida hacia abajo.  

Algunos restos de estos enormes Plesiosaurios fueron hallados en el Cerro Lorena y en el Lago Pellegrini en el norte de la Patagonia Argentina, y restos mas nuevos pertenecientes al Cretácico fueron recuperados en el Bajo de Santa Rosa, en la región de las salinas ubicado a unos 100 kilómetros al Sudoeste de la localidad de Choele Choel en la Provincia de Rió Negro.

Metriorhynchus potens, fue un primitivo cocodrilo marino, cuyo nombre significa largo hocico. El nombre le resultaba muy apropiado. Era un peligroso cazador que medía 3 metros. Comía calamares y pterosaurios, pero también perseguía peces de 6 metros de longitud, el doble de su propio tamaño. Su cola se adelgazaba hacia el extremo, y de ella sobresalía una aleta. Tenía una pequeña prominencia entre los ojos. 

Cuando aparecieron los cocodrilos, vivían por entonces en el mar. Existía un grupo de temibles cazadores prehistóricos, cuyos parientes de agua dulce todavía viven en la actualidad. Si se te ocurriese nadar en un mar prehistórico, les servirías de almuerzo. Eran los cocodrilos marinos. En los inicios de su evolución, los cocodrilos regresaron al agua, alejándose de los dinosaurios terrestres. La forma de su cuerpo cambió para adaptarse a la vida acuática. La mayoría de los primeros cocodrilos se mantenía al acecho en ríos y pantanos, comiendo peces y capturando animales que acudía allí a beber. Sólo unos pocos fueron más lejos, al mar.

Algunos cocodrilos marinos se adaptaron aún mejor a la vida oceánica. Empezaron a parecerse más a los peces. Perdieron la pesada coraza ósea, y su piel se volvió mucho más lisa y resbaladiza. Las patas eran palmeadas, semejantes a aletas. La cola se hizo más fina y larga, también más parecida a una aleta. Pero siguieron siendo reptiles y tenían pulmones, no branquias.

Debían subir a la superficie del agua para respirar aire fresco, como las ballenas actuales. El grupo entero de cocodrilos marinos vivió hasta poco tiempo tras el fin del período Jurásico. Durante el Cretácico, fueron reemplazados por los Pliosaurios y los Mosasaurios. En el norte de Chile encontraron restos de Metriorhynchus casamiquelai.

Otro pequeño cocodrilo, muy alterado por la erosión reciente, con la cara izquierda del cráneo apoyada en el sustrato, poscráneo es articulado y marcadamente arquea do hacia arriba y hacia atrás. Geosaurus araucanesis es la especie más frecuente entre los cocodrilo marinos titonianos de la Cuenca Neuquina. Eran tan feroces como sus parientes de agua dulce, y algunos podían comer muchos tipos de animales.

Dakosaurus andiniensis es un cocodrilo. Pero se parece muchísimo a un dinosaurio. Por eso lo bautizaron Godzilla. El descubrimiento es tan importante y es tapa del último número de la National Geographic y también sale en la prestigiosa revista Science. Fue descubierto en Pampa Tril, Neuquén, por investigadores argentinos. Lo que se pudo reconstruir a partir del cráneo y las dos mandíbulas encontradas en la Patagonia es que la criatura se remonta a 135 millones de años atrás.

La cabeza alta y achatada, como en forma de bala y pocos dientes, es lo que la distingue del resto de los cocodrilos, que tenían hocicos alargados, angostos y mandíbulas dentadas. Fue el resultado del esfuerzo de mucha gente que trabajó más de siete años", dijo Zulma Gasparini, paleontóloga, profesora de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), investigadora del Conicet y líder de "Reptiles marinos Mesozoicos de Argentina", un proyecto que comenzó hace ya casi 30 años. La historia de este "Godzilla" empieza en 1996. Ese año, Sergio y Rafael Cocca, dos técnicos del Museo Olsacher de la Dirección Provincial de Minería de Neuquén, encontraron el cráneo y las mandíbulas en Pampa Tril, una zona montañosa y semiárida pero fértil para los paleontólogos. En la investigación participaron paleontólogos y geólogos, como Diego Pol (actualmente en la Universidad de Ohio), y Luis Spallietti, profesor de la UNLP, investigador del Conicet y encargado de la investigación sedimentológica (estudia las rocas y a las sucesiones de rocas donde están las faunas fósiles).

El descubrimiento es importante y tiene impacto a nivel mundial porque hasta ahora no se conocía en ningún lugar del mundo cocodrilos con aspecto de dinosaurio. El cocodrilo no tiene ningún parentesco con los dinosaurios. El hallazgo de esta excepcional asociación de reptiles marinos en el límite Jurásico—Cretácico en la cuenca neuquina permite formular nuevas teorías sobre la continuidad y evolución de estas especies y contradecir hipótesis de extinciones hechas en base a estudios paleontológicos del hemisferio norte. El descubrimiento es importante y tiene impacto a nivel mundial porque hasta ahora no se conocía en ningún lugar del mundo cocodrilos con aspecto de dinosaurio. El cocodrilo no tiene ningún parentesco con los dinosaurios.

El hallazgo de esta excepcional asociación de reptiles marinos en el límite Jurásico—Cretácico en la cuenca neuquina permite formular nuevas teorías sobre la continuidad y evolución de estas especies y contradecir hipótesis de extinciones hechas en base a estudios paleontológicos del hemisferio norte.

A través del cráneo, de 80 centímetros de largo y 20 de alto, se puede estimar que medía casi cuatro metros de largo. Pero lo más llamativo es su boca, sus dientes, que muestran que era un predador activo que se alimentaba de otros reptiles marinos, pero de los grandes. Y eso es lo que lo hace parecido a los dinosaurios carnívoros. Era un animal marino agresivo, que atacaba rápido a presas grandes, como el tiburón blanco de hoy.

El descubrimiento es importante porque demuestra que los cocodrilos en el Mesozoico fueron mucho más diversos de lo que se pensaba. Fue un grupo abundante y exitoso evolutivamente, que ocupó muchos nichos ecológicos que hoy ocupan otras especies, como los mamíferos. La muestra de lo que es un cocodrilo en las especies vivientes es una fracción muy pequeña y empobrecida con respecto a la diversidad de formas que habitaron la tierra, los ríos y el mar durante el Mesozoico. Sobre los cocodrilos marinos del Jurásico, se conocían muchos restos, pero todos de especies con hocico largo y delgado, con numerosos y pequeños dientes. Estas características denotan un rol de pequeño predador, con una dieta de peces pequeños y moluscos, que es la idea que se tenía de los cocodrilos marinos del Jurásico durante los últimos 150 años, desde que se descubrieron y estudiaron en Europa los primeros cocodrilos marinos. El Dakosaurus muestra que también había grandes especies predadoras, dado que éste tenía un hocico corto, alto y robusto, con dientes grandes y aserrados.

Liopleurodon macromerus significa diente de lado suave y fue el máximo depredador de los mares jurasicos. Este plesiosaurio de mas de 12 metros de longitud, poseía una cabeza de grandes proporciones que contrata con su corto cuello y cuerpo rechoncho. Liopleurodon, estaba totalmente adaptado a la vida acuática, pero es muy probable que visitaran las playas para devorar nidos de otros grandes reptiles y tortugas de menor tamaño. Unas largas series de costillas gastrales, extendida a lo largo del vientre, servia para que Liopleurodon se protegiera cuando se empujaban sobre la playa. Sus fuertes mandíbulas estaban armadas con dientes de respetable tamaño. Fue así que los ictiosaurios ocupaban el rol ecológico de los actuales delfines, y probablemente Liopleurodon, ocupaba el rol ecológico que actualmente ocupan las orcas.   

En Argentina, los restos de Liopleurodon, fueron encontrados por la paleontóloga Zulma Gasparini del Museo de La Plata en el Cerro de los Catutos, Provincia de Neuquén, en la Formación Vaca Muerta y Mulichinco del jurasico medio - superior. Liopleurodon ferox. Otros plesiosaurios conocidos son Maresaurus coccai y Criptoclydus, ambos de la Cuenca Neuquina.

Del mismo sector de la Cuenca Neuquina, fue recuperado recientemente un cráneo y mandíbulas soldados (2,10 m) de  Liopleurodon ferox, un sector de columna vertebral que incluye a las cervicales y parte de las dorsales (4,60 m), además del miembro anterior derecho. El espécimen está muy bien preservado, y se lo halló apoyado en el sustrato sobre su dorso. La reciente erosión eliminó la sección que contenía desde la región sacra a la caudal. En vida, el animal debió alcanzar entre los 12 y 14 m de largo. El ejemplar aún no ha sido preparado y la espesa capa de sedimento que lo envuelve impide observar caracteres que permitan precisar su determinación taxonómica. Algunos restos dentarios conservan el esmalte, con fuertes estrías como en todos los grandes Pliosauridae y en particular en el gigante Liopleurodon. Sin embargo, la parte anterior del rostro es roma y más ancha que las especies conocidas de Liopleurodon.

Bibliografía Sugerida:

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Serpientes Gigantes en la Patagonia.

Por Adriana M. Albino, Centro Regional Universitario Bariloche - Universidad Nacional del Comahue. Fragmento del articulo original publicado en la Revista "Ciencia Hoy" Vol 3 N° 14 / Junio - Agosto 1991. 

Restos fósiles de serpientes hallados en la región Patagonica de nuestro país, revelan las espectaculares características que tenían algunos de estos reptiles hace millones de años.

El estudio de serpientes gigantes de la Patagonia, antepasados de anacondas, boas y pitones, permite conocer no solo la historia evolutiva del grupo en América del sur, sino también eventos Paleobiogeograficos que cambiaron notablemente la fisonomía de esta parte del planeta y sus habitantes.

Los reptiles dominaron el paisaje de la fauna viviente durante la era Mesozoica, hace 200 millones de años, cuando gigantes dinosaurios, pterosaurios voladores, plesiosaurios e ictiosaurios marinos, y otros grupos no menos fantásticos poblaron un mundo en constante cambio, con bosques selváticos de impresionantes helechos, volcanes en erupción, temperaturas elevadas, ungimientos y desaparición de montañas y movimientos de masas continentales. A fines de esta era, hace aproximadamente 64 millones de años, los reptiles decayeron y cedieron prioridad a las aves y a los mamíferos que predominan actualmente. No obstante, permanecieron en el escenario natural durante todo el Terciario llegando a la actualidad con formas que no alcanzan la espectacularidad de sus parientes mesozoicos, pero que mantienen un papel predominante en el equilibrio de las comunidades naturales, a saber las tortugas, los cocodrilos, los lagartos y las serpientes.

Todas las serpientes son carnívoras. Sus dientes, agudas y recurvados, están presentes en la mandíbula superior, el paladar y la mandíbula inferior. Sin embargo, la forma en la que capturan y matan a sus presas difiere según el grupo.

Entre las serpientes que integran el grupo de los boideos, que para matar a sus presas emplean la constricción, se incluyen las formas mas grandes conocidas. En este caso, el ofidio, que esta atento a la cercanía de una posible presa tanteando a la cercanía de un posible presa tanteando a distancia con su lengua protráctil y bifida, se lanza sobre ella en el momento en que esta su alcance y, con un brusco y rápido movimiento de la cabeza, aferra por cualquier parte el cuerpo del animal. Inmediatamente se enrolla a su alrededor formando varios anillos y comienza a apretarlo con fuerza hasta provocarle la muerte por parálisis respiratoria o cardiaca.

Cuando una presa a muerto, el ofidio comienza a engullirla lentamente, para lo cual abre desmesuradamente la boca gracias a la movilidad de los huesos del cráneo que permiten tragar enteras presas mas anchas que su cabeza. Con ayuda de sus dientes curvados hacia atrás y por la acción de un complicado juego de músculos que manejan los huesos de las mandíbulas, va arrastrando la presa hacia dentro de la garganta, hasta engullirla del todo. En el estomago, poderos jugos digestivos degradan completamente los órganos, tejidos y huesos de las victimas.

Hemos dicho que actualmente los boideos constrictores son las mas grandes serpientes que habitan nuestro mundo. El mayor es la pitón reticulada de la India (Pyton reticulatus) de hasta 10 metros de largo, y cuya distribución geográfica incluye Birmania, Indochina, pendisula y archipielago malayos y Filipinas; le siguen la pitón africana (Python sebae) y la anaconda sudamericana (Eunectes murinus) de unos 9 metros de longitud. Esta ultima se encuentra en una gran parte septentrional de América del sur, especialmente en Guayanas y las cuencas del rió Orinoco y del Amazonas. Formas comunes de dimensiones, que también habitan Sudamérica, son la boa constrictora (Boa constrictor), la boa esmaltada (Corallus caninus) que se encuentran en Colombia, Venezuela, Brasil, Ecuador, Perú, Bolivia y Guayanas, y la mas pequeña (no menor a un metro) la boa arco iris (Epicrates de longitus) desde Costa Rica hasta Argentina.

Ahora bien ¿ Como eran los boideos en el pasado?

En el año 1933, George Gaylord Simpson, el eminente Paleontólogo y evolutista norteamericano, dio a conocer el esqueleto incompleto de un ofidio fósil hallado durante la "Scarrit Patagonian Expedition" en 1931 y procedente de sedimentos del terciario inferior (Eoceno inferior) de la localidad de Cañadon Vaca, en el sudeste de la provincia de Chubut. Simpson denomina a este ofidio Madtsoia bai, que en lengua Tehuelche significa "abuela de Cañadon Vaca"

La antigüedad del fósil, según el esquema estratigráfico - cronológico que se sigue actualmente, se ubica entre 49 y 55 millones de años. Todo el material encontrado en la expedición, que incluye gran cantidad de fósiles, además de esta serpiente, se encuentra en el American Museum of Natural History de New York.

La peculiaridad de Madtsoia bai, no solo se debe a su excelente conservación, una columna vertebral articulada casi completa, e incluso con sus correspondientes costillas, sino también a su extraordinario porte, que Simpson estimo a 10 metros.

Si embargo, no eran estos los primeros restos de ofidios de gran talla que se encontraron en sedimentos terciarios de la Patagonia. Ya el gran paleontólogo argentino Florentino Ameghino, en 1906, mencionaba la presencia de Ophidiens, en niveles fosilíferos del Chubut de la misma antigüedad que aquellos en los que se hallo a Madtsoia.

Aspecto del gigante Boideo alimentándose de un mamífero notoungulado primitivo.

El hallazgo de Madtsoia bai por Simpson tampoco fue el ultimo de estos curiosos registros de serpientes gigantes. En 1959, el paleontólogo Francés  Robert Hoffstetter reconoce entre los materiales del Museo de La Plata (MLP) que habían sido cedidos al British Museum de Londres, un fragmento de mandíbula de un ofidio de gran talla que atribuye a Madtsoia y que procede del Paleoceno tardío de la zona de Gaiman, al norte del rió Chubut. Este resto es mas antiguo que el anterior, ya que tendría entre 55 y 60 millones de años. Hoffstetter calculo la talla del espécimen entre 7 y 8 metros de largo.

Ya en 1986, mientras revisábamos la colección paleontológica del MLP, descubrimos la vértebra de un ofidio de tamaño espectacular, tanto que figuraba en el catalogo como correspondiente a un cocodrilo. Procedía de niveles del Eoceno temprano de la zona de Valle Hermoso, al sudeste de la provincia del Chubut, y estaba en perfecto estado de conservación. Aunque no teníamos posibilidades de compararla directamente con el material original de Madtsoia bai descrito por Simpson, contábamos con las replicas existentes en el Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN) de dos vértebras articuladas y completas.

De la confrontación resulto que la vértebra del MLP era mas grácil y algo mas pequeñas, y que en su morfologia de detalle se asemejaba mas a los grandes boideos actuales que a Madtsoia. Al compararla, entonces, con estructuras óseas de ofidios vivientes (por ejemplo, con boa) pudimos confirmar que ciertos caracteres eran típicamente juveniles. Inmediatamente nos preguntamos cual habría sido el tamaño de la forma adulta de la especie a la que pertenecía el poseedor originario de la vértebra que estábamos estudiando.

El numero de vértebras de la columna de los grandes boideos no es constante, varia entre 300 y 400 aproximadamente. Asumiendo que las formas fósiles se habrían mantenido dentro de estos rangos de variabilidad, estimamos, en base a la longitud del centro vertebral de la vértebra hallada, que la longitud corporal de la forma juvenil habría sido de entre 5 y 7 metros, y la del adulto, de entre 10 y 12 metros, es decir un tamaño mayor que lo calculado para Madtsoia.

Otro hecho llego a sorprendernos aun mas en ese mismo año: El paleontólogo Miguel F. Soria (h), mientras revisaba materiales de viejas colecciones depositadas en el MACN, hallo el fragmento vertebral, que en un principio, se había creído que pertenecía a un dinosaurio. Al consultar el libro donde constan los detalles de la colección y el material fósil asociado, Soria noto que el resto en cuestión procedía de sedimentos típicamente terciarios de la zona comprendida entre los lagos Musters y Colhue Huapi, al sur de la provincia de Chubut. El mismo, consiste en un centro vertebral, el cual habría sido descubierto por el geólogo, ya fallecido, Roberto Ferello, en el año 1953, y lamentablemente  sus datos exactos de procedencia geográfica y estratigráfica no han podido ser dilucidados. Sin embargo el resto corresponde a un gran ofideo de cuya existencia se tenga constancia hasta el día de hoy y da una idea de los tamaños que estos reptiles alcanzaron en el pasado.

Calculamos que pudo haber llegado a medir entre 15 y 20 metros de largo, y su cabeza solamente habría alcanzado unos 70 centímetros de largo, lo que significa que su boca le permitía engullir presas de hasta un metro de circunferencia.

Tal es el panorama conocido hasta ahora sobre las serpientes gigantes que habitaron la Patagona. Tratemos de reconstruir, a partir de el, algo del camino que recorrieron hasta nuestros días.

 Según detallamos al comienzo de este trabajo, actualmente la familia de Boidae se distribuyen en las áreas tropicales y subtropicales de América del sur, América central, África, Madagascar, el sur de Asia continental y las regiones Australiana e India: Muy pocas formas penetran al sur de América del norte, Europa oriental y a la Región Pacifica. 

Hace 125-130 millones de años, durante el Cretácico temprano, América del sur, Antártica, África, Madagascar, India, Nueva Zelanda y Australia, estaban muy próximas y hasta conectadas parcialmente, conformando un gran continente austral: Gondwana.

En sedimentos del Cretácico superior de América del sur (Argentina), África, Madagascar e India se han registrado abundantes restos de Boideos, algunos de tamaño considerable, aunque no tanto como los de Madtsoia. Esto significa que la familia tenia durante el Cretácico, una amplia distribución en toda Gondwana y que, probablemente, se había originado en este continente. Cuando las placas que lo conformaban comenzaron a separarse y a derivar, alejándose entre si, llevaron representantes de boideos que se desarrollaron independientemente y que dieron lugar a numerosas de boas y pitones de amplia distribución geográfica que conocemos hoy, constituyendo un claro ejemplo de vicariancia.

La evidencia que aportan los fósiles hallados en otras áreas avala la hipótesis de un origen gondwanico de los boideos: En América del norte y Europa, los representantes Cretácicos y principios del Terciario de esta familia son muy escasos a comparación al hemisferio sur, a pesar que los yacimientos septentrionales han sido mucho mas explorados.

Pero también la presencia de estos fósiles holarticos requería una explicación. Según el paleontólogo Francés Jean Claude Rage, durante el Cretácico tardío se conformo un puente continental transitorio entre ambas americas que permitió el pasaje de boideos desde América del sur a América del  norte y de allí, a Europa. Con el inicio del Terciario, dicho puente habría desaparecido y América del sur quedo aislada hasta hace unos 3,5 millones de años, época en la que emergió el istmo de Panamá.

Es importante remarcar aquí que también que hubo hallazgos de serpientes de grandes dimensiones en los famosos yacimientos del Eoceno superior de Fayum, en Egipto, dadas a conocer por el ingles Charles Andrews en 1901 y 1906. Andrews describió un nuevo genero de boideo: Gigantophis, a cuya especie G garstini le calculo una longitud de 9 metros. Asimismo, Gigantophis fue reconocido por Hoffstter en 1961 en estratos del Eoceno superior del desierto de Libia.

Estas inferencias paleobiogeograficas fundadas en las distribuciones actuales y pasadas de los boideos deben ser contrastadas con hipótesis filogenéticos elaboradas en base a detallados estudios de las formas actuales y fósiles. Sin embargo, los restos se preservan usualmente a través  de vértebras aisladas, y a menudo, de fragmentos de estas mismas. Además la morfología vertebral de los ofidios no presentan características suficientemente diagnosticas desde un punto de vista filogenético, por lo cual este tipo de análisis resulta muy complejo.

El hecho que actualmente los boideos sean característicos de los ambientes tropicales y subtropicales del globo nos permite abordar otro curioso aspecto de su historia. Es mas, los grandes boideos vivientes, como la pitón reticulada y la anaconda, se hallan restringidos en climas cálidos y húmedos, con frecuente vegetación y abundante cursos de agua.

Las concepciones actuales ( manejadas fundamentalmente por la Paleontología y la Geología) permiten extrapolar, con ciertas restricciones, lo que se conoce de las formas vivientes a los grupos fósiles. Por lo tanto, si aceptamos que los gigantescos ofidios del Terciario temprano de Argentina tenían los mismos requerimientos ecológicos que los actuales, es posible inferir que las condiciones ambientales que imperaban en la Patagonia hace 50 millones de años eran afines a tales requerimientos. Pero, además de la presencia de fósiles de plantas características de zonas cálidas y de diversos grupos de reptiles y mamíferos climático-sensitivos en el Terciario temprano de Patagonia apoya la hipótesis de que en aquella época existían allí condiciones mucho mas benignas.

Esta metodología nos permite dar un paso mas al terreno de las hipótesis y es el siguiente: En la actualidad los boideos se alimentan de mamíferos y aves, siendo predadores importantes en las comunidades de las que forman parte. Mediante extrapolación se asume que esto ocurrió también en el pasado, con lo cual es posible postular que la diferenciación básica de los mamíferos ocurrida en América del sur en el Terciario mas temprano (Paleoceno) y la ausencia, en ese entonces, de otros depredadores de gran porte, aparte de los boideos, se habrían provocado un fenómeno de coevolucion en que el depredador evoluciono en relación a su presa. A las serpientes habrían aumentado su tamaño concomitantemente con el aumento de la diversidad y el tamaño de los mamíferos herbívoros que existían en aquella época, y de los cuales se alimentaban. Además, teniendo en cuenta la gran cantidad y variedad de formas de mamíferos de los que se disponían las serpientes como posibles presas, es factible que se haya visto favorecida la apareció temprana de un sistema de órganos termorreceptores como el que poseen muchas boas y todas las pitones actuales, para optimizar la búsqueda y la captura de sus victimas. Los órganos termorreceptores de los boideos se encuentran en fosetas de las escamas labiales, poseedoras de una membrana inervada por una importante red de terminaciones nerviosas sensitivas, que permiten al ofidio percibir sensaciones de temperatura, a la manera de un "radar térmico". Como los mamíferos son sangre caliente, es decir, que mantienen la temperatura del cuerpo constante, el desarrollo de estos órganos les permite a las serpiente a las serpientes una mayor rapidez y seguridad en la localización del alimento, aun en la oscuridad.

De acuerdo a las conjeturas basadas fundamentalmente en el registro fósil de ciertos grupos de mamíferos, hace unos 15 millones de años, durante el Mioceno, comenzó un proceso de enfriamiento y aridizacion de la Patagonia, en forma simultanea con una de las fases mas intensas de la orogenia andina. Así progresivamente, se obtuvo no solo la actual fisonomía de la región patagonica, sino también las condiciones climático-ambientales que conocemos en el presente, Las serpientes gigantes no soportaron dichos cambios y se extinguieron o, en algunos casos, se tetrayeron hacia el norte.

Hoy en día, América del sur, la distribución austral de los boideos alcanza el norte de la provincia de La Pampa, hacia el este, y de Mendoza, hacia el oeste. La especie que llega a dichas latitudes es la Boa constrictor occidentales, uno de los miembros del grupo de los boideos que se ha adaptado para soportar las condiciones mas extremas, ya que puede habitar tanto en zonas áridas y templadas como ambientes selváticos.

Fuentes y bibliografía en Ciencia Hoy.

 


Los Mamíferos Mesozoicos.

Por Guillermo W. Rougier, American Museum de Natural History, New York, Estados Unidos. Fragmento del articulo publicado en la Revista Ciencia Hoy. Vol 6 N° 32.

Nuestros remotos antepasados de hace doscientos millones de años.

Los mamíferos son, tal vez, los animales con los que estamos mas familiarizados. La categoría incluye a la mayoría de los domésticos, además de una multitud de especies salvajes; sus integrantes tienen una asombrosa diversidad de características y abarcan formas acuáticas, terrestres y voladoras. El Homo sapiens sapiens nuestra propia especie, es un mamífero mas, del origen de los  primates. La trayectoria evolutiva de los mamíferos es parte del complejo pasado del que provienen los rasgos de la fauna actual, y escudriñarla, en última instancia, es explorar los orígenes de la especie humana.

Sin embargo, si se indaga qué seres vivientes resultan más frecuentemente asociados por la gente con el remoto pasado geológico, la respuesta mas común será, con toda seguridad, los dinosaurios, a pesar de que los mamíferos tengan un origen tan lejano y un abolengo semejante. Tanto dinosaurios como mamíferos se remontan al periodo triásico (es decir, la más antigua de las tres divisiones del secundario o mesozoico), algo más de 220 millones de años atrás, cuando, en el proceso de la evolución de la vida terrestre, se produjo una eclosión de nuevos grupos de animales (fenómeno técnicamente llamado radiación adaptativa), que modeló en gran medida la fauna mesozoica y, en última instancia, la de nuestros días. Además de los dinosaurios y mamíferos, esa radiación significó que durante el triásico superior aparecieran los anuros (ranas y formas afines), las tortugas, los lagartos, los cocodrilos y los pterodáctilos (reptiles voladores no emparentados con los dinosaurios). Los mayores grupos de tetrápodos vivientes tienen sus orígenes en ese momento.

La compleja evolución de los dos grupos más diversos de animales actuales: las aves descendientes directos de los dinosaurios y los mamíferos, puede ser reconstruida en sus grandes rasgos mediante el estudio de los restos fósiles. En los últimos diez años, merced a nuevas técnicas de colección y a un renovado interés en las formas de pequeño tamaño, el número de especímenes que se han recolectado de los mamíferos más primitivos (O más alejados de los actuales, en términos genealógicos), llamados mamíferos basales, se ha incrementado notablemente.  

Estos nuevos fósiles y la definición, durante los años setenta, de una nueva teoría sistemática acerca de la biodiversidad, el cladismo, han permitido dudar de la validez de algunas de las ideas propuestas para explicar la evolución animal, así como corroborar otras, algo que hubiese sido difícil de realizar sin disponer de un buen número de restos, pues con pocas observaciones concretas es posible Imaginar un gran número de explicaciones, pero hay poco fundamento para optar por una. Como sucede con la evidencia física en las restantes ramas de las ciencias naturales, en la paleontología los fósiles no son más importantes que los modelos teóricos a la luz de los cuales se los interpreta,

Los avances en estas disciplinas pueden darse tanto por la obtención de datos antes ignorados, como por la construcción de una nueva teoría que permita reexaminar e interpretar de manera distinta las evidencias ya conocidas.

La concepción evolucionista de la historia natural explica el origen de nuevos grupos de animales o taxones por el hecho de que ciertas mutaciones en individuos pertenecientes a taxones preexistentes les pueden proporcionar ventajas adaptativas ante determinadas condiciones ambientales y, en consecuencia, contribuir a que tengan mayor número de descendientes. La progresiva acumulación de diferencias lleva, finalmente, a que cobre existencia un nuevo taxón (una teoría alternativa, la de los equilibrios discontinuos, que las especies tienen origenes relativamente súbitos y son estables por lapsos prolongados). Por otra parte, la manifiesta unidad bioquímica y morfológíca de todos los organismos o, por lo menos, los multicelulares lleva a pensar que los seres vivos comparten un ancestro común. A lo largo de algo más de 3700 millones de años de evolución, esa descendencia con modificación ha dado origen a una multitud de ramas de seres vivos o clados. Las relaciones de parentesco entre los organismos, estudiada por la filogenia o genealogía, son reconocidas hoy como el principio organizador de la variedad de los seres vivos y lo que proporciona a la diversidad de estos una estructura jerárquica. Las clasificaciones deben reflejar la filogenia y posibilitar la reconstrucción de los distintos linajes de organismos. Un sólido marco filogenético hace posible estudiar los procesos biogeográficos y funcionales y valorar la antigüedad de los grupos

La investigación del origen y de las etapas tempranas de la evolución de los mamíferos se encuentra actualmente entre las disciplinas mas dinámicas de la paleontología de vertebrados. Nombres como multituberculados, triconodontes, simetrodontes y docodontes probablemente resulten extraños a los oídos del público, aunque esa investigación haya revelado que estos grupos de mamíferos se encuentran entre los mas exitosos que hayan vivido sobre la tierra. Los primeros, por ejemplo, constituyen el grupo más longevo de mamíferos, con un biocrón (extensión temporal de un taxón) de 165 millones de años.

Los mamíferos mesozoicos como informalmente se llama a todos los que vivieron junto con los grandes dinosaúrios durante ese período geológico, eran por lo general criaturas de pequeño tamaño, con cráneos que oscilaban entre los tres y los siete centímetros

Su diversidad no es demasiado bien conocida; para un lapso próximo a los 150 millones de años, o más de dos veces el tiempo transcurrido entre la extinción de los grandes dinosaurios y el presente, se conocen en forma adecuada (por dientes, cráneo y esqueleto postcraneano) no más de veinte taxones de ellos. Hoy sólo es posible, pues, describir los procesos mayores de este complejo panorama evolutivo. Cuestiones fundamentales como las variaciones individuales y poblacionales o los patrones biogeográficos apenas se comienzan a vislumbrar.

El mamífero más antiguo conocido a la fecha es Adelobasileus cromptoni, del que se halló un único fragmento fosil, de unos 228 millones de años, en rocas triásicas del sudeste de los Estados Unidos. Era un animal muy pequeño, con un cráneo de aproximadamente 2,5cm que ya muestra los principales rasgos anatómicos de formas más avanzadas, entre ellos, un sector auditivo y una caja craneana correspondientes a un cerebro voluminoso. Pero, dado que en el proceso de fosilización se perdió la porción anterior de ese cráneo, no se dispone de los dientes, que son muy importantes para dilucidar las relaciones de parentesco y los hábitos alimenticios de los mamíferos.

Semejantes al Adelobasileus, pero más recientes porque datan de la siguiente división del mesozoico, el jurásico temprano (195 millones de años atrás), son los miembros de un grupo llamado informalmente morganucodóntidos, por Morganucodon, un mamífero del que se han encontrado esqueletos fósiles casi completos. También eran diminutos: tenian un largo total de 15cm, incluyendo su cola, y exhibían numerosos caracteres primitivos de los cinodontes, o reptiles mamiferoides, el grupo del cual se originaron los mamíferos. A diferencia de sus congéneres actuales, que tienen un único elemento mandibular, el dentario, en los morganucodóntidos la mandíbula estaba formada por varios huesos, como en los reptiles actuales. Las diferencias entre los huesos se utilizan con frecuencia en las clasificaciones sistemáticas y permiten entender la diversidad alcanzada por los antiguos mamíferos, algo importante a la hora de valorar la biología de estas formas primitivas.

El sistema auditivo de los mamíferos actuales se basa en que el sonido se transmite por la vibración de una cadena de huesecillos que conectan la membrana timpánica con el oído interno; este transforma esos movimientos en impulsos eléctricos, que finalmente son recibidos por el cerebro. Los elementos más externos de esa cadena son homólogos con huesos que, en los reptiles y los linajes ancestrales a los mamíferos, se encuentran en la mandíbula. La transformación de esos huesos mandibulares en elementos auditivos es, probablemente, el cambio más importante en la evolución de los mamíferos. Morganucodon y sus parientes no poseían un oído como el de los mamíferos que conocemos, sino múltiples huesos mandibulares y, probablemente, también un rudimentario sistema auditivo alojado en la mandíbula; sin embargo, tenían dientes que eran reemplazados sólo una vez es decir, una dentición de leche y otra permanente, como en los humanos y los demás mamíferos vivientes, a diferencia de las formas más primitivas y los reptiles, en que los dientes son reemplazados múltiples veces.

Los pantoterios (cuyo nombre significa "completamente mamíferos"), de los que se dispone de mejores evidencias, comprenden grupos de animales con una anatomía más avanzada que los simetrodontes, aunque probablemente se trate de una agrupación parafilética. Todas estas formas son de pequeño tamaño: en general sus cráneos no sobrepasan los 4cm de longitud máxima. Un gigante del grupo, con un cráneo de 7cm y un cuerpo de casi 30cm, sin contar una larga cola, es Vincelestes, del cretácico (división más reciente del mesozoico) temprano, hace unos 125 millones de años, cuyos restos fueron hallados en el sudoeste del Neuquén por investigadores del Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia.

Otro ejemplar que se halló casi completo en Portugal es Henkelotherium, del jurásico, que se ilustra en el cladograma. Entre los rasgos más importantes de los monotremas y demás mamíferos vivientes, que a su vez suponemos presentes en los pantoterios, se cuentan los pelos y, por lo menos, capacidades termorregulatorias imperfectas. Sin embargo, para algunos autores, los pelos anteceden largamente el origen de los mamíferos y, así, Thrinaxodon y Diarthrognathus  son representados con una cubierta de pelos. Los pantoterios deben de haber sido capaces de alimentar a sus crías con algún tipo de secreción láctea, como la de los monotremas, lo cual implica que tenían una infancia con prolongado contacto con la madre, importante para posibilitar un aprendizaje directo de conductas por parte de la cría, por imitación de las actitudes y respuestas maternas. Tal asociación entre madre e hijo en las etapas tempranas de la vida, ausente por compléto o rudimentaria en la mayoría de los reptiles, alcanza gran complejidad en algunos mamíferos vivientes, como los antropoides. En los mamíferos, buena parte de las conductas son aprendidas, en contraste con la limitada capacidad de aprendizaje de la mayoría de los restantes animales, cuyo comportamiento está genéticamente determinado.

El mencionado pantoterio patagónico, Vincelestes, proporciona una de las evidencias más antiguas de una estructura social compleja en los mamíferos, puesto que en no más de dos metros cuadrados se hallaron los restos de nueve ejemplares, tanto machos como hembras, de distintas edades (lo último, deducible del desgaste de los dientes). La coexistencia de varios individuos de una especie índica la presencia de tal estructura social compleja, y el hecho de que los machos sean distintos de las hembras (técnicamente, que haya dimorfismo sexual) sugiere que se trataba de animales poligínicos, es decir, que los machos se apareaban con múltiples hembras y, en general, no participaban activamente de la crianza de las nuevas camadas. En casos de hallazgos afortunados de fósiles, como este, puede deducirse un gran caudal de datos de los esqueletos y obtenerse una visión de la vida de estos animales hace mas de cien millones de años. Los mamíferos tribosfénicos (es decir, marsupiales, placentarios y otros taxones conocidos sólo por restos fragmentarios) poseían, como carácter destacado, molares de forma triangular con la doble función de corte y trituración según se deduce de las nuevas cúspides de los molares, sus posicioness su tamaño relativo. El número de dientes y el aspecto general de estos han sido tradicionalmente los caracteres más utilizados para postular las relaciones de parentesco entro mamí­feros, tradición que tiene sus orígenes en el estudio de la dentición de los tribosfénidos, los cuales, por incluir a la gran mayoría de los mamíferos vivientes, han sido los más tempranamente estudiados.

Los  marsupiales, cuyo nombre hace referencia a la bolsa o marsupio presente en algunos miembros del grupo, dan nacimiento a crías muy poco desarrolladas, luego de un período de gestación muy corto, tan breve como quince días y nunca mayor que los treinta y ocho. Por el contrario, los placentarios (nominados por referencia a la placenta, que permite el paso de nutrientes de la madre al embrión) se caracterizan por períodos de gestación más largos y por nacer más desarrollados, aunque después pueden depender del cuidado parental por lapsos prolongados.

Si bien la afirmación es discutible, puede sostenerse que el modo de reproducción de los marsupiales es más primitivo que el de los placentarios, por el escaso contacto que los tejidos del embrión de los primeros tienen con los de la madre (aunque algunos marsupiales tienen un tipo modificado de placenta); sin embargo, la energía que la madre invierte en cada cría es mucho mayor en los placentarios, por lo que los marsupiales, que necesitan un tiempo mucho más corto entre camadas, pueden adaptarse con mayor rapidez a cambios ambientales.

Atendiendo, entre otros caracteres, a los dentarios, de todos los mamíferos vivientes tal vez las comadrejas se acerquen más a sus lejanos ancestros cretácicos, los que sólo en contados casos alcanzaron el tamaño de la más conocida de aquellas, la overa (Didelphis azarae). Con frecuencia se llama a las comadrejas fósiles vivientes, comparación que en muchos aspectos parece bien fundada. Los placentarios cretácicos comprendían un puñado de formas muy diversas. De hecho, casi todos los órdenes actuales pueden remontarse, de manera directa o indirecta, a formas cretácicas. Entre los fósiles descriptos en la literatura, los hay relacionados con los roedores, los conejos, los ungulados y, según algunos, con los primates. Muchos de estos animales son conocidos por dientes o fragmentos de mandíbulas, pero desde los años setenta se han desenterrado, en las capas cretácicas de Mongolia, algunos esqueletos que incluyen partes craneanas y postcraneanas casi completas, y que proporcionan una buena idea del aspecto y los principales rasgos de estas formas, sobre todo mirándolos a la luz de los animales vivientes más primitivos.

Probablemente los mamíferos placentarios vivientes más comunes sean los conocidos colectivamente como insectívoros, que incluyen a los topos, el erizo europeo y varias otras formas de Eu­ropa, Asia y África. Son de pequeño tama­ño, como sus precursores cretácicos, y llegaron a Sudamérica en tiempos recientes por el istmo panameño, pero no se dispersaron más allá del norte de este continente, concretamente de Venezuela, Colombia, y Ecuador. Existen cuatro especies sudamericanas, de un solo género: Cryptotis; son animalitos cuyo tamaño máximo alcanza unos 10cm, de los que unos 4cm corresponden a la cola, llamados usualmente musarañas de orejas pequeñas, que habitan en los bosques, están activos tanto de día como de noche y se alimentan de insectos, pequeños lagartos y ranas. Si bien hoy en día no existen grandes dinosaurios que dominen la tierra firme, el extenso período de convivencia de los mamíferos del mesozoico con aquellos determinó los principales rasgos de la biología de estos. Las formas de vida están entrelazadas por complejas relaciones de parentesco y, por ello, se trata fundamentalmente de un proceso temporal, en el que los acontecimientos pasados dejan su impronta en la cadena de los que vienen después, en forma imperceptible en un momento determinado, pero manifiesta cuando se analizan períodos prolongados.

LECTURAS SUGERIDAS

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La Gran Extinción del Pleistoceno.

Magnussen Saffer, Mariano. 2005. La Gran Extinción del Pleistoceno. Boletín de divulgación Científico Técnico del Museo Municipal de Ciencias Naturales Punta Hermengo de Miramar. (Sec. pal) publicación 3: pp 03 – 10. marianomagnussen@yahoo.com.ar

Introducción.

El Periodo Pleistoceno abarca los desde los 2,5 millones de años hasta los 10 mil años antes del presente.

En la Región Pampeana, se halla representado por cuatro edades. La edad "Marplatense" se encuentra en un lapso intermedio con el Plioceno, abarca de los 3,3 a 1,9 millones de años, cuyos afloramientos se pueden observar en las barrancas costeras entre la ciudad de Mar del Plata y Miramar. La edad "Ensenadense" corresponde a sedimentos cuyas antigüedad es son de 1,8 millones de años a 700 mil años. La edad "Bonaerense" corresponde a un lapso entre 700 mil a 130 mil años atrás.

La última edad del Pleistoceno es la "Lujanense", con una antigüedad entre 130 mil a 8 mil años, ya ingresando al Periodo Holoceno, época donde se extingue los grandes mamíferos y sobreviven los actuales.

Todas las edades ya numeradas están representadas en las formaciones geológicas entre las localidades de Santa Clara del Mar y Monte Hermoso, Provincia de Buenos Aires, Argentina, cuyo registro fosilífero y estratigráfico son unos de los más importantes del Cenozoico de todo el Mundo.

Durante los últimos 2 millones de años se produjo un descenso del nivel del mar hasta alcanzar su actual nivel, después de varios sucesos significativos.

En este periodo vivieron tal vez, las criaturas más grandes y raras de toda la Era Cenozoica. Pero presenta una paradoja, pues se extinguen el 96 % de la Megafauna Sudamericana y aquellas de origen norteamericano, ocurrido en un lapso de tiempo entre los 12 y 10 mil años.

La gran extinción de la megafauna y de especies autóctonas ocurrió durante el Pleistoceno tardío y el Holoceno temprano, cuyo evento se refleja en un ámbito global.

Por lo general, cuando hablamos de extinciones populares, recordamos las teorías de la desaparición de los dinosaurios, a pesar, que durante el Paleozoico ocurrió el evento más importante de toda la historia geológica y biológica del planeta, afectando prácticamente el 90% de la totalidad de la vida en aquel entonces.

Con respecto al Cenozoica, época que nos compete, podemos señalar un evento ocurrido durante el Plioceno superior, atribuida a cambios climáticos, producto de un impacto de asteroide, que detallaremos mas adelante.

Durante el Cuaternario tardío (Pleistoceno – Holoceno) se produjo una importantísima disminución en especies de origen autóctono y aloctono, incluyendo además, la extinción del 90% de los Megamamiferos, entre los que podemos incluir a los Megaterios (Megatherium americanum), Gliptodontes (Glyptodon s.p), Toxodontes (Toxodon platensis) y otros mas pequeños, como el tigre dientes de sable (Smilodon populator) etc.

Se lo atribuyo a un grado de competencia entre los organismos que se desarrollaron por largo tiempo en Sudamérica, contra aquellos que llegaron durante “El Gran Intercambio Biótico Americano” que ocurrió hace unos 3 millones de años, sugiriendo que estos últimos estaban mejor “adaptados o evolucionados” que los anteriores, compitiendo por los espacios o nichos ambientales, logrando una readaptación con estos últimos.

Breve comentario e hipótesis para  tener en cuenta.

El autor en particular, cuando escribe o discute sobre las extinciones, rara vez los interpreta a un fenómeno en particular, ya que estos suceden por acontecimientos relativamente complejos por lo cual, la extinción de un grupo o estirpe puede estar favorecida por varios acontecimientos que jugaron en contra, y paralelamente,  en otros casos en forma dispar con un mismo resultado. A continuación exponemos las siguientes hipótesis que responderían o ayudarían a entender los probables motivos de la gran extinción de Pleistoceno.

Competencia ambiental:

Según algunos autores y como hipótesis simplista, atribuyeron la disminución de especies autóctonas o la extinción de gran parte de la megafauna a la competencia por nichos ecológicos o parches ambientales.

Esta teoría sostenía que los inmigrantes de origen norteamericano estaban mejor adaptados a las condiciones desfavorables para los organismos originales, logrando la extinción y posterior reemplazo. Así mismo, de tratarse de eventuales emigrantes posibilito su traslado y sobrevivencia en nuevos sitios, lo que podría demostrar una eventual superioridad de aquellos provenientes del hemisferio norte, ya que no estaban sujetos a un único ambiente.

Esto se observa claramente en el registro paleontológico, ya que ninguno de los invasores aparece antes de los 2,5 millones de años, y sin embargo lograron llegar hasta zonas australes, y en su mayor parte sobrevivir hasta nuestros días de forma exitosa, como es el caso de los canidos, camélidos, cervidos etc.

Clima y Ambiente:

Sabemos por estudios recientes que, en la región pampeana durante los últimos 5 millones a años, hubo importantes cambios climáticos, y como es predecible afecto al ambiente y a las comunidades animales que las secundan.

Es muy probable que la formación del istmo de Panamá durante el Plioceno medio, haya contribuido a una modificación repentina de las corrientes marítimas, que por lógica, controlan la humedad ambiental a nivel global.

Estos cambios en las corrientes oceánicas se pueden observar por el cambio fosilífero en organismos acuáticos durante esta época, e incluso especies exitosas como los cetáceos que desaparecieron de nuestros mares.

Esto contribuye sin ninguna duda al cambio ambiental no solo de la región pampeana Argentina, sino lugares como Australia, África, Europa y Norteamérica. Pero fue mas pronunciada a fines del Pleistoceno durante el retroceso de grandes glaciaciones, y el aumento del nivel del mar, llegando a ingresar a bastas zonas continentales de manera catastrófica, con un retroceso posterior y dramático. Así mismo, es evidente el cambio de temperatura continental, comprobadas por estudios de poblaciones animales comparativas.

Los estudios ambientales son realizados continuamente por investigadores de todo el mundo. Algunos estudios son llevados a cabo en la Republica Argentina por un importante equipo científico de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata, quienes por medio de poblaciones de micro vertebrados obtienen una radiografía virtual de sus ya extintas poblaciones y compararlas con las especies vivientes, usando como laboratorio natural del pasado de la región pampeana.

Desarrollo Corporal o Gigantismo:

El tamaño corporal de distintos mamíferos aumenta  la posibilidad de extinción en forma masiva, sobre todo si vemos un posible cambio ambiental, mas el agregado de una nueva competencia.

Si observamos en la actualidad los grandes vertebrados consumen varias toneladas de vegetación en pequeñas regiones limitadas por su territorialidad. Esto podría demostrar que si hubo factores que dramatizaron, el desarrollo de plantas y pajonales típicos de la región, los megamamiferos tuvieron que disminuir naturalmente sus poblaciones, sabiendo además, que de por cada nueva reproducción solo nace una cría, rara vez dos, y peor aun, su periodo de gestación es muy extenso. Un ejemplo podrían ser los elefantes actuales, que la gestación de sus crías lleva aproximadamente dos años.

Las grandes manadas de herbívoros como Mastodontes, Megaterios, Milodontes etc, no solo se vieron afectadas por su mayor consumo de vegetales y la disminución de estos, sino que, la aparición de equinos primitivos o de camélidos, se convirtieron junto a otros herbívoros de porte menor en competidores directos, logrando una exitosa adaptación a condiciones de pastoreo. Es obvio, que las especies menores son las menos perjudicadas al más mínimo cambio ambiental, y hay miles de ejemplos que ilustrarían esta teoría.

Así mismo, la desaparición de grandes herbívoros, logro la extinción paralela de carnívoros fascinantes como el Tigre dientes de sable, cuyos caninos estaban adaptados para la casería de animales de gran porte, a quienes rompían sus cuellos y cortaban la circulación de sangre al cerebro.

Una solución para evitar el gigantismo sucedió en otros continentes, por ejemplo con los Mamuts, más grande que los proboscideos actuales, lograron disminuir su tamaño a menos de la mitad, en islas o terrenos aislados. Se trata de Mamuts pigmeos, que han disminuido su masa corporal y su consumo diario de vegetales por las reducidas condiciones biológicas del ambiente aislado, logrando un equilibrio natural con las nuevas condiciones y así, intentar de prolongar la especie.

Coexistencia con el Paleoaborigen:

Durante el gran intercambio biótico americano, debemos incluir además, un emigrante poco común, el Homo sapiens, que de una o otra manera dio el “golpe da gracia” con respecto a la extinción de algunos vertebrados. Si bien no son muchas las evidencias que sostienen un consumo selectivo por paleoaborigenes, hay algunos sitios arqueológicos donde se han encontrado evidencia.

A esto hay que agregarles además, muchas otras pruebas que por cuestiones lógicas no se han preservado durante estos últimos siglos. Las evidencias colectadas durante muchos años de investigación, sostienen que la coexistencia de paleoaborigenes y de megamamiferos es por lo menos, de unos 4 mil años, los cuales, fueron suficientes para lograr un impacto sobre estos, pero no en forma directa.

En sudamérica en general y en Argentina en particular, se han observado algunos grandes mamíferos en sedimentos de origen arqueológico, como huesos quemados o trabajados. Es probable que la actividad antropica allá facilitado y hasta acelerado un proceso gradual que naciera mucho antes de que el primer ser humano allá caminado por estas tierras.

Intercambio Bacteriológico o Hiperenfermedades:

Otra teoría probable y que afecto indirectamente a la fauna sudamericana, fue el intercambio bacteriológico, ósea, enfermedades transportadas por los nuevos invasores del hemisferio norte, y que los ejemplares autóctonos no habrían desarrollado defensas naturales suficientes para combatir nuevas pestes, haciendo que su defensa inmunológica no resistiera. Esta teoría se esta estudiando en la actualidad por un equipo de investigadores norteamericanos, quienes sostienen que el transportes de bacterias asesinas por parte de animales migratorios, desplazo y prolongo enfermedades por todas partes del mundo.

Estos científicos estuvieron en la Republica Argentina para buscar y estudiar excremento momificado de Milodonte (Mylodon darwinii). Estas raras muestras fecales dieron positivos en bacterias muy extrañas, entre ellas, el Ántrax. Tengamos en cuenta que las mismas tienen una forma de distribución y reproducción por lo más exitosa, y son prácticamente invisibles, y no conocen diferencias morfológicas, es decir, que pueden ser contagiadas por especies totalmente distintas y diezmar poblaciones enteras.

<<< Gliptodonte.

Un investigador Australiano fue mucho más allá, y asegura que la especie que transportaba las bacterias mortales fue el Homo sapiens, ya que conquisto y colonizo todos los continentes. Otra de las enfermedades comunes que se han registrado para este Periodo Geológico es la rabia, la cual es muy fácil transmitir con consecuencias gravísimas.

Extinción por Stress:

El fenómeno de Stress sobre una población es una teoría muy importante para considerar. Lastima que los comportamientos y las actitudes no se preserven en el registro fosilífero. Los factores se interrelacionan, pero quizás el mayor inconveniente no sea buscar factores, sino definir la intensidad de los mismos sobre estos. Descartando las hipótesis ya nombradas, tomamos como factor primero al estrés.

Esta enfermedad se pudo haber desarrollado bajo la presión de los nuevos invasores del hemisferio norte (incluye al homo sapiens).

En una población animal, produce dificultades reproductivas y un marcado retroceso en cuanto a numero de individuos pero, de una forma tan gradual que a escala de tiempo geológico o de unas cuantas vidas humanas apenas resulta perceptible.

Pero cual es el estrés evolutivo? Tomamos como causa al destructivo hombre, aquel que deja todos los hábitats cambiados y depredados. La presión que pudo ejercer una comunidad de paleoindios esta absolutamente determinada por los aspectos de su cultura relacionados con el medio ambiente y con su desarrollo.

Algunos datos importantes son: Tecnología de caza: efectividad de sus armas, modos de caza. Costumbres de su comunidad: hábitos alimenticios, cazadores más que recolectores. Dentro de cazadores: piezas de caza preferidas, destino de las piezas de caza, otros artículos útiles extraíbles de las presas. Grado de desarrollo de la comunidad en cuanto a salud de los integrantes, promedio de vida general y densidad poblacional.

Debe haber muchos más. La relación entre los antiguos habitantes con cierta fauna no es más que una especulación, quizás, con alguna evidencia aislada. Definir la intensidad de los factores en ausencia de evidencia, pasa a ser una tarea de especulación (algo de importancia en paleontología y otras ciencias). El peso o importancia del stress (muy discutible como factor primario), podría bien ser atribuido a una o varias especies, podemos pensar en el caso actual de la declinación de los Guepardos africanos (Acinomyx). ¿Pero a familias y órdenes enteros?. ¿En unos pocos miles de años?

La presión ejercida por grupos humanos, no sólo estará determinada por motivos culturales sino por su número. No les parece que la convivencia homínida (sumado a un extensísimo territorio subsahariano, ¿No generó la suficiente diversidad cultural?, y así y todo no diezmó la megafauna?  Siempre se considera la estabilidad climática y la ecológica. Con el problema de la interacción entre megafauna y paleoindios no quedará otra que seguir especulando y buscando mas evidencia. 

En Norteamérica

En los Estados Unidos se han decantado por un modelo conputalizado para simular la evolución de las poblaciones de 41 grandes mamíferos y de los humanos que llegaban entonces al continente.

El resultado, consistente aunque se cambien las variables del modelo, es que la caza por parte de los humanos inevitablemente causa extinciones en masa, especialmente rápidas en los animales de mayor tamaño.

En Norteamérica desaparecieron decenas de especies entre unos 12000 a 13000 años atrás, luego de la llegada del hombre, incluyendo mamuts y mastodontes (ambos parientes del actual elefante), gigantescos perezosos, tapires, un camello de gran tamaño, llamas, un bisonte de cuernos largos, antílopes, una variedad de cabra montañosa, un armadillo gigante y los gliptodontes, grandes mamíferos recubiertos por una sólida armadura. Grandes predadores como el tigre dientes de sable, algunos lobos y osos, también se extinguieron.

El modelo por computadora indica que la extinción ocurrió en unos 1200 años... un abrir y cerrar de ojos. Se propone otra variante, argumentando que es posible que las extinciones ocurrieran a lo largo de un período más prolongado de tiempo y que fueran resultado no sólo de la caza sino también del caos ambiental producto de la intervención humana, tal como la quema de grandes extensiones de terreno para facilitar la caza o los desplazamientos. La llaman "Blitzkrieg" o "Matanza Indiscriminada".

En Nueva Zelanda

Hasta la llegada de los humanos, en Nueva Zelanda existieron aves extraordinarias. Como hemos visto el moa era la más grande de todas, pero ni con sus cuatro metros de altura estuvieron las gigantescas moas a salvo de los ataques de la mayor de las águilas conocidas por el hombre, la única que incluso podía amenazar su propia vida: el águila Haast.

Esta ave depredadora llegaba a pesar quince kilos y su envergadura alar era de tres metros. Sus garras eran equiparables a las de un tigre. Perfectamente habría podido atacar y matar a los humanos. Se sabe que las haast se alimentaban de las moas pues en los restos óseos de estas se han encontrado marcas de sus garras.

Desde 1781 se han recuperado tres esqueletos completos. Se cree ahora que las hembras tenían un tamaño considerablemente mayor que el de los machos. Los huesos más recientes encontrados tienen 500 años de antigüedad, aunque en 1800 todavía se producían avistamientos. Se calcula que su esperanza de vida rondaba los 20 años, y que su hábitat natural eran las zonas boscosas, que al ir desapareciendo junto a sus presas puede considerarse como una de las causas de su triste extinción, que finalmente se produjo tras la llegada de los salvajes aborígenes.

En Argentina

Hace muy pocos años que se viene trabajando seriamente en temas zooarqueologicos, en donde las faunas del pleistoceno inferior y holoceno superior, se encuentran relacionadas con elementos culturales.

Otro problema, lo demuestra la escasez de hallazgos correspondientes al momento inicial de la ocupación.

Teniendo estos dos problemas en mente, hoy se puede afirmar que las más tempranas evidencias del poblamiento en la Argentina proceden de las regiones pampeana y patagónica con una antigüedad de entre 11 y 12 mil años (radiocarbónicos) antes del presente.

En la primera, los testimonios más tempranos de actividad humana proceden de Arroyo Seco, cerca de la ciudad de Tres Arroyos (Buenos Aires). Allí se han hallado restos superpuestos de varios y sucesivos campamentos indígenas, con un rango temporal de varios miles de años.

Los fechados recientes obtenidos a partir de huesos de animales extinguidos –como el megaterio, el toxodon y caballo americano y que muestran huellas de haber sido partidos o cortados por los antiguos pobladores de la región pampeana– sitúan la ocupación inicial de este sitio en torno a los 12.000 años antes del presente.

Muy cerca de allí, en varias cuevas y aleros del sistema serrano de Tandilla y Ventana, donde han descubierto abundantes restos indígenas datados consistentemente entre los 9.000 y 11.000 años antes del presente. En estas cuevas se han hallado fogones, huesos quemados (algunos de un armadillo extinguido y de canidos extinguidos) y abundantes instrumentos de piedra, que evidencian un excelente dominio de la talla de artefactos de piedra.

Un hallazgo realizado en la localidad de Tres Arroyos, Provincia de Buenos Aires, permitieron comprobar que los Milodontes habrían sido cazados y consumidos junto a otros gigantes por grupos humanos prehistóricos.

En la región austral el panorama es similar. Hoy sabemos que hace unos 11 mil años había cazadores-recolectores que ocupaban temporalmente cuevas y aleros de la meseta patagónica, en sitios como Los Toldos, Piedra Museo y Cerro Tres Tetas.

Estos grupos indígenas debían ser bandas integradas por unas pocas familias que basaban su subsistencia en la caza del guanaco y del caballo americano (especie que se extinguió por completo unos 10 mil años atrás, antes de la incorporación del caballo europeo). Al igual que en el caso pampeano, la tecnología de piedra estaba muy desarrollada y, además, ambas regiones compartían técnicas e instrumentos.

En el caso de la cueva de Los Toldos (Santa Cruz), se trata de una fecha aislada que dio una antigüedad de 12.600 antes del presente. En el sitio de Piedra Museo (Santa Cruz), por ejemplo, se obtuvo una fecha de 12.800 años. Otro lugar, es una caverna en el Seno de la Ultima Esperanza, llamada también como "Cueva del Mylodon" donde también fueron encontrados excrementos del animal y huesos de gran tamaño diseminados en sedimentos que incluían restos de carbón. Lo asombroso de este descubrimiento, es que la pieza única permitió conocer la estructura del cuero de estos animales, que en su interior alojaba pequeños huesecillos subesfericos (placas dérmicas) que si bien permitían flexibilidad a la piel, convertían al Milodonte en un verdadero acorazado. Analizando recientemente sus excrementos, se determino la presencia de varias enfermedades bacteriológicas.

Hay ya claros indicios de que la mayoría de las regiones del territorio argentino estaban pobladas unos 10.000 años atrás. Los restos de estas ocupaciones se hallan en lugares muy diversos, tales como las quebradas de la Puna, las orillas de río Quequén Grande o las cuevas de la alta cordillera de los Andes. En esta época –hacia el final del Pleistoceno– las sociedades indígenas estaban adaptadas a diferentes ambientes y habían diversificado sus formas de vida.

Conclusión

Si leyó atentamente las teorías propuestas para la interpretación de la gran extinción del pleistoceno, podemos señalar que, de una o de otra manera, y casi sin querer llegar a un resultado optimo, todas y cada una de las hipótesis aquí planteadas, parecen funcionar en forma asociada pero sin paralelismo, ósea, que las extinciones masivas son un conjunto de fenómenos naturales que interactúan entre si, y que no se debe a factores homogéneos, ya que la extinción de los vertebrados mas representativos paso en un lapso de tiempo calculados en unos 5 mil años aproximadamente, o tal vez menos.

Lo que si sabemos es que en nuestra región desapareció casi un 70 % del total de organismos que vivían en el Pleistoceno medio, y que para el holoceno medio solo quedaban aquellos que hoy sabemos observar como parte de nuestro paisaje natural. Los cambios ambientales, el stress por competencia y sobrevivencia, cazadores especializados, la presencia humana y el intercambio bacteriológico, son hechos comprobables, que en conjunto, llevaron a la extinción a especies hasta entones exitosas, que habían evolucionado en América del sur durante los últimos 5 millones de años.

 

 

Bibliografía Sugerida

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La antigüedad de los bosques Andino-Patagónicos.

Por Ari Iglesias. Columnista de ANB y Paleontólogo del INBIOMA (CONICET-UNCOMA). Fragmento del articulo original.  Titulo original ¿Qué tan viejos son los bosques Andino-Patagónicos?, publicado en ANB. Imágenes ilustrativas.


Los que vivimos en esta bella región de los Andes del Sur, conocemos los bosques de cipreses, los grandes bosques de Coihues y los bosques de Lengas y Ñires. Sabemos que en las regiones más húmedas de la selva valdiviana existen árboles de hasta miles de años. Pero… ¿Qué tan viejos son los bosques que conocemos? , ¿existieron siempre? , ¿cómo eran antes los bosques?

El registro fósil de plantas es mucho más frecuente que el de los animales. En Patagonia es bastante frecuente hallar troncos petrificados; las hojas fósiles son menos frecuentes. Mucho menos frecuente es hallar frutos, semillas y flores, pero la suerte de la preservación de algunas de ellas nos dejan valiosos indicios de cómo era la flora en épocas pasadas.

Lo que sí es muy frecuente que se preserve, aunque muy difícil de observarlo a simple vista, son los diminutos granos de polen que se preservan en las rocas de viejos sedimentos de millones de años. Extraerlos de la roca dura para poder verlos bajo el microscopio es una tarea ardua que realizan los palinólogos.

Estudiando los fósiles de plantas, los Paleobotánicos (Paleontólogos de plantas) podemos obtener pistas de los grupos vegetales que existieron en el pasado y de esa forma reconocer que características tenía el paisaje, los bosques y hasta el clima. En la región de Bariloche y Pichileufu se preservan varios yacimientos fósiles que preservan floras fósiles casi completas. Estas floras son de diferentes épocas lo que nos permite interpretar como fueron los cambios tanto de la flora como del clima a lo largo del tiempo.

En la zona del Río Ñirihuau y el Cerro Carbón, ocurren sedimentos de edades de 25 millones de años. Estudiando los fósiles de hojas y polen en esas rocas, pueden ser reconocidas muchas de las plantas y árboles que hoy habitan el Bosque Andino Patagónico.

Entre ellas el radal y el notro (de la familia Proteaceae), cipreses y árboles de la familia Nothofagaceae (la cual incluye a los Coihues, Ñires y Lengas). Con este registro fósil podríamos suponer que los bosques que hoy vemos en nuestros Parques Nacionales del sur de Argentina, casi no sufrieron cambios desde hace 25 millones de años. No obstante, afirmar eso durante tanto tiempo sería muy cuestionable.

Sabemos que durante la denominada Edad de Hielo, que duró aproximadamente desde los 2 millones de años hasta los 10.000 años antes del presente, gigantescos glaciares cubrieron gran parte de la Cordillera Andina, arrasando con los sedimentos de los valles y generando los grandes lagos que hoy maravillan a los turistas y pobladores.

Sería muy poco probable que los bosques que hoy conocemos se hubieran desarrollado en las mismas áreas que hoy los vemos. La mayoría de los bosques actuales se hallan precisamente en los valles donde antes existieron grandes glaciares. Tampoco sería esperable que los bosques se hallaran cerca del hielo, ya que las temperaturas en aquellas zonas eran mucho más bajas que las actuales.

Sí podríamos esperar que bosques similares se hubieran desarrollado mucho más al Este, recibiendo el aporte de grandes cantidades de agua producto del derretimiento del hielo durante el verano; y que hoy, por la falta de ese aporte de ese hielo, se hubieran transformado en una estepa mucho más árida.

Una de las formas de estudiar la rapidez del derretimiento de un glaciar, es precisamente observar la edad de los árboles que se desarrollan aguas abajo.

Otra forma de estimar el cambio climático, es observar la edad de los árboles en el límite de las nieves eternas o en el cambio de la línea entre los grandes bosques de Coihue y la Lenga de altura. En Puerto Blest, el Alerce (o Lahuán) milenario denominado "El Abuelo" preserva tantos anillos de crecimiento que se estima tiene más de 1.500 años sin ser perturbado.

Los paleobotánicos tenemos una herramienta importante para el estudio del clima del pasado. Las hojas de los árboles se encuentran en relación directa con la temperatura y la precipitación media de donde crecieron. Varios estudios en árboles actuales demuestran que en una flora cuanto más grandes son sus hojas, mayor es la precipitación en forma de agua. También demuestran que cuanto más fría sea una región, ocurrirá mayor número de especies de árboles con dientes en sus hojas.

Utilizando esto, los paleobotánicos analizamos la cantidad de especies con hojas dentadas en las floras fósiles y medimos el tamaño de las hojas, los que nos permite estimar con bastante certeza las condiciones climáticas pasadas. De esta forma sabemos que en la región de Bariloche las temperaturas medias anuales hace 25 millones de años no se diferencian mucho de las condiciones actuales, aunque sí ocurría mucha mayor precipitación.

En la región de Pichileufu, ocurren floras fósiles mucho más antiguas. Estas tienen 50 millones de años. Si bien tienen el doble de edad que las floras del Cerro Carbón, éstas aún se encuentran en lo que es denominado Era Terciaria (10 millones de años después de la extinción de los dinosaurios). Lo que evidencian estas floras antiguas es sorprendente. No se parecen en nada a los bosques Andino Patagónicos. Es más, si quisiéramos encontrar una región con flora similar deberíamos viajar al otro lado del mundo para conocer los Bosques de Nueva Guinea, Australia y el Sudeste Asiático.

En estas floras se ha hallado el registro fósil de plantas tan raras para América del Sur como: el Ginkgo asiático, el Kauri australiano (Agathis), un ciprés de la Isla de Papúa y el Eucalipto (que hoy en día se planta en todo el mundo pero su origen es australiano). Además de estas especies tan raras, ocurre el registro de especies indicadoras de climas muy cálidos como las palmeras. Pero… ¿Palmeras en la Patagonia?.

Sí, una diversidad grande de palmeras en Patagonia e incluso en la región de Bariloche indican que durante el momento en que vivían estas plantas (hace 50 millones de años) la región gozaba de temperaturas tropicales con cálidos veranos y falta total de escarcha y hielo en invierno. El estudio de las hojas fósiles indica precipitaciones y temperaturas tan altas como actualmente en Misiones (1500 milímetros al año y temperaturas medias anuales de 17°C). A muchos Barilochenses les hubiese encantado esa época, aunque a aquellos que les gusta esquiar no habrían podido hacerlo.

El estudio de estas floras es importante ya que demuestran cómo es que se comporta la flora "autóctona" en relación con fuertes cambios climáticos. Las condiciones climáticas para ese momento (humedad y temperatura alta) nunca más se registraron en esta región. De hecho nunca más se registraron en toda la Tierra.

¿Por qué eran tan diferentes los bosques antes? ¿Qué pasó con ellos?

La razón de la existencia de climas tan diferentes en Patagonia, tiene una explicación a escala global. Hace 50 millones de años la Patagonia se encontraba aún unida a la Península Antártica; y la Antártida aún no se había separado del continente Australiano. Esta configuración geográfica tan particular (denominado Continente de Gondwana) producía corrientes de aire y mar muy diferentes a las que conocemos actualmente.

La separación de todos estos continentes, hacia los 40 millones de años, generó lo que hoy conocemos como corriente circum-antártica. La generación de esta corriente posibilitó la conformación de las celdas y flujos de corrientes de aire y de mar que hoy conocemos. Esta nueva configuración mantiene temperaturas bajas en los polos y altas en los trópicos y el ecuador, pero eso no siempre fue así.

Durante toda la Era Mesozoica y hasta la generación de la corriente circum-antártica (hasta hace aproximadamente 40 millones de años), la circulación de las corrientes permitía una distribución mucho mayor de las temperaturas en el Planeta Tierra. De esta forma hacía calor en los polos, y casi no existía hielo en Antártida. De hecho, sí existían en Antártida, extensos bosques donde merodeaba abundante fauna. Fue en ese momento cuando tanto la flora como la fauna pudo migrar y compartirse entre extremos tan distantes como Patagonia, Australia y el Sudeste Asiático.

El enfriamiento posterior, cubrió la Antártida con hielo, desconectó estas regiones remotas, extinguió en Patagonia las especies adaptadas a climas cálidos y transformó las selvas húmedas con palmeras en bosques templado-frío. Estos bosques húmedos en un principio se extendían por todo el territorio, pero un evento posterior de grandes dimensiones transformaría la Patagonia en lo que actualmente conocemos como estepa árida. El surgimiento de mayor altura de la Cordillera de los Andes ocurrió hace 15 millones de años. Las lluvias comenzaron a ser retenidas en el sector cordillerano, produciendo una aridización en la región de las llanuras y mesetas, generando la estepa patagónica.

En la región de Pichileufu y toda la línea Sur de Río Negro y Chubut se registran fósiles de Neneo, Jarilla, pastos secos y pequeños arbustos como el Alpataco. Los bosques húmedos quedan restringidos a la región cordillerana y solo migran hacia el Este cuando son afectados por las glaciaciones póstumas.

En la actualidad, el calentamiento global produce una retracción de los glaciares, con un consecuente migración altitudinal de los bosques que conocemos. Pronosticar que ocurrirá en el futuro es una tarea muy difícil de acertar, pero la aceleración que tome ese impulso, en parte, es tarea de observar por el hombre. La Paleontología permite conocer como fueron las fluctuaciones de los bosques y los climas a lo largo del tiempo, y demuestra que periodos de temperaturas mucho mayores y mucho menores se registraron hace muchos millones de años. Escalas de tiempo que exceden los apenas 2 millones de años que tiene el hombre pisando la Tierra.  Fuente; ANB


 

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