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Reabrio el Museo Municipal "Rincón de Athacama" de Termas de Rio Hondo en su nueva sede.

Del evento participaron el intendente, Jorge Mukdise; el subsecretario de Turismo, Nelson Bravo; el director general de Patrimonio Cultural, Alejandro Yocca; el director del museo municipal "Rincón de Athacama", Sebastián Sabater; funcionarios del gabinete; concejales; representantes de instituciones intermedias y vecinos.

En este nuevo espacio cultural, los visitantes podrán apreciar un encuentro con la historia natural y humana del departamento Río Hondo.

Sabater, luego de hacer una síntesis de cómo se fue conformando el museo, que en noviembre cumplirá 36 años, agradeció a amigos y vecinos que siempre colaboraron con nuevas piezas y el aporte permanente de técnicos y profesionales de paleoantropología, que realizaron valiosos aportes para la construcción del museo.

El establecimiento había sido inaugurado el 25 de noviembre de 1988, impulsado por un grupo de vecinos y ahora ofrecerá un espacio totalmente renovado.

El Museo Municipal Paleoantropológico "Rincón de Athacama" funciona actualmente en el edificio remodelado del hotel Italia, que fue inaugurado el día que Las Termas cumplio 70 años como municipio. Posee una variedad de piezas recogidas en el territorio riohondeño y nació como iniciativa de particulares para salvaguardar el pasado y preservarlo en su territorio.

El museo conserva una importante variedad de piezas de antiguas poblaciones que habitaron el departamento Río Hondo, así como también otros vestigios del pasado. Por iniciativa del Ejecutivo municipal, funcionará en el espacio cultural del hotel Italia (que fue totalmente remodelado), ubicado en calle Rivadavia e Hipólito Yrigoyen.

En este nuevo lugar, los turistas que visiten la ciudad como los estudiantes de los establecimientos educativos podrán asistir a un espacio totalmente renovado.

Desde su funcionamiento en 1988, su director, Sebastián Sabater, con un trabajo comprometido, pudo rescatar material valioso como piezas de arqueología, antropología, paleontología con el objetivo de mostrar nuestras raíces histórico-culturales y como atracción turística.

También fue importante la colaboración de muchos vecinos, que contribuyeron para la continuidad del Museo Paleoantropológico, que venía funcionando desde julio de 1995 en un local en la calle Caseros 268, donde recibió innumerables delegaciones de turistas y estudiantes.

En honor a aquellos hombres y mujeres sometidos por los conquistadores y siendo ese territorio nuestro principal sitio arqueológico, se puso como nombre al Museo "Rincón de Atacama".

 

En Arqueología cuenta con piezas de todas las culturas que poblaron el departamento Río Hondo desde la prehistoria hasta la llegada de los conquistadores.

 

 

Campananeyen fragilissimus, una nueva especie de dinosaurio de la Patagonia con huesos frágiles y llenos de aire

 

Un grupo de paleontólogos, liderados por un experto del Conicet y la Fundación Azara, catalogó el ejemplar como Campananeyen fragilissimus, cuyos fósiles fueron encontrados en Neuquén. Por qué es considerada una nueva especie

Los dinosaurios fueron las criaturas que reinaron el planeta hace millones de años, y dejaron su huella en forma de fósiles. Los científicos de todo el mundo se esfuerzan constantemente por hallar estas pistas de la existencia de organismos pasados con el objetivo de dilucidar sus características físicas y su manera de vivir.

Un grupo internacional de investigadores, liderado por el paleontólogo argentino Lucas N. Lerzo, publicó un estudio en Historical Biology, en el que dio cuenta de la nueva especie, clasificada como Campananeyen fragilissimus, cuyos fósiles se habían encontrado en la provincia de Neuquén. Los investigadores hallaron restos del cráneo, una vértebra dorsal posterior y el ilion.

El ejemplar pertenece a la familia de los rebaquisáuridos, criaturas herbívoras que vivieron durante el período Cretácico en lo que hoy es América del Sur, y se extinguieron hace alrededor de 90 millones de años en la etapa del Turoniano. Los caracteriza su cuerpo robusto y su cuello largo.

Si bien los rebaquisáuridos pertenecen al grupo de los saurópodos diplodocoideos, que solían ser de gran tamaño, estos dinosaurios tenían una estructura corporal más reducida. Además, sus huesos de la columna vertebral tenían bolsas de aire, derivadas de su sistema respiratorio similar al de las aves actuales, por lo que lograban tener un peso menor al esperado.

En el caso de Campananeyen fragilissimus, estas formaciones huecas se encontraban mucho más presentes. “Desde el cráneo hasta la cadera hay evidencias de que el sistema pulmonar invadió el esqueleto de este dinosaurio”, dijeron los investigadores.

Especialmente lograron observar que el hueso ilion, que conforma parte de la cadera, era demasiado delgado, con paredes finas “de papel”, según describieron los expertos, debido a los sacos de aire que poseía el animal. Esto no se observó previamente en otras especies de saurópodos que, en su lugar, presentaban una mayor robustez.

En esta estructura ósea de numerosos seres vivos se insertan músculos esenciales para la movilidad de los miembros inferiores, por lo que deben soportar mucho peso. Las vértebras cercanas al ilion del Campananeyen fragilissimus se habían desarrollado en forma de “alero” a su alrededor para poder cumplir con esa función y que el ilion no se quiebre.

“Entonces, con base en estas características, nosotros pudimos determinar que Campananeyen es una nueva especie, además de que tiene un cuadrado, que es un huesito que articula lo que es la mandíbula con el cráneo, que tiene una fosa posterior que está muy expandida, es más, es mucho más ancha que en el resto de los rebaquisáuridos”, comentó Lerzo en diálogo con Infobae.

Los fósiles fueron encontrados en la Barda Atravesada de Las Campanas, a 20 kilómetros de Villa El Chocón, en la provincia de Neuquén. “El descubrimiento se realizó en 2009. Lo realizó el técnico Rogelio “Mupi” Zapata cuando ya estaba terminando la jornada de campo. Encontró unos restos que forman los primeros descubrimientos, de los cuales luego aparece Campananeyen”, agregó el paleontólogo.

El nombre de este nuevo dinosaurio proviene de la localidad en donde se encontró, “Campana” y el término “Neyen” que significa “aire” en Mapudungun, el idioma mapuche, debido a las numerosas cavidades de aire que poseía. Por otro lado, “fragilissimus” en latín quiere decir “el más frágil” gracias a sus huesos delgados.

“Este descubrimiento es muy importante, porque tanto con Campananeyen como Sidersaura, que fue una especie de rebaquisáurido que publicamos en enero, estamos viendo que hay formas basales que se recuperan con otras formas derivadas. Entonces nos está mostrando que la evolución de esta familia, los rebaquisáuridos, es mucho más compleja de lo que se creía y abre el campo a seguir investigando y a entender qué es lo que sucede con este grupo, porque presenta características como la del ilion, muy particular, que no se presenta en otros saurópodos y que amerita seguir investigando”, concluyó Lerzo. Fuente; Infobae.

 

 

 

Bunocephalus serranoi, una nueva especie fósil de “bagre banjo del Mioceno de Entre Rios.

Los investigadores Sergio Bogan y Federico Agnolín, de la División de Ictiología y del Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados (LACEV) del Museo Argentino de Ciencias Naturales, describieron el fósil de un nuevo bagre proveniente de la provincia de Entre Ríos.

El espécimen, de unos 9 millones de años de antigüedad, fue hallado en el lecho de la Formación Ituzaingó, provincia de Entre Ríos, Argentina y constituye el primer registro fósil para el género y la familia Aspredinidae. Bunocephalus serranoi, cuyo nombre rinde honor al Profesor Antonio Serrano, demuestra que aún existen grandes brechas temporales y geográficas en el registro de la población del continente sudamericano, evidenciando la falta de conocimiento de muchos clados de peces de agua dulce. 

Según el artículo publicado en la revista científica ZOOTAXA, la mayoría de los bagres tienen esqueletos relativamente robustos, con muchos elementos óseos gruesos que se conservan bien en comparación con otros peces, aunque la mayoría de estos registros están representados por huesos aislados e incompletos, con pocos casos que conservan su posición anatómica o articulación. Una excepción de esto es el Bunocephalus serranoi: la nueva especie es representada por un cráneo casi completo y una cintura pectoral en muy buen estado de preservación. 

El nombre de la especie honra al antropólogo profesor Antonio Serrano (1899-1982), nacido en Paraná, provincia de Entre Ríos. Serrano fue un promotor muy activo de la Asociación Estudiantil Pro-Museo Popular que dio lugar a la creación del Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas de Paraná “Antonio Serrano” (MAS). Según los autores, el descubrimiento fue posible gracias a la colaboración de Gustavo Righelato, Graciela Ibargoyen y Gisela Bahler. Fuente: macnconicet.gob.ar

 

Un estudio en fósiles Triásicos, permitió identificar datos relevantes sobre la evolución de la cavidad nasal en los mamíferos.

Un equipo de investigación del que forma parte Agustín Martinelli, integrante de la Sección Paleontología de Vertebrados del Museo Argentino de Ciencias Naturales, realizó microfotografías computarizadas de rayos X en fósiles encontrados en Brasil, Argentina y África, a partir de las cuales se detectaron modificaciones en la cavidad nasal de los cinodontes, parientes próximos de los mamíferos actuales.

Hace más de 225 millones de años, durante el Triásico (primer Periodo de la Era Mesozoica, también conocido como “la Era de los Dinosaurios”), un grupo de vertebrados llamados cinodontes experimentó una notable evolución que dio origen a los mamíferos actuales. Estos animales de aspecto externo muy similar a una comadreja, comenzaron a desarrollar características anatómicas que generaron una mejoría en los sentidos del olfato, visión y audición. Con el desarrollo de un cerebro proporcionalmente grande, la modificación de la cavidad nasal y oral y una dentición especializada, lograron mejorar la respiración y el aprovechamiento de los alimentos. 

Para profundizar en estos hallazgos, el equipo de investigación conformado por científicos y científicas de Argentina, Brasil y Reino Unido, realizaron microtomografías computarizadas de rayos X en distintos cinodontes encontrados en rocas Triásicas de Brasil, Argentina y África. Así, fue posible estudiar las principales modificaciones de la cavidad nasal de estas especies. 

En los mamíferos, existe una cavidad nasal con una estructura osificada denominada turbinal (o turbinales) altamente irrigada de vasos sanguíneos, que ayudan a humidificar, calentar y  filtrar el aire que ingresa a los pulmones durante la respiración. En el estudio recientemente publicado en la revista Scientific Report se documentan de forma detallada los principales cambios en la cavidad nasal de cinodontes, usando como representantes al género africano Thrinaxodon, y las formas sudamericanas Chiniquodon, Prozostrodon, Riograndia y Brasilodon. 

Como los turbinales son estructuras internas, la técnica de rayos x utilizada permite reconstruir en forma tridimensional la cavidad sin destruir el fósil o lo que hay preservado en su interior. 

Este hallazgo fue posible gracias al trabajo de Pedro Fonseca, Cesar Schultz y Heitor Francischini del Instituto de Geociências de la Universidade Federal do Rio Grande do Sul (Brasil), Agustín Martinelli del MACN-CONICET (Argentina), Pamela Gill y Emily Rayfield del School of Earth Sciences de la Universidad de Bristol (Reino Unido), Leonardo Kerber del Centro de Apoio à Pesquisa Paleontológica de la Universidade Federal de Santa Maria (Brasil), Ana Maria Ribeiro del Museu de Ciências Naturais/SEMA (Brasil) y Marina Bento Soares del Museu Nacional de Rio de Janeiro (Brasil). Fuente: macnconicet.gob.ar

 

 

Araripesuchus manzanensis, un nuevo cocodrilo terrestre del Cretacico del noroeste de Río Negro.

Estudio a cargo de investigadores del CONICET, Universidad Maimonides y la Fundación Azara; la Facultad de La Plata y el Museo Argentino de Ciencias Naturales.

Dientes más, dientes menos, todos conocemos a los cocodrilos y a sus primos los yacarés. Todos comparten el ser grandes reptiles con dientes afilados que viven en ríos o pantanos de todos los lugares calurosos del mundo (zonas tropicales de América, África, Asia y Oceanía). Sin embargo, en el pasado, la cosa era distinta. Para empezar, los primeros cocodrilos se originaron como animales terrestres en ambientes desérticos y, con el tiempo, fueron ocupando otros espacios. Para mediados del período Cretácico (unos 100 millones de años atrás), los cocodrilos ocupaban muchos de los modos de vida que hoy ocupan los mamíferos, como los cocodrilos-orca (Dakosaurus) con aletas, en los mares neuquinos, hasta los cocodrilos-armadillo, herbívoros excavadores de Brasil. Por cierto, ¡quedaría en ridículo quien dijera que se mantuvieron iguales desde la época de los dinosaurios!

Hace 100 millones de años había un desierto entre Neuquén y Río Negro, y sus arenas quedaron preservadas en el Área Paleontológica de La Buitrera, en la Provincia de Río Negro, parte del Área Protegida Valle Cretácico. Hoy podemos encontrar los fósiles de muchos de los animales pequeños y medianos que morían en las arenas del desierto, pues quedaban rápidamente cubiertos (y protegidos) por la arena. Entre ellos se encuentra un grupo particular de cocodrilos: los araripesuquios (formalmente pertenecen a la familia Uruguaysuchidae), de no más de un metro de largo y 40 cm de alto.

A diferencia de los cocodrilos modernos, que tienen las fosas nasales y los ojos bien arriba en el cráneo (lo que les permite respirar con el cuerpo sumergido), los araripesuquios tenían un hocico angosto con las fosas nasales al frente, ubicadas del mismo modo que las de un perro o un zorro. Sus ojos se hallaban a los costados de la cabeza y los brazos y piernas, en lugar de salir hacia los costados, se ubicaban bien debajo del cuerpo, llevando su panza lejos del suelo y permitiéndoles ser animales ágiles que recorrían al trote el desierto buscando comida animal o vegetal, de un modo más parecido al de los zorros actuales que al de otros cocodrilos. Por eso los conocemos como cocodrilos-zorro.

Dado que no hacía mucho que el océano Atlántico se había formado, dejando de un lado a Sudamérica y del otro a África, todavía existían especies similares a ambos lados del océano. Por eso, de las 6 especies conocidas de Araripesuchus, tres son de África y tres de Sudamérica.

En Argentina se conocen hasta el momento dos especies, de la misma época, A. patagonicus, de Neuquén y A. buitreraensis, de Río Negro. Araripesuchus buitreraensis fue publicada por Diego Pol y Sebastián Apesteguía, investigador de Fundación Azara y UMAI, en el año 2005 y fue descubierto en la localidad de La Buitrera, cerca de Cerro Policía.

En esta ocasión presentamos a una tercera especie, encontrada en la misma zona: Araripesuchus manzanensis, descrita por investigadores del CONICET (Argentina), trabajando en distintas instituciones: la Dra. María Lucila Fernández Dumont y el Dr. Sebastián Apesteguía, el Dr. Diego Pol del Museo Argentino de Ciencias Naturales y la Dra. Paula Bona, del Museo de La Plata.

Esta nueva especie se diferencia de las anteriores por sus dientes posteriores menos puntiagudos, más redondeados. Esos dientes, que llamamos molariformes, tienen una corona bulbosa con pequeños abultamientos en el borde de una de las superficies de oclusión, mucho más planas que las de los animales carnívoros. Este tipo de dientes recuerda a los que podríamos ver en algunos mamíferos que comen animales pequeños de caparazón duro, como caracoles e insectos. A esta dieta se la conoce como durófaga.

El nuevo material fue hallado en La Buitrera, una localidad fosilífera situada cerca de Cerro Policía, en el noroeste de Río Negro, a unos 1.300 kilómetros de Buenos Aires. A lo largo de 25 años desde su descubrimiento, La Buitrera ha aportado a la ciencia una impresionante lista de hallazgos completamente nuevos como dinosaurios carnívoros pequeños (Buitreraptor, Alnashetri), herbívoros acorazados (Jakapil), reptiles esfenodontes herbívoros (Priosphenodon) y carnívoros (Tika), lagartijas, serpientes con patas (Najash), pequeños mamíferos de hocico largo (Cronopio), tortugas de agua (Prochelidella) y peces pulmonados.

El trabajo fue publicado en la revista científica Journal of Systematic Palaeontology con el título en inglés «A new species of Araripesuchus with durophagous dentition increases the ecological disparity among uruguaysuchid crocodyliforms». El estudio realizado cuenta con una descripción detallada enfocada en dos cráneos casi completos (de no más de 10 cm de largo) además de una mandíbula con la porción anterior del cráneo. Se realizaron tomografías computadas para una mejor descripción de los huesos que se encontraban cubiertos de sedimento, una fuerte arenisca anaranjada, y que no podían limpiarse debido a la fragilidad del material. Además, se tomaron fotografías detalladas de los dientes con un microscopio electrónico de barrido. Por último, se realizó un análisis filogenético (de parentesco) para comprobar cómo estos cocodrilos se relacionaban con el resto, tanto actuales como extintos.

El nombre de la especie fue elegido para honrar a «El Manzano», un establecimiento rural, conocido en la década de 1920 como «Rancho de Ávila», donde las familias Pincheira y Zúñiga han brindado desde 1999 con enorme amabilidad su lugar y cuidados para que el equipo de trabajo pudiera acampar y guarecerse de las condiciones más hostiles de campo adentro en las numerosas campañas paleontológicas a La Buitrera.

Ahora, una vez colectados, limpiados, ordenados y estudiados, los materiales fósiles originales han retornado al Museo Provincial Carlos Ameghino de la ciudad de Cipolletti, Río Negro, donde se encuentran depositados.

El más importante de los especímenes fue descubierto en MED 3, uno de los sitios dentro de la localidad de La Buitrera, donde afloran los niveles superiores de la Formación Candeleros, de hace entre 93 y 100 millones de años. Mientras que en Neuquén esta unidad geológica fue depositada por ríos que bajaban desde la serranía de la Dorsal de Huincul hasta desaguar en una gran laguna poco profunda, en Río Negro, en cambio, los ríos estacionarios no llegaban a la laguna y se secaban entre las arenas de un vasto desierto, el Kokorkom, o desierto de los huesos, donde grandes dunas se formaban y deformaban a merced de los vientos que venían del oeste. Las arenas depositadas, endurecidas, compactadas y petrificadas, se conocerían luego como Formación Candeleros.

Un detallado estudio desarrollado por los geólogos Gonzalo Veiga, Joaquín Pérez Mayoral y Sabrina Lizzoli, del CIG (La Plata), María Lidia Sánchez, Estefanía Asurmendi, David Candia Halupczoc y Soledad Gualde (U.N. de Río Cuarto), nos permitieron conocer los detalles ambientales donde, con sus etapas áridas y húmedas, se contraían y expandían los márgenes del viejo desierto Kokorkom permitiendo la increíble preservación de los fósiles del Área Paleontológica de La Buitrera, que es hoy conocida como un ‘lagerstätten’, uno de los sitios de preservación fosilífera excepcional a nivel mundial.

Aunque el equipo lleva 25 años estudiando la misma zona, la naturaleza no tiene prisa en desenterrar sus tesoros, y sólo el trabajo extendido y sistemático fue capaz de mostrar que había otras especies en una zona que ya se pensaba bien conocida. De hecho, la dentición durófaga de Araripesuchus manzanensis indica que hubo diferencias dietarias entre ellos, una variación en la alimentación entre cocodrilos de la misma localidad y del mismo género, aumentando con ellos la complejidad del ecosistema, así como la diversidad taxonómica y ecológica de este grupo de cocodrilos terrestres del desierto, un sitio donde la provisión diaria de agua y alimentos determina con dureza la supervivencia de los individuos. Así, los huesos de estos nuevos materiales fósiles aumentan nuestro conocimiento acerca de los distintos cocodrilos terrestres que recorrían nuestro territorio a mediados del período Cretácico en los restos del ya fragmentado continente de Gondwana. Ilustracion de Gabriel Díaz Yantén (@paleogdy). Fuente; maimonides.edu

  Mas información, fotos y videos en https://noticiasdepaleontologia.blogspot.com/2024/08/araripesuchus-manzanensis-un-nuevo.html

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La exhibición itinerante del Mef “Dinosaurios de la Patagonia”, continúa viajando por el mundo.

La exposición itinerante del Museo Egidio Feruglio (MEF), realizada íntegramente en la ciudad de Trelew (Chubut) y desarrollada en conjunto con CaixaForum (España), abre sus puertas al público, esta vez en Madrid.

La estrella de la exhibición es la réplica en tamaño real de Patagotitan mayorum, el dinosaurio más grande conocido, que se presenta al aire libre en el paseo del Prado. 

La exposición itinerante “Dinosaurios de la Patagonia” inició su viaje por diferentes partes del mundo: Australia, Nueva Zelanda, Brasil. Y desde hace un año comenzó su gira por España. Primero fue Barcelona y ahora es el turno de Madrid, donde estará hasta el 6 de abril de 2025 en CaixaForum.

Los visitantes pueden pasear entre réplicas a escala real de 13 especies de dinosaurios, que nos revelan la evolución y diversidad de linajes tanto carnívoros como herbívoros. Entre ellos se encuentra el gigante Tyrannotitan chubutensis, el pequeño Manidens condorensis de apenas 75 centímetros, y los antiguos Eoraptor lunensis y Herrerasaurus ischigualastensis, que vivieron hace 230 millones de años.

Entre las joyas de la exposición se encuentra la réplica del mayor dinosaurio patagónico conocido:  Patagotitan mayorum. Este descubrimiento, es uno de los más importantes del siglo en la Patagonia. Debido a su colosal tamaño (38 m de alto x 10 m de alto), fue casi imposible exhibirlo en interiores. Por esta razón, la réplica se ha colocado al aire libre en la explanada exterior de CaixaForum Madrid y forma parte de un recorrido que incluye el Museo Reina Sofía y el Museo del Prado.

La muestra, abierta al público el pasado 17 de julio, fue presentada por la directora de CaixaForum Madrid, Isabel Fuentes, y el paleontólogo José Luis Carballido, codescubridor de Patagotitan mayorum e investigador del MEF. Además, el evento contó con la presencia de Rubén Cúneo, Director del MEF; y miembros del equipo de exhibiciones itinerantes como Florencia Gigena, gerente de Comunicación y Marketing del MEF; y Matías Cutro, coordinador del área de Comunicación y prensa del MEF.

Después de Madrid, la exhibición continuará recorriendo España, visitando Valencia, Sevilla, Málaga y Palma de Mallorca.

La presencia de dinosaurios patagónicos en otros lugares del mundo pone en valor nuestro territorio. No solo se trata de tener a un embajador patagónico y trelewense que promueva Chubut como destino turístico, sino también de posicionar a la provincia como un centro científico de relevancia internacional.

Las réplicas se fabrican íntegramente en Trelew. Su modelado y recreación se hace bajo asesoramiento científico y se obtienen mediante escaneado 3D de piezas originales. Las copias de los huesos fosilizados son mucho más livianas que los originales y hacen posible el montaje de estas réplicas.

Cada pieza se transporta en su propia caja especialmente diseñada. Las 65 cajas promedio que componen la exhibición, entre réplicas, escenografía, cartelería y material audiovisual, viajan por mar hacia su destino. Parten del parque industrial de Trelew hasta el puerto de Buenos Aires. Desde allí, se embarcan en tres contenedores (uno de ellos exclusivo para Patagotitan) y la carga viaja por mar al país de destino. Otros camiones retiran la carga en el puerto y la trasladan al museo.

La exhibición en España tuvo la particularidad de que la réplica de Patagotitan debía estar al aire libre y resistir cambios de temperatura, humedad y vientos intensos. Para lograrlo, se realizaron algunas modificaciones estructurales.

El Jefe del Taller de Exhibiciones Maximiliano Iberlucea y Pablo Passalia, Técnico del MEF, viajaron a España para colaborar con el equipo de técnicos de CaixaForum en el armado y supervisión de la exhibición.

Todo este trabajo de precisión y logística, hace que los dinosaurios de la Patagonia vuelvan a caminar por el mundo, esta vez, de la mano del Museo Paleontológico Egidio Feruglio. Fuente: mef.org.ar

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Recuperan fósiles de un elefante sudamericano extinto, en la localidad de San Pedro.

El hallazgo fue realizado por el maquinista de la Empresa Tosquera San Pedro y corresponde a un ejemplar de grandes dimensiones.

Un “colmillo” o defensa de un mastodonte adulto de gran porte, fue hallado por Ezequiel Giorgi, maquinista de la empresa “Tosquera San Pedro”. La pieza fue descubierta durante trabajos de extracción de tosca y de inmediato se convocó al equipo del Museo Paleontológico de San Pedro para su recuperación.

José Luis Aguilar, Walter Parra y Jorge Martínez, integrantes del Grupo Conservacionista de Fósiles, acudieron al llamado de la empresa y realizaron las tareas correspondientes para liberar al fósil del sedimento que lo rodeaba. Una vez en el museo, se efectuaron los trabajos de limpieza y consolidación del colmillo o defensa.

Se estima que la pieza, de unos 24 cm de diámetro, debió haber superado los 2,20 metros de longitud cuando era ostentada por el animal en vida y superado los 80 kilogramos de peso. Es el tercer ejemplar de gran porte que aparece fosilizado en ese sector del partido de San Pedro, a pocas decenas de metros unos de otros y en la misma capa de sedimento. Se cree que la presencia de estos mastodontes, parientes prehistóricos de los elefantes actuales, ha sido muy numerosa durante un lapso de tiempo transcurrido a comienzos de la edad Bonaerense, hace unos 400.000 a 500.000 años atrás.

Todos los fósiles de mastodontes hallados en San Pedro a lo largo de los últimos años, permiten corroborar la existencia de la especie en la zona norte de Buenos Aires durante todo el Pleistoceno, ya que se han descubierto diferentes ejemplares en todas las capas sedimentarias depositadas a lo largo del último millón de años en la zona.

La gran pieza fosilizada ya se puede observar, en el taller de preparación vidriado que el museo posee al final de su recorrido didáctico. Fuente: Museo Paleontológico de San Pedro "Fray Manuel de Torres".

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Revelan detalles únicos sobre la evolución de la mandíbula de los Tigres dientes de sable.

Valentina Segura es investigadora del CONICET y participó de un estudio internacional que explica la morfología y funcionalidad de la mandíbula de estos prehistóricos félidos desde principios de su desarrollo, y cómo este proceso se relacionaba con sus hábitos alimenticios.

Los Tigres dientes de sable, pertenecientes al género extinto Smilodon, eran grandes félidos prehistóricos que habitaron el planeta durante el período geológico denominado Pleistoceno. Se caracterizaban por la importante extensión de sus colmillos en forma de sable de hasta 18 centímetros de longitud, y por ser dominantes depredadores de los ecosistemas terrestres con residencia en América del Norte y Sur, antes de su extinción definitiva al final de la última Edad de Hielo, hace aproximadamente unos 10 mil años.

Hace ya varias décadas que estos mamíferos antiguos son estudiados desde su etapa juvenil, es decir, desde que son crías, hasta alcanzar la forma adulta por especialistas de los ámbitos de la biología y zoología, y una de esas referentes en el campo es la investigadora del CONICET NOA Sur en la Unidad Ejecutora Lillo (UEL, CONICET-FML), Valentina Segura. Recientemente, en colaboración con un equipo internacional y multidisciplinar, la especialista publicó nuevas evidencias sobre la evolución mandibular de este animal desde principios de su desarrollo, y cómo este proceso se relacionaba con sus hábitos alimenticios.

Mediante la implementación de tecnologías y herramientas computacionales modernas para la realización de simulaciones y el análisis de la estructura mandibular de distintos fósiles de Rancho La Brea -sitio arqueológico y paleontológico conocido por sus pozos de brea (asfalto natural) ubicado en California, Estados Unidos-, revelaron detalles únicos que dan cuenta de las variaciones en la morfología y funcionalidad de la mordida del Smilodon fatalis –de la familia Felidae-, que compararon con los de un familiar contemporáneo a nuestros tiempos: Panthera leo, mejor conocido como león.

“A partir de estos estudios se llegó a la conclusión de que tanto los leones como los dientes de sable experimentaron cambios significativos en la forma de sus mandíbulas con la aparición del diente carnasial inferior, que funciona como una tijera que les permite cortar con destreza los músculos y tendones, crucial para mantener la dieta carnívora; y que marca el final del período en el que se alimentan exclusivamente de leche”, explica Segura.

Según los especímenes que analizaron de la colección de Rancho La Brea, el Smilodon fatalis posee un patrón de desarrollo único con una secuencia de erupción dental más retardada en comparación con los leones, asegura la investigadora de la UEL, lo que significa que los dientes de estos félidos antiguos –que en su etapa adulta podía llegar a pesar alrededor de 300 kilos- tardaron más tiempo en salir a través de las encías para desarrollarse completamente.

En este sentido, es importante destacar que los cráneos que estudiaron estaban en condiciones óptimas de preservación gracias a que la brea es una sustancia que atrapa y cubre los restos de animales y plantas, impidiendo que el aire, el agua y los microbios los descompongan. Es por eso que en estos depósitos los fósiles se mantuvieron intactos. Para el análisis de 49 mandíbulas -22 de dientes de sables, 23 de leones Panthera leo, y 4 de otras especies de félidos- se utilizaron en diferentes etapas de desarrollo técnicas avanzadas de morfometría geométrica 3D y simulaciones de elementos finitos. La primera metodología se utilizó para estudiar la forma y la variabilidad de estructuras biológicas tridimensionales, y la segunda es una herramienta computacional que permite predecir el comportamiento de estructuras complejas bajo diferentes condiciones físicas.

Las evidencias indican que los dientes de sable experimentaron un período de lactancia más prolongado: “A pesar de tener una eficiencia superior en la edad adulta para efectuar la mordida durante la cacería -aclara la investigadora de la UEL-, los cachorros de Smilodon eran marcadamente ineficientes hasta una edad avanzada en semejanza con los leones.

Es decir que el retraso en el cambio de forma mandibular y la menor eficiencia en la mordida durante el crecimiento debido al destete tardío sugiere que tuvieron un cuidado parental más prolongado. Asimismo, las mandíbulas de Smilodon mostraron adaptaciones únicas como enderezamientos del cuerpo mandibular y la rotación del proceso coronoides, aspecto que mejoró las capacidades del animal para manejar una dieta exigente a lo largo de su desarrollo. Fuente: Conicet.

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Fósiles de un gliptodonte revelan que los humanos ya habitaban el territorio argentino hace 21 mil años.

Analizaron 32 marcas en fragmentos óseos de un ejemplar que vivió en la zona del Río Reconquista hace 21.000 años; prueban la interacción humana con la megafauna prehistórica

Treinta y dos marcas pequeñas en los restos fósiles de un gliptodonte que habitó hace 21.000 años la zona del actual Río Reconquista, en la provincia de Buenos Aires, serían la primera evidencia de la presencia humana en el sur de América unos 5000 años antes de lo conocido hasta ahora.

Tras analizar con distintas técnicas esos cortes en vértebras y otros fragmentos óseos, además de datarlos junto con los sedimentos donde fueron hallados, un equipo de investigadores argentinos que trabajan en instituciones de referencia en el país, Francia y China determinaron que el patrón de esas marcas responde a “una secuencia lógica de desposte” del animal con instrumentos de piedra.

Características únicas, como la cantidad, la ubicación, los ángulos o la profundidad de los cortes, junto con la posición lateral en la que se encontró el caparazón y los fragmentos óseos del ejemplar de Neosclerocalyptus, describen el empleo de una técnica para poder separar la carne del esqueleto, según explicó a LA NACIÓN parte del equipo liderado por Mariano Del Papa, de la División Antropología de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).

Los resultados, publicados hace instantes en la revista PlosOne, desafían el conocimiento disponible sobre cuándo se pobló el sur de la región y así lo destacó el editor en un comunicado sobre la relevancia de este hallazgo, que en el proceso contó con el apoyo de la Fundación de Historia Natural Félix de Azara. “El momento de la ocupación temprana de América del Sur es un tema de debate intenso, muy relevante para el estudio sobre la dispersión de la población en el continente americano y el papel que habrían tenido los humanos en la extinción de los grandes mamíferos al final del Pleistoceno –se señaló–. La escasez generalizada de evidencia arqueológica directa de la presencia humana temprana y de las interacciones entre humanos y animales obstaculiza ese debate”.

Junto con Martín de los Reyes, de la División Paleontología Vertebrados de la misma facultad de la UNLP y el Instituto Antártico Argentino, y Miguel Delgado, investigador del Conicet y del Centro Colaborador de Innovación en Genética y Desarrollo de la Universidad de Fudan, Shanghái, recibieron a este medio en el laboratorio del Museo de Ciencias Naturales de La Plata, donde hicieron algunos de los estudios.

Otras pruebas quedaron a cargo de Nicolás Rascovan, de la Unidad de Paleogenómica Microbiana del Instituto Pasteur, en París, y Daniel Poiré, del Centro de Investigaciones Geológicas (Conicet-UNLP). Guillermo Jofré, del Repositorio Paleontológico Ramón Segura, de Merlo, provincia de Buenos Aires, realizó la extracción de las piezas y los sedimentos con un bochón. Estaban a cuatro metros de profundidad, en el margen del Río Reconquista. Fue en 2015, cuando operarios que hacían tareas con una máquina excavadora en el lugar se toparon con los restos.

Corresponden a vértebras, el tubo caudal y el caparazón, que fueron hallados “en buenas condiciones” de conservación. El animal, de acuerdo con la reconstrucción que hicieron los investigadores, estaba ubicado sobre el caparazón, patas hacia arriba, inclinado hacia el lateral izquierdo. Pesaba unos 300 kilos y medía unos dos metros de largo. La especie Neosclerocalyptus eran los gliptodontes más pequeños y se extinguieron hace unos 8000 años de la megafauna que habitó la zona del Gran Buenos Aires.

Un recorte en una de las piezas hecho para las pruebas de laboratorio deja ver el buen estado de conservación en el que estaban los restos fósiles hallados en los márgenes del Río Reconquista, en Merlo. “La evidencia a partir de nuestro estudio cuestiona el marco temporal de la primera población humana de América que la ubica hace 16.000 años”, dijo Delgado, que también integra la División Antropología de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la UNLP.

La datación por radiocarbono que hizo Rascovan en el laboratorio de análisis de materiales Ciram, de París, determinó que los restos fósiles tienen unos 21.000 años de antigüedad. Otros hallazgos arqueológicos de esta zona austral de la región, sobre los que se apoya la teoría más aceptada sobre la migración humana hacia el sur por el estrecho de Bering, tienen casi 6000 años menos.

“Esto surge en un momento en el que están empezando a aparecer evidencias en otros lugares del norte de América, como Alaska, Estados Unidos y México, fechadas para la misma época, entre 26.000 y 22.000 años atrás. Ahora, se agrega la de Argentina, de hace 21.000 años –detalló Del Papa–. De alguna manera, esto estaría reconfigurando la discusión científica sobre el proceso de poblamiento de América: desde que comenzaron las investigaciones en arqueología siempre nos preguntamos de dónde viene el hombre americano”.

Como recordó el arqueólogo y antropólogo, a mediados del siglo XIX para esas preguntas científicas empezaron a plantearse diferentes teorías y la más robusta fue que el hombre pobló América desde Siberia, a través del estrecho de Bering, que une Rusia con Alaska.

“Ahora –continuó Del Papa–, hay dos posturas cronológicas sobre la llegada de los primeros humanos: el paradigma tardío, que ubica ese ingreso hace 16.000 años, y el temprano, que plantea que ocurrió entre los 25.000 y 22.000 años en el pasado. Hoy, hay una disputa científica entre ambos. El tardío es el que más sistematizado está hasta el momento, pero están apareciendo estas nuevas ‘anomalías’ de ese paradigma que se van sumando y van a llevar a un corrimiento de fechas, pero eso todavía hay que probarlo. Nuestro trabajo tiene integridad en ese sentido y PlosOne, al publicarlo, lo avala”.

En estos casi nueve años, para preparar y analizar cada uno de los fragmentos hallados y los sedimentos del terreno en el que se encontraron se necesitó también de geólogos, biólogos y anatomistas de vertebrados, además de arqueólogos, paleontólogos y antropólogos, con técnicas que aplicaron por primera vez.

“Cuando vi las marcas que le habían llamado la atención a Guillermo [Jofré], todo lo que podía ser no era: el ataque de un carnívoro para comer, mordeduras de algún roedor o la acción de materiales del suelo, como la arena, al pisar el lugar o por rodar –señaló de los Reyes–. Nada era parecido a las características morfológicas de esos cortes y, hasta ahora, no habían marcas de corte documentadas en un gliptodonte”. Con Delgado avanzaron para poder determinar qué había causado esas pequeñas rayas a simple vista, que al amplificarlas tenían distintos ángulos y profundidad. “Al animal lo mataron o lo carroñaron, eso aún no lo podemos determinar, pero le sacaron los músculos y, en poco tiempo, la tierra lo tapó.

 Eso permitió que se fosilizara en buenas condiciones y se preservaran esas marcas. Las vértebras caudales y el tubo caudal estaban articulados, casi como en la posición en vida del animal”, agregó el paleontólogo.

También definieron que la ubicación de las marcas no era aleatoria, sino donde se unen los tendones a los huesos. Todo era del lado izquierdo del animal, lo que ayudó a reconstruir que se necesitó de más de un individuo para dar vuelta al animal, sostenerlo y depostarlo. “Hay otras marcas en los cuerpos vertebrales y la apófisis neural, otro corte en la cadera, donde se une con el fémur, que fue para separar la pata. Es una secuencia lógica en un patrón –explicó de los Reyes–. Determinamos con análisis anatómicos que toda la musculatura del animal estaba en los cuartos traseros y ahí es donde fueron a buscar la carne”.

Aún queda por poder identificar la herramienta utilizada, evidencia que esperan encontrar en próximas búsquedas en el sitio original. “Es un instrumento lítico. Eso es seguro. Y los cortes se hicieron con el hueso fresco, no después”, mencionó Del Papa.

Para Delgado, con la aparición de estos resultados, más la aparición de otros sitios con evidencia en América, incluidas huellas humanas “muy bien datadas cronológicamente” y herramientas encontradas en Brasil, se pudo empezar a documentar que hubo un poblamiento más temprano. “Con nuestro trabajo, a medida que fuimos haciendo los estudios, ese rompecabezas cada vez va teniendo más sentido”, indicó.

Con imágenes en 3D y un análisis cualitativo de las marcas, también observaron diferencias entre las marcas de la zona de la pelvis del animal y las vértebras asociadas con la presión ejercida para cortar tejido de distinta densidad. “Empezamos a tratar de contextualizar esas marcas en el paleoambiente para ir descartando otras variables que podrían haber intervenido en el patrón de corte”, agregó Delgado.

Utilizaron una base de datos comparativos para cotejar las marcas con modelos digitalizados de cortes óseos hechos a 45° y 90° en un laboratorio. “Las marcas que encontramos se agrupan de manera muy similar con las experimentales, hechas por humanos, con lo que fuimos reforzando nuestras observaciones”, continuó sobre la nueva prueba de la interacción entre pobladores y megafauna hace 21.000 años. “Este es un debate candente en la actualidad y, con estos datos bien comprobados con las mejores técnicas disponibles, aportamos nuestro granito de arena a un cambio de paradigma sobre el poblamiento de América”, finalizó Delgado. Fuente La Nacion.com.ar

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El experimentó de un grupo de reptiles extinto para adaptarse al medio acuático.

En 160 millones de años de existencia, los ictiosaurios pasaron de ser cuadrúpedos terrestres a adquirir formas similares a los delfines actuales para poder vivir en el mar.

El análisis de su evolución se hizo en base a algoritmos como los que se utilizan en las redes sociales virtuales para vincular usuarios, lo que permitió comprender de qué manera se fueron conectando las diversas estructuras óseas de sus miembros.

Los ictiosaurios fueron un grupo de reptiles ya completamente extinto que vivió a lo largo de 160 millones de años. Sus primeras formas, surgidas en los comienzos del Triásico (alrededor de 250 millones de años atrás), presentaban cuatro patas y una cola, y se asemejaban a los cocodrilos actuales.

Sus representantes más recientes, extinguidos a fines del Cretácico (hace unos 90 millones de años), eran “lagartos con forma de pez”, hábiles nadadores como los delfines, y dominaron los ecosistemas marinos de todo el mundo. “Experimentaron una modificación tan increíble desde el punto de vista anatómico que, para la paleontología, son un grupo paradigmático, el cénit de la adaptación al mar”, resalta Lisandro Campos, becario del CONICET en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (FCNyM, UNLP) y uno de los autores de un trabajo científico publicado en el último número de la revista Diversity que indaga en las transformaciones que implicó esa adaptación mediante el uso de una herramienta muy novedosa: el análisis de las redes anatómicas.

Esta técnica se basa en adaptar los algoritmos que se utilizan en informática para el desarrollo de las redes sociales virtuales, en particular aquellos que permiten establecer patrones de conectividad entre usuarios e identificar conductas para sugerir publicidades o servicios acordes a los gustos e intereses de quienes las utilizan, con el objetivo de modelar de qué manera se conectan y relacionan distintas estructuras. La idea surgió en España, donde el algoritmo se aplicó a una estructura abstracta basada en el esqueleto de determinados animales en la que cada hueso representaba un punto o nodo y las articulaciones o nervios que los unen configuraban las líneas de conexión, con la finalidad de estudiar el patrón de conectividad. En Argentina, el primer trabajo realizado con esta herramienta data de 2020, cuando un equipo del Museo de La Plata, el Museo Paleontológico “Egidio Feruglio” (MEF) de Trelew, Chubut y el Instituto Patagónico de Geología y Paleontología (IPGP, CONICET) estudió cómo diversos organismos se adaptaron al mar mutando sus patas en aletas.

Para el trabajo de reciente publicación, los expertos y expertas se centraron en cómo fue la adaptación de los ictiosaurios: “Las patas de estos vertebrados eran candidatas perfectas para realizar un análisis de este tipo porque son únicas en todo el reino animal. Son estructuras muy complejas, que fueron cambiando mucho a lo largo de su evolución, y presentaban gran cantidad de contactos y conexiones entre huesos.

A diferencia de todo lo conocido en vertebrados, ellos llegaron a tener hasta doce o trece dedos en cada pata y, en cada dedo, hasta 50 falanges”, comenta Campos, y añade: “Cuando caminaban sobre la tierra, las patas tenían la función de sostener el peso del cuerpo y transportarlo, pero al moverse en el mar esta función perdió sentido. En la exploración que hicieron los primeros ictiosaurios del medioambiente acuático, usaron su cola como propulsor y las aletas como estructuras capaces de darles estabilidad, algo que con el tiempo se fue perfeccionando”.

Para la colecta de datos que permitieron modelar las estructuras de las patas, el equipo utilizó ejemplares de todos los grupos de ictiosaurios conocidos, y pertenecientes a cada etapa de su historia evolutiva: los más antiguos, provenientes del sur de China; la totalidad de los ejemplares hallados en Argentina; y otros que forman parte de colecciones de Alemania, Australia, Bélgica, Inglaterra, Japón y Noruega. “Tomamos todas las patas, cada hueso de esas patas, e hicimos modelos en los que cada uno de ellos es un punto o nodo y analizamos con cuántos otros se conecta, de qué manera se relacionan entre sí, y con cuáles se excluyen”, dice Campos, y agrega: “Además, comparamos las patas de los ictiosaurios con las de otros vertebrados marinos que se transformaron en nadadores, como ballenas, orcas, delfines, cachalotes y narvales, y otros reptiles marinos, como plesiosaurios y mosasaurios”.

Uno de los hallazgos que sorprendió al grupo de expertos y expertas es que a lo largo de su trayectoria evolutiva los ictiosaurios llevaron a cabo un proceso de reintegración de la pata, es decir que al miembro original que contaba con los dígitos separados y con capacidad individual, a lo largo de su evolución gradualmente le sumaron más dedos y, a su vez, mayor cantidad de elementos óseos a cada dedo, y los fueron juntando para hacerlos funcionar como una aleta completamente integrada que les dio una refinada capacidad de maniobra.

“Esta motricidad fina les permitió independizarse de otras tácticas de cacería y escape. No les hacía falta ser los más rápidos o grandes, si eran los más hábiles maniobrando. Entonces, esta movilidad nos sugiere que eran cazadores hiper eficientes y, al mismo tiempo, presas super escurridizas para sus depredadores”.

Para finalizar, el experto destaca la utilidad de las herramientas matemáticas utilizadas y el caudal de información que aportan: “Es algo aplicable a cualquier sistema con conectividad y permite entender y discutir aspectos de la paleobiología, de cómo vivían los organismos fósiles que antes, sin este tipo de análisis, nos eran inaccesibles”, apunta. Fuente: Conicet.

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Notosphenos finisterre y Alamitosphenos mineri, dos nuevas especies de esfenodontes del Cretácico de la Patagonia Argentina.

A través de la publicación en revistas especializadas, el equipo informó que se hallaron dos especies nuevas de tuátaras (réptiles) en Santa Cruz y en Río Negro. El equipo de científicos del CONICET, Museo Argentino de Ciencias Naturales, Museo Nacional de Naturaleza y Ciencia de Tokyo y la Fundación de Historia Natural “Félix de Azara” dieron a conocer el hallazgo de dos especies nuevas de tuátaras encontradas en diferentes partes de la Patagonia.

Los esfenodontes o tuátaras (Sphenodon) son un grupo de reptiles que en la actualidad se encuentra representado solo por dos especies que se distribuyen en algunas islas de Nueva Zelanda. A diferencia de lo que ocurre en la actualidad, durante la Era Mesozoica, también conocida como la Era de los Dinosaurios, diversas especies de tuátaras podían encontrarse dispersas en la mayor parte de los continentes. 

Las exploraciones fueron realizadas en capas de 70 millones de años en las provincias de Río Negro y Santa Cruz. En aquel entonces no existía la cordillera de los Andes, y los vientos húmedos del pacífico llevaban humedad a la Patagonia, que estaba cubierta de lagos, lagunas, ríos y bosques. Estos ambientes eran dominados por grandes dinosaurios, a cuyos pies se encontraban grandes variedades de organismos más pequeños, incluyendo insectos, ranas, serpientes, aves, mamíferos, tortugas y lagartos, entre ellos los esfenodontes.

Debido al pequeño tamaño de los restos de estas criaturas, su hallazgo es muy infrecuente y cada pieza que se descubre reviste una gran importancia científica. Es por eso que cada una de ellas es de gran valor científico.

Durante el año 2022, una campaña paleontológica dirigida en la Estancia La Anita, localizada en las cercanías de la ciudad de Calafate, en la provincia de Santa Cruz, resultó en numerosos hallazgos de pequeños organismos fósiles. En esas capas, la técnica en paleontología Ana Moreno Rodríguez encontró una pequeña pieza con algunos dientes. Este ejemplar resultó ser el de una nueva especie de esfenodonte, que los investigadores nombraron como Notosphenos finisterre. Esta especie era de tamaño muy pequeño (no habría superado los 30 centímetros de longitud) y a juzgar por la forma de sus dientes se alimentaba de insectos. 

Notosphenos es muy semejante a los esfenodontes vivientes de Nueva Zelanda. Este hallazgo junto al de mamíferos primitivos como el ornitorrinco Patagorhynchus pascuali, muestran que las faunas de Patagonia y Oceanía eran más semejantes de lo pensado. Cabe resaltar que, hace unos 70 millones de años, Patagonia y Oceanía estaban conectadas a través de la Antártida, formando un continente común. 

A diferencia de lo que ocurre hoy -en donde las serpientes no se encuentran en estas regiones australes- el Notosphenos fue encontrado junto a una gran diversidad de especies de serpientes. Esto, junto al hallazgo de diversos caracoles y tortugas acuáticas, muestra que el clima en la zona era más cálido y húmedo que en la actualidad.

En ese mismo año, pero en la provincia de Río Negro, una expedición paleontológica llevada adelante cerca de la localidad de Arroyo Ventana, en la Estancia Nueva Poupeé, fueron encontrados restos de otra especie de esfenodonte, en capas de unos 70 millones de años de antigüedad. 

En este caso, el técnico paleontológico Santiago Miner encontró un fragmento de mandíbula con dientes que resultó pertenecer a una nueva especie de esfenodonte. Esa especie fue nombrada por los investigadores como Alamitosphenos mineri. A diferencia de otras especies su mandíbula era fuerte y formaba una especie de mentón prominente y sus dientes era bajos y anchos. 

Alamitosphenos fue encontrado junto a una gran cantidad de huesos pequeños de ranas, serpientes, aves y mamíferos, así como restos de grandes dinosaurios. Todos ellos fueron depositados cuando un antiguo mar desde el Atlántico invadió el norte de la Patagonia. Este brazo de mar, conocido como “Mar de Kawas” era de aspecto más bien tropical, con una enorme cantidad de reptiles marinos, corales y moluscos, poblando sus costas. 

Aquí el Alamitosphenos compartía el ambiente junto a variados esfenodontes de diferentes hábitos: algunos eran insectívoros y se asemejaban a los esfenodontes vivientes; otros eran de gran tamaño, posiblemente acuáticos; mientras que otros parecían ser predadores de pequeños animales. A esta gran diversidad de esfenodontes se agrega el Alamitosphenos, cuyo aspecto hace pensar que se trataba de una especie que machacaba vegetales y semillas.

Esto demuestra que los esfenodontes fueron muy diversos en hábitos y que aún estamos muy lejos de conocer todas las especies que existieron.

Hace unos 65 millones de años la caída de un asteroide resultó en una suerte de invierno nuclear que provocó la desaparición de los enormes dinosaurios y otros reptiles. Sin embargo, los esfenodontes lograron sobrevivir a este impacto. Los estudios de la histología en esfenodontes fósiles hacen pensar que al igual que las especies actuales, podían tolerar climas fríos (con temperaturas de unos 5 grados) y eran capaces de refugiarse en madrigueras subterráneas. 

Esta capacidad de tolerar las bajas temperaturas diferenciaría a los esfenodontes, no sólo de gran parte de los reptiles actuales, sino también de otros grupos que desaparecieron junto con los dinosaurios por no contar con las ventajas adaptativas necesarias como para sobrevivir a las bajas temperaturas que asolaron la Tierra durante aquel evento de extinción masiva. Fuente: noticias.santacruz.gob.ar

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Encuentran un cráneo de Tursiops en una antigua ingresion marina en San Pedro.

Fue hallado por dos pescadores y puesto a disposición del Museo Paleontológico de San Pedro. El animal vivió en la zona durante la última ingresión del mar al continente.

Damián Crispien y Pablo Silva son pescadores en la zona de San Pedro, a 170 km de Buenos Aires, y nunca pensaron que el río les reservaba una gran sorpresa. En una de las tantas madrugadas en las que se hacen al agua en busca del sustento para sus familias, pescaron el cráneo de un delfín de 5.000 años de antigüedad!!

La pieza hallada por Crispien y Silva se conserva en perfecto estado, como si el cetáceo hubiera muerto hace apenas unas semanas. Es un cráneo de casi 60 cm de longitud y unos 30 cm de ancho.Es un registro extremadamente valioso, tanto por el animal del que se trata como por el lugar donde fue encontrado.

El material corresponde a un delfín “nariz de botella” (Tursiops truncatus), muy conocido por todos porque es la especie más cercana al hombre y se la puede ver en muchos acuarios del mundo. Su nombre común proviene de su particular nariz en forma de bulbo.

Este cráneo fue pescado en el riacho Baradero, en un sector conocido como “Bajo del Tala”, partido de San Pedro; un sitio a unos 400 kilómetros tierra adentro del litoral marítimo actual.

Durante la última ingresión marina al continente, ocurrida durante el Holoceno, entre unos 7.000 y 3.500 años atrás, el mar ingresó por el Río de la Plata y ocupando el cauce del río Paraná, fue inundando todos los sectores bajos hasta pasando Rosario. Debido a esto, en ciertas ocasiones, suelen aparecer restos de diferentes animales que habitaron aquel ecosistema de estuario.

Para la clasificación del ejemplar, el Museo Paleontológico de San Pedro contó con la participación del Dr. Sergio Bogan, de la División Ictiología del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACN-CONICET) y el Dr. Sergio Lucero, de la División Mastozoología; de la misma institución científica.

Los especialistas coincidieron en clasificar a este antiguo delfín dentro del género Tursiops, un animal al que en la actualidad se lo encuentra en diferentes regiones del planeta, habitando zonas costeras y amplios estuarios; frecuenta ambientes tranquilos similares a los que se formaron en el delta del Paraná inferior durante la ingresión marina del Holoceno.

Desde la Dirección del Museo Paleontológico de San Pedro, José Luis Aguilar, explica detalles de este hallazgo histórico: “El primer contacto con el descubrimiento de los dos pescadores nos llegó de parte de Nicolás Crispien, operador de la radio local y primo de Damián, solicitando colaboración del museo para identificar 'algo' que los dos amigos acababan de sacar del río. Cuando vi la imagen del cráneo no lo podía creer. Un cráneo de delfín no se saca todos los días del fondo del río!!”

Y continúa: “Este hallazgo, es el primer registro de delfines para el norte de la provincia de Buenos Aires y sur de Entre Ríos vinculado a la última entrada del mar al continente. En otras oportunidades hemos recuperado restos de aquella ingresión en nuestra zona: conchillas, ostras…hasta restos de una antigua playa marina. En ciertas ocasiones han aparecido restos fragmentados de ballenas. Pero nunca el cráneo completo de un delfín. Es un ejemplar sumamente conservado y brindará una excelente oportunidad para estudiar otra de las especies marinas que se adentraron al continente en aquel evento global.

Con anterioridad, se han fechado muestras de vertebrados marinos en localidades vecinas, como Baradero y Ramallo, que han arrojado antigüedades que van desde los 5.000 a los 6.000 años. El estado de la pieza recuperada y sus características de conservación nos permiten inferir que este material proviene del mismo rango temporal.

El museo de San Pedro posee una sala dedicada a la exhibición de los materiales marinos hallados en la zona, por lo que el descubrimiento de Crispien y Silva pasará a tener un lugar destacado en la difusión de ese importantísimo evento climático que alteró el paisaje de la región durante algunos milenios y configuró, en parte, la fisonomía de las barrancas del norte bonaerense”. Fuente: Museo Paleontológico de San Pedro "Fray Manuel de Torres".

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Chloephaga dabbenei, una nueva especie de Cauquén fósil del Pleistoceno bonaerense.

Hace unos días, se publicó en la revista Comptes Rendus un trabajo realizado por Federico Agnolin del Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados, Fundación Azara y Museo Argentino de Ciencias Naturales (Conicet), Gerardo Álvarez Herrera, del Lacev y Museo Argentino de Ciencias Naturales (Conicet);  Rodrigo Tomassini, Instituto Geológico del Sur (INGEOSUR), Departamento de Geología Universidad Nacional del Sur (UNS)-CONICET, sobre restos fósiles de cauquenes (aves) del Pleistoceno medio del área de la cuenca de San José, sudoeste de la provincia de Buenos Aires, Argentina

Entre varios restos de aves, se reconocieron a una nueva especie, Chloephaga dabbenei, un cauquén más grande que los actuales, y de hábito más bien caminador. El nombre está dedicado a Roberto Dabbene, un importante ornitólogo ítalo-argentino. Además hay restos de cauquén común, que ya habitaba por estos pagos; y de un cauquén chiquitín, que puede que también puede ser una especie nueva, pero faltaría material para asegurarlo.

Con este hallazgo y estudio, se obtuvieron nuevos conocimientos de las especies de cauquenes que vivieron en el pasado; además, de otra ave más caminadora que sus contrapartes actuales. También se infiere que convivieron con varias especies emparentadas, cómo pasa hoy en cierta época del año

El género Chloephaga Eyton, 1838, que consta de cuatro especies que se reproducen en la Patagonia, abarca anátidas endémicas de América del Sur. A pesar de su prominencia en la avifauna actual, estas especies han dejado un registro fósil limitado.

La especie recientemente descrita es notablemente grande, y se encuentra dentro del rango de tamaño superior observado en machos de C. picta . El tarsometatarso es de eje recto con trócleas distales poco divergentes, características que se correlacionan con hábitos cursoriales, que están ausentes en otros miembros de Chloephaga.

Es muy valioso el conocimiento de las especies extintas de cauquenes. Lamentablemente, una de las tres especies que viven en Argentina hoy, el Cauquén Colorado (Chloephaga rubidiceps) en particular, la estamos llevando a la extinción con la caza y la introducción de especies exóticas que se alimentan de sus crías. Actualmente, un equipo de la Fundación Azara, como Marina Homberg y Hernán Ibáñez trabajan para obtener mejores conocimientos para ser utilizados para su conservación.

Chloephaga es un género de aves anseriformes de la familia Anatidae que incluye cinco especies endémicas del continente sudamericano, que reciben por nombre común caiquén, cauquén, avutarda o caranca. Son aves gregarias, que se mezclan en grandes bandadas en la estación no reproductiva, caminan erguidas, parecen gansos de pico corto, notable diseño alar en vuelo: blanco con primarias, terciarias y faja central oscura (salvo Chloephaga hybrida), cola negra (salvo Chloephaga hybrida). Con hábitos migratorios (desde Patagonia al sur de Bs As).

La mayoría de las especies ha reducido su población por la caza, y algunas de ellas poseen algún grado de amenaza. En Argentina tres especies están protegidas por ley.

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Diuqin lechiguanae, una nueva de especie de dinosaurio unenlagiino del Cretácico de Argentina.

Los Diuqin lechiguanae vagaron por nuestro planeta durante la era santoniana del período Cretácico, hace entre 86 y 84 millones de años.

Esta especie pertenecía a Unenlagiine , una subfamilia de terópodos paravianos de hocico largo dentro de la familia Dromaeosauridae . "Los unenlagiines son dinosaurios depredadores gondwanos que anidan dentro de los Paraves , el clado que incluye a las aves y sus parientes terópodos no aviares más cercanos", dijeron el Dr. Juan Porfiri de la Universidad Nacional del Comahue, Buenos Aires, y sus colegas.

“El registro fósil de unenlagiine proviene predominantemente de Argentina, donde se ha encontrado el mayor número de especímenes y los esqueletos más completos, aunque también se han recuperado otros materiales, al menos tentativamente asignados a Unenlagiinae, en Brasil, Chile, Colombia y la Antártida”. "El terópodo malgache Rahonavis ostromi , de cuerpo pequeño y potencialmente volador , también ha sido considerado con frecuencia como un unenlagiine, dependiendo de la hipótesis filogenética específica empleada".

"Los unenlagiines se interpretan con mayor frecuencia como dromeosáuridos divergentes tempranas, aunque otros autores han considerado a estos terópodos como un clado paraviano distinto (Unenlagiidae)".

"Son un clado importante para comprender los orígenes de las aves debido a su estrecha relación filogenética con Avialae".

"Sin embargo, desafortunadamente, la mayoría de las especies sólo están representadas por fósiles fragmentarios".

El esqueleto postcraneal fragmentario pero asociado de Diuqin lechiguanae fue recuperado de la Formación Bajo de la Carpa de la provincia de Neuquén, Patagonia, Argentina. “El ejemplar fue colectado en el istmo entre la costa sureste del Lago Barreales y la costa noroeste del Lago Mari Menuco, en la provincia de Neuquén”, dijeron los paleontólogos. Según los autores, Diuqin lechiguanae es la primera especie de dinosaurio unenlagiine descubierta en la Formación Bajo de la Carpa. “La Formación Bajo de la Carpa ha producido fósiles que colectivamente representan una paleobiota diversa e importante”, dijeron.

"Los restos de vertebrados son abundantes y a menudo están bien conservados, e incluyen los de serpientes, lagartos, tortugas, crocodiliformes, pterosaurios indeterminados, ornitópodos, saurópodos titanosaurios, terópodos no aviares y aves". Diuqin lechiguanae llena un vacío temporal de al menos 15 millones de años en el registro fósil de unenlagiines (de manera conservadora, 90-75 millones de años, posiblemente más). "La nueva especie aumenta el registro fósil de unenlagiines sudamericanos al llenar un vacío significativo en su distribución temporal", dijeron los investigadores.

“Los elementos conservados de Diuqin lechiguanae muestran diferencias morfológicas con respecto a los huesos correspondientes en otras especies unenlagiinas, como una lámina accesoria en el arco neural vertebral sacro más posterior, agujeros pares distintivos en los arcos neurales sacro más posterior y caudal anterior, y un húmero con un hueso colocado distalmente. cresta deltopectoral distolateral y varias condiciones que parecen intermedias entre los húmeros de Unenlagia spp. y el unenlagiine Austroraptor cabazai , de cuerpo excepcionalmente grande ”.

"Junto con las brechas estratigráficas de varios millones de años entre Diuqin lechiguanae y unenlagiines geológicamente más antiguos y más jóvenes, respectivamente, estas distinciones anatómicas respaldan la validez de la nueva especie".

“Además, el húmero del espécimen tipo Diuqin lechiguanae exhibe dos marcas de dientes cónicos que indican que el cadáver fue alimentado por otro tetrápodo, probablemente un crocodiliforme, mamífero o terópodo (quizás el megaraptórido representado por un diente encontrado en el mismo sitio). o incluso otro individuo no vinculado, potencialmente miembro de la misma especie). Fuente: sci.news.

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Hallan fósiles de un ave en el Pleistoceno de San Pedro.

El ejemplar habitó la zona norte de Buenos Aires durante la edad Ensenadense. Parte de sus extremidades fueron halladas por el Museo Paleontológico “Fray Manuel de Torres”

En una salida de rutina, el equipo del Museo Paleontológico de San Pedro descubrió restos fosilizados de un cacholote (Pseudoseisura sp.), un integrante de la familia Furnariidae a la que pertenece, también, el conocidísimo hornero.

Las delicadas piezas fósiles fueron observadas por Candela Alcorta y Julio Simonini, en compañía de Aguilar, Parra, Ferreyra, Martínez, Schvindt y Moleón; todos integrantes del Grupo Conservacionista de Fósiles, equipo del museo de San Pedro.

Desde la Dirección del Museo Paleontológico de San Pedro comentan detalles de este hallazgo. “Las piezas encontradas corresponden a las patitas de esta ave y son parte de uno de los fémures, un tibiotarso y un tarsometatarso. Este tipo de materiales son muy escasos y difíciles de hallar en los sedimentos de la región debido al pequeño tamaño y a que las aves tienen sus huesos neumatizados (huecos) para reducir el peso de su esqueleto y lograr optimizar el vuelo.

Esto último hace que se reduzcan las chances de fosilización y los materiales se deterioren antes de llegar a nosotros. Por estos motivos, el registro de aves fósiles en la región pampeana es extremadamente escaso.”

En la revisión de este cacholote prehistórico colaboró el Dr. Jorge Noriega, experto en el estudio de aves fósiles de Argentina. Noriega es investigador de CONICET y cumple funciones en el Centro de Investigación Científica y de Transferencia Tecnológica a la Producción (CICYTTP), de la localidad de Diamante, Entre Ríos.

De acuerdo a su vasta trayectoria, Noriega opina que “el grupo al que pertenece esta ave es muy extenso y su análisis es complejo. Los Passeriformes, comúnmente llamados pájaros, constituyen un grupo muy diverso y variado, con miles de integrantes que representan más de la mitad de las especies de aves del mundo. Dentro de éstos, la familia de los Furnáridos, a la que pertenecen los cacholotes y los horneros, es nativa de la región neotropical,

distribuyéndose desde México hasta el extremo sur de Sudamérica. Particularmente los cacholotes del género Pseudoseisura son aves de un considerable tamaño corporal respecto a otros miembros de la familia y comprenden a cuatro especies vivientes. Pensamos, de forma preliminar, que el ejemplar fosilizado hallado en San Pedro podría corresponder a la única especie extinguida de cacholote (Pseudoseisura cursor) descripta por Tonni y Noriega en 2001 para el Pleistoceno de Argentina.

Este hallazgo es muy importante ya que suma un nuevo ejemplar a la escasísima lista de registros de estas aves y reconoce una nueva localidad en la distribución geográfica de la especie en el pasado de nuestro país.” Fuente: Museo Paleontológico “Fray Manuel de Torres”

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Koleken inakayali, una nueva especie de dinosaurio carnívoro del Cretácico de Chubut.

Vivió hace unos 69 millones de años, al final del Cretácico Superior. Fue hallado en Chubut por un equipo liderado por el paleontólogo del Conicet y explorador de National Geographic Diego Pol, quien contó a Infobae los detalles del descubrimiento

Un equipo global de investigadores acaba de encontrar una pieza más del rompecabezas que nos ayudará a comprender la era de los dinosaurios. Identificaron una nueva especie de dinosaurio carnívoro en la provincia de Chubut, Argentina. Se trata de un ejemplar de abelisáurido bautizado con el nombre de Koleken inakayali. Los restos fueron hallados en la formación geológica La Colonia, ubicada en el norte chubutense, una región rica en fósiles de todo tipo. El dinosaurio es el segundo abelisáurido que se descubre en esa zona y se estima que vivió al final del Cretácico Superior, hace unos 69 millones de años.

Los investigadores fueron liderados por el paleontólogo Diego Pol, investigador principal del Conicet en el Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia de Buenos Aires y en el Museo Paleontológico Egidio Feruglio de Chubut, quien además es explorador de National Geographic. El hallazgo es parte del proyecto multidisciplinario “El Fin de la Era de los Dinosaurios en Patagonia”, apoyado por la National Geographic Society. En ella participan más de 70 investigadores y becarios del CONICET junto a colegas de otras instituciones de Estados Unidos y Hong Kong.

En diálogo con Infobae, Pol explicó que “el término Koleken nace del idioma de los Tehuelches y significa quien proviene de las arcillas y el agua, en referencia a que los sedimentos en los que se encontraron los restos fósiles eran arcillas depositadas en un estuario hace 69 millones de años. El nombre inakayali rinde homenaje al cacique Tehuelche Inakayal”.

Pol, quien recibió el premio Premio Konex de Platino 2023 en Paleontología, se dedica a investigar la evolución de los dinosaurios y cocodrilos, principalmente a las especies que habitaron la Patagonia durante la Era Mesozoica, así como también algunas especies que sobrevivieron a la extinción del Cretácico–Paleógeno.

Este hallazgo arroja luz sobre la diversidad de terópodos abelisáuridos en la Patagonia justo antes de la extinción masiva. “El nuevo descubrimiento indica que los dinosaurios carnívoros de esta familia, los abelisáuridos que vivieron en esta área durante el período Cretácico eran más diversos de lo que suponíamos y probablemente más de una especie de carnívoro compartía el mismo ambiente y ecosistema”, detalló Pol.

El dinosaurio carnívoro Koleken inakayali coexistió con el Titanomachya gimenezi, otro dinosaurio recientemente descubierto por Pol y su equipo el mes pasado.

El trabajo de Diego Pol y su equipo es apoyado por la National Geographic Society, y tiene como objetivo ampliar el conocimiento científico sobre los dinosaurios y vertebrados que existieron en la Patagonia durante los últimos 15 millones de años del período Cretácico. La investigación también busca desarrollar una base de datos para ayudar a identificar patrones de extinción en América del Sur en relación con otras partes del mundo.

“La nueva especie se diferencia de otras por características anatómicas únicas, como una cresta en el hueso nasal que corría a lo largo de su hocico, un hueso postorbital bajo que no cubría lateralmente la órbita, y osificaciones en las espinas neurales de las vértebras que están ausentes en otros miembros de la familia. Se diferencia del famoso Carnotaurus que proviene de la misma edad y región por no poseer cuernos encima de las órbitas”, describió Pol.  Los hallazgos fueron publicados en la revista Cladistics e incluyen un esqueleto parcial con varios huesos del cráneo, vértebras, una cadera completa, y casi todas las extremidades.

“Nuestro estudio también analizó el ritmo de cambio evolutivo en esta familia de carnívoros y detectamos que hubo períodos de tiempo en los que diferentes partes del esqueleto evolucionaron a gran velocidad mientras que otras partes del esqueleto permanecieron casi sin cambios durante millones de años.

Esto es interesante porque nos llevará en el futuro a explorar qué pudo haber influenciado esos aumentos tan marcados en la evolución de estos carnívoros”, consideró Pol.

En cuanto al lugar preciso del hallazgo, el explorador de National Geographic señaló que fue uno de los desafíos más importantes ya que la zona se encuentra en una región sin caminos y que se anega fácilmente, “por lo que la ayuda de vialidad provincial de la provincia de Chubut fue fundamental para poder llegar al lugar de la excavación con camionetas que permitieron realizar la extracción de los fósiles y su traslado hasta el museo para poder ser preparados y estudiados”, concluyó Pol.

El equipo de investigación está integrado, además de Pol, por Fernando Novas (investigador del CONICET en el MACNBR), Mattia Antonio Baiano (Museo Municipal Ernesto Bachmann Neuquén), David Černý (The University of Chicago), Ignacio Cerda (CONICET-IIPG, UNRN) y Michael Pittman (The Chinese University of Hong Kong). Fuente: Infobae.

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Chakisaurus nekul, una nueva especie de dinosaurio en el Cretácico de la Provincia de Rió Negro, Patagonia Argentina.

Los restos del Chakisaurus nekul, veloz corredor y con un tamaño que podía llegar a los tres metros de largo y 70 centímetros de alto, fueron encontrados en la Reserva Natural Pueblo Blanco, provincia de Río Negro. El hallazgo redefine la comprensión de la fauna prehistórica y aporta información clave para entender particularidades del grupo conocido como Elasmaria, que incluye dinosaurios herbívoros de tamaño mediano a pequeño.

En las áridas extensiones de El Chocón, provincia de Río Negro, la tierra guarda los secretos de un pasado habitado por dinosaurios y otros animales. El equipo de paleontólogos argentinos del Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de Vertebrados (LACEV) y la Fundación de Historia Natural “Félix de Azara”, pertenecientes al CONICET, año a año emprenden la incansable búsqueda de información sobre estas especies prehistóricas. Los resultados de su trabajo revelan fragmentos de la eterna narrativa de la historia de la Tierra. 

El más reciente de estos descubrimientos es un dinosaurio herbívoro bautizado como Chakisaurus nekul y cuyo hallazgo se hizo en la campaña de 2018 en la Reserva Natural Pueblo Blanco, expedición que contó con el apoyo de la National Geographic Society. “Se estima que el individuo de Chakisaurus de mayor tamaño llegaba a los 2,5 o tres metros de largo y a los 70 centímetros de alto. El otro ejemplar, más chico, tenía un tamaño mucho menor, apenas llegando a un metro de longitud”, indica el doctor Federico Agnolín, miembro del LACEV, a la Agencia CTyS-UNLaM.

Su nombre deriva de Chaki, que en el idioma Aonikenk del pueblo tehuelche significa “guanaco anciano”. “La elección se da porque, salvando las obvias diferencias, ambos animales habrían compartido un nicho ecológico similar. Ambos eran herbívoros de porte mediano, buenos corredores, que podían ser presa del predador tope de su zona. Nekul, por otro lado, quiere decir ‘veloz’ o ‘ágil’ en el lenguaje mapudungún, del pueblo mapuche”, comentó a la Agencia CTyS-UNLaM el paleontólogo Rodrigo Álvarez Nogueira del LACEV, quien además encabeza el trabajo.

El Chakisaurus, cuentan los investigadores, se conoce principalmente por vértebras de la columna y huesos de miembros anteriores y posteriores. Las vértebras, cuya mayoría corresponden a la cola, son una parte poco conocida en estos animales. Los estudios arrojan datos novedosos, como características que indican que el Chakisaurus era un veloz corredor y que, a diferencia de otros dinosaurios, llevaba su cola curvada hacia abajo. “Se necesitan realizar más expediciones para confirmar que esta orientación de verdad existía -aclaró Agnolín-, pero, de ser así, significaría un gran descubrimiento para la Paleontología de vertebrados”.

Además, el equipo encontró un húmero en perfecto estado, de solo nueve centímetros de largo y perteneciente a un individuo aún joven. “Este hueso fue muy útil para realizar comparaciones con otros dinosaurios del grupo y hacer inferencias sobre sus hábitos”, subrayó Álvarez Nogueira. “Ahora sabemos que, dentro del grupo, existían animales con diferentes tipos de locomoción: desde algunos, en general de menor tamaño, completamente bípedos, como Chakisaurus, a otros de mayor porte que probablemente podían variar entre moverse con dos o cuatro extremidades”, agrega.

Durante la mayor parte de la historia de la Paleontología en Argentina y en Sudamérica, los dinosaurios saurisquios -los herbívoros de cuello largo y los carnívoros- dominaron ampliamente el registro. Pero, en las últimas décadas, dinosaurios ornitisquios, dentro de los que está incluido el Chakisaurus, comenzaron a ser cada vez más frecuentes en las expediciones paleontológicas. “Ahora se sabe que estos animales eran mucho más frecuentes en la fauna patagónica de lo que se pensaba en un momento”, indica Agnolín.

El artículo enque se dio a conocer el dinosaurio fue publicado en la prestigiosa revista Cretaceous Research, lo que nuevamente posiciona a la Paleontología argentina entre los estudios de vanguardia: solo en los últimos años, han encontrado especies como el enorme carnívoro Taurovenator violantei, el pequeño alado Overoraptor chimentoi, el extraño Gualicho shinyae y el gigantesco saurópodo Chucarosaurus diripienda. ¿Qué otros recuerdos de la historia de la Tierra se encontrarán próximamente? Fuente; el1digital.com.ar

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Titanomachya gimenezi, una nueva especie de sauropodo gigante de la Patagonia Argentina.

El “Titanomachya gimenezi” vivió hace más de 65 millones de años y era 10 diez veces más pequeño que otros de su especie. Los detalles del hallazgo realizado en Chubut y por qué podría brindar datos únicos sobre la evolución en el periodo Cretácico

Un nuevo descubrimiento significativo sacudió a la paleontología. Un equipo de investigadores del CONICET encontraron los restos fósiles de un tipo de titanosaurio denominado Titanomachya gimenezi, que vivió hace unos 66 millones de años, al final del período Cretácico. Se estima que pesaba aproximadamente 7 toneladas y era diez veces más pequeño que otros de su especie.

Los restos fueron hallados en la formación La Colonia, ubicada en la provincia de Chubut. Se trata del segundo dinosaurio encontrado en este lugar, pero el primer saurópodo, es decir que pertenece al grupo de los vertebrados terrestres más grandes en la historia evolutiva, caracterizados por ser herbívoros. El descubrimiento se realizó en el marco de una campaña efectuada por investigadores del CONICET en el Museo de La Plata (MLP, UNLP) y el Museo Paleontológico Egidio Feruglio (MEF) de Trelew.

Según indicaron, su tamaño era pequeño en relación con otros gigantes encontrados en Chubut, como el Patagotitan mayorum, que se calcula medía casi 40 metros de largo, con un cuello de 12 metros y un peso estimado en 70 toneladas. El T. gimenezi habitó la Patagonia durante el Maastrichtiano, la última edad del periodo Cretácico que precedió a la extinción masiva. Según señalaron, las reconstrucciones ambientales de la formación La Colonia “indican que por entonces esos ambientes estaban dominados por estuarios o albuferas, es decir que su entorno contaba con una variada flora que incluía palmeras, plantas acuáticas con flores y coníferas”.

Los detalles del hallazgo fueron publicados en la revista científica Historical Biology. Agustín Pérez Moreno, becario posdoctoral del CONICET y autor principal del estudio, fue quien lideró las excavaciones que permitieron recuperar partes de los miembros, fragmentos de costillas y una vértebra caudal del dinosaurio. “El proceso de extracción fue muy minucioso e involucró a diez personas, ya que requirió embochonar o recubrir los restos con camisas de tela de arpillera y yeso para protegerlos antes de su traslado a los laboratorios del MEF”, detalló el científico.

A diferencia de otros saurópodos descubiertos en la misma región, como el Patagotitan mayorum, T. gimenezi se caracteriza por su tamaño relativamente pequeño. “La morfología del astrágalo –hueso responsable de distribuir la fuerza procedente de la tibia en el interior del pie– nunca fue vista antes en otros titanosaurios y muestra rasgos intermedios entre los linajes Colossosauria y Saltasauroidea, lo que destaca su importancia evolutiva. Además, estudios filogenéticos han revelado que precisamente es miembro del gran linaje de los Saltasauroidea”, comentó el investigador.

Esta particularidad destaca la relevancia evolutiva del dinosaurio y contribuye a la comprensión de la diversidad de los titanosaurios durante el Cretácico Superior.

La investigación arroja luz sobre las especies de saurópodos que habitaron la Patagonia durante el Maastrichtiano, la última edad del período Cretácico y ofrece datos valiosos sobre los ecosistemas de la época. “La formación es conocida por haber revelado diversos fósiles, desde dinosaurios carnívoros y plesiosaurios hasta tortugas y otros reptiles. Los hallazgos en La Colonia no solo ofrecen información crucial sobre las poblaciones de saurópodos en la Patagonia durante el final del período Cretácico, sino también sobre la diversidad de los ecosistemas de la región en ese momento”, apuntó Pérez Moreno.

A su vez, el paleontólogo agregó que “Titanomachya gimenezi marca el inicio de una serie de descubrimientos esperados en la formación La Colonia y, a medida que el proyecto avance, se anticipa la revelación progresiva de nuevas especies de dinosaurios, acompañadas de reconstrucciones paleoecológicas y ambientales que proporcionarán una visión más completa del mundo prehistórico en el que estos magníficos animales vivieron y desaparecieron”.

“Se erige como un descubrimiento intrigante que añade una nueva perspectiva a la rica historia de los dinosaurios saurópodos de la Patagonia durante el Cretácico Superior y abre la puerta a futuras investigaciones que profundicen en la diversidad y evolución de estos majestuosos gigantes”, sumó el investigador.

En cuanto al nombre, Pérez Moreno señaló que “es especialmente apropiado, ya que Titanomachya gimenezi procede de la época en que se extinguieron los titanosaurios”. A su vez, en “la palabra gimenezi rendimos homenaje a la fallecida científica Olga Giménez, quien fue la primera paleontóloga en estudiar los dinosaurios de la provincia de Chubut. Su legado ha dejado una huella imborrable, y esta denominación busca honrar su contribución pionera a la comprensión de la rica historia paleontológica de la región”.

Por su parte, el paleontólogo Diego Pol, del Museo Paleontológico Egidio Feruglio, destacó que “antes de este descubrimiento, no había registros de dinosaurios saurópodos en esta región”, siendo que “los restos estaban desarticulados pero colocados muy cerca unos de otros”. Según estimó, tras hallar costillas, vértebras, huesos de las extremidades y parte de una cadera, el dinosaurio tenía las dimensiones corporales de una vaca grande y un cuello y una cola largos, alcanzando unos seis metros de largo.

“Los hallazgos en La Colonia no solo ofrecen información crucial sobre las poblaciones de saurópodos en la Patagonia durante el final del período Cretácico, sino también sobre la diversidad de los ecosistemas de la región en ese momento”, ya que “la formación es conocida por haber revelado diversos fósiles, desde dinosaurios carnívoros y plesiosaurios hasta tortugas y otros reptiles”, afirmó el además explorador de National Geographic.

Según advirtieron los investigadores, esta es una de las campañas que se realizan en la zona. Posteriormente, se realizarán otras junto a profesionales del Instituto de Investigación en Paleobiología y Geología (IIPG, CONICET-UNRN). Cabe destacar que el hallazgo se llevó a cabo en el marco del proyecto “Fin de la Era de los Dinosaurios en Patagonia”, financiado por National Geographic, que tiene como objetivo investigar todos los aspectos biológicos y ecológicos de la época en la que se extinguieron los dinosaurios no avianos. Fuente: Infobae.

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Opisthodactylus kirchneri. ¿Qué tan rápido era el ñandú más grande de América del Sur que habitó el noroeste argentino?

El equipo científico –interdisciplinario-, logró dilucidar aspectos paleobiológicos del mayor ñandú que pobló los suelos de América del Sur –específicamente en zonas del noroeste argentino-, gracias a la utilización de estudios de biomecánica, geometría y morfología funcional.

El ejemplar en cuestión corresponde a un ave terrestre extinta con incapacidad de vuelo, muy similar a los ñandúes que hoy viven en América del Sur y con los que se encuentra emparentado filogenéticamente –tal lo demuestran los estudios de ancestralidad y descendencia (i.e., Análisis Filogenéticos) de este fósil conocido en en 2017 con el nombre de "Opisthodactylus kirchneri", fruto del trabajo de Jorge Noriega, director del Laboratorio de Paleontología de Vertebrados del CICYTTP, Centro que integra el CONICET Santa Fe.

La investigación, recientemente publicada en la revista internacional GEOBIOS, ha permitido revelar los aspectos paleobiológicos de esta ave extinta, a partir de fósiles hallados que se estudian a través de estimaciones con formas vivientes emparentadas filogenéticamente, “como comúnmente se conocen a las relaciones de ancestralidad y descendencia entre las especies”, según explica Raúl Vezzosi –especializado en paleontología de vertebrados con énfasis en aves y mamíferos de América del sur-.

En cuanto a la procedencia de los fósiles -Mioceno tardío, en los últimos 7 millones de años-, corresponden a lo que su colector, (Alfredo Castellanos, médico aficionado a la Paleontología), denomina como 'Araucanense medio', se corresponden con depósitos geológicos situados al noroeste de Agua del Chañar, en el Valle de Santa María, de la provincia de Tucumán. Sobre los fósiles, estudiados previamente por Jorge Noriega, precisa Raúl Vezzosi que “se corresponden a restos de huesos de ambas extremidades posteriores, representados por un fémur, tibias, tarsosmetatarsos y huesos de los dedos”.

A través de la confección de bases de datos -integradas en modelaciones matemáticas y estudios biomecánicos logrados en base a un modelo desarrollado por los científicos  del grupo para aves carnívoras terrestres extintas incapaces de volar –cursoriales,  conocidas como 'aves del terror'-; los investigadores obtuvieron información relevante de las diferentes especies de aves terrestres vivientes con grandes extremidades posteriores que hoy habitan el hemisferio sur; como los ñandúes sudamericanos, el avestruz africano, el emu australiano y el casuario austral de Indonesia. Al respecto, explica Vezzosi que “la información obtenida de las proporciones anatómicas que forman las extremidades posteriores de estas aves vivientes, permitieron las comparaciones con las extremidades de la especie extinta”.

Washington Jones (paleontólogo, especializado en aves fósiles de América de Sur), explica que “pudimos conocer el peso corporal –a través de las proporciones de masa- y así logramos estimar cómo se desplazaba en carrera el ñandú extinto de América del Sur, revelando así la máxima velocidad de carrera.  Por su parte, Ernesto Blanco -físico especializado en Paleobiología y biomecánica-, explica que “los resultados obtenidos a partir de ecuaciones alométricas (dimensiones en tamaño), permitieron conocer que Opistodacthylus kirchnerii fue un ñandú proporcionalmente grande, con extremidades posteriores largas y más robustas que las observadas en los ñandúes vivientes”.

La investigación permitió también hacer la estimación del peso corporal –en unos 35 kilogramos-, lo cual permitió reconocer una relación de proporcionalidad con los registros de ejemplares adultos de Rhea americana (10.5–40 kg), del emú australiano Dromaius novahollandiae (17.7–48 kg) y del casuario austral Casuarius casuarius (29.2–58.5 kg) de Indonesia y Nueva Guinea.

A pesar de ser un ave cursorial (aquellas adaptadas para correr), con extremidades posteriores largas y robustas y con una masa corporal importante, las proporciones de sus extremidades posteriores no le permitieron ser un buen corredor –tal como lo son los avestruces y ñandúes. Por esto, los llamativos 50 km/h que lograba adquirir en carrera, no eran suficientes para superar en velocidad a las especies vivientes; aunque puede que haya logrado adquirir un desplazamiento similar a las especies de Indonesia y Australia.

Para concluir, señala Washington Jones, que “el hecho de haber logrado preservar parte de los dedos de sus extremidades posteriores,  nos permitió estudiar en detalle estos elementos anatómicos, a partir de lo que interpretamos que este segmento distal habría brindado adaptaciones particulares ante las condiciones paleoambientales imperantes durante el Mioceno tardío de América del Sur, las que resultarían diferentes a las de sus parientes actuales de América del Sur y más próximas con las originarias de Indonesia, Nueva Guinea y Australia, como los emus o casuarios”.Fuernte: Conicet.

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Marambionectes molinai, una nueva especie de reptil marino del Cretácico de la Antártida.

El descubrimiento de un grupo de investigadores del CONICET permite echar luz sobre un proceso evolutivo desconocido hasta ahora y comprender la conexión entre otros géneros hallados en Chile, Nueva Zelanda y la Antártida occidental,

Apareció como una piedra en el camino, pero no metafóricamente sino solo en sentido literal, cuando el investigador del CONICET José O’Gorman tropezó con un bulto semienterrado cerca de la Base Marambio, principal nodo logístico argentino en la Antártida. Era febrero de 2018 y el científico cerraba una jornada de trabajo junto a colegas durante una campaña en el continente blanco. Su olfato le aconsejó no seguir de largo y, en cambio, demorar la vuelta unas horas para cavar en el lugar y averiguar de qué se trataba. Pocas semanas después esa protuberancia en la tierra se convertía en una de las más de ochenta vértebras de la columna de un elasmosáurido, un reptil marino que convivió en la última etapa de los dinosaurios, y al que se le calcula una antigüedad de poco más de 67 millones de años. El hallazgo se publicó en la revista Journal of Systematic Palaeontology.

“Empezamos cavando por la línea del cuello, a contrarreloj y con mucha expectativa frente a la idea de llegar al cráneo, una parte que pocas veces se conserva”, relata O’Gorman, investigador en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (FCNyM, UNLP) y primer autor del trabajo. Enorme fue la sorpresa cuando al final del recorrido encontraron lo que esperaban, y ese hallazgo es una de las perlas del descubrimiento, pero no la única. “El estado de preservación general es excepcional, incluso del material craneano, aunque no está completo. Y se trata de restos articulados, lo cual tampoco es frecuente.

Por si fuera poco, pudimos confirmar no solo que es una especie nueva, sino que tiene características particulares que nos permiten ubicarla como una forma de transición entre dos grupos que habitaron el hemisferio sur, echando luz al proceso evolutivo y la conexión entre otros géneros hallados en Chile, Nueva Zelanda y la Antártida occidental”, añade el experto.

El nuevo espécimen fue bautizado Marambionectes molinai en honor, por un lado, a la base Marambio y, por otro, a Omar José Molina (1937-2022), integrante del Museo de La Plata, primer técnico en la paleontología argentina en ir a trabajar a la Antártida en la década de 1970. Los restos colectados incluyen el tronco y parte de la cola, de las extremidades, del cuello y del cráneo, como así también unas piedras estomacales llamadas gastrolitos, posiblemente utilizadas para realizar la digestión mecánica de los alimentos. Fueron extraídos en su totalidad en aquella primera campaña, una experiencia intensa y agotadora que se vio interrumpida por una tormenta de nieve de varios días que aisló al equipo de investigación en un refugio a la espera de mejores condiciones climáticas que les permitiera concluir el trabajo.

Una vez extraído, M. molinai fue cuidadosamente trasladado a Buenos Aires para ser ingresado en la colección de Paleovertebrados del Instituto Antártico Argentino (IAA), organismo encargado de coordinar las campañas antárticas, para viajar un año después a la localidad neuquina de Villa El Chocón, donde comenzó su preparación en el laboratorio del Museo Municipal Paleontológico, Arqueológico e Histórico “Ernesto Bachmann”. De acuerdo a la explicación del investigador, “los huesos fósiles están en una concreción muy dura que después hay que quitarle con un martillo neumático, una pequeña herramienta similar al torno de un dentista pero muy potente, que va eliminando esa roca”. Es una tarea muy precisa de protección y limpieza que lleva tiempo –en este caso fueron dos años– y que debe ser realizada por personal especializado.

Cabe mencionar que los elasmosáuridos forman parte del grupo de los plesiosaurios, reptiles que se adaptaron secundariamente a la vida acuática. Vivieron durante el Mesozoico, que se extendió entre los 250 y 66 millones de años atrás, y se extinguieron junto con los dinosaurios. Históricamente se los ha considerado depredadores activos, consumidores de peces y otros organismos que nadan activamente, aunque en los últimos años fue tomando mayor peso la hipótesis de que un grupo, llamado aristonectinos, habrían desarrollado un modo de alimentación más similar a la filtración de agua –como hacen, por ejemplo, las ballenas barbadas–, que a la captura de presas individuales. “Si bien M. molinai no es un aristonectino, sus características indican que se trata de una especie cercanamente emparentada con ellos, y de ahí que su aparición nos permitirá conocer más sobre los diversos aspectos evolutivos entre estos animales extintos”, concluye el investigador. Fuente Conicet.

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Bustingorrytitan shiva, una nueva especie de sauropodo gigante en el Cretácico de la Patagonia Argentina.

El “Bustingorrytitan shiva” fue presentado en el museo Ernesto Bachmann de Villa El Chocón. La nueva especie fue reconstruida con piezas de dos individuos diferentes hallados en la zona.

Se trata del "Bustingorrytitan shiva", una especie de saurópodo, cuadrúpedo y herbívoro, que data de hace más de 200 millones de años (período Triásico Tardío) y que se extinguió junto con la mayoría de los dinosaurios hacia fines del Cretácico. La conferencia estuvo encabezada por los paleontólogos Edith Simón y Leonardo Salgado, ambos a cargo de la campaña de excavación de los restos, que comenzó en el 2001.

Fue en ese año que Manuel Bustingorry dio aviso al museo municipal de Villa El Chocón que cerca de un cañadón de su propiedad había encontrado un hueso llamativamente grande y robusto. Se trataba del primero de los restos de la nueva especie que se presentó  ante la prensa. El dinosaurio hallado fue descrito por primera vez en 2001, en una tesis de la paleontóloga Simón, como un nuevo género que fue bautizado con el nombre genérico "Bustingorrytitan", honrando al propietario del terreno donde se encontraron los fósiles combinado con el término griego "titán", en referencia a su talla grande.

El nombre específico, "shiva", emula al dios hindú que destruye y transforma el universo, y que hace alusión al cambio de fauna entre Cenomaniano y Turonian. "Los titanosaurios incluyen los animales terrestres más grandes que jamás hayan existido", dijeron María Edith Simón y Leonardo Salgado.

"Bustingorrytitan shiva era miembro de Lithostrotia, un gran grupo de saurópodos titanosaurios que vivieron durante el período Cretácico", dijeron los paleontólogos. Los restos fosilizados de al menos cuatro individuos fueron recolectados de la base de la Formación Huincul en el sitio Bustingorry II en Villa El Chocón.

La primera campaña de excavación para extraer los restos del "Bustingorrytitan" se realizó en febrero del año 2001. Las piezas que se encontraron eran de gran tamaño: un húmero que medía 1,70 metros y la escápula de una extensión de 1,64 metros. Algunas de esas piezas estaban superpuestas y hubo dificultad en ser extraídas. Pero una vez que pudieron recuperarse comenzó el proceso de preservación. 

La segunda excavación se realizó entre noviembre y diciembre del 2001. Las nuevas piezas eran también voluminosas y pesadas. Por entonces se rescataron cinco huesos de la mano derecha del dinosaurio; tres huesos de “falanges”; y una vértebra de la espalda que alcanzaba los 93 centímetros de altura. En total, se rescataron entre 40 y 50 huesos pertenecientes a cuatro individuos, todos de la misma especie. Y con dos de ellos crearon esta nueva especie que llamaron "Bustingorrytitan shiva", y que fue presentado este viernes en el MEB.

"El Bustingorrytitan shiva tiene una masa corporal estimada de 67,3 toneladas métricas, lo que lo convierte en uno de los dinosaurios saurópodos más grandes jamás registrados", explicaron Simón y Salgado.

"Este descubrimiento aumenta nuestro conocimiento sobre estos extraordinarios animales, no sólo en términos de su diversidad anatómica sino también de su historia evolutiva", concluyeron. Fuente: mdzol.com

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Las Aves del Terror fueron los primeros grandes depredadores de la Antártida durante el Eoceno.

Se le perdonarían los términos “pájaros no voladores” y “Antártida”, que evocan imágenes de pequeños pingüinos felices contoneándose sobre el hielo. Pero con nuevas investigaciones en mano, permítanos retroceder hace 50 millones de años para descubrir una criatura mucho más aterradora que acecha en el continente entonces más cálido: las aves del terror.

La Dra. Carolina Acosta Hospitaleche y su equipo estaban excavando en la Formación La Meseta, un depósito de sedimentos del Eoceno en la Isla Seymour, Antártida, cuando el investigador encontró algo inusual.

“En las comunidades antárticas faltaban grandes depredadores continentales. Entre las aves sólo conocíamos una rapaz diurna y pequeños marsupiales insectívoros. Hasta ahora nunca habíamos encontrado un carnívoro grande”, explicó el Dr. Acosta Hospitaleche a Paleontología Electrónica .

En lugar de la gran cantidad de fósiles de pequeños mamíferos que se encuentran a menudo en la isla, el investigador había descubierto dos garras fosilizadas de 8 centímetros de largo (3 pulgadas), sospechando que pertenecían a un animal grande y no volador conocido como pájaro del terror .

Este título normalmente se otorga a aves de la extinta familia Phorusrhacidae, cuyos miembros a menudo se considera que eran carnívoros rápidos y activos. Si bien las garras encontradas en la Antártida indican que podrían pertenecer a este grupo, la edad de los fósiles y la falta de otras partes del esqueleto significa que Acosta Hospitaleche y el autor del estudio, el Dr. Washington Jones, no pueden ubicar firmemente el hallazgo en esta categoría. Sin embargo, creen que probablemente pertenezca a este grupo o a uno estrechamente relacionado.

Independientemente de su etiqueta científica, es probable que las garras formaran sólo una parte de una criatura formidable . Los investigadores estiman que el pájaro del terror habría medido unos 2 metros de altura y pesado unos 100 kilogramos, colocándolo firmemente en la categoría de peso pesado.

En cuanto a qué criaturas desafortunadas encontraron su final prematuro a manos de estas aves, se sugiere que las aves se alimentaban principalmente de vertebrados de tamaño pequeño y mediano, como marsupiales y ungulados (un grupo que hoy incluye cerdos y ciervos). Sus grandes garras y sus picos afilados y ganchudos habrían ayudado a derribar a esas presas.

Según los investigadores, esto sugiere que las aves "cumplieron el papel de depredadores continentales", un hallazgo que creen que "remodela inequívocamente nuestra comprensión de la dinámica de los ecosistemas continentales antárticos del Eoceno temprano".

Se espera que haya más hallazgos de fósiles que revelen más detalles sobre estas terroríficas aves y el entorno en el que vivieron hace millones de años, y la erosión podría ayudar a los investigadores en el camino.

“Las islas antárticas sufren una erosión significativa y cada año se descubren nuevos fósiles. La continua exposición de fósiles debido a la erosión presenta una oportunidad única para descubrir más sobre los antiguos ecosistemas de la Antártida”, concluyó Acosta Hospitaleche.

El estudio se publica en la revista Palaeontologia Electronica.

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Hallan restos de Notiomastodontes en la costa bonaerense.

La localidad de Mar del Sud, distante 15 km al sur de Miramar, sigue brindando su riqueza paleontológica a la ciencia. Estos hallazgos son gracias a las personas que además de visitar nuestras playas sienten curiosidad y se preocupan en comunicarse con el museo local si ven algo que les llama la atención. Luego de un paseo por los acantilados en el paraje de “El Remanso” y gracias a que el pequeño Lorenzo de 5 años observó algo raro en el acantilado, su madre Belén Rojas dio aviso al Museo de Ciencias Naturales de Miramar sobre la presencia de un posible resto prehistórico.

Inmediatamente junto al grupo de voluntarios que colabora en la extracción de fósiles, y a su vez son estudiantes avanzados de la Tecnicatura en Paleontología que se dicta en la misma ciudad, se pusieron a extraer el espécimen, el cual resultó ser parte de la pelvis de un “Notiomastodon platensis”, un pariente antiguo de los elefantes y mamuts, ya extinguido y de unos 400.000 años de antigüedad, según los sedimentos de donde fue extraído.

Curiosamente a 50 metros al norte del primer hallazgo y gracias al buen ojo y aviso de Cecilia Méndez, Romi Méndez y la pequeña Paloma, se pudo extraer, aunque con dificultad debido a su frágil estado de conservación, una media mandíbula de otro Notiomastodon.

Los fósiles recientemente extraídos ya se encuentran en el laboratorio del Museo para su limpieza y restauración, en un trabajo que llevará bastante tiempo debido a su fragilidad. En la mayoría de las ocasiones la tarea es difícil ya que los restos antiguos son bastante delicados y se encuentran en diverso grado de conservación, dependiendo del sitio en donde quedaron sepultados.

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Encuentran una gran cantidad de restos de Saurópodos juveniles en Neuquén.

El extraordinario hallazgo se dio en una zona cercana de Rincón de los Sauces. Los huesos son de titanosaurios en una etapa de vida inicial.

"Nos da mucha ternura por el tamaño de las piezas, cuando en su adultez eran animales gigantes", dijo uno de los paleontólogos.

Un espectacular hallazgo cerca de Rincón de Los Sauces sacude a la paleontología de Neuquén y del país. Incluso, con una latente proyección internacional. Se trata del descubrimiento de varios huesos completos de dinosaurios que tendrían entre diez meses y un año de edad que pertenecieron al cretácico superior. Los científicos analizan la posibilidad de que se trate de una «guardería» de pequeños saurópodos titanosaurios.

«Esto jamás se vio, es histórico», aseguró a Diario RÍO NEGRO, Leonardo Filippi, paleontólogo del Museo Argentino Urquiza de Rincón de los Sauces, quien formó parte de la campaña que detectó las piezas en la zona de «La invernada» cerca de la localidad petrolera.

Las primeras interpretaciones del descubrimiento confirman que estos enormes animales herbívoros de cuellos largos y cabezas chicas, habrían tenido un complejo sistema social.

«Aún es muy temprano, el hallazgo fue el sábado pero sin dudas estos ejemplares estaban conviviendo de alguna manera juntos y por alguna razón murieron todos juntos», contó Filippi quien agregó que «estaban en el borde de lo que fue un río por lo que se presume fueron arrastrados».

La cantidad de piezas rescatadas también es inédita. Al menos cien huesos fueron retirados del suelo. «Eran animales realmente gigantes, por lo general por cada campaña nos llevamos uno o dos huesos pero estos al ser tan chicos nos dieron la chance de recolectar más», dijo el experto.  La idea de que los ejemplares más chicos estaban juntos dentro del grupo, pone en juego la teoría de que eran cuidados por los adultos. Un comportamiento similar al de varios animales actuales que viven en manada.

n el material que será analizado hay huesos completos y buen estado de conservación. La medida va de los 15 centímetros. «Tenemos huesos que no superan los 40 centímetros, realmente nos enternece trabajar con estas piezas tan chicas, porque uno dimensiona el tamaño real y se da cuenta que eran ejemplares pequeños», confesó el emocionado paleontólogo.

Lo innovador del hallazgo también fue confirmado por el científico que pertenece a CONICET: « Se han encontrado evidencias de otros ejemplares en otras partes del mundo, sobre todo en Norteamérica pero en el Jurásico, esto jamás se vio». En una etapa posterior, se espera analizar la data de los huesos con estudios específico aunque el material de la zona y la especie de animal dan grandes pistas temporales.

Este proceso será crucial para determinar el contexto de muerte y porqué llegaron a ese punto los restos. ¿Era una familia que se desplazaba por alimento?, ¿Formaban parte de un proceso migratorio? o ¿Huían de algo?, son algunas de las maravillosas incógnitas que los paleontólogos tratarán de dilucidar.

La campaña que se inició hace unos días terminó el pasado sábado 24 y estuvo encabezada por un equipo de investigadores, becarios y técnicos del CONICET a los que se sumaron estudiantes de paleontología.

Se aclaró que trabajos de campo fueron realizados bajo los permisos de campo otorgados por la Dirección de Patrimonio de la Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Neuquén. Se destacó que el hallazgo del sitio fue realizado por el Dr. Francisco Barrios mientras se realizaban prospecciones en el área.  Fuente: Diario Rio Negro y El Diario.ec.

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Patagomaia chainko, el mamífero de mayor tamaño para el Cretácico de la Patagonia Argentina.

Un equipo multiinstitucional de arqueólogos y paleontólogos ha desenterrado e identificado una nueva especie de mamífero de la era del Maastrichtiano. En su artículo publicado en la revista Scientific Reports , los investigadores señalan que el mamífero era mucho más grande que cualquier otro ejemplar conocido de su tipo.

El fósil consta de fémur, tibia, cadera y cavidad de la cadera, suficiente para que el equipo lo identifique como perteneciente a un grupo conocido como Theria, que comprende mamíferos que no ponen huevos. También fue suficiente para demostrar que el animal era de gran tamaño en comparación con otros mamíferos de su época. El equipo nombró a la nueva criatura Patagomaia chainko. Fue excavado en el sur de la Patagonia.

Lo describen como un mamífero de tamaño mediano en comparación con los estándares actuales, probablemente del tamaño de un zorro andino. Sugieren que el tamaño promedio de la especie podría haber variado de 2 a 25 kilogramos y que probablemente creció hasta aproximadamente un metro de largo; Vivió hace aproximadamente 70 millones de años.

Los investigadores señalan que investigaciones anteriores han demostrado que la mayoría de los mamíferos de la época tenían una masa corporal inferior a 100 gramos, y que sólo una fracción de ellos alcanzaba 1 kilogramo. Sus estimaciones más pequeñas para P. chainko lo sitúan entre los mamíferos más grandes de la Era Mesozoica. Los equipos de investigación teorizan, basándose en los fósiles, que la forma del animal probablemente era similar a la de un ornitorrinco, o quizás a la de un puercoespín o un tejón.

Los mamíferos durante el Mesozoico tendían a ser muy pequeños, aproximadamente del tamaño de los ratones o musarañas modernos, y el tamaño corporal de los mamíferos durante el Mesozoico era en promedio mayor para los que vivían en el hemisferio sur que en el norte, hasta que llegó el asteroide que arrasó. Fuera los dinosaurios. Los investigadores sugieren que el nuevo hallazgo nos ayudará a comprender mejor la evolución de los mamíferos en el hemisferio sur durante la Era Mesozoica. Fuente:  phys.org/

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Encuentran restos más antiguos de un ave del terror en el Eoceno de la Provincia de Chubut, en la Patagonia Argentina.

Durante mucho tiempo, los animales de dieta carnívora más exitosos en América del sur fueron aves gigantescas, como los Phorusrhacos. Es un género de gigantescas aves corredoras, no voladoras que habitaron la Patagonia. Fueron los depredadores dominantes en América del Sur durante el Cenozoico.

Sus parientes más cercanos en la actualidad son los de la familia Cariamidae, llamados también Seriemas o Chuñas, pero su tamaño era mucho mayor que el de éstos; siendo su aspecto más parecido al de un avestruz.

Estas aves habitaron en selvas, bosques y pastizales, un paisaje totalmente diferente del actual centro sur de Argentina.

Recientemente, se publicó el resultado de un estudio del registro más antiguo está representado por un extremo distal aislado de tibiotarso que se encontraba en las colecciones científicas de paleontología del Museo de La Plata, descubierto en sedimentos del Eoceno medio de la Formación Sarmiento expuesto en la localidad de Cañadón Vaca , Provincia de Chubut, Argentina.

A pesar de ser frecuentemente citado como el espécimen más antiguo de Phorusrhacidae, este espécimen nunca ha sido figurado ni descrito de manera exhaustiva.

Motivados por esta brecha y reconociendo la importancia de este hallazgo,los autores de la publicación, los paleontólogos  C. Acosta Hospitaleche del Museo de la Plata y W. Jones del Museo de Historia Natural de Montevideo, Uruguay, realizaron una comparación detallada del tibiotarso depositado, con los de otras especies, asignándolo a una especie indeterminada de Psilopterinae con una masa corporal estimada de aproximadamente 5 kilos.

Además, tras la identificación de numerosas marcas de dientes en la superficie distal, planteamos la hipótesis de que este pequeño forusrácido pudo haber sido sometido a un ataque o actividad carroñera por parte de un depredador de tamaño pequeño a mediano, como Nemolestes spalacotherinus, un marsupial hipercarnívoro previamente registrado en el conjunto Cañadón Vaca.

Publicacion: C. Acosta Hospitaleche & W. Jones (2024) Perspectivas sobre el ave terror más antigua (Aves, Phorusrhacidae) del Eoceno de Argentina, Biología Histórica, DOI:10.1080/08912963.2024.2304592.  https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/08912963.2024.2304592

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Sidersaura marae, un nuevo dinosaurio herbívoro del Cretácico de Neuquén.

Fue encontrado por científicos del Conicet y la Fundación Azara en Neuquén. De qué se alimentaba y qué implica el hallazgo?

Un equipo de paleontólogos del Conicet dio a conocer a través de un estudio en la revista Historical Biology el hallazgo de una nueva especie de dinosaurio herbívoro de cuello largo. El nuevo dinosaurio, bautizado como Sidersaura marae. Era cuadrúpedo y tenía una larga cola.

Sidersaura formó parte de la familia de los dinosaurios rebaquisáuridos. Se han encontrado especies de esa familia en otros lugares de Sudamérica, Europa, Asia y África. Esos animales se caracterizaban por sus hocicos anchos tipo pato, que les facilitaban alimentarse de la vegetación baja, y por los huesos de su columna vertebral rellenos de espacios con aire (como en las aves), que les daban un peso mucho menor del esperable.

Los restos fósiles correspondientes a cuatro ejemplares diferentes fueron descubiertos en Cañadón de Las Campanas, localidad ubicada a 20 kilómetros de Villa El Chocón. Es una de las áreas paleontológicas más abundantes en rebaquisáuridos a nivel mundial.

Las rocas de la Formación Huincul que afloran en la localidad neuquina corresponden a comienzos del Cretácico Superior y tienen una antigüedad estimada de entre 96 y 93 millones de años.

Aunque los rebaquisáuridos no se distinguían por su gran tamaño, Sidersaura es la especie más grande de la familia, con una masa estimada de 15 toneladas y una longitud de entre 18 y 20 metros.

“Los rebaquisáuridos fueron dinosaurios muy importantes en los ecosistemas cretácicos y desaparecieron a mediados de este período en un evento de extinción masiva que tuvo lugar hace 90 millones de años, en el que también se extinguieron los carcarodontosáuridos, los dinosaurios carnívoros más grandes del mundo”, dijo Sebastián Apesteguía, investigador del Conicet y director del Área de Paleontología de la Fundación de Historia Natural Félix de Azara (que funciona en la Universidad Maimónides) y uno de los autores del trabajo.

La especie descrita forma parte del grupo de los últimos rebaquisáuridos, pero a la vez pertenece a un linaje antiguo en términos evolutivos. “Nos muestra que al final de su época sobrevivían algunos de los rebaquisáuridos de los primeros tiempos, y que estos eran de los más grandes de su grupo, dado que podían alcanzar cerca de 20 metros de largo”, destacó el investigador.

El equipo de Apesteguía encontró los primeros restos de Sidersaura en 2012. Pero la extracción tomó cinco campañas anuales de entre dos y cuatro semanas, en las que también se recuperaron los restos del carnívoro gigante Meraxes gigas, hallados junto a los fósiles del ejemplar de Sidersaura de mayor tamaño. Los restos de los otros tres ejemplares fueron encontrados a pocos metros.

A partir de estudios geológicos, los investigadores pudieron determinar que estos dinosaurios murieron en una zona barrosa cercana a un río y sus restos se descompusieron en ese mismo lugar. Luego, algunos animales carroñeros se llevaron algunos huesos y las crecidas del río arrastraron otros restos y desarmaron parcialmente los esqueletos.

Entre los restos hallados se encuentran vértebras de la zona sacra y la cola en parcial articulación, huesos de las extremidades posteriores, partes del cráneo y vértebras sueltas de la cola.

“Contar con varios ejemplares que se superponen anatómicamente nos permitió poder correlacionarlos y conocer mejor las características de este nuevo dinosaurio saurópodo”, afirmó Lucas Lerzo, primer autor del estudio y becario doctoral del Conicet en el Centro de Ciencias Naturales, Ambientales y Antropológicas de la Universidad Maimónides.

Los paleontólogos destacaron que Sidersaura se distingue de otros dinosaurios por la forma estrellada de sus huesos de la cola. “Esta particularidad es la que le da nombre a la especie, dado que sider significa estrella en latín”, explica Lerzo. Además, los huesos del cráneo de la nueva especie son robustos, a diferencia de los del resto de sus parientes más cercanos, mucho más delicados y laminares.

“Otra característica craneal que diferencia a Sidersaura de otros rebaquisáuridos es su foramen frontoparietal, que es básicamente un agujero en el ‘techo’ del cráneo. Este rasgo lo acerca a los dicreosáuridos, una familia de dinosaurios saurópodos conocida por tener espinas en el cuello y la espalda, en la que se destacan especies como Amargasaurus o Bajadasaurus. Tanto los rebaquisáuridos como los dicreosáuridos forman parte de un grupo más grande de saurópodos conocido como Diplodocoidea”, explicó el becario.

Entre los restos óseos recuperados de Sidersaura se encuentra también el calcáneo, uno de los dos huesos que componen el tobillo de los vertebrados terrestres, junto con el astrágalo, y que hasta ahora no se había encontrado en los rebaquisáuridos conocidos. En este caso, los investigadores interpretaron que la morfología de este hueso le otorgaba una mayor resistencia en el paso a la extremidad posterior.

El estudio realizado indica que Sidersaura se encuentra emparentado con el rebaquisáurido africano Nigersaurus taqueti, el cual presentaba un notable ensanchamiento de la mandíbula y una batería dental prominente.

El trabajo contó con financiamiento de la National Geographic, la Municipalidad de Villa El Chocón (Neuquén), la Fundación Azara y el Museo Field de Historia Natural de Chicago (Estados Unidos), del cual participó el investigador Peter Makovicky y la técnica Akiko Shinya.

El fósil fue estudiado por el Lic. Lucas Lerzo, quien lideró el estudio de la Fundación Azara y la Universidad Maimónides-CONICET, junto al Dr. Pablo Gallina (Fundación Azara-CONICET), el Dr. Sebastián Apesteguía (Fundación Azara-CONICET) y los doctores Juan Ignacio Canale del Museo Paleontológico “Ernesto Bachmann” (Neuquén), el Dr. Alejandro Otero de la Universidad de La Plata (Buenos Aires), Jose Luis Carballido del Museo paleontológico “Egidio Feruglio” (Trelew) y Peter Makovicky de la Universidad de Minessota (Estados Unidos). Fuente: Fundación Azara. InfoBae. GrupoPaleo.com.ar. La ilustración fue realizada por Gabriel Diaz Yanten. Esqueleto ilustrativo de Nigersaurus taqueti por Paul Sereno.

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La Fundación Azara inaugurara en San Martín de los Andes un Museo de Ciencias Naturales.

Ubicado sobre la calle Capitán Drury 936, pertenece a la Fundación Azara, que cuenta con varios museos en el país.

El gobernador Rolando Figueroa visitó este lunes por la tarde en San Martín de los Andes las instalaciones del museo de Ciencias Naturales, que pertenece la Fundación Azara. Esta organización cuenta con varios museos en el país, algunos en ciudades turísticas.

Acompañaron al gobernador en la recorrida, el intendente de San Martín de los Andes, Carlos Saloniti y los ministros Jefe de Gabinete, Juan Luis Ousset, de Turismo, Gustavo Fernández Capiet y de Economía, Producción e Industria, Guillermo Koenig; y la secretaria de Planificación y Vinculación Institucional, Leticia Esteves; entre otros.

El museo de San Martín de los Andes fue realizado con inversión privada y será gestionado de forma privada. Se podrá visitar con entrada arancelada y las escuelas lo podrán visitar gratuitamente.

El edificio se compone de dos plantas. En la planta baja existe una colección de paleontología, compuesta por réplicas de dinosaurios de toda la Patagonia y en el primer piso cuenta con una colección de fauna actual, integrada por animales nativos y exóticos embalsamados.

Además, hay un tercer sector de historia etnográfica, en la que se cuenta la historia de los pueblos originarios y se exhiben elementos históricos. Las instalaciones no cuentan con ninguna colección arqueológica, ni paleontológica, original.

La Fundación

La Fundación de Historia Natural Félix de Azara (Fundación Azara), cuenta, entre otros, con el museo de naturaleza y antropología “Jacobacci”, en la localidad de San Antonio Oeste, en la provincia de Río Negro.

Creada el 13 de noviembre de 2000, es hoy una de las instituciones dedicadas al estudio y conservación de la naturaleza más importantes de América Latina. Con origen en la Argentina, sus actividades crecen en Chile, Paraguay, Bolivia, Uruguay y sur de Brasil, además de algunas incursiones en Ecuador y Cuba.

La Fundación se destaca por su labor en la creación e implementación de reservas naturales, así como en la creación, puesta en valor y gestión de museos regionales de ciencias naturales y antropología, centros de interpretación, geoparques, sitios paleontológicos y arqueológicos, habiendo sumado 150 mil hectáreas en áreas naturales protegidas provinciales, municipales y privadas. Fuente: Neuquén Informa.

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Tarjadia ruthae, un antepasado de los cocodrilos en el Triasico de Talampaya.

Es un reptil que vivió en el actual territorio de La Rioja durante el período Triásico. Los primeros fragmentos fueron hallados en 1998 y, en la última década, un equipo de investigación del CONICET encontró cráneos completos y otros restos mejor preservados. Así, pudo determinar de qué especie se trata y comenzar a estudiar cuáles eran sus hábitos

Apenas algunos fragmentos de osteodermos, es decir placas de huesos que cubren la piel, vértebras y costillas hallados en 1998 en la Formación Chañares, ubicada en el Parque Nacional Talampaya, de La Rioja, le permitieron a las científicas argentinas Andrea Arcucci y Claudia Marsicano determinar la existencia de una especie nunca antes descripta: Tarjadia ruthae. Ese escaso registro fósil no alcanzaba para establecer con exactitud las relaciones de parentesco de esta especie y, en ese entonces, las expertas a cargo del hallazgo consideraron que se trataba de un tipo de reptil muy antiguo vinculado al origen mismo de los arcosaurios, el linaje que engloba a los cocodrilos, las aves modernas y muchas de sus formas precursoras.

Sucesivas campañas realizadas por un equipo de investigación del CONICET entre 2011 y 2014 permitieron encontrar numerosos esqueletos casi completos, con el cráneo intacto, la columna articulada, las patas y los osteodermos bien preservados de T. ruthae. “Logramos triplicar la cantidad de ejemplares originales que se conocían para esta especie y, gracias a ese material, pudimos reconstruir su anatomía completa y determinar que no se trataba de un animal tan basal o ancestral, sino más bien de una forma derivada más afín al linaje de los cocodrilos.

Es un reptil de un grupo de pseudosúquidos que se conoce como erpetosúquido, que vivió en la región de Talampaya hace 237 millones de años durante el período Triásico”, cuenta Julia B. Desojo, investigadora del CONICET en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (FCNyM, UNLP).

Desojo es la primera autora de un artículo recientemente publicado en la revista The Anatomical Record en el que, junto a colegas del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACNBR, CONICET); el Centro Regional de Investigaciones Científicas y Transferencia Tecnológica de La Rioja (CRILAR, CONICET-UNLaR-SEGEMAR-UNCa-Gobierno de La Rioja); el Centro de Investigaciones de la Geósfera y Biósfera (CIGEOBIO, CONICET-UNSJ); la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de San Juan (UNSJ); y la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), Brasil, describe minuciosamente la osteología, es decir las características óseas completas del cráneo de T. ruthae, y su paleoneurología, esto es el estudio de la evolución y las características de su cerebro y órganos de los sentidos, como el oído, mediante tomografías computadas craneales que permitieron reconstruirlos en un modelo 3D a partir de la cavidad que ocupaban.

“La reconstrucción del cerebro nos permite hacer inferencias y estimar cómo habrían sido algunas de sus conductas y habilidades”, cuenta María Belén von Baczko, investigadora del CONICET en el MACNBR y autora del estudio, y desarrolla: “Por ejemplo, a partir de la forma del oído se puede interpretar que tan ágil era, o cómo habrían sido sus capacidades sensoriales, y así entender cómo percibía el entorno en el que estaba y qué nicho ocupaba en el marco de la fauna que lo rodeaba. Lo que vemos en este animal es que, si bien hay características que nos dicen que era carnívoro, no era muy ágil.

Debió haber sido un cazador de poca monta. Esto surge del estudio del oído, donde encontramos que los canales que lo conforman tienen curvaturas bastante bajas. Esas estructuras son las que permiten estabilizar rápido la vista y recuperar el balance sin marearse al percibir movimiento. En este caso, no era así, su estructura era más primitiva. Entonces no era un animal que perseguía a sus presas con movimientos ágiles, sino que su forma de conseguir alimento se basaba en otras estrategias.

 La vista tampoco era su mejor virtud, por lo que se entiende que tendría un olfato mejor desarrollado para compensar esas falencias”.

De entre 2 y 3 metros de largo, T. ruthae era un cuadrúpedo cubierto por osteodermos en el dorso y los miembros, y presentaba un cráneo robusto en cuyo techo se destacaba una marcada ornamentación, similar a la que presentan los cocodrilos modernos. “Fue interesante encontrar una característica anatómica muy llamativa que es el patrón de salida de algunas arterias, como las carótidas, que no salen por el mismo lugar que en el caso de los cocodrilos, sino desde una posición más ventral, algo que no se ve en ningún animal actual. Si bien no es un animal tan ancestral como se pensaba al principio, sí presenta esta peculiar característica basal de salida ventral de las carótidas: lo retuvo de sus antepasados, y se perdió con su extinción, porque sus familiares modernos ya no la tienen”, cuenta von Baczko.

En todo el mundo hay trece ejemplares de la especie, nueve de ellos fueron hallados en La Rioja por el equipo del CONICET y el resto en Alemania, Brasil, Escocia, Estados Unidos y Tanzania. Los materiales de Tanzania y de nuestro país son los más completos y mejor conservados. “Esto es interesante porque hemos hecho un aporte muy importante para completar el conocimiento sobre un grupo del que hasta hace apenas quince años se sabía muy poco”, destaca Desojo.

El estudio del cráneo y la reconstrucción del cerebro fue el primer paso de una serie de trabajos que el equipo se propone hacer sobre T. ruthae, que incluyen, entre otras cosas, analizar en detalle las relaciones filogenéticas, es decir sus vínculos de parentesco, algo que ya fue propuesto preliminarmente en 2017 por el mismo grupo de investigación en un artículo liderado por Martín Ezcurra, investigador del CONICET en el MACNBR. Asimismo, los expertos y expertas buscan comprender de manera más integral cómo era la comunidad faunística que habitaba, en la que convivían depredadores –dominaban los cocodrilos– y grandes herbívoros en un momento inmediatamente previo al origen de los primeros dinosaurios. “También nos interesa indagar sobre la morfología craneal, ya que presenta aspectos muy peculiares, con los costados del hocico excavados, los dientes alojados en la parte anterior del hocico, es decir que están retenidos a nivel frontal y ausentes en la parte posterior de la mandíbula superior. Son todas cuestiones a analizar en un estudio de carácter biomecánico”, subraya Desojo. Fuente: Conicet. Esqueleto ilustrativo de Erpetosuchidae

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Riojanodon nenoi, una nueva especie precursora de los mamíferos en el Triásico de La Rioja, Argentina.

Se trata de un pequeño animal de unos 237 millones de años, descubierto en el Parque Nacional Talampaya. Los expertos explican por qué se trata de un hallazgo fósil clave, en búsqueda de entender los procesos evolutivos, y también cuentan los secretos que se esconden detrás del bautismo de la especie.

Como si fuese una experta guardiana, la Tierra esconde, en sus entrañas, viejos tesoros de tiempos paleontológicos, de escalas temporales que los seres humanos podemos medir, pero difícilmente dimensionar en su totalidad. Y, de tanto en tanto, algunos de los secretos de las viejas eras ven nuevamente la luz. Recientemente, un grupo de paleontología argentino dio cuenta de una nueva especie vinculada al origen de los mamíferos, que vivió hace unos 237 millones de años en lo que hoy es el Parque Nacional Talampaya, en la provincia de la Rioja.

El descubrimiento es clave, pues arroja más luz al linaje que luego originaría a los distintos grupos de los mamíferos. “Es una nueva especie de lo que se conoce como cinodonte probainognatio. Era un ‘bicho’ pequeño, no mayor a una comadreja actual. Fue un primo lejano de los mamíferos y, aunque no era parte de este grupo, ya poseía numerosos rasgos mamalianos, como un paladar óseo bien desarrollado y dientes complejos”, comenta Agustín Martinelli, investigador del CONICET e integrante del equipo, en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM.

Martinelli agrega que estos cinodontes “se diversificaron previamente al surgimiento de los dinosaurios”, mientras que “los mamíferos que conocemos hoy en día tuvieron su auge recién después de la extinción de los grandes dinosaurios del Mesozoico”.

El animal en cuestión, cuya descripción fue publicada en la prestigiosa revista The Anatomical Record, fue bautizado como Riojanodon nenoi, que significa “diente de La Rioja”. “Del Riojanodon encontramos restos de las mandíbulas y dientes. Es algo bastante peculiar lo de este extinto animal, porque es una forma de dentición herbívora dentro de un grupo que era principalmente carnívoro. De alguna forma, se ‘abrió’ una rama de ‘herbivorismo’ en esta línea evolutiva”, explica Martinelli, integrante del equipo Archosaur Research Group (ARG) y de la Asociación Paleontológica Argentina (APA).

El nombre nenoi, por su parte, homenajea a Roberto “Neno” Narváez, guardaparque del Parque Nacional Talampaya y actor clave en las campañas paleontológicas en esa región.

“Hace más de diez años que trabajamos en esta zona. Personas como ‘Neno’ son importantísimas porque conocen al territorio como la palma de su mano –valora el investigador del CONICET y paleontólogo-. Imaginate que acá no hay caminos ni nada marcado, pero, como un baqueano experto, él nos va diciendo en qué lugar están las rocas de distinto color –y, por lo tanto, antigüedad-, como ningún mapa lo describe”.

Cuentan también los investigadores que el hallazgo, además de aportar nuevas pistas en términos evolutivos, ofrece más evidencia de cómo la fauna prehistórica de Sudamérica de esa época se condice con la del sur de África, comprobando que ambos territorios estaban unidos hace unos cuantos millones de años.

En términos de tiempo, el Riojanodon vivió durante el período Triásico, entre unos 237 y 236 millones de años atrás. No llegó a convivir con los dinosaurios, aunque sí con sus predecesores. Los restos fósiles de este animal fueron encontrados a partir de trabajos de campo realizados entre 2014 y 2022 en la Formación Chañares, una de los depósitos de rocas continentales triásicas más rica en contenido fósil de América del Sur. Debido a su abundancia y diversidad, los especímenes hallados en esta formación constituyen uno de los mejores registros de tetrápodos - grupo de los vertebrados que tienen dos pares de extremidades- del Triásico Medio-Superior. Fuente; ctys.com.ar.

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Continua el trabajo de voluntarios de la Fundación Azara en la Estación Científica Dr. Eduardo Tonni en Centinela del Mar.

Durante todo el mes de enero y comienzo de febrero los voluntarios realizaron diversas actividades en la Estación Científica "Eduardo Pedro Tonni" de la localidad de Centinela del Mar, que funciona como anexo del Museo de Ciencias Naturales de Miramar, y fue creada en el 2022 por el Municipio de General Alvarado y la Fundación Azara, con el apoyo del Consejo Escolar.

Los voluntarios mantuvieron abierto al público el centro de visitantes, recibiendo a turistas y vecinos de la región que se acercaron a conocer más sobre la Reserva Natural Centinela del Mar, creada en el 2023.

 Estas actividades de concientización y difusión son muy importantes para consolidar la conservación del área natural y colaborar con la tarea que vienen realizando los guardaparques de la provincia de Buenos Aires, que son los encargados de gestionar el área protegida.

Se dio continuidad a las tareas de recolección y clasificación de residuos en playa. A partir de la información obtenida se realizará un informe sobre el tipo (clasificación) y cantidad de basura recolectada.

También participaron en la extracción de especies de flora exótica que se encuentran en los alrededores de la Estación Científica. Estas plantas fueron remplazadas por ejemplares nativos donados Luis Delvenne, naturalista adscripto de la Fundación Azara, quien posee amplia experiencia en el cultivo de especies nativas y tiene un vivero en la localidad de El Marquesado, partido de general Pueyrredón. Nuestro agradecimiento a Luis no solo por la donación de las plantas sino también por participar de la plantación y brindar una charla a los voluntarios.

Desde la Fundación Azara y a través de estas acciones con presencia en el territorio, apoyamos y colaboramos en la implementación de las áreas naturales protegidas en la provincia de Buenos Aires, las que consolidan la conservación del patrimonio natural y cultural de todos los argentinos.

Para más información podés ingresar en: https://museodecienciasnaturalesdemiramar.blogspot.com/2024/02/continua-el-trabajo-de-voluntarios-de.html

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