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Cuando las primaveras empezaron a tener flores.

Por Mauro Gabriel Passalia, Magdalena Llorens, Valeria Pérez Loinaze y Ari Iglesias. Publicada originalmente en Ciencia Hoy. Volumen 26 Número 154.Adaptada para este Sitio.

Entre hace 118 y 66 millones de años la presencia de las plantas con flores cambió el aspecto de los bosques que cubrían la Patagonia.

La historia evolutiva de las angiospermas patagónicas

Si miramos a nuestro alrededor, podremos advertir que la mayor parte de las plantas producen flores, característica por la cual los botánicos las clasifican en un grupo denominado angiospermas, que incluye alrededor de 400 familias y cerca de 300.000 especies. Estas exceden el número conjunto de especies de briofitas (musgos y afines), pteridofitas (helechos) y gimnospermas (entre ellas coníferas, cícadas y el caso único del Ginkgo biloba).

Actualmente, las angiospermas dominan prácticamente todas las comunidades vegetales (hay angiospermas incluso en la Antártida). Presentan una notable diversidad de formas, colores y tipos de crecimiento; pueden ser desde pequeñas hierbas, epífitas y trepadoras hasta arbustos y grandes árboles. Se caracterizan por diferentes mecanismos fisiológicos que les permiten optimizar la captación de luz y evitar la pérdida de vapor de agua, lo mismo que por diversas maneras de polinización y de dispersión de sus semillas, como consecuencia de lo cual pueden subsistir en muy variados ambientes.

Este mundo florido que conocemos hoy, sin embargo, no siempre fue así. A lo largo de la historia de la Tierra, las comunidades vegetales estuvieron dominadas por diferentes grupos de plantas, lo cual en muchos momentos daba a la vegetación un aspecto muy diferente del actual.

Los restos fósiles más antiguos de plantas que se pueden clasificar como angiospermas tienen una edad de unos 140Ma, es decir, datan del período cretácico (más concretamente del Cretácico inferior). Se estima que las angiospermas se originaron en zonas próximas al ecuador y de allí migraron a latitudes medias y altas de ambos hemisferios, lo cual habría de ocurrir a lo largo de los siguientes 20 a 30Ma.

Si tenemos en cuenta que la edad de la Tierra es de aproximadamente 4500Ma, y que los registros más antiguos de gimnospermas tienen unos 350Ma, podremos apreciar que la presencia y luego el dominio de las angiospermas en las comunidades vegetales es relativamente reciente.

El estudio de fósiles de angiospermas –impresiones de hojas, flores, granos de polen y petrificaciones de tallos– permite conocer cómo fue el proceso de origen, diversificación y dispersión temprana de esas plantas. En los fósiles, sin embargo, debido a su índole usualmente fragmentaria, solo se logra reconocer algunos de los caracteres morfológicos o anatómicos que definen una angiosperma actual. Además, en sus orígenes las plantas con flores podrían haber tenido un aspecto bastante diferente del que tienen sus actuales congéneres, o incluso haber compartido ciertas similitudes con otros grupos de plantas. Por eso, si bien afirmamos que el registro más antiguo aceptado de angiospermas ronda los 140Ma, debe considerarse que se han identificado fósiles aún más antiguos con algunos pero no con todos los rasgos de las angiospermas, lo que impide clasificarlas como tales de manera irrefutable.

Por otro lado, análisis conocidos como relojes moleculares, basados en la información genética de angiospermas actuales, sugieren que las primeras plantas integrantes del grupo podría tener una antigüedad de entre 140 y 180Ma y quizá de hasta 275Ma, mucho mayor que la deducida del registro fósil.

El registro fósil de las angiospermas primitivas

Las flores no son los fósiles más abundantes de este grupo de plantas. Más cuantiosa es la evidencia de hojas y granos de polen, aunque también pueden hallarse madera, semillas y frutos. Lo anterior se suele encontrar como órganos aislados, pero en ocasiones se tiene la fortuna de dar con fragmentos conectados entre ellos, como ramas con hojas o frutos, flores con polen, etcétera.

Las angiospermas tienen hojas de forma variada. Pueden ser simples o compuestas y las segundas estar configuradas por diferentes números de foliolos, por ejemplo, tres como el trébol o varios como las rosas. Pueden tener láminas y peciolos más o menos desarrollados, márgenes lisos o dentados, presentar grandes lóbulos, etcétera.

Se distinguen de las hojas de otros grupos de plantas por su red de múltiples venas que se ramifican y se unen para constituir una compleja red de irrigación, la cual distribuye de manera muy eficiente agua y productos fotosintéticos y confiere a las angiospermas una alta tasa de crecimiento en comparación con la de otros grupos vegetales. Algunos estudios sugieren que esta particularidad es una de las causas de la alta capacidad competitiva de las angiospermas en muchas de las comunidades vegetales que hoy conocemos, y uno de los factores que explicarían el creciente dominio del grupo a lo largo del Cretácico.

La forma de las hojas fósiles y el tipo de su red de venas permite a los paleontólogos compararlas con hojas de especies actuales para establecer su clasificación botánica, por ejemplo, para determinar a qué familia de angiospermas podría pertenecer la planta que dio origen a un determinado tipo de hoja fósil.

En el regstro fósil también son relativamente abundantes los granos de polen de angiospermas tempranas, estructuras reproductivas microscópicas que contienen los gametos masculinos dentro de una pared muy resistente de esporopolenina. Esa pared es lo que se preserva como fósil y el estudio de sus características morfológicas suele permitir comprender cómo fueron evolucionando las angiospermas así como, muchas veces, relacionar los grupos extinguidos de ellas con los actuales.

Las primeras angiospermas del sur patagónico

En el sur de la Argentina existen varios sitios con fósiles de angiospermas que permiten inferir cómo fue la historia de dicho grupo de plantas en esa región. Los fósiles hallados dan cuenta de tres momentos clave en su proceso evolutivo durante el Cretácico. Son ellos: (i) el de los primeros registros (correspondientes a fósiles encontrados, entre otros lugares, en rocas del grupo geológico llamado Baqueró); (ii) el de una primera diversificación (fósiles de la formación geológica Kachaike), y (iii) el de una segunda diversificación, con incremento de su abundancia relativa en algunas comunidades vegetales (fósiles de la formación geológica Mata Amarilla).

En el centro y norte de la provincia de Santa Cruz hay un conjunto de rocas sedimentarias con abundante contenido de plantas fósiles muy bien preservadas. Los geólogos dieron a esas rocas el nombre de grupo Baqueró; datan –igual que los fósiles que hay en ellas– de entre hace unos 118 y 114Ma, es decir, del Cretácico inferior, y contienen fósiles de angiospermas que están entre los más antiguos que se han encontrado en el hemisferio sur.

Por esto, son de gran importancia para entender las características de esas primeras plantas con flor, así como el papel que desempeñaban en las comunidades vegetales patagónicas de entonces.

Aun cuando todavía tenemos mucho por descubrir, ya disponemos de varias piezas que permiten ir armando el rompecabezas de la evolución temprana de las plantas con flor en el sur patagónico, tarea que comenzaron los trabajos pioneros de Sergio Archangelsky y Edgardo Romero.

Con los datos de que hoy disponemos, pensamos que las primeras angiospermas en tierras que hoy forman la Patagonia florecieron hace unos 118Ma, en ambientes acuáticos o cercanos a cuerpos de agua. Más tarde, a lo largo del Cretácico medio y tardío, entre hace 90 y 66Ma, las angiospermas dominaron las floras de una gran diversidad de ambientes. Durante los períodos siguientes –el Paleógeno y el Neógeno–, se produjo la aparición y radiación de otras dos familias de angiospermas, las poáceas (pastos o gramíneas) y las asteráceas (entre ellas las margaritas; véase el artículo ‘La evolución temprana de las asteráceas’, en este mismo número). A partir de ese momento, la Tierra comenzó a tener paisajes semejantes a los que conocemos en la actualidad.

Lecturas Sugeridas

Archangelsky S et al., 2009, ‘Early angiosperm diversification: Evidence from southern South America’, Cretaceous Research, 30: 1072-1083.

Doyle JA, 2012, ‘Molecular and fossil evidence on the origin of angiosperms’, Annual Review of Earth Planetary Sciences, 40: 301-326.

Pramparo MB et al., 2007, ‘Historia evolutiva de las angiospermas (Cretácico-Paleógeno) en la Argentina a través de los registros paleoflorísticos’, Ameghiniana, 11: 157-172.


El tiburón más grande de todos los tiempos.

Por Sergio Bogan. Fundación Azara. Universidad Maimonides. Publicado originalmente en la Revista Azara, Volumen 2, número 2 (2014). Fragmento de la publicación original. Imágenes de nuestro archivo.

De Colección. Joyitas de la Fundación Azara. Dientes del gran Megalodon. La formación y conservación de colecciones científicas se encuentra entre los objetivos v la Fundación Azara desde su misma creación. Actualmente la Fundación alberga miles de ejemplares geológicos, paleontológicos, biológicos y antropológicos, muchos de los cuales integraban originalmente las colecciones de grandes exponentes de la ciencia en la Argentina. Dar a conocer este importante acervo es una forma de mantener viva la dedicación, pasión y sabiduría de esos personajes. Día a día, las colecciones de la Fundación siguen creciendo y son consultadas permanentemente por nuevos investigadores, para contribuir así, progresivamente, a la construcción colectiva al condimento científico.

Los restos fósiles han cautivado al hombre desde tiempos muy remotos. A través de la historia, se dieron distintos tipos de explicaciones mágico/religiosas para dar cuenta del origen de tales elementos.

Una de esas explicaciones, relacionada con los relatos bíblicos, sostenía que los fósiles de animales extintos correspondían a criaturas que no habían sobrevivido al diluvio universal. Con el desarrollo de la ciencia moderna, la historia de la Tierra fue dejando de ser vista en términos religiosos y su antigüedad se extendió mucho más de lo que las escrituras sostenían.

<<<Diente de Carcharocles megalodon.

Los fósiles fueron tomando una importancia trascendental en los gabinetes de los naturalistas y académicos, quienes se encargaron de su colección y estudio en forma cada vez más sistemática. La colección paleontológica de la Fundación Azara posee más de 1.500 restos fósiles, provenientes de distintas donaciones. Todas las piezas originales se encuentran registradas ante la Dirección General de Patrimonio e Instituto Histórico de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires conforme a lo que marca la ley nacional 25.743.

Esta colección es un patrimonio científico de consulta pública, que le permitirá a las actuales y futuras generaciones de investigadores acrecentar el conocimiento sobre la evolución de la vida.

El megalodón o megalodonte (nombre que significa "diente grande") es una especie extinta de tiburón que vivió aproximadamente entre 28 y 15 millones de años atrás, durante el Cenozoico. Científicamente se lo conoce con el nombre de Carcharocles megalodon y es considerado como uno de los mayores depredado-res en la historia de los vertebrados.

Los estudios sugieren que C. megalodon lucía en vida corno una versión corpulenta del gran tiburón blanco actual (Carcharodon carcharias), con un tamaño que rondaba entre los 16 y 20 metros. Los restos fósiles indican que este tiburón gigante tuvo una distribución muy amplia alrededor de los mares de todo el mundo. Dado que los esqueletos de los tiburones están formados casi en su totalidad por cartílagos, la mayor parte del cuerpo de estos animales se degrada luego de la muerte.

<<<Ingresion marina, durante el Mioceno.

Solo se preservan fosilizados los dientes, y en ocasiones, los centros vertebrales. Las mandíbulas de C. megalodon estaban compuestas por un total de cerca de 276 dientes, dispuestos en cinco hileras. Los dientes de este tiburón son de forma triangular, robustos, de gran tamaño, con bordes finamente aserrados, y una amplia banda lingual en la base de la corona. La fuerza de las mandíbulas de este colosal tiburón puede apreciarse al ver las profundas marcas de mordidas que presentan muchos huesos fósiles de ballenas antiguas.

Una curiosidad sobre el megalodonte

Por mucho tiempo, los fósiles de dientes de megalodonte fueron conocidos en Europa con el nombre de glossopetras o “piedras lengüeta" y se dudaba mucho de su origen biológico. No fue sino hasta 1667 que se identificó en forma certera.

El primero en hacerlo fue el naturalista dances Niels Stensen o Nicolás Steno (1638-1686), quien luego de diseccionar un tiburón actual, notó la gran similitud que existía entre los dientes de ese ejemplar y las "piedras lengüeta", y propuso que los sedimentos que contenían esos restos habían constituido en el pasado el fondo de un mar habitado por gigantescos tiburones.

La presencia del megalodonte en la Argentina

En la Argentina, el registro fósil de este mega-tiburón está bien fundado dado que su hallazgo es usual entre los sedimentos marinos de las mesetas patagónicas así como también en las barrancas del río Parana.

Durante el mioceno Inferior (aproximadamente 20 millones de años atrás) el océano atlántico cubrió gran parte de la Patagonia, en un proceso conocido como transgresión marina “Patagoniense”.

Los registros fósiles de esta época son abundantes en dientes de C. megalodon especialmente en la provincia de Río Negro y en el norte de Chubut, lo que podría estar indicando que esta especie trataba de evitar las aguas más frías del sur de Chubut y Santa Cruz.

Imágenes de archivo.

Hace 9 millones de años, durante la transgresión marina denominada del “Paranense” o “Entrerriense", el mar volvió a inundar una pequeña parte del norte de Patagonia y penetró fuertemente por la llanura chaco-pampeana cubriendo con sus aguas gran parte del litoral argentino. Esta ingresión marina dejo tras de sí, sedimentos que contienen abundantes restos fósiles de megalodontes en la actual provincia de Entre Ríos, así como también en el norte de la Patagonia.

Bibliografía Consultada;

Sergio Bogan. (2014). El tiburón más grande de todos las tiempos.  Revista Azara. Fundación Azara. Universidad Maimonides. Publicado originalmente en la Revista Azara, Volumen 2, número 2.


El origen de los Camélidos fósiles y actuales de América del Sur.

 Por Mariano Magnussen Saffer, Laboratorio de Paleontología del Museo de Ciencias Naturales de Miramar, Provincia de Buenos Aires, Republica Argentina. Fundación Azara. Publicado en Paleo - Revista Argentina de Paleontología. Ilustraciones de Daniel Boh. marianomagnussen@yahoo.com.ar

Los camélidos son una familia de mamíferos artiodáctilos. Actualmente representados en América del Sur, habitando desde las alturas andinas hasta Tierra del Fuego y el Chaco. De las cuatro especies de camélidos sudamericanos, dos son domésticas (llama y alpaca) y dos son silvestres (guanacos y vicuñas). Todas habitan ambientes áridos y altos, y sólo el guanaco lo hace en zonas a nivel del mar, cuya distribución fue mucho más amplia en la antigüedad.

Otros camélidos reconocibles están agrupados en cuatro especies del genero Camelus, conocidos como camellos, que habitan llanuras secas de África y Asia.

Los camélidos son estrictamente herbívoros, con largos y delgados cuellos y piernas prolongadas. Se diferencian de los rumiantes porque su dentición muestra rastros de incisivos centrales vestigiales en el maxilar superior, y la presencia de dientes caninos verdaderos, separados de los premolares

No tienen pezuñas, pero a cambio tienen dos dedos con uñas en cada pie y almohadillas plantares. La mayor parte de su peso recae en estas almohadillas resistentes y fibrosas. En el caso de los camélidos andinos, tienen la capacidad de utilizarlas para ganar más agarre en los terrenos rocosos y en las llanuras aferrarse mejor a terrenos húmedos para poder correr y alejarse de los depredadores, entre otras características.

<<<Hemiauchena paradoxa.

En términos paleontológicos, se conocen al menos ocho géneros extintos, con formas y tamaños sorprendentes, y algunos de ellos llegaron a Sudamérica hace unos 3 millones de años antes del presente.

Los Camélidos se originaron en Norteamérica, continente del cual migraron grupos de animales en diferentes épocas hacia Eurasia y Sudamérica. Algunos de los primeros registros fósiles de Camélidos se originan en el Eoceno medio superior, hace 45 millones de años, con la especie Protylopus petersoni, con una talla no mayor a los 30 centímetros, llegando a formas gigantes como Paracamelus gigas, que  emigro a Asia por el estrecho de Behring, diversificándose en las dos especies de camellos que allí existen actualmente. La diferenciación y especialización, ha sido el producto de un proceso evolutivo de millones de años.

Durante el Oligoceno algunos camélidos primitivos desarrollaron cuellos largos que les permitió ver sobre los árboles y arbustos, y tenían cuatro dedos bien diferenciados. Pero en el Mioceno perdieron los dedos laterales, como forma de adaptación a nuevos ambientes. Los primeros tipos de camélidos probablemente no tenían joroba y se parecían a las llamas.

Los hallazgos de restos fósiles muestran que hace aproximadamente 20 millones de años, los camélidos dominaban las zonas planas de América del Norte. Un estudio detallado de estos restos permitió clasificarlos en cuatro grupos con características propias y representadas por los géneros TitanotylopusParacamelusMegatylopus y Hemiauchenia.

Debido al enfriamiento de la tierra durante el Mioceno y el Plioceno, las sabanas se incrementaron y los camélidos sufrieron procesos selectivos que dieron lugar a adaptaciones a las nuevas condiciones, como el alargamiento de sus patas, la aparición de coronas en sus dientes, necesarias para masticar los pastos. A partir del Plioceno y el Pleistoceno la temperatura empezó a ser más variada en todo el globo terrestre.

<<<Restos de Hemiauchena paradoxa. Museo de La Plata.

Para este momento, ocurre la conexión continental entre América del Norte y América del Sur, con la formación del Istmo de Panamá, lo que genero el suceso denominado “El Intercambio Biótico Americano “ (GIBA), cuya consecuencia de estos cambios fue la llegada de nuevos depredadores a Norte América y, por otro lado, el hecho de que los camélidos que habían emigrado se encontraran con depredadores nativos de dichos lugares (marsupiales del tamaño de un oso o aves del terror), por lo cual, el mejor mecanismo de defensa fue la huida hacia entornos desérticos y abiertos.

El registro más primitivo de la familia Camelidae, corresponde al Plioceno de Barranca los Lobos, entre las ciudades de Mar del Plata y Miramar (Provincia de Buenos Aires, Argentina) en la Formación San Andrés (edad Uquiense), y para el Pleistoceno se hallaban bien diferenciados HemiaucheniaPaleolama (de tamaño mayores que los representantes actuales) y Lama.

Uno de los grandes camélidos que se adaptaron a las condiciones sudamericanas fue Hemiauchenia paradoxa. Esta especie fue descrita originalmente en el año 1880 por el paleontólogo y entomólogo francés François Louis Paul Gervais y el naturalista argentino Florentino Ameghino.

Su apariencia era semejante a la de una llama o guanaco contemporáneo, pero su altura superaba la de un camello viviente de Asia y África, unos 2,5 metros aproximadamente. Se alimentaba principalmente del pastoreo y sus restos son muy abundantes. Poseía miembros robustos, metapodos cortos y mandíbula mesognatas y bajas.

<<<Acumulación antropica de restos óseos de Lama guanicoe, en el sitio arqueológico Nutria Mansa 1. Tres mil años de antigüedad.

En cambio, Lama guanicoe fue de menor tamaño y es el guanaco actual, cuyos restos fósiles son conocidos desde el Pleistoceno por Lama gracilis. Su registro desaparece hace solo unos siglos atrás, calculados en el siglo XVI y XVII en la provincia de Buenos Aires donde era muy abundante, pero con presencia en las regiones de Patagonia, Cuyo y Norte argentino.

Desde la llegada de los primeros grupos humanos cazadores, se convirtió en una presa muy usual, cuyos restos óseos son los más comunes entre los grandes mamíferos en sitios arqueológicos. Uno de ellos fue el sitio Nutria Manza 1 (entre los Partidos de General Alvarado y Lobería). Por lo general, en todos los casos en que los restos de Lama guanicoe aparecen acumulados por manipulación antropica, se trata de huesos largos fracturados, ya que los aborígenes consumían la medula ósea.

En la Provincia de Buenos Aires se han hallado en la localidad de Pehuen-Co, un sitio paleoicnologico con numerosas pisadas en las orillas de un pantano ya desaparecido, como así también en las localidades de Santa Clara del Mar y Miramar. Estas trazas fósiles son coherentes con la presencia y antigüedad de estas especies.

En el sitio arqueológico Paso Otero 5 en la localidad bonaerense de Necochea, se recuperaron restos óseos de este gran camélido con evidencia de que convivió con grupos humanos.

Sus restos se han colectado en Sudamérica desde Bolivia, hasta el sur de la Patagonia, incluyendo Chile, Uruguay, y gran parte del resto de Argentina.

<<<Icnita (huella) de Lamaichnum guanicoe, asignable a Lama.

Hace unos 10 a 12 mil años atrás, en la época más fría del Pleistoceno, se extinguieron todos los camélidos que habitaban en América del Norte, en donde se habían originado. En América del Sur desaparecen los Hemiauchenia y los Paleolama, y quedan solamente los camélidos de menor tamaño del género Lama y Vicugna.

Bibliografía Sugerida;

Aguirre, M. L. 1995. Cambios ambientales en la región costera bonaerense durante el cuaternario tardío, evidencias malacológicas. 4  jornadas geológicas y geofísicas bonaerense.(Junin), actas 1: 35-45.

AMEGHINO, F. 1888. Rápidas diagnosis de mamíferos fósiles nuevos de la República Argentina. Buenos Aires, Obras Completas, 5:471-480.

AMEGHINO, F. 1889. Contribución al conocimiento de los mamíferos fósiles de la República Argentina. Actas de la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba, 6:1-1027.

BERTON, M. (1992). Dinosaurios y otros animales prehistóricos. Ediciones Lrousse Argentina S.AI.C.

Björn Kurtén and Elaine Anderson Pleistocene Mammals of North America (New York: Columbia University Press, 1980), p. 301.

Bonomo M. y A. Matarrese 2006 Investigaciones Arqueológicas en la Localidad Nutria Mansa. En INCUAPA 10 AÑOS: Perspectivas en Arqueología Pampeana Contemporánea, editado por G. G. Politis. Facultad de Ciencias Sociales, UNCPBA, Olavarría. En prensa.

Bonomo, M. 2005  Costeando las llanuras. Arqueología del litoral marítimo pampeano. Sociedad Argentina de Antropología, Colección Tesis Doctorales, Buenos Aires.

Deraco, M.V.; Scherer, C.D.; Powell, J.E. (2007) Sobre Hemiauchenia paradoxa del Pleistoceno del río Dulce, Provincia de Santiago del Estero, Argentina. Boletim informativo da Sociedade Brasileira de Paleontologia. pp. 47

Fidalgo, F; Meo Guzmán, L; Politis, G; Salemme, M. y Tonni E. 1986. Investigaciones arqueológicas en el sitio 2 de Arroyo Seco (Partido de Tres Arroyos, provincia de Buenos Aires, Republica Argentina). New Evidence for the Pleistocene Peopling of the Americas. Center for the Study Of Early Man. Alan Bryan Ed. Orono Maine.

Likius, Andossa; Brunet, Michel; Geraads, Denis; Vignaud, Patrick (2003). "The oldest Camelidae (Mammalia, Artiodactyla) of Africa : new finds from the Mio-Pliocene boundary, Chad". Bulletin de la Société Géologique de France. 174 (2): 187–193.

Magnussen Saffer, Mariano. 2015. Los mamíferos, aves, reptiles y anfibios que coexistieron con el hombre en el holoceno pampeano. Paleo Revista Argentina de Paleontología. Boletín Paleontológico. Año XIII. 128: 28-29. 

Menegaz, A.N.; Ortíz Jaureguizar, E. 1995. Los Artiodáctilos. In Evolución biológica y climática de la región Pampeana durante los últimos cinco millones de años. Un ensayo de correlación con el Mediterráneo occidental (Alberdi, M.T.; Leone, G.; Tonni, E.P.; editores). Museo Nacional de Ciencias Naturales. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Monografías, p. 311-337. Madrid.

Menegaz, A. N. (2000). Los camélidos y cérvidos del cuaternario del sector bonaerense de la región pampeana. Tesis doctoral, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata. 214 pp.

NOVAS, F. 2006. Buenos Aires hace un millón de años. Editorial Siglo XXI, Ciencia que Ladra. Serie Mayor.

NORIEGA, J.I.; CARLINI, A.A. & TONNI, E.P. 2001. Vertebrados del Pleistoceno tardío de la cuenca del arroyo Ensenada (Departamento Diamante, provincia de Entre Ríos, Argentina). Bioestratigrafía y paleobiogeografía. Ameghiniana, 38(4), Resúmenes: 38R.

Stidham, Thomas A.; Zelenkov, Nikita V. (2016). "North American–Asian aquatic bird dispersal in the Miocene: evidence from a new species of diving duck (Anseriformes: Anatidae) from North America (Nevada) with affinities to Mongolian taxa". Alcheringa: An Australasian Journal of Palaeontology. 41 (2): 222–230.

TONNI, E. 1994. La historia de un arroyo. Un encuentro con los fósiles. Editorial Lumen. 24 Páginas. Idioma Español.

TONNI E. Y PASQUALI R. 1998. Mamíferos Fósiles - Una historia de 65 millones de años. Edición de los autores. Buenos Aires, Argentina. 79 paginas.

Tonni, E. P. Y Fidalgo, F. 1982. Geología y Paleontología de los sedimentos del Pleistoceno en el área de Punta Hermengo (Miramar, prov. Bs. As, Repub. Argentina); Aspectos paleoclimaticos. Ameghiniana 19 (1-2): 79-108.


Serpientes gigantes en América del Sur.

Por Ari Iglesias* y Sebastián Apesteguía+

* Paleontólogo del INIBIOMA (CONICET-UNCO)

+ Paleontólogo de Fundación de Historia Natural Félix de Azara (CONICET-CEBBAD). Publicado en anbariloche.com.ar

Sin duda alguna, hoy en día uno de los animales más escalofriantes que existen son las serpientes. Reptiles raros, alargados, sin patas, cubiertos de escamas, con una lengua inquieta que se conecta a extraños órganos sensoriales en el paladar y que se deslizan sobre su vientre “como una víbora”. Muchas personas son fóbicas a estos curiosos animales, sin embargo cumplen un rol ecológico muy importante en varios lugares.

Las serpientes son el alimento de muchísimas aves, tan hermosas como su propia comida, y son cazadoras de muchas plagas (como los ratones, cucarachas y otras serpientes venenosas). Existen hoy casi 3.600 especies de serpientes, algunas muy venenosas, otras nada venenosas y algunas muy fuertes, capaces de triturar huesos con la constricción de sus músculos. Las conocemos como boas.

Las boas más grandes existentes en el planeta son la Pitón de India, con sus 10 metros de largo y 70 cm de diámetro (llegando a ser mucho más gordas al comerse un buey); y la famosa Anaconda de Sudamérica, con sus 11 metros de largo y 80 cm de diámetro. Como suele pasarnos a los paleontólogos, nos asombramos de estos organismos que hoy viven, pero sabemos que en el pasado el grupo de las serpientes fue mucho más variado y nos alucinamos con los hallazgos de los registros fósiles.

Todo empezó en Patagonia

En una de sus vistas por Argentina, el paleontólogo norteamericano George Gaylord Simpson, halló en 1931 el esqueleto fósil de una serpiente en rocas de 50 millones de años en la localidad de Cañadón Vaca, al sudeste de la Provincia de Chubut. Se estimó la longitud de este animal en hasta 15 metros de largo, y con una cabeza que habría alcanzado unos 70 centímetros de largo, lo que le habría permitido devorar presas de hasta un metro de diámetro. La denominación para este ofidio fue Madtsoia bai, que en lengua tehuelche significaría “abuela de Cañadón Vaca”.

En 1959, el paleontólogo francés R. Hoffstetter reconoce un fragmento de mandíbula de un ofidio de gran porte, procedente de la zona de Gaiman (Chubut), calculando la talla del espécimen entre siete y ocho metros de largo. Aunque las madtsoidas tenían un aspecto y modo de vida semejante al de las boas, no eran parte de ese grupo de serpientes, sino de uno primitivo.

Con el tiempo, se fueron encontrando varios otros registros fósiles en Patagonia y América del Sur en general, indicando que estas grandes constrictoras eran mucho más comunes de lo que se creía. De hecho, pronto fueron hallados sus restos en otros lugares de lo que conformaba el supercontinente de Gondwana (como África, la India, Australia y hasta parte de España). Pero el primer registro fósil, que le dio el nombre a este gran grupo de tempranas constrictoras, las Madtsoiidae, ocurrió en Argentina.

Las boas son un grupo especial de serpientes originadas en Gondwana pero de distribución actual pantropical. En nuestro país tenemos la curiyú de hasta 5 metros y la boa arco iris, la de Amaral y la lampalagua, de hasta 4 metros. En 1901 se describían las primeras serpientes fósiles de la Patagonia, pero no eran gigantes.

Otra gran serpiente con la totalidad de su esqueleto preservado, incluido el cráneo, del Cretácico (80 millones de años) de Neuquén y Río Negro es Dinilysia, que aunque con un tamaño moderado, el fósil permitió reconocer que el cráneo tenía un grado mayor de fusión de sus huesos, por lo que estas serpientes seguramente no podían abrir su boca como para engullir presas muy grandes como en las serpientes modernas.

¿Serpientes con patas?

En el 2006, el paleontólogo argentino Sebastián Apesteguía, descubre en rocas del Cretácico (90 millones de años) en la localidad de La Buitrera (Río Negro), una serpiente de dos metros de largo, que mantiene aún restos bien formados de patas y caderas. La importancia de ese hallazgo fue que mostró que las serpientes más antiguas del mundo vivieron tanto en tierra firme (Najash) como en el océano (Pacyrhachis), por lo que el origen de este grupo debía ser rastreado mucho antes que estos fósiles, probablemente hacia el período Jurásico. Pocos años después, Mike Caldwell (paleontólogo de Canadá) junto con Sebastián Apesteguía y otros paleontólogos, publicaron las primeras serpientes jurásicas. Aunque se supone que también tenían patas, los restos fósiles aún son fragmentarios y no permiten corroborarlo.

Hoy en día, las boas mantienen vestigios de las patas del reptil que le dio origen, pero sobresalen apenas como pequeñas uñas en el borde de la cloaca (ano más poro urinario). Los machos las usan para aferrar a la hembra durante la cópula.

La pérdida de miembros y cinturas y el alargamiento del tronco en las serpientes es un efecto genético sin relación alguna con su utilidad relativa. De hecho, es un accidente que les ha ocurrido también independientemente a otros lagartos actuales como: teióideos, escíncidos, ánguidos y a todos los anfisbénidos. Fantásticos fósiles de reptiles con patas reducidas se han descrito en el Cretácico de Brasil (Tetrapodophis) y en Líbano (Eupodophis), aunque no todos se ligan al origen de las serpientes.

De todos modos, todos los lagartos utilizan movimientos zigzagueantes en su desplazamiento, con o sin patas, por lo que las serpientes solo han intensificado este modo serpenteante. Adicionalmente, las serpientes poseen músculos en las escamas por lo que, moviendo las grandes escamas cuadradas de su vientre, pueden desplazarse aun sin zigzaguear: ¡caminan con las escamas!

La desarticulación de los huesos de las boas, culebras y otras serpientes modernas del grupo de las macrostomadas (de boca grande) les permite deformar su boca y garganta como para expandir los tejidos blandos y de esta forma engullir presas que no podrían entrar de otra forma, sin provocar daños. De esta forma, serpientes poco móviles como las boas comenzaron a ser grandes depredadoras y una vez que comían permanecían inmóviles por semanas mientras actuaba su lenta digestión. Esta estrategia biológica les permitió permanecer sin comer por meses tras engullir solo una gran presa.

¡¡¿Aún más Grandes?!!

En el 2009 se descubre en rocas de 60 millones de años (Periodo Paleoceno), en Colombia, a Titanoboa, una boa gigante cuyas vértebras y huesos de la cabeza permitieron reconstruir un cuerpo de hasta 14 metros de largo con una cabeza de 40 cm de largo, por lo que se estima llegó a pesar más de 1.100 kilos. Si bien de tamaño monstruoso, fue de una talla bastante similar a los descubiertos en el Sur de Argentina.

Los estudios de los dientes de Titanoboa dejaron dilucidar que esta gigantesca boa se habría alimentado de grandes peces, aunque también la fusión de los huesos de la boca, no habrían permitido una apertura hacia alimentos de tamaño descomunal.

Esta boa gigante de Colombia, se halló junto con los restos de un cocodrilo gigante (de metros de largo). Las condiciones tropicales, húmedas y con abundante alimento, habrás sido las propicias para permitir a estos grandes reptiles llegar a esos tamaños tan descomunales. Similarmente, esas condiciones son las que fueron interpretadas como predominantes durante la Era Mesozoica, durante la cual se registran los reptiles más grandes y variados de la historia de la Tierra (entre ellos los dinosaurios).

En 1993, la paleontóloga argentina Adriana Albino, que para entonces trabajaba en la Universidad Nacional del Comahue en Bariloche, describe el hallazgo de una vértebra gigante en las cercanías de la ciudad de Sarmiento (Chubut), en rocas de 50 millones de años. Las características de esa vértebra permitieron reconocer una nueva especie de boa gigante a la que denominaron Chubutophis. Las dimensiones de la vértebra corresponden a la boa de mayor tamaño conocida en el mundo (hasta 18 metros) y por su desarrollo se sabe que aún era juvenil cuando murió (y se preservó).

El registro de este tipo de tamaño de boa en Patagonia y Colombia y la presencia en las mismas épocas y lugares de grandes cocodrilos, indica que en la Patagonia imperaban igualmente condiciones de altas temperaturas, abundante precipitación y libres de heladas (como así también lo atestigua la flora, conteniendo palmeras y bosques tupidos de gran altura).

¿Y… las culebras qué?

Las culebras se reúnen todas dentro de un mismo grupo dentro de las serpientes, denominado Colubroidea (que en Argentina están principalmente representadas por la familia Dipsadidae). Este grupo es uno de los más numerosos hoy en día, pero su registro fósil es casi insignificante en el tiempo geológico -como así lo es el del Hombre-. El grupo de las culebras se registra como fósil desde el período Oligoceno (hace 30 millones de años), seguidas por las serpientes de coral, mambas y cobras (Elápidas) conocidas desde el Mioceno (hace unos 15 millones de años). El hecho de que las dos terceras partes de las serpientes actuales sean Colubroidea (cerca de unas 1.950 especies vivientes) demuestra que se encuentran bien adaptadas a las condiciones climáticas imperantes en el presente momento (más frío) del Planeta. Los portes de las culebras no son para nada espectaculares, pero muchas personas de todas formas les temen. Hoy en día las culebras de climas templados deben hibernar, condición que seguramente no vivieron sus parientes lejanas del Mesozoico y comienzos del Terciario.


Icnofosiles Ordovícicos en espigones y defensas costeras bonaerenses.

Por Mariano Magnussen. Laboratorio de Paleontología del Museo de Ciencias Naturales de Miramar, Provincia de Buenos Aires, República Argentina. Fundación de Historia Natural Félix De Azara. Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados (MACN – Conicet). marianomagnussen@yahoo.com.ar

Publicado como; Magnussen Mariano (2022). Los rastros fósiles más antiguos de la región pampeana en rocas cuarciticas. Paleo, Revista Argentina de Divulgación Paleontológica. Año XV. 158. 47-57.

El Ordovícico es la fragmentación de la escala temporal geológica que pertenece a la Era Paleozoica, y abarca un lapso de 600 a 245 millones de años antes del presente, ósea, mucho anterior a los primeros dinosaurios del Triásico de la Era Secundaria o Mesozoica.

Durante la primera parte de la Era Paleozoica (Cámbrico, Ordovícico y Silúrico), el continente sudamericano estaba unido a África, Antártida, Australia e India formando la masa continental de Gondwana que estaba separada por el mar del norte de América, Europa y Asia, que constituían bloques continentales independientes, ubicados en la franja ecuatorial.

En este momento, la República Argentina probablemente haya estado cubierta casi por completo por las aguas. En el Devónico, América del norte y Europa se unieron en un único bloque llamado Euroamérica, e iniciaron una lenta deriva hacia Gondwana, con la cual comenzó a funcionarse en el Carbonífero.

 

Gondwana en ese momento se encontraba ubicada sobre el polo de rotación con lo cual una gran parte de las tierras estaban cubiertas por gruesos mantos de hielo. Durante el Carbonífero las condiciones climáticas eran muy cálidas y húmedas. El sustrato estaba permanentemente anegado y abundaban los pantanos.

En el periodo Pérmico, Euroamerica se fusiono finalmente con Gondwana, formando el supercontinente Pangea.  Recién a fines de esta Era, los anfibios y reptiles que se habían originado en Euroamerica en el carbonífero, comenzaron a dispersarse hacia Gondwana.

Las algas verdes eran comunes en el Cámbrico Superior y en el Ordovícico. Las primeras plantas terrestres aparecieron en forma de pequeñas plantas no vasculares parecidas a hepáticas.

Los hongos marinos eran muy abundantes en los mares del Ordovícico descomponiendo los cadáveres de los animales y otros desechos. Entre los primeros hongos terrestres podrían haber jugado un papel fundamental en la colonización de la tierra por las plantas a través de la simbiosis micorrizal, que hace los nutrientes minerales disponibles a las células de las plantas.

Se han encontrado hifas de hongos y esporas fosilizados del Ordovícico de Wisconsin (Estados Unidos) con una edad de aproximadamente de 460 millones de años, un momento en que la flora terrestre probablemente constaba sólo de plantas similares a las briofitas.

En el sector bonaerense, es muy rico en restos fósiles en los estratos y sedimentos que componen el subsuelo, cuya importancia ha sido reconocida en el país y en el extranjero, y como se sabe están protegidos por una ley nacional, una ley provincial y ordenanzas municipales.  La misma impide su extracción sin asesoramiento y es obligatorio entregarlos a algún Museo para su conservación o exhibición, ya que suelen tener importancia para la ciencia.

Son más populares los fósiles de mamíferos gigantes de fines de la Era Terciaria y Cuaternaria, constituidos por la Megafauna de los últimos 4 millones de años antes del presente, que se encuentran a lo largo de acantilados costeros o de arroyos.

Pero además de estos, también es posible hallar restos fósiles en otros sitios particulares, como edificaciones urbanas o en las rocas de los espigones que se usan para proteger las playas y acumular arena.

Especialmente en los últimos, debido a su abundancia y distribución en la costa atlántica bonaerense, podemos observar con algo paciencia, que hay gran cantidad de marcas de diverso tipo y tamaño, las cuales corresponden principalmente a marcas o huellas provocadas por animales que vivieron en el fondo arenoso de antiquísimas playas y océanos.

La mayoría de estas rocas fueron extraídas de las canteras de la localidad de Batán y Chapadmalal, cuyos sedimentos tienen una antigüedad de 480 millones de años (correspondientes al periodo Ordovícico de la Era Paleozoica) y están formados principalmente por arena con cuarzo, denominado por los geólogos Ortocuarcita y popularmente, como “Piedra Mar del Plata”.

En esos antiguos tiempos, aún no existía la vida animal fuera de los mares, ya que la temperatura del ambiente terrestre era superior a los 50 grados, he incluso en los polos.  Había un solo océano y comenzaba a separarse el único continente al que se denominó “Pangea”.

Los seres vivos no eran muy parecidos a los de ahora, por lo cual hay que imaginarlos según los moldes que dejaron sus cuerpos, los cuales eran blandos en su mayoría, o las huellas de sus actividades, tales como rastros, excavaciones, desplazamientos, entre otros  

A este último tipo de fósiles se los denomina “Icnitas” o “paleoicnitas”, y son las marcas dejadas por los seres vivos que, en muchos casos, se les ha dado un nombre propio ya que no siempre es posible determinar qué animal provocó esas huellas en particular.

En el caso de las Icnitas halladas en estas rocas, también son denominados como “fósiles problemáticos” ya que si bien, se les ha dado un nombre definido, no se sabe qué las produjo, o si son parte de un mismo individuo o de varios, incluso, a veces cuesta saber si son de origen animal o vegetal.

Si hacemos un recorrido por estos espigones es posible hallar algunas rocas con marcas de diverso tipo. Las más significativas y comunes son las que se parecen a pequeñas herraduras denominadas Herradurichnus y se cree que corresponderían a las marcas dejadas por los Trilobites, que son los artrópodos más comunes de esta Era geológica. También se pueden ver galerías rellenas, que se denominan Scolicia. Estos seres que las formaron seguramente vivían o se trasladaban por debajo de la arena. También se pueden apreciar perforaciones provocadas por gusanos que aparentemente formaban una “U” ya que se las encuentra por ubicaciones pares.

Además, se ha podido analizar que, en muchos casos, y debido a la forma en que se fractura la roca, es posible observar la dimensión de estas marcas, tanto vertical como horizontal, o en diversos estados de erosión, antes que fueran tapadas por otra capa de arena y finalmente endurecidas por el tiempo, por lo que el estudio de estas evidencias se complica y engaña al ojo de los expertos.

<<<En rocas cuarciticas transportadas para defensa costera, se hallan mucho icnofosiles paleozoicos.

Otra marca interesante, es la de las ondas de un fondo marino tranquilo, las cuales se parecen a las actuales, que podemos observar en cualquier playa, o por cualquier superficie blanda por donde se desplazó el agua, las que se denominan “ondulitas”.

A los fósiles hallados en estos lugares se los suele llamar “fósiles urbanos”, y si bien no son muy importantes a nivel científico ya que no se sabe su origen, ni el nivel estratigráfico original, pueden servir para que los docentes y guías puedan mostrar sin grandes riesgos, diversos tipos de fósiles cuyas características son muy extrañas y pueden ser analizados cómodamente, con solo acercarse a una de estas construcciones y pasar una interesante jornada reconociendo marcas e imaginando un mundo tremendamente distante en el tiempo.

Aparte de encontrar estas antiquísimas evidencias de fósiles en rocas trasportadas artificialmente para defensas costeras, espigones y revestimientos de casas y veredas, se las puede hallar naturalmente en todo el sistema serrano de Tandilia y Ventania, disminuyendo por debajo de la superficie hacia el Este, cubiertos por sedimentos más modernos, de origen Cenozoico.

Una curiosidad, es que, en la década de 1920, se encontró un posible yacimiento de petróleo en las inmediaciones de lo que hoy es el predio del ferrocarril de Miramar, pero no se pudo llegar a él, debido a una gruesa capa de roca cuarcitica se encuentra por debajo de la ciudad a inos 180 metros de profundidad, y no pudo ser perforada.

Volviendo a los icnofosiles que hemos observado, y registrado principalmente en los espigones costeros, recordamos que estas rocas están formadas por arenas finas y gruesas de un mar de playas con poca profundidad hace unos 490 a 480 millones de años. Hemos registrado actividades de Trilobites, como zonas de desplazamiento, madrigueras u apoyo sobre la superficie.

Uno de esas marcas se las denomina Rusoficus (Rusophycus) un paragénero de icnofósiles presente en rocas sedimentarias de facies marina profunda, marina superficial, fluvial y lacustre. Es uno de los icnofósiles más representativos de la actividad etológica de trilobites, que, si bien son realizados por una gran variedad de organismos, en esta ocasión son fáciles de interpretar.

Las trazas de Rusoficus son característicamente bilobuladas con simetría bilateral, de pequeño o mediano tamaño, de altura variable y que pueden ser perfectamente paralelas entre sí o fusionarse en su zona posterior. Se corresponden con trazas de reposo al funcionar como cubil o madriguera, de alimentación. Algunos investigadores incluso han sugerido que pudieran tratarse de nidos excavados para depositar huevos. 

Estos icnofósiles fueron interpretados en un principio junto a las trazas de Cruziana como fósiles de vegetales. En 1864 William Dawson publicó un trabajo demostrando que eran rastros de la actividad excavadora de trilobites. Posteriormente en 1873 un estudio similar fue dado a conocer por Alfréd Naforst con más éxito que su predecesor.

Estos fósiles, junto a otros, se han sido registrados en el Ordovícico temprano (480 millones de años) de la Cordillera Oriental, en la Puna, en las Sierras Subandinas, en la Precordillera, y en las sierras de Ventania y Tandilia, en Argentina, como así también en otros lugares del mundo.

Otro icnofosil de esta antigüedad fue encontrado en 2015 en una roca cuarcitica próxima al muelle de pesca de nuestra ciudad. Se trata de icnofosiles de Palaficus es probable que estas marcas se deban a la pista originada por el desplazamiento de anélidos o gusanos marinos de tamaño grande.

Este icnofosil se caracteriza por surcos semirellenos de sutil trazado, flexionados, mostrando a veces giros y superposiciones sumamente variadas. Antecedentes de estos hallazgos corresponden a la Estancia La Celina en la provincia de Buenos Aires en 1945. Se encuentran en sedimentos de arenas cuartiticas de grano fino. El promedio de medida de estas trazas es de 1 metro de longitud, y entre1 y 2 centímetros de ancho.

En algunas oportunidades se encuentra asociados a trazas de otros organismos como Corofides y Tigillites. Además, es estos icnogeneros citados hay muchos otros, pero recuerden que, al ser fósiles problemáticos, su interpretación es más compleja, lo cual no creo necesario ampliar más el tema.

Lo que debemos tener en claro, es que no hemos encontrado vertebrados, ósea, animales con estructura ósea o esqueleto, sino más bien, animales de cuerpo blando, que no se han conservado debidamente, y aunque parezca singular, son marcas de su actividad.

Seguramente, se preguntarán como se preservaron durante casi 500 millones de años estas huellas o trazas.

Bien, estos organismos una vez que realizaron actividades de desplazamiento o fosorial, ósea, por debajo de la superficie, estas muestras eran cubiertas por capas de arena más finas y totalmente distintas al sedimento hospedante, formando por decirlo de una manera práctica, una roca sedimentaria heterogenia. Al endurecerse durante millones de años, llegaron a nuestros días. Algunas de ellas se erosionaron y dejaron al descubierto estas muestras, otras debido a la actividad minera han sido separadas, y es ahí como las divisamos e interpretamos.

Si bien la mayoría de los organismos experimentaron grandes radiaciones adaptativas durante este periodo, hacia fines del mismo se produce la gran primera extinción masiva. La vida marina experimento una crisis con la extinción gradual de Trilobites, Fitoplancton, Braquiópodos, Nautiloideos, Briozoos, y Equidermos. Sin embargo, en los continentes las condiciones climáticas comenzaban a ser favorables para el desarrollo de vida más compleja.

Esas trazas fósiles que se encuentran en nuestra zona, y que podemos hallar en los espigones, se pudieron comparar con registros de las islas Malvinas y también de Marruecos; se trata de huellas que se han hallado en forma exclusiva en los territorios que pertenecieron a Gondwana, el antiguo continente que abarcaba Sudamérica, África, Australia, Nueva Zelanda, isla de Madagascar y Antártida. Es decir, no se han encontrado huellas similares fuera de ese antiguo continente.

Por distintas circunstancias geológicas, los sedimentos posteriores no se preservaron, debido a los distintos fenómenos orogénicos. Es por ello, que en nuestra región no hay sedimentos posteriores, como del Silúrico, Devónico, Carbonífero y Pérmico de la Era Paleozoica, o del Triásico, Jurásico y Cretácico de la Era Mezozoica, por esta razón no se han encontrado dinosaurios en la provincia de Buenos Aires, y sobre todo, no hay sedimentos del Paleoceno, Eoceno, Oligoceno y del Mioceno de la Era Terciaria, y recién afloran en nuestra región, sedimentos del Plioceno, Pleistoceno y Holoceno, los cuales son geológicamente más modernos, y no por ello menos interesantes que los anteriores, siendo pruebas del pasado biológico y geológico de nuestra región en los últimos 4 millones de años.

Estas rocas que vemos a menudo en las defensas costeras, espigones y revestimiento de construcción, parecen algo común, Pero para el ojo observador de un geólogo o un paleontólogo, es una importante muestra de información de la vida del pasado y nos ayuda a comprender el pasado biológico de nuestro planeta.

Para generar un rápido resumen de lo que hemos visto, les recuerdo que la Era Paleozoica la tenemos representada en la provincia de Buenos Aires, en el sistema de Tandilia y Ventania, en el sector serrano.

En nuestro caso, muchas de estas muestras, los sedimentos están presentes en afloramientos geológicos naturales, en el sector noroeste, limitando con el partido de Balcarce, y se lo ha registrado en el subsuelo miramarense.

En forma artificial se los pueden encontrar en rocas que conforman los espigones, defensas costeras y revestimientos de construcción. Las misma, proceden de canteras de roca cuarcitica, en la zona de Batan y Chapadmalal.

Tienen un origen marino, durante el ordovícico, hace 480 millones de años antes del presente, y contiene una importante variedad de fósiles problemáticos, ósea, icnofosiles, que son huellas o marcas de actividad de animales y plantas, que vivían en mares de poca o prolongada profundidad, en una época en donde a la vida no existía aun en tierra firme, debido a la alta temperatura terrestre y el pobre oxígeno.

Estas rocas que vemos normalmente, estas formadas por capas de arenas finas y gruesas de un antiguo mar, donde hemos podido colectar y documental fielmente la vida primitiva que quedo preservada en el tiempo. Así que, la próxima vez que vayas a la costa bonaerense, recorre los espigones a ver si encuentras un icnofosil, nosotros, ya tenemos un amplio registro.

Bibliografía sugerida:

Aceñolaza, F.G., 1978. El Paleozoico Inferior de Argentina según sus trazas fósiles. Ameghiniana 15(1-2), 15- 64. Buenos Aires.

Aceñolaza, F.G. and Ciguel, H., 1987. Análisis comparativo entre las formaciones Balcarce (Argentina) y Furnas (Brasil). 10º Congreso Geológico Argentino, 1: 229-305. Tucumán.

Aceñolaza, F.G. and Baldis, B.A., 1984. The Ordovician System in South America: Correlation Chart and Explanatory Notes. International Union of Geological Sciences, Publication 22, 68 pp. Oslo.

Albanesi, G.L., Esteban, S.B. and Barnes, C.R., 1999. Conodontes del intervalo del límite Cámbrico- Ordovícico en la Formación Volcancito, Sistema de Famatina, Argentina. Temas Geológico-Mineros ITGE, 26: 521-526. Madrid.

Borrello, A. 1966b Trazas y cuerpos problemáticos de la Formación La Tinta, sierras Septentrionales de la provincia de Buenos Aires. Publicación especial de la Comisión de Investigaciones Científicas de la provincia de Buenos Aires, Fascículo 5, 1-42, 46 pl. La Plata.

Del Valle, A., 1987b. Nuevas trazas fósiles de la Formación Balcarce, Paleozoico Inferior de las Sierras Septentrionales. Su significado cronológico y ambiental. Revista del Museo de La Plata, Nueva Serie, Sección Paleontología, 9: 19-41. La Plata.

Mángano, M.G., Buatois, L.A. and Aceñolaza, F.G, 1996a. Icnología de ambientes marinos afectados por volcanismo: la Formación Suri, Ordovícico del extremo norte de la Sierra de Narváez, Sistema de Famatina, Argentina. Asociación paleontológica Argentina, Publicación Especial 4, I ra Reunión Argentina de Icnología. Abstract: 69-88. Buenos Aires.

Zalba, P.E., Andreis, R.R. and Lorenzo, F.C., 1982. Consideraciones estratigráficas y paleoambientales de la secuencia basal Eopaleozoica en la Cuchilla de las Aguilas, Barker, Argentina. 5to Congreso Latinoamericano de Geología, 2: 389-409, Buenos Aires.

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