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Huellas del pasado miramarense.
Un nuevo sitio Paleoicnologico.
Por Mariano
Magnussen Saffer y Daniel Boh. Museo Municipal Punta Hermengo de
Miramar.
marianomagnussen@yahoo.com.ar
El hallazgo de
un nuevo yacimiento paleoicnologico fue dado a conocer por el
personal del Museo Municipal Punta Hermengo de la ciudad de
Miramar, a unos 450 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires,
sobre la costa atlántica.
El yacimiento
paleontológico rico en restos óseos de enormes criaturas
prehistóricas que alguna vez habitaron la región pampeana, ahora
sorprende al mundo científico al revelar un fabuloso yacimiento
paleoicnologico, es decir, un yacimiento con huellas o pisadas
de enormes y pequeños animales que habitaron esa zona durante el
Pleistoceno tardío, hace unos 100 mil años antes del presente.
El sitio fue bautizado
como “punta verde” y se encuentra ubicado dentro del
sitio paleontológico mundialmente conocido como “Punta
Hermengo”, estudiado desde principios del siglo XX por
el mismo sabio Florentino Ameghino y explorado por
numerosos científicos durante décadas, principalmente
del Museo Argentino de Ciencias Naturales de Buenos
Aires y Museo de La Plata, como así también en las
ultimas tres décadas por el Museo Municipal de Miramar,
dependiente de la Secretaria de Turismo y Cultura de la
Municipalidad de General Alvarado.
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El hallazgo fue
presentado a la comunidad científica, técnicos y aficionados
durante las XXX Jornadas Argentinas de Paleontología de
Vertebrados en la ciudad de Buenos Aires, que reúne
especialistas de todo el mundo, como Brasil, Uruguay, Suiza,
Estados Unidos, Bolivia, Paraguay y China. Actualmente el
estudio se encuentra en proceso de edición para una importante
revista científica europea. |
El
descubrimiento consiste en el hallazgo de huellas fosilizadas
(también conocidas como paleoicnitas) de al menos cuatro
especies, aunque no se descartan algunas sorpresas mas,
argumento Daniel Boh, coautor de la publicación y director del
museo miramarense.
Entre ellas,
encontramos huellas de Rheidae, un ave de gran tamaño y
corredora, que llegaba a una altura de 1,50 metros. También se
recuperaron icnitas de un enorme roedor Hidrochoeridae que
podrían llegar hasta 1,30 metros de largo y pesar 65 kg.
El hallazgo mas
novedoso corresponde a cuatro huellas pertenecientes a dos
individuos de un tigre dientes de sable. Es la primera vez que
se encuentran huellas fósiles de esta increíble criatura. El
Smilodon superaba el peso y tamaño que el león actual; sin
embargo, sus proporciones corporales diferían de las de
cualquier félido moderno. Las extremidades posteriores del
Smilodon populator eran más cortas y robustas, su cuello
proporcionalmente más largo, y el lomo más corto. La
extraordinaria peligrosidad de este félido se debía al gran
desarrollo de la parte anterior de su cuerpo y al tamaño
asombroso de sus caninos superiores, que llegaban a sobresalir
más de quince centímetros.
Los autores
llegaron a la conclusión de que se trata de las huellas de un
Smilodon populator al cual bautizaron como “Smilodonichnum
miramarensis”,
luego de la comparación con otras huellas de especies
fósiles y vivientes de la familia Felidae, datos biométricos
entre otras. La huella de la pata anterior tiene un ancho de de
19,2 cm y un largo de 18 cm, señalaron las fuentes.
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Las observaciones
geológicas para poder interpretar en que circunstancias
un grupo de animales dejaron sus huellas y como estas se
preservaron en ese ambiente, estuvo a cargo del Dr.
Cristian Favier Dubois de la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad del Centro
de la Provincia de Buenos Aires.
El investigador pudo
determinar que las huellas de aves y mamíferos aquí
recuperados fueron creadas en sedimentos que pertenecían
a las orillas de un antiguo pantano o de áreas
inundadas, de poca y pobre profundidad, alimentado por
un arroyo. |
Las huellas
fueron descubiertas en pleno sector turístico costero de
Miramar, por lo cual motivo la recuperación de las mismas,
debido a que corrían peligro por la depredación y la erosión. El
material será debidamente registrado para complementar la Ley
25.743 y la ordenanza municipal 248/88 que reglamentan el
patrimonio paleontológico nacional y municipal.
A poca
distancia del centro turístico de la ciudad balnearia de Miramar
(Provincia de Buenos Aires, Republica Argentina), personal del
museo local dio a conocer un yacimiento paleoicnotologico (con
huellas de animales prehistóricos) única en su tipo, por su
asociación icnologica y la presencia de un gran depredador. A
continuación se contestan las preguntas frecuentes que se hacen
sobre este hallazgo, dando un mejor panorama a estudiantes e
interesados en general.
Que son las
paleoicnitas y cual es su importancia?
Se denomina
paleoicnita a cada huella producto de la pisada dejada por un
vertebrado en tiempos remotos. La disciplina que estudia las
icnitas se denomina Paleoicnología para el caso particular de
las huellas fosilizadas. Estudiando estas pistas, los
paleontólogos obtienen datos sobre los animales que las dejaron,
como su comportamiento, si eran bípedos o cuadrúpedos, su
constitución, manera de desplazarse, patologías entre otras.
Además las paleoicnitas nos muestran de cierta manera a un
animal prehistorio “vivo”, es decir, nos cuenta otros detalles
que los huesos no nos pueden mostrar, pues, los huesos
fosilizados nos ayuda conocer el animal ya muerto, mientras que
las huellas muestran una actividad en vida del animal. Se
conocen huellas de distintos animales prehistóricos, como
dinosaurios, reptiles, tortugas, mamíferos, aves e insectos.
Quienes
encontraron las huellas y como?
Las huellas
fósiles (paleoicnitas) fueron halladas por los autores de su
presentación; Mariano Magnussen Saffer y Daniel Boh,
técnicos del Museo Municipal Punta Hermengo, que vienen con
varios años de notables y mediáticos hallazgos paleontológicos
entre otros.
El hallazgo
comenzó en una tarde de “mates” en familia a pocos metros del
sector turístico costero luego de una serie de sudestadas en el
año 2015. En esa oportunidad con los sedimentos descubiertos, se
observo un par de huellas de gran tamaño morfológicamente
similares a la familia de los felinos.
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En ese momento
se registro fotográficamente. Días posteriores se acercaron
preparados para una tarea de campo, se limpio la zona y se
encontraron huellas de otros animales que sustentaban el
hallazgo del sitio paleoicnologico, el primero para el Partido
de General Alvarado. Se realizaron
unas seis campañas paleontológicas para estudiar
el lugar, fotografiar y retirar el material. Los mismos fueron
retirados con las mismas técnicas paleontológicas que se
utilizan para restos óseos y llevados al museo para su
preservación.
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Se planteo si
era necesario retirarlo del lugar, pero como es una plataforma
de erosión continua, y por star en pleno sector turístico, su
preservación in situ tenia poco futuro. Además es necesario
tenerlas preservadas en el museo, no solo para que el publico
las observe, sino para que estén a disposición de investigadores
y científicos de todo el mundo, y poder asignar nuevos icnogeneros o icnoespecies con material depositado.
Que son los
Icnofosiles y las paleoicnitas?
Los icnofósiles
son estructuras etológicas fósiles individualmente
identificables que reflejan en mayor o menor grado la morfología
del organismo productor. Una pista puede estar formada por un
sólo elemento (por ejemplo, una madriguera o una pisada) o por
varios elementos físicamente separados pero en conexión
etológica. Los icnofósiles son objeto de estudio por parte de la
Paleoicnología. Presentan características propias que los hacen
identificables y permiten su clasificación como parataxones:
icnogéneros e icnoespecies, y de esta manera se los asigna a un
organismo en particular. Por ejemplo las huellas de un
Macrauchenia patagonica en paleoicnologia se lo clasifica
como Eumacrauchenichnus
patachonicus.
Es raro que se puedan relacionar de manera inequívoca y precisa
con el organismo que los originó, pero en general es posible
inferir al menos la categoría taxonómica superior a la que
pertenecía el organismo productor.
En que ambiente
se crearon las huellas de Miramar?
Para
comprender como las huellas fueron preservadas durante milenios,
se observaron y estudiaron la estructura sedimentaria que las
preservo,
textura, color,
geometría y contenido fosilífero conocido previamente.
Las
observaciones geológicas para poder interpretar en que
circunstancias un grupo de animales dejaron sus huellas y como
estas se preservaron en ese ambiente, estuvo a cargo del Dr.
Cristian Favier Dubois de la
Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad
del Centro de la Provincia de Buenos Aires.
El investigador pudo determinar que las huellas de aves y mamíferos aquí
recuperados fueron creados en sedimentos que pertenecían a las
orillas de un antiguo pantano o de áreas inundadas, de poca y
pobre profundidad, alimentado por un arroyo
por donde
caminaron animales dejando sus huellas, cuyo pantano seguramente
sufría modificaciones estaciónales en su espesor y extensión.
El mismo arrastraba material desde las sierras, pues se encontró
depósitos arenosos y sedimentarios, con presencia abundante de
fragmentos de cuarzo. Las
huellas observadas presentan en mayor o menor medida, un
enterramiento rápido con poca exposición a la intemperie.
Como se
preservaron las huellas durante miles de años?
Para que se
preserve algo tan frágil como una huella, deben darse una serie
de circunstancias poco frecuentes en el tiempo y con un orden
especifico.
Hace milenios,
algunos animales caminaban por el borde de esta zona pantanosa,
como una laguna alimentada por un arroyo y lluvias. En algunos
momentos el agua se retraía, dejando un suave y húmedo
sedimento, por el cual los animales que se desplazaron por esta
orilla dejaban sus huellas impresas en el barro.
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El sedimento
comenzaba a secarse, preservando fielmente las huellas.
Posteriormente, el arroyo crecía inundando estas zonas bajas,
llevando sedimentos arcillosos con estructuras diferentes y
tapando paulatinamente a las huellas dejadas allí, haciéndolas
eternas al estar preservadas y no expuestas a las condiciones
ambiéntales, como el sol, la lluvia, nuevas inundaciones o al
pisoteo de otros animales. |
Estas huellas
halladas en Miramar y tal vez muchas mas aun por descubrir
quedaron excepcionalmente preservadas entre “capas de barro” sin
sufrir grandes modificaciones, hasta que en un momento (en la
actualidad) la sutil erosión del agua del mar y la lluvia
retiraron grano por grano, capa por capa de sedimento,
trasportando
el “relleno” que en algún momento tapo la huella.
Al principio el
agua destapa y deja al descubierto las pisadas de animales que
alguna vez transitaron la región. Luego la misma mecánica de
limpieza natural se vuelve agresiva, dañando los contornos,
hasta eliminar la huella en forma total. Antes que sucediera
esto último, intervino el Museo de Miramar para recuperarlas y
preservarlas, retirándolas y llevándolas al laboratorio, para
ser procesadas y estudiadas.
Que antigüedad
tienen las huellas y que animales vivieron en esta época?
Los depositaos
sedimentarios donde han quedado las impresiones de las patas de
estos antiquísimos animales corresponden a la Edad Pleistoceno
superior hace unos 100 mil años
antes del presente, caracterizados por capas esencialmente
arcillosas, laminadas, con delgadas intercalaciones de arenas y
restos fósiles de roedores e improntas vegetales.
El Museo
Municipal Punta Hermengo de Miramar ha recuperado en los últimos
25 años un sin fin de materiales óseos correspondientes a las
criaturas prehistóricos que alguna vez habitaron estos pantanos.
Los fósiles recuperados corresponden a toxodontes,
macrauchenias, lestodontes, celidoterios, megaterios,
gliptodontes, hippidiones, mastodontes, ciervos, camélidos,
roedores entre otros.
Muchos de ellos
se pueden observar en la sala de paleontología del Museo de
Miramar y en su propia pagina web. También es justo mencionar
que esta área es explorada y estudiada desde fines del siglo XIX
por el Museo Argentino de Ciencias Naturales de Buenos Aires y
principalmente por el Museo de La Plata.
Quienes dejaron
sus huellas halladas en Miramar?
Los autores de
la presentación del hallazgo de las huellas halladas en Miramar,
comenzaron una serie de estudios comparativos, tomando
principalmente como guía estudios previos en distintas partes
del mundo y de Argentina, con la intención de presentarlas en
las XXX Jornadas Argentinas de Paleontología de Vertebrados y en
revistas científicas especializadas.
Se tomaron
medidas biométricas y se mapearon la ubicación de las huellas
para saber como se encontraron en su momento inicial. De esta
manera se las compara con especies vivientes o ya extintas. Asi podemos saber a que grupo animal pertenecían. El
poder determinar como fue el ambiente ayuda mucho a los
investigadores, y diferenciar si el organismo productor fue un
mamífero, un reptil, un ave etc.
Por ahora,
tenemos al menos cuatro icnotaxones identificados. Dos de ellos
aun viven en nuestra región.
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Una de ellas,
es ave no voladora Rheidae,
caracterizadas por aves sudamericanas similares al
avestruz, emparentada con el genero Rhea del
Pleistoceno y el ñandú actual. En estos sedimentos se
recuperaron dos bloques sedimentarios, uno con dos huellas del
mismo individuo, y el otro con cinco huellas, posiblemente de
dos individuos. Estos animales miden entre 1,50 y 1,80 metros de
altura (la hembra es un poco más pequeña), la presencia de tres
dedos en cada pie coincide con las aquí halladas. |
Además su
comparación con formas vivientes demuestran gran similitud,
aunque en este caso parecen ejemplares más bien jóvenes que aun
no alcanzaron su máximo desarrollo. En la región pampeana se
registran restos óseos y cáscaras de huevos fósiles desde el
Plioceno, hace 3 millones de años.
Otra especie
registrada corresponde a un gran roedor semiacuatico de la
familia Hydrochoerinae, representante fósil de los carpinchos o
capibaras. Se recuperaron dos huellas de las patas anteriores
entremezcladas con las huellas del
Rheidae. Pueden crecer
hasta 1,30 metros de largo y llegar a pesar 65 kg. Presenta pies
ligeramente palmeados. En nuestra zona hemos rescatados varias
mandíbulas y huesos aislados de este grupo. Se conocen en
sedimentos Pliocenos, mas de 3 millones de años.
Luego tenemos
una gran huella algo erosionada, pero muestra claramente tres
dedos, compatible con un Macraucheniidae. En estos mismos
sedimentos hemos recuperado restos mandibulares de
Macrauchenia patagonica, a cuya especie se le atribuye esta
huella. Sus dimensiones eran semejantes al de los camellos
actuales, pero los orificios nasales y una gran fosa elíptica
señala la presencia de una trompa, algo más larga que la del
tapir actual. Poseía largas patas y pies ungulados, provistos de
tres dígitos.
El hallazgo mas
novedoso del sitio paleoicnologico “Punta Verde” corresponde a
cuatro huellas pertenecientes a dos individuos de un tigre
dientes de sable. Es la primera vez que se encuentran huellas
fósiles de esta increíble criatura. El Smilodon superaba
el peso y tamaño que el león actual; sin embargo, sus
proporciones corporales diferían de las de cualquier félido
moderno. Las extremidades posteriores del Smilodon populator
eran más cortas y robustas, su cuello proporcionalmente más
largo, y el lomo más corto. La extraordinaria peligrosidad de
este félido se debía al gran desarrollo de la parte anterior de
su cuerpo y al tamaño asombroso de sus caninos superiores, que
llegaban a sobresalir más de quince centímetros.
Bibliografía consultada.
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marianomagnussen@yahoo.com.ar
Consideraciones generales.
Los restos culturales y
zooarqueologicos nos dicen que la llanura pampeana ha sido el escenario
de un proceso cultural cuyos protagonistas fueron, durante muchísimos
años, los aborígenes.
Las investigaciones sobre el
hombre antiguo y la arqueología en la región comenzaron hace más de un
siglo, pero toma impulso con la obra del sabio paleontólogo Florentino
Ameghino, si bien ha sido muy difícil lograr conclusiones inobjetables,
sus estudios e investigaciones, y los de quienes le siguieron permiten
afirmar que el hombre pampeano llegó a coexistir con los grandes
mamíferos del final del pleistoceno cuando estos estaban a punto de
desaparecer hace varios miles de años, y a los cuales cazaba para
procurarse su alimentación. Algunas de las numerosas pruebas fueron
colectadas en distintas localidades fosilíferas de la Provincia de
Buenos Aires, como el el Partido de Olavarria, Necochea entre otros.
Pero sus orígenes se remontan a muchos años atrás, fundamentadas
principalmente por el hallazgo de un fémur de Toxodon platensis
(conocido en entonces como Toxodon chapadmalensis) con una
punta de proyectil incrustada en el, realizado por el polémico
itinerario Lorenzo Parodi en 1914 en la ciudad de Miramar.
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Teniendo en cuenta
que el Pleistoceno culminó hace unos 10.000 años, con la última
glaciación, nos es posible establecer que ya desde entonces hubo
seres humanos habitando en esta zona, a partir de hallazgos de
coexistencia con mamíferos extintos datados entre 11 y 9 mil
años antes del presente. Con la culminación del pleistoceno y el
subsiguiente comienzo del holoceno se produjo un cambio general
en el clima y del paisaje, los grandes mamíferos (Toxodontes,
Gliptodontes y Megaterios) se extinguieron y las pampas se
transformaron en el paisaje por el que transitarían la fauna
sobreviviente y el hombre. |
Cabe suponer que en tanto
hubiera con qué alimentarse no habría razón para moverse de la región,
el hombre de aquella época dependía para su sustento del alimento que
lograba, básicamente, por medio de la caza, cuando los grandes mamíferos
se extinguieron su búsqueda se orientó hacia animales de porte grande,
como el guanaco, el ciervo o los lobos marinos sobre la costa atlántica,
de los cuales obtenían carne para su dieta y cuero para vestir y
construir sus viviendas, procesando de la mejor manera posible su
sustento económico.
Los humanos vivirían entonces
en aquellos lugares más aptos para obtener su alimento, en particular en
los que habitaba el guanaco, en la llanura pampeana estos sitios bien
pudieron ser las zonas serranas de Tandilia y Ventania, de hecho, hemos
mencionado antes que en los 'picaderos', entre los médanos de la costa
atlántica, se encuentran numerosas piezas de cuarcita, este material no
es propio de las zonas costeras pero abunda en las sierras, lo que
sugiere que quienes habitaban entre los médanos lo traían de aquella
región. Toda la parte central y meridional de la provincia de Buenos
Aires presenta sitios de interés arqueológico, muchos de ellos
localizados a campo abierto.
Desde el punto de vista del
atractivo que presenta un sitio para habitar en el, la parte de la costa
tiene el ingrediente adicional, especialmente en épocas de calor, de ser
una zona con corrientes de aire, lo que permitía a hombres y animales
escapar de las plagas de insectos picadores.
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Sin embargo no es
posible establecer con certeza si los aborígenes residían
permanentemente en la costa o en las sierras, o si las zonas
costeras eran lugares de paso, o bien, zonas de cacería, la escasez
de restos de alfarería sugiere la posibilidad de estas últimas
alternativas. Si bien en la zona abundan los restos fósiles y el
material arqueológico, la información que han brindado es escasa, en
parte porque no existe un acuerdo respecto de los niveles
estratigráficos lo que no permite tener certeza acerca de la
antigüedad de las muestras. Podemos asumir que, en términos
generales y en tanto no ocurriera algún cambio drástico, la vida del
aborigen pampeano se mantuvo mas o menos invariable, y durante
muchos años continuaría siendo un nómada cazador. |
Pero seguramente los
paleoaborigenes debieron vivir refugiados en las cuevas que presentan
las formaciones de Tandilla y Ventana como lo demuestras numerosos
sitios Arqueológicos, que poseen fauna extinguida menos espectaculares
que los gigantes del Pleistoceno, y cuyas registros se lo pueden
estudiar en forma sistemática desde principios de Holoceno hasta hace
pocos centenares de años.
Luego en épocas de calor como
primavera, verano y tal vez parte del otoño, se acercaban a las zonas
costeras por otros tipos de motivos (además de los ya mencionados) como
para colectar calcedonias rodadas para la fabricación de artefactos
lítico. Así mismo, capturaban distintos animales de gran porte,
especialmente el lobo marino de un pelo (Otaria flavescens)
o el lobo marino de dos pelos (Arctocephalus australis),
ricos en grasas y proteínas para épocas de poco temperatura. Es muy
probable que mujeres y niños se dedicaran a la recolección de mariscos y
otros tipos de invertebrados, encontrados asociados (y en algunos casos
quemados) en los sitios arqueológicos.
Aguirre, M. L. 1995. Cambios
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cuaternario tardío, evidencias malacológicas. 4 jornadas
geológicas y geofísicas bonaerense.(Junin), actas 1: 35-45.
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(Partido de Tres Arroyos, provincia de Buenos Aires,
Republica Argentina).
New Evidence for the Pleistocene Peopling of
the Americas. Center for the Study Of Early Man. Alan Bryan
Ed. Orono Maine.
El Scelidoterio. El gran topo prehistórico de la
Región Pampeana.
Por el Museólogo
y PaleoArtista Daniel Boh. Museo Municipal Punta Hermengo de
Miramar.
www.museodemiramar.com.ar;
museomiramar@gmail.com.
Algo que saben
todos los paleontólogos y aficionados a los fósiles, es que en
la zona pampeana es muy probable que, uno de cada dos restos
hallados sea del omnipresente Scelidoterio. Este era un gran
perezoso, de unos 3 metros de largo y más de una tonelada de
peso. A pesar de su tamaño era una de las especies más pequeñas,
ya que sus parientes podían competir con los elefantes.
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En
cambio sus parientes actuales; los perezosos arborícolas
de la selva misionera no pasan el metro de largo. Todos
ellos son Edentados, un grupo al que pertenecen también
los Gliptodontes, los osos hormigueros, las mulitas y
peludos. El nombre científico del Scelidoterio es
Scelidotherium leptocephalum, que significa:
“Animal de patas iguales” y “cabeza alargada”. Este
nombre le fue colocado por el científico inglés Richard
Owen en 1840, gracias a unos restos hallados por Charles
Darwin durante el famoso viaje alrededor del mundo que
dio principio a su Teoría de la Evolución. |
Este animal no
era especialmente interesante, ya que la abundancia de restos y
su “modesto” tamaño no generaba gran entusiasmo. Era
herbívoro, quizás algo carroñero y de posibles hábitos
pacíficos. Sus restos se pueden encontrar en estratos de 700.000
años y de hace apenas 8.000 años, es decir, fueron unos animales
relativamente exitosos.
UNA NUEVA
VISIÓN.
A mediados de
los años noventa se dieron a conocer los hallazgos de varias
cuevas y galerías subterráneas en la ciudad de Mar del Plata.
Normalmente estas son rellenadas por el correr de los siglos y
las lluvias pero no en este caso, lo que permitió el estudio de
las mismas con gran detalle. Se pudo observar que existían
marcas de garras y hasta el roce del cuerpo del animal.
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Se
creyó que se trataba de obras realizadas por grandes
peludos como el actual Tatú Carreta, y que en aquellos
tiempos tenían hasta 2 metros de largo. Las discusiones
se fueron acallando hasta que, cerca del 2000 se
encontraron más pruebas de estos grandes topos pero,
esta vez los culpables ya no eran los grandes
acorazados, sino los perezosos de tamaño medio como los
Scelidoterios o los Glossoterios (otros animales
similares pero más grandes).
Estas
nuevas cuevas tenían un diámetro de 1,20 mts. y fue
posible hasta identificar ensanchamientos a modo de
cámaras para crianza, etc. |
Por otra parte
se realizaron moldes de yeso de las marcas en las paredes y, o
sorpresa, coinciden con las garras de nuestro amigo, el
Scelidoterio. El hallazgo fue presentado por el técnico
Alejandro Dondas del Museo Municipal de Ciencias Naturales de
Mar del Plata entre otros autores. En el Museo Municipal
Punta Hermengo de Miramar se exhibe una de estas marcas junto a
una garra y la similitud es evidente, las cuales fueron
recuperadas de una enorme galería con cámaras de 1,9 metros de
diámetro, halladas por Mariano Magnussen Saffer del Grupo Paleo
y colaborador del Museo miramarense.
SE EXPLICAN
ALGUNAS COSAS
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Hasta
principios de los 90 se creía que ciertas marcas en los
acantilados costeros eran indicios de antiguos cauces
provocados por grandes lluvias repentinas en medio de
climas normalmente secos.
Estas
marcas son identificadas por el ojo entrenado pero una
vez que se conoce el patrón de su forma no cuesta
demasiado darse cuenta que estamos viendo una cueva
rellenada cortada transversalmente. Por otra parte es
muy común encontrar huesos fosilizados que están
desarticulados, rotos y hasta gastados por un posterior
arrastre. Esto ocurrió, probablemente, por el trabajo de
generaciones de estos perezosos, cavando incansablemente
en el subsuelo de la región pampeana. |
Es usual ver
también grandes caparazones de gliptodontes en posición
invertida dentro del yacimiento. Durante mucho tiempo se creyó,
que estos gigantes caían en madrigueras de vizcachas. Con esta
nueva forma de ver al asunto es más probable que con su gran
peso desplomaban el techo de la cueva, con ocupantes o no.
Durante la ampliación de la Ruta Nacional 2 a la entrada de Mar
del Plata, se encontraron restos de un oso adulto y dos oseznos
en lo que se cree fue una cueva. Posiblemente en este caso el
dueño original fue expulsado y la nueva familia se instaló en el
lugar con la mala suerte que su refugio los dejara
atrapados.
En la localidad
de Mar del Sud fueron hallados un esqueleto de un Scelidoterio
adulto, junto a un juvenil. Estos se encontraban
perfectamente articulados. Posiblemente sus cuerpos fueron
enterrados en forma repentina y esto pudo ocurrir dentro de una
cueva cuyo techo colapsó, por un gran peso o por un defecto en
el terreno. Estos ejemplares se encuentran en el Museo Punta
Hermengo.
ULTIMAS
NOTICIAS
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Recientemente se han realizado estudios sobre la
anatomía de estos animales y se llegó a la conclusión
que sus brazos estaban perfectamente adaptados para los
movimientos de excavación.
Además las rugosidades en sus huesos indican que poseía
unos músculos formidables. Por otra parte la pelvis está
diseñada para soportar su peso sobre las patas traseras,
dato importante para los movimientos mientras se hace
una cueva. El andar bípedo de los grandes perezosos y
gliptodontes es una teoría que está siendo cada vez más
aceptada entre los paleontólogos. |
Cuando pensamos
en los antiguos, interminables y planos paisajes de la zona
pampeana que vieron los primeros exploradores europeos, debemos
recordar que seguramente no siempre fueron así, sino que los
mismos estaban matizados con bosquecitos de talas, sauces,
algarrobos y quebrachos; en un terreno modificado
permanentemente por estos gigantescos topos prehistóricos.
Bibliografía
recomendada:
Buenos Aires,
un millón de años atrás. Fernando Novas, editorial Siglo
XXI, colección Ciencia que ladra… 2006.
Los mamíferos
fósiles de Buenos Aires. Ricardo Pasquiali, Eduardo Tonni,
Universitas, 2004.
Hallan una
cueva realizada por mamíferos gigantes en el Pleistoceno de
Miramar. Magnussen Saffer, Mariano. 2008.Paleo, Boletín
Paleontológico. Año 6. Numero 29: 30-34.
Algunos integrantes de la paleofauna del
Terciario del territorio argentino.
Mariano Magnussen Saffer.
Director Grupo Paleo. Presidente de la Asociación de Amigos del
Museo Municipal Punta Hermengo.
marianomagnussen@yahoo.com.ar
Sudamérica
quedó separada de Norteamérica al finalizar el Paleoceno. Los
único mamíferos placentarios que existían por ese entonces eran
Ungulados terrestres arcaicos que evolucionaron y derivaron en
lo que mas tarde conformaría la gran megafauna terciaria
sudamericana.
Entre aquellas
grande especies se hallaban los Toxodontes (el primer fósil de
toxodonte fue hallado por Charles Darwin durante la expedición
del Beagle), los Macrauquénidos, Megaterios, Milodontes,
Dasypodios y Glyptodontes entre las especies de gran tamaño. Los
tipoterios , los hegetoterios y los prototeroterios eran de
menor tamaño, pero no memos asombrosos que los anteriores.
Los desdentados
primitivos dieron lugar a los actuales armadillos como el tatú
carreta; los pichi-ciego o las mulitas como también de osos
hormigueros y perezosos, aquellos originales fueron mucho más
grandes que los descendientes actuales, por ejemplo el
Megatherium tuvo un tamaño semejante a un elefante. Otro
grupo de desdentados extintos de gran tamaño fueron los
Gliptodontes, rama colateral de los armadillos, cuya
característica adaptativa en forma de defensa era poseer una
gran coraza.
|
 |
Por
aquellos tiempos existían también en Sudamérica una gran
diversidad mamíferos marsupiales. Como no existían
placentarios carnívoros si los había marsupiales como
Borhyaena que ocupaba exitosamente el nicho.
Pese a la gran diversidad de los marsupiales durante un
largo período geológico las especies se fueron
extinguiendo.
Sólo
las “zarigüeyas” son sobrevivientes de una época
sudamericana con predominio marsupial, si bien la
presencia de especies de zarigüeyas en Norteamérica no
es grande, por el contrario son muy variadas todavía en
Sudamérica donde proliferan unas 65 especies.
|
Durante el
Oligoceno, sucedió que un conjunto de islas (mas tarde fue la
elevación del istmo de Panamá) permitió que desde el norte de
América pudieran pasar hacia Sudamérica grupos de mamíferos
pequeños. Aquellos primeros “colonizadores” de territorio
sudamericano fueron los roedores histricomorfos del suborden que
agrupa a los puercos espines. De estos roedores evolucionaron en
Sudamérica las vizcachas, coendúes, el paca, capibara y el coipú.
Otra migración
de primates ancestrales produjo la aparición de los actuales
monos sudamericanos, quienes evolucionaron paralelamente de
aquellos de Europa. Por último, emigraron los mapaches que
dieron lugar en Sudamérica a los actuales Coatíes. Al mismo
tiempo en el norte de América los placentarios mas avanzados
ocupaban cada vez mas nichos y los marsupiales y ungulados
arcaicos comenzaban a extinguirse.
Al finalizar el
Plioceno comenzó a elevarse el itsmo de Panamá produciéndose un
verdadero puente continental entre el norte de América y
Sudamérica. Esto dio paso a grandes migraciones de placentarios
avanzados. Entre los herbívoros se hallaban los Mastodontes,
pecaríes, la llama y el caballo. Mientras que los carnívoros
tales como el tigre dientes de sable, el jaguar, los zorros y
los lobos representaban a los carnívoros placentarios.
 |
Las
presiones ejercidas por los recursos alimenticios
(bióticos) que imponían estos grupos en Sudamérica
contribuyó sin dudas a la extinción de los ungulados
arcaicos quienes al final del pleistoceno desaparecen
definitivamente al igual que aquellos carnívoros
marsupiales (recuerden a Borhyaena)
viéndose estos desplazados de 60 millones de años de
ocupación del nicho. Pero no solo desaparecieron
carnívoros, también musarañas, conejos, ardillas y los
luego prósperos y exitosos roedores cricétidos,
corrieron suerte parecida a los carnívoros marsupiales. |
Como se ha
dicho antes las zarigüeyas, los armadillos y coendúes lograron
llegar al norte de América y sobrevivir, pero sin embargo son
muy escasos estos éxitos comparándolos a aquellos mamíferos
placentarios que migraron a Sudamérica.
La balanza
evolutiva dictaminó que, una vez abierto el puente entre las dos
América, placentarios y marsupiales se vieran “cara a cara” y
disputaran los nichos. Borhyaena y el tigre
dientes de sable. Los placentarios del norte eran especies que
soportaron grandes presiones y extinciones. Los marsupiales no,
vivieron sesenta millones de años sin grandes alteraciones. Una
vez abierto el puente y, al medirse en la balanza, los
marsupiales pesaron menos y desaparecieron. Esto no quiere decir
sin embargo que los placentarios fueron “superiores” a los
marsupiales. Fue la evolución el factor que cada América se
desarrollo en función a las presiones extrínsecas. La medida
hubiera sido de igual modo si los grupos de América del norte,
en vez de ser placentarios hubieran sido marsupiales.
Sin embargo a
fines del pleistoceno otro agente mundial desconocido de
extinción hizo desaparecer no solo a especies sudamericanas sino
también a aquellas norteamericanas. El caballo, el mamut, el
mastodonte y los tigres dientes de sable se extinguieron,
también el Megatherium que había sobrevivido a las
incursiones de placentarios del norte. El tapir sobrevivió en
Sudamérica pero no en el norte.
Esta es de
alguna manera parte de la historia reciente de la historia
evolutiva de la fauna sudamericana, muy resumida por cierto.
Bibliografía
Sugerida.
Alberdi, M.T.,
Bonadonna, F.P., Cerdeño, E., Prado, J.L., Sánchez, B. y Tonni,
E.P. Recambio faunístico en el Cuaternario de Argentina.- Docum.
Lab. Géol. Lyon, 125: 17-27; 1993. Lyon, Francia.
Bravard, A. (1858). Monografía de los terrenos marinos
terciarios del Paraná. Imprenta del Registro Oficial 107 pp.
Paraná. (Reimpresión del Congreso de la Nación 1995)
Kraglievich,
J.L. 1953. La llanura bonaerense a través de un perfil
geológico. Revista Mundo Atómico, 14: 88-99.
Kraglievich,
L. 1934. La antigüedad pliocena de las faunas de Monte Hermoso y
Chapadmalal deducidas de su comparación con las que le
precedieron y sucedieron. Imprenta El Siglo Ilustrado, p.
17-133. Montevideo.
Magnussen
Saffer, Mariano. La Megafauna Extinguida del Partido de General
Alvarado. (2005). Boletín de divulgación Cientifica Técnica.
Museo Municipal de Ciencias Naturales Punta Hermengo de Miramar,
Prov. Buenos Aires, Argentina.
Osvaldo Reig.
(1980). Teoría del origen y desarrollo de la fauna de mamíferos
de América del Sur. Mar del Plata, Museo Municipal de Ciencias
Naturales "Lorenzo Scaglia", 1981, Monografía Naturae, Nº 1.
Pascual, R., Carlini, M., Bond, M. y Goin, F.J. Mamíferos
cenozoicos. In: “GEOLOGÍA Y RECURSOS NATURALES DE SANTA CRUZ”,
2002. Relatorio del XV Congreso Geológico Argentino (El
Calafate, Santa Cruz, 23-26 abril 2002):533-544.
Recorriendo los grandes bosques petrificados
de Argentina.
Con más de
120 millones de años, estas extensas áreas protegidas
ofrecen al visitante la posibilidad de apreciar troncos,
flores y frutos cubiertos por lava durante milenios.
Considerados entre los más importantes de toda Sudamérica,
se encuentran en las provincias argentinas de Mendoza, Río
Negro, Chubut y Santa Cruz.
 |
Escondidos durante miles de años bajo un grueso
manto de lava y cenizas, originado por erupciones
volcánicas que tuvieron lugar durante el período
Cretácico, los bosques petrificados de la Argentina
se posicionan en su mayoría en la extensa y mística
Patagonia.
Coincidente este fenómeno natural con el surgimiento
de la imponente Cordillera de los Andes, fueron la
misma erosión del viento y el agua las que volvieron
a sacarlos a la superficie. |
Algunos de
estos húmedos y frondosos bosques de centenarias araucarias y
pehuenes, convertidos en duras rocas por los minerales que los
cubrieron, fueron habitados por comunidades aborígenes que los
utilizaron como talleres para elaborar objetos en piedra. Otros
resultaron afectados, incluso, por el paso de vehículos
destinados a la actividad petrolera.
Lo cierto es
que los restos fósiles que se exhiben al visitante -al aire
libre o en museos- llegan a medir hasta 35 metros de largo por
tres de diámetro, considerados entre los más grandes que se
conocen en el mundo.
Una belleza
santacruceña
Uno de los más
importantes que se puede visitar al sur del país, fue declarado
Monumento Natural en el año 1954. Se trata del Bosque Jaramillo,
situado al noreste de la provincia de la provincia de Santa
Cruz, en el Departamento de Puerto Deseado.
Distante unos
100 kilómetros del poblado más cercano, abarca 13.700 hectáreas
protegidas, que la Administración de Parques Nacionales busca
extender a 60 mil mediante la adquisición de las estancias
linderas.
Un área que
supo tener un clima estable de gran humedad, cuyos enormes
árboles fueron cubiertos por cenizas que derivaron en este
proceso de petrificación. Con un relieve ondulado, circundado
por altas mesetas, invita a realizar salidas de trecking hacia
el Cerro Madre e Hija, de apenas 400 metros de altitud. En el
sector más bajo, también suele verse la laguna Grande,
dependiendo de las lluvias caídas en la región.
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 |
Considerado único en el mundo, el Bosque Jaramillo
resistió a la fuerza de ríos y glaciares, siendo los
ejemplares ya antes de la petrificación de alrededor de
mil años. Y por las actuales condiciones de aridez, la
vegetación es más bien rala y achaparrada. Se pueden
observar en el camino algunas cactáceas de grandes
flores anaranjadas, y más alejados molles, duraznillos y
calafates.
Bajo
temperaturas que en verano alcanzan los 40 grados, la
fauna se compone de grupos de guanacos, algunos zorros
grises que se divisan a la distancia, variedad de aves y
coloridas lagartijas. Como asiento de cazadores y
recolectores, también evidencia entre sus riquezas
antiguos picaderos y canteras de los que se extraía
materia prima. |
Además de un
centro de información, fue erigido allí un pequeño museo. Y si
bien posee áreas de acampe, es importante llevar alimentos y
bebidas. Recién a 20 kilómetros existe un camping privado sobre
el camino de acceso.
Para llegar
desde Buenos Aires, la vía de conexión es la Ruta Nacional 3
hasta llegar a unos 150 kilómetros al sur de Caleta Olivia,
donde es preciso ingresar en la Ruta Provicncial 49 y transitar
poco más de una hora de ripio, hasta llegar a la Seccional de
Guardaparques del Monumento. El ingreso es gratuito y permanece
abierto durante todo el año, entre las 9 y las 20 horas.
Entre picos y
glaciares
A escasos
kilómetros de la ciudad de El Calafate, el destino por
excelencia para llegar hasta el Parque Nacional Los Glaciares y
el magnífico Perito Moreno, también se erige otro de los bosques
petrificados argentinos, más conocido como La Leona. Es una
excursión de día completo sobre la mística Ruta Nacional 40,
donde diferentes agencias ofrecen largas caminatas entre los
enormes árboles de piedra desde 129 dólares.
 |
Muy
cercano a los cristalinos lagos Argentino y Viedma, los
corrientosos ríos Leona y Santa Cruz, y una impactante
panorámica de los cerros Fitz Roy y Torre, se incluye
una vista al casco histórico de una centenaria estancia
donde también es posible encontrar los restos fósiles de
distintos tipos de dinosaurios. Un área de casi 800
hectáreas, en la que se evidencia una superficie de
particular característica lunar. |
Tesoros
chubutenses
Más al norte,
otro de los bosques petrificados más importantes del país es el
José Ormachea, situado a unos 25 kilómetros de la localidad de
Sarmiento, en la provincia de Chubut.
Un lugar único,
que en la década del '60 sufrió una fuerte depredación por la
actividad de varias compañías petroleras que trabajaban en la
región. Distante 165 kilómetros al este de Comodoro Rivadavia,
el acceso se realiza por la Ruta Provincial 26, donde se
encuentra un camino totalmente señalizado y una oficina de
Guardafaunas.
En el otro
extremo, también es posible visitar el Bosque Petrificado
Florentino Ameghino, una muestra ineludible de la vegetación que
fue arrasada por el mar hace ya unos 58 millones de años.
Con ejemplares
que alcanzan los 22 metros de largo, es una de las excursiones
más recomendadas cuando se visita Trelew, situado sobre la Ruta
Nacional 25 y el valle inferior del río Chubut.
Cercanos a la
Cordillera
 |
Las
últimas dos paradas ideales para recorrer este circuito
temático que transporta al viajero a miles de años
atrás, son el Bosque Petrificado de Valcheta, en la
provincia de Río Negro, y el Bosque Petrificado Llano
Blanco, en la provincia de Mendoza. Ambos protagonistas
de ramas y frutos intactos pertenecientes a estos
ancestrales árboles fosilizados.
El
primero de ellos, es el más importante del norte de la
Patagonia, y se ubica en cercanías del pueblo que lleva
ese mismo nombre en la denominada Línea Sur, por la que
pasa el legendario Tren Patagónico que sale de
Bariloche. Un espacio donde también es posible encontrar
un museo con huevos de dinosaurios que se exponen en lo
que fue la primera usina de la urbe. |
El Bosque
Petrificado Llano Blanco se sitúa en cercanías a la Caverna de
las Brujas y en las afueras de la localidad de Bardas Blancas, a
poco más de una hora de Malargüe. Una extensa región de viejas
araucarias que se desarrolla en el interior de una propiedad
privada.
Un siglo del montaje del dinosaurio
Diplodocus carnegii en el Museo de La Plata, Argentina.
Por Mariano Magnussen Saffer. Director de Grupo Paleo y
Presidente de la Asociación de Amigos del Museo Municipal
Punta Hermengo.
marianomagnussen@yahoo.com.ar.
Magnussen Saffer,
Mariano (2012).
Un siglo del montaje del dinosaurio Diplodocus carnegii en
el Museo de La Plata, Argentina. Paleo, Revista
Argentina de Paleontología. Boletín Paleontológico. Año 10.
74: 28-33.
Aunque su
imponencia ha llevado a que varias generaciones de
visitantes la identifiquen como un emblema del Museo de La
Plata, no muchos conocen la curiosa historia del
Diplodocus carnegii, la pieza que este año cumple un
siglo de presencia.
Desde 1912 se exhibe en una sala del Museo de La Plata el
regalo que el multimillonario norteamericano Andrew Carnegie
le hizo al entonces presidente Roque Sáenz Peña. Se trata de
un calco de la reconstrucción del enorme dinosaurio
Diplodocus carnegii,
cuya
reconstrucción proviene de cinco especimenes hallados en
Estados Unidos, del cual se pudo armar uno.
Su homenaje a Carnegie por su mecenazgo al Museo de
Pittsburg
y a
la paleontología norteamericana. La réplica es similar a las
que existen en varios museos
de
historia natural de Europa, pero es la única en América
Latina. La donación puede entenderse como parte de la misión
de paz que las instituciones creadas y mantenidas por
Carnegie
pretendían impulsar en los años anteriores a la Primera
Guerra Mundial.
El reptil fósil
norteamericano llegaba a la Argentina para compartir las
salas con los grandes mamíferos autóctonos que expresaban la
riqueza fosilífera de esta parte del continente; en el
Norte, en
cambio,
los hallazgos de las expediciones paleontológicas
norteamericanas a las montañas Rocallosas, rivalizaban con
los dinosaurios de Inglaterra y Europa continental.
|
 |
Además de ser uno de los hombres más ricos de su
tiempo, Carnegie era un importante mecenas de la
investigación científica. De hecho fue él quien
financió las campañas paleontológicas que
permitieron hallar en las Rocallosas varios de los
ejemplares de ese enorme saurópodo que iba a llevar
su nombre. |
La
categoría de los Dinosauriae fue creada en 1841 por Richard
Owen, el especialista inglés en anatomía comparada.
Comprendía a reptiles de enorme tamaño, cuello y cola
largos, y cráneo pequeño en comparación con el resto del
cuerpo. El orden se conformaba con especimenes de formas
extremadamente variadas que vivieron en el Mesozoico (245 a
66 millones de años).
Su
distribución mundial quedó demostrada ya a principios del
siglo XX, por los hallazgos en toda América, Madagascar,
China, India, Africa oriental y Europa. Recordemos que los
primeros restos fueron descubiertos a comienzos del siglo
pasado en las capas del Jurásico (208 a 114 millones de
años) y del Wealden (144 a 138 millones de años) ingleses y
que las primeras descripciones las realizaron Buckland en
1824 y Mantell en 1825. A la gran tarea sistemática de
Richard Owen, deben sumarse las de Thomas Henry Huxley, John
Phillips, Edward Cope y Othniel Marsh.
Othniel
Marsh, profesor de la Universidad de Yale (EE.UU.), fue
quien inventó el nombre de Diplodocus. El,
gracias a la fortuna que le había legado su tío George
Peabody, pudo costear sucesivas expediciones a las
Rocallosas para buscar los preciados restos de dinosaurios.
También creó en 1878 el género Diplodocus a
partir de las vértebras de la cola y fragmentos de las patas
que halló su equipo en los estratos del Jurásico del estado
de Colorado (EE.UU.).
Cuentan que
Carnegie se encontraba en Escocia cuando recibió los
primeros bocetos que le enviaban desde el museo de
Pittsburgh para la reconstrucción que estaban por montar; y
al ver esos dibujos el rey de Inglaterra, que se encontraba
de visita, le encargó un Diplodocus para el
Museo Británico. Así comenzó una serie de copias que
llevarían a Carnegie a donar réplicas del esqueleto fósil a
los museos de Berlín, París, Viena, Bologna, San Petersburgo
y Madrid. La característica en común de todas las donaciones
era que sólo se hacían como regalos a los primeros
mandatarios de cada uno de los estados donde estaban los
museos.
|
 |
Desde 1906 el Museo de La Plata formaba parte de la
nueva universidad nacional fundada por Joaquín V.
González, y se había establecido contando con las
colecciones con que en 1877 Francisco Moreno había
creado el Museo Antropológico de la Provincia de
Buenos Aires. |
El
volumen de las mismas no era suficiente para completar las
salas del edificio monumental que se levantó en 1884 en la
nueva capital provincial: las cartas de Moreno hablan a las
claras de la premura con que tuvo que reunir los materiales
para llenar esos enormes espacios que hacían parecer
pequeños hasta los magníficos gliptodontes pampeanos.
Al observar
las autoridades del Museo de La Plata la repercusión de
aquellos regalos, surgió también en ellos el interés por
contar con un Diplodocus, aunque los motivos
que argumentaron al pedirlo parecían lejos del valor
científico que se le atribuía a la pieza. Aún en la primera
década del siglo XX había salas del Museo que estaban casi
vacías por los pocos materiales de exhibición que tenía el
edificio. Por eso en 1911 Lehmann-Nitsche, que era jefe de
la sección de Antropología, inició las gestiones para
recibir un Diplodocus diciendo que aquí había
lugar de sobra para albergarlo.
Fue así que
tras varios intentos, las gestiones tuvieron éxito y la
donación se concretó siguiendo la misma formalidad que en el
resto de los casos: como un regalo de Carnegie al entonces
presidente Roque Sáenz Peña. La réplica llegó a la ciudad de
La Plata a mediados de 1912 y dos técnicos del museo de
Pitttsburgh que vinieron con ella tardaron poco más de un
mes en montarla.
El
acontecimiento fue celebrado con un multitudinario banquete
en el Jockey Club. Durante la cena, en la que se sirvieron
platos alusivos y se colocó como centros de mesas esculturas
del Diplodocus similares a la que hoy se ve al
pie de la réplica, uno de los oradores fue Joaquín V.
González, fundador de la Universidad de La Plata, quien se
refirió a la pieza como "un monumento a la convivencia
pacífica entre los pueblos americanos".
|
 |
Las
memorias universitarias correspondientes al año 1912
destacan que para acomodar el Diplodocus
hubo que modificar la disposición de la exhibición
de la Sección Mineralógica que dirigía Walter
Schiller, científico alemán contratado por la
universidad; finalmente, se lo armó en la Sala III
de plantas e invertebrados fósiles de la Sección
Paleontología. Esta ubicación lo situaba en el
espacio dedicado al Jurásico, pero sin respetar el
orden natural que el museo pretendía reproducir en
la disposición de las salas, ya que su gran tamaño
no permitió acomodarlo junto con los congéneres
locales. |
La
instalación duró aproximadamente un mes y pasó absolutamente
inadvertida para los medios periodísticos; sólo Caras y
Caretas envió un corresponsal a La Plata para conversar con
el Dr. Holland, y publicó un artículo profusamente ilustrado
con una nota autografiada donde el norteamericano expresaba
su deseo de "reencarnar en este suelo". La ausencia de
noticias sobre la llegada a La Plata del colosal dinosaurio
no puede adjudicarse a la falta de interés por las ciencias
naturales, tanto los diarios platenses como los porteños
publicaban las novedades que ocurrían en los jardines
zoológicos y los hallazgos de fósiles en distintas regiones
del país.
Es notable que
las crónicas periodísticas de los banquetes, sus menúes y el
ceremonial académico, sean los únicos testimonios de la llegada
al país de una copia del dinosaurio del Jurásico norteamericano.
Ninguna de las revistas científicas argentinas se refirió al
evento; sólo el Boletín de la Sociedad Argentina de Ciencias
Naturales publicó una reseña del libro de Holland que comentaba
su visita a los sitios de los hermanos Ameghino en la costa
atlántica bonaerense y, como al pasar, mencionaba la instalación
del Diplodocus. Holland, por su parte, regresó a
Pittsburgh con ejemplares de milodontes, toxodontes y
gliptodontes, los más preciados fósiles de la paleontología
argentina con los que la Universidad de La Plata retribuyó el
regalo de Carnegie.
A los pocos
años, la permanencia pacífica del Diplodocus en
las salas de paleontología del museo fue perturbada. En 1920
fueron desenterrados en Neuquén los restos de un dinosaurio que
pasó a denominarse Antarctosaurus (recientemente
fueron identificados como de Argentinosaurus) Los
huesos de las patas medían más de dos metros, con lo que
superaba en tamaño al Diplodocus y al
Gigantosaurio africano: el "dinosaurio argentino" pasaba a ser
el más grande de todos los tiempos y de toda la Tierra.
La Sección
de Paleontología del Museo de La Plata aprovechó la estructura
del dinosaurio norteamericano para montar al lado de sus patas
traseras los dos fémures del Antarctosaurus, de
manera tal que la imaginación del público pudiera concebir cuán
grande debió haber sido el reptil local en comparación con su
símil estadounidense. Este acto de orgullo nacional por poseer
el dinosaurio más grande, hacía evidente la imposibilidad de
reconstruir en la Argentina un modelo completo, no sólo por la
falta de recursos técnicos, sino fundamentalmente por la
desprotección económica en que se encontraba la investigación
científica.
 |
La reproducción
en serie del Diplodocus carnegii fue posible
gracias a un proceso de institucionalización de las ciencias que
se fundaba en la estrecha alianza entre los organismos de
investigación y el capital privado. En este sentido, la
exaltación de la grandeza natural estadounidense era sólo una
excusa para propagar por el mundo entero la gloria industrial
del sueño americano. Las patas del Antarctosaurus,
en cambio, daban al Diplodocus de La Plata la
apariencia de un monstruo de seis patas: el dinosaurio argentino
quedaba anclado en los sueños retóricos sobre la grandeza del
pasado. |
La Primera
Guerra Mundial acabó con los sueños de paz y amistad
internacional promovidos por la ciencia y, en consecuencia, en
la posguerra se afianzaron definitivamente los principios de
clausura y rivalidad entre las tradiciones científicas de cada
país. Andrew Carnegie murió en 1919, cuando ya era evidente el
fracaso de la misión de paz de su Diplodocus.
Recién en el
año 2003, después de 91 años de su armado, fue desmontado
Diplodocus carnegii en su totalidad para refaccionar la
sala de exhibición y se le dio otra apariencia al gran
esqueleto, un símbolo de la institución platense.
Hoy en dia
el esqueleto se encuentra montado con un aspecto mas didactico,
en una sala reacondicionada y moderna que da gusto de visitar.
Anteriormente se hallaba exhibido en una sala lateral con
recorrido semi-lunar.
El Diplodocus.
Es un género de
dinosaurios saurópodos diplodócidos, que vivieron a finales del
período Jurásico, hace aproximadamente 150 a 147 millones de
años, en el Kimeridgiano y el Titoniano, en lo que hoy es
Norteamérica. Los primeros fósiles fueron descubiertos en 1877
por S. W. Williston.
Vivió en lo que
es hoy el oeste de Norteamérica durante el período Jurásico
Superior. El Diplodocus es uno de los más comunes
dinosaurios de la parte superior de la Formación Morrison, una
secuencia de sedimentos marinos y aluvionales depositados
alrededor de 150 a 147 millones de años atrás.
El
Diplodocus está entre los dinosaurios más fácilmente
identificables, con su forma clásica, cuello y cola larga y
cuatro patas robustas. Durante muchos años, era el dinosaurio
más largo conocido. Su gran tamaño pudo haber sido un
impedimento a los depredadores Allosaurus y
Ceratosaurus cuyos restos se han encontrado en los
mismos estratos, lo que sugiere que coexistieron con el
Diplodocus.
Bibliografía
sugerida.
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Desmond, Adrian, 1982, Archetypes and Ancestors. Paleontology in
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Kohler, Robert e., 1991, Partners in Science. Foundations and
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Magnussen Saffer, Mariano (2012). - Gigantes Herbívoros y
Prehistóricos del Periodo Cretácico. Paleo, Revista Argentina de
Paleontología. Boletín Paleontológico. Año 10. 65: 17-23.
Podgorny, Irina y Plöger, Tobías. (1999).
El largo viaje
al Plata del Diplodocus carnegii,
Revista de
Divulgación Científica y Tecnológica de la Asociación
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Volumen 9 - Nº51.
Rudwick, Martin J.S., 1972, The meaning of Fossils: Episodes in
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Rudwick, Martin J.S., 1992, Scenes from the deep time, The
Chicago University Press, Chicago.
El stegomastonte que cojeaba.
Por Mariano
Magnussen Saffer. Grupo Paleo. Museo Municipal Punta
Hermengo de Miramar. Fundación Argentavis.
marianomagnussen@yahoo.com.ar.
Tomado de;
Magnussen Saffer,
Mariano. 2015.
El stegomastonte que cojeaba. Paleo Revista Argentina de
Paleontología. Boletín Paleontológico. Año XIII. 134: 21-23.
La observación, interpretación y clasificación de distintos
procesos paleopatológicos o alteraciones en la estructura
ósea de un fósil permiten analizar la causa de muerte y
otros múltiples factores que actuaron en el pasado. Éstos
incluyen: condiciones antemortem, modo de vida,
comportamientos grupales o individuales, condiciones
paleoambientales y paleobiológicas, procesos postmortem y
tafonómicos en su conjunto.
La
Paleopatología es la disciplina científica que estudia las
enfermedades padecidas por personas o animales en la
antigüedad, a través de vestigios hallados en los huesos,
restos orgánicos e inmediaciones donde se hallan dichos
restos.
Recientemente, personal del Museo Municipal Punta Hermengo y
de la Fundación Argentavis, dieron a conocer una tibia con
patologías visibles atribuida al genero Stegomastodon,
la cual, fue recuperada por el equipo técnico del
Museo de Miramar en el año 1996 en sedimentos
tentativamente asignables al Pleistoceno tardío (hace unos
50 mil años antes del presente del sitio “Las Vacas”, a 20
kilómetros al S.E de la ciudad de Miramar, y
depositado
en las colecciones de la mencionada institución.
El ejemplar se encontraba asociado a otros integrantes de la
megafauna cuaternaria, entre ellos, los géneros:
Macrauchenia, Toxodon, Lestodon, Hippidion
y
Stegomastodon,
lo que permitió establecer tentativamente su antigüedad.
 |
En
América del Sur, los restos fósiles asignados a la
familia Gomphotheriidae se registran desde el
Pleistoceno medio hasta el Pleistoceno superior y se
reconocen como dos géneros distintos, Cuvieronius
y Stegomastodon
Para la región pampeana se reconocen dos especies
del genero Stegomastodon, diferenciado en
América del Norte, posiblemente desde el Plioceno
temprano, que se extiende en ese subcontinente hasta
el Pleistoceno temprano-medio. A nivel sudamericano,
las revisiones llevadas sostienen la existencia de
dos especies de este género: S. platensis y
S. waringi. |
La primera
se reconoce por sus 'defensas rectas', que en su porción más
anterior se curvan ligeramente y presentan esmalte; mientras
que en la segunda se observa la ausencia de esmalte. La
distribución de S. platensis es más austral que la de
S. waringi, y alcanza al Uruguay, Paraguay, Brasil y
gran parte de Argentina, donde tiene un biocrón que se
extiende desde el Ensenadense hasta el Lujanense, es decir,
desde el Pleistoceno temprano-Pleistoceno tardío-Holoceno (
2 millones de años a 10 mil años antes del presente).
En la
Argentina, sus restos han sido exhumados en la Provincia de
Buenos Aires (donde se halla su límite más austral, a los
37°S), y en las provincias de Entre Ríos, Córdoba, Santa Fe,
Santiago del Estero y Corrientes. Se ha inferido para este
taxón una marcada preferencia por climas de tipo templado
cálido y hábitats de zonas abiertas o sabanas arboladas.
Estos taxones habrían estado adaptados principalmente a
ambientes templado cálidos de altura, alimentándose de
especies vegetales arbustivas.
Asimismo, las enfermedades y los traumas se consideran
también como factores que pueden afectar el desarrollo
óptimo de estas poblaciones. Los marcadores de actividad se
definen como cambios de la arquitectura interna y/o externa
del hueso, que se desarrollan bajo condiciones de estrés
continuado y prolongado derivado de la realización de
actividades habituales. La información que aporta el estudio
de estos marcadores se proyecta tanto a nivel individual
como colectivo.
 |
La tibia analizada presenta una serie de
afecciones paleopatológicas y posibles cambios
morfológicos de carácter funcional compatibles
con mamíferos de gran porte. Se determinó la
presencia de: 1)
miositis osificante o un caso morfológicamente
similar a exostosis muy desarrollada, 2)
robustez de la entesis, provocando una cavidad
ósea intermuscular, 3) osteoartritis y derivados
en la región articular y 4) periostitis estriada
a lo largo de la diáfisis
Se
obtuvo la tibia de un individuo de Stegomastodon,
no se lo ha podido relacionar con otros restos.
EL material disponible brinda una serie de datos e
información que fueron puestos en comparación con
los antecedentes obtenidos sobre patologías ya
citadas. La observación de procesos patológicos y
otras alteraciones esqueléticas es una valiosa
fuente de información dentro de la investigación.
|
El
conjunto de afecciones óseas, limito el normal desplazamiento del
individuo, con una sobrevida prolongada a la lesión inicial, sin
descartar algún tipo de stress nutricional y/o mecánico, sumado a
enfermedades degenerativas articulares de leve a moderada evolución que
afectaron particularmente a la pata del animal. Seguramente también se
vieron afectadas otras articulaciones, como la cadera y la columna
vertebral, sugiriendo potencialmente estas últimas afirmaciones por la
ausencia de otros restos para examinar de este mismo individuo.
Luego de los estudios realizados, podemos proponer como hipótesis, que
el individuo de Stegomastodonte, tuvo una importante lesión en partes
blandas mucho tiempo antes a su muerte. Estos daños en el esqueleto
muscular produjo como reacción defensiva, el desarrollo de cartílago y
sobrehueso reemplazando las partes blandas ausente, como respuesta a una
lesión inicial, provocada por el ataque de algún depredador o un
accidente (en ambos casos acompañado por graves heridas, inflamación de
la pata e infección).
 |
Al curarse y
sobrevivir con la ayuda de su manada, facilitándole comida y
protegiendo al individuo herido y lesionado por largo tiempo de
otros depredadores, supero la lesión, quedando como consecuencia
de la misma la formación de miositis osificante, provocándole
posibles cambios morfológicos de carácter funcional, es decir,
la forma de apoyar la pata, la forma de caminar, o el tiempo de
marcha, lo que provoco la presencia de otras enfermedades
oportunistas, como la osteoartritis, originada por el mal apoyo
del miembro posterior afectado, con lecciones repetitivas por su
actividad diaria de desplazamiento, observado en amimales
actuales y fósiles con gran peso. |
A nuestro entender, es la primera descripción de este
conjunto de enfermedades asociadas para grandes gonfoterios
sudamericanos.
Bibliografía sugerida
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Libro de Resúmenes.
El Yacimiento Paleoicnologico de
Pehuen Có.
Fragmento del Articulo: Magnussen Saffer,
Mariano (2005). El Yacimiento de Icnitas de Pehuen Co. Naturaleza
Pampeana, pasado y presente. Publicación digitalizada del Museo
Municipal Punta Hermengo.
marianomagnussen@yahoo.com.ar
En la costa del suroeste bonaerense
posee un abundante registro de pisadas antiguas y en Pehuencó se ha
descubierto el yacimiento paleoicnológico [paleo=antiguo; icno= traza o
huella; logos=ciencia] más importante de toda América.
Estas
huellas representan a una comunidad de animales que vivió hace unos 12
mil años, en este continente. Además toda esa comunidad y las rocas que
las contienen nos están contando una historia de un clima diferente, de
animales que no viven más y de no hace tanto tiempo. Nos están
advirtiendo de extinciones, de cambio de clima que nos pueden ayudan a
la proyección de nuestro futuro. Hay grandes cambios climáticos, pero
quienes estudiamos a las rocas ya lo sabemos. A veces para proyectar un
pueblo cerca del mar, un camino, debemos tener en cuenta esa historia.
No es solamente información, es supervivencia conocer nuestro pasado.
El yacimiento de huellas fósiles se prolonga a la
largo de la costa por más de tres kilómetros, a la altura de la playa
media y alta, entre Pehuen Co y Monte Hermoso. Pero además las capas de
rocas, que forman como una escalinata que baja hacia el mar, se
extienden hasta debajo del médano. Eso no da esperanzas de que algo se
vaya a conservar para el futuro.
 |
Las huellas se descubrieron en 1986 después de una
gran marejada. Por momentos, el yacimiento permanece cubierto con arena
y entonces la gente que pasa por el lugar no lo ve y provoca
involuntariamente daños en las rocas que están debajo de la arena.
Después de un fuerte viento desde el mar se pueden
destapar en diferentes sectores y es así como se descubren nuevas
icnitas. |
En estos momentos, se están haciendo campañas que
incluyen investigación, tomas de moldes y de fotografías, y la obtención
de la mayor cantidad de datos para que quede un registro para el futuro,
sobre todo de lo que se va destruyendo no sólo por la acción humana sino
porque se está elevando el nivel del mar. Como consecuencia de ello, en
nuestras costas tan planas la erosión marina avanza tierra adentro,
descubriendo nuevas capas con huellas y huesos.
Cuando quedan expuestas, las observamos
minuciosamente, las fotografiamos y sí se justifica, hacemos moldes
porque hay miles de pisadas.
 |
Este sitio ha sido investigado por S. Aramayo y T.
Manera de Bianco, quienes han registrado centenares de pisadas de
mamíferos y aves del Pleistoceno superior entre 12.000 y 9000 años antes
del presente a lo largo de más de 3 km de afloramientos. La fauna
representada es notablemente variada y las pisadas son atribuibles, por
una parte, a animales que se han extinguido: megaterios, milodontes,
gliptodontes, camélidos de gran talla, macrauchenia, osos y mastodontes;
por otra lado, a especies actuales como cérvidos, pumas, guanacos, un
carnívoro semejante al aguará guazú, zorros, ñandúes, flamencos,
perdices y aves acuáticas, semejantes a los que habitan en la
actualidad.
|
Los sedimentos que
contienen las pisadas están apoyados sobre depósitos de edad
pleistocénica -hace más de 10.000 años- expuestos en la zona intermareal
de la playa. La unidad que corresponde al Holoceno se inicia con capas
esencialmente arcillosas de color gris claro, laminadas, con delgadas
intercalaciones de arenas. Aquí es donde se observa la mayor densidad de
pisadas. Por encima se disponen sucesivos bancos de arena, entre los que
se intercalan delgadas láminas de arcillas. Es en estos contactos donde
se han detectado las pisadas mejor preservadas, que son poco profundas y
muchas conservan aún sus rellenos.
Sobre las icnitas se hicieron moldes en una parte
ínfima del yacimiento, de las huellas de un perezoso gigante,
posiblemente un Lestodon, que es diferente al megaterio.
En el verano que pasó se hallaron las marcas del pelaje en las huellas
grandes de megaterio. Hace unos años, 36 huellas seguidas de megaterio
que tenían unos 90 centímetros cada una, conforman el pisadero mas largo
y llamativo del yacimiento.
 |
Hay huellas aisladas o rastrilladas
enteras: un caminito dejado por un animal que fue circulando y que a
veces desaparece. Aquí era un lugar donde se acumulaba agua dulce y
en los bordes había barros. Entonces el animal caminaba desde un
sitio seco hasta el agua.
Para que se conserve un registro
paleoicnologico tan frágil como el de las pisadas de megamamiferos u
otros vertebrados mas pequeños, deben darse una serie de eventos en
un orden adecuado. En el caso estudiado, un ambiente de relativa
quietud (de baja energía), como las aguas de una laguna costera,
favoreció la preservación. |
El orden de los eventos fue el
siguiente:
1.- Debajo del agua se depositó una
capa de grano fino que fue importante para registrar los detalles con
mayor fidelidad.
2.- El sedimento de las márgenes, al
quedar expuesto al aire, perdió parte del agua de los poros y adquirió
cierta plasticidad, deformándose parcialmente con el peso de los
caminantes.
3.- Luego de impresas las pisadas, el
agua debió cubrirlas rápidamente pero con baja energía. Las huellas que
se conservaron no quedaron expuestas por mucho tiempo, pues en caso
contrario se hubieran borrado. De este modo, perduraron las más cercanas
al borde de la laguna, y es lo que determina que los sitios con pisadas
estén, casi siempre, en las márgenes de antiguos cuerpos de agua.
4.- Con posterioridad a su
enterramiento, el depósito no sufrió grandes transformaciones hasta que
fue erosionado por un agente "sutil" como el agua. En este caso, el mar
al penetrar entre la huella y su relleno hizo que se separaran dejando a
la vista la impronta. Sin embargo, en la medida en que la erosión marina
actúa sobre los sedimentos con pisadas, las destruye. Al principio
remueve el relleno y la marca de la pata queda a la vista; luego, como
la acción abrasiva continúa, comienza a afectar la huella hasta que la
borra totalmente. Este proceso es casi imposible de detener, pero en la
medida en que el mar va erosionando algunas pisadas, deja otras tantas
al descubierto.
Los moldes son importantes porque se obtiene un
negativo en tres dimensiones de lo que está impreso en la roca. Ahora se
guardarán en el Museo de Ciencias Naturales `Carlos Darwin` en forma de
moldes, pero sirven para hacer réplicas (copiar lo que ahora está en la
playa) y analizar un montón de detalles que se utilizan para el estudio.
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Rastrillada de
Megatherium. |
El autor junto al
cráneo de un Megaterio. |
El material sintético que se emplea se llama caucho
siliconado, que es muy caro, pero por suerte ahora las técnicas
requieren de poca cantidad que se combina con un respaldo de poliuretano
y resina con fibra de vidrio que hace base resistente para después tomar
copias.
Todo conlleva a que necesitemos de buen tiempo, que
no siempre se da. Se realiza una campaña de 10 días, en la cual se
emplean algunos de ellos para tomar moldes. Pero cuando no se realizan,
se llevan a cabo mediciones con GPS y teodolito para llevar hace un mapa
del yacimiento. Y se toman muestras del sedimento para hacer diferentes
estudios. Las huellas quedan fantásticas.
Ahora se encuentra un
stock
bastante importante de moldes, en el depósito del Museo de Punta Alta,
realizando nuevas campañas para ir acrecentando la colección.
Fuentes: XVIII Jornadas Argentinas de
Paleontología de Vertebrados. Bahía Blanca 2002. Museo Municipal de
Ciencias Naturales Carlos Darwin. Fotografías de Daniel Boh.
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