Hallan fósiles de un Tiburón blanco en Miramar. Mimetaster florestaensis, un nuevo marrellomorfo fue descubierto en Salta. Hallan fósil de oftalmosaurio, un reptil marino que vivió en Zapala, Neuquén. Hallan fósiles en Miramar de Carcharodon carcharias, un Tiburón blanco. PaleoArgentina. Hallazgo de científicos argentinos podrían responder dudas sobre la extinción de los dinosaurios Paleontologia del Mundo.Tralkasaurus cuyi, un nuevo  dinosaurio carnívoro de Cretácico de Patagonia.  José Bonaparte, el adiós a uno de los paleontólogos que más dinosaurios descubrió en la historia.Descubren restos de una playa marina en el Holoceno de San Pedro. Xiphactinus, un gigantesco pez encontrado en el Cretácico de Patagonia. El Museo de Ciencias Naturales de Miramar desarrolla actividades virtuales. Hallan en la Antártida la piel petrificada de un pingüino que vivió en el Eoceno. Recrean nuevos aspectos de antiguos reptiles del Triasico. Hallan nidos fósiles de abejas del Cretácico en Chubut. El fósil de bambú más antiguo de la Patagonia resulta ser una conífera.Hallan en Lobería, los restos de un enorme perezoso gigante llamado Mylodon darwinii. Prochelidaella buitreraensis, una nueva especie de tortuga de cuello largo de hace 100 millones de años. Desde dinosaurios hasta polen fosilizado en el Calafate. Brachyplatystoma elbakyani, una nueva especie de  bagre gigante que vivió en el Pleistoceno de Argentina. Chlamyphractus dimartinoi, una nueva especie de pichiciego fósil, del Mioceno de Chasico. Descubren fósiles de rana Calyptocephalellidae en el Eoceno de la Antártida. Megatherium vs Lestodon. Un nuevo conflicto entre gigantes cuaternarios. Encuentran huellas de un antecesor del Tero en el Cretácico de General Roca.  Estudian el hallazgo de fósiles de Piramiodonterio en San Pedro. Dinosaurios y coronavirus, como agua y aceite. Nuevos restos de un megarraptor en el Cretácico de Chubut. Mapean en la Antártida la huella del meteorito que acabó con los dinosaurios.Overoraptor chimentoi. Un pequeño dinosaurio hallado en Patagonia. Hallan fósiles de un puercoespín en el Pleistoceno de Santa Fe.  Una madriguera de un gran armadillo extinto de 200 mil años fue hallada en Miramar. Descubren en Argentina fósiles de un colosal pez acorazado del genero Acanthicus. Peces fósiles en el Pleistoceno bonaerense. Fenómeno climático clave para el desarrollo de los dinosaurios en el Triasico Argentino. Investigadores de Argentina y Ecuador  descubren una lechuza gigante caníbal. Investigadores de Argentina y Ecuador  descubren una lechuza gigante caníbal.Fósiles de 230 millones de años que habían sido ignorados. Fósiles de 230 millones de años que habían sido ignorados.  Datos paleontológicos y estudios en embriones esclarecen la evolución de los reptiles. La fauna extinta de Sudamérica jugó un papel importante para el origen de los caballos. El curioso hallazgo de una rana fósil en el Paleoceno de la Patagonia Argentina. Encuentran una tortuga fósil en el Mioceno de Paso Córdoba. El fósil que sobrevivió a la batalla durante el combate de Obligado. Hallan fósiles de Archaeogaia macachaae, un mamífero del Paleoceno de Salta. Hallan fósiles de Archaeogaia macachaae, un mamífero del Paleoceno de Salta. Proyecto de Ley para la declarar Reserva Natural a Centinela del Mar.  La Aduana frustró el contrabando de 100 piezas fósiles de un museo de Bariloche a España. Hallan restos fósiles de perezosos gigantes en Camet Norte y La Caleta. 2020. Morenelaphus, un ciervo fósil hallado en San Pedro por el Museo Paleontológico. Estudios paleoneurologicos en Prospaniomys priscus, un roedor del Mioceno. Descubren fósil de una tortuga marina en el Mioceno de la localidad de Paraná, Entre Ríos. Investigadores de la Fundación Azara y CONICET descubrieron huellas de 235 millones de años en BoliviaInvestigadores de la Fundación Azara y CONICET descubrieron huellas de 235 millones de años en Bolivia. Punatitan y Bravasaurus, dos nuevas especies de dinosaurios herbívoros en La Rioja. Descubren restos fósiles de Arctotherium en Carmen de Areco. Encuentran un enorme molar fósil de un Elefante Sudamericano en San Pedro. El dinosaurio  Bagualia alba sobrevivió a un evento volcánico masivo que modificó la flora. Magallanodon, un mamífero de 70 millones de años hallado en Santa Cruz. La evolución de un grupo de marsupiales que vivió durante el Paleógeno.
 
   

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Noticias de Paleontología 2020.


Una enfermedad humana afecto a los Megamamiferos?

Se han propuesto diversas hipótesis para explicar la extinción de los megamamíferos que poblaron América del Sur hasta hace unos 10.000 años. Algunos autores sostienen que el ser humano fue el responsable directo de la extinción mediante la sobrecaza o “blitzkrieg”. Sin embargo, la evidencia no es concluyente, y seguramente otro factores, como el cambio climático deben haber influido de manera decisiva.

El día de hoy, investigadores del Departamento de Arqueología de la Universidad Católica de Temuco (Chile), LACEV, CONICET, y Fundación de Historia Natural “Félix de Azara” presentaron evidencias indirectas que indican que posiblemente los primeros hombres llegados a América pudieron haber introducido nuevas enfermedades que podrían haber jugado un papel importante en la extinción de los mamíferos nativos

Hallazgos recientes del parásito Fasciola hepatica en ciervos endémicos de sitios del Holoceno en la Patagonia (y también probablemente de camélidos en Perú) antes de la colonización hispana constituyen evidencia indirecta que puede sustentar esta hipótesis. Fasciola hepatica es responsable de un tipo de trematodiosis, las que son enfermedades generalizadas en los rumiantes domésticos y silvestres y se la ha considerado como una de las principales limitaciones en la producción ganadera.

<<<Imagen ilustrativa.

Debido a que el principal huésped de este parásito es el ser humano, esta enfermedad pudo haber sido introducida por el ser humano como huésped y luego dispersado por todo el continente.

Si bien la evidencia es débil, sugiere que las enfermedades introducidas por el hombre pudieron ser también un factor negativo sobre la megafauna, junto con la sobrecaza, el cambio climático e incluso enfermedades transmitidas por otros animales llegados del norte (además del hombre).

Como dato de color: el artículo es dedicado a la memoria del gran futbolista, Diego A. Maradona. Fuente; LACEV. En la imagen pueden verse los hallazgos prehispánicos de Fasciola así como un huevo de la especie encontrado en el Holoceno de Patagonia y la típica megafauna del Pleistoceno.


 Preocupación por el patrimonio paleontológico de Mar del Plata y como afecta a las localidades vecinas.

Si bien la nota apareció bajo el título “Luna Roja: un hallazgo paleontológico a metros de los “dormis” clausurados” en un medio marplatense, el contenido deja claro las problemáticas sobre la protección del patrimonio paleontológico en esa ciudad y como las localidades vecinas que están capacitadas y cuentan con recursos, no pueden hacer nada, y solo dejar de cientos de fósiles se erosionen y se pierdan para siempre. Compartimos la nota;

Un grupo de vecinos hizo el hallazgo en la zona de acantilados. Desde la Asamblea de Luna Roja cuestionaron la falta de protección de los recursos paleontológicos. 

A menos de dos meses de cumplirse el primer aniversario de la clausura del balneario Luna Roja por numerosas irregularidades en torno a la explotación de la unidad turística fiscal, a metros de los dormis clausurados y ubicados sobre el acantilado un grupo de vecinos hizo un hallazgo paleontológico, lo que reavivó sus críticas tanto por la falta de preservación de los recursos naturales de la zona cómo por la falta de controles por parte del gobierno municipal de la ciudad de Mar del Plata. 

<<<Imagen de archivo.

Según indicaron desde la Asamblea Luna Roja, el hallazgo corresponde a restos fósiles de un enorme mamífero extinguido (megafauna) de una antigüedad probable de millones de años, el cual fue documentado fotográficamente y presentado ante el Centro de Registro del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico de la Provincia.

El hallazgo se condice con las denuncias de vecinos y de la Asamblea de Luna Roja, quienes además de pregonar por el debido control y cumplimiento de las concesiones vigentes, buscan visibilizar cada una de las irregularidades para frenar todo tipo de acción que perturbe o contamine el territorio de la Reserva Forestal Paseo Costanero Sur. 

<<<Imagen de archivo.

“Es de notar que las numerosas construcciones llevadas a cabo por las concesiones balnearias se desarrollan y multiplican sin el estudio de impacto necesario“, expusieron y citaron el texto de la Ordenanza 9.417. “Así, día a día las obras de las concesiones balnearias avanzan sobre un sitio delicado y frágil, Reserva Forestal, yacimiento paleontológico privilegiado, y a la vez, sitio de enorme importancia arqueológica”, cuestionaron.

Además, lamentaron la falta de un rol activo de las autoridades dedicadas a la preservación histórica, tanto del ámbito municipal como bonaerense, frente al cuidado de estos yacimientos costeros, y aseguraron que “material fósil se ha perdido por desidia en el olvido sin haber sido puesto al cuidado de la ciencia”.

En ese sentido, remarcaron que hubo más de 20 hallazgos de este tipo en la zona costera sur-sur, pero lamentaron que ninguna se pudo preservar “ya que el organismo competente y con permiso de trabajo en la zona (Museo Scaglia) no solamente no cuenta con los medios para el cuidado de estas piezas, sino que a través de un aspecto jurisdiccional, incapacita a otras instituciones científicas para trabajar o rescatar el material”, denunciaron y pidieron que las normativas de preservación y trabajo sean revisadas. (Fuente quedigital.com.ar)


Se protegerá el patrimonio Paleontológico. Se creará una Estación Científica en Centinela del Mar.

La Fundación Azara firmó un convenio con el municipio de General Alvarado para el establecimiento de una Estación Científica de Centinela del Mar, la cual funcionará como anexo del Museo de Ciencias Naturales de Miramar “Punta Hermengo”. Tendrá la finalidad de estimular la investigación científica, la educación ambiental y la conservación del patrimonio natural y cultural de la región costera bonaerense.

Más de cien investigadores del CONICET y de diversas universidades del país prestaron su aval técnico para la creación de esta nueva área protegida. Marcos Cenizo, coordinador desde 2012 del Proyecto Reserva Natural Centinela del Mar e investigador de la Fundación Azara, comentó que esta área tiene una gran relevancia de distintos puntos de vista. “Por un lado, desde el punto de vista de la conservación de la diversidad. Allí, aún se preserva una buena representación de los ambientes naturales del sistema de dunas austral bonaerense”, señaló a la Agencia CTyS-UNLaM. Y agregó: “El área sirve de refugios para varias especies amenazadas, raras, incluso endémicas que solo habitan en las dunas bonaerenses”.

   

Cenizo aseveró que, “por otro lado, es un sitio de gran relevancia desde el punto de vista arqueológico, porque allí se han encontrado cuerpos de antepasados datados en torno a los 7.000 años, así como tumbas colectivas, como el famoso túmulo del Malacara, un enterratorio colectivo donde se encontraron trece cuerpos datados en unos 2.500 años de antigüedad”. Asimismo, según los especialistas, Centinela del Mar tiene un enorme valor paleontológico. 

“En las prospecciones que hemos realizado durante los últimos 20 años, en solamente dos de los 23 kilómetros de acantilados que se preserva allí, se ha encontrado una gran diversidad de fauna que vivió durante los últimos dos millones de años; hasta el momento, hemos podido determinar la presencia de más de 60 especies de vertebrados, permitiéndo acceder a un conocimiento más completo sobre la composición y dinámica de las comunidades que habitaron esta región durante el Pleistoceno, lo cual es bastante inusual en el registro fósil”, destacó.

Más allá del valor ecológico, arqueológico y paleontológico, Cenizo indica que la protección de este sitio tendría también ventajas desde el punto de vista de la sustentabilidad económica: “La preservación de los procesos de intercambios de arenas entre dunas y playas permite la renovación natural de las arenas en las playas que hoy tienen uso turístico. Esto minimiza la necesidad de construir escolleras y realizar refulados para recuperar arenas”.

El director del Museo de Ciencias Naturales de Miramar “Punta Hermengo”, del cual dependerá la nueva Estación Científica, Daniel Boh, afirmó que “este espacio brindará soporte logístico a las iniciativas científicas con base en el estudio y conservación de la biodiversidad y el patrimonio costero, y también contará un pequeño centro de interpretación destinado a las ciencias naturales, a la paleontología, arqueología, geología y a la flora y fauna actual; asimismo, habrá un pequeño espacio para la historia y exposiciones”. “En el edificio, habrá habitaciones disponibles para albergar a investigadores; ya hay una lista de especialistas interesados, tanto del CONICET como de universidades”, precisó a la Agencia CTyS-UNLaM.


El investigador Cenizo comentó que “las amenazas en centinela del Mar son las mismas que en todo el litoral de la provincia de Buenos Aires: una de ellas es la forestación con especies exóticas, principalmente con pinos y eucaliptus, los cuales fragmentan o degradan estos ecosistemas de dunas; también, la extracción de arena; el transito no controlado de vehículos en playas y dunas; la urbanización de forma caótica, la cual también fragmenta estos largos pero estrechos ecosistemas costeros naturales”.

En la provincia de Buenos Aires, hay dos áreas de dunas: una oriental, que va desde el norte del Mar del Plata hasta Punta Rasa; y otra austral, que se extiende desde Miramar hasta aproximadamente Punta Alta”. Según indicó Cenizo, “la barrera de dunas oriental tiene varias zonas protegidas, pero esto no ocurre en la barrera austral, por lo que la incorporación de esta área protegida sumaría una buena superficie de ambientes naturales a este sistema”.

Con el establecimiento de la futura Estación Científica, se habrá dado un importante paso adelante en el reconocimiento del valor ambiental, paleontológico y arqueológico existente en las dunas y acantilados de Centinela del Mar. Diversas instituciones nacionales e internacionales ya han prestado su apoyo para la declaración de esta nueva Reserva Provincial que protegería unos 23 kilómetros de costas, ubicados entre el arroyo La Nutria Mansa y hasta el paraje Rocas Negras, en la localidad de Mar del Sud.


Develan el gran misterio sobre el origen de los primeros reptiles voladores

Un equipo internacional de paleontólogos reveló uno de los interrogantes más grandes de la paleontología de vertebrados y de la historia evolutiva, al descubrir un pariente terrestre de los pterosaurios, aquellos reptiles voladores que dominaron los cielos durante la época de los dinosaurios e incluyen a los animales voladores más grandes que han existido.

Los pterosaurios son muy famosos en la cultura popular, muy presentes en libros y películas, pero, durante más de 200 años, hasta hoy, se desconocía su origen. En el registro fósil, nunca se había encontrado un antecesor terrestre que mostrara cómo estos reptiles evolucionaron hasta conquistar el cielo. Ese gran vacío se completó a partir de un gran descubrimiento realizado por un numeroso equipo internacional de paleontólogos argentinos, estadounidenses, brasileños y europeos.

El doctor Martín Ezcurra, investigador del Museo Argentino de Ciencias Naturales y de la Universidad de Birmingham, indicó a la Agencia CTyS-UNLaM que “los primeros pterosaurios fueron encontrados a fines del siglo XVIII y, desde aquel momento, se observó que tenían una anatomía, un plan corporal que era muy diferente a la de otros reptiles conocidos, al tener alas formadas por membranas y sostenidas por un cuatro dedo de la mano hiperdesarrollado que es una característica única de los pterosaurios”.

“Desde entonces, y durante los siguientes 250 años, fue uno de los principales misterios de la paleontología de vertebrados el poder encontrar parientes terrestres de estos reptiles voladores y así poder entender cómo se había dado esta transición evolutiva”, agregó el autor principal de este estudio publicado hoy en la prestigiosa revista científica Nature.

Así, este nuevo estudio cubre un gran vacío, al revelar que los lagerpétidos fueron los parientes terrestres de los pterosaurios, de los cuales se conocen sus primeras especies en XX millones de años de antigüedad y convivieron con los dinosaurios durante casi toda la era Mesozoica, hasta que compartieron el momento de la extinción hace 66 millones de años.

“Este descubrimiento se produjo a partir de una combinación de diferentes hallazgos que veníamos realizando para poder entender mejor el origen de los dinosaurios”, comentó Ezcurra. Y precisó: “Uno de los grupos que se consideraba como precursores de los dinosaurios son los reptiles lagerpétidos, el cual es otro grupo enigmático del cual también se conocían muy pocas partes de sus cuerpos. Pero, a partir de nuevos hallazgos de la mandíbula y del cráneo de especies de lagerpétidos de Brasil, Argentina y Estados Unidos, pudimos detectar que estos reptiles estaban cercanamente emparentados con los famosos pterosaurios”.

El doctor Federico Agnolin, investigador del MACN, el CONICET y la Fundación Azara, destacó a la Agencia CTyS-UNLaM que “el origen de los reptiles voladores era uno de los grandes enigmas de la paleontología y de la biología, de la evolución en su totalidad; ahora, sabemos que hubo un paso intermedio entre los lagerpétidos, unos reptiles terrestres de un aspecto semejante a una lagartija, los cuales no podían volar, pero que, en este estudio, ya pudimos observar algunos pasos evolutivos en su cerebro y en su oído interno que eran adaptaciones evolutivas que posteriormente permitirían a los pterosaurios desarrollar el vuelo”.

El jefe del laboratorio de anatomía comparada del MACN rememoró a la Agencia CTyS-UNLaM cómo se dio el hallazgo: “Unos meses atrás, Martín Ezcura me llama y me dice: ‘Estuve en Brasil y vi materiales de un reptil lagerpétidos  que tienen una notable semejanza en dientes de su mandíbula con los pterosaurios”.

“Lo cierto es que Martín, sumamente entusiasmado, se acercó al Laboratorio de Anatomía Comparada del MACN donde habíamos pedido prestado, justamente, un bloque de roca que había sido hallado en 1966 en La Rioja, en el Parque nacional Talampaya, y que contenía dentro el esqueleto bastante preservado de un lagerpétido. Sin embargo, este bloque había estado más de 50 años sin preparar, es decir, sin liberar al fósil de la roca”, continuó Novas.

En efecto, Novas dispuso liberar a este lagerpétido riojano de la roca y no sólo se encontró parte de las patas y de su columna vertebral, sino lo que más les interesaba a los investigadores poder hallar: una mandíbula con dientes y parte del cráneo.

De esta manera, se pudo comparar a los pterosaurios no solamente con el lagerpétido hallazdo al sur de Brasil en 2016 (Ixalerpeton –de XX millones de años de antigüedad), sino también con el lagerpétido de Argentina (Lagerpeton, de 236 millones de años). Pero aun había más información para corroborar en este revelador estudio internacional, porque, en estos últimos años, también se habían encontrado restos de un lagerpétido en Estados Unidos.

“En 2007, se encontró una nueva especie de lagerpétido en  Estados Unidos de una  antigüedad aproximada de 212 millones de años, mientras que el de La Rioja es bastante más antiguo, por lo que este estudio comparativo nos permitió componer un panorama bastante amplio y confiable tanto para indicar la relación con los pterosaurios como así también para describir a los lagerpétidos, el cuáles también era un grupo bastante desconocido”, aseveró el paleontólogo estadounidense Sterling Nesbitt de Virginia Tech.

Respecto al espécimen hallado en Brasil, el doctor Max Langer, jefe de paleontología de vertebrados de la Universidad de San Pablo, aseveró: “Cuando vi por primera vez una mandíbula con dientes tricúspides conservados junto con fósiles de dinosaurios y el lagerpétido brasileño Ixalerpeton, pensé que habíamos descubierto el pterosaurio más antiguo. Pero, más tarde, otros lagerpétidos con rasgos de pterosaurio comenzaron a aparecer en los Estados Unidos, Madagascar y Argentina, revelando la estrecha relación entre estos dos grupos. Al final, la mandíbula perteneció al propio Ixalerpeton y nos ayudó a descubrir los orígenes de los reptiles voladores ".

“Las rocas de la edad triásica del sur de Brasil y el noroeste de Argentina albergan tesoros fósiles sin precedentes en el mundo. Esto incluye a los dinosaurios más antiguos, algunas de las tortugas y cocodrilos más antiguos, así como a los mamíferos precursores. Ahora, la historia evolutiva de los reptiles voladores también se remonta a América del Sur, en la forma de sus parientes más cercanos, los lagerpetidos”, valoró Max Langer.  

El doctor Ezcurra aseveró que “los ejemplares que iban apareciendo en distintas partes del mundo parecían indicar que los laberpétidos podían estar cercanamente relacionados con los pterosaurios, pero estas evidencias correspondían a diferentes grupos de investigación y, por sí solos, no se podía conformar una evidencia robusta, por lo que combinamos todas estas fuentes de información de diferentes ejemplares y de allí que terminamos siendo 18 investigadores de seis países diferentes los autores de este estudio”.

“Este trabajo comenzó en 2018 y, desde entonces hasta mediados de este año, una de las tareas más importantes fue la de confeccionar una matriz de datos suficientemente amplia como para poder analizar las relaciones de los pterosaurios con los diferentes grupos de lagerpétidos”, describió Ezcurra.

En total, este estudio reúne más de 820 características óseas y del cerebro, como así también del oído interno, utilizando más de 160 especies de reptiles fósiles de distintas partes del mundo. De esta forma, los autores pudieron sostener de forma muy sólida este parentesco entre los laberpétidos y los pterosaurios.


La evolución de un grupo de marsupiales que vivió durante el Paleógeno.

Laura Chornogubsky analiza la historia evolutiva de los polidolópidos. El paleontólogo Florentino Ameghino fue el primero en describir el grupo.

En un estudio publicado recientemente en el Zoological Journal of the Linnean Society, Laura Chornogubsky, investigadora del CONICET en el Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACNBR), efectuó la revisión de un grupo de marsupiales extintos, descritos por primera vez en 1897 por Florentino Ameghino. La investigación da cuenta de la evolución de los polidolópidos, sus relaciones de parentesco y una hipótesis sobre su extinción.

Durante el Paleógeno, entre 66 y 23 millones de años atrás, los polidolópidos habitaron el sur de América del Sur, es decir Chile, la Patagonia Argentina y la Península Antártica.

“Si bien hoy parece impensable que un marsupial, y la mayoría de los  mamíferos terrestres, pueda sobrevivir en este continente, en la época en la que vivieron los polidolópidos había grandes bosques similares a los andinopatagónicos, incluso compatibles con climas más cálidos” explica Chornogubsky

<<<Fósil de  Kramadolops maximus.

Con el paso del tiempo, hipotetiza la investigadora, la temperatura descendió, al igual que la humedad, provocando una desertificación de la región donde el grupo de marsupiales evolucionó. Según esta teoría, la extinción de los polidolópidos podría estar relacionada con el deterioro climático durante el Oligoceno temprano.

En la actualidad, se registran trescientas especies de marsupiales en el mundo, la mayoría de ellas en Oceanía. El canguro y el koala son los ejemplares más populares. Sin embargo, en Argentina se ubican veinticinco especies, entre los que se destacan las zarigüeyas o comadrejas. “En el pasado, los marsupiales sudamericanos fueron mucho más abundantes de lo que son en la actualidad, con cientos de especies de muy variada forma y tamaño”, declara Chornogubsky.

Si bien el debate aun continúa abierto, algunas de las hipótesis apuntan a resaltar la relación de los polidolópidos con los marsupiales australianos. Esta situación da cuenta de las complejas relaciones que se pudieron haber establecido hace millones de años cuando el mundo se dividía en dos supercontinentes: “Hacia fines del Cretácico y comienzos del Paleógeno, hace 66 millones de años, el sur de América del Sur y la Antártida estuvieron unidos” puntualiza Chornogubsky.

Y agrega: “Los polidolópidos pudieron haber evolucionado en una gran masa continental sin tener mayores barreras que los aislaran. Por eso hoy los registros de la Antártida nos muestran restos de estos grupos”.

Además, a partir de un análisis filogenético realizado sobre restos dentarios, la científica logró describir un género y tres especies nuevas: Hypodolops, Hypodolops sapoensis, Amphidolops intermedius y Amphidolops minimus, respectivamente. La investigación de Chornogubsky permitió avanzar sobre la comprensión de la historian evolutiva de los marsupiales,“estudiando al pasado para entender las relaciones entre los seres vivos que hoy no podemos ver”, reflexiona. Fuente; Conicet. Ilustración: Gabriel Lío. Kramadolops maximus


Magallanodon, un mamífero de 70 millones de años hallado en Santa Cruz.

Paleontólogos del Museo Argentino de Ciencias Naturales presentaron un nuevo espécimen de un pequeño mamífero que vivió en la última época de los dinosaurios. Medía unos 60 centímetros de longitud y se estima que se habría alimentado de materiales vegetales duros.

A unos 15 kilómetros del glaciar Perito Moreno, un equipo de investigadores argentinos y japoneses descubrió restos de un pequeño mamífero de 70 millones de años de antigüedad. La campaña se realizó en marzo de este año y el estudio de este nuevo ejemplar se publicó recientemente en la revista científica The Science of Nature.

El doctor Nicolás Chimento, investigador del Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN) y del CONICET, comentó a la Agencia CTyS-UNLaM que “se trata del primer hallazgo de un mamífero de esta antigüedad para la provincia de Santa Cruz y es uno de los pocos conocidos en su tipo en el mundo”.

“Este hallazgo es muy importante, porque encontrar mamíferos de la era de los dinosaurios es como encontrar la figurita difícil”, indicó Chimento, autor principal de este estudio. Y añadió: “Si bien encontramos solamente un dientito de este ejemplar, es muy significativo, porque aporta mucha información”.

Debido a que los dientes de los mamíferos son muy complejos y se relacionan con el tipo de alimento y los movimientos masticatorios, tienen muchos rasgos que permiten saber a qué especie pertenecen. “En este caso, el diente pertenece al Magallanodon baikashkenke, una especie que se conocía previamente de rocas de edad similar del sur de Chile”, comentó el becario postdoctoral del CONICET.

El doctor Federico Agnolin, investigador del MACN, del CONICET y de la Fundación Azara, indicó que los restos fósiles de mamíferos de esa antigüedad son muy escasos en el mundo: “Esto se debe a que los mamíferos que convivieron con los dinosaurios eran de tamaño pequeño y sus dientes y huesos no son fáciles de hallar. Sólo pueden ser detectados cuando uno se echa cuerpo a tierra y busca fósiles con los ojos muy cerca del suelo.”

Aspecto de Magallanodon. Ilustración de Mauricio Alvarez.

“El momento mismo del hallazgo es emocionante. Estudiar estos mamíferos produce fascinación, porque de algún modo estamos conociendo el pasado más remoto de nuestro propio linaje”, valoró Agnolin.

Magallanodon convivió con los dinosaurios Nullotitan glariaris, un gigante de 25 metros de longitud, e Isasicursor santacrucensis, el cual tenía el tamaño de un caballo”, aseveró Fernando Novas, Jefe del Laboratorio de Anatomía Comparada del MACN y quien encabezó esta expedición compuesta por un equipo de 30 especialistas en paleontología y geología en Santa Cruz.

Poco se sabe sobre este pequeño mamífero. “Sabemos que habitó el Hemisferio Sur hacia fines de la Era Mesozoica y estimamos que su aspecto general sería como el de un carpincho. Hasta ahora, solo se conocen sus dientes incisivos y molares que recuerdan a los de los roedores, si bien pertenecieron a linajes mamalianos mucho más primitivos y se los considera como un punto intermedio entre los monotremas y los marsupiales”, observó el doctor Novas.

En el año 2019, un equipo del MACN descubrió un yacimiento paleontológico excepcional al sur de El Calafate, en el cual colectaron restos de dos nuevas especies de dinosaurios -el Nullotitan y el Isasicursor-, así como también restos fósiles de aves, ranas, serpientes, tortugas, plantas y caracoles que vivieron a fines del Cretácico.

Esa gran diversidad de hallazgos impulsó la realización de una nueva expedición, en marzo de 2020, en la que también participaron investigadores del National Museum of Nature & Science de Tokyo, del Departamento de Física de la UBA y del Centro de Investigaciones Geológicas de La Plata. Y, a partir de una búsqueda detallada, se pudo detectar el diente de este pequeño mamífero que convivió con los dinosaurios. Esta pieza dentaria tiene el aspecto de una muela y mide cinco milímetros de largo.

En el momento en que vivió el Magallanodon, hace 70 millones de años, el ambiente era muy distinto al actual. La cordillera de los Andes no existía, en tanto que lagos y lagunas se entremezclaban con bosques adaptados a climas templados. “En aquel entonces, no existían los crudos inviernos que caracterizan a la Patagonia actual”, indicó Novas. Y agregó: “Los resultados de las campañas previas fueron muy alentadores y, una vez superada esta situación mundial generada por el COVID-19, retomaremos con las exploraciones en busca de nuevos descubrimientos”.

Tanto el Magallanodon como todos los fósiles descubiertos en este nuevo yacimiento de la última época de los dinosaurios forman parte de las colecciones del Museo “Padre Molina” de Río Gallegos, e incrementan el valor del patrimonio fosilífero de la Provincia de Santa Cruz. Fuente, Agencia CTyS-UNLaM. Dr Nicolás Chimento sosteniendo el molar de Magallanodon.  


El dinosaurio  Bagualia alba sobrevivió a un evento volcánico masivo que modificó la flora.

Hace 180 millones de años, el sur de Gondwana (el supercontinente que abarcaba lo que hoy son Sudamérica, África, Australia, Zelandia, el subcontinente indio o Indostán, la isla de Madagascar y la Antártida) sufrió un evento de vulcanismo masivo. No fueron diez o cincuenta erupciones, sino cinco millones de años de convulsiones continuas a lo largo de los cuales la Tierra escupió a la atmósfera sus entrañas hirvientes. Cuando el planeta volvió a apaciguarse, la mayoría de los antiguos dinosaurios herbívoros desaparecieron y comenzó la dominación de los saurópodos gigantes, esas bestias de cuello largo y cabeza pequeña que llegaron a pesar 70 toneladas y cuyo reinado se prolongó durante 100 millones de años. ¿Qué pasó en el Jurásico temprano que produjo esa desconcertante extinción selectiva?

Llegaron a esta conclusión gracias a un trabajo interdisciplinario en el que participaron los paleobotánicos Ignacio Escapa y Rubén Cúneo, del Museo Egidio Feruglio; la experta en cráneos Paulina Carbajal, del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medio Ambiente de San Carlos de Bariloche; Jahandar Ramezani, un experto del MIT en dataciones muy precisas de fósiles (pueden tener un error de 50.000 años en 180 millones), y Oliver Rauhut, de la Universidad Ludwig-Maximilian, de Munich, Alemania. El trabajo se publica en Proceedings B de la Royal Society.

"Lo que a mí me intrigaba era que muchas veces el éxito evolutivo se da cuando aparece algo novedoso y copa los ecosistemas -explica Pol-. Pero estos gigantes aparecieron antes de ser dominantes y estuvieron muchos millones de años coexistiendo con otros sin prevalecer. Por ejemplo, el Ingenia prima, de San Juan, tiene más de 200 millones de años. Colegas de Sudáfrica también descubrieron animales de casi el mismo tamaño. Sin embargo, de repente, nos encontramos con que son los únicos herbívoros y que dominan en todo el mundo, no solo acá. ¿Qué pasó en el medio?"

Para contestar esta pregunta había que encontrar el lugar que tuviera sedimentos de la edad precisa, justo el momento en el que se dio ese cambio. Y en Chubut no solo están presentes, sino que contienen una profusión de fósiles de plantas que permitieron armar el rompecabezas de cambios climáticos y ambientales que acompañaron esa dominancia. "Millones de kilómetros cuadrados de campos de lava y roca volcánica, no solo en la Patagonia, sino también en la Antártida y en África, permiten advertir muy claramente las huellas de este vulcanismo que acidificó los océanos y produjo extinciones en los mares -cuenta Pol-. Pero no se sabía qué efecto había tenido eso en los ecosistemas terrestres".

Debido al aumento de dióxido de carbono y metano, el calentamiento global (similar al que estamos experimentando hoy por acción humana) volvió más árido el clima y modificó completamente la flora. "Justo antes del vulcanismo hay registros de helechos arborescentes de dos metros, vegetación exuberante que da cuenta de un clima muy húmedo; después, queda un bosque abierto, dominado por árboles de un porte importante, como las araucarias y otras coníferas, que no son fáciles de comer: tienen hojas coriáceas, duras, con pinches. Entendemos que la diversidad de herbívoros que existía antes se extinguió por este cambio ambiental y los saurópodos gigantes fueron los únicos que pudieron sobrevivir porque estaban en condiciones de aprovechar las plantas dominantes", subraya el paleontólogo.

Los primeros fragmentos de Bagualia alba (por bagual, caballo salvaje, y amanecer, ya que es uno de los primeros después de la época de los volcanes: sus restos fueron datados en 179 millones de años) aparecieron en 2007 en el Cañadón del Bagual, cinco kilómetros al sur de Cerro Cóndor. "Los encontramos en trabajos de exploración que estábamos haciendo en el centro de la provincia -recuerda Pol-. Al año siguiente decidimos abrir una excavación y nos encontramos con una acumulación de por lo menos tres individuos que habían muerto en ese lugar, al borde de un lago, por lo que asumimos que los huesos habían sido transportados por alguna corriente. Estuvimos excavando dos veranos seguidos y sacamos más de 100 en total".

Pero, sin duda, el momento culminante fue cuando descubrieron los restos del cráneo, la figurita difícil de estos gigantes, porque si bien tienen un cuerpo monumental, su cabeza es muy pequeña y muy, muy frágil. "Solo se conocen con cráneo entre un tres y un cuatro por ciento de las especies de saurópodos", afirma el científico.

Gracias a eso pudieron ver bien cómo era la dentición y se encontraron con la clave: la capa de esmalte es extremadamente gruesa, siete veces más que la de otros herbívoros previos al vulcanismo, y rugosa. Muchas de las piezas dentales están muy gastadas, probablemente por el tipo de plantas que ingerían o por la cantidad de ceniza volcánica que habría en el ambiente, que es muy abrasiva.

<<<Imágenes ilustrativas.

 "Y lo que descubrimos al estudiarlos con tomografía es que por cada diente tenía tres en formación para reemplazarlo en todo momento -continúa-. Los iban cambiando muy rápidamente. Se estima que los saurópodos cambiaban sus dientes cada 60 a 90 días. Esto les permitió sobrevivir a los gigantes en momentos tan críticos, mientras que los otros, con dentición mucho frágil, no podían procesar cualquier planta".

Devoraban lo que hubiera al alcance. De hecho, parte de lo que permite explicar su tamaño descomunal es que, gracias a la fermentación microbiana en los intestinos, habían desarrollado el poder de digestión de una gran variedad de plantas. "Es por eso que son tan 'panzones' -explica Pol-. Para obtener energía suficiente para semejante cuerpo necesitaban intestinos muy voluminosos, donde se pudiera fermentar gran cantidad de materia vegetal". Fuente: La Nacion.


Encuentran un enorme molar fósil de un Elefante Sudamericano en San Pedro.

Fue hallado por una familia de la localidad de Doyle mientras pescaba a orillas del río Arrecifes. El enorme molar es de un gran mastodonte y apareció junto a partes de la pelvis y una escápula del animal.

Piezas fosilizadas de un ejemplar de mastodonte (Notiomastodon platensis) de grandes dimensiones, fueron descubiertas por la familia Alí-Martínez de Pueblo Doyle, partido de San Pedro, mientras pescaban en el río Arrecifes, a unos 170 km al Norte de Buenos Aires.

Gustavo Martínez, Daniela Martínez y su esposo, Misael Alí (el primero en ver los fósiles), observaron algo que llamó su atención semienterrado en una capa de sedimentos aflorantes a la vera del río. De inmediato, la tarde de pesca en familia se convirtió en una aventura que los transportó a la prehistoria de la zona. Enseguida dieron aviso al Museo Paleontológico de San Pedro y un equipo conformado por José Luis Aguilar, Javier Saucedo, Matías Swistun y Walter Parra, acudieron al llamado en representación del Grupo Conservacionista de Fósiles. 

Además del enorme molar, se lograron recuperar partes de la pelvis y una escápula completa del animal. Los restos hallados corresponden a un mastodonte, un pariente prehistórico de los elefantes actuales, que habitó la llanura pampeana y desapareció junto a otros géneros de grandes animales en la extinción ocurrida en el límite Pleistoceno-Holoceno. Aguilar, desde el Museo de San Pedro, explica que “el orden al que pertenecieron los mastodontes y actualmente los elefantes, se originó en Egipto durante el Eoceno, con un animal llamado Moeritherium, de unos 60 cm de alto.

<<<Aspecto de Mastodonte sudamericano.

Su cráneo era alargado y tenía unas pequeñas defensas o ´colmillos´.  Millones de años más tarde, durante el Plioceno, y luego de muchos cambios adaptativos, surge en América del Norte Stegomastodon, género al que pertenecieron algunos de los mastodontes que llegaron a vivir en tierras sudamericanas hasta su desaparición a comienzos del Holoceno.

Los mastodontes, como Stegomastodon, pertenecen a la familia de los gonfoterios (Gomphotheriidae), parientes cercanos de los elefantes actuales (familia Elephantidae) y del poderoso Mamut (Mammuthus), de colmillos enrulados, cuerpo cubierto de grueso pelo y un tamaño algo mayor. En África y Asia los proboscídeos (como se denomina a este grupo de animales con ´trompa´) sobrevivieron hasta nuestros días en las formas de los elefantes que hoy conocemos.”

 Lo más impactante del hallazgo es el enorme molar recuperado. Mide 20 centímetros de longitud, 9 centímetros en su parte más ancha y pesa 1,6 kilogramos.

Para la Dra. María Teresa Alberdi, paleontóloga del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, estudiosa de este grupo de grandes herbívoros y colaboradora del Grupo Conservacionista de San Pedro, “realmente es un diente estupendo, una pieza sorprendente, y tanto para el Dr. José Luis Prado (Univ. Nacional del Centro) como para mí, es de un ejemplar del género Stegomastodon platensis, claramente. Nosotros consideramos que es género Stegomastodon porque no se diferencia de los restos norteamericanos y creemos que dicho género llegó de Norte América a América del Sur  y es compatible con los registros de los gonfoterios que aparecen en los yacimientos argentinos.” Fuente; Museo Paleontológico de San Pedro.


Descubren restos fósiles de Arctotherium en Carmen de Areco.

Investigadores del Museo de La Plata realizaron el rescate de un ejemplar, posiblemente hembra, perteneciente a la especie de osos más grande de la que se tiene conocimiento. El hallazgo se produjo en una tosquera, a unos 150 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires.

En Sudamérica, durante la edad Ensenadense que se extendió desde los 1.7 millones de años hasta los 400 mil años antes del presente, vivieron los osos gigantes de mayor masa corporal de los que se tiene registro. Y, hace pocas semanas, se produjo el hallazgo de un nuevo ejemplar de esta especie –conocida con el nombre de Arctotherium angustidens– en Carmen de Areco.

El doctor Leopoldo Soilbelzon, experto en el estudio de osos fósiles y autor principal del estudio que dio a conocer el ejemplar más grande del mundo, participó del rescate de este nuevo espécimen. “Se trata de un individuo adulto y, por su tamaño, estimamos que se podría tratar de una hembra”, indicó a la Agencia CTyS-UNLaM.

“En vida, podría haber superado los dos metros de altura en posición erguida”, aseveró el investigador del Museo de La Plata y del CONICET. E indicó: “Según estudios recientes, pudimos estimar que el ejemplar más grande de esta especie podría haber alcanzado, incluso, hasta los cuatro metros y medio de altura parado en las dos patas traseras”. El becario doctoral Facundo Iacona, quien también fue partícipe del rescate, especificó que se ha podido recuperar parte del cráneo y algunas vértebras de este animal.

<<<Aspecto de Arctotherium.

“Esto fue posible gracias a que tanto el operario de la máquina retroexcavadora que hizo el hallazgo, Ramón Garicox, como los dueños de la cantera, con muy buen criterio y haciendo lo que se tiene que hacer en estos casos, denunciaron la aparición de estos fósiles al Centro de Registro del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico de la Dirección Provincial de Patrimonio Cultural”, valoró.

De inmediato, la Dirección Provincial se comunicó con el Museo de La Plata para que se efectuara la labor de rescate. De esta forma, esta osa gigante, tras la preparación de sus restos, quedó alojada en el Museo Histórico de Carmen de Areco, donde, en algunos meses, podrá comenzar a ser visitada por estudiantes de distintas escuelas y por los habitantes de dicha ciudad y alrededores.

Durante cientos de miles de años, este ejemplar estuvo enterrado a unos ocho metros de profundidad. “Si bien se encontró solamente el cráneo y unas vértebras, probablemente, había otras partes de su cuerpo en el sitio, pero como fue desenterrado por una máquina excavadora, otros fragmentos pueden haberse perdido”, consideró Soibelzon.

Facundo Iacona relató que, una vez en el sitio, lo primero que hicieron fue recolectar los fragmentos que se encontraban dispersos. “Luego, vimos el cráneo, y se observaba parte del maxilar con dientes, y establecimos los límites del cráneo teniendo en cuenta que se trataba de un Arctotherium angustidens, también conocido con el nombre de osos de rostro corto”.

Posteriormente, los paleontólogos armaron lo que se conoce con el nombre de bochón, a través del cual se le dio una forma de hongo al sedimento que contenía al fósil y se protegió al material durante la extracción y hasta su traslado al Museo de Carmen de Areco.

<<<Esqueleto en el MACN. Ilustrativo.

“Además de la importancia científica que tiene este material, que quedará disponible en el Museo para futuras investigaciones, también tiene un valor patrimonial, ya que permite a la comunidad conocer una parte de la prehistoria de la región”, manifestó Iacona.

El doctor Soibelzon precisó que “sólo se han encontrado ejemplares de esta especie de osos rostro corto en la región pamepeana y en Tarija, Bolivia; no fueron hallados en ningún otro lugar hasta el momento”.


Punatitan y Bravasaurus, dos nuevas especies de dinosaurios herbívoros gigantes en La Rioja.

Pertenecieron al período Cretácico, más de 70 millones de años atrás. La novedad acaba de publicarse en la revista Communications Biology.

Un equipo de paleontólogos liderados por el investigador del CONICET Martín Hechenleitner descubrió dos nuevas especies de dinosaurios titanosaurios en la Quebrada de Santo Domingo, una zona de la precordillera ubicada en La Rioja. Estos titanosaurios –dinosaurios herbívoros de gran tamaño, cuadrúpedos, de cuello y cola larga y cabeza proporcionalmente pequeña–, habrían vivido hace más de 70 millones de años, en el período conocido como Cretácico, previo a la extinción de los dinosaurios. Si bien se conocía que en la Patagonia fueron muy abundantes, no se hallaban especies nuevas de este grupo de dinosaurios en el noroeste argentino desde hace cuarenta años. La novedad acaba de publicarse en la revista Communications Biology.

La primera de estas dos nuevas especies descubiertas –que presentan diferencias anatómicas que los distinguen del resto de los saurópodos conocidos hasta ahora- habría alcanzado unos 20 metros de largo y fue bautizado Punatitan, que significa “gigante de La Puna”, justamente por su gran tamaño. El segundo, del que se presume que sea uno de los titanosaurios más pequeños de Sudamérica, habría rondado las tres toneladas de peso y los siete metros de largo: fue bautizado como Bravasaurus, en referencia a la Reserva Provincial Laguna Brava.

“Este hallazgo nos da un panorama mucho más amplio de lo que habría sido la diversidad de esos dinosaurios en el Noroeste de Argentina”, comenta Hechenleitner, que trabaja en el Centro Regional de Investigaciones Científicas y Transferencia Tecnológica de La Rioja (CRILAR, La Rioja – SEGEMAR – CONICET– UNLAR – UNCA). “A pesar de que estos dinosaurios fueron extremadamente abundantes en el continente sudamericano, la mayoría del registro viene de la Patagonia y de algunos lugares del sur de Brasil, pero se sabía muy poco de qué pasó en el resto del continente.

Tampoco sabíamos, hasta ahora, cuál era la conexión que había entre Brasil y la Patagonia hacia fines del Cretácico. Lo que nos muestran estos fósiles es que tenían un parentesco cercano con dinosaurios de ambas regiones”.

La dificultad en el acceso fue una de las principales razones por las que las excavaciones en la zona de la Cordillera de Los Andes en La Rioja no eran tan comunes hasta ahora, como sí sucede en otros sitios de Argentina. “Lo poco que se conocía del Cretácico del noroeste pertenecía a Salta, y hace poco más de 10 años se está empezando a conocer qué pasó en La Rioja”, asegura Hechenleitner.

Para completar este hallazgo, de hecho, el equipo de científicos tuvo que superar varios obstáculos logísticos. En la primera expedición que realizaron, en 2015, se dirigieron a la Quebrada de Santo Domingo, una localidad recóndita ubicada a 3200 metros de altura, porque tenían el dato de que allí, en la década de los noventa, unos geólogos australianos habían encontrado un puñado de fragmentos de huesos de dinosaurios. Pero no tenían algo básico: la ubicación exacta del hallazgo.

“El problema fue que cuando llegamos al lugar, las rocas que están en ese valle, que podrían haber contenido los huesos, afloran en un área de 15 kilómetros de largo, por 4 de ancho. Había para caminar un año entero. Una coordenada de GPS nos permite ir al lugar exacto, ahorrándonos mucho tiempo. En este caso no la teníamos. Fuimos a buscar casi a ciegas”, recuerda el paleontólogo. Durante los diez días que duró aquella primera campaña no encontraron ningún hueso, pero la adversidad no los doblegó: regresaron al sitio una vez pasada la temporada de nieve, seis meses después.

En esa segunda campaña, después de veinte días de caminatas por el valle, apareció el primer indicio de que estaban en la senda correcta: una cantidad copiosa de huevos de dinosaurios. Al año siguiente, una vez terminada la temporada de lluvia en la zona, volvieron al lugar y ahí sí, al fin, dieron con los ansiados huesos. Un año después, en la última de las campañas, regresaron a las coordenadas exactas de ese hallazgo, para terminar con las excavaciones. “Además de los restos de estos dos nuevos saurópodos hemos encontrado más huesos, que están en estudio”, adelanta Hechenleitner.

“Gracias a estos hallazgos empezamos a hacernos una idea de cómo era el panorama de los ecosistemas de esta región –continúa–.

Durante muchos años nos quedamos con la idea de cómo serían los ambientes en los que vivían los dinosaurios en La Patagonia: pero acá nos encontramos con que los ambientes no eran exactamente iguales, y los dinosaurios también eran distintos. Eso lo estamos empezando a entender ahora”. En cuanto a los huevos de dinosaurios que encontraron en la zona –numerosas acumulaciones de huevos, y miles de cáscaras diseminadas por el valle–, los científicos conocían hasta ahora otros dos sitios de La Rioja en los que los saurópodos habían nidificado.

El hallazgo de estos huevos en la Quebrada de Santo Domingo significa un nuevo lugar de nidificación con particularidades que lo hacen único, es decir, más información nueva para interpretar. “Podemos decir que los dinosaurios que nidificaron en este lugar lo hacían de una manera completamente distinta a la de los otros sitios de La Rioja, con lo cual nos da una idea de la diversidad en los comportamientos de nidificación de estos dinosaurios, con adaptaciones específicas a los distintos ambientes”, explica el científico.

Y aclara: “Hay un lugar de La Rioja donde estos dinosaurios nidificaban en un ambiente hidrotermal, con pequeñas piletas de barro con agua caliente, y aprovechaban el calor para incubar los huevos. En otra región, ponían los huevos en un lugar arenoso, en un ambiente semi-árido, y aparentemente usaban el calor del sol para la incubación. Acá en Santo Domingo los huevos no están ni en un ambiente hidrotermal ni en uno árido, sino en una planicie asociada a un río. Posiblemente fue un lugar con bastante vegetación, lo que puede suponer que ponían los huevos en montículos de vegetación y tierra, barro, como hacen los cocodrilos actuales. Todavía lo estamos estudiando”.

Hechenleitner confía en que “estas nuevas especies se transformen en una referencia de consulta frecuente para los especialistas. La importancia de este trabajo radica, en parte, en lo geográfico: de la Patagonia conocemos mucho, pero termina siendo parcial. Para un estudio general a escala continental, otras regiones cobran relevancia. En este contexto los fósiles de La Rioja son una pieza clave para entender la complejidad de los ecosistemas del Cretácico de Sudamérica”, concluye el investigador. Fuente; Conicet.


Investigadores de la Fundación Azara y CONICET descubrieron huellas de 235 millones de años en Bolivia.

Especialistas del CONICET encontraron centenares de huellas de animales cuadrúpedos, emparentados con los cocodrillos, de una época en la que los dinosaurios aún no habían desarrollado grandes masas corporales. El hallazgo se produjo en las localidades bolivianas de Tunasniyoj y Ruditayoj, ubicadas a unos 40 kilómetros de Sucre.

En una campaña que implicó un gran despliegue logístico, investigadores del CONICET descubrieron una gran cantidad de huellas pertenecientes a animales cuadrúpedos emparentados con los cocodrilos. Eran animales de gran tamaño, capaces de trotar, aunque no se pudo definir si se traba de especies carnívoras o herbívoras.

El doctor Sebastián Apesteguía, investigador del CONICET y la Fundación Azara, comentó a la Agencia CTyS-UNLaM que “por la antigüedad y el tamaño de estas huellas, que pertenecen a uno o varios animales de unos siete metros de longitud, era claro que no pertenecían a dinosaurios, porque hace 235 millones de años estos animales no habían alcanzado esa talla corporal”.

<<<Imagen ilustrativa.

“Parte del equipo estuvo compuesto por icnólogos -especialistas en huellas-, quienes pudieron confirmar que estos animales dejaban huellas conocidas como quiroterias, particularmente de un género que es conocido como Brachychirotherium, o braquiquiroterios”, especificó Apesteguía, autor principal del estudio que se publicó hoy en la revista científica Historical Biology.

El paleontólogo Facundo Riguetti, coautor de este estudio, indicó que “este es el primer hallazgo de este tipo de huellas en Bolivia y es también la primera evidencia de que en el Triásico Superior vivían grandes y viejos parientes terrestres de los cocodrilos en ese país”.

“Algunas de las cosas más sorprendentes que vimos en estos animales, además del gran tamaño que tienen, es el agrupamiento que presentan”, aseveró Riguetti. Y agregó: "En algunos casos, se ven rastrilladas individuales, es decir, secuencias de huellas solitarias de un mismo individuo, mientras que en otros casos están agrupadas en suelos con mucha agua. Es probable que estos animales se reunieran en torno a lagunas o ríos, como ocurre hoy en los oasis de los desiertos”.

y Geología (IIPG-CONICET) de la Universidad Nacional de Río Negro, valoró que “el hallazgo de trazas fósiles, en este caso de huellas de cuadrúpedos, brindan un montón de información sobre la paleobiología de los animales extintos, porque permite ver el animal caminado, moviéndose, e interactuando con el ambiente, y ello nos da información sobre su forma de locomoción”.

El doctor Apesteguía comentó que hay dos posibles candidatos a haber dejado estas huellas: “Puede que hayan sido unos animales carnívoros conocidos como rauisuquios, los cuales eran enormes parientes terrestres de los cocodrilos. Eran capaces de trotar y medían entre tres y diez metros de largo, e incluían formas de pesadilla como Prestosuchus, Saurosuchus y Fasolasuchus”.

“Pero también es posible que estas huellas hayan sido dejadas por aetosaurios, los cuales eran acorazados y también eran parientes lejanos de cocodrilos, pero herbívoros, y de un tamaño que podría haber rondado entre los cuatro y cinco metros”, afirmó Apesteguía.

Si bien los animales carnívoros no suelen desplazarse en grandes grupos, acostumbran a realizar rastrilladas en un determinado sitio y, por ello, un solo individuo podría haber generado un gran número de huellas. En tanto, los animales herbívoros suelen tener hábitos gregarios, por lo que podrían haberse juntado a beber agua, por ejemplo, dejando dicho rastro en el suelo.


Descubren fósil de una tortuga marina en el Mioceno de la localidad de Paraná, Entre Ríos.

Investigadores del Museo Argentino de Ciencias Naturales "Bernardino Rivadavia", CONICET y Fundación Azara-Universidad Maimónides, dieron a conocer el primer hallazgo de una tortuga marina en la Mesopotamia. Los fósiles fueron hallados en las barrancas del río Paraná en la provincia de Entre Ríos y tienen una edad cercana a los 10 millones de años de antigüedad.

La localidad de Paraná además de ser la capital de la provincia de Entre Ríos es la cuna de una serie de hallazgos paleontológicos de gran relevancia para entender la evolución de la fauna que vivió en Argentina durante los últimos diez millones de años.

En aquel entonces, el Río Paraná era posiblemente parte de un profundo mar que invadió Sudamérica y alcanzó el norte del continente, inundando toda la región chaqueña incluyendo Bolivia y Paraguay.

Este mar era de aspecto tropical, abundaban ballenas, delfines y cachalotes, manatíes y aves buceadoras eran frecuentes en sus costas.

En tierra firme perezosos gigantes, gliptodontes y aves gigantes dominaban el ambiente. En los antiguos sedimentos depositados por aquel mar suelen encontrarse restos fósiles, incluyendo la mandíbula de tortuga que los paleontólogos han dado a conocer esta semana.

Este fósil es semejante al de tortugas marinas como la Tortuga Verde o la Tortuga Carey y representa el primer resto de este grupo de tortugas encontrado en Argentina.

La mandíbula fósil posee una amplia superficie masticatoria con la que esta tortuga podría haber triturado los invertebrados que formaban parte de su dieta.

<<<Imagen ilustrativa.

Con el retroceso de el “Mar Paranaense” y el progresivo enfriamiento de los océanos ocurrido hace unos 8 millones de años, es posible que estas tortugas, adaptadas a climas cálidos, hayan reducido su distribución e incluso hayan desaparecido de los mares del mundo.

Imágenes. Recreación de la tortuga marina de la localidad de Paraná. Cráneo ilustrativo de Chelonia sp, y rama mandibular fósil hallada en el Mioceno de Entre Ríos. Fuente información; Fundación Azara.


Estudios paleoneurologicos en Prospaniomys priscus, un roedor del Mioceno.

Presenta una curiosa combinación de caracteres dentales y auditivos. Lo estudiaron dos investigadoras del CONICET junto a un colega de Estados Unidos

Se conoce como paleoneurología a la rama de la biología que estudia la anatomía interna del cráneo de animales antiguos para establecer relaciones entre su estructura y el cerebro y sus órganos asociados. “Por un lado, permite estudiar cómo han ido variando las estructuras anatómicas en el tiempo, como por ejemplo los cambios en la forma y tamaño. Por otro, tanto el cerebro como la región auditiva están estrechamente vinculados a los hábitos locomotores y al ambiente, por lo tanto cuando comparamos estas estructuras con la de animales vivientes podemos realizar inferencias relacionadas a como se movían, los sonidos que podían haber escuchado y el ambiente en el que habitaron”, comentan dos investigadoras del CONICET La Plata que acaban de publicar en la revista Journal of Vertebrate Paleontology un trabajo que se enmarca en esa disciplina y que plantea interrogantes sobre la historia evolutiva de un tipo de roedor que habitó la Patagonia argentina de 19 a 16 millones de años atrás.

El estudio se centró en Prospaniomys priscus, un octodontoideo –nombre que refiere a la estructura de su dentición, con una figura que se asemeja a un número ocho–, es decir un roedor de tamaño mediano (entre 10 y 20 centímetros de largo) que vivió en la Patagonia durante el Mioceno inferior, cuyo cráneo se encuentra en el Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia (MACN, CONICET) y es el mejor preservado para un ejemplar de su edad. Los octodontoideos pertenecen a un grupo de roedores endémicos de América del Sur conocidos como caviomorfos que adquirieron formas variadas, y entre sus representantes más conocidos se encuentran los tuco tucos, de hábitos subterráneos; los coipos, más adaptados a espacios acuáticos; y otros relacionados con ambientes selváticos.

P. priscus no está relacionado directamente a ninguna de las formas vivientes, con lo cual los hábitos que pudo tener son diversos”, comenta Michelle Arnal, investigadora del CONICET en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (FCNyM, UNLP) y una de las autoras del trabajo. Hace algunos años, la experta estudió la estructura externa del cráneo del ejemplar extraído de un yacimiento ubicado en la localidad de Sacanana, en el centro norte de Chubut:

 “Esa zona tiene la particularidad de que los fósiles se conservan dentro de clastos o bolitas de piedra. Eso favorece la preservación, pero tiene como contrapartida que el sedimento que se adhiere a los materiales es muy duro y la única manera que había antes para estudiar su anatomía interna era, literalmente, rompiéndolos”, apunta.

Aquella descripción externa le permitió a Arnal reparar en una serie de características distintivas que invitaban a investigar “qué pasaba dentro de ese cráneo”. Para ello, se contactó con María Eugenia Arnaudo, por entonces becaria del CONICET en la FCNyM y primera autora del reciente trabajo, cuyo tema de tesis había sido el estudio del sistema auditivo de osos fósiles, y juntas emprendieron lo que definen como “la primera descripción anatómica interna de un caviomorfo fósil”, trabajo que realizaron mediante tomografías computadas de alta resolución utilizando equipos de YTEC, empresa de gestión conjunta entre el CONICET e YPF.

“Por un lado, presenta unas bulas timpánicas hipertrofiadas, o muy desarrolladas, en la parte posterior del cráneo, es decir una especie de caja de resonancia que en general está asociada a animales que habitan en espacios desérticos y que gracias a esa adaptación pueden captar sonidos de baja frecuencia para, entre otras cosas, detectar la presencia de posibles depredadores o comunicarse. Por otro, unos dientes de coronas bajas que si uno compara con formas actuales, aparecen más bien en animales que tienen dietas blandas a base de hojas o frutos, es decir relacionados a espacios más cerrados, como los pampeanos, bosques y selvas actuales, pero no desérticos. Esto marca cierta contradicción: se supone que las bulas son caracteres adaptativos al ambiente, pero hay otros indicios que dan cuenta de lo contrario, que podría tratarse de un patrón ancestral, hereditario”, explica Arnal.

Una dificultad importante para los estudios comparativos es que no hay análogos de este ejemplar que vivan en la actualidad, “y en ningún caviomorfo u otro roedor de los que analizamos se da esa combinación de bulas grandes con esos dientes de corona baja. En general, los roedores con bulas grandes presentan denticiones de coronas altas, sin raíces y de crecimiento continuo, lo que indica que se alimentan de pastos muy abrasivos, o que viven en espacios desérticos y el polvo adherido a la comida les desgasta los dientes, por lo que requieren que estén en permanentemente crecimiento”, puntualiza Arnaudo.

Las posibles hipótesis que plantean las investigadoras son dos: que esas bulas superdesarrolladas hayan sido una adaptación que hizo este grupo de roedores cuando surgió durante el Mioceno, o que sea un patrón ancestral heredado. “No hay mucha información sobre cómo era el paleoambiente en Sacanana durante el Mioceno, aunque la procedente de otras localidades de la Patagonia de esa edad propone que allí no había desiertos. Eso indicaría que es un carácter ancestral. Pero entonces, ¿para qué necesitaban semejante caja de resonancia animales que vivían en ambientes cerrados, similares a los pampeanos, bosques o selvas de la actualidad?”, se pregunta Arnal. “Se han observado bulas grandes en roedores de hábitos subterráneos, porque debajo de la tierra las ondas de baja frecuencia se transmiten mejor, pero los rasgos anatómicos de este ejemplar nos indican que no era subterráneo, así que estamos ante una disyuntiva porque no tenemos análogos vivientes que nos lo expliquen”, apunta.

Para finalizar, las expertas señalan que el estudio abre varias líneas posibles de trabajo relacionadas con la paleoneurología de caviomorfos que permitirán conocer más sobre su comportamiento, relación con los paleoambientes que habitaban y posibles patrones evolutivos hasta hoy desconocidos. Fuente; Conicet.


Morenelaphus, un ciervo fósil hallado en San Pedro por el Museo Paleontológico.

En el mes de enero, el Grupo Conservacionista de Fósiles halló, en el yacimiento de Campo Spósito, el cráneo con cornamenta de un ciervo fósil que habitó la zona hace más de 200.000 años. El ejemplar, que perteneció al género Morenelaphus, era un ciervo de tamaño mediano a grande que tenía una presencia numerosa en la zona.

Este cráneo es el más completo de los tres que ya se han encontrado en el yacimiento de Bajo del Tala, en 19 años de búsqueda en el lugar.

El equipo que lo descubrió estuvo conformado por José Luis Aguilar, Javier Saucedo, Julio Simonini, Domingo Ancharek y Matías Swistun. Los dos últimos fueron los primeros en observar al ejemplar semi oculto en el sedimento.

El cráneo fosilizado fue extraído con la técnica de “bochón de yeso”, es decir, en un bloque del sedimento que lo contenía y envuelto en telas embebidas en yeso para que no sufra deterioro durante el traslado al museo.

Una vez allí, la tarea de preparación estuvo a cargo de Julio Simonini, integrante del equipo del Museo Paleontológico. Con extremada paciencia y utilizando torno eléctrico, pequeñas herramientas y ciertos productos consolidantes, Simonini fue retirando poco a poco, toda la roca que rodeaba al fósil. Así, la capa de tosca dura de más de un centímetro de espesor, fue sacada en un trabajo que demandó muchas horas a lo largo de varios meses.

No solo se preservaron todos los detalles del cráneo en sí, sino también, de las dos ramas de cornamenta que conserva el ejemplar. Tanto esfuerzo de preparación dio como resultado uno de los cráneos más completos que se tienen de la especie.

<<<<Esqueleto de Morenelaphus. Ilustrativo.

Estos animales herbívoros, de hábitos ramoneadores, son uno de los ciervos más frecuentes entre los restos fósiles del Pleistoceno de Argentina.

En el caso del yacimiento de Campo Spósito, ya son varias las piezas recuperadas de estos animales. Debido a que en un sector de ese campo se preservó un tramo de un río prehistórico, estos mamíferos al igual que otras tantas especies, se acercaban a beber y a alimentarse. En el caso de estos ciervos se cree que habitaban en grupos numerosos ya que son muchos los restos encontrados en un sector muy acotado.

Al comparar el cráneo de este último ejemplar encontrado con los otros dos recuperados anteriormente, se observa que se trata de un individuo joven que aún no había alcanzado una adultez plena. También se puede ver que en los ejemplares más viejos, las cornamentas desarrollan unas callosidades o “verrugas” en la superficie. Algo que aún no se manifiesta en este ejemplar juvenil que presenta la superficie de su cornamenta totalmente lisa.

En la foto; Julio Simonini, quien preparó al fósil, junto al ejemplar descubierto por Ancharek y Swistun, en Campo Spósito. El ciervo fósil junto al gigantesco megaterio y fachada del Museo. Fuente texto; Museo Paleontológico de San Pedro.


Proyecto de Ley para la declarar Reserva Natural a Centinela del Mar.

El diputado provincial del Frente de Todos, Germán Di Cesare presentó el documento ante la legislatura bonaerense para lograr la protección de ese espacio situado entre el sector de Rocas Negras hasta el arroyo “La Nutria Mansa”, algo que era reclamado desde hace bastante tiempo por profesionales y ambientalista

MIRAMAR (Corresponsal). – La ansiada iniciativa para la declaración de Reserva Natural en un espacio geográfico costero de General Alvarado,  de enorme riqueza biológica, arqueológica, paleontológica y ambiental, parece cimentarse ahora en una acción más concreta tras el Proyecto de Ley presentado ante la legislatura bonaerense por el disputado del Frente de Todos, Germán Di Cesare.

El escrito especifica como límites el sector de Rocas Negras en Mar del Sud hasta el arroyo “La Nutria Mansa” en Centinela del Mar, que divide con el Partido de Lobería. También establece una amplia justificación para adoptar esa denominación tras el aporte de distintos profesionales como palentólogos y museólogos que vienen estudiando la zona desde hace varios años por lo que a través de distintas iniciativas, entre ellas, con el apoyo de asociaciones civiles requerían un cuidado formal de esa particular zona.

Además de la bibliografía citada, existen una serie de imágenes con delimitaciones sobre la cantidad de yacimientos paleontológicos existentes sobre acantilados y depresiones interdunales, como así también en plataformas de abrasión, en este caso, sólo expuestos en bajamar.

También se grafican sitios arqueológicos donde se han localizado restos humanos con una antigüedad superior a los 7000 años entre 1888 y 1913. A esto se suman  concentraciones de artefactos y otros encontrados de forma aislada a lo largo de todo el cordón costero.

Cabe recordar, que el 2015 el paleontólogo Marcos Cenizo, tras 13 años de investigación en la zona presentó oficialmente el proyecto de Declaración de Reserva Natural, que por cuestiones burocráticas del Estado  y delimitaciones estuvo paralizado pero ahora finalmente Di Cesare busca reactivarlo desde el Poder Legislativo bonaerense.

Cenizo, desarrolló una charla de capacitación donde dio a conocer, junto al museólogo Daniel Boh, y Carlos Canelo, titular de la Asociación Civil Pampa – Patagonia,  los trabajos realizados y la justificación de esta postura que proteja un territorio de enorme patrimonio arqueológico, paleontológico y natural, principalmente de la acción discriminada de la raza humana que sigue sin medir las consecuencias al alterar el medioambiente.

La idea abarcaba al Estado a través del Organismo Provincial de Desarrollo Sostenible para delimitar la zona, pero a su vez la intención en ese momento era sumar los propietarios de tierras linderas cerca del mar mediante una iniciativa público – privada para ampliar el espacio y que estos a su vez puedan recibir importantes exenciones impositivas. De esto último, no se conocen detalles.

Cenizo comenzó sus expediciones en 2001 junto a otros especialistas y el rastreo de material perduró hasta 2005.

En 2008 el Concejo Deliberante promulgó la ordenanza municipal 203/08 del Partido de Alvarado que declaró a los acantilados de Centinela del Mar como “Sitio de Interés Geológico y Paleontológico” aunque recién en 2012 se comenzó a pensar seriamente en la reserva arqueológica, paleontológica en dunas acantilados y restinga.

Otro de los distintos trabajos elaborados en su momento, determinó que la zona alberga una diversidad paleo fáunica de las más importantes en América del Sur, por sus 58 especies de mamíferos, 8 de peces, 34 de aves, 8 de reptiles y 5 de anfibios.

También se exploraron diversas cuevas milenarias cavadas por perezosos las cuales en casos llegaron a los 2,5 metros de ancho y hasta permanecen las marcas de garras en su interior.

Más info en http://www.museodemiramar.com.ar/museodemiramar/naturales/principal.htm  


La Aduana frustró el contrabando de 100 piezas fósiles de un museo de Bariloche a España.

El Secretario de Cultura de Río Negro, Ariel Ávalos, dijo estar “contento porque el trabajo de meses dio frutos”. Remarcó el trabajo de las fuerzas armadas, secretaría de Cultura, subsecretaría de Patrimonio y dijo que “tenemos una alegría enorme que hayan aparecido estos materiales que son de los rionegrinos”.

Recordó que tiempo atrás el propietario había pedido un permiso para viajar a España con los fósiles. Ávalos expresó que el permiso para salir con los fósiles fue negado, porque están protegidos por la Ley de patrimonio provincial y nacional. “Nos parecía que era una pérdida enorme que una colección de semejante valor se fuese a otro país”, dijo.

“Este señor siguió insistiendo y tuvimos indicios que nos hicieron presentar en el museo, fuimos con especialistas a revisar las colecciones, siempre con dificultades, siempre había algún tipo de excusa que generaba sospechas”, explicó y por ello se dio aviso a la autoridad de aplicación nacional que es el museo Bernardino Rivadavia. “Tal como lo habíamos sospechado se intentaban sacar las piezas como contrabando”, confirmó y señaló que el material fue revisado hace unas horas.  Ahora empieza el camino de retorno del material a los rionegrinos.

Informó que hay una denuncia penal de las autoridades nacionales respecto a este cargamento y ahí se podrá determinar quién es el responsable y quién estaba firmando ese envío.

“Tenemos con Julián Corsoloni hace un tiempo un sumario administrativo que está siguiendo los distintos pasos para investigar su relación con todos estos hechos que ahora se comprueba que son como habíamos pensado”, dijo el funcionario provincial.

Avalos manifestó que la idea es que vuelvan al lugar de origen pero “recién hemos charlado con los responsables del equipo pensando el camino del retorno, que empieza ahora, vamos a comunicarnos con el Museo Rivadavia y veremos cómo sigue esto”.

Resaltó que “es la primera vez que lamentablemente nos pasa y ahora veremos cómo vuelve lo más pronto posible a los rionegrinos y que todos estemos disfrutando de esa colección que es maravillosa”. Según informa la agencia Telam la Dirección General de Aduanas (DGA) evitó el contrabando de un centenar de fósiles de dinosaurios y otras piezas paleontológicas pertenecientes a un museo privado que tenían como destino España, país donde fue incautado un contenedor con los elementos pertenecientes al patrimonio cultural de Argentina.

La acción delictiva fue descubierta tras un trabajo conjunto entre las fuerzas de seguridad y las aduanas de ambos países, y permitió que la DGA lograra recuperar más de cien piezas históricas. A partir de una serie de investigaciones previas, que aun continúan, la DGA se puso en alerta ante la posibilidad de que se produjera una exportación ilegal de fósiles.

Según se pudo establecer, todo comenzó cuando un contenedor declarado como mudanza partió rumbo a Murcia, en el sureste del país europeo, y generó la sospecha de que transportaba fósiles, por lo que inmediatamente la Aduana argentina solicitó al servicio aduanero español que a su arribo realice un exhaustivo control de la carga.

Ante el pedido de la DGA, la Aduana de España detuvo el curso de la operación en el puerto de Valencia, realizó la inspección ocular de la carga y tomó fotografías de los artículos, un operativo que fue seguido de manera remota por la Aduana local.  Como resultado del mismo, se detectaron unas 100 piezas, entre las que se encontraron huesos fósiles de dinosaurios y mamíferos, huevos de dinosaurios y abundantes cantidades de troncos fósiles e invertebrados, todos pertenecientes al patrimonio cultural de Argentina. 

En el operativo coordinado por la Aduana argentina, participaron además el Departamento Protección de Bienes Culturales de la Policía Federal Argentina, Interpol y el Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”, todos organismos integrantes del Comité Nacional de Lucha contra el Tráfico Ilícito de Bienes Culturales, creado en 2003.

También la Aduana contó con la colaboración de la Organización Mundial de Aduanas (OMA), de la Policía Judicial de la Aduana Española, de la Brigada de Patrimonio Histórico de la Policía Nacional Española y del Museo de Ciencias Naturales de Valencia. Fuente; www.noticiasdebariloche.com.ar/


Hallan restos fósiles de perezosos gigantes en Camet Norte y La Caleta.

En la mañana del jueves 17, el Museo Municipal de Ciencias Naturales Pachamama, dependiente de la Secretaría de Cultura y Educación del partido de Mar Chiquita, realizó diversas tareas de rescate paleontológico en las localidades costeras de Camet Norte y La Caleta.

La jornada comenzó en Camet Norte, con el rescate de diversos restos fósiles que habían sido detectados y su extracción programada en prospecciones efectuadas en días anteriores (dónde se pudo rescatar parte de una mandíbula de lo que podría ser un gran herbívoro de la megafauna prehistórica local) y prosiguió hacia la zona del arroyo Los Cueros en La Caleta, cuando vecinos de esa localidad se comunicaron con personal del Museo para dar aviso del hallazgo de grandes huesos, en las playas de la zona.

Fue así que, inmediatamente el equipo del Museo puso en marcha el protocolo previsto para el hallazgo de estos materiales -tal como se desarrolla desde hace años en la Institución- a lo que se agregan hoy las particularidades propias del distanciamiento social y las precauciones de trabajo por la contingencia COVID-19. De esta manera se ha actuado desde marzo y, en este caso, como en otras oportunidades, se contó con la colaboración desinteresada de vecinos que aportaron información, custodiaron el patrimonio hasta llegada del personal calificado al lugar, y se dispusieron medidas para mantener la distancia prudencial en el área en ocasión de llevarse adelante los trabajos.

Como primera medida se delimitaron las zonas de excavación con estacas elaboradas a tal efecto, y sogas a modo de perímetro, de manera que se desarrollaran las actividades dentro del área cercada y asegurando las medidas de distanciamiento social. La excavación fue llevada adelante por el Técnico Mariano Huilnik, encargado del diseño de tales medido y preparativo de tipo preventivo.

Desde la Dirección Científica y la Dirección Ejecutiva del Museo local, a cargo del Dr. Pablo Straccia y el Sr. Rubén Daniel Scian, respectivamente, se coordinaron los trabajos e indicaron las acciones a seguir y se fue monitoreando el proceso.

Por via remota, se remitió también material en fotografía y video para interconsulta con el Dr. Alfredo Zurita, especialista en megafauna de xenartros del Centro de Ecología Aplicada del Litoral del CONICET con sede en Corrientes, quien luego de la evaluación preliminar opinó acerca de los materiales, --confirmando en ese momento las primeras ideas del personal del Museo-- que en el caso de los hallazgos de La Caleta, se trataría de restos de grandes perezosos extinguidos, propios de la fauna de Mar Chiquita conocida hasta el momento.

Lo notable del hallazgo es el grado de conservación y el tamaño de los materiales, lo que evidencia que se trató de un ejemplar que en vida sería de gran porte, tal vez de los más grandes perezosos del grupo.

La escasa intervención antrópica existente en la zona que va desde el arroyo Los Patos en Camet Norte, pasando por los arroyos Seco y Los Cueros en cercanías de La Caleta, y siguiendo por toda la franja costera que llega a la Albufera de Mar Chiquita hace de ese territorio un ambiente de una riqueza excepcional, donde en la transición del sistema de acantilados activos al de dunas vivas se permite obtener registros de variaciones climáticas de importancia, especialmente relacionados también a variaciones en el clima y nivel de ingresión marina sobre el continente.

El área completa cuenta con todas las geoformas de erosión marina, existiendo además en ambos extremos de ese cordón costero, unas de las riquezas icnológicas (huellas fósiles) más importantes de la provincia.

La costa de nuestro Partido es un territorio de gran valor Paleontológico geológico y Arqueológico y los vecinos, como es ya habitual en todas las localidades, nos muestran su alto nivel de compromiso con el patrimonio natural y cultural de Mar Chiquita. Fuente; Facebook del Museo Municipal de Ciencias Naturales “Pachamama” de Mar Chiquita. Ilustración de archivo de Daniel Boh.


Waluchelys cavitesta, una nueva especie de tortuga de unos 205 millones de años de antigüedad.

Se encontraron cuatro ejemplares de esta nueva especie de tortuga, denominada Waluchelys cavitesta, al sudeste de la provincia de San Juan, en la localidad Balde de Leyes. A partir de su estudio, se revelaron nuevos aspectos sobre el origen del caparazón de estos animales.

A partir del descubrimiento de estos cuatro especímenes, se pudo reconstruir de forma casi completa el caparazón de esta tortuga de fines del Triásico, la cual convivió con el primer dinosaurio gigante del que se tiene conocimiento -Ingentia prima-, como así también con antecesores de los cocodrilos y de los mamíferos.

La doctora Juliana Sterli, investigadora del Museo Egidio Feruglio (MEF) y del CONICET, comentó a la Agencia CTyS-UNLaM que “esta nueva especie está entre las tortugas más antiguas que se conocen y su estudio nos aportó datos sobre cómo se originó su caparazón”.

“El origen del caparazón en las tortugas es uno de los temas más cautivadores de la evolución de los tetrápodos (vertebrados con miembros) y, en esta especie, se observa una estructura inesperada y que es absolutamente nueva: las placas que conforman la periferia del caparazón tienen unas cavidades internas”, indicó Sterli, autora principal del estudio publicado en la revista científica Papers in Palaeontology.

Su nombre Waluchelys significa tortuga en lengua diaguita (walu) y en griego (chelys), en tanto que “cavitesta” hace referencia, justamente, a esta particularidad de tener cavidades internas (cavum) en su caparazón (testa).

El tamaño de esta tortuga antigua rondaba los 40 centímetros. El doctor Ricardo Martínez, investigador del Instituto y Museo de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de San Juan (IMCN) y del Centro de Investigaciones de la Geosfera y la Biósfera (CIGEOBIO), relató que “el descubrimiento del primer ejemplar se hizo en 2015 y los restantes fueron en campañas sucesivas en 2017 y 2018”.

A partir de estos cuatro especímenes, se pudo reconstruir gran parte de su caparazón, de su cintura pélvica, de su cintura escapular (lo que sería la articulación de su hombro) y parte de su cráneo. Este animal existió a fines del Triásico, ya muy cerca del límite con el periodo Jurásico que comenzó hace unos 200 millones de años.

“En el yacimiento donde fueron encontradas estas tortugas, Balde de Leyes, pudimos encontrar toda una fauna y flora desconocida a nivel mundial. Allí, hallamos desde animales muy pequeñitos, del tamaño de un ratón, a otros grandísimos de muchos metros y toneladas de peso como el caso de Ingentia prima, esta famosa especie que mostró que el gigantismo en dinosaurios comenzó 30 millones de años antes de lo que se pensaba hasta que la dimos a conocer en 2018”, aseveró Martínez.

Estas pequeñas tortugas convivieron con dinosaurios depredadores como el Lucianovenator bonoi, el cual tenía unos dos metros de longitud. Además, compartieron hábitat con esfenodontes, antecesores de los cocodrilos y antecesores de los mamíferos.  

El doctor Ignacio Cerda, investigador del Instituto de Investigación en Paleobiología y Geología de la Universidad Nacional de Río Negro (IIPG-CONICET, UNRN), observó que los tejidos que quedaron preservados en esas placas periféricas, es decir, las que bordean la circunsferencia del caparazón, son diferentes que en cualquier otra placa periférica que se haya conocido hasta el momento.

“Cuando surgen las tortugas, las placas que conforman el caparazón no son iguales en todos los grupos. Waluchelys ilustra claramente el importante grado de variación que puede ocurrir en un tipo particular de placas, en las periféricas. Por un lado, la microestructura del hueso que las compone indica que se formaban íntegramente mediante la mineralizacíon de tejidos preexistentes, particularmente de la dermis, similar al reportado en dinosaurios acorazados. Por otro lado, las cavidades internas, cuya función es de momento desconocida, no aparecen en ningún otro tipo de tortugas conocidas hasta el momento”, aseveró Cerda.

La doctora Cecilia Apaldetti mencionó a la Agencia CTyS-UNLaM que “este hallazgo muestra parte del trabajo de campo que venimos realizando desde hace unos años en la localidad Balde de Leyes, la cual nos muestra una ventana al pasado, no solo con la flora y la fauna que había en ese momento, sino también del ambiente que es completamente diferente al actual”.

“Todo este paleoecosistema es único en el mundo y podemos reconstruirlo también gracias al apoyo de la secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación de San Juan y de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica”, comentó la investigadora del IMCN-UNSJ y del CONICET.


La paleontóloga Juliana Sterli contó que Waluchelys cavitesta está muy cerca del origen de las tortugas. “Ya se conocía una especie del Triásico de la provincia de La Rioja, Palaeochersis talampayensis, la cual era un poco más antigua, de la Formación Los Colorados que tiene unos 213 millones de años de antigüedad aproximadamente”.

Se estima que estas tortugas ancestrales no retraían la cabeza ni las patas como lo hacen las tortugas actuales dentro del caparazón, porque tenían otra constitución. “Siempre intrigó a los investigadores cómo se conformó este caparazón, porque en el registro fósil había animales sin caparazón y, luego, de repente, aparecían animales con caparazón”, contó Sterli.

Había una discrepancia de si esta estructura de protección había aparecido de forma repentina en las tortugas o si habrían existido especies que indicaran un cambio gradual. La especialista precisó: “Finalmente, en los últimos años, se han conocido especies en el linaje de las tortugas que tenían costillas ensanchadas, y algunas hasta poseen un plastrón (parte ventral del caparazón) que darían lugar, millones de años después, a lo que sería el caparazón como se observa en las primeras tortugas, entre las cuales se encuentra Waluchelys cavitesta”.  Ilustracion Jorge Gonzalez. Fuente: Agencia CTyS-UNLaM

 


Hallan fósiles de Archaeogaia macachaae, un mamífero del Paleoceno de Salta.

El hallazgo data de 2018, pero recién ahora se publicó el artículo firmado por el equipo de investigadores. "Estuvimos primero preparando el material, porque eso requiere una pequeña limpieza y demás, para poder estudiarlo y una vez que estuvo listo ya comenzó el estudio", explicó a Salta/12 la paleontóloga Natalia Zimicz, investigadora adjunta del CONICET en el Instituto de Bio y Geociencias del Noroeste Argentino (IBIGEO), que tiene su sede en Rosario de Lerma, a 35 kilómetros de Salta Capital. El hallazgo fue publicado recientemente en la revista especializada Journal of South American Earth Sciences, de la editorial Elsevier.

Se indicó que el hallazgo es "muy importante" debido a que "representa uno de los registros más antiguos de notoungulados, el grupo más diverso de ungulados nativos sudamericanos (un grupo de mamíferos que ya no existen)", y "contribuye enormemente a la comprensión del origen y diversificación de este grupo en nuestro continente.

<<<Fragmento mandibular de Archaeogaia macachaae, imagen de prensa.

Este grupo de mamíferos es clave en la disputa acerca del origen norteamericano o africano de los mamíferos nativos sudamericanos". A la vez, "pone de manifiesto la importancia que el registro paleontológico salteño tiene para la comprensión de la historia temprana en la evolución de los mamíferos en América del Sur".

"Se trata de un mamífero fósil de aproximadamente 62 millones de años de antigüedad, muy pequeño" del que se encontraron "apenas tres dientes en un fragmento de mandíbula", relató la investigadora. 

Zimicz detalló que el hallazgo es importante por varios motivos, "desde lo geológico, es el segundo fósil registrado para esa unidad y para esa edad en la provincia de Salta, y también tiene un impacto bastante importante a nivel América del Sur porque para ese lapso de tiempo son muy poquitos los registros de fósiles que hay, en particular de este grupo".

"Este en particular es de un grupo donde de mamíferos que ya no tiene representantes en la actualidad, y son denominados ungulados nativos sudamericanos. Lo más importante del hallazgo es que constituye el registro más antiguo para el grupo y está prácticamente en los albores, casi en los orígenes del grupo", señaló.  Los ungulados sudamericanos constituyen un caso de evolución en aislamiento geográfico, entre ellos hubo animales de gran tamaño aunque la mayoría eran pequeños.

Zimicz trabaja en colaboración con investigadores del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino (Rivadavia, Laura Chornogubsky, Mercedes Fernández, Juan Carlos Fernicola, Magalí Cárdenas), del Museo de La Plata (Michelle Arnal y Mariano Bond), y de la Universidad Nacional de Luján (Juan Carlos Fernicola y M. Fernández). 

El fósil encontrado en Los Cardones recibió el nombre de Archaeogaia macachaae, "en honor a Macacha Güemes, una de las mujeres más importantes de la historia de nuestra independencia y de nuestra provincia en particular. Nuestra intención es reivindicar la figura inmensa de Macacha de la única manera que nos es posible en nuestra disciplina, esto es a través del nombre de la especie. Es un homenaje a una mujer luchadora que rompió con los enormes estereotipos de su época y luchó, además exitosamente, nada menos que por la Independencia de nuestra de Patria", lo explicó Zimicz. Fuente Pagina 12.


El fósil que sobrevivió a la batalla durante el combate de Obligado.


Descubren restos de un animal de hace 700.000 años en el sector donde desembarcaron tropas anglo-francesas durante el combate de Obligado, en 1845

La gran bajante que experimenta el Paraná desde hace meses, ha permitido descubrir cosas que en momentos normales del río se encuentran cubiertas por el agua. Uno de estos particulares hallazgos se produjo a 19 km al norte de San Pedro, en la localidad de Vuelta de Obligado.

El 20 de noviembre de 1845, en Vuelta de Obligado, pequeño pueblo del partido de San Pedro, al norte de Buenos Aires, fue escenario de una gran batalla entre tropas criollas y una escuadra anglo-francesa que intentaba remontar el Paraná. El incesante fuego de artillería entre las fuerzas enfrentadas duró más de 8 horas, con numerosas bajas y daños en hombres y embarcaciones. Con las tropas federales a cargo del General Lucio Mansilla casi sin municiones, una avanzada de la flota invasora intenta un primer desembarco que es rechazado por la caballería; más tarde, luego de cortar las famosas cadenas que cruzaban el río, los enemigos logran establecer una cabeza de playa. En ese momento, siendo cerca de la media tarde, la lucha llegaba a su fin…

A comienzos de este año, a casi 175 años de aquella batalla, Gustavo Torres, un vecino del lugar, caminando por la orilla del río, alcanza a ver, entre las rocas expuestas por la marcada bajante, una serie de pequeñas piezas óseas de color oscuro. Torres, nativo y conocedor del lugar, explica: “Me resultó curioso ver esos fragmentos oscuros al borde del agua. En estas condiciones de río el agua puede subir en cuestión de minutos y cubrir toda un área.

<<<Coraza de Eutatus (imagen ilustrativa).

De hecho, al otro día el lugar ya había sido tapado por el río. Como no sabía bien qué eran esos materiales pensé que debía protegerlos antes de que desaparecieran. Recuperé lo que pude de lo que el río había puesto ante mis ojos y a las pocas horas me comuniqué con la gente del Museo Paleontológico de San Pedro”.

EL Director del Museo, José Luis Aguilar, explica detalles del inusual descubrimiento: “Se trata de restos fosilizados de un Eutatus pascuali, animal de alrededor de un metro de longitud, acorazado, excavador. Una especie de armadillo fósil que vivió durante la edad Ensenadense, hace unos 700.000 años. El conjunto recuperado comprende unas 220 placas de la coraza junto a uno de los fémures y parte de la pelvis de este mamífero extinto. Hoy sabemos que la línea de sedimentos donde se lo encontró formó parte de antiguos humedales presentes en la zona en ese momento. Allí quedaban atrapadas diferentes especies.

Pero lo más curioso de este hallazgo es que este fósil, por el punto exacto donde fue descubierto, fue literalmente ´pasado por encima por toda la vorágine de la batalla de Vuelta de Obligado´. Estaba desde hacía más de medio millón de años en un fondo rocoso donde se produjo el primer intento de desembarco enemigo. Barcazas, hombres, armas, cañonazos y lanzas pasaron por encima de este fósil que, incrustado en el piso, aguardaba el momento de ser descubierto.

<<<<Esqueleto de Eutatus.  (imagen ilustrativa).

Más de 2.500 hombres combatieron allí; once buques de guerra cañonearon las costas del lugar y cuatro baterías de artillería defendieron las barrancas de Obligado mientras este fósil estaba ahí, apenas cubierto por el agua!! No es para nada frecuente encontrar un animal prehistórico en el escenario de un combate histórico. Le agrega un dato muy pintoresco al descubrimiento de una especie de la que existen muy pocos ejemplares.”

El Dr. Luciano Brambilla, del Centro de Estudios Interdisciplinarios de la Universidad de Rosario, explica características del animal descubierto: “Era un armadillo de tamaño grande, muy probablemente cavador, de dimensiones comparables con las del actual Tatú carreta. Su armadura, desde la nuca hasta la pelvis, estaba compuesta por bandas móviles que la volvían muy flexible, mientras que la región posterior del cuerpo del animal y a los costados de las escapulas, su cuerpo estaba protegido por escudos más rígidos. Una de las características más sobresalientes de esta especie fue la presencia de gruesos pelos saliendo de su caparazón que superarían en grosor a los de cualquier otra especie de armadillo conocida. Es un hallazgo muy interesante porque la mayor parte de los escasos ejemplares que existen son bastante fragmentarios por lo que, seguramente, aportará más datos al conocimiento de la especie”. Fuente: Facebook de José Luís Aguilar.


Encuentran una tortuga fósil en el Mioceno de Paso Córdoba.

Forma parte de la formación geológica Chichinales, frente a la ciudad de General Roca, muy rica en fósiles, muchos pocos conocidos. Piden a los vecinos que cuando haya hallazgos de este tipo, no se lleven los restos a sus casas, y den aviso a los museos.

A Javier Loncoñanc no se le escapó la tortuga. Hace dos semanas, este vecino de Paso Córdoba estaba realizando su tradicional recorrida por las bardas y mientras transitaba por estos caminos solitarios vio algo que le llamó la atención. Hizo contacto con un medio de comunicación y avisaron a los responsables del Museo Patagónico de Ciencias Naturales de Roca. Al analizar el hallazgo denunciado por Loncoñanc, descubrieron que se trataba de restos de una tortuga milenaria que se conectaba con un tesoro paleontológico importante.

“Fuimos a relevar y encontramos restos fósiles de la especie de tortuga Chelonoidis gringorum. También de aves y dientes de mamíferos. Es un lugar muy interesante. Actuamos a través de la autoridad de aplicación que es la Secretaría de Cultura para, cuando pase la pandemia, poder ir a hacer un trabajo sistemático y rescatar los demás fósiles que hay en el lugar”, sostuvo Pablo Chafrat, responsable del Museo de Roca.

<<<Fósil de Chelonoidis gringorum (ilustrativo).

Los fósiles pertenecen a la formación geológica Chichinales, con la que el museo viene trabajando desde hace tiempo y de la que se hicieron varias publicaciones científicas. Se trata de una unidad geológica compuesta por sedimentos, en su mayoría de origen volcánico, que se depositaron en el período Mioceno inferior hace 20 millones de años, cuando la Cordillera de los Andes estaba en pleno levantamiento.

“Es una formación de muchos kilómetros, expuesta. Para que se den una idea, es toda la cara gris de la barda que se ve. Donde aflora hay restos fósiles. Esta persona tiene el ojo muy entrenado, vio los fósiles y nos pone contentos que dio aviso y actuó con conciencia para preservar el patrimonio cultural”, dijo Chafrat. (Ver recuadro)

Hasta ahora, de acuerdo con los registros que existen, hay una sola especie de tortuga fósil, que es la Chelonoidis gringorum, que es muy abundantes en esta formación. Se supo que es de esa serie porque las placas que componen el caparazón son fácilmente identificables. Es un ejemplar muy parecido a las tortugas terrestres que tenemos en la actualidad, señala Chafrat y agrega que, posiblemente, si estuvieran las dos vivas, serían difíciles de identificar.

Lo más interesante del descubrimiento es que en este lugar encontraron una serie de dientes de mamíferos fósiles y de otros restos que permitirán identificar numerosas especies que componían el elenco faunístico de aquella época. Todavía hay que identificarlos, porque para hacerlo es necesario un proceso de preparado en el laboratorio del museo. En el lugar aparecieron también huesos de aves, que se pueden sumar a especies ya descritas. Una de ellas es el Patagorhacos terrificus, o “Ave del Terror” que tenía casi dos metros de alto, era carnívora y predadora. La otra es la Reiidae, pariente de los actuales choiques y ñandúes.

Ambas se encontraron en la formación Chichinales y fueron descritas en el 2015. También fue descripta una especie de lagarto fósil, bautizada Callopistes rionegrensis y este resto fósil constituye uno de los cráneos más completos de un lagarto fósil de Argentina.

“Es una formación muy rica en fósiles, muchos pocos conocidos. Como es de origen volcánico, se conservaron muy bien. En este momento, un grupo de profesionales del museo está haciendo un estudio de los mamíferos de la formación, con una publicación que está pronta a salir”, concluyó Pablo Chafrat.

“Apareció este fósil y van a seguir apareciendo”, dijo Pablo Chafrat, responsables del Museo Patagónico de Ciencias Naturales de Roca y agregó que, al estar expuestos, mucha se lleva los fósiles. Sostuvo que es importante tomar conciencia que tienen que estar en los museos para formar parte de la colección y el patrimonio de todos los rionegrinos.

“Que el vecino haya hecho la denuncia, para que vayamos a hacer el rescate de los fósiles, fue muy bueno. Muchos pasan por los senderos y juntan fósiles. El resultado es que en Roca están en los patios de muchas casas”, dijo el responsable del museo.

La dirección de Patrimonio y Museos fue creada en 2015. La autoridad de aplicación de la Ley 3041/96 de protección del patrimonio arqueológico y paleontológico es la Secretaria de Cultura y tiene un servicio para la recepción de denuncias de hallazgos de restos en la línea 911. Fuente; Diario Rio Negro.


El curioso hallazgo de una rana fósil en el Paleoceno de la Patagonia Argentina.

Probablemente este sería el canto del ave que produjo, en el Paleoceno, el “vómito” que lograría preservarse hasta nuestros días como una egagrópila fósil, conteniendo en su interior los restos no digeridos de una rana. Este anfibio, previamente desconocido para la ciencia, pertenece al género Calyptocephalella, género que sobrevivió a la extinción del K-P, se volvió abundante a lo largo del Cenozoico en Patagonia, y en la actualidad se lo puede encontrar en territorio chileno.

Un equipo de paleontólogos de CONICET en el Área de Paleontología de la Fundación Azara-Universidad Maimónides (Paula Muzzopappa, Juan Pablo Garderes) y en el Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (Agustín Martinelli) y de la Universidad de Louisville (Guillermo Rougier) publicaron los resultados del estudio de una egagrópila fósil de 60 millones de años excepcionalmente preservada en tres dimensiones con un esqueleto de rana en su interior.

Una egagrópila es un bolo de restos no digeridos de alimentos (huesos, pelos, cutículas de insectos, etc.) regurgitados en forma de pelota. Estas estructuras son producidas por algunos grupos de vertebrados, siendo las aves Strigiformes (lechuzas y búhos) sus principales y más difundidos exponentes. El descubrimiento de egagrópilas fósiles preservadas tridimensionalmente es algo poco común. Las más antiguas relacionadas con las aves se conocen del Cretácico inferior de China; pero hay aún más antiguas, ya no de aves sino de organismos inciertos, del Triásico superior de Italia y de Estados Unidos.

La egagrópila estudiada por este equipo argentino representa la más antigua del continente sudamericano.

El fósil fue hallado en la localidad conocida como Punta Peligro, sobre la costa atlántica de la provincia de Chubut (Argentina), dentro de rocas sedimentarias que datan del principio de la Era Cenozoica. Estas mismas rocas preservaron abundantes mamíferos y cocodrilos de diversas especies, así como otros grupos de vertebrados (tortugas, lagartos esfenodontes, entre otros), evidenciando una gran diversidad faunística hoy extinta. Hasta el momento no se registraron restos óseos de aves; sin embargo, la forma, disposición y patrón de desgaste de los huesos dentro de la bola fósil estudiada permitieron interpretarla como una egagrópila producida por un ave de presa que habría habitado la región en esa época.

La egagrópila, a su vez, conserva en relativamente buenas condiciones y de manera asociada varios elementos del esqueleto de una rana. Su estudio permitió reconocer que se trataba de una especie nueva, emparentada con la rana grande chilena. La nueva especie fue denominada Calyptocephalella sabrosa en virtud de haber sido el “sabroso” alimento de otro animal y convivió con otra rana de grandes dimensiones, Gigantobatrachus casamiquelai, de la que se conocen sólo fragmentos.

Ambas especies forman parte de la familia de ranas Calyptocephalellidae, que estuvo presente en la Patagonia desde fines de la Era Mesozoica y, tras sobrevivir a la catástrofe que llevó a la extinción a los dinosaurios en el Maastrichtiano tardío, fue especialmente abundante en las faunas del Cenozoico patagónico. Hace unos 15 millones de años estas ranas se extinguieron del territorio argentino y quedaron restringidas al chileno.

Para el estudio de este fósil excepcional se realizó una microtomografía computada en un potente microtomógrafo del complejo Y-TEC (YPF-CONICET, Provincia de Buenos Aires) con la doble finalidad de acceder a los huesos ocultos en el interior de la egagrópila y de preservar la estructura de la misma (algo muy importante para hacer interpretaciones tafonómicas). Las imágenes obtenidas se procesaron para identificar los elementos esqueletarios generando una superficie tridimensional de los mismos, técnica fundamental para encontrar elementos imposibles de visualizar desde la superficie de la bola fósil.

El hallazgo de este fósil representa una evidencia indirecta, pero significativa, de la presencia de aves de presa al inicio del Cenozoico de Patagonia, permitiendo acrecentar el conocimiento de la diversidad faunística que habitó la Patagonia Argentina en el pasado. También, significa un mayor conocimiento de la herpetofauna que vivió durante el Cenozoico Temprano, y en consecuencia, de la historia evolutiva de la herpetofauna sudamericana actual. A su vez, el estudio de la egagrópila y de la nueva especie Calyptocephalella sabrosa permiten estudiar diversos aspectos de las relaciones paleoecológicas de un ecosistema ya extinto, planteando nuevos interrogantes que con futuros trabajos de campo podrán ser respondidos.

Fuente; Paula y Jp,  en el Facebook de Área de Paleontología Fundación Azara.


La fauna extinta de Sudamérica jugó un papel importante para el origen de los caballos.

Una investigación de paleontólogos argentinos publicada hoy en la revista Scientific Reports sustenta que los continentes del sur jugaron un papel de gran importancia en el origen de varios grupos de los mamíferos modernos. Durante más de 100 años, se sostuvo que ésta era una característica exclusiva del hemisferio norte.

Agencia CTyS-UNLaM – Durante todo el siglo XX y hasta la fecha, el paradigma científico avaló que los caballos, rinocerontes y tapires habían evolucionado desde lejanos ancestros del supercontinente del Norte conocido con el nombre de Laurasia.

Sin embargo, el nuevo estudio revela que este grupo debió tener un ancestro en Gondwana, antes de que se separaran los continentes del hemisferio sur. El doctor Nicolás Chimento, investigador del CONICET y del Museo Argentino de Ciencias Naturales (LACEV-MACN), indicó: “En este estudio se analiza que los caballos, tapires y rinocerontes tendrían un ancestro común con el grupo de los ungulados nativos de Sudamérica conocidos con el nombre de Litopterna”.

“En este grupo de los Litopterna, está la Macrauchenia patachonica, que es un animal extinto hace unos 10 mil años y cuyos primeros fósiles fueron hallados por Darwin, a quien esta especie le parecía una rareza evolutiva, al tener el cuerpo parecido a un camello y la trompa semejante a un tapir”, agregó Chimento a la Agencia CTyS-UNLaM.

El doctor Federico Agnolin, investigador del CONICET, del LACEV-MACN y de la Fundación Azara, aseveró que “esta investigación revela que gran parte de la fauna extinta de Sudámerica, incluyendo la enigmática macrauchenia, está emparentada con fósiles de la India, la cual formaba parte del continente del hemisferio sur conocido con el nombre de Gondwana, y todos ellos forman parte de los grupos ancestrales de los caballos, tapires y rinocerontes, entre otros”.

“La gran importancia de este estudio es que demuestra que los continentes del hemisferio sur jugaron un papel de gran importancia en el origen y evolución de muchos grupos de mamíferos vivientes y que no fueron simplemente una rama seca o carente de importancia en la historia de los mamíferos. Esto cuestiona un paradigma de más de 100 años”, aseguró Agnolin, coautor del estudio publicado en la revista científica Scientific Reports.

El paleontólogo Chimento relató: “A partir de esta relación entre la macrauchenia y el ancestro de la India, sabemos que este grupo debió tener un ancestro común en Gondwana, antes de que se separase esta gran masa continental hace unos 60 millones de años, momento hasta el que Sudamérica, la Antártida, África, la India y Australia estuvieron unidas”.

Esta investigación rastrea el origen de los caballos, rinocerontes y tapires, los cuales forman parte del grupo conocido como perisodáctilos y tienen la característica común es que tienen pezuña con ‘dedos’ impares, a diferencia de la vaca que tiene dos ‘dedos’, por ejemplo.

“En este estudio, comparamos a los perisodáctilos más antiguos, los cuales fueron encontrados en la India en 2014 y son fósiles de 45 millones de años de antigüedad, y los comparamos con los Litopterna, que es el grupo extinto de Sudamérica, porque notábamos que había grandes similitudes”, narró Chimento.

En este sentido, Agnolin aseveró a la Agencia CTyS-UNLaM: “Pudimos notar que esta similutud entre el grupo antecesor de los caballos, rinocerontes y tapires de la India tenía un lazo real con los Litopterna, y que por lo tanto pudo haber habido un ancestro común entre ambos grupos”. Hace algunos años, esta hipótesis fue sustentada parcialmente por estudios moleculares.

Descubrir el camino evolutivo de las macrauchenias fueron un dolor de cabeza para los investigadores desde el siglo XIX. Un gran paleontólogo argentino, Florentino Ameghino (o el Loco de los huesos, según el nombre de una serie reciente), había propuesto hacia 1890 que los Litopterna y perisodáctilos habían sido parientes.

“Pero sus ideas fueron descartadas durante el siglo XX y prevaleció la idea de que el origen de los caballos, rinocerontes y tapires era exclusivo de Norteamérica”, indicó Chimento. Y agregó: “Ahora, hemos encontrado ese ancestro común y por eso proponemos que, en verdad, se originaron en Gondwana, en el gran continente del sur, por lo que Ameghino, de alguna manera, tenía razón”.

Posteriormente a la extinción de los dinosaurios, hace unos 60 millones de años, Sudamérica se separó de lo que era el supercontinente Gondwana y permaneció relativamente aislada de África, Australia, Antártida y la India.

“A partir de este aislamiento, Sudamérica comenzó a tener una fauna muy particular; sus animales no se parecían a los de ningún otro continente y fue poblada por aves gigantes, cocodrilos terrestres y enormes tortugas con cuernos; y se llegó a considerar que esa fauna no tenía ninguna relación con los animales de otros continentes”, describió Agnolin. Entre la fauna nativa de Sudamérica, estaba la macrauchenia. Según indicó el paleontólogo, “se llegó a considerar que este grupo había sido una especie de rama seca en la evolución y no había dado lugar a ningún grupo viviente”.

“Esa es la visión prevaleciente hasta el día de la fecha”, agregó Chimento. Y consideró: “Se pensaba que todos los animales mamíferos de tipo moderno que habitan actualmente el Planeta se originaron indefectiblemente en Norteamérica, en Asia o en Europa”.

En este sentido, Agnolin declaró: “Según nuestro estudio, todos los grupos que se pensaban vinculados a la macrauchenia, estaban vinculados de manera distinta; en realidad, eran pasos, escalones sucesivos, hacia lo que iba a ser el grupo compuesto por los caballos, rinocerontes y tapires”.

Así, por primera vez, con esta investigación publicada en Scientific reports con el nombre “Phylogenetic tree of Litopterna and Perissodactyla indicates a complex early history of hoofed mammals” se da sustento a que los continentes del sur jugaron un papel de gran importancia en el origen de, al menos, varios grupos de los mamíferos modernos, a diferencia de la idea tradicional y preponderante de que era una característica exclusiva del hemisferio norte. Fuente; Blanco sobre Negro.

 


Datos paleontológicos y estudios en embriones esclarecen la evolución de los reptiles.

Científicos del CONICET desentrañaron la transformación de los huesos del tobillo de aquella fauna hasta las especies actuales

Una característica en el tobillo de los arcosauromorfos, grupo muy primitivo surgido hace 260 millones de años de los cuales descienden los dinosaurios y posteriormente los cocodrilos y las aves actuales, motivó a tres científicos del CONICET a realizar un estudio para conocer cuándo y cómo tuvo lugar esa transformación anatómica. Las conclusiones alcanzadas fueron publicadas recientemente en la revista científica Scientific Reports.

“En los primeros registros de esta fauna, el tobillo o tarso proximal está compuesto por tres huesos: el astrágalo, el calcáneo (que contactan con la tibia y el peroné o la fíbula, respectivamente), y un elemento distal (distante) llamado central. Ya en los arcosauriformes, un grupo más acotado surgido aproximadamente 5 millones de años después, el central cambia de posición y se ubica de manera lateral al astrágalo, articulando con la tibia. En las especies más cercanamente emparentadas con cocodrilos y aves, esta última pieza ósea desaparece”, explica María Victoria Fernandez Blanco, investigadora del CONICET en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (FCNyM, UNLP).

El interrogante que surgió entonces respecto de la evolución del grupo fue: ¿el central pasó a formar parte de otro hueso o desapareció sin dejar rastro? Para buscar la respuesta, la especialista se propuso analizar qué sucedía durante el desarrollo embrionario del tobillo en cocodrilos actuales, más precisamente en dos especies de caimanes que viven en territorio argentino. “Lo que se ve es que la tibia no se segmenta distalmente pero sí lo hace la fíbula, generando dos elementos cartilaginosos: el fibular y el intermedio.

A su vez, este último se divide y da lugar a otro cartílago más, que identificamos como un central”, señala Fernandez Blanco.

Junto con los investigadores del CONICET Martín D. Ezcurra, del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACN, CONICET) y Paula Bona (FCNyM, UNLP), el trabajo se complementó con observaciones de esas partes del tobillo en fósiles de arcosauromorfos. “A lo largo de la evolución del grupo, el central se va acercando a la tibia, hasta que pasa de una posición distal a una medial respecto al astrágalo. Además, en algunos ejemplares vemos cierto grado de fusión entre ambos elementos, mostrando una condición ‘intermedia’ entre la presencia del central y su posible incorporación al astrágalo”, detallan los científicos.

El paso siguiente fue hacer un análisis de morfometría geométrica, esto es, una técnica que analiza matemáticamente la geometría de las formas, considerando las dos posibilidades: la pérdida del hueso central o su incorporación al astrágalo. Ambas opciones se analizaron en un árbol de relaciones de parentesco y se calcularon sus probabilidades de ocurrencia, teniendo en cuenta aquella que implicara la menor cantidad de transformaciones o cambios necesarios. De esa manera, los expertos realizaron una reconstrucción de la historia evolutiva del tobillo. “Los resultados desacreditan que el central desaparezca en la evolución del grupo y, en cambio, apoyan la hipótesis de que se haya anexado al astrágalo”, asegura Bona.

“Esta idea –explica Ezcurra–se sostiene además por evidencia cualitativa observada en algunos fósiles de ciertas especies de arcosaurmorfos y arcosauriformes que presentan una línea de sutura entre el astrágalo y el central. Sumado a esto, lo que vimos en embriones de cocodrilos actuales muestra que las piezas cartilaginosas, interpretadas como intermedio y central, se fusionan entre sí tardíamente en el desarrollo y conforman un único elemento: el astrágalo”.

Según se describe en el trabajo, el movimiento del central para contactar con la tibia ocurre en un subgrupo avanzado de arcosauriomorfos que se llama Crocopoda, cuyos primeros representantes tienen una antigüedad de alrededor de 255 millones de años, mientras que la incorporación del central al astrágalo habría ocurrido aproximadamente hace 251 millones de años. “Estas modificaciones anatómicas coinciden con la rápida diversificación del grupo como posible consecuencia del vaciado de los ecosistemas debido a la extinción masiva del Permo-Triásico”, señala Ezcurra en referencia al suceso también conocido como La Gran Mortandad, que provocó la desaparición de más del 90 por ciento de las especies marinas y del 70 por ciento de los vertebrados terrestres.

Para finalizar, los autores del trabajo indican que la hipótesis de la formación del astrágalo explicaría el origen de este hueso tanto en dinosaurios como en sus descendientes, así como también en las especies actuales de aves y cocodrilos, ya que se reconstruye como un evento que ocurrió una única vez en el ancestro común de todas estas formas. Fuente; Conicet.


Fósiles de 230 millones de años que habían sido ignorados.

Se trata del Cerro Las Lajas con rocas de aproximadamente entre 231 y 221 millones de años de antigüedad, y la Formación Ischigualasto, una unidad geológica perteneciente al Triásico Superior.

Un grupo de científicos del Conicet La Plata descubrió en La Rioja, en el límite con el Valle de la Luna, San Juan, piezas paleontológicas de 230 millones de años en una zona que, pese a ser cuna de valiosos hallazgos, incluido un dinosaurio, había sido históricamente ignorada.

"Durante décadas, la mayoría de los fósiles fueron encontrados en San Juan, y recién a comienzos de 1960 hubo hallazgos en el mismo terreno, pero del lado riojano", explicó Julia Desojo, investigadora del CONICET en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata.

Se trata del Cerro Las Lajas con rocas de aproximadamente entre 231 y 221 millones de años de antigüedad, y la Formación Ischigualasto, una unidad geológica perteneciente al Triásico Superior.

Según la autora, el paleontólogo José Bonaparte, responsable del descubrimiento de restos de faunas extintas, en una campaña de 1962 descubrió un arcosaurio que fue bautizado posteriormente Venaticosuchus rusconii, y un ejemplar de dinosaurio herbívoro primitivo llamado Pisanosaurus mertii, pero, a pesar de los descubrimientos, "siguió estudiando otras áreas y esta zona quedó relegada".

En 2013, aprovechando una visita a la ciudad de La Rioja junto a otros investigadores, Desojo improvisó una exploración a la localidad Hoyada del Cerro Las Lajas, limitante con el Valle de la Luna en San Juan, y aunque encontraron pocos materiales, intuyeron que había más y organizaron tres campañas en 2016, 2017 y 2019.

De esos viajes volvieron con un gran número de huesos de animales que vivieron en épocas remotas y todas las novedades se publican hoy en la revista Scientific Reports.

Los más abundantes pertenecen a distintas especies de arcosauromorfos, grupo muy primitivo que incluye al linaje de los cocodrilos y los dinosaurios, entre los que aparecen ejemplares hasta ahora desconocidos.

"Pudimos reconocer por primera vez en la zona la presencia del género Teyumbaita, un arcosauromorfo con un cráneo robusto y picudo que medía hasta 2 metros y que solo se conocía previamente en rocas de la misma antigüedad pero en Río Grande del Sur, en Brasil", relató Desojo.

Entre los descubrimientos, se destacan además restos del cráneo y esqueleto axial de otros tres animales emparentados con cocodrilos actuales no solo por su apariencia sino por tener hábitos semiacuáticos: Proterochampsa, Aetosaurorides (a su vez también parecido a una mulita), y un paracocodrilomorfo que no se pudo determinar con exactitud.

Asimismo, aparecieron restos de cinodontes, formas relacionadas a los mamíferos, más específicamente correspondientes al género Exaeretodon, un herbívoro cuadrúpedo del tamaño de un tapir.

Si bien se trata de una fauna de la que hay registros para esa época a nivel mundial, no había hasta el momento evidencias de su existencia en ese territorio. Además de extracción de fósiles, el equipo aprovechó las campañas para confeccionar una columna estratigráfica de la localidad con mil metros de espesor, esto es, un gráfico que representa la secuencia de rocas sedimentarias.

"El estudio multidisciplinario realizado en esta clásica localidad del oeste riojano aumenta el conocimiento geológico y paleontológico regional y aporta información crucial para el desarrollo de un nuevo geositio aplicado al geoturismo que tan importante es para la provincia", expresó Lucas Fiorelli, investigador que también coordinó las campañas. Fuente ambito.com


Investigadores de Argentina y Ecuador  descubren una lechuza gigante caníbal.

Investigadores de Argentina y Ecuador presentaron una nueva especie de lechuza fósil que se alimentaba de diversos mamíferos y aves, en particular de lechuzas más pequeñas. Superaba el metro y medio de extensión con sus alas abiertas. Fue encontrada en los Andes ecuatorianos, a 2800 metros sobre el nivel del mar, siendo la primera de su tipo descubierta en Sudamérica.

El hallazgo se produjo en una pequeña cueva ubicada en la provincia de Chimborazo, en el centro geográfico de Ecuador. Allí, se encontraron huesos fosilizados de micromamíferos, de aves y, en particular, de lechuzas que habían sido el alimento de lo que parecía ser un gran depredador. Para sorpresa de los paleontólogos, ese gran depredador era ni más ni menos que una lechuza gigante.

Esta nueva especie sobrepasaba los 70 centímetros de estatura y fue nombrada como Asio ecuadoriensis. El licenciado Gastón Lo Coco, investigador del Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados del Museo Argentino de Ciencias Naturales (LACEV-MACN) y del CONICET, describió a la Agencia CTyS-UNLaM que “las patas de la lechuza gigante eran largas y delgadas, eficaces a la hora de capturar a presas difíciles de someter”.

“Una de sus particularidades es que, al parecer, tenía predilección por consumir otras lechuzas de menor tamaño”, indicó el doctor Federico Agnolin, coautor del estudio publicado en la revista científica Journal of Ornithology. Y agregó: “Es una rareza biológica”. Las exploraciones de campo en las que se encontraron estos restos fósiles fueron realizadas por el Departamento de Biología de la Escuela Politécnica Nacional en Quito, entre los años 2009 y 2012, en una de las localidades fosilíferas más importantes de Ecuador, conocida con el nombre de Quebrada Chalán.

El paleontólogo José Luis Román Carrión del Museo de Historia Natural de la Escuela Politécnica de Quito detalló: “En este yacimiento, tuvimos suerte de encontrar antiguos dormideros de aves rapaces, los cuales estaban cubiertos por sedimentos, entre los cuales había restos fósiles de ratones, musarañas, conejos y mucho material de aves”.

“Lo llamativo es que los restos de todos estos microfósiles tienen un desgaste típico al que provoca la digestión de las aves rapaces sobre estos huesos”, relató Lo Coco. Y explicó: “Por lo tanto, propusimos que lo que se encontró fue la cueva que sería el dormidero de la lechuza gigante Asio ecuadoriensis. En consecuencia, todos los restos de las otras especies pertenecerían a presas de esta gran lechuza”.

“Al encontrar los restos de los animales que habían sido las últimas comidas del Asio ecuadoriensis, pudimos saber que, entre mamíferos y aves, consumía especialmente otros tipos de lechuzas, lo que nos muestra que esta lechuza gigante era prácticamente lo que podría llamarse una lechuza caníbal”, sopesó Agnolin, investigador del LACEV-MACN, del CONICET y de la Fundación Azara.

En total, en los vestigios de esa antigua cueva, se encontraron restos de cuatro especies de lechuzas. Tres de ellas corresponden a especies que existen en la actualidad (Glaucidium sp., Tyto furcata y Athene cunicularia), en tanto que la cuarta es la lechuza caníbal, la cual dominaba sobre la demás, pero no logró sobrevivir hasta nuestros días.

Román Carrión comentó a la Agencia CTyS-UNLaM que la Quebrada Chalán forma parte de una de las localidades fosilíferas más destacadas en Ecuador. “La importancia de este lugar es que no es solamente una quebrada, sino un conjunto de quebradas dentro del mismo valle”, aseveró.

Allí, hay restos fósiles en cenizas volcánicas endurecidas de entre 20 mil y 42 mil años de antigüedad, en lo que corresponde al Pleistoceno tardío. Hace 40 mil años, a los 2800 metros sobre el nivel del mar en los que vivió esa lechuza, había un páramo. “Actualmente, los páramos en Ecuador se encuentran a más de 4000 metros de altura, pero en aquel entonces estaban a una altitud mucho menor, porque era el final de la Era de Hielo y el clima era mucho más frío”, analizó Román Carrión. Hasta hace unos 10 mil años antes del presente, en todo lo que es Sudamérica, vivieron enormes mamíferos como los gliptodontes, los perezosos gigantes, los mastodontes y los tigres dientes de sable.

En el caso de las aves, es mucho más difícil que se preserven sus restos fósiles, porque sus huesos son huecos y frágiles. Por consiguiente, es poco común el haber podido identificar no solo a la lechuza gigante, sino también a varias especies de aves que habían sido su alimento.

“Esta lechuza la llamamos Asio ecuadoriensis, justamente, porque fue hallada en Ecuador y es un pariente cercano de lo que hoy se conoce como lechuzones orejudos, los cuales tienen como penachos de plumas que recuerdan a orejas o pequeños cuernitos”, describió Agnolin.

“Sobre la base de los restos que tenemos preservados, calculamos que tendría entre 70 y 80 centímetros de altura”, mencionó el investigador (ver ilustración de la lechuza gigante realizada por el paleontólogo Sebastián Rozadilla del MACN).

“Aún no sabemos con certeza por qué este lechuzón desapareció junto con los otros grandes mamíferos que formaron parte de la megafauna sudamericana, pero lo que sí sabemos es que, en la actualidad, las grandes aves predadoras, como las águilas, necesitan grandes territorios de caza y que, también, crían a su prole durante mucho tiempo y tienen pocos pichones. Estas características dificultan que estas especies puedan adaptarse cuando ocurre un cambio climático”, analizó Agnolin.

Cuando hay modificaciones en el ambiente, las grandes aves rapaces se ven más afectadas que las aves pequeñas que tiene muchas crías y no necesitan de grandes extensiones para su supervivencia.

“Pensamos que el cambio climático que ocurrió hace unos 10 mil años, cuando concluyó la Era de Hielo, y fue responsable en parte de la extinción de los grandes mamíferos, también fue responsable de la extinción de estas grandes aves predadoras de las cuales quedan en la actualidad muy pocas especies, como las grandes águilas de las selvas y los cóndores andinos”, concluyó el doctor Agnolin.


Fenómeno climático clave para el desarrollo de los dinosaurios en el Triasico Argentino.

Se trata del Episodio Pluvial Carniano. Una paleontóloga del CONICET lideró un estudio internacional que reveló nueva información sobre su alcance.

Durante el periodo Triásico (252 – 201 millones de años atrás), el planeta experimentó cambios dinámicos en el clima y sus ecosistemas, y atravesó un intervalo de tiempo crítico, excepcionalmente cálido, conocido como Carniano (237 – 227 Ma). Allí no solo aparecieron los primeros dinosaurios, sino que además se desarrollaron dos eventos fundamentales: el surgimiento de una gran provincia ígnea (acumulación extremadamente grande de rocas volcánicas) llamada Wrangellia y un repentino cambio climático denominado Episodio Pluvial Carniano (CPE, por sus siglas en inglés).

Algunas hipótesis sugieren que el CPE fue causado por las erupciones de Wrangellia y que esto sentó las bases para el origen de los dinosaurios. Pero las restricciones en la datación de los sedimentos carnianos (la mayoría solo cuenta con edades relativas) y la falta de datos paleoclimáticos concluyentes hicieron difícil vincular estos tres fenómenos y reconocer al Episodio Pluvial Carniano como un evento global.

Un grupo internacional de investigación liderado por Adriana Mancuso, investigadora independiente del CONICET en el Grupo Limnogeología del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA, CONICET-UNCUYO-Gob. Mza), demostró en un artículo recientemente publicado en la revista Gondwana Research, que el CPE no sólo se desarrolló en la región del Tetis, como postulan la mayoría de los estudios actuales, sino que también afectó al Oeste de Gondwana, lo que contribuye a pensarlo como un fenómeno ocurrido a nivel planetario.

“Hay amplias evidencias triásicas y específicamente de edad carniana en el paleocontinente Gondwana, y en Argentina en particular, con abundantes fósiles, pero hasta ahora no había estudios paleoclimáticos concluyentes que pudieran evidenciar concretamente que el Episodio Pluvial Carniano ocurrió en esta zona fuera de la región del mar de Tetis”, explica la investigadora.

Los científicos presentaron una nueva edad absoluta, de alta resolución, de niveles portadores de los primeros dinosaurios y datos paleoclimáticos de edad carniana obtenidos de la Cuenca Ischigualasto Villa-Unión, ubicada al Noroeste de Argentina.

“La elección de la formación que estudiamos no fue al azar. Nosotros ya contábamos con registros de huellas de dinosaurios y restos óseos de sus parientes más cercanos en estas unidades, y centramos el estudio particularmente allí porque teníamos la posibilidad de hacer un análisis multidisciplinario para conocer el clima dominante durante el depósito de las rocas portadoras de los fósiles y aportar una edad absoluta que vinculara las evidencias y nos permitiera correlacionarlas con el CPE”, detalla Mancuso.

Para datar la capa de ceniza intercalada entre las rocas de las formaciones estudiadas, los científicos aislaron pequeños cristales en forma de aguja del mineral circón, que actúan como “cápsulas del tiempo”. Cuando el circón se cristaliza durante una erupción retiene el elemento uranio en su estructura cristalina, pero no atrapa ningún plomo. Por lo tanto, cualquier plomo preservado en los cristales hoy en día es el resultado de la desintegración radiactiva del uranio. Debido a que los científicos conocen esta tasa de descomposición (llamada “vida media”), pueden medir la proporción de uranio y plomo en cada cristal de circón y luego calcular cuánto tiempo atrás se formaron los cristales. Para este estudio, realizaron la medición en un espectrómetro de masas muy preciso en el Centro de Geocronología de Berkeley (Estados Unidos).

Los científicos obtuvieron datos paleoclimáticos a partir de múltiples análisis combinados (sedimentológicos, mineralogía de arcillas, isótopos estables de Oxígeno y Carbono, y el registro fósil ya conocido) de los mismos niveles de donde se conocen las huellas de dinosauromorfos y obtuvieron la edad absoluta, lo que ofrece por primera vez información detallada para el CPE en Gondwana.

Según la investigadora, la variedad de análisis combinados hace que los resultados sean más sólidos. Otra evidencia en la que se apoyan los autores es que antes y después del intervalo analizado el clima no era tan húmedo lo que sustenta más sólidamente la presencia del CPE en la zona.

“Nosotros proponemos que la diversificación inicial de los dinosaurios podría estar vinculada con el Episodio Pluvial Carniano, pero los datos disponibles hasta el momento a nivel mundial no son concluyentes. Consideramos que es necesario establecer un vínculo más robusto utilizando edades absolutas más precisas en las secuencias portadoras de fósiles, tanto de las huellas de potenciales dinosaurios como de restos corpóreos.

Otro punto importante a destacar es que la datación de estas rocas nos permitió hacer una reconstrucción más fidedigna del ambiente donde convivieron tanto los precursores de los dinosaurios como los potencialmente primeros dinosaurios”, concluye la investigadora. Fuente; Conicet.


Peces fósiles en el Pleistoceno bonaerense.

Hoy en día las lagunas de la región pampeana son un elemento del paisaje muy típico de esta región. Pero poco sabemos sobre los peces que vivieron en ellas en el pasado, además el Pleistoceno se ha caracterizado por una enorme diversidad de megamamiferos, entre los que podemos destacar a los mastodontes, gliptodontes, macrauquenias, lestodontes, megaterios y tigres dientes de sable. Todos ellos se extinguieron al final de este periodo de tiempo, hace unos 12.000 años. En este artículo estudiamos de forma integral la diversidad de peces fósiles recuperados en los sedimentos de una laguna del Pleistoceno, tratado de responder la pregunta que nos planteamos hace muchos años ¿qué peces vivían en las pampas bonarenses en esos tiempos y que paso con ellos? 

Para abordar estas preguntas tomamos como modelo el estudio de los fósiles recuperados en sedimentos lacustres de Centinela del Mar (General Alvarado, provincia de Buenos Aires). Basado en evidencia sedimentaria, tafonómica y paleofauna, sabemos que este nivel representa un depósito de una paleo-laguna poco profunda, vegetada y caracterizada por aguas relativamente claras y oxigenadas.

<<<<Parte del cráneo Oligosarcus. Museo de Ciencias Naturales de Miramar.

Esta unidad estratigráfica ha producido abundantes fósiles de peces, cientos de huesos, pero de una relativamente baja diversidad taxonómica. Todos los restos pudieron ser referidos a siete tipos de peces de agua dulce.  En esta antigua laguna vivían pejerreyes (Odontesthes), madrecitas de agua (Jenynsia), dientudos (Oligosarcus), mojarritas (Characidae), tachuelas (Corydoras), bagrecitos (Pimelodella) y grandes ejemplares de bagre sapo (Rhamdia).

Todos los fósiles de peces pertenecen a linajes brasileños y están estrechamente relacionados con formas existentes actualmente en el área de estudio. A simple vista, es claro que la composición taxonómica recuperada en Centinela del Mar es similar a la que vive hoy en día en el área de estudio y especialmente en lagunas de las llanuras interserranas bonaerenses.

Además, la fuerte similitud de peces fósiles y vivientes de esta área geográfica sugiere que los ensambles de peces de las llanuras bonaerenses han estado bien establecidos, al menos, desde finales del Pleistoceno medio. Esto puede indicar que las cuencas de esta área ya tenían una configuración similar a la actual, al menos, desde el Pleistoceno.

El fuerte paralelismo entre el registro de peces fósiles de este sector de Buenos Aires y la diversidad de taxones modernos indica que la ictiofauna (a nivel genérico) no sufrió extinciones significativas durante el intervalo del Holoceno Pleistoceno, en contraste con lo que es observado en otros vertebrados, especialmente mamíferos. Las oscilaciones climáticas ocurridas durante el Pleistoceno podrían haber tenido una gran influencia en la composición y distribución de los vertebrados pampeanos modernos, principalmente mamíferos, sin embargo, en la síntesis que presentamos en este artículo indican que la ictiofauna de la pampa interserrana no se ha visto significativamente afectado por estos eventos climáticos.

Para más información ver: Sergio Bogan, Federico L. Agnolin, Marcos Cenizo, Daniel Tassara & Adrián Giacchino, 2020. A Pleistocene freshwater ichthyofaunal assemblage from Central Argentina: what kind of fishes lived in the Pampean lagoons before the extinction of the megafauna?, PLoS ONE 15(7): e0235196. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0235196. Imagen: Recreación de la Fauna de la paleolaguna de Centinela del Mar durante el Pleistoceno. Ilustración de Daniel Boh.


Descubren en Argentina fósiles de un colosal pez acorazado del genero Acanthicus.

Los Siuriformes son un grupo de peces increíblemente diversos que incluye especies conocidas coloquialmente como bagres, moncholos, surubíes, yuskas, cascarudos y viejos del agua. Estas últimas forman parte de la familia de los loricáridos comúnmente conocidos con el nombre de “viejas del agua” por su aspecto acorazado y prehistórico.

Estos peces constituyen uno de los grupos de vertebrados más diversos del mundo, con más de 1000 especies distribuidas en lagos y ríos desde Centroamérica hasta la Argentina.

Pese a esta enorme diversidad, poco es lo que se sabe sobre su historia evolutiva y los fósiles de viejas del agua son aún poco conocidos. Es por eso que investigadores se vieron sorprendidos cuando encontraron grandes restos del esqueleto de gigantescas viejas del agua que habían pasado desapercibidos. Estos restos proceden de las barrancas del río Paraná en la provincia de Entre Ríos y tienen una edad cercana a los 10 millones de años de antigüedad.           <<<Fragmento de cráneo.

Luego de un análisis descubrieron que los restos pertenecían a una vieja del agua gigante llamada Acanthicus (palabra griega que significa espinoso). Este tipo de pez vive hoy en día en el norte de Sudamérica, específicamente en la cuenca del Orinoco y en el Amazonas y es la primera vez que sus restos son descubiertos en el Paraná.

Dentro de toda la diversidad para esta familia de peces, Acanthicus incluye a la especie viviente de mayor tamaño de viejas del agua, que puede superar fácilmente el metro de longitud. Se alimentan especialmente de algas y corteza de ramas sumergidas en el agua. El tamaño de los restos fósiles encontrados indica que la especie extinta del Paraná habría sido aún de mayores proporciones.

Este nuevo descubrimiento se suma a otros dados a conocer recientemente como el de los enormes bagres Brachyplatystoma elbakyani y Phractocephalus yaguaron, peces gigantes emparentados con los que hoy en día viven en los grandes ríos del norte sudamericano. Sin dudas todos estos peces testimonian como en el pasado las cuencas del Amazonas y Paraná compartían una ictiofauna más diversa genéricamente.

En aquel entonces nuestro río estaba plagado de manatíes, delfines similares a los que hoy viven en el Amazonas, aves buceadoras y enormes mamíferos hoy extintos. Este nuevo hallazgo permite inferir que varios grupos de peces sudamericanos (y otros animales) que antes estaban presentes en el Paraná sufrieron extinciones regionales en tiempos geológicamente recientes.

El hallazgo fue realizado por Sergio Bogan y Federico Agnolin, investigadores de la Fundación Azara, la Universidad Maimónides, el Museo Argentino de Ciencias Naturales "Bernardino Rivadavia" y el CONICET. Fuente; Fundación Azara.


Una madriguera de un gran armadillo extinto de 200 mil años

fue hallada en Miramar.

Personal del Museo de Ciencias Naturales de Miramar hallo evidencia paleontológica y geológica de que un gran armadillo extinto realizo una cueva como refugio.

Los armadillos son mamíferos de actividad fosorial, es decir, que está adaptado a la excavación y vida subterránea. En la zona del vivero de Miramar, próximo a los fogones de la costa, hemos encontrado en marzo, una crotovina. Esta estructura que representa una antigua madriguera llena de sedimentos (arenas, arcillas, etc.) que se han depositado a lo largo de los siglos a través de la lluvia y se han acumulado debido a la porosidad del terreno. 

En esta caso, se trata una crotovina excavada hace unos 200 mil años antes del presente, durante el Pleistoceno superior, y por el tamaño y las características, suponemos que se trata de un armadillo extinto de gran tamaño, como el extinto Eutatus, del cual, hemos encontrado en numerosos restos fósiles en esa misma zona.

<<< Corte longitudinal y remarcada del túnel de una crotovina de un armadillo extinto.

Próximamente haremos nuevas observaciones, ya que, en algunos casos, la erosión provoca un desgaste del material de relleno, y se pueden observar las garras marcadas (icnitas) en paredes y techo de esta galería excavada por este gran armadillo, lo que nos confirma  mejor si se trata de esta especie u otra similar, por la anatomía que presentaría las patas.

En la zona de Miramar, también hemos hallado crotovinas y paleocuevas realizadas por perezosos gigantes extintos, cuyo diámetro llega a 1,90.

En la imagen, en la parte de abajo, se observa el personal del Museo de Ciencias Naturales de Miramar, señalando la estructura en el sedimento. Arriba, la misma imagen, en donde se remarcaron los bordes para que el público logre diferenciar lo que vieron los investigadores, con la recreación del Eutatus.

En algunos casos (por ahora no es este) encontramos restos de esqueletos de animales que murieron dentro de las cuevas, o que fueron ingresados a la misma por animales carnívoros o por cuestiones ambientales, que más adelante les mostraremos.


Hallan fósiles de un puercoespín en el Pleistoceno de Santa Fe.

Investigadores encontraron restos de una mandíbula con molares de un puercoespín que habitó América del Sur durante era de la megafuana (que recibe el nombre de Cuaternario).

Pariente de los puercoespines actuales (como el Coendú que aparece en la foto de fondo), esa mandíbula es el primer registro fósil para Argentina y Santa Fe. Su presencia nos demuestra la existencia de ambientes más vegetados, con árboles y arbustos, en lo que hoy conocemos como llanura pampeana para Santa Fe.

Esta investigación fue realizada por los paleontólogos Raúl Vezzosi (Argentina) y L. Kerber (Brasil) y ellos discuten la posibilidad de que en el pasado, hace 100-125 mil años atrás aproximadamente, estos animalitos se hayan dispersado como consecuencia de una expansión de la vegetación que existía en su momento y que estaba relacionada con los bosques tropicales estacionalmente secos, similares a los que aún persisten a la deforestación y tala indiscriminada en el Chaco argentino.

<<<Aspecto del puercoespín del Pleistoceno de Santa Fe.

Este ejemplar forma parte del patrimonio de la provincia de Santa Fe (Ley 25.743) y forma parte de la colección del Museo Provincial de Ciencias Naturales "Florentino Ameghino" con el número PV 1706.

Imágenes; Fragmento de mandíbula y de fondo un Coendú actual.  Lugar del hallazgo (barrancas del Carcarañá) y diferentes vistas de la mandíbula perservada con tres dientes molares (muelas m1, m2, m3). En el mapa las letras y los sombreados demuestran las especies actuales de puercoespínes que aún habitan sobreviven) en América del Sur.

Los números indican la misma especie fósil, que se ha encontrado en Santa Fe y en otros países. A su vez, se aprecia una última imagen donde se muestra la comparación con otras series dentarias (muelas) de la misma especie que se han encontrado como fósiles únicamente en otros países de América del Sur. Fuente; Facebook Museo Ameghino. https://www.museoameghino.gob.ar/


Overoraptor chimentoi. Un pequeño dinosaurio hallado en Patagonia

 arroja nuevas interpretaciones sobre el origen de las aves.

Como se ve en la ilustración, se estima que el Overoraptor chimentoi portaba plumas en sus largos brazos tal cual como lo hacen las aves hoy en día y sus pies estaban armados con una garra afilada para capturar a sus presas como en otros dinosaurios raptores. Si bien se cree que sus brazos se plegaban automáticamente como las de un ala; no se habría tratado de un animal volador, sino de un corredor.

En el camino por intentar comprender cómo fue el mundo de los dinosaurios que se extinguieron hace más de 65 millones de años, los paleontólogos también tienen sus debates internos. Uno de ellos es sobre la relación de parentesco que pudo haber existido entre distintos grupos de raptores (que dejaron fósiles de unas 5 familias distintas) y las aves (grupo que sobrevivió y hoy se encuentra distribuido alrededor del globo). Ahora, un nuevo dinosaurio identificado en la Patagonia Argentina arroja más datos para comprender la radiación adaptativa de los paravianos en Sudamérica.

Se trata del Overoraptor chimentoi, hallado en rocas del Cretácico Superior (unos 90 millones de años de antigüedad), en la provincia argentina de Río Negro, en el marco de una expedición liderada por el paleontólogo argentino y explorador de National Geographic Matías Motta, en febrero de 2018. El investigador también forma parte del Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados (LACEV) del Museo Argentino de Ciencias Naturales "Bernardino Rivadavia" (MACN - CONICET).

“Los primeros restos de este dinosaurio habían sido encontrados en 2013 en una breve expedición que realizaron el Dr. Fernando Novas y el Técnico Marcelo Isasi (MACN - CONICET) junto con otros colegas a esta localidad que está al noroeste de la provincia, al sur del embalse Ezequiel Ramos Mexía. Ellos pudieron rescatar unas garras y huesos de la mano de este dinosaurio”, relata el explorador.

Luego, los descubrimientos en la expedición liderada por Motta cinco años más tarde, que recibieron el apoyo de National Geographic Society, permitieron identificar otras partes del esqueleto incluyendo vértebras, elementos de las cinturas escapular y pélvica, huesos del ala y de las patas. Con estas nuevas piezas, los investigadores pudieron revelar rasgos anatómicos únicos en comparación con otros raptores.

El Overoraptor chimentoi recibe su nombre del término “overo” (por la particularidad de sus huesos, que fueron conservados en un patrón de color blanco y negro) y “chimentoi” en honor al Dr. Nicolás Chimento, quién fuese el descubridor de los primeros fósiles de esta especie.

Por el estudio anatómico, Motta puede indicar que se trataba de un animal pequeño (de 1,5 metros de largo, aproximadamente) con brazos y patas largas. “Presenta miembros súper alargados y gráciles, son muy frágiles los huesos de este dinosaurio. Y muestra características, en su miembro posterior, muy similares a las de animales corredores”, aclara el explorador, quien agrega que se trataría de uno muy veloz. Además, como sus parientes los unenlágidos, sus patas aportaban una gran garra curvada y filosa en el segundo dedo.

Sin embargo, estudiando la anatomía del brazo, el equipo de investigadores distinguió que sus huesos tenían características muy similares a las de las aves que no tienen otros dinosaurios raptores. “Este es un raptor, pero está muy emparentado con las aves”, afirma Motta.

Aunque el explorador estima que no haya sido un volador, reconoce que “es muy probable que sus brazos hayan sido capaces de realizar movimientos complejos y, como ocurre en las aves actuales, se hayan plegado automáticamente a los lados del cuerpo”.

Según la propuesta de los autores del trabajo, que se publicó en la revista científica The Science of Nature, esta capacidad de realizar el “plegado automático del ala” en un animal corredor indica que en primera instancia habría tenido otra función, como la de equilibrio durante la carrera, tal como lo hacen aves corredoras como el ñandú. Y se estima, que los brazos del Overoraptor chimentoi fueron capaces de moverse de manera acompasada para conseguir un mayor balance y precisión.

Otros de los puntos del interés de este descubrimiento, radica en que los investigadores del equipo que trabaja con Motta han encontrado a este Overoraptor emparentado de manera cercana al Rahonavis, un raptor del Cretácico ubicado en Madagascar.

Ambos dinosaurios tienen en común un pie de tipo raptor y brazos similares a las alas de las aves, representando un avance evolutivo que no estaba presente ni en los unenlágidos ni en los velocirraptores del hemisferio norte. Este resultado abre la posibilidad a la existencia de un nuevo grupo de dinosaurios paravianos (carnívoros) distribuidos en África y Sudamérica y que eran desconocidos hasta la fecha.

El descubrimiento del Overoraptor ayuda a los investigadores a conocer mejor la serie de cambios anatómicos que ocurrieron en el linaje de dinosaurios que condujo a las aves, mostrando que muchos rasgos que se creían presentes únicamente en aves voladoras ya habían evolucionado en dinosaurios corredores como el mencionado.

Los materiales fueron hallados en campos pertenecientes a la familia Violante y a la empresa SIMA Ingeniería. Los trabajos llevados a cabo contaron con la aprobación de la Secretaría de Cultura de Río Negro, y los fósiles descubiertos son patrimonio del Museo Provincial Carlos Ameghino de Cipolletti. Una pequeña garra del Overoraptor chimentoi comparada con una moneda. Fuente; nationalgeographicla.com. Fotografía Matías Motta. Ilustración Gabriel Lio.


Mapean en la Antártida la huella del meteorito que acabó con los dinosaurios.

Un equipo de científicos españoles y argentinos ha cartografiado en una isla de la Antártida la sección más extensa del planeta del límite K-Pg, una fina capa geológica que marca el transcurso desde el cretácico al paleógeno, hace 66 millones, cuando se cree que un meteorito impactó contra la Tierra provocando la extinción del 75 % de los géneros biológicos existentes, entre ellos los dinosaurios. 

Este hallazgo ha tenido lugar en la isla Marambio, un enclave excepcional del planeta por su riqueza geológica y paleontológica que contiene un extraordinario registro fósil, muy estudiado por científicos de todo el mundo

Este trabajo se traduce en la edición conjunta por parte del Instituto Geológico y Minero de España (IGME) y del Instituto Antártico Argentino (IAA), de la nueva “Serie Cartográfica Geocientífica Antártica” del IGME, de los Mapas Geológico y Geomorfológico a escala detallada (1:20.000) de la isla Marambio (Seymour, en la notación anglosajona). Los mapas, que se acompañan de una extensa y detallada memoria, son el producto de más de una década de fructífera colaboración entre los investigadores del IGME y el IAA.

"Esta cartografía geológica ayuda a comprender los grandes cambios climáticos y paleoecológicos que tuvieron lugar en la Tierra antes y después del límite.

El profundo trabajo de investigación que ha supuesto la realización del mapa representa una completa base de datos que será usada por futuros grupos de investigadores como paleontólogos, geoquímicos o paleoclimatólogos, entre otros", explica Manuel Montes, investigador del IGME.

La isla Marambio se encuentra en las proximidades del extremo nororiental de la Península Antártica y es uno de los lugares más interesantes y visitados de la Antártida desde el punto de vista científico. Mucho de este interés radica en que en ella se encuentra el estrato geológico más extenso y austral del planeta que alberga los restos del meteorito causante de la extinción de los dinosaurios. Esta capa corresponde al denominado límite K-Pg (entre las épocas geológicas Cretácico y Paleógeno) de una edad de 66 millones de años. El nivel contiene el registro de un cambio fundamental en la historia evolutiva de la vida en la tierra, pues significó la extinción de la mayoría de los grupos faunísticos dominantes hasta entonces en la Era Mesozoica, como los dinosaurios y los reptiles marinos (plesiosaurios), y la expansión de otros, como los mamíferos, a lo largo de la Era Cenozoica en la que nos encontramos.

Cuando el meteorito, de unos 10 km de diámetro, impactó contra la Tierra, al parecer en las costas de lo que hoy es la península del Yucatán en México, sus cenizas se esparcieron por todo el mundo y llovieron durante décadas sobre toda la superficie de la Tierra. Estas cenizas estaban enriquecidas en elementos raros como el Iridio, que aparecen en proporciones ínfimas en la superficie de la tierra pero que son más abundantes en los meteoritos. La anomalía geoquímica, junto con las extinciones de grandes grupos de fósiles (plesiosaurios, ammonites, etc.), se encuentran registradas dentro de un estrato verdoso, rico en un mineral llamado glauconita, de unos 5 m de espesor que, a lo largo de 7 km, atraviesa la isla de Marambio. Esta capa verdosa se ha cartografiado con detalle por primera vez en los mapas recientemente publicados.

El estudio de esta capa puede ofrecer la clave para entender los actuales cambios climáticos y su relación sobre la evolución de los seres vivos.

“De hecho en Marambio el límite K-Pg tiene asociado un horizonte de mortalidad de peces que no aparece en otras secciones de este tipo en el mundo”, apunta Manuel Montes. Tal es la importancia de estos afloramientos, que se está considerando declararlo como “Geosite” (lugar geológico de relevancia internacional) de la Antártida siguiendo las pautas metodológicas “Global Geosites” en la que participan una comisión internacional en la que también colaboran investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid y del IGME.

<<<Imagen de archivo.

Tanto los mapas como la información contenida en la memoria, ya están siendo la base de trabajo para la adecuada gestión y conservación de este importante patrimonio geológico mundial. Este corto periodo de cambios planetarios drásticos, ha sido muy estudiado en todo el mundo. Zumaya en la costa del País Vasco y Caravaca en Murcia, albergan en España sendas secciones de referencia mundiales del límite K-Pg. Fuente; El Imperial.es


Nuevos restos de un megarraptor en el Cretácico de Chubut.

Investigadores del Museo Argentino de Ciencias Naturales encontraron un dinosaurio carnívoro de gran tamaño y de unos 70 millones de años de antigüedad al suroeste de la provincia de Santa Cruz. Se recuperaron vértebras, costillas y parte de lo que sería el pecho y la cintura escapular de este ejemplar.

Durante 15 días se efectuaron tareas de rescate para la extracción de este megarraptor. Seguramente, a partir de estos fósiles, los investigadores podrán presentar en sociedad una nueva especie de gran tamaño dentro de este grupo de dinosaurios carnívoros con características letales para atacar a sus presas.

El paleontólogo Mauro Aranciaga Rolando indicó a la Agencia CTyS-UNLaM: “Hemos encontrado un ejemplar muy grande de un nuevo megarraptórido, los cuales eran dinosaurios carnívoros formidables, porque tenían un conjunto de adaptaciones para la caza que era realmente espectacular”.

“A diferencia del Tyrannosaurus rex, los megarraptores eran animales más esbeltos, más preparados para la carrera, con colas largas que les permitían mantener el equilibrio, a la vez que tenían patas musculosas, pero alargadas para poder dar pasos largos”, contó Aranciaga Rolando, becario del CONICET en el Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN).

Los megarraptores tenían varias características que permiten describirlos como letales. Según relató Aranciaga, “las armas principales de los megarraptores estaban en sus brazos, porque eran extremadamente alargados y musculosos, al tiempo que tenían garras a modo de guadaña en sus dedos pulgares, las cuales tenían un borde afilado y alcanzaban los 40 centímetros de largo, por lo que es probable que este animal haya conferido profundos zarpazos contra sus presas”.

El doctor Fernando Novas, jefe del Laboratorio de Anatomía Comparada del MACN e investigador del CONICET, comentó a la Agencia CTyS-UNLaM que “este nuevo hallazgo nos va a permitir conocer cómo fueron estos dinosaurios en este rincón de la Patagonia y conocer sus relaciones de parentesco con los megarraptores encontrados en otras partes del mundo”.

El paleontólogo Novas fue quien descubrió el primer ejemplar de este grupo de dinosaurios en el año 1996, en la provincia de Neuquén, y fue quien acuño el nombre Megaraptor (“gran rapaz”) para esta criatura.

Los megarraptores fueron grandes dinosaurios depredadores que prosperaron y se diversificaron durante el periodo Cretácico, fundamentalmente en el hemisferio sur, hasta la extinción masiva que se produjo hace unos 65 millones de años. También, se encontraron megarraptores en Australia y en Asia.

“Para mí, fue una gran satisfacción que, desde que hiciéramos aquel primer hallazgo en Neuquén, se encontraran primos del Megaraptor en otras regiones del mundo”, valoró Novas. Y destacó: “Ahora, sumamos otro megarraptor más de la Patagonia”.

Aranciaga Rolando aseveró que “esta posible nueva especie de unos 10 metros de largo, además de la importancia que tiene por su tamaño, representa una de los ejemplares más modernos de la familia de los megarraptores, ya que los que se conocían hasta ahora eran algunos millones de años más antiguos”. Otras de las características que Aranciaga Rolando indicó como favorables para la aptitud depredadora de los megarraptores es que poseían un cuello y un cráneo alargados, lo que seguramente les ayudaba a la hora de alcanzar a sus presas con más facilidad.

La condición de velocistas habría sido muy importante para los megarraptores. El paleontólogo Sebastián Rozadilla del MACN y CONICET indicó que “estos dinosaurios carnívoros no se habrían alimentado de los saurópodos, que son aquellos grandes dinosaurios de cuello largo que también habitaban en dicha zona, sino de otros dinosaurios herbívoros de los cuales también se ha encontrado una manada en esta formación Chorrillo, al oeste de Santa Cruz”.

“Estos dinosaurios herbívoros podían alcanzar entre cinco y seis metros de longitud y pertenecían a la especie Isasicursor, los cuales eran animales bípedos y grandes corredores”, aseveró Rozadilla. De allí que la velocidad de los megarraptores habría sido un factor importante para poder cazarlos.

Estos dinosaurios herbívoros vivían en grandes grupos, entre los cuales había crías, juveniles y adultos. “Vivían de forma parecida a como lo hacen actualmente las gacelas o antílopes en la sabana africana”, describió Rozadilla.

Los megarraptores más pequeños que se conocen miden unos cinco metros, en tanto que los más grandes alcanzan longitudes similares a este ejemplar encontrado al suroeste de Santa Cruz durante la última campaña realizada durante el mes de marzo.

Para extraer a este animal, el cual se encontraba en una roca extremadamente dura, hubo que emplear maquinaria apropiada como la cortadora de roca, con la cual se fueron abriendo canaletas en las cercanías de los fósiles.

En una labor que demoró unas dos semanas, con cinceles y martillos, los paleontólogos retiraron la roca que rodeaba al ejemplar a fin de retirar cada uno de los huesos. “Finalmente, se cubrió con yeso y con vendas a la roca que contenía en su interior al fósil, con el fin de que éste no se destruyera durante su transporte hasta Buenos Aires”, describió Aranciaga.

Por estas semanas, este depredador formidable se encuentra cumpliendo debidamente con su cuarentena en el Laboratorio de Anatomía Comparada del MACN, a la espera de que los investigadores puedan continuar con su preparación y estudio. Posteriormente, este velocista hará su viaje de regreso a la provincia de Santa Cruz para enriquecer las colecciones del Museo “Padre Molina”, en Río Gallegos. Fuente; Agencia CTyS-UNLaM.


Dinosaurios y coronavirus, como agua y aceite.

Aves, cocodrilos, plantas, troncos de árboles petrificados, caracoles…todo un Parque Cretácico de la última época de los dinosaurios fue hallado en Santa Cruz, lo cual representa un hecho único para comprender lo que ocurrió en el período previo a la extinción masiva acontecida hace 66 millones de años.

La campaña implicó un gran despliegue y los resultados fueron sorprendentes. El doctor Fernando Novas, jefe del Laboratorio de Anatomía Comparada del Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN) e investigador del Conicet, dirigió esta gran expedición junto al paleontólogo Makoto Manabe del Museo Nacional de Tokio.

“Descubrimos fósiles muy variados y esto se produjo, en gran medida, porque el grupo de trabajo que participó de la expedición fue muy numeroso, de unas 30 personas que incluyeron no solo a paleontólogos, sino también sedimentólogos de la Universidad Nacional de La Plata, geofísicos de la UBA, como así también al grupo de científicos que vino desde Tokio”, relató Fernando Novas a la Agencia CTyS-UNLaM.

El doctor Federico Agnolin, investigador del MACN, del Conicet y Fundación de Historia Natural Félix de Azara, destacó: “Tuvimos un éxito sin precedentes. Pudimos descubrir una enorme cantidad de fósiles, entre pequeños granos de polen, plantas y dinosaurios. Hemos encontrado de todo; nos hemos encontrado prácticamente con un ecosistema de entre 65 y 70 millones de años de antigüedad”.

<<<Imagen de archivo.

“Descubrimos gran parte de lo que componía la flora y la fauna de aquel lugar en aquel entonces”, valoró Agnolin. Y agregó: “En aquel entonces, no existía la cordillera de los Andes y el ambiente era totalmente distinto al actual. Los roquedales por los que caminamos eran lagos, lagunas, ríos y bosques”.

El paleontólogo Fernando Novas aseveró: “Los fósiles y toda la información que hemos recolectado nos va a permitir conocer cómo fueron los cambios ambientales, climatológicos, faunísticos y florísticos ocurridos en los últimos cinco millones de años del reinado de los dinosaurios”.

Según advirtieron los geólogos que participaron de la campaña, en ese sitio de montaña ubicado 25 kilómetros al sudoeste de El Calafate, había un río a fines del Cretácico y, a la orilla del mismo, se depositaban los sedimentos de estos animales y plantas ahora transformadas en fósiles.

“También, encontramos ranas, lagartijas, serpientes, tortugas acuáticas, dinosaurios carnívoros y herbívoros, e incluso restos de un gran cocodrilo”, continuó enumerando el doctor Agnolin a la Agencia CTyS-UNLaM.

El técnico Marcelo Isasi del MACN y del Conicet estuvo a cargo de las tareas logísticas para esta gran expedición. “No recuerdo que se haya hecho una campaña tan grande en los últimos años en Argentina y, ahora, nos resta volver, porque encontramos un dinosaurio enorme, pero el helicóptero de la Fuerza Aérea Argentina que iba a ayudarnos a extraerlo no pudo realizar el operativo con motivo del inicio de la cuarentena preventiva por el coronavirus”.

<<<Imagen de archivo.

“Cuando volvamos, nos va a ir muy muy bien”, consideró Isasi. Y agregó: “La montaña nos espera con un montón de maravillas paleontólógicas que estamos deseosos de ir a descubrir”.

Por su parte, Novas destacó: “Los fósiles que hemos encontrado nos van a permitir clarificar mucho más sobre cómo fueron las tendencias evolutivas que tuvieron los distintos organismos, sean plantas, caracoles, dinosaurios, tanto los pequeños como los gigantescos, durante los últimos millones de años antes de esta extinción y, también, para tratar de entender por qué otras especies sobrevivieron, algunas de las cuales viven hasta nuestros días”. Esta noticia ha sido publicada originalmente en N+1, ciencia que suma.


Estudian el hallazgo de fósiles de Piramiodonterio en San Pedro.


El Museo Paleontológico de San Pedro investiga los rastros de un gran animal que habitó el Pleistoceno bonaerense

En 2018, el equipo del Museo Paleontológico de San Pedro, en una excavación minera de la firma Tosquera San Pedro, dio con el enorme fémur de un perezoso gigante en sedimentos cuya antigüedad ronda los 700.000 años. Estudios posteriores arrojaron como resultado que el enorme hueso habría pertenecido a un animal desaparecido mucho tiempo atrás: el Piramiodonterio.

Julio Simonini, integrante del equipo comenta que "para extraer los restos de este animal, se tuvo que recurrir a la técnica de enyesado previo y poder, luego, levantarlo con una excavadora; posteriormente, se lo llevó al museo y se iniciaron las tareas de limpieza y acondicionamiento habituales".

Se sabe que los Piramiodonterios (Pyramiodontherium, según su nombre en latín que significa “animal con dientes en forma de pirámide¨) fueron un género de grandes mamíferos que habitaron la prehistoria de nuestro país hasta fines del Plioceno, momento en el que desaparecen del registro fósil. Hay restos en Jujuy, Catamarca, La Rioja, Chubut y Entre Ríos. Posiblemente, de estos grandes perezosos provenga otro de los más corpulentos animales que conoció la región pampeana: el Megaterio (Megatherium o “bestia gigante”) del que se conocen las especies Megatherium gallardoi y Megatherium americanum; la primera más antigua que la segunda.

Y acá es donde el equipo de investigación sampedrino, que examina estos hallazgos en conjunto con el Dr. Luciano Brambilla, del Centro de Estudios Interdisciplinarios, que depende de la Universidad Nacional de Rosario, empieza a ver que “algo misterioso” gira en torno a este descubrimiento.

Según apreciaciones del Dr. Brambilla, “las características de los fémures hallados en San Pedro nos cuentan de la existencia de un animal que vivió en un período de tiempo del que bastante poco sabemos de la evolución de estos grandes perezosos. Es un animal que parece haber vivido cercanamente en el tiempo con el Megaterio (hacia finales de la edad Ensenadense), es decir, en el Pleistoceno medio; pero cuyas características son más parecidas al Piramiodonterio que habitó más antiguamente, durante el Plioceno. Por lo tanto, es posible que estemos ante el descubrimiento de una especie de `eslabón perdido` en la línea evolutiva de los Megateridos, grupo al que pertenecieron estos grandes animales”.

Desde la Dirección del Museo de San Pedro, José Luis Aguilar, opina que “desde que en 2018 hallamos el primer fémur de este enigmático animal, venimos siguiendo de cerca los restos fósiles que vamos recuperando en ese antiguo ecosistema de pantano o humedal ya que podríamos estar ante una especie desconocida y, a la vez, asombrosa. Tanto por el tamaño de este animal como por su importancia en la reconstrucción de la línea evolutiva de los grandes perezosos, es importante continuar la búsqueda de nuevas piezas que nos vayan dando información del aspecto general de un animal que, por ahora, parece ocultarse en la niebla de los tiempos.

Esta especie de ´cacería prehistórica´ nos lleva a buscar los restos de un gran mamífero que, según las primeras estimaciones que surgen del análisis de sus fémures, podría haber superado los 4 metros de longitud y pesar unas 4 toneladas”.


Encuentran huellas de un antecesor del Tero en el Cretácico de General Roca.

El hallazgo de pisadas similares a la de los teros -que quedaron fosilizadas en una barda de General Roca- sirve como un nuevo aporte para interpretar cómo era la paleogeografía de la región hace 70 millones de años, cuando el mar ingresó desde el Atlántico y formó un gran delta. 

En un triángulo más amplio  de la zona que hoy ocupa la confluencia de los ríos Limay y el Neuquén, convivieron dinosaurios, aves, cocodrilos y criaturas marinas, en medio de un clima semihúmedo y con copiosas lluvias. 

A diferencia de los dinos, son pocos los registros de huellas de aves prehistóricas en el país. Las pisadas tenues, sin peso, no dejan huellas profundas y es muy difícil que se preserven. En la región hubo un gran hallazgo en 2003, en Sierra Barrosa, pero sin precisar especies.

 

<<<Imagen de archivo. Ilustrativo.

Las lajas donde quedaron registradas las huellas de los teros pertenecieron a un fondo de laguna. Las descubrió en Paso Córdoba el técnico en paleontología Raúl Ortiz. Ahora forman parte de una colección registrada en el Museo Patagónico de Ciencias Naturales de General Roca.

En ellas se ven las pisadas. Tres dedos abiertos en forma de letra V y pequeños agujeritos que marcan los picotazos en el fango. Son las señales características del momento en que se alimentaban. La placa fina, de color marrón muy claro y aspecto quebradizo, también muestra ondulitas - surcos lineales que dejó el paso de la corriente suave del agua- y rastros de moluscos. 

El hallazgo de pisadas similares a la de los teros -que quedaron fosilizadas en una barda de General Roca- sirve como un nuevo aporte para interpretar cómo era la paleogeografía de la región hace 70 millones de años, cuando el mar ingresó desde el Atlántico y formó un gran delta. 

En un triángulo más amplio  de la zona que hoy ocupa la confluencia de los ríos Limay y el Neuquén, convivieron dinosaurios, aves, cocodrilos y criaturas marinas, en medio de un clima semihúmedo y con copiosas lluvias. 

A diferencia de los dinos, son pocos los registros de huellas de aves prehistóricas en el país. Las pisadas tenues, sin peso, no dejan huellas profundas y es muy difícil que se preserven. En la región hubo un gran hallazgo en 2003, en Sierra Barrosa, pero sin precisar especies. Fuente Diario Rio Negro.


Megatherium vs Lestodon. Un nuevo conflicto entre gigantes cuaternarios.

La naturaleza tiene siempre la última palabra. No es como las ciencias exactas. Megatherium es considerado como el  mamífero continental fósil más grande del Cuaternario de América (últimos 2 millones de años aprox). Pero un reciente hallazgo en Miramar, muy cerca del muelle de pescadores podría reescribir la  historia de estos gigantes extintos.

Personal del Museo de Ciencias Naturales de Miramar, recupero el fémur de un Lestodonte, y que desafía el tamaño de un fémur adulto de un Megaterio. Con casi 80 centímetros, el nuevo rival desea destronar al gigante americano de la edad de hielo.

En las fotos, se observa el nuevo fósil de color negro, junto al fémur de Megaterio de color marrón. El fémur de Lestodon durante la extracción y el trabajo de laboratorio.

Lestodon era muy grande, pero menor que el Megatherium americanum, o al menos eso creíamos. Median aproximadamente unos 4 metros de longitud. Su cráneo tenía una región rostral muy ensanchada.

<<<Fémur de un Lestodon hallado en Miramar.

Los huesos de sus miembros eran grandes y gruesos. Su dentición era simple, pero resaltaban hacia afuera de la boca unos caniformes muy grandes, lo que se convertía en una defensa contra los posibles depredadores.

Su masa estimada es de 2,5 toneladas. Después de ScelidotheriumLestodon es uno de los mamíferos fósiles del Cuaternario más comunes en el territorio pampeano. Las especies de Lestodon, junto a las de Megatherium, son los Tardigrada de mayor tamaño corporal de ese momento. 


Descubren fósiles de rana Calyptocephalellidae en el Eoceno de la Antártida.

El descubrimiento de los primeros anfibios modernos conocidos en la Antártida proporciona más evidencia de un clima cálido y templado en la Península Antártica antes de su separación del supercontinente del sur, Gondwana.

Los fósiles, que pertenecen a la familia de las ranas con casco, se describen en una publicación de la revista Scientific Reports en la que participa el Instituto Antártico Argentino.

Thomas Mörs y sus colegas descubrieron los restos fosilizados de un hueso de la cadera y de un cráneo adornado durante las expediciones a la Isla Seymour, Península Antártica, entre 2011 y 2013. Los especímenes tienen aproximadamente 40 millones de años y son del período Eoceno, y ambos pertenecen a familia Calyptocephalellidae , también conocida como ranas con casco. Hasta la fecha no se han encontrado rastros de anfibios de sangre fría o reptiles de familias que aún existen en la Antártida.

La evidencia previa sugiere que las capas de hielo se formaron en la Península Antártica antes de la ruptura final del supercontinente meridional Gondwana en los continentes del hemisferio sur actual, incluidas América del Sur y la Antártida.

El nuevo descubrimiento sugiere que las condiciones climáticas de la Península Antártica durante el Eoceno medio tardío pueden haber sido comparables con el clima húmedo y templado en los bosques de América del Sur en la actualidad, donde se encuentran exclusivamente las cinco especies vivas de rana con casco.


Chlamyphractus dimartinoi, una nueva especie de pichiciego fósil, del Mioceno de Chasico.

Es uno de los animales más misteriosos que habitan en Sudamérica y, por sus esquivos hábitos, muchas de sus características son aún desconocidas. Investigadores del CONICET identificaron restos de 9 millones de años que permitirán entender cómo fue su evolución.

Un grupo de investigadores del CONICET identificó por primera vez restos fósiles de un pichiciego, un armadillo que es considerado el más pequeño del mundo y que habita únicamente en Argentina y otros países del sur de Sudamérica. Es considerado uno de los animales más extraños de la región ya que, por sus esquivos hábitos, muchas de sus características biológicas son aún desconocidas.

La descripción de este inusual mamífero representa el primer registro fósil del género y de la especie y fue publicada recientemente en el Journal of Vertebrate Paleontology, con el nombre de Chlamyphractus dimartinoi. Los restos tienen entre 9 y 10 millones de años de antigüedad y fueron hallados en la provincia de Buenos Aires hace más de 30 años, pero recién en 2019 los paleontólogos lograron determinar a qué animal pertenecían.

Este descubrimiento permitirá conocer cómo fue la evolución de este minúsculo armadillo, cuyos ejemplares actuales miden apenas unos 10 centímetros, pesan menos de 100 gramos y tienen un fascinante caparazón de color rosa que cubre sus pelos blancos. “Haber encontrado este fósil equivale a hallar una aguja en un pajar”, señala el becario doctoral del CONICET en el Centro de Ecología Aplicada del Litoral (CECOAL, CONICET – UNNE), Daniel Barasoain, primer autor del trabajo y responsable del descubrimiento.

Mientras estudiaba materiales vinculados a su tema de tesis —referida a distintos aspectos de los cingulados del Mioceno tardío en Argentina —, el paleontólogo se encontró con fósiles que habían sido hallados en la década del 70 en cercanías de la laguna Chasicó, en la provincia de Buenos Aires, pero que hasta ese entonces no habían podido ser identificados. Formaban parte de la colección del Museo de Ciencias Naturales de Monte Hermoso, creado por Vicente Di Martino, un coleccionista y aficionado que había colectado estos restos.

Ante la sospecha de que se trataba de un pichiciego, Barasoain se contactó con distintos expertos, como la investigadora independiente del Instituto de Medicina y Biología Experimental de Cuyo (IMBECU, CONICET – UNCUYO), Mariella Superina, considerada la principal especialista en este género en Argentina.

Fue ella quien ayudó a confirmar que estaban frente al primer registro fósil de este esquivo animal, que pertenece a una subfamilia de cingulados denominada clamiforinos, y del que todavía se desconocen múltiples aspectos vinculados a su hábitat y a su reproducción. Es que los pichiciegos tienen hábitos similares a los de los topos: son nocturnos y se desplazan por debajo de la tierra. Estas características, sumadas a su pequeño tamaño, hacen que sean muy difíciles de identificar y de avistar en el campo.

Actualmente, se conocen dos especies de pichiciegos: Chlamyphorus truncatus, que sólo habita en Argentina y se encuentra en la región de Cuyo, y Calyptophractus retusus, que tiene un tamaño ligeramente mayor y se encuentra las provincias del NOA, en Bolivia y en Paraguay. Por sus características, el fósil hallado es considerado una especie distinta y fue nombrado Chlamyphractus dimartinoi, en homenaje al coleccionista que lo halló.

“Este descubrimiento nos permite empezar a conocer a estos animales tan raros con mayor profundidad. A partir de ahora, vamos a poder ver cómo ha sido su historia evolutiva, que es muy curiosa ya que está totalmente presionada por sus hábitos subterráneos. Eso ha condicionado una serie de morfologías y estructuras muy derivadas que son únicas en el mundo”, indica Barasoain

Ilustración de un pichiciego, considerado el armadillo más pequeño del mundo. FOTO: Gentileza Pedro Cuaranta. Fuente; Conicet.


Brachyplatystoma elbakyani, una nueva especie de  bagre gigante que vivió en el Pleistoceno de Argentina.

La localidad de Paraná además de ser la capital de la provincia de Entre Ríos es la cuna de una serie de hallazgos paleontológicos de gran relevancia para entender la evolución de la fauna que vivió en Argentina durante los últimos diez millones de años.

Desde la visita al sitio de viajeros famosos como Darwin y D`Orbigny, el lugar fue conocido mundialmente por la abundancia de fósiles, restos que aun hoy no dejan de sorprender al mundo.
Investigadores del Museo Argentino de Ciencias Naturales "Bernardino Rivadavia", de la Fundación Azara-Universidad Maimónides, y el CONICET dieron a conocer una nueva especie extinta de bagre Goliath. Los fósiles fueron hallados en las barrancas del río Paraná en la provincia de Entre Ríos y tienen una edad cercana a los 10 millones de años de antigüedad. Los autores de la publicación Federico Agnolin y Sergio Bogan.

Estos bagres gigantes forman parte de un linaje único de América del Sur que incluye una de las especies vivientes más grandes del mundo, el Piraiba, un monstruo de río que puede superar los tres metros y medio de longitud y los 200 kilos de peso.

Estos gigantes viven hoy en día en los ríos más grandes de las cuencas del Orinoco, Amazonas y Guyanas, bien al Norte de Sudamérica. Hasta hoy nadie sospechaba de sus fósiles podrían encontrarse en el Paraná. Este descubrimiento representa la forma más austral hasta ahora conocida de estos bagres.

El río Paraná es el mayor curso de agua de Argentina y uno de los más grandes de América del Sur. Su cuenca tiene una larguísima historia que se remonta a varios millones de años antes del presente. Actualmente se encuentra bien separada de su vecina del Norte, la super cuenca del río Amazonas. Pero esto no siempre fue así, y los fósiles de peces son muy importantes para entender las antiguas conexiones entre las cuencas de los grandes ríos Sudamericanos.

La nueva especie fue nominada Brachyplatystoma elbakyani en honor a Alexandra Elbakyan, investigadora en Neurociencias de Kazajistán. En 2011 Alexandra creó Sci-Hub, una plataforma que otorga acceso gratuito a los artículos científicos publicados por las principales editoriales del mundo.

Esto permite a los investigadores e interesados de todo el mundo acceder gratuitamente a casi la totalidad de los artículos publicados. Fuente; Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados.

 


Desde dinosaurios hasta polen fosilizado en el Calafate.

“Los resultados de la exploración han sido excepcionales”. Con esta frase resumió Novas la campaña 2020 de un equipo conformado originalmente por 30 personas; científicos, técnicos, becarios e inclusive investigadores científicos japoneses, pertenecientes al Museo de Tokio.

Se trata de la tercera exploración - y la más importante dijo Novas – a un yacimiento situado a unos 40 kilómetros al sur de El Calafate, en lo alto de los cerros en propiedades de la Estancia Anita. Guiados por el encargado de la estancia, Facundo Echeverría, la expedición atravesando barreales y caminos de cornisa, hasta montar un gran campamento en altura, desde donde realizaron toda la investigación (entre el 8 y el 24 de marzo)

En el año 1980 el geólogo Francisco Nullo estaba realizando trabajos de topografía y se encontró con un afloramiento rocoso que tenía huesos fosilizados. Hace un par de años el paleontólogo Novas encabezó una primera campaña que localizó algunos restos de un  saurópodo de cuello y cola larga, al que llamó Nullotitan Glacialis. El primer nombre en homenaje al descubridor y el segundo porque desde el lugar se tiene una fabulosa vista al Glaciar Perito Moreno.

Entre enero y marzo del año pasado se encontró una variedad de restos fósiles que entusiasmo al equipo, que este año regreso con un despliegue mucho mayor. Y los resultados fueron extraordinarios, mas allá de que la campaña se vio interrumpida por la pandemia del Coronavirus. “Aparecieron piezas de distintos organismos que habitaron esta zona entre 70 y 65 millones de años atrás, en el fin de la era de los dinosaurios. Se encontraron restos fósiles de caracoles terrestres y de agua dulce, de ranas, peces, tortugas y de mamíferos pequeños”, describe Novas en FM DIMENSION.

También hallaron plantas, troncos petrificados, impresiones de hojas y hasta el polen fosilizado.  “Podemos reconstruir los bosques y el hábitat de aquel momento. Es un yacimiento excepcional”, agregó el paleontólogo.

Pero además se realizó el descubrimiento de restos de un nuevo ejemplar de Nullotitan glacialis,  de tamaño similar al primero encontrado.  Novas explicó que son vértebras mejor conservadas y articuladas de manera de conocer mejor la anatomía de ese titán.

Estos descubrimientos permiten reconstruir el ecosistema de esta región hace 65 o 70 millones de años, cuando no existían ni la Cordillera de los Andes ni mucho menos los glaciares, y cuando el océano tenía periódicos ingresos y luego retrocesos sobre la actual Patagonia Austral.

En la entrevista con el programa Radio Activa, Novas dijo estar sorprendido, por este yacimiento. “Tuve la oportunidad de trabajar en el Valle de la Luna – Talampaya, también en Chile (Aysén),  en Salta, Río Negro y otro montón de lugares. Pero este yacimiento es increíble, porque a diferencia de los otros está mostrando todo el ecosistema”.

Novas adelantó que esperan volver el año próximo y continuar con estos estudios “que tienen impacto a nivel internacional,  porque desde Sudamérica estamos aportando información sobre el límite entre el cretácico y el terciario, que es en el momento en el cual se extinguieron los dinosaurios”, dijo el paleontólogo en la radio de El Calafate.  (Guillermo Pérez Luque)


Prochelidaella buitreraensis, una nueva especie de tortuga de cuello largo de hace 100 millones de años.

Por primera vez se recupera un cuerpo con cráneo de una de las primeras tortugas de laguna. La investigación está a cargo de investigadores del CONICET, de la Fundación Azara, de la Universidad Maimónides y del Museo de Historia Natural de San Rafael (Mendoza).

Las tortugas son un conocido grupo de reptiles que se originaron allá entre mediados y fines del Triásico, junto con los cocodrilos, los lagartos, los dinosaurios y los mamíferos. Las primeras ya se mostraban acorazadas y sin dientes y no conocemos mucho acerca de cuál grupo de reptiles fue el que les dio origen. Sin embargo, desde aquellas primeras tortugas, mucho han caminado y muchos grupos de tortugas existieron, algunos completamente extintos ya, y otros con descendencia en la actualidad.

De los muchos grupos de tortugas, algunas se especializaron en la vida marina, otras en tierra firme y algunas en los ríos y arroyos. Aunque las tortugas siempre tuvieron coraza, no siempre tuvieron la habilidad de esconder su cabeza dentro del caparazón. Este raro atributo se originó en algún momento del Jurásico y lo hallamos como característico de las tortugas del Cretácico (¡Valientes tortugas! ¡Se pasaron la mitad de la época de los dinosaurios sin esconder la cabeza!).

A partir del Cretácico (144-65 millones de años atrás), comienzan a aparecer algunos grupos de tortugas que podríamos incluir entre las de tipo moderno (comparadas con las anteriores).

Dentro de las tortugas de aguas dulces, hay dos grandes grupos, clasificados de acuerdo a su modo de ocultar la cabeza: Las criptodiras (las que retraen el cuello directamente hacia dentro, como nuestra conocida tortuga de tierra), y las pleurodiras (aquellas que retraen el cuello lateralmente).

Hoy, las pleurodiras se agrupan en tres grandes familias: Pelomedúsidas (que hoy viven en África), Podocnemídidas (que hoy viven en Madagascar) y las Quélidas, de Sudamérica y Australia.

Nuestras quélidas de Argentina habitan hoy con éxito los ríos y lagunas desde Misiones hasta Buenos Aires, con tres géneros: Hydromedusa, Phrynops y Acantochelys. Como son de climas cálidos, no habitan ya la Patagonia.

Prochelidaella buitreraensis es una antigua tortuga quélida de unos 30 centímetros de largo pero de unos 95 millones de años de antigüedad. Fue descubierta en La Buitrera, una localidad fosilífera situada cerca de Cerro Policía, en el noroeste de Río Negro, a unos 1.300 kilómetros de Buenos Aires.

La Buitrera se viene estudiando desde 1999 y ha provisto una impresionante lista de hallazgos completamente nuevos como dinosaurios carnívoros del grupo de los velocirraptores (Buitreraptor, Alnashetri), cuello-largos (Cathartesaura), cocodrilos omnívoros a herbívoros con hocico de zorro (Araripesuchus buitreraensis), reptiles esfenodontes herbívoros (Priosphenodon), lagartijas, serpientes con patas (Najash), mamíferos driolestoideos de hocico largo (Cronopio), tortugas y peces pulmonados o dipnoos.

A pesar de que la localidad de La Buitrera se conoce y se trabaja desde hace 20 años, y las tortugas que aquí presentamos se conocen desde entonces, recién en las últimas campañas apareció por vez primera una tortuga con cráneo, un hallazgo bastante raro, ya que cuando las tortugas mueren y su cuerpo se descompone, la cabeza suele ser llevada por el agua y se pierde.

<<<Aspecto de Prochelidaella buitreraensis. Ilustración de Carlos A. Gonzáles.

En el verano de 2017, en la campaña dirigida por integrantes del Área de Paleontología de la Fundación Azara - Universidad Maimónides y del CONICET en coordinación con un equipo del Museo de Ciencias Naturales de San Rafael (Mendoza), trabajando en el Cañadón de las Tortugas, un sitio breve, dentro de la Localidad de La Buitrera.

El Cañadón de las Tortugas es levemente diferente al resto de los sitios en la localidad de La Buitrera. Un detallado estudio desarrollado por los geólogos Lic. Joaquín Pérez Mayoral y la Dra. María Lidia Sánchez nos permitieron conocer que los 20 metros de depósitos rocosos representan tres etapas que nos muestran cómo se contraían y expandían los márgenes del viejo desierto Kokorkom como resultado de los cambios climáticos de la época. Las tortugas se hallan en depósitos de río intercalados con dunas, donde se preservan rellenos de cuevas de invertebrados.

Los resultados del estudio de los restos indican que, efectivamente, se trata de una nueva especie, que fue nombrada como Prochelidaella buitreraensis.

El Dr. Ignacio Maniel -paleontólogo, investigador del CONICET, primer autor de la investigación- trabaja en el Museo de Historia Natural de San Rafael (Mendoza) y también participa el Dr. Sebastián Apesteguía -paleontológo del Área de Paleontología de la Fundación Azara -Universidad Maimónides- (Buenos Aires). Además de sus publicaciones científicas es autor de libros para el público como “Nuestros Dinosaurios” y “Vida en Evolución” y fue columnista del programa Científicos Industria Argentina.

El material estudiado incluye un cráneo muy completo, el mejor preservado mundialmente para una tortuga quélida del Cretácico, junto con varios otros huesos y partes de caparazón.

En aquellos tiempos del Cretácico, un vasto desierto se había formado entre Río Negro y Neuquén, el Kokorkom, o desierto de los huesos. Las arenas depositadas, endurecidas, compactadas y petrificadas, se conocerían luego como Formación Candeleros.

En la estación de lluvias, las zonas entre las dunas se inundaban y allí habitaban por un tiempo peces pulmonados (dipnoos) y tortugas de agua dulce que se alimentaban de ellos. Eso lo sabemos gracias a que de las tortugas no sólo se encuentran huesos sino también coprolitos (heces petrificadas). Gracias a esto se pudo inferir que, como sus parientes actuales del grupo de las Chelidae, aquellas tortugas también se alimentaban de peces.

Prochelidella vivió en una época coincidente con los más grandes dinosaurios conocidos, como el dinosaurio carnívoro Giganotosaurus y apenas un poco antes del dinosaurio herbívoro Argentinosaurus.

Las tortugas quélidas viven hoy en nuestros grandes ríos y lagunas. Son muy pretenciosas en cuanto a sus requerimientos ambientales. El hallarlas en medio del ambiente desértico de Kokorkom nos dice mucho acerca de las características del ambiente en La Buitrera. Además, la anatomía de Prochelidella nos muestra cómo evolucionó el cráneo de estas tortugas a lo largo de los últimos 100 millones de años.

Las expediciones a La Buitrera fueron realizadas mediante un convenio con la Agencia Cultura del Gobierno de la Provincia de Río Negro. Los materiales fósiles corresponden al Museo Provincial Carlos Ameghino, de la ciudad de Cipolletti. Los materiales fósiles originales de este saurópodo se hallan depositados en el Museo Paleontológico “Carlos Ameghino”, de Cipolletti, Río Negro, bajo el número de colección MPCA PV 307.

La publicación de estos resultados son la parte final de un proyecto que incluyó numerosos trabajos de campo, laboratorio y gabinete. Para todo esto se necesitaron recursos humanos y financieros.

En los trabajos de campo participaron los autores junto con Fernando Garberoglio, Lucila Fernández Dumont, Riguetti, F., Rougier, G. W., Cimorelli, E., Pazo, L. J., Prámparo, M., Carignano, A. P., Veiga, G. y Caldwell, M. La preparación técnica de los fósiles fue realizada por Javier Pazo y Jonatan Kaluza.  Los dueños del campo, la familia Avelás, gentilmente dieron permiso para trabajar en su propiedad.

El apoyo financiero fue otorgado a los autores por distintas instituciones nacionales e internacionales, como Agencia (Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica), Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), Fundación Azara, Universidad Maimónides y National Geographic Society. Ilustracion de Carlos A. Gonzales. Fuente; Fundación Azara.


El Museo de Ciencias Naturales de Miramar desarrolla actividades virtuales debido al covid-19.

Pionero en muchas actividades recreativas y educativas, el museo miramarense de Ciencias Naturales, desarrollo actividades especiales en su sitio web para disfrutar en familia.

Al igual que todas las instituciones científicas y educativas del país están cerradas al público, el museo miramarense nuevamente apelo a llegar a todas las familias y seguir trasmitiendo conocimiento, desde la misma manera que desarrollo su campaña educativa durante el proceso de la Gripe A.

Muchos son los desafíos para la familia en esta cuarentena debido a las prevenciones por el coronavirus. Una de las más importantes es cuidar a nuestros más pequeños y abuelos, tomando todas las medidas necesarias para evitar contagios de algún tipo frente al flagelo

Pero como si esto fuera poco debemos tenerlos en casa y también entretenerlos, el cual es el desafío más grande. Muchas horas frente al televisor o todo el tiempo en Internet; y sí, es que allí, se encuentra la mayor distracción, la posibilidad que nos brinda la comunicación multimedial, y a la vez comunicación directa con los amigos y familiares, que por ahora no podemos frecuentar. Esta cuarentena planteó a los padres una nueva realidad en familia:

¿qué hacemos con los chicos en casa? Internet es una muy buena opción de entretenimiento y conocimiento, aunque lamentablemente aún no está al alcance de todo el mundo, pero hay muchas formas de llegar a ella.

Fue así que Mariano Magnussen, que se desempeña en el laboratorio paleontológico del Museo de Ciencias Naturales de Miramar, retraso algunas presentaciones científicas que serán novedades interesantes en los medios de comunicación nacionales y del extranjero más adelante, y desarrollo una serie de cuestionarios y entretenimientos virtuales para niños y padres a partir de la Pagina Web del nuevo museo miramarense  (Entrar Aquí), conformada por una serie de actividades recreativas sobre ciencias naturales, en donde la familia podrá encontrar las respuestas a sus inquietudes.

Estas se encuentran publicadas en formato pdf, y contiene una serie de preguntas para investigar temas relacionados con dinosaurios y otras criaturas prehistóricas de nuestra región, animales marinos y continentales de la actualidad, e incluso, sobre el coronavirus.

Para los más pequeños, se puede obtener un cuadernillo con ilustraciones para colorear, crucigramas, descarga gratuita de libros, videos educativos temáticos especialmente seleccionados, actividades para el hogar y manualidades varias, juegos virtuales, entre otros.

En este momento, el desafió es el mismo que llevamos a cabo en las muestras y visitas guiadas en el museo local junto al apoyo de la Fundación Azara, pero en otro escenario frente al coronavirus.

Durante esta semana, y sin previo aviso, las actividades recreativas y virtuales del museo de Miramar, fueron visitados por miles de usuarios. La Web se constituye como nuestro mejor aliado al momento de entretener y aprender con nuestros hijos en el maravilloso mundo de la red y las ciencias naturales.


Hallan en Lobería, los restos de un enorme perezoso gigante llamado Mylodon darwinii.

Por medio de un comunicado, se dio a conocer la visita del Dr. Luciano Brambilla, (biólogo de la universidad de Rosario), en 2019 al Museo Gesué Pedro Noseda de la localidad de Loberia, para estudiar y analizar los restos fósiles de perezosos hallados en estos últimos tiempos en el interior de la pcia. de Bs. As.

Luciano es especialista en xenartros, dentro de este grupo se encuentran los gliptodontes y perezosos gigantes, por tal motivo se acercó a investigar y estudiar el material de esta localidad y otras, dada la diversidad de los mismos. Luego de su visita, se le solicitó un informe de un nuevo espécimen de perezoso que se encuentra en el Museo, y compartimos el mismo.

Me dirijo a ustedes para hacerles llegar mi análisis acerca del material fósil que observé en mi visita de marzo de 2019 a su institución. Siendo mi principal foco de interés en investigación el grupo de animales denominados Xenarthros (grupo que incluye a los perezosos, los gliptodontes y los osos hormigueros) me encontré con que el fósil por ustedes presentado corresponde a un perezoso terrestre denominado Mylodon darwinii.

<<< Aspecto de Mylodon.

El fósil en cuestión corresponde a la parte más posterior del cráneo de un ejemplar de la especie mencionada, que se muestra entre líneas de puntos ejemplificado sobre un cráneo completo al final de este documento. El cráneo presenta preservado los parietales, frontal, escamosos, y parte de los denominados procesos cigomáticos. En los mylodontes la región occipital, que es la parte posterior del cráneo, adopta una forma aplanada y de contorno redondeado, alta en sentido dorso ventral, pero no se encuentra preservada en el fósil hallado.

Se insinúa también la parte posterior de la órbita ocular y procesos supraorbitario. El cráneo tampoco preserva la región anterior del cráneo y por lo tanto no conserva los huesos nasales, molariformes, maxilar, premaxilar, etc.

Mylodon darwinii fue una especie de perezoso terrestre de gran tamaño, alcanzó un peso que se estima en unos 1000 a 1500 kg. Parte de un cuero perteneciente a esta especie se encontró momificado en la cueva “Ultima Esperanza”, ubicada al sur de Chile, a finales del siglo XIX por lo que conocemos que presentaba un largo y rubio pelaje compuesto por gruesas cerdas.

<<<Aspecto de Mylodon. Imagen ilustrativa.

Estos animales tenían un arco óseo (arco nasal) que unía la parte más anterior de los huesos nasales con el premaxilar lo que lo distingue del resto de los perezosos conocidos que vivieron al final del Pleistoceno. Esta especie tenía sólo 4 molares (molariformes) a cada lado del maxilar con lo que reunía un total de 8 molariformes en el maxilar y otros 8 en su mandíbula.

Habitó el actual territorio de Argentina, Uruguay, Sur de Chile y Bolivia de donde se conoce un único hallazgo. En general los hallazgos de Mylodon darwinii son muy poco frecuentes si se lo compara con la abundancia de restos de otros perezosos como Glossotherium robustum, y Scelidotherium leptocephalum. Esto ha hecho que hasta la actualidad no se conozca completamente la anatomía ósea de Mylodon darwinii y en este escenario el hallazgo de un nuevo fósil de esta especie cobra relevancia. En argentina lo hallazgos provienen de Santa Fe, Entre ríos, Buenos Aires y Córdoba. En la porción más austral del continente sus hallazgos se dieron en cuevas y aleros como la cueva anteriormente mencionada de Ultima Esperanza y Pali-Aike, ambas en Chile.

Se estima que la especie vivió en el período conocido como Lujanense, entre 120.000 y 10.000 años cuando finalmente se extinguió. Lo hallazgos producidos en el sur de Chile y Argentina datan de 12.000 a 11.000 años. Finalizo el informe el Dr Luciano Brambilla. Fuente Museo Gesué Pedro Noseda.


Xiphactinus, un gigantesco pez encontrado en el Cretácico de Patagonia.

La Patagonia se hizo famosa por sus gigantescos dinosaurios pero lo que la gente no imagina es que en esa época vivía también un colosal pez depredador que podía superar los 6 metros de longitud.

Investigadores del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” y de la Fundación Azara - Universidad Maimónides describieron por primera vez para Argentina el registro fósil del gigantesco pez Xiphactinus. El material descripto consiste en una vértebra abdominal y un gran fragmento de maxilar, descubierto en el año 1946 en el área geográfica circundante al Lago Coluhe Huapi en la provincia de Chubut.

Se conocen muchos ejemplares de Xiphactinus provenientes de estratos del Cretácico tardío en todo el hemisferio norte, aunque hasta la fecha, las ocurrencias equivalentes en el hemisferio sur incluyen un solo espécimen descubierto en Venezuela. Este nuevo reporte indica que Xiphactinus alcanzaba en su distribución las extremidades paleolatitudinales de nuestra Patagonia.

Xiphactinus, es un género de grandes peces teleósteos que vivieron en el Cretácico. Se le atribuyen clásicamente instintos caníbales. Su nombre significa «aleta de espada». 

Todas las especies de Xiphactinus eran peces depredadores voraces. En al menos una docena de ejemplares de X. audax se han hallado los restos de presas grandes, sin digerir o parcialmente digeridos, en el estómago.

<<Cráneo ilustrativo.

Xiphactinus medía de 4,3 hasta 6 metros de longitud. Poseía radios óseos que sobresalían del cuerpo y se introducían en las aletas para mantenerlas firmes. Controlaba su enorme cuerpo gracias a estas aletas, y de esta manera conseguía una buena maniobrabilidad para su talla, optimizando su eficacia depredadora. Sus mandíbulas tenían un gran tamaño, y pudieron funcionar a modo de tubo de succión para atrapar sus víctimas. La cabeza era chata, un poco parecida a la de un bull dog y su cola más bien fina. Fuente, Fundación Azara.


Hallan en la Antártida la piel petrificada de un pingüino que vivió en el Eoceno.

Pertenece a un animal que medía 1,8 metros de altura. Científicos del CONICET pudieron inferir la posición y densidad de las plumas.

El denominado continente blanco supo ser una región de clima templado a frío con mucha vegetación y bosques de tipo andino-patagónicos como los que hoy predominan en Tierra del Fuego. En ese ambiente de fauna diversa, los primeros pingüinos aparecieron hace unos 60 millones de años y paulatinamente se fueron convirtiendo en las aves costeras más numerosas, de ahí la enorme cantidad de fósiles que se han colectado en territorio antártico desde que comenzaron a hacerse allí exploraciones científicas.

Si bien todos los rastros hallados son valiosos y aportan información sobre la biología y ecología de tiempos remotos, de vez en cuando aparece algún material que destaca por sobre los demás y es considerado una verdadera joya paleontológica. En esta ocasión, ese lugar le corresponde al ala de un animal que no sólo conserva sus huesos y articulaciones intactas sino también, y he aquí la sorpresa, la piel.

“Único en el mundo”, enfatiza Carolina Acosta Hospitaleche, investigadora del CONICET en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (FCNyM, UNLP), cuando habla del resto fósil que, con 43 millones de años de antigüedad, conserva la piel de un pingüino petrificada en ambos lados del ala envolviendo los huesos articulados en su posición original.

<<<Imagen ilustrativa-

“Pertenece a una especie llamada Palaeeudyptes gunnari, animales de 1,8 metros de altura que habitaron el lugar durante una época llamada Eoceno. Es la primera vez que se encuentra un material con este grado de conservación correspondiente a un ejemplar primitivo de aves que todavía existen”, relata la científica, encargada junto a colegas del estudio del fragmento colectado 2014 en el marco de la campaña de verano del Instituto Antártico Argentino (IAA, DNA), y cuya descripción acaban de publicar en la revista científica Lethaia.

Desde su hallazgo, el ala estaba guardada en la colección de vertebrados fósiles del Museo de La Plata, que con alrededor de 16 mil piezas es una de las más completas del mundo. Fue ordenando y catalogando los materiales que Martín de los Reyes, técnico del IAA con lugar de trabajo en la FCNyM, se topó con ella. “Me llamó la atención porque estaba cubierta por una costra muy particular alrededor del hueso. Cuando se lo comenté a Carolina, arrancó la investigación que nos permitió probar nuestra sospecha: era la piel mineralizada”, relata. Los análisis consistieron en observaciones con lupas binoculares para compararla con el tejido de los pingüinos actuales; y el examen de la cobertura a través de un microscopio electrónico de barrido, donde verificaron que las fibras de la dermis también están preservadas.

En el estudio comparativo con las especies actuales, los expertos hicieron foco en la densidad de los folículos o “agujeritos” donde se insertaba el plumaje. “La piel está desnuda pero no es blanda como podría ser la de una momia, sino que está fosilizada, es decir, transformada en roca”, describe Acosta Hospitaleche. Las cavidades que habrían contenido a las plumas muestran un patrón y distribución similares a los pingüinos modernos, aunque en estos últimos la concentración es mucho mayor, teniendo en cuenta que viven en aguas heladas. “Lo que nos deja ver este rastro es la adquisición temprana de características ligadas a la adaptación al frío, modificaciones que ya desde ese momento  les permitieron a estos grupos primitivos tolerar temperaturas más bajas y por ende diversificarse y dispersarse por los mares del Hemisferio Sur, donde residen hasta el presente”, concluyen.

En paralelo al trabajo de los pingüinos se reportó otra novedad científica de la Antártida, esta vez en la revista Journal of South American Earth Sciences. Se trata de dos mandíbulas pertenecientes a pelagornítidos, una familia extinta de aves marinas caracterizadas por tener pseudo o falsos dientes y de la que este nuevo hallazgo deja ver que la diversidad de especies que la formaban era aún más amplia de lo que se creía. Con diez campañas antárticas en su haber, Acosta Hospitaleche también es autora de este estudio.

<<< Imagen de Archivo.

“Hablamos de pseudodientes o dentículos porque no eran como los nuestros, con esmalte, dentina e insertos en un alvéolo, sino que se trataba de prolongaciones del hueso del pico, que se extendía y formaba esas estructuras con la misma apariencia y función de los dientes, aunque más frágiles”, relata la investigadora. Las mandíbulas descriptas en el trabajo se suman a otras encontradas en campañas anteriores, como así también a fragmentos óseos del cráneo, curiosamente todos diferentes entre sí, lo cual confirma que en la Antártida no habitó una sola especie de pelagornítido sino que coexistieron muchas y de diversos tamaños: mientras que algunos medían cuatro metros con las alas extendidas, los más grandes alcanzaban los siete metros.

También los pseudodientes, se pudo observar, variaron su tamaño con el paso del tiempo: mientras que los más primitivos medían alrededor de 2 milímetros, a medida que evolucionaban fueron creciendo, y en las mandíbulas más recientes aparecen algunas piezas de más de 1 centímetro de altura. “En realidad, los pelagornítidos existieron en todo el mundo, con un rango de aparición temporal muy amplio: desde hace 60 millones de años hasta unos 5 millones”, explica Acosta Hospitaleche, y continúa: “Eran aves planeadoras de hábitos costeros que fueron muy exitosas hasta que aparecieron los albatros y petreles, dos especies con una morfología y modos de vida muy similares, y que al ocupar el mismo nicho ecológico, que es no sólo el lugar físico sino también la función en la comunidad, los fueron desplazando hasta hacerlos desaparecer”. Fuente Conicet.


Recrean nuevos aspectos de antiguos reptiles del Triasico.

Dos investigadoras, una de ellas platense, lograron reconstruir su esqueleto a partir de los restos de cuatro ejemplares hallados en La Rioja a fines de los años sesenta

Aunque en algún momento la paleontología los relacionó con los dinosaurios, hoy se sabe que los ornitosúquidos -un grupo de reptiles que vivió hace unos 225 millones de años- fueron en realidad los que dieron origen a los cocodrilos. Referentes en el estudio de estos animales, las investigadoras Julia Brenda Desojo, de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de La Plata, y su colega Belén von Baczko, del Museo Argentino de Ciencias Naturales lograron “revivirlos” a partir de dos importantes trabajos publicados recientemente en revistas científicas de prestigio mundial.

El primero de estos trabajos, que apareció en el Journal of Vertebrate Paleontology, consiste en la reconstrucción en un 90% del esqueleto de la especie Riojasuchus tenuisceps a partir de los restos de cuatro ejemplares encontrados a fines de los ’60 en la formación Los Colorados de La Rioja.

“Eran animales terrestres de hábitos carnívoros carroñeros, es decir que comían restos de cadáveres sin ser cazadores, y cuadrúpedos aunque probablemente se paraban sobre sus patas traseras para correr. Medían alrededor de dos metros de longitud y tenían una cabeza muy particular con un hocico en forma de punta y curvado hacia abajo”, cuenta von Baczko.

<<<Imagen Archivo.

Tanto ella como Desojo sostienen que “era realmente necesaria una descripción detallada y actualizada”, ya que la única que había hasta ahora era la presentación original de la especie que hizo el paleontólogo autodidacta José Bonaparte en 1972, y desde entonces se han descubierto muchos otros reptiles.

El trabajo de las investigadores del CONICET permitió reafirmar la posición de estos reptiles entre los antepasados más antiguos de los actuales cocodrilos.

Además del Riojasuchus en Argentina se conoce una segunda especie llamada Venaticosuchus rusconii, encontrada en la Formación de Ischigualasto, también en La Rioja. A éstas sólo se les suma a nivel mundial una tercera que corresponde a un ejemplar descubierto a comienzos de 1900 en Escocia.

“Con restos fósiles aparecidos únicamente en dos países hoy tan distantes, alcanza para inferir que la dispersión geográfica de estos reptiles fue muy amplia en Pangea, el supercontinente único que se formó durante el Paleozoico y que empezó a separarse hace 250 millones de años”, señala Desojo.

<<<Imagen Archivo.

A esta hipótesis se sumó una evidencia inesperada que contribuyó precisamente a completar los huecos dentro de esta gigantesca distribución ya conocida, y sobre esto trata el segundo trabajo, publicado en Acta Paleontologica Polonica: el descubrimiento de un nuevo ejemplar de un ornitosúquido distinto a los anteriores, esta vez en Brasil. Su descubridor, el investigador de la Universidad Federal de Santa María Rodrigo Muller convocó a las científicas argentinas por su experiencia en esta fauna triásica. Además de bien preservado, el esqueleto resultó estar muy completo: hay numerosos huesos del cráneo y la mandíbula que permiten reproducir la silueta de la cabeza; varias vértebras pertenecientes al cuello, el tronco, la cadera y la cola; y las patas delanteras y una de las traseras casi íntegras.

La nueva especie recibió el nombre de Dynamosuchus collisensis, y el análisis de las relaciones de parentesco posibilitó reconocer que es muy cercana a una de las argentinas. A su vez, ambas son contemporáneas de la hallada en Escocia. “Fue una gran sorpresa y también un orgullo que nos hayan llamado para el análisis de las piezas, especialmente porque se trata de un animal del que se conocían muy poquitas especies en todo el mundo”, admiten las científicas. Fuente eldia.com


Hallan nidos fósiles de abejas del Cretácico en Chubut.

Un equipo de investigadores del CONICET reportó el hallazgo de varios nidos de abejas en un "paleosuelo" de 100 millones de años, en un yacimiento del período Cretácico Inferior ubicado en Cañadón Tronador, Chubut. Se trata de uno de los registros más antiguos de estos insectos y corresponde a una tribu actualmente existenta.

Aunque desde la filogenética molecular se considera que las abejas deben haber surgido a fines del Cretácico Inferior, hace cerca de 123 millones de años, en congruencia con la expansión de las dicotiledóneas, esta hipótesis hasta ahora no contaba con registros fósiles que pudieran respaldarla. Los restos más antiguos que habían sido descubiertos hasta ahora (de alrededor de 100 millones de años) eran controversiales y no correspondían a grupos que existan actualmente.

Recientemente, un equipo de investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) reportó el hallazgo de varios nidos de abejas que se pueden asignar a la tribu Halictini, un grupo con representantes actuales, en un paleosuelo de 100 millones de años en un yacimiento del Cretácico Inferior ubicado en Cañadón Tronador en la provincia del Chubut. El descubrimiento de una traza fósil tan antigua, característica de un grupo específico que abarca sólo algunos géneros y que tiene continuidad hoy en día, constituye una evidencia de la pronta diversificación de las abejas en el Cretácico Inferior en forma paralela a la ya acreditada para las plantas con flores. La nueva icnoespecie fue bautizada con el nombre de Cellicalichnus krausei.

“Es uno de los registros más antiguos de la existencia de abejas, pero además no plantea las controversias que suscitan otros fósiles de tipo corpóreo que tienen aproximadamente la misma edad, pero que no se corresponden con ningún grupo actual.

Una ventaja que ofrecen las trazas fósiles respecto de los restos corpóreos -sobre todo en insectos- es que se las halla siempre en su ambiente original (es decir, no transportadas) lo que permite conocer más sobre el marco en el cual vivían estas especies y discernir, incluso, cuestiones comportamentales fundamentales para distinguir, por ejemplo, si se trata de una avispa o de una abeja y ubicarlas correctamente en un árbol filogenético”, afirma Jorge Genise, investigador del CONICET, jefe de la División Icnología del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACN, CONICET) y primer autor del trabajo.

Los nidos de las abejas se conservan porque estas tienen que darle a las celdillas un tapiz impermeable para que las provisiones no difundan hacia el suelo. Es este tapiz impermeable lo que las preserva después de tantos años. Los nidos de las avispas, en cambio, no se preservan porque no les resulta necesario impermeabilizar las celdillas en las que aprovisionan las presas.

Fue justamente la arquitectura de los nidos encontrados la que permitió adjudicarlos a la tribu Halictini (un grupo de abejas de lengua corta), con sus típicas celdillas unidas a túneles principales. El hallazgo, además de servir para mostrar que las abejas se co-diversificaron rápidamente con las primeras plantas con flor en el Cretácico Inferior, implicó también la posibilidad de recalibrar la filogenia de las abejas de lengua corta.

“Este nuevo hallazgo muestra que los halictinos tienen cerca de 100 millones de años, cuando en la filogenia de la que partimos consideraba que habían aparecido unos 40 millones años después. Esto coincide con lo que se conoce sobre la evolución de las dicotiledóneas. Es esperable que los polinizadores y las flores se hayan diversificado de forma conjunta y estas trazas fósiles permiten corroborarlo”, señala Pablo Dinghi, investigador del Grupo de Investigación en Filogenias Moleculares y Filogeografía de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (FCEN, UBA) y otro de los autores del artículo.

Hasta ahora se creía que la evolución de las abejas había sido más gradual, pero gracias a este descubrimiento y el recálculo de los tiempos de divergencia entre las especies, los investigadores pudieron acotar el período de su diversificación, indicando que habrían alcanzado formas más parecidas a las actuales hace cerca de 100 millones de años.

<<< Nido fósil hallado en Chubut (arriba), a la izquierda posible aspecto de la avispa.

Aunque los investigadores sabían que se trataba de un sitio del Cretácico Inferior, con la colaboración de Brian R. Jicha, investigador de la Universidad de Wisconsin (Estados Unidos), se determinó que los paleosuelos en los que se hallaron los nidos tenían exactamente 100 millones de años. Además, gracias al trabajo de un grupo de geólogos a cargo de Eduardo Bellosi, investigador del CONICET en el MACN, se pudo establecer las condiciones del ambiente en que estas abejas vivían.

“Hicimos una análisis de los paleosuelos en el que encontramos los nidos y los estudiamos de forma micro y macroscópica para poder inferir cómo era el paisaje en aquel momento. La zona era un valle fluvial en el que eran frecuentes los desbordes y en el que además ocurrían lluvias de cenizas provenientes de los volcanes que se encontraban en la antigua cordillera patagónica. La vegetación era predominantemente herbácea y arbustiva con poco follaje y el clima era de cálido a templado y entre semiárido y subhúmedo”, resume el geólogo.

Los científicos indican que conocer más sobre la historia evolutiva de las abejas resulta clave para entender mejor los ecosistemas del presente y cómo se los puede preservar. Fuente: CONICET


El fósil de bambú más antiguo de la Patagonia resulta ser una conífera.

Una rama frondosa fosilizada del Eoceno temprano en la Patagonia descrita en 1941 todavía se cita a menudo como el fósil de bambú más antiguo y la principal evidencia fósil de un origen de bambúes de Gondwan. Sin embargo, un examen reciente realizado por el Dr. Peter Wilf de la Universidad Estatal de Pensilvania reveló la naturaleza real de Chusquea oxyphylla. Los hallazgos recientes, publicados en el artículo en la revista de acceso abierto Phytokeys, muestran que en realidad es una conífera.

 La identificación corregida es significativa porque el fósil en cuestión era el único macrofósil de bambú que todavía se consideraba desde el antiguo supercontinente meridional de Gondwana. La evidencia de microfósiles más antigua para el bambú en el hemisferio norte pertenece al Eoceno medio, mientras que otros fósiles sudamericanos no son más antiguos que el plioceno.

 En las últimas décadas, algunos autores han dudado si el fósil patagónico era realmente una especie de bambú o incluso una hierba. Pero a pesar de su importancia general, nunca se publicaron reexaminaciones modernas del espécimen original. La mayoría de los científicos que lo mencionaron tuvieron la oportunidad de estudiar solo una fotografía encontrada en la publicación original de 1941 por los famosos botánicos argentinos Joaquín Frenguelli y Lorenzo Parodi.

 En su reciente estudio del espécimen holotipo en el Museo de La Plata, Argentina, el Dr. Peter Wilf reveló que el fósil no se parece a los miembros del género Chusquea ni a ningún otro bambú.

 "No hay evidencia de nodos, vainas o lígulas de tipo bambú. Las áreas que pueden parecerse a las características de bambú consisten solo en los puntos de partida rotos de las bases de las hojas que divergen de la ramita. Las hojas decurrentes y muy juntas son muy diferentes de las hojas característicamente pseudopetioladas. de bambúes, y las bases de hoja libre heterofacialmente retorcidas no se encuentran en ningún bambú o hierba ", escribió el Dr. Wilf.

En cambio, Wilf vinculó el holotipo con los fósiles recientemente descritos del género de coníferas Retrophyllum del mismo sitio fósil, el prolífico lecho de lagos fósiles Laguna del Hunco en la provincia de Chubut, Argentina. Coincide precisamente con la forma de follaje fósil difícil de Retrophyllum spiralifolium, que se describió en base a un gran conjunto de datos: un conjunto de 82 especímenes recolectados tanto de la Laguna del Hunco como del sitio Eoceno medio temprano del río Pichileufú en la provincia de Río Negro.

Retrophyllum es un género de seis especies vivas de coníferas de la selva tropical. Su hábitat se encuentra tanto en el Neotrópico como en el Pacífico occidental tropical.

La evidencia reunida confirma firmemente que Chusquea oxyphylla no tiene nada en común con los bambúes. Por lo tanto, requiere cambiar el nombre. Preservando la prioridad del nombre anterior, Wilf combinó Chusquea oxyphylla y Retrophyllum spiralifolium en Retrophyllum oxyphyllum.

La exclusión de un género de bambú vivo del Nuevo Mundo de la lista floral general para la Patagonia del Eoceno debilita la señal biogeográfica del Nuevo Mundo de la vegetación de Gondwanan tardío de América del Sur, que ya mostró vínculos mucho más fuertes con las floras vivas del Pacífico occidental tropical.

La señal más fuerte del Nuevo Mundo que queda en la Patagonia del Eoceno basada en macrofósiles bien descritos proviene de los frutos fósiles de Physalis (un género de plantas con flores que incluyen tomatillos y cerezas molidas), que es un género completamente estadounidense, concluye el Dr. Wilf. (Fuente: DICYT) Foto;  El holotipo de la especie Retrophyllum oxyphyllum, anteriormente considerado el bambú más antiguo conocido. (Foto: Peter Wilf)


Descubren restos de una playa marina en el Holoceno de San Pedro.

Es una acumulación de moluscos y vertebrados cuya antigüedad permitiría relacionarla con el diluvio bíblico

Un tramo de cordón marino costero de una ingresión del mar que cubrió el norte de Buenos Aires entre 7500 y 4.000 años atrás, fue descubierto al Este de la ciudad de San Pedro, en provincia de Buenos Aires. El equipo del Museo Paleontológico “Fray Manuel de Torres” fue alertado por personal del establecimiento donde aparecieron los restos mientras se realizaban tareas rurales en una zona conocida como Bajo del Tala.

El campo donde sucedió el hallazgo es propiedad de la familia Spósito y está ubicado a unos 10 km de la pintoresca ciudad bonaerense. Marcelo Zurita es uno de los puesteros del lugar y fue quien comentó al grupo del Museo que estaban “apareciendo caracoles” en el sedimento removido por una excavadora.

De inmediato, un equipo del museo conformado por José L. Aguilar, Julio Simonini, Matías Swistun, Javier Saucedo, Bruno Rolfo, Fernando Chiodini y David y Germán Tettamanti, se movilizaron hasta el lugar.  La sorpresa fue mayúscula al ver la gran concentración de material correspondiente al avance del mar sobre la zona ocurrido durante el Holoceno. Se recolectaron decenas de ejemplares de conchillas del género Erodona y numerosos ejemplares de Heleobia australis, un pequeñísimo caracol de 7 mm de longitud, así como ostras y almejas junto a caracoles de agua dulce acumulados por el antiguo oleaje.

Según apreciaciones del Dr. Eduardo Tonni, Profesor Emérito de la Universidad de La Plata y prestigioso paleoclimatólogo argentino, “tanto Heleobia australis como Erodona no son indicadores marinos netos, sino de ambientes de mezcla de aguas, es decir estuariales.

La presencia de estos moluscos a la altura de San Pedro indican, para aquel período, un incremento estuarial, es decir, de penetración y mezcla de aguas marinas mucho más allá de donde llegan en la actualidad. Actualmente las aguas marinas, más densas, pueden penetrar por debajo de las dulces hasta la altura de la ciudad de Buenos Aires. Condiciones similares a éstas  se dan actualmente a la altura de Punta Indio, en la zona de Bahía Samborombón”.     <<<Imagen de archivo.

Con el avance de los muestreos de campo, en el equipo del Museo de San Pedro comenzaron a comprender que habían descubierto un cordón marino costero de unos 30 metros de ancho que se había depositado al pie de un antiguo acantilado que hoy no es otra cosa que las altas barrancas de la zona.

La rompiente de aquella antigua playa, al agitarse con los vientos, había depositado contra la barranca restos de fauna acuática pero también de vertebrados y plantas que vivían en la costa de aquel ecosistema. Bancos de conchillas, caracoles, ostras, fragmentos de peces, cáscaras de huevos de ñandú, huesos de roedores, partes de ciervos y, como si fuera poco…madera, espinas y hasta algunas semillas. Toda una acumulación de materiales animales y vegetales cuya antigüedad se estima en unos 5.000 años.

En definitiva, es un conjunto de materiales de diferentes épocas y ambientes que fueron acumulados por acción y erosión de aquel estuario que dominó toda la región durante un lapso importante de tiempo, depositándolos al pie del antiguo acantilado que no es otra cosa que la actual barranca de la zona norte de la provincia.

Sin saberlo, la excavadora expuso restos de tres momentos de la prehistoria de la zona. El equipo del Museo de San Pedro logró identificar y clasificar tres niveles desde donde provenían los elementos recuperados. El nivel más profundo, ubicado a unos dos metros y medio bajo el suelo actual, preserva los restos claros de la ingresión del mar en la zona. Mucha arenilla, moluscos y el cordón costero con la acumulación de restos provienen de esa capa de suelo cuya antigüedad se estima en unos 5.000 años.

 <<<Imagen de archivo.

Por encima de ésta se encuentra un nivel medio formado por un sedimento oscuro, casi sin arena, pero todavía con muchas conchillas y caracoles. Corresponde a un período en el que la ingresión se había retirado, el humedal recuperaba su lugar y se volvían a depositar los barros aportados por las crecidas del Paraná sobre los restos que habían quedado de la ingresión marina que se retiraba. En esta capa se preservaron muchos restos de madera.

El nivel más moderno ya no posee moluscos, es de color negro y en él aparecieron restos de ciervos de los pantanos, algunos restos de peces y algunos escasos fragmentos de alfarería. Según trabajos anteriores, este nivel se podría haber formado hace unos 1.000 años.

En este nivel se logró descubrir un asta de ciervo que presenta llamativas y numerosas marcas de “cortes” en uno de sus lados.

Al respecto, el Dr. Daniel Loponte, arqueólogo e investigador del CONICET, opina que “Las evidencias paleontológicas y arqueológicas que tenemos del Holoceno medio para el Delta del Paraná son muy escasas, y por ello se debe resaltar la importancia de este nuevo registro descubierto en el área. Si bien se deben analizar con profundidad los artefactos hallados, la recuperación de astas modificadas en los niveles superiores, que son  similares a las obtenidas en el nivel pre-cerámico del sitio Isla Lechiguanas I, fechado en 2300 años, son un dato sumamente importante, y se podría estar en presencia de un registro arqueológico inmediatamente posterior a la ingresión marina, fecha para la cual carecemos de todo dato acerca de las poblaciones humanas que vivieron en la región.” . Fuente; Museo Paleontológico de San Pedro.


Hallan cuatro gliptodontes juntos, en el Pleistoceno de Bolívar.

Se trata del primer hallazgo de esta cantidad de animales todos juntos en las pampas, se estima que su cronología es de 20.000 años aproximadamente, antes de la llegada de los primeros grupos humanos a la región.

Un equipo de profesionales de la arqueología y la paleontología perteneciente al Instituto de Investigaciones del Cuaternario Pampeano (INCUAPA – CONICET) con sede en la Facultad de Ciencias Sociales de la UNICEN trabajan en la extracción de restos de caparazones de cuatro gliptodontes que fueron hallados en el lecho del arroyo Salado, que descarga sus aguas en la Laguna San Luis, del partido de Bolívar.

<<<Cuatro coraza y colas de Gliptodontes hallados en Bolivar.

Se trata del Lic. José Luis Prado, el Dr. Ricardo Bonini (ambos paleontólogos), el Dr. Pablo Messineo, el Dr. Manuel Carrera Aizpitarte, el Dr. Julio Merlo, el Lic Jonathan Bellinzoni (arqueólogos) y el Tec. Juan Manuel Capuano, quienes llevan adelante las tareas en el lugar.

El equipo de docentes de la Facultad de Ciencias Sociales e investigadores del INCUAPA – CONICET, fueron convocados para el rescate por la Municipalidad de Bolívar, tras el hallazgo por parte de un lugareño, que informó al municipio de la situación.

“En una primera visita yo (Messineo) y Ricardo Bonini fuimos a constatar la presencia de unos fósiles que al parecer eran dos gliptodontes pero cuando empezó el rescate detectamos dos caparazones más”, indicó el Dr. Pablo Messineo, quien tiene permiso de investigación en la zona del hallazgo desde el 2011. De acuerdo a las primeras apreciaciones, los restos corresponderían a la familia `Glyptodontidae´, un animal de gran tamaño que habitó los pastizales pampeanos, que pesaron 800 kilos y de un metro y medio de largo, en promedio. 

<<<<Archivo. Recreación paleoartistica de Daniel Boh.

Si bien aún no culminaron las tareas de rescate, los investigadores indicaron que los restos fósiles están “en sedimento del Pleistoceno final y la cronología estimadas es de 20.000 años o más, antes de la llegada de los primeros grupos humanos a la región”, según sostuvo Messineo. Estos indicios permiten determinar que la muerte de los animales se debió a causas naturales como puede ser el empantanamiento en un bajo o cuerpo de agua. “Lo relevante del hallazgo es que son cuatro gliptodontes y esto representa el primer registro de esta cantidad de animales todo juntos en las pampas” manifestó el investigador.

El proceso de rescate continuará con la extracción de los fósiles y su posterior traslado a un espacio designado por el municipio local, donde se realizarán las tareas de limpieza, conservación y puesta en valor. Estas tareas demandarán tiempo ya que el equipo de investigadores deberá trabajar de manera minuciosa y detallada para su preservación y futura exposición al público.  Ilustración Daniel Boh. Fuente; unicen.edu.ar


José Bonaparte, el adiós a uno de los paleontólogos que más dinosaurios descubrió en la historia.

A los 91 años falleció Bonaparte, investigador autodidacta que revolucionó la disciplina en Argentina. Cuál es su legado, qué dicen los principales referentes.

Nació en Rosario en 1928 y pronto se mudó a Mercedes –a 96 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires–. La localidad sirvió de cuna y escenario principal para un apasionado por los fósiles, un fanático desde el principio y hasta el final. Bonaparte elaboró catálogos enteros con hallazgos que protagonizó a lo largo de su vida de manera descollante. Según reconocen quienes le siguieron el paso de cerca “era una máquina que nunca cesaba de picar y palear rocas”.

A pesar de que originalmente no pertenecía al ámbito académico –no cursó ninguna carrera ni jamás ingresó al sistema universitario formal– de joven, sus trabajos se destacaban tanto que las instituciones científicas comenzaron a abrirle las puertas de par en par. En los 50’s fue convocado por el biólogo Osvaldo Reig –otro prócer– para formar parte del staff de la Fundación Miguel Lillo en Tucumán. Primero se desempeñó como técnico, más tarde participó de investigaciones, hasta que en un momento –casi sin advertirlo– comenzó a liderarlas. Ingresó en el mundillo paleontológico hasta que lo dominó por completo. Tozudo, disciplinado, talentoso, dueño de un carácter fuerte que muchas veces le trajo complicaciones con sus colegas. Todo eso por separado y todo eso junto fue José Bonaparte, el hombre que siguió el rastro de los fósiles con perspicacia detectivesca.

Su presencia marcó un antes y un después para la paleontología. Y, aunque a veces sea justo desconfiar de los relatos fundacionales, lo de Bonaparte –a todas luces– implicó un punto de inflexión para la ciencia que estudia el pasado de la vida en la Tierra a través de fósiles. “Los dinosaurios descubiertos en Argentina son noticia en todo el mundo. Puedo asegurarte que ello no sería así si José no hubiese existido. Fue el pionero y gestor principal de la paleontología. Tradicionalmente, la disciplina estaba dominada por antecedentes de mamíferos; la información disponible sobre los dinosaurios era casi nula. Durante los 70’s y los 80’s realizó grandes descubrimientos sobre muchas especies que habitaron Sudamérica”, señala Diego Pol, uno de sus tantos discípulos e investigador Principal de Conicet en el Museo Egidio Feruglio.

<<<José Bonaparte, junto a restos fósiles de chubutusaurus.

“Sin lugar a dudas fue el gran paleontólogo del Mesozoico de América del Sur, la edad de oro de los reptiles; el equivalente de lo que significó Ameghino para el Cenozoico y el esplendor de los mamíferos en la región. Sus descubrimientos e interpretaciones han tenido un impacto en la comprensión de la evolución de los vertebrados. Sus trabajos tuvieron una verdadera trascendencia internacional; muchos de los conceptos que creó todavía son operativos y siguen vigentes”, apunta Fernando Novas, doctor en Ciencias Naturales e investigador Principal del Conicet. Sus hallazgos no solo marcaron un hito a nivel doméstico sino también se destacaron en todo el hemisferio sur. “Si bien la comunidad científica tenía buena información sobre lo que había acontecido a nivel mundial, Bonaparte fue el responsable de colocar en el mapa lo que había sucedido en esta parte del mundo.

Así evidenció que la historia en el sur había sido muy diferente respecto de lo que había pasado con estos grandes reptiles en el norte”, plantea Pol. Previo a sus aportes, las contribuciones habían sido minúsculas por estas geografías. No había prácticamente datos sobre el derrotero que habían tenido estas bestias gigantes en continentes enteros como el americano. Y eso, por supuesto, dejaba a la vista un vacío enorme. “Realizó un intenso trabajo en el escritorio pero sobre todo en el campo. Era un tractor, tenía una capacidad asombrosa. Supo rodearse de gente muy trabajadora, primero en Tucumán desde donde realizó sus primeros pasos en los 50’s, así como también en Buenos Aires”, dice Novas.

Desde este punto de vista, Bonaparte operó como una muestra del modo en que pueden articularse ciencia y soberanía. En concreto, a partir de sus experiencias y sus resultados en las campañas fue posible afirmar que “nosotros, los sudamericanos, también tenemos nuestros dinosaurios, tenemos nuestra historia”, expresa Pol y continúa: “Muchos de los que descubrió eran grupos directamente desconocidos, únicos de esta región. Inauguró un concepto biogeográfico al apuntar que la fauna del sur era muy diferente de la del norte, que tenía sus propias características, sus peculiaridades”. 

<<<José Bonaparte en el MACN.

De esta forma ya no fue posible –ni recomendable– extrapolar los modelos de estudio que imperaban en las naciones centrales; pues, el aislamiento que existió entre ambos hemisferios fue muy temprano y, producto de ello, las faunas de uno y otro escenario continuaron caminos evolutivos muy diferentes a partir de la separación de Pangea en Laurasia y Gondwana.

En sus decenas y decenas de campañas realizó innumerables bautismos. Sin embargo, en la vitrina de sus principales hallazgos se ubican el Carnotaurus, el Amargasaurus y el Argentinosaurus, íconos que representan linajes completamente diferentes a los que hasta ese momento se habían develado y, por lo tanto, sentaron auténticos precedentes. “Fueron emblemáticos porque tenían características únicas: durante muchos años el Carnotaurus fue el único carnívoro con cuernos hallado; el Amargasaurus, saurópodo, un herbívoro de grandes espinas en el lomo que fue vinculado, rápidamente, a una especie conocida de África y permitió trazar nuevos paralelismos entre los ejemplares de diferentes continentes que en el pasado conformaban Gondwana. Y el Argentinosaurus fue el primer gigante que se encontró e inauguró esa característica de gigantismo que luego destacaría a la Patagonia de hace unos 100 millones de años”, describe Pol.

Además de un trabajo descollante en el campo, se encargó de formar a una gran cantidad de discípulos. De hecho, los grandes paleontólogos actuales crecieron en sus carreras con Bonaparte como guía. Diego Pol era voluntario, apenas un joven de 18 años, cuando dio sus primeros pasos en la disciplina y conoció al maestro. “Gran parte de los especialistas en reptiles que hoy tiene el país pasaron por Bonaparte. Lo conocí cuando era todavía estudiante de colegio secundario. Era voluntario en el Museo Argentino de Ciencias Naturales (CABA) y él era el jefe del área de Paleontología de vertebrados. Inicié mis pasos en la investigación y preparé mis primeros fósiles.

Sin dudas, ha tenido una influencia muy grande en relación a la cantidad de gente que, aunque provenía desde diferentes ámbitos, vinculó a la temática. Era muy abierto a que participasen todos los que estaban verdaderamente interesados”, detalla Pol.

Y esta situación se conecta de modo directo con su historia: Bonaparte ejerció como autodidacta durante toda su vida. No cursó ninguna carrera y, sin embargo, llegó a ser reconocido con el título de doctor honoris causa por la Universidad Nacional del Comahue en 2011. “Su legado es enorme”, comenta Novas y remata: “Hay instituciones enteras que crecieron gracias a sus aportes, como el Instituto Miguel Lillo que cuenta con una colección impresionante de fósiles. Muchos fueron preparados por sus propias manos, ya que actuó como técnico. No diré que la paleontología argentina ha perdido con su fallecimiento sino todo lo contrario: ha ganado con la vida de un tipo realmente apasionado por lo que hacía”. Fuente Pablo Esteban. Página 12.


Tralkasaurus cuyi, un nuevo  dinosaurio carnívoro de Cretácico de Patagonia.

Investigadores confirmaron el descubrimiento de una nueva especie de dinosaurio, bautizada como Tralkasaurus cuyi. Del tipo carnívoro, sus restos fueron recuperados en una zona próxima al Embalse Ezequiel Ramos Mejía, del lado rionegrino, en lo que corresponde a la meseta de El Cuy. De allí deriva su segundo nombre. En mapudungun, la denominación completa significa “Reptil Trueno”.

Según lo describieron, el Tralkasaurus cuyi pertenece al grupo de los terópodos abelisáuridos y su contextura fue mucho más pequeña que los carnívoros de ese tipo conocidos hasta ahora: medía cuatro metros de longitud, mientras que los otros alcanzan entre siete y once metros.

<<<Fragmento de maxilar de Tralkasaurus cuyi. Prensa.

Este hallazgo "revela que ese grupo abarcaba un nicho ecológico mucho más amplio de lo que se pensaba”, aseguró Mauricio Cerroni, autor principal del estudio publicado en la revista Journal of South American Earth Sciences.

Para reconstruir su estructura y rasgos, los trabajadores del Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN) y del CONICET contaron con restos puntuales:
- del cráneo se encontró el hueso maxilar que forma parte del hocico, el cual aun preserva los dientes;
- costillas cervicales, que salen del cuello y son muy largas, por lo que se piensa que son tendones que se fosilizaron;
- parte del espinazo de la cadera y de la cola.

<<<Aspecto de Tralkasaurus cuyi. ilustración Sebastián Rozadilla.

A su vez, destacó que “hay un elemento que sostiene a la costilla que es muy delgado, algo que nunca se ha visto en ningún otro grupo de carnívoros”.

El equipo de trabajo estuvo integrado también por los investigadores Matías Motta, Alexis Aranciaga Rolando, Federico Brissón Egli y Fernando Novas. Fuente Rió Negro.


Hallazgo de científicos argentinos podrían responder dudas sobre la extinción de los dinosaurios.

Se trató del descubrimiento de especies de flora y fauna en un área de fósiles donde también se terminaron de encontrar huesos del Nullotitan Glaciaris, uno de los dinosaurios patagónicos.

Un equipo de científicos argentinos anunció el hallazgo de un ecosistema diverso dentro de un yacimiento paleontológico en la provincia de Santa Cruz, cuyo estudio y análisis podría aportar a la ciencia mayores detalles sobre la extinción de los dinosaurios. 

Se trató del descubrimiento de especies de flora y fauna en un área de fósiles donde también se terminaron de encontrar los huesos del Nullotitan Glaciaris, uno de los dinosaurios del sur patagónico que data de la era mesozoica, hace unos 66 millones de años. A unos 5 kilómetros del glaciar Perito Moreno, dos expediciones de paleontólogos argentinos encontraron fósiles de mamíferos, aves y anfibios junto a plantas modernas y polen, todos éstos hoy estudiados en los laboratorios del Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia de la ciudad de Buenos Aires.

"Por primera vez tenemos vestigios de fauna y flora que convivieron juntas en un mismo ecosistema justo antes de que cayera el meteorito", explicó Federico Agnolin, miembro del equipo. Esta circunstancia, agregó, "es interesante porque permite saber qué ecosistema existió previo a la extinción de los dinosaurios, y también qué animales van a sobrevivir a esta extinción y por qué los dinosarios no. 

El equipo encontró restos de sapos, serpientes, tortugas, caracoles de agua dulce y vértebras de posibles mamíferos. Actualmente todas las muestras son analizadas por un equipo interdisciplinario conformado por integrantes del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y la Fundación de Historia Natural Félix de Azara.

 "Entre esos animales pequeños es donde, realmente, hay muchas novedades, estos animales nos pueden dar las grandes sorpresas y son los que nos ayudan a entender ese ecosistema... también tomamos muestras de plantas y de polen para saber qué tipo de vegetales existían en la zona y determinar cuáles sobrevivieron y cuáles no", continuó Agnolin, investigador del CONICET, al ser entrevistado por Xinhua News.  Fuente; Perfil.com


Hallan fósiles en Miramar de Carcharodon carcharias, un Tiburón blanco.

Identifican los primeros restos fósiles bonaerenses de un Tiburón blanco prehistórico de unos 10 mil años antes del presente. Fueron hallados casualmente por dos vecinos de la ciudad balnearia.

El tiburón blanco es la especie de pez más afamada por ser uno de los depredadores marinos con una contextura imponente y contar con un prontuario extenso de ataques a seres humanos. Sin dudas es una de las especies más grandes de tiburones, alcanzando los 6 metros de longitud.

Un peculiar y casual hallazgo paleontológico realizado por dos vecinos en la ciudad balnearia de Miramar, demuestra la presencia de este curioso depredador marino a partir de fósiles identificados recientemente. Los fósiles tendrían una antigüedad cercana a los 10 mil años.

El tiburón blanco, es una especie rara vez registrada en el mar argentino. Hace unos días fue identificado en el registro paleontológico de la ciudad de Miramar, a partir de dos dientes depositados en las colecciones científicas del Museo de Ciencias Naturales de esa ciudad, ubicada a unos 450 kilómetros de Buenos Aires.

Hace unos años, dos vecinos de la localidad los encontraron mientras  juntaban caracoles en la playa. En ocasiones aparecen fósiles desplazados o rodados en nuestra costa, pero estos restos marcaron la diferencia. “De forma separada en distancia y tiempo, se recuperaron los dientes que muestran un importante proceso de fosilización. Los materiales en cuestión fueron llevados al Museo Municipal de Miramar, y quedaron guardados en un cajón durante unos años” comento Daniel Boh, titular del museo local.

El primer diente, fue encontrado por José Puente en las playas ubicadas en el bosque del vivero dunicola, y el segundo, fue descubierto por Miguel Babarro y procede de la localidad vecina de Mar del Sud, distante a unos 15 kilómetros al sur de Miramar.

Pasaron varios años, hasta que Mariano Magnussen del Laboratorio Paleontológico del nuevo museo miramarense, noto la importancia del hallazgo mientras revisaba cientos de fósiles depositados en las colecciones. Junto a Federico Agnolin (Museo Argentino de Ciencias Naturales, Conicet, Fundación Azara y Universidad Maimonides) realizaron las primeras observaciones sobre los mismos, y desarrollaron algunas hipótesis sobre su origen, ya que en varios sectores de las playas locales suelen aparecer restos fósiles de ballenas, caracoles y erizos que estarían vinculados con los ambientes donde vivian estos tiburones prehistóricos.

Posteriormente, Sergio Bogan (Fundación Azara y Universidad Maimonides) consulto la colección fósiles de esta institución y observo estos dientes, identificándolos de inmediato como los de un Carcharodon carcharias, popularmente conocido como tiburón blanco. “Si bien presentan erosión se trata de dos excelentes piezas fósiles, uno de ellos de la mandíbula superior y el otro de la inferior”, sostuvo Sergio Bogan, y agrego “Se trata de los primeros restos fósiles de esta especie descubiertos en este sector de la costa bonarense”, “El tiburón blanco en la actualidad es sumamente inusual en nuestras costas … y este hallazgo refuerza el modelo paleontológico previamente propuesto, donde la especie era mucho más abundante en el pasado reciente de nuestro mar”.

Al ser consultado, Mariano Magnussen enfatizo que; “Miramar es uno de los pocos lugares del mundo, donde tenemos registros paleontológicos, arqueológicos e incluso históricos de la presencia del Carcharodon carcharias”. 

Hace unos años, un equipo de arqueólogos del Museo de La Plata, recuperaron dientes de esta especie con una antigüedad de 3 mil años en el sitio Nutria Mansa.

Estos materiales fueron utilizados como pendientes y utensilios de corte por los pueblos indígenas que vivieron en el lugar. Además en 1954, justamente en los balnearios céntricos de Miramar, un tiburón blanco ataco a un joven nadador, siendo este el único registro de ataque de tiburón en Argentina hasta este momento.

Es de destacar la participación y debida conciencia de ambos vecinos en acercarse al museo y dejar las muestras a disposición de la ciencia. Todos los fósiles y yacimientos están protegidos por la ley 25.743/03 y por la ordenanza municipal 248/88 donde el estado provincial (a través del Centro de Registro del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico) tiene jurisdicción ante estos temas de recuperación de fósiles. Los fósiles son patrimonio de todos, y resultan materia de fascinación para los visitantes de los Museos y una fuente de constante de información para conocer el pasado de nuestra región. Es sumamente importante preservarlos entre todos.


Mimetaster florestaensis, un nuevo marrellomorfo fue descubierto en Salta.

En la sierra de Mojotoro (provincia de Salta) fue hallado recientemente el fósil de un animal perteneciente a un grupo de artrópodos con un registro muy pobre, los marrellomorfos. Los restos fósiles pertenecen a una nueva especie, bautizada con el nombre de Mimetaster florestaensis, y corresponden al Tremadociano (Ordovícico) de Argentina. Noroeste Salvaje dialogó con la paleontóloga de la UNSa (Universidad Nacional de Salta) Josefina Aris, quien comunicó el hallazgo, junto a quien encontrara los restos, en el Congreso Geológico Argentino celebrado en Córdoba en 2014, y una de las autoras del artículo científico con la primera descripción de la especie, publicado en 2017.

Lo que se encontró es una fauna a la que los paleontólogos llamamos “Tipo Burgess Shale”. Este tipo de fauna tiene una gran importancia ya que consiste en especies que aportan una gran cantidad de información desde diferentes puntos de vista; especialmente aportan elementos que permiten dimensionar la magnitud de lo que fue la Radiación Ordovícica. En nuestro caso, se trata de marrellomorfos, artrópodos, poríferos y conularias, entre otros.

Entre las especies halladas, una de las más importantes pertenece al grupo de los marrellomorfos que son artrópodos no trilobites que habitaban en el fondo marino. La especie salteña está emparentada con otra del género Mimetaster que procede de rocas devónicas de Alemania. De manera que la denominamos Mimetaster florestaensis. El nombre específico hace referencia al lugar de procedencia del ejemplar que es la Formación Floresta.

El fósil fue hallado en la Formación Floresta de la sierra de Mojotoro, que es la cadena montañosa que se encuentra al este de la ciudad de Salta. Las rocas que componen esta formación corresponden a un ambiente marino antiguo en el que las olas y tormentas tenían una gran influencia en la dinámica ambiental. Esas rocas fueron alguna vez el fondo del mar, una de las tantas veces que en Salta hubo mar. Luego el mar se retiró, ese sedimento se consolidó y transformó en roca para, finalmente, elevarse como montañas gracias a los procesos tectónicos intervinientes. Estamos hablando de rocas de 480 millones de años aproximadamente.

El ejemplar fue hallado por un alumno de la carrera de Geología de la UNSa (Universidad Nacional de Salta) en una salida de campo de la materia Paleontología. Su descubrimiento le valió la comunicación del hallazgo, en coautoría con la suscrita, en el Congreso Geológico Argentino celebrado en Córdoba en el año 2014. Posteriormente, se publicó la descripción completa de la especie con sus implicancias filogenéticas y paleobiogeográficas en una revista internacional.

Los marrellomorfos son un grupo de artrópodos no trilobites marinos. Se originaron en el Cámbrico (hace 541 millones de años) y el último registro data del Devónico (383 millones de años). Su cuerpo estaba aplanado en sentido dorso-ventral lo que significa que habitaban los fondos marinos con probables incursiones nectónicas7. Tenían el cuerpo segmentado con importantes escudos cefálicos de diferentes tamaños y formas.

El hallazgo de Mimetaster florestaensis es muy importante por varias razones. En primer lugar, se trata de la primera cita de este tipo de artrópodos para Argentina y Sudamérica, lo que completa el registro del grupo a nivel mundial, ya que faltaba encontrarlo en Sudamérica; por otra parte, a lo anterior se le suma el hecho que se trata de una nueva especie, lo que incrementa el número de especies del grupo de los marrellomorfos; además, se pudieron establecer relaciones de parentesco de M. florestaensis con otras especies de otras partes de mundo; y finalmente es importante señalar que esas relaciones de parentesco establecidas fueron nuevas evidencias paleobiogeográficas. Específicamente, la unión de la placa sudamericana con la africana en un supercontinente llamado Gondwana, que tenía una posición más austral que la que tienen esas placas en la actualidad que, además, están separadas. Fuente: noroestesalvaje.com.ar


Hallan fósil de oftalmosaurio, un reptil marino que vivió en Zapala, Neuquén.

Neuquén no deja de sorprender a los científicos con su riqueza paleontológica. Investigadores del CONICET anunciaron esta semana el hallazgo en Zapala de restos de un ejemplar de un reptil terrestre que se adaptó a la vida marina hace 150 millones de años. Se trata de un oftalmosaurio perteneciente a un grupo de reptiles denominados ictiosaurios.

La pieza encontrada arroja pistas de altísimo valor científico que explican cómo estos animales fueron modificando su cuerpo a lo largo del tiempo para poder alimentarse en las profundidades del mar que en ese momento cubría la zona urbana y rural de la actual Zapala.

Según señaló el CONICET, recientemente investigadores del organismo que se desempeñan en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata reportaron el hallazgo del cráneo, huesos del oído interno y el miembro anterior derecho de un ejemplar de oftalmosaurio que vivió hace unos 150 millones de años en cercanías de lo que hoy es la ciudad de Zapala. La novedad se acaba de publicar en la revista Zoological Journal of the Linnean Society donde se precisan las características del animal.

“El cráneo hallado mide alrededor de medio metro. Estimamos que este animal debe haber tenido unos sesenta y cinco centímetros desde la zona occipital hasta la punta de la trompa, y un cuerpo de dos a tres metros de largo”, señaló el becario del CONICET Lisandro Campos, primer autor del trabajo.

El científico remarcó que se trata de “un tamaño discreto si consideramos que su familia alcanzó dimensiones de ocho a diez metros”.

El CONICET explicó que más allá del hallazgo del material en sí, una de las particularidades del trabajo radica en el método utilizado para su estudio posterior. Valiéndose de tomografías computadas y utilizando un software especial, los expertos pudieron diferenciar digitalmente los huesos del sedimento adherido a ellos. Los científicos del CONICET estiman que el tamaño de los oftalmosaurios era de aproximadamente 10 metros de longitud.

<<<Ilustrativo.

Los ictiosaurios fueron un grupo de reptiles, entre los que se encontraba el oftalmosaurio, que forman parte de lo que se considera el paradigma de adaptación al medio marino de los tetrápodos, es decir los vertebrados terrestres con dos pares de extremidades, señaló el CONICET. Se estima que estas especies se desplazaban con sus cuatro patas sobre la tierra, a lo largo de su extensa historia evolutiva que comenzó en los albores del período Triásico hace 250 millones de años. Fuente; www.lmneuquen.com

 

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